Hola a todos, antes que nada quería agradecer a todas las personas que me siguieron y me dieron muestras de afecto. Toda esa gente linda con la cual charle, para ellos solo puedo decir mil gracias. Pero mi intención no solo es agradecer, sino también despedirme.Los motivos que me llevan a cerrar esta cuenta son varios, pero pueden resumirse en el siguiente punto: no supe jugar a este juego.
En el fondo adopte una actitud ingenua frente a esta red social. Pensé que sería un camino fácil para tener sexo, que podía desligarme de todo componente emocional. Cedí ante la presión social, porque tener 26 años y no haber tenido relaciones sexuales, en una sociedad donde se nos habla las veinticuatro horas de sexo, donde existe una proliferación de sitios xxx, de gente exponiendo sus actos sexuales y en donde los jóvenes se inician cada vez más temprano en su debut sexual; resulta frustrante, se convierte en un estigma.
Además, creí erróneamente que serviría como un medio para aliviar mi soledad. Soledad que sienten muchas personas, que por cuestiones de falta de tiempo o comodidad prefieren vivir gran parte de sus vínculos a través de la virtualidad. Porque en definitiva,uno no está solo aquí por cuestiones obvias, como lograr algún encuentro sexual, ver y exponerse, sino que también se está aquí por esa sensación de compañía que generan todas las redes sociales. Por esas charlas con otros usuarios, luego de haber tenido un día monótono, por comentarios halagadores que reconfortan, etc.
Pero, esa sensación de compañía que tenía se esfumaba al desconectarme. Cometí el error de creer que los vínculos virtuales reemplazan al contacto real, cara a cara y todo ese plus que se genera, como una mirada, un gesto, el lenguaje corporal, etc. La confianza que es la base de toda relación o vínculo es algo que se construye día a día, siendo honesto consigo mismo y con los demás. Y esto difícilmente podía lograrlo aquí, tratando de aparentar algo que no soy.
Lo único que conseguí fue hacerme daño a mí mismo. Cada post y foto que subía, lo único que me terminaba generando era ansiedad y frustración. Me termine cosificando. Creyendo que mi valor como persona o hombre residía en mi cuerpo o mis genitales. Algo que entra en contradicción con lo que soy y con los valores a los que adhiero.
Aunque considero que esto me sirvió como lección. Aprendí que uno tiene que vivir a su “manera”, algo que es muy fácil de decir pero que es difícil de poner en práctica. Más cuando en nuestra realidad operan una serie de discursos y dispositivos en donde el consumo se nos impone a modo de imperativo. Hay que consumir, no importa el que, ya sea desde experiencias sexuales, viajes, relaciones, personas, objetos materiales, etc.
Mucha gente cree ingenuamente que es realmente libre y feliz por tener muchos compañeros o compañeras sexuales, cuando son incapaces de comprometerse y amar a una sola persona, por viajar a Europa una o dos semanas al año, cuando el resto del tiempo se encuentran trabajando, sin disfrutar el día a día, por tener un auto cero kilómetros que poco utilizan por falta de tiempo, etc. En definitiva, nos terminamos autoexplotando ya sea por las razones anteriormente mencionadas o por la constante exposición a las redes sociales, por querer agradarle a todo el mundo y aparentar una vida exitosa, por seguir a la “manada”.
No hablo ni desde la tristeza, ni el enojo, más bien, les habla una persona que se dio cuenta de lo que quiere en la vida. Por este motivo, este texto es en sí una invitación a reflexionar, a tener un dialogo honesto consigo mismo, a escuchar esa voz interior que muchas veces queda acallada por el bullicio del exterior. Una invitación a vivir la vida de la manera que uno realmente quiere, sin dejarse influenciar por la “manada”. Esto es precisamente, a mi parecer algo fundamental. Mientras no seamos capaces de crear relatos de vida alternativos y exitosos, muchas personas como yo concebirán a su vida como un fracaso. Ya sea, desde la mujer que por diversos motivos llega a los cincuenta años sin pareja y sin hijos, a la cual la catalogan como una “solterona” o “algún trastorno psicológico debe tener “, hasta el joven de veintipico de años que no tiene experiencia sexual, al cual se lo cataloga como “extraño” o “con algún problema de timidez”.
Me di cuenta en esta pandemia que tener veintiséis años y no haber tenido relaciones sexuales no es la muerte de nadie, que incluso resulta algo intrascendente frente a los problemas que tienen otros y frente a los problemas sociales. Que lo mejor que puedo hacer es vivir mi vida a mi manera y que lo anteriormente mencionado se dará cuando llegue el momento. Por lo pronto, debo ser coherente con lo que hago, digo, pienso y siento, por lo tanto les digo adiós a todos y les deseo lo mejor!!!
En el fondo adopte una actitud ingenua frente a esta red social. Pensé que sería un camino fácil para tener sexo, que podía desligarme de todo componente emocional. Cedí ante la presión social, porque tener 26 años y no haber tenido relaciones sexuales, en una sociedad donde se nos habla las veinticuatro horas de sexo, donde existe una proliferación de sitios xxx, de gente exponiendo sus actos sexuales y en donde los jóvenes se inician cada vez más temprano en su debut sexual; resulta frustrante, se convierte en un estigma.
Además, creí erróneamente que serviría como un medio para aliviar mi soledad. Soledad que sienten muchas personas, que por cuestiones de falta de tiempo o comodidad prefieren vivir gran parte de sus vínculos a través de la virtualidad. Porque en definitiva,uno no está solo aquí por cuestiones obvias, como lograr algún encuentro sexual, ver y exponerse, sino que también se está aquí por esa sensación de compañía que generan todas las redes sociales. Por esas charlas con otros usuarios, luego de haber tenido un día monótono, por comentarios halagadores que reconfortan, etc.
Pero, esa sensación de compañía que tenía se esfumaba al desconectarme. Cometí el error de creer que los vínculos virtuales reemplazan al contacto real, cara a cara y todo ese plus que se genera, como una mirada, un gesto, el lenguaje corporal, etc. La confianza que es la base de toda relación o vínculo es algo que se construye día a día, siendo honesto consigo mismo y con los demás. Y esto difícilmente podía lograrlo aquí, tratando de aparentar algo que no soy.
Lo único que conseguí fue hacerme daño a mí mismo. Cada post y foto que subía, lo único que me terminaba generando era ansiedad y frustración. Me termine cosificando. Creyendo que mi valor como persona o hombre residía en mi cuerpo o mis genitales. Algo que entra en contradicción con lo que soy y con los valores a los que adhiero.
Aunque considero que esto me sirvió como lección. Aprendí que uno tiene que vivir a su “manera”, algo que es muy fácil de decir pero que es difícil de poner en práctica. Más cuando en nuestra realidad operan una serie de discursos y dispositivos en donde el consumo se nos impone a modo de imperativo. Hay que consumir, no importa el que, ya sea desde experiencias sexuales, viajes, relaciones, personas, objetos materiales, etc.
Mucha gente cree ingenuamente que es realmente libre y feliz por tener muchos compañeros o compañeras sexuales, cuando son incapaces de comprometerse y amar a una sola persona, por viajar a Europa una o dos semanas al año, cuando el resto del tiempo se encuentran trabajando, sin disfrutar el día a día, por tener un auto cero kilómetros que poco utilizan por falta de tiempo, etc. En definitiva, nos terminamos autoexplotando ya sea por las razones anteriormente mencionadas o por la constante exposición a las redes sociales, por querer agradarle a todo el mundo y aparentar una vida exitosa, por seguir a la “manada”.
No hablo ni desde la tristeza, ni el enojo, más bien, les habla una persona que se dio cuenta de lo que quiere en la vida. Por este motivo, este texto es en sí una invitación a reflexionar, a tener un dialogo honesto consigo mismo, a escuchar esa voz interior que muchas veces queda acallada por el bullicio del exterior. Una invitación a vivir la vida de la manera que uno realmente quiere, sin dejarse influenciar por la “manada”. Esto es precisamente, a mi parecer algo fundamental. Mientras no seamos capaces de crear relatos de vida alternativos y exitosos, muchas personas como yo concebirán a su vida como un fracaso. Ya sea, desde la mujer que por diversos motivos llega a los cincuenta años sin pareja y sin hijos, a la cual la catalogan como una “solterona” o “algún trastorno psicológico debe tener “, hasta el joven de veintipico de años que no tiene experiencia sexual, al cual se lo cataloga como “extraño” o “con algún problema de timidez”.
Me di cuenta en esta pandemia que tener veintiséis años y no haber tenido relaciones sexuales no es la muerte de nadie, que incluso resulta algo intrascendente frente a los problemas que tienen otros y frente a los problemas sociales. Que lo mejor que puedo hacer es vivir mi vida a mi manera y que lo anteriormente mencionado se dará cuando llegue el momento. Por lo pronto, debo ser coherente con lo que hago, digo, pienso y siento, por lo tanto les digo adiós a todos y les deseo lo mejor!!!
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