A lo largo de mi vida, de mi aún relativa corta vida, siempre me gustaron las mujeres con un "diferente" etiquetado en alguna parte. Algunas tienen esa etiqueta escondida; donde solo se encuentra luego de hurgar capas y capas de barreras. Hasta que se llega a la victoria de esa peripecia en busca de su "diferente" auténtico. Otras, en cambio, tienen el rótulo ahí nomás. Tatuado en la frente, bien marcado y único. Un acento, un tipo de pelo diferente, mirada exótica, piel de distinto color. Todo ésto lo tenía mi cubana.
Mi cubana camina por los pasillos de mi colegio secundario cuando la veo. No se de donde salió, no se porque está acá pero ahí está. Me transporta a una playa de arena caliente y agua cristalina. Escucho gaviotas y veo goletas. Botellas de ron y fogatas hechas con hojas de palmera. Siento el ruido del mar besando la orilla. Todo esto me provoca mi cubana. Bruja vudú.
Camina y se mueve de acá para allá. Usa un guardapolvo diminuto casi como una camisa. "El jean le apreta la fresa" dice el Indio desde mi mp3 y lo corroboro. Todo el caribe está presente en su cuerpo, en sus manos, sus uñas largas de dedos opacos. Su cuello delgado se frota por un pelo mota revolucionado. Los labios... Los labios son una masa de carne gruesa que imantan con los míos. De adulta va a ser caderona, se le nota la anatomía. Ahora es pura curva sinuosa.
Con todo; lo que mas recuerdo de ella es su mirada. Está cargada con dos piedras negras envueltas en un manto blanco que dispara a diestra y siniestra. Tiene puntería. Sabe donde apuntar y sabe dar en el blanco. A mi me acierta. Me apunta, calcula el tiro y dispara. Sus dos piedras negras impactan con precisión quirúrgica en mis ojos y ahí se quedan; hasta el día de hoy. Separados por mas de diez años y quién sabe cuantos kilómetros aún me sigue acertando esas dos pedradas. El resto del día pasa igual que el resto de la semana.
Se nos hace rutina cruzarnos por los pasillos y a ella parece gustarle acribillarme con sus cañones cargados con iris negros. Bombardea toda mi psiquis.
- ¡Ah wachin te re cabió la negra, amigo! - Éste que habla es Lucas o "Luks" como él escribe su nombre. Un pibe que no somos amigos pero nos llevamos bien. Rubio, de barrio. Con unos kilos de mas pero con levante. Siempre anda envuelto en asuntos de pollera con una u otra. Conoce todos los movimientos del colegio, incluyendo teléfonos, correos, notas y hasta la dirección particular de varios.
- ¿A vos no? Supongo que ya la habrás relojeado.
- Mas vale amigo, ¡está que se parte! Pero a mi me caben mas las turritas bien cabeza - Dice mientras suelta el humo del cigarrillo.
- ¿Está con alguien?
- Nah, llegó hace poco. Sé que se hizo amiga con Flor. Preguntale a ella que onda con Cuba - Para mi fortuna soy amigo también de Flor; Florencia.
- Dale, hablo con ella.
- ¡Me preguntó por vos, boludo! - Me dice Florencia en voz baja pero eufórica - Como vio que hablamos me preguntó si tenías novia y de que curso eras.
- Cuando nos cruzamos me mantiene la mirada; ya fue la próxima le hablo.
- ¡Obvio! Vos tirate que hay agua - Me asegura Florencia.
Mas temprano que tarde la veo venir hacia mi. El maldito pudor me recorre el cuerpo electrificándome. Ella desde su fragata apunta sin piedad. De nuevo esas dos balas de cañón negras se impactan contra mis ojos. Pasa a mi lado y sigue. Yo me detengo a sacudir mi miedo, como un gato que se eriza y doy vuelta a la moneda. Apuesto todo.
- Disculpa. ¿Vos sos amiga de Florencia?
- Si, ¿Tu también? - El "tu" me descoloca, me arranca por las raíces de cuajo. Y me apunta con sus cañones. Esos ojazos negros. Dos piedras de ébano.
- Si, yo también soy amigo de ella. Me comentó que vos das clases de bachata, ¿puede ser?
- De Son - Se ríe.
- ¿Son?
- Son Cubano. Es un estilo típico de Cuba. Pero aquí no es conocido así que directamente digo: "doy clases de bachata y ritmos tropicales en general". Doy las clases luego del colegio.
- Mira vos, nunca había escuchado de ése estilo. A mi me gusta pasa que soy malísimo bailando todo en general - Es mentira que me gusta; es cierto que soy malísimo.
- Pues tu te tienes que venir unas clases y aprendes. Así bailas bien rico, cariño - Chau. Me termina de matar con esa mezcla de palabras, acento y movimientos que hace.
Ya después no recuerdo como sigue la conversación. Recuerdo que le digo que si a todo. También recuerdo que me pasa una dirección y que le prometo asistir para unas clases particulares. Lo que mas recuerdo es de vuelta su mirada; sostenida unos segundos mas de lo debido. Un segundo es: "venite y bailamos, la pasamos bien COMO AMIGOS". Pero su mirada fue de tres largos segundos que indicaban: "venite y bailamos..." los puntos suspensivos son esos tres segundos de mas.
Llegada la fecha pactada me dirijo al salón de baile. Al entrar veo salir a varias personas de distintas edades. Me citó en un horario que podría considerarse tarde sabiendo que es día de semana. La encuentro a ella hablando con una mujer. Igual de hermosa que ella, con rasgos adultos. Mi cubana a pesar de ser una hembra en todo su esplendor es una adolescente. La mujer se da vuelta y me saluda cordialmente. Se presenta como su hermana mayor. Habla sobre cosas que no recuerdo, yo solo la miro a ella. A mi cubana. Y ella me mira a mi. Me regala una sonrisa perlada.
- Tu cierra y apaga todo ¿si? - Indica la hermana de mi cubana mientras se va. Ella le afirma que no se preocupe. Una vez solos siento que se afloja.
- Así que... Son, ¿No?
- Son Cubano. La danza de mi tierra. Ven, te enseño - Dice mientras pone música en el equipo. Queda a escasos centímetros de mi, Siento el calor que irradia su piel oscura. - Pon tu mano aquí. Puedes tocar tranquilo que no voy a enfadarme - Mi cubana es alegría pura cuando la música suena. Me atrae hacia ella y nos movemos.
Mas que sus pasos; recuerdo sus movimientos. Su rodilla tocando a veces entre mis piernas. El baile personal de sus músculos bajo una piel chocolatosa. Su pelo mota que me refregaba por la cara. Energía no se acaba nunca, ella es eterna. Movimientos de bajo vientre dibujan sonrisas blancas en su rostro. Un sol negro que irradia su propia luz y calor. Centellea y me lleva hasta sus milenarias costumbres. Un argentino, hijo de uruguayos, bailando con una cubana una danza caribeña en pleno barrio de Abasto. Donde monopoliza el tango, un rinconcito es invadido por el son cubano.
A la quinta canción ya no seguimos el ritmo. La música suena ya muy lejos mientras ella me besa sobre una colchoneta. Sus labios de carne febril me invitan a morderlos, apretar hasta sus encías mismas. Libero su cuerpo de la escasa ropa deportiva. La tengo a primera mano.
Negra. No es un "negra" a secas, Por lo mas burdo que pueda sonar dicho así. Su color es una amalgama de negros combinados unos con otros, todos contrastando diferentes. Todo ella era "negro" pero no es lo mismo el ébano profundo de sus ojos, sus balas de cañón, con el negro opaco de sus melena mota que chorrea por entre su cara. Tampoco es igual al negro brillante que salpica su sexo con el negro amarronado de sus pezones hinchados o las aureolas que rodean a éstos.
No hay mucha diferencia entre el baile y el sexo que tenemos ahora. Supongo que toda ella era textualmente sexual. Hipnotizado me dirijo a su entrepierna que sigue bailando acompañado de movimientos de cadera. Su sabor es salado por el sudor y dulce por el flujo. Ambos se mezclan y crean un alimento exquisito en despertar sentidos.
- ¡Ay así bien rico, papi! - Me dice y yo pierdo la cabeza. Lamo y sorbo sus labios igual de carnosos que los de su boca. Luego abro buscando el tesoro escondido y lo encuentro. Un botón mas rosado de lo que imaginaba aparece y se convierte en mi plato principal. Ella me confirma su aprobación con gemidos y movimientos espasmódicos. Su primer orgasmo la halla relajada. Me da las gracias lamiendo mi boca mojada por sus jugos vaginales.
- Te voy a comer toito, mi papi - Dicho y hecho; se come toito mi pene. En su boca entra a gusto, lame gustosa. El oral es intenso y profundo. Lento. Casi que no se la saca de la boca en ningún momento. Siento que viene y le digo que se detenga, que quiero cogerla. Saco un preservativo que llevo yo y me lo coloco. Mi cubana me monta por delante y toma posesión de mi. Se hunde profunda quedándose clavada unos segundos. Luego empiezo a moverme yo. La penetro mientras veo el contraste de colores entre nuestros cuerpos. El yin y yang del sexo. Mi pene blancuzco entrando en su oscura cavidad vaginal. Me besa y cabalga intercalando acciones entre una y la otra. Acabamos juntos, ella con movimientos de vientre descontracturados y yo, mas humilde, aferrado a sus firmes tetas. Quedamos un largo rato hablando mientras nos abrazamos sobe las colchonetas.
- Si así son todas las clases voy a venir mas seguido - Le digo mientras la apoyo por atrás.
- Y te voy a recibir muy bien las veces que vengas, mi papi - Arquea el cuerpo hacia atrás apoyándose sobre mi y me besa nuevamente. Sus labios de carne oscura me devoran.
La madrugada nos encuentra aún en el piso del salón.
Un pedacito de Abasto fue proclamado territorio de Cuba. Cuba libre.
Mi cubana camina por los pasillos de mi colegio secundario cuando la veo. No se de donde salió, no se porque está acá pero ahí está. Me transporta a una playa de arena caliente y agua cristalina. Escucho gaviotas y veo goletas. Botellas de ron y fogatas hechas con hojas de palmera. Siento el ruido del mar besando la orilla. Todo esto me provoca mi cubana. Bruja vudú.
Camina y se mueve de acá para allá. Usa un guardapolvo diminuto casi como una camisa. "El jean le apreta la fresa" dice el Indio desde mi mp3 y lo corroboro. Todo el caribe está presente en su cuerpo, en sus manos, sus uñas largas de dedos opacos. Su cuello delgado se frota por un pelo mota revolucionado. Los labios... Los labios son una masa de carne gruesa que imantan con los míos. De adulta va a ser caderona, se le nota la anatomía. Ahora es pura curva sinuosa.
Con todo; lo que mas recuerdo de ella es su mirada. Está cargada con dos piedras negras envueltas en un manto blanco que dispara a diestra y siniestra. Tiene puntería. Sabe donde apuntar y sabe dar en el blanco. A mi me acierta. Me apunta, calcula el tiro y dispara. Sus dos piedras negras impactan con precisión quirúrgica en mis ojos y ahí se quedan; hasta el día de hoy. Separados por mas de diez años y quién sabe cuantos kilómetros aún me sigue acertando esas dos pedradas. El resto del día pasa igual que el resto de la semana.
Se nos hace rutina cruzarnos por los pasillos y a ella parece gustarle acribillarme con sus cañones cargados con iris negros. Bombardea toda mi psiquis.
- ¡Ah wachin te re cabió la negra, amigo! - Éste que habla es Lucas o "Luks" como él escribe su nombre. Un pibe que no somos amigos pero nos llevamos bien. Rubio, de barrio. Con unos kilos de mas pero con levante. Siempre anda envuelto en asuntos de pollera con una u otra. Conoce todos los movimientos del colegio, incluyendo teléfonos, correos, notas y hasta la dirección particular de varios.
- ¿A vos no? Supongo que ya la habrás relojeado.
- Mas vale amigo, ¡está que se parte! Pero a mi me caben mas las turritas bien cabeza - Dice mientras suelta el humo del cigarrillo.
- ¿Está con alguien?
- Nah, llegó hace poco. Sé que se hizo amiga con Flor. Preguntale a ella que onda con Cuba - Para mi fortuna soy amigo también de Flor; Florencia.
- Dale, hablo con ella.
- ¡Me preguntó por vos, boludo! - Me dice Florencia en voz baja pero eufórica - Como vio que hablamos me preguntó si tenías novia y de que curso eras.
- Cuando nos cruzamos me mantiene la mirada; ya fue la próxima le hablo.
- ¡Obvio! Vos tirate que hay agua - Me asegura Florencia.
Mas temprano que tarde la veo venir hacia mi. El maldito pudor me recorre el cuerpo electrificándome. Ella desde su fragata apunta sin piedad. De nuevo esas dos balas de cañón negras se impactan contra mis ojos. Pasa a mi lado y sigue. Yo me detengo a sacudir mi miedo, como un gato que se eriza y doy vuelta a la moneda. Apuesto todo.
- Disculpa. ¿Vos sos amiga de Florencia?
- Si, ¿Tu también? - El "tu" me descoloca, me arranca por las raíces de cuajo. Y me apunta con sus cañones. Esos ojazos negros. Dos piedras de ébano.
- Si, yo también soy amigo de ella. Me comentó que vos das clases de bachata, ¿puede ser?
- De Son - Se ríe.
- ¿Son?
- Son Cubano. Es un estilo típico de Cuba. Pero aquí no es conocido así que directamente digo: "doy clases de bachata y ritmos tropicales en general". Doy las clases luego del colegio.
- Mira vos, nunca había escuchado de ése estilo. A mi me gusta pasa que soy malísimo bailando todo en general - Es mentira que me gusta; es cierto que soy malísimo.
- Pues tu te tienes que venir unas clases y aprendes. Así bailas bien rico, cariño - Chau. Me termina de matar con esa mezcla de palabras, acento y movimientos que hace.
Ya después no recuerdo como sigue la conversación. Recuerdo que le digo que si a todo. También recuerdo que me pasa una dirección y que le prometo asistir para unas clases particulares. Lo que mas recuerdo es de vuelta su mirada; sostenida unos segundos mas de lo debido. Un segundo es: "venite y bailamos, la pasamos bien COMO AMIGOS". Pero su mirada fue de tres largos segundos que indicaban: "venite y bailamos..." los puntos suspensivos son esos tres segundos de mas.
Llegada la fecha pactada me dirijo al salón de baile. Al entrar veo salir a varias personas de distintas edades. Me citó en un horario que podría considerarse tarde sabiendo que es día de semana. La encuentro a ella hablando con una mujer. Igual de hermosa que ella, con rasgos adultos. Mi cubana a pesar de ser una hembra en todo su esplendor es una adolescente. La mujer se da vuelta y me saluda cordialmente. Se presenta como su hermana mayor. Habla sobre cosas que no recuerdo, yo solo la miro a ella. A mi cubana. Y ella me mira a mi. Me regala una sonrisa perlada.
- Tu cierra y apaga todo ¿si? - Indica la hermana de mi cubana mientras se va. Ella le afirma que no se preocupe. Una vez solos siento que se afloja.
- Así que... Son, ¿No?
- Son Cubano. La danza de mi tierra. Ven, te enseño - Dice mientras pone música en el equipo. Queda a escasos centímetros de mi, Siento el calor que irradia su piel oscura. - Pon tu mano aquí. Puedes tocar tranquilo que no voy a enfadarme - Mi cubana es alegría pura cuando la música suena. Me atrae hacia ella y nos movemos.
Mas que sus pasos; recuerdo sus movimientos. Su rodilla tocando a veces entre mis piernas. El baile personal de sus músculos bajo una piel chocolatosa. Su pelo mota que me refregaba por la cara. Energía no se acaba nunca, ella es eterna. Movimientos de bajo vientre dibujan sonrisas blancas en su rostro. Un sol negro que irradia su propia luz y calor. Centellea y me lleva hasta sus milenarias costumbres. Un argentino, hijo de uruguayos, bailando con una cubana una danza caribeña en pleno barrio de Abasto. Donde monopoliza el tango, un rinconcito es invadido por el son cubano.
A la quinta canción ya no seguimos el ritmo. La música suena ya muy lejos mientras ella me besa sobre una colchoneta. Sus labios de carne febril me invitan a morderlos, apretar hasta sus encías mismas. Libero su cuerpo de la escasa ropa deportiva. La tengo a primera mano.
Negra. No es un "negra" a secas, Por lo mas burdo que pueda sonar dicho así. Su color es una amalgama de negros combinados unos con otros, todos contrastando diferentes. Todo ella era "negro" pero no es lo mismo el ébano profundo de sus ojos, sus balas de cañón, con el negro opaco de sus melena mota que chorrea por entre su cara. Tampoco es igual al negro brillante que salpica su sexo con el negro amarronado de sus pezones hinchados o las aureolas que rodean a éstos.
No hay mucha diferencia entre el baile y el sexo que tenemos ahora. Supongo que toda ella era textualmente sexual. Hipnotizado me dirijo a su entrepierna que sigue bailando acompañado de movimientos de cadera. Su sabor es salado por el sudor y dulce por el flujo. Ambos se mezclan y crean un alimento exquisito en despertar sentidos.
- ¡Ay así bien rico, papi! - Me dice y yo pierdo la cabeza. Lamo y sorbo sus labios igual de carnosos que los de su boca. Luego abro buscando el tesoro escondido y lo encuentro. Un botón mas rosado de lo que imaginaba aparece y se convierte en mi plato principal. Ella me confirma su aprobación con gemidos y movimientos espasmódicos. Su primer orgasmo la halla relajada. Me da las gracias lamiendo mi boca mojada por sus jugos vaginales.
- Te voy a comer toito, mi papi - Dicho y hecho; se come toito mi pene. En su boca entra a gusto, lame gustosa. El oral es intenso y profundo. Lento. Casi que no se la saca de la boca en ningún momento. Siento que viene y le digo que se detenga, que quiero cogerla. Saco un preservativo que llevo yo y me lo coloco. Mi cubana me monta por delante y toma posesión de mi. Se hunde profunda quedándose clavada unos segundos. Luego empiezo a moverme yo. La penetro mientras veo el contraste de colores entre nuestros cuerpos. El yin y yang del sexo. Mi pene blancuzco entrando en su oscura cavidad vaginal. Me besa y cabalga intercalando acciones entre una y la otra. Acabamos juntos, ella con movimientos de vientre descontracturados y yo, mas humilde, aferrado a sus firmes tetas. Quedamos un largo rato hablando mientras nos abrazamos sobe las colchonetas.
- Si así son todas las clases voy a venir mas seguido - Le digo mientras la apoyo por atrás.
- Y te voy a recibir muy bien las veces que vengas, mi papi - Arquea el cuerpo hacia atrás apoyándose sobre mi y me besa nuevamente. Sus labios de carne oscura me devoran.
La madrugada nos encuentra aún en el piso del salón.
Un pedacito de Abasto fue proclamado territorio de Cuba. Cuba libre.
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