La escena era muy caliente. La acababa de descubrir a mí mujer, in fraganti, metiéndome los cuernos. Pero no con un hombre. ¡Con la pendeja de al lado!
La vecinita. La misma que hacía como un mes me venía calentando la cabeza, mandándome fotos, audios y hasta las bombachas que usaba.
La misma que se suponía que tendría que estar cogiendome yo en este mismo momento.
La muy puta le estaba devorando la concha a mí mujer. En mí propia casa. ¡En mí propia cama! Y mí mujer no se quedaba atrás.
Nunca la había visto así. Estaba entregada, completamente, a darse y recibir placer.
Ser espectador de esta escena me generó un montón se sensaciones. Primero calentura, mucha. Y no solo sexual. También me sentí un poco traicionado. Doblemente traicionado.
Me dió un poco de bronca que la pendeja de mí vecina hubiera estado jugando a dos puntas. Encima yo era el perdedor en esta partida. Obviamente la semana pasada mí mujer ya había cedido a los encantos de Zoe, y por lo visto le había gustado tanto que no dudo en correrme a un lado otra vez y saciar ese apetito nuevamente.
Pero ¿Por qué no confió en mí? Si a algo jamás me hubiera negado en esta vida es a verla así, matándose en la cama con otra mina. Si esa era una de mis fantasías secretas favoritas.
Igual, de verla así, su cuerpo desnudo bajo otro cuerpo desnudo, de poder ser espectador de su hermosa excitación disfrutando a pleno, de verla tan apasionadamente entregada a satisfacer a otra mujer... Que encima era un minón infernal.
¿Qué podía reprocharle? ¿No haberme invitado? Si yo también estaba a punto de hacer lo mismo.
La pija me explotaba. Reaccioné. No me iba a quedar afuera.
Ese 69 que estaban haciendo con mí mujer abajo y mí vecina arriba me dejaba en primer plano un culo hermoso. Un culo redondito, trabajado, duro. Un culo casi virgen. Y verla a mí mujer pasándole la lengua salvajemente me impulsaba a querer poseerlo.
Es cierto que también sentí que así iba a descargar ese sabor amargo que me quedaba en la boca. A la pendeja se la iba a meter así, de una y con la lubricación de la saliva de mí mujer. Y mí mujer, Andrea, iba a tener que mirar en primer plano cómo me cogía a la vecina.
Creo que pensarlo así me estimulaba más todavía.
Hasta ese momento ellas ni se habían dado cuenta de mí existencia.
Cuando, con la pija en la mano, habiéndome sacado la ropa en un segundo, me acerco y puerteo esa conchita preciosa, mí mujer, al sentir que la lengua rozaba algo más que el cuerpo de la vecina, abrió los ojos, entre gemidos, y me dice con una sonrisa - ¡Guacho! Me descubriste.-
Y ahí nomás empezó a hacer un largo movimiento con la lengua que cubría desde la punta del clítoris de la pendeja, me recorria la cabeza de la chota acomodada entre los labios vaginales de la pendeja y seguía recorriendo todo el tronco hasta llegar a los huevos.
Yo interpreté eso como una autorización. Un permiso para poder sentir, probar, adueñarme de esa conchita rosada, tibia, lubricada. Sentí en ese momento que mí mujer no solo me autorizaba a cogermela a la vecina, sino que ella misma me preparaba el terreno.
Y no pude más. En un envión le enterré la pija hasta el fondo. Ahí, recién, escuché la voz de mí vecina. Primero un "aaaaaayy" largo y mezcla de quejido y gemido porque, ese canal, que no era virgen, se sentía apretadito y poco explorado.
Ya no recordaba cómo era sentir una conchita así, hacía muchos años que solo estaba con mí mujer.
- Sí, si. ¡Ahí! ¡Así! - decía Zoe, y largando una risita me manda - te estaba esperando. Te haces rogar, boludo.
¡Qué trola deliciosa! De la calentura que me daba apuré la penetración. El movimiento era tan rápido y descontrolado que sentía como, con los huevos, le golpeaba la cara a Andrea que no paraba de gemir y chupar.
Entonces siento que mí mujer, con un pataleo de las piernas, empieza a descontrolarse. Estaba llegando al climax, totalmente poseída. No sé si a propósito o de la locura, pero mientras acababa de metió un huevo entero en la boca y me lo mordía y estiraba como si quisiera arrancarlo. Esa sensación también era nueva para mí. La vecina, atenta a la locura de mí mujer, no paraba de chuparle la concha y meterle dedos.
Yo no daba más.
Era demasiado y estaba muy excitado.
Largué la leche ahí mismo, en cuatro o cinco embestidas a fondo. La pendeja que habrá sentido el líquido caliente dentro suyo, dejó de chupar y apoyo las tetas sobre el vientre de mí mujer, la cabeza sobre el sexo totalmente empapado de Andrea , y levantó un poco más la cola. Pude ver, en esas últimas embestidas cómo el agujerito del culo se le abría y cerraba en un espasmo de placer. ¡Que locura!
Esos segundos fueron eternos.
Después, en una sacudida de orto, mí vecina, se liberó de mí pija, que cayó, embadurnada de leche, saliva, y juguito de esa concha, pegándole en la cara de mí mujer, que inmediatamente le empezó a pasar la lengua.
A la pendeja le seguían temblando las piernas, lo que generaba una lluvia de leche, que caía sobre Andrea, parte en la boca, parte en la mejilla, sobre el cuello y hasta sobre las tetas.
De pronto una gota gruesa y espesa cae sobre el surco nasolabial de mí mujer y empieza a chorrearse hacía la boca. Zoe la mira y le dice - No seas hangurrienta, me prometiste que me ibas a dejar probarla - y acercándose a la cara de mí esposa, saca una lengüita pequeña, en punta, y se la pasa por los labios, recogiendo todo ese charquito de leche Lo saborea un momento y despues la besa a Andrea. Un beso tierno, un poco más que un piquito, pero muy caliente. Yo sentía mí pija reaccionar otra vez...
Continuación:
https://poringa.net/posts/relatos/3761920/Las-bombachitas-de-mi-vecina-Se-termino.html
El principio de ésta historia:
Parte 1
https://poringa.net/posts/relatos/3700478/Las-bombachas-de-mi-vecina.html
Parte 2
https://poringa.net/posts/relatos/3709881/El-olor-de-la-bombacha-de-mi-vecinita.html
parte 3
https://poringa.net/posts/relatos/3717894/El-sabor-de-la-bombacha-de-mi-vecina.html
parte 4
https://poringa.net/posts/relatos/3737694/La-bombacha-caliente-de-mi-vecinita.html
Parte 5
https://poringa.net/posts/relatos/3752721/La-misteriosa-bombacha-de-mi-vecina.html
Otros relatos en:
https://poringa.net/martinfcd/posts
La vecinita. La misma que hacía como un mes me venía calentando la cabeza, mandándome fotos, audios y hasta las bombachas que usaba.
La misma que se suponía que tendría que estar cogiendome yo en este mismo momento.
La muy puta le estaba devorando la concha a mí mujer. En mí propia casa. ¡En mí propia cama! Y mí mujer no se quedaba atrás.
Nunca la había visto así. Estaba entregada, completamente, a darse y recibir placer.
Ser espectador de esta escena me generó un montón se sensaciones. Primero calentura, mucha. Y no solo sexual. También me sentí un poco traicionado. Doblemente traicionado.
Me dió un poco de bronca que la pendeja de mí vecina hubiera estado jugando a dos puntas. Encima yo era el perdedor en esta partida. Obviamente la semana pasada mí mujer ya había cedido a los encantos de Zoe, y por lo visto le había gustado tanto que no dudo en correrme a un lado otra vez y saciar ese apetito nuevamente.
Pero ¿Por qué no confió en mí? Si a algo jamás me hubiera negado en esta vida es a verla así, matándose en la cama con otra mina. Si esa era una de mis fantasías secretas favoritas.
Igual, de verla así, su cuerpo desnudo bajo otro cuerpo desnudo, de poder ser espectador de su hermosa excitación disfrutando a pleno, de verla tan apasionadamente entregada a satisfacer a otra mujer... Que encima era un minón infernal.
¿Qué podía reprocharle? ¿No haberme invitado? Si yo también estaba a punto de hacer lo mismo.
La pija me explotaba. Reaccioné. No me iba a quedar afuera.
Ese 69 que estaban haciendo con mí mujer abajo y mí vecina arriba me dejaba en primer plano un culo hermoso. Un culo redondito, trabajado, duro. Un culo casi virgen. Y verla a mí mujer pasándole la lengua salvajemente me impulsaba a querer poseerlo.
Es cierto que también sentí que así iba a descargar ese sabor amargo que me quedaba en la boca. A la pendeja se la iba a meter así, de una y con la lubricación de la saliva de mí mujer. Y mí mujer, Andrea, iba a tener que mirar en primer plano cómo me cogía a la vecina.
Creo que pensarlo así me estimulaba más todavía.
Hasta ese momento ellas ni se habían dado cuenta de mí existencia.
Cuando, con la pija en la mano, habiéndome sacado la ropa en un segundo, me acerco y puerteo esa conchita preciosa, mí mujer, al sentir que la lengua rozaba algo más que el cuerpo de la vecina, abrió los ojos, entre gemidos, y me dice con una sonrisa - ¡Guacho! Me descubriste.-
Y ahí nomás empezó a hacer un largo movimiento con la lengua que cubría desde la punta del clítoris de la pendeja, me recorria la cabeza de la chota acomodada entre los labios vaginales de la pendeja y seguía recorriendo todo el tronco hasta llegar a los huevos.
Yo interpreté eso como una autorización. Un permiso para poder sentir, probar, adueñarme de esa conchita rosada, tibia, lubricada. Sentí en ese momento que mí mujer no solo me autorizaba a cogermela a la vecina, sino que ella misma me preparaba el terreno.
Y no pude más. En un envión le enterré la pija hasta el fondo. Ahí, recién, escuché la voz de mí vecina. Primero un "aaaaaayy" largo y mezcla de quejido y gemido porque, ese canal, que no era virgen, se sentía apretadito y poco explorado.
Ya no recordaba cómo era sentir una conchita así, hacía muchos años que solo estaba con mí mujer.
- Sí, si. ¡Ahí! ¡Así! - decía Zoe, y largando una risita me manda - te estaba esperando. Te haces rogar, boludo.
¡Qué trola deliciosa! De la calentura que me daba apuré la penetración. El movimiento era tan rápido y descontrolado que sentía como, con los huevos, le golpeaba la cara a Andrea que no paraba de gemir y chupar.
Entonces siento que mí mujer, con un pataleo de las piernas, empieza a descontrolarse. Estaba llegando al climax, totalmente poseída. No sé si a propósito o de la locura, pero mientras acababa de metió un huevo entero en la boca y me lo mordía y estiraba como si quisiera arrancarlo. Esa sensación también era nueva para mí. La vecina, atenta a la locura de mí mujer, no paraba de chuparle la concha y meterle dedos.
Yo no daba más.
Era demasiado y estaba muy excitado.
Largué la leche ahí mismo, en cuatro o cinco embestidas a fondo. La pendeja que habrá sentido el líquido caliente dentro suyo, dejó de chupar y apoyo las tetas sobre el vientre de mí mujer, la cabeza sobre el sexo totalmente empapado de Andrea , y levantó un poco más la cola. Pude ver, en esas últimas embestidas cómo el agujerito del culo se le abría y cerraba en un espasmo de placer. ¡Que locura!
Esos segundos fueron eternos.
Después, en una sacudida de orto, mí vecina, se liberó de mí pija, que cayó, embadurnada de leche, saliva, y juguito de esa concha, pegándole en la cara de mí mujer, que inmediatamente le empezó a pasar la lengua.
A la pendeja le seguían temblando las piernas, lo que generaba una lluvia de leche, que caía sobre Andrea, parte en la boca, parte en la mejilla, sobre el cuello y hasta sobre las tetas.
De pronto una gota gruesa y espesa cae sobre el surco nasolabial de mí mujer y empieza a chorrearse hacía la boca. Zoe la mira y le dice - No seas hangurrienta, me prometiste que me ibas a dejar probarla - y acercándose a la cara de mí esposa, saca una lengüita pequeña, en punta, y se la pasa por los labios, recogiendo todo ese charquito de leche Lo saborea un momento y despues la besa a Andrea. Un beso tierno, un poco más que un piquito, pero muy caliente. Yo sentía mí pija reaccionar otra vez...
Continuación:
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El principio de ésta historia:
Parte 1
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Parte 2
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3 comentarios - Las bombachas de mí vecina. Finalmente se dió.