You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Cómo le festejé el cumpleaños a una poringuera.

Una mujer que sabe entregarse con pasión a sus propios deseos es la mujer que más admiro. Esta es mi historia con una reconocida poringuera y lo único que tiene de fantasía es que está escrita en tiempo presente, aunque no sucede en tiempos de cuarentena. De ella utilizo su nombre y no su Nick. Y con las siguientes palabras te describo lo que me sugiere haberla conocido de ésta manera…

Hoy Paula cumple años. Pauli. La dulce Paulita.
 Paula es una mujer hermosa. Suave, tierna, pero de carácter fuerte. Muy femenina…
 Y su cuerpo es una delicia. Esa curva que se forma entre sus pechos, la cintura y sus caderas, cuando la miras tanto de frente como de perfil, te deja pensando, te deja atónito. Vi a más de uno quedarse con la boca abierta y darse vuelta al verla pasar. Su pelo oscuro, ondulado en partes. Sus ojos color miel…
 Pero hay algo más… Algo que no es físico. Algo que ella genera con su mirada, con sus gestos. Algo que hace que su compañía se sienta como una caricia al alma, al ego. En dos frases ella desnuda toda la situación y si queres te la explica con lujo de detalle. Además, tiene un gran sentido del humor, es extrovertida, pícara, atrevida…
 Es de noche y la estamos esperando en el bar. El clima es ideal y ya, desde temprano, cuando me preparaba para venir, tuve esta sensación extraña pensando en ella. Nunca se me había cruzado por la cabeza que pudiera atreverme. Eso me generaba un morbo lindo por momentos, pero también unos nervios importantes. Es que a Paula la conozco desde hace mucho, desde que era muy pendeja. Quizá por eso al principio no la veía más que como a una amiga (una amiga muy atractiva, por supuesto) pero jamás se me hubiera ocurrido ponerla en un lugar tan alto dentro de mi imaginación, de mi fantasía: ¿Ofrecerme para cumplir lo que pudiera ser el mejor regalo de cumpleaños? 
 Ja, ja. Puede ser, me digo… Hablando en serio, no sé qué me pasó hoy, pero me picó el bichito. Será que, en el fondo, todos sabemos que ahora que está por recibirse, pronto Paula va a sentar cabeza, formalizar una relación, armar una familia, en fin la vida… Sería un desperdicio desaprovechar la oportunidad de disfrutarla a pleno antes.
 Con los codos apoyados en la barra, tomando un trago, mirando la puerta, charlando trivialidades, estamos todos acá a la espera de Paula. Y así como estos pensamientos, estas ideas, giran alrededor de mi cabeza, de pronto en el aire del lugar suena “Miss You” de los Rolling Stones y en ese mismo instante ella llega…
  Es casi mágico, al ritmo de la canción la vemos entrar y a cada inflexión de la música vemos su cuerpo contorneándose hacia nosotros en un vaivén lleno de alegría, de desenfado, pero también cargado de un sugerente erotismo.
 Se la vé radiante, plena. Con un vestido muy corto y muy ajustado al cuerpo. La forma en que camina hacia nosotros, casi bailando, hace que esos pechos reboten y me dejan un suspiro en la boca (¡Por Dios!¿Quién los disfrutará ésta noche?).
  Entonces llega y saluda, a cada uno. Se toma su tiempo. Te regala una mirada fija y una sonrisa encantadora. Recibe los halagos y las felicitaciones con mucha ternura y ahí llega mi turno… 
 La abrazo fuerte, y puedo sentirla… su voz, su calor, su aliento, su perfume que es dulce pero también un toque ácido, exótico, mezclado con el aroma de su piel. La abrazo un poco más fuerte y puedo sentir sus pechos apretados sobre mí. Entonces la intensidad de la sensación me desborda, la advierto por la excitación que me genera, la percibo en la revolución de mis sentidos y la siento en el pecho, como una taquicardia, pero también la siento, de manera más directa, entre las piernas. Disimulo un poco porque todos nos miran y esperan su turno de saludarla, pero en el fondo pienso, anhelo… Quiero hacerla disfrutar mucho esta noche.
 Un poco me tiemblan las manos, nunca había sentido algo así. Es que… es Paula. Paula, no lo puedo creer. La situación es un desesperante. Porque, no solamente, ella es el foco de atención de nuestro grupo, sino que es el centro gravitatorio de todo el bar. Es sin dudas la mujer más deslumbrante del lugar y todas las caras y las miradas no se pierden ni un solo instante de su hermosa espontaneidad. 
 La música suena para ella, las luces parecen apuntarla.
¿Cómo evitar mirarla? Está preciosa esta noche. Y, además, se la vé dispuesta a disfrutar hasta el final. ¿Quién se llevará el trofeo a su casa al final de la jornada?
 Desde mi rincón de la barra dejo pasar el tiempo viendo cómo se le acercan a Paula. No solo los conocidos, sino todos los hombres del bar. Algunos kamikazes se acercan con poca o torpes estrategias, otros con demasiado ego. Los veo rebotar y me causan gracia. Con solo mirarla un poco a ella, sabés que, para tener una oportunidad, hay que tener con qué.
 Una vez descartados los acechadores de bajo nivel queda un grupo de hombres, dispersos por el bar, que ya le pusieron el ojo y la intención encima a Paula. Ellos también la desean. También quieren sentirla y disfrutarla. Tengo temor ¿Cómo competir contra ellos? Hombres altos, fuertes, de buena charla, divertidos. Veo cómo la buscan, la arrinconan. Algunos logran bailar con ella, algunos le invitan tragos. Otros logran llevársela a algún rincón y darle un beso, logran acariciarla, tocarla un poco y hasta, en algún momento, la vi a Paula metiéndole la mano en el pantalón a uno para tantear lo que era, según la expresión de su boca abierta, una poronga extraordinaria. 
 ¿Qué estrategia puedo usar? Desespero un poco. ¿Cómo lograr vencer ésta jornada?
 La noche va llegando a su fin. Algunos ya se fueron a su casa. Es mí momento. Despacio me acerco a Paula y le susurro algo al oído. 
 Ella me mira fijo y se muerde el labio. Yo, la tomo de la mano y me la llevo conmigo…

(Esta historia tiene dos finales, a elección del lector)


Final 1
 Beso los suaves labios de Paula…. y ella se deja besar. 
 De a poco me permite entrar en su boca tibia. Sentir su lengua caliente, el sabor de su saliva. La beso con ganas, con pasión y pronto noto que la llama de su deseo también se enciende.   Ahora no solo se deja besar sino que busca, también, mis labios, mi lengua. Percibo cómo le sube la temperatura en el rostro y en el cuerpo, es como una fiebre galopante, y sé que es hora de disfrutar de sus pechos. 
 La desnudo y en un mismo movimiento me saco la ropa. La siento en la cama, me arrodillo frente a ella y, mientras le beso y le muerdo el cuello, le acaricio con las manos los pechos, esos pechos casi perfectamente redondos, grandes, pesados. Los tomo cada uno con una mano, los aprieto, los estrujo. Los cubro con mi mano abierta y despacio la voy cerrando, acariciándolos con la punta de los dedos hasta terminar en el pezón. Siento cómo el pezón se endurece, cómo va tomando forma esa cúspide de placer y, un poco, desespero. 
 - Te gusta ¿no? – Le digo. Ella me dice que sí con la cabeza y en el momento en que siente cómo mi boca y mi lengua abriga y acaricia toda su aureola deja escapar un gemido de placer.
 Un rato estoy así y después de a poco, tratando de besar cada milímetro de su piel voy bajando hacia el ansiado paraíso.
 De rodillas frente a su sexo me conmueve ver la humedad en su bombacha. Le tiemblan un poco las piernas.
 Ella sentada en la cama, se sostiene apoyando sus brazos hacia atrás y desde mi posición puedo verla entera. Las hermosas tetas que acabo de disfrutar, su cara anhelante, casi rogando, suplicando que siga.
¿Quién hubiera pensado que esta noche yo me llevaría el trofeo? Nunca me había imaginado a mi amiga así, tan entregada y encima ¡a mí!
 Entonces le saco la bombacha, le abro un poco las piernas y veo, en primer plano, ese momento glorioso cuando los labios se separan, como despegándose, como una flor que se abre. Y veo su vulva preparada, llena de un delicioso almíbar, mientras ella gime alentándome a seguir... 
 Yo, muy lentamente, acerco mi cara y veo su clítoris ya hinchado y palpitante de ganas de sentir cómo me alimento de él. ¡Qué placer! ¡Qué concha tan caliente, jugosa y a la vez hambrienta y deseosa! No doy más de excitación. Yo también quiero descargar. Con avidez la recuesto en la cama y sin dejar de comérla me recuesto encima apoyándole mi entrepierna en la cara…
 Y ella, sin dejar de gemir y disfrutar del juego que le hago con mi lengua y mis manos, sin hacerse rogar, con ganas y también con desesperación, me corre la bombacha y empieza a comerme la concha con voracidad. 
 La explosión es unánime. Siento todo su cuerpo sacudiéndose bajo el mío como un toro salvaje y eso termina de ponerme loca. Loquísima. Acabamos fuerte, juntas. 
 ¿Quién lo hubiera dicho? Mejores amigas hace tanto tiempo y recién hoy nos conocemos profundamente…


Final 2 (si la vida nos permitiera vivir de todas las maneras posibles…)
 La noche va llegando a su fin. Algunos ya se fueron a su casa. Es mí momento. Despacio me acerco a Paula y le susurro algo al oído. 
 Ella me mira fijo y se muerde el labio. Yo, la tomo de la mano y me la llevo conmigo…

 Mi propuesta es simple. Ya la tenía pensada y asimilada: es que hay que saber hacer las movidas necesarias cuando la situación no se nos presenta de la manera más favorable. 
Yo quería disfrutar de Paula. Esa era mi meta y lo iba a lograr.
 Cuando entendí que la cosa estaba definitivamente escapándoseme de las manos, la única manera que tenía de revertir mi posición era aplicar ese plan que me rondaba por la cabeza desde la tarde. Eso me colocaría en el centro del juego otra vez.
 Por eso le acerqué a Paula la idea de elegirse al hombre que quisiera y lo trajera a casa con nosotros, “es mi regalito”, le digo. 
 Pero la golosa me contesto: - ¡Quiero dos! - Y yo sé que cuando dice dos el otro no soy yo…
 No puedo negárselo, es su cumpleaños. Se lo merece. Después de todo tarde o temprano la vida tiene planes para nosotros y ahí vamos a sentar cabeza. Pero hoy por hoy Paula se merece festejarlo así: bien puta, con una buena cogida. Y yo… me merezco el placer de mirarla.
 No tarda ni cinco minutos y se aparece con dos hombres altos, bastante fornidos, sonrientes y dispuestos. – Vamos a casa - digo con bastante ansiedad al sentir cómo se me está parando la pija.
 Llegamos al departamento, nos sentamos un rato, ellos en el sofá, ella en el medio de los dos. Yo busco una cerveza, les sirvo un vaso a cada uno y me siento dispuesto a charlar la situación, a poner algunas reglas básicas. 
 Pero… no llego a terminar de sentarme que Paula ya le está comiendo la boca a uno, a la vez que le frota el bulto con la mano por encima del pantalón. Mientras el otro, que no se quiere quedar afuera, le empieza a besar la espalda a Pauli y le agarra fuerte los pechos.
 Por la sonrisa que se le escapa de la comisura de los labios, a ella le está gustando…
 Entonces el que la abraza de atrás, un poco receloso y para ganar posición, se levanta, se baja el cierre y saca una pija larga y dura, se acerca a Paula y sin agarrarla con las manos le empieza a pegar golpes de chota en la mejilla. Tres, cuatro, cinco rebotes en el cachete y ella reacciona: la agarra fuerte y se la lleva a la boca. 
 Un segundo después el otro también está ahí parado ofreciéndole la suya y Paulita no da más de felicidad. Sonriente se queda un rato largo chupando a dos manos. Un rato lame y relame con fervor una poronga, un rato la otra. Hasta la veo intentar meterse las dos juntas en la boca, es insaciable… Siento la desesperación de no poder participar.
 Entre los dos le sacan el vestido y se desnudan al mismo tiempo sin que ella deje de agarrarles la pija, lamerles y comerles los huevos. Uno, hasta se atreve a pedirle que le chupe el culo, y Paula, que está muy obediente esta noche, lo hace. Se nota que quiere disfrutar de su regalo de cumpleaños hasta el último pedacito.
 Cuando uno de ellos se acuesta en el sofá y levanta las piernas agarrándose las rodillas para que ella le pase la lengua, y ella lo hace, quedo sorprendido de verla tan sumisa. 
 Es increíble: ella en cuatro patas sobre el piso, sosteniéndose con una sola mano porque con la otra está agarrándole fuerte la poronga mientras trata de meterle la lengua en el culo y por momentos hace un recorrido con toda la boca desde ahí hasta los huevos (que se los mete enteros en la boca de a uno) y desde ahí por todo el largo del tronco venoso y rígido hasta llegar a la cabeza. Entonces intenta tragarse la pija lo más profundo que puede y cuando no da más, se la saca y vuelve a empezar desde abajo otra vez. Nunca me la imaginé tan entregada.
 El otro, mientras tanto, aprovechando lo lubricada que ya está, le apoya la pija desde atrás y de un solo envión se la mete hasta el fondo Ella se sacude un segundo, sorprendida, gira la cara (una cara bañada en saliva por todas partes), sonríe y le dice: - Sí, así. Cogeme. ¡Cogeme!    
 Y el otro no se hace rogar: le dá con todo.
Yo, que había acabado ya mi vaso de cerveza, agarre uno de los que ya les había servido. Total, no creo que se vayan a molestar que les tome la suya ¿no?
 Mientras, la veo a la preciosa Paulita, que entre gemidos, oigo que le dice al que se la estaba garchando: -¡Pará!... ¡Pará!... Pará que te la quiero chupar a vos ahora. – y mirando al otro le dice: - Y quiero que vos me hagas sentir esa pija.
 Así que el primero le saca despacito la pija de adentro y se sienta en el sofá a espera la boca prometida. Ella salta al sofá como un felino, y como una gata en celo le levanta la cola al otro y le dice: - No te olvides que la quiero TODA adentro y que me gusta fuerte, bebé.
 En este momento yo me atraganto un poquito con la bebida. Toso un poco, pero nadie me mira.
 Paula agarra la chota que está esperándola, acerca toda la cara, la huele, chupa un poco la cabeza, lo mira a los ojos al flaco que no puede creer la suerte de estar ahí y así sin dejar de mirarlo le recorre la pija entera con la lengua desde el tronco a la cabeza .
- ¿Sabes? – le dice – Está rica. Tiene mi gustito.- Y después de lamérsela de vuelta le acerca la lengua a la boca para que él también pueda probar.
 Entonces se saca la pija del que la venía embistiendo desde atrás, se acomoda encima del que está sentado, se mete la pija entera y empieza a moverse de una manera tan linda, tan hermosa. Se mueve desesperada, evidentemente esa pija toca un punto muy sensible dentro de ella. Se le van los ojos.
 Los tres la miramos fascinados. La vemos estallar a los gritos. Convulsionando con todo el cuerpo. Y después la vemos caer, sobre el pecho del flaco que la acaba de hacer gozar.
 Se queda ahí un momento, muy suave, muy tierna. Dándole besitos, respirando su olor, probando con la puntita de la lengua la mezcla del sudor acumulada sobre el pecho. Todo esto sin sacarse la pija de adentro.
 Al minuto se repone, recuperada la respiración, la cara se le transforma. Con los dientes casi apretados y achinando los ojos lo mira al otro y le ordena: - Ahora vos, cogeme el orto y ¡hacéme acabar denuevo!
Y el otro no se hizo esperar, se escupe la pija dos veces, se la embadurna bien de saliva, se la acerca al culo a Pauli. 
 Ella lo espera con el ano latente, deseoso, palpitante. Él, muy caballero y de una forma muy elegante, se la va metiendo milímetro a milímetro mientras Paula no para de sonreír, hambrienta, estremeciéndose en pequeños temblores, ruborizándose las mejillas, acelerando el ritmo de su respiración…
Y mientras yo me tomo el tercer vaso de cerveza esas dos bestias la hacen mierda a Paulita enfrente a mi propia nariz. No me quejo, a esta altura, yo ya acabé dos veces.
 La escena es hermosa, dos cuerpos enormes, de músculos marcados, envolviéndola a ella, que en comparación parece pequeña e indefensa. La abrazan sudorosos, de alguna manera es como si la protegieran y a la vez la poseen, la penetran, le hacen sentir el ímpetu de su excitación. La besan, la chupan, la muerden.
 Y ella se deja. Lo disfruta. Siente el peso de los dos, el calor, la calentura de sus físicos, el olor que exudan sus cuerpos y también la situación entera. Siente las fuertes embestidas de ambos y se siente entregada. Entregada a su deseo y fantasía. Entregada a dos extraños que hace un rato no conocía y que ahora los lleva en sus pupilas, en el sabor que le ocupa la boca, en las fragantes partículas que llenan su olfato. En la saliva y el sudor que le cubre el cuerpo. Y yo sé que hoy se los cogió pero sé también que cada vez que estemos juntos de ahora en más ella lo va a recordar, lo va a revivir. De alguna manera la sensación, el ardor de esas dos pijas, va a estar siempre metida dentro suyo.
 Ahora que está por acabar, les pide un último obsequio.- Déjenme la leche adentro, la quiero sentir. – Y cuando la sienten explotar la agasajan con gusto. Yo veo todo, veo cómo Paula se relame feliz en un orgasmo intenso mientras la siguen embistiendo y la leche le cae, le chorrea, como una lluvia, desde la concha y el culo…
 Después de esta experiencia no sé qué nos deparará la vida pero creo que lo de sentar cabeza se puede posponer un poquito más…


Otros relatos en:
 https://poringa.net/martinfcd/posts

0 comentarios - Cómo le festejé el cumpleaños a una poringuera.