El año ya estaba llegando a su final. Diciembre era un messuper activo para nuestra familia, entre mi cumpleaños, el de mi prima, navidady año nuevo, este era el mes cuando más nos solíamos reunir.
Desperté y ya era23 de diciembre, estábamos a 2 días de navidad, lo que también indicaba quedentro de un día íbamos a estar todos reunidos para cenar en la casa de misviejos como solíamos hacer los últimos años. Ellos dos, mis tíos y mis primos,todos, incluida mi primita Vale. La primita que me había comido la boca lanoche anterior. La misma que me dejo la cabeza dando vueltas y me hizo difícilconciliar el sueño.
Solo nos habíamos besado, pero eso desencadenó un sinfín de emociones dentromío. Estuve buena parte de la noche, pensando en cuál iba a ser el próximopaso. Incluso malgasté mi tiempo pensando en lo pésima que fue la decisión dellevarla hasta su casa, sin decir nada en el camino. Deberíamos haber habladoantes, quizás así el beso hubiera pasado en otro lado y podríamos haberterminado la noche en otro lugar.
Esa mañana me desperté totalmente desorientado, confundido ylleno de sudor. Había tenido un sueño que se sintió demasiado real. Aunquesupongo que la mayoría de los sueños se sienten así. Sin embargo, hacía muchotiempo que no tenía un sueño como ese. Tan fuerte, tan real, tan excitante.
Una ducha fría de 20 minutos fue necesaria para sacarme delestado en el que me había dejado esa situación.
En el sueño, yo estaba acostado, tirado en mi cama desnudo ytapado solo con una sábana, como muchas veces solía dormir. Pero no estabasolo. Alguien estaba en la cama conmigo, alguien me estaba despertando de unamanera muy particular. Podía sentir su boca rodeando mi miembro. Podía sentirsu mano sosteniendo mis huevos y su cuerpo de costado, sobre una de mispiernas. Podía sentir su pelo rozar la cara interna de mis muslos y mi cinturacada vez que subía y bajaba la cabeza. Lo estaba pasando espectacular. El únicoproblema es que no sabía quién era la que estaba debajo de la sábana, quién erala que estaba dándome todo ese placer.
Dude unos segundos entre si apartaba la sábana o no. Despuésde todo, si estaba en la cama conmigo yo tenía que saber quién era. ¿Cómo puedeser que no recuerde quien es? ¿Qué pasó anoche? Todas esas preguntas inundabanmi cabeza.
Finalmente me decidí y corrí la sábana.
No la podía ver. Solo veía la parte de arriba de su cabeza,su pelo, hasta que de repente, levantó la miraba. Esos ojos eran inconfundibles.El corazón me dio un salto.
- Vale! – grité.
Ese fue el momento cuando me desperté. Totalmente confundidoy excitado. Pero esa imagen, mi primita mirándome a los ojos mientras subía lacabeza despegándose de mi cuerpo y sonriéndome. Estaba con ropa interior, lenceríaazul que le quedaba bien ajustada al cuerpo y levantaba sus pechos. Ahí estabaella, tirada de costado en mi cama, con su mano en mi entre pierna. Esa imagensolo duró un segundo en mi sueño hasta el momento en que desperté, pero se mequedó grabada en la cabeza para siempre.
Era lunes y tenía que ir a trabajar. Algo que no tuve muy encuenta a la hora de desvelarme el día anterior, así que llegué a la oficinahecho un zombie. Todo el día me lo pasé de reunión en reunión, sin prestardemasiada atención a las cosas que me decían.
Cada segundo libre miraba mi celular para ver si recibíaalgún mensaje de mi prima. Incluso entré como 20 veces a Instagram para estaratento a sus posteos.
No había nada nuevo. Pero eso no me impidió volver a revisarpor milésima vez, las fotos de su feed. Iba directo a las fotos en las que ellaestaba en bikini. Era increíble lo precisa que había sido mi fantasía. Suspiernas, sus pechos, la forma de su cinturita y hasta su ombligo. Era perfecta.
Desgraciadamente el trabajo no era el mejor lugar para verlas imágenes y recordar el sueño, así que después de mirar por un par deminutos cerraba las ventanas y volvía a intentar concentrarme en mis tareas. Esose hizo casi imposible a lo largo del día.
No fue hasta que llegué a casa que recibí un mensaje deVale.
- Hola primito!
- Ey! Todo bien?
- Si, vos? Como viene tu día?
- Aburrido. Casi ni dormí. Estoy que me caigo.
- Yo estoy igual. Hoy fui a la facu y mequedaba dormida.
- Que bajon!
La charla parecía lo más común del mundo entre dos amigos ynada más. Hasta que me llegó el siguiente mensaje.
- Anoche nos interrumpieron en el mejor momento.
Me tomó un poco por sorpresa. Pero mi prima en realidad eraasí. Directa. Quizás daba un par de vueltas al principio, pero después encarabay decía lo que quería decir. Era algo que me encantaba de ella.
- Si – Fue todo lo que se me ocurrióescribir.
- Mañana igual nos vemos
- Si. Mañana a la noche nos vemos.
- Donde empezó todo.
Me volvió a descolocar. No estaba seguro antes, no sabía siese día en mi cumpleaños, había empezado todo para mí o para ella también.Había sido un día distinto y ese encuentro en el pasillo del primer pisociertamente es el que me había volado la cabeza, pero hasta ahora seguíadebatiendo si había sido todo mi imaginación o ese día en particular mi primase me estaba insinuando abiertamente. Preferí hacerme el tonto.
- Donde empezó todo?
- Dale tarado. Te pensas que no me di cuentaese día como me mirabas en la pileta.
¡Mierda! Y yo que pensaba que lo había podido disimularaunque sea un poco.
- No me acuerdo – mentí de nuevo.
- Enserio? Y yo que me había comprado esebikini solo para vos :(
¡Hija de puta! Iba de madura y directa a nenita caprichosaen un abrir y cerrar de ojos. O de un mensaje a otro para ser más preciso. Perome encantaba.
- Claro. Te compraste un bikini paramostrárselo a tu primo?
- No era el bikini lo que quería que vieras.
- Y qué querías que viera? – no iba a seryo el que diera el primer paso en este jueguito.
- Contestame vos primero otra cosa.
- Qué?
- Te parece que tengo buena cola primito?
Eso ya era crueldad pura. Era una pregunta con una solarespuesta sin importar si sos hombre, mujer, si te gustan los hombres o lasmujeres. Nadie, pero nadie en el mundo podía ver la cola de mi prima y decirque no era una cola perfecta. Decir que no, era mentir, porque era sin lugar aduda, hermosa. Pero decir que si era darle lo que ella quería.
- Supongo que si.
- Supones? No sabes?
- No creo haberle prestado tanta atención comopara poder juzgar. – mentira. Creo que nadie conocía esa cola como yo. Enlas últimas semanas había visto todas las fotos de mi prima en bikini o con sucalza de ejercicio incontables veces.
- Seguro?
- Si, por?
- Que raro! Por que me parece que visitaste misfotos de Instagram un montón de veces, la debes conocer de memoria.
Pánico. Eso me recorrió el cuerpo en ese instante. ¿Cómosabía eso? ¿Tenía una de esas aplicaciones donde te dicen cuando alguien ve tusfotos? ¿Era eso? Tenía que ser eso, no podía ser otra cosa.
- ??? – Esa fue toda mi respuesta,necesitaba ganar tiempo y saber si se la estaba jugando o enserio me habíadescubierto.
- Me llegan las notificaciones primito. Losúltimos meses viste muchas veces mis fotos. Sobre todo las de la playa. Perocapaz es porque te gustan los trajes de baño, por eso me compre un bikininuevo, para que mi primito que sabe tanto me pudiera decir si me quedaba bien ono.
¡Guau! Me tenía completamente atrapado. No tenía excusaválida. No había forma de zafar.
- No me acuerdo haber entrado a tu perfiltanto. Viste que esas aplicaciones no funcionan tan bien, son medio chamuyo.
- Si? Esta funciona bastante bien. La probamosun montón con mis amigas. Pero si, quizás funciona mal. Mi primo no es unpervertido que anda mirando las fotos de su primita. – Tenía que admitiralgo. Valeria sabía perfectamente donde apretar cuando jugaba estos juegos.
- Obvio que no – mentí. Sí, mentí, porquesi lo analizaba, era eso, el primo pervertido viendo y fantaseando con lasfotos de su primita mucho más chica.
- Bueno. Lo dejamos ahí y te veo mañanaprimito.
- Dale. Descansa y te veo mañana. Un beso
- Otro.
Había perdido esa partida. Mi prima sin lugar a dudas, habíaganado. Había controlado toda la situación y me había dejado descolocado, perono podía reconocérselo. Al menos no de forma directa, no ahora.
Se me ocurrió otra forma de demostrarle que había ganado.Que había logrado lo que quería.
Entré a su perfil de Instagram y busqué una de las fotos delverano pasado. Había una en particular que me encantaba. Ella estaba en unapileta, sobre un inflable de esos que parecen una cama, para usar sobre elagua. Era una foto de primer plano, estaba boca abajo, con su codo apoyadosobre el inflable y su mano en su cara, con el dedo meñique ligeramente apoyadosobre el borde su labio inferior, apenas abriendo la boca. Con los ojos fijosen la cámara y de fondo, un poco más desenfocada pero perfectamente visible, sucola, solo cubierta por un bikini que parecía más bien un hilo rosa que soloadornaba esa circunferencia perfecta. Me encantaba esa foto. Me perdía en esafoto cada vez que la veía. En sus ojos, en la sombra de su pecho que seadivinaba entre su cara y el inflable.
No solía dar me gusta a las fotos de mi prima cuando erancomo esa. No quería ser el “pervertido” que le da like a las fotos en bikini desu primita. Esta no había sido la excepción, por más que me encantaba.
Esa era la forma de decirle a mi primita que había ganado.
Lo pensé dos segundos y lo hice, le di “me gusta” a esa fotoque tenía ya casi un año. Una foto que para encontrarla tenías que estar viendolas fotos viejas de ella. Tenías que estar si o si revisando su perfil un poco.El mensaje iba a ser muy claro y no había vuelta atrás. Ya vería al díasiguiente cual era la reacción. Listo.
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Finalmente llegó el 24 de diciembre. La primera mitad deldía fue un descanso para mi cabeza, me olvidé por un rato del constanteinterrogante de cómo iban a ser las cosas con mi prima cuando nos volviéramos aver. Estuve de un lado a otro comprando cosas para la noche. El pan, regalos deúltimo momento para mis viejos y la carne que había encargado.
Este año me tocaba a mí hacer el asado. Siempre había sidoalgo de lo que se encargaba mi viejo, pero esta vez le había dicho que me iba aencargar yo. La verdad había dos razones. La primera era para sacarle un pesode encima. El pobre tanto en navidad como en año nuevo se lo pasaba laburandotoda la noche y no podía disfrutar con la familia. Siempre en la parrillahaciendo el asado perfecto para todos. Y la segunda razón, un poco más egoísta,era que me molestaba un poco como servía la comida. Siempre lo mismo, desde queera chico, porciones chiquitas y bien cocidas. No era feo, para nada, pero a mime gustaba la carne un poco más jugosa y no solamente tirada a la parrilla. Megustaba marinar la carne, armar alguna salsa o mezcla que le diera un saborcitoextra.
Para poder lograr todo esto tenía que dedicarle tiempo, asíque después de una mañana de hacer compras y correr de un lado a otro, lleguétipo tres de la tarde a la casa de mis viejos. Despacio y a mi ritmo, fui preparandotodo lo que necesitaba. El resto de la familia no llegaba hasta las 8 o 9 de lanoche, y con el calor que hacía, decidí dejar mi mochila en el cuarto de arriba,el que usaba cuando me quedaba a dormir ahí. Bajé solo con mis ojotas, unpantalón corto y una musculosa. Había traído una muda de ropa y una maya paracambiarme después de preparar el asado. Quería poder estar en condiciones a lahora de brindar. Con este clima además, era seguro que después de brindaríbamos a terminar en la pileta.
Me dediqué a lo mío mientras charlaba un poco con mi viejo.Se lo veía relajado. Por primera vez en mucho tiempo no tenía nada a cargo. Yome ocupaba de la carne y mi mamá de las ensaladas y el vitel toné. Le costabadesligarse pero le puse una copa de vino en la mano y dejé que el alcohol hagalo suyo.
Charla va, charla viene, la carne ya estaba en la parrilla,eran las ocho de la noche y el timbre sonó por primera vez.
Hasta ese momento todo mi ser estaba seguro de que era unanavidad como cualquier otra, tranquila en familia, sin nada particular. Pero elsonido de ese timbre, me hizo salir del universo paralelo en el que habíaestado durante todo el día. Ese ruido significaba que del otro lado podía estami primita, la misma con la que había estado intercambiando mensajes la nocheanterior. La misma que dos noches antes, había besado en mi auto, al dejarla enla puerta de su casa. La casa de sus padres. Padres que quizás vieron que fuiyo el que la dejó esa noche. El que estuvo en el auto con ella por un tiempolargo, antes de que entrara a su casa.
Como me odiaba a mi mismo algunas veces. Era de pensarrápido e imaginarme escenarios todo el tiempo en mi cabeza. En muchassituaciones era algo positivo, pero desgraciadamente también lo hacía enmomentos como este. El timbre acababa de sonar y todavía nadie había ido hastala puerta, pero en esos segundos yo ya me había vuelto a imaginar a mi familiaen gritos al enterarse de lo que había hecho con Valeria. Las mil y una formasde cómo mi tío me iba a ahorcar o ahogar en la pileta.
Mi papá era el que no estaba haciendo nada. Ya estabacambiado y listo para recibir a las visitas, así que fue el que se encargó deir a la puerta y recibir a los invitados.
Mi corazón latía fuerte mientras trataba de hacerme el queno miraba por la ventana para ver quién había llegado.
Las voces que escuche me calmaron. Eran mis primos, Pablo yDavid que habían venido juntos.
Estaba un poco aliviado de que fueran ellos. Eso iba a hacerla situación más fácil para cuando llegara el resto, por que ya no iba a estarsolo en la parrilla a merced de mi prima y lo que sea que se le ocurriera hacero decirme, con tal de ponerme nervioso y divertirse a expensas mías.
Unos 15 minutos después, el timbre volvió a sonar. Esta vezmi vieja fue la que se ocupó de ir a abrir la puerta y también me facilitó latarea de investigar quién había llegado.
- ¡Llegaron todos juntos! – gritó desde laentrada de la casa y escucharon hasta los vecinos. Claramente mi viejo no erael único que ya había empezado con el vino.
Si bien me reí junto a mis primos por lo ruidosa que habíasido, me alegré por que podía dedicarme a no mirar por la ventana, concentrarmeen la conversación con mis primos y actuar de lo más natural cuando viera aVale salir al patio para saludarnos. Que equivocado estaba.
Los primeros en salir fueron mis tíos, tanto los padres demis primos como los padres de Vale y Sofi. Nos saludamos con un abrazo y unbeso, pispearon la carne y volvieron a entrar en la casa. Después salió Sofía.Saludando al aire, tirando un beso para todos y como siempre con su celular enla mano. Se ve que saludar con un beso a tres personas era mucho trabajo paraella.
Enseguida se sentó al lado de David y siguió escribiendocomo si nosotros no estuviésemos ahí. Estaba en su propio planeta.
Yo de lo seguro y tranquilo que estaba, empecé a ponermenervioso. Ya había saludado y visto a todos, pero la que no aparecía eraValeria. Era raro que no haya venido a saludar. Le quería preguntar a Sofíapero no quería ser el que preguntara. Seguro alguien más lo iba a hacer.
- ¿Y Vale? – dijo finalmente Pablo a misespaldas mientras yo me ocupaba de revisar el calor de la parrilla. Y sonreíapor dentro.
- ¡Acá estoy! – escuché atrás mío y sentíun escalofrió por todo el cuerpo.
- No te des vuelta, hacete el desinteresado– pensé.
Escuchaba atrás mío como mis primos saludaban a Vale y lepreguntaban como estaba. Sabía que se estaba acercando a mí, pero yo seguíajugándola de tranquilo.
- ¡Hola primito! – escuche justo a misespaldas.
Cuando me di vuelta casi me infarto.
Vale estaba a un metro mío, con la pollerita de jean supercorta que tanto le gustaba usar y una camisa blanca manga corta arriba, ajustadapero desabotonada en la parte superior. Lo suficiente como para que se pudieraver muy fácilmente el bikini que llevaba abajo.
Un bikini rosa. Pero no cualquier bikini rosa. Era el mismobikini rosa de la foto que yo había likeado la noche anterior. Erainconfundible. Lo conocía de memoria y lo reconocí a simple vista. Me quedécongelado.
Vale, con todo el resto de mis primos a sus espaldas, nohizo más que sonreírme triunfante. Había conseguido lo que quería, otra vezhabía ganado la partida. Todo mi esfuerzo, toda mi calma y serenidad para“jugarla de tranquilo” habían sido para nada.
- Pendeja de mierda – pensé mientras volvíaa poder utilizar mi cerebro.
- Hola ¿no? – me dijo empujándome a quedijera algo.
- ¡Hola! – dije torpe y efusivamente – perdón,me quedé colgado pensando en algo de la carne – si, eso fue lo que dije,así de lento estaba funcionando mi cabeza que ni una respuesta coherente pudepronunciar.
Vale contuvo una carcajada y decidió apretar un poco más.
- ¿La carne? ¡Guau! Tiene una pinta eso. ¿Decísque falta mucho para que esté al punto? – siempre sonriendo y mirándome alos ojos. La hija de puta no había siquiera mirado la parrilla.
- Recién lo estoy por dar vuelta. Le falta unrato todavía – dije tranquilizándome y sinceramente llevando laconversación hacia la comida para la cena.
- No hay problema, para todo lo bueno siemprehay que esperar un poco.
Ese fue su punto final. Me regaló una sonrisa mordiéndose ellabio inferior, se dio media vuelta y se sentó con mis primos a charlar. Yo nopodía dejar de pensar en lo que había debajo de esa pollerita. Si trajo esebikini, significaba que la parte baja era ese hilo rosa que había visto en lafoto la noche anterior.
El resto de la noche, hasta la cena inclusive, fue como siVale y yo nos hubiésemos dado una tregua. Nada de dobles sentidos, nada demiradas demasiado especiales. Creo que los dos asumimos lo mismo. Lo mejor eraactuar como siempre y disfrutar ese momento en familia. Eso me hizo apreciarmucho más a mi prima. Me hizo confirmar lo que pensaba de ella, que era unachica madura para su edad. Que sabía cuando presionar y cuando no. Que no solose dejaba llevar por sus impulsos sin importar el resto. Ella sabía que lo queteníamos era algo especial, pero también sabía que éramos primos y que nuestrafamilia estaba de por medio. Una familia integrada, compañera y feliz. Ningunode los dos quería romper eso, simplemente para poder saciar los deseos que sehabían despertado en nosotros.
Después de cenar y antes de que empezaran a traer las cosasdulces a la mesa junto con los espumantes, decidí irme a dar una ducha rápida.Cambiarme la ropa con la que había estado haciendo el asado y volver a bajarpara brindar a las 12.
Subí a la habitación donde había dejado la mochila y agarréuna toalla del mueble que había en el cuarto. Mi vieja siempre procuraba que yotuviera un juego de sábanas y toallas listo en caso de necesitarlo. Por más queno vivía ahí con ellos, siempre me hacía sentir que esa casa era tanto mía comode ellos.
Fui al baño, me dí una ducha rápida y al terminar me puse latoalla alrededor de la cintura. Agarré la ropa que me había sacado y abrí la puertadel pasillo.
Ahí estaba de nuevo, al igual que hace tan solo unas semanasen mi cumpleaños. Mi primita en el pasillo, contra la pared y mirándome con unasonrisa. Era casi un dejavú.
- Te traje un regalo de navidad – me dijosin dejar de sonreír, llevando la mano a su cara y apoyando su dedo anular sobreel borde de sus labios. Todo esto mientras me miraba de arriba abajo.
- ¿Si? – le dije desde el marco de lapuerta pero empezando a caminar por el pasillo.
- Si. Y sé que te va a gustar.
- ¿Qué es? – le pregunté al ponerme justodelante de ella.
- Tenes que esperar hasta las doce – me dijoinclinando un poco la cabeza hacia el costado. No me había dado cuenta pero inconscientemente había acercado mi cara a la suya un poco. Me había inclinado sobre ella.
- ¿No me podés dar una pista?
- Me parece que la pista ya te la dí – me respondiómientras con la mano izquierda agarraba el cuello de su camina y lo tirabahacia el costado, para que se viera aún más el corpiño del bikini que llevabapuesto ¡Qué bien que le quedaba y como resaltaba sus pechos!
No pude aguantar, ni siquiera me di cuenta cuando fue que meacerqué tanto a ella. Pero mis labios ya estaban sobre los suyos.
Correspondió el beso, nuestras lenguas se encontraron nuevamentecomo hace un par de noches, pero esta vez no era una sensación nueva. Era unasensación familiar así que fue otro tipo de electricidad la que sentí. La quesentimos.
Mi mano izquierda se posó suavemente sobre el costado de su cara,sosteniéndola y demostrando que no quería dejarla ir. Mi mano derecha se posósobre su cintura, trayendo su cuerpo hacia mí. Nuestros pechos se encontraron.Tan abierta tenía la camisa que podía sentir el roce de su bikini contra mipiel. Su mano se posó al costado de mi cuerpo, justo encima de la toalla. Reciénahí fue cuando caí en cuenta del contexto. Estaba casi desnudo en el pasillo dela casa de mis padres. Gentilmente terminé el beso y la miré a los ojos.
- Están todos abajo – le dije apoyando mibrazo contra la pared detrás de ella y bajando un poco la cabeza en clara muestrade frustración.
- Si, tenés razón – me dijo mordiéndose ellabio y suspirando fuerte.
- Me tengo que vestir.
- ¿Seguro? – me dijo sorprendiéndome y haciendoque la vuelva a mirar a la cara.
Estaba sonriéndome y mirándome a los ojos, desafiándome. Eraahora o nunca.
- ¿Querés…?
- ¡CHICOS! – se escuchó por la escalera – ¡Yason casi las doce!
Era mi vieja, como siempre tan oportuna.
- ¡AHÍ BAJO! ¡Primo! ¡¿Ya estas vos?! –gritó Vale enseguida para responderle a su tía y dejar claro que ella no estabaconmigo.
Le sonreí por la ocurrencia y me enderecé. Me dispuse a encarar rumbo al cuarto parapoder cambiarme, pero Vale me agarró el brazo y me frenó. Me tiró hacia ella yme besó fuerte, como había hecho al despedirnos hace un par de noches. Denuevo, solo me sonrió y empezó a caminar por el pasillo.
Yo caminé hacia el cuarto y abrí la puerta, me di vueltapara ver a mi primita mientras entraba en la habitación. Ella estaba al finaldel pasillo, iba a bajar las escaleras cuando también se dio vuelta para verme.
No lo pensé, solo lo hice. Agarré el nudo de la toalla y losolté. Empecé a sacarme la toalla, teniendo cuidado de no mostrarme enterofrente a ella, que solo viera claramente que me había sacado la toalla y quesostenía la misma en la mano, justo delante mío, mientras agarraba la puertacon la otra y la comenzaba a cerrar.
Su cara era para una foto. Los ojos bien abiertos y el labioinferior de su boca se separó del superior, haciendo juego con sus ojos. Sorpresatotal. Eso era lo que mostraba su cara.
Terminé de cerrar la puerta, dejando a mi primita al bordede las escaleras, congelada. Me quedé apoyado contra la puerta unos segundos.No sabía si ella se iba a ir o de golpe iba a abrir la puerta del cuarto. Laverdad no tenía un plan, fue un acto de instinto puro. No escuchaba nada delotro lado. El silencio me ponía más nervioso. Hasta que por fin escuche lospasos bajar la escalera. Se había quedado al menos 5 segundos ahí, sin saberque hacer o decir, la había dejado totalmente congelada.
Mientras me cambiaba vi la pantalla del celular iluminarsesobre la cama. Lo agarré antes de salir del cuarto y vi que tenía un mensaje.Un mensaje de Valeria. Era claro y directo. “Sos un hijo de puta”. Sonreí alleerlo y supe lo que significaba. Esa mano la había ganado yo y mi primita melo estaba haciendo saber.
Ya eran casi las doce. El día estaba terminando. Pero porsuerte para mí, esto recién empezaba y esa no iba a ser la última mano que jugaríamosesa noche.
Desperté y ya era23 de diciembre, estábamos a 2 días de navidad, lo que también indicaba quedentro de un día íbamos a estar todos reunidos para cenar en la casa de misviejos como solíamos hacer los últimos años. Ellos dos, mis tíos y mis primos,todos, incluida mi primita Vale. La primita que me había comido la boca lanoche anterior. La misma que me dejo la cabeza dando vueltas y me hizo difícilconciliar el sueño.
Solo nos habíamos besado, pero eso desencadenó un sinfín de emociones dentromío. Estuve buena parte de la noche, pensando en cuál iba a ser el próximopaso. Incluso malgasté mi tiempo pensando en lo pésima que fue la decisión dellevarla hasta su casa, sin decir nada en el camino. Deberíamos haber habladoantes, quizás así el beso hubiera pasado en otro lado y podríamos haberterminado la noche en otro lugar.
Esa mañana me desperté totalmente desorientado, confundido ylleno de sudor. Había tenido un sueño que se sintió demasiado real. Aunquesupongo que la mayoría de los sueños se sienten así. Sin embargo, hacía muchotiempo que no tenía un sueño como ese. Tan fuerte, tan real, tan excitante.
Una ducha fría de 20 minutos fue necesaria para sacarme delestado en el que me había dejado esa situación.
En el sueño, yo estaba acostado, tirado en mi cama desnudo ytapado solo con una sábana, como muchas veces solía dormir. Pero no estabasolo. Alguien estaba en la cama conmigo, alguien me estaba despertando de unamanera muy particular. Podía sentir su boca rodeando mi miembro. Podía sentirsu mano sosteniendo mis huevos y su cuerpo de costado, sobre una de mispiernas. Podía sentir su pelo rozar la cara interna de mis muslos y mi cinturacada vez que subía y bajaba la cabeza. Lo estaba pasando espectacular. El únicoproblema es que no sabía quién era la que estaba debajo de la sábana, quién erala que estaba dándome todo ese placer.
Dude unos segundos entre si apartaba la sábana o no. Despuésde todo, si estaba en la cama conmigo yo tenía que saber quién era. ¿Cómo puedeser que no recuerde quien es? ¿Qué pasó anoche? Todas esas preguntas inundabanmi cabeza.
Finalmente me decidí y corrí la sábana.
No la podía ver. Solo veía la parte de arriba de su cabeza,su pelo, hasta que de repente, levantó la miraba. Esos ojos eran inconfundibles.El corazón me dio un salto.
- Vale! – grité.
Ese fue el momento cuando me desperté. Totalmente confundidoy excitado. Pero esa imagen, mi primita mirándome a los ojos mientras subía lacabeza despegándose de mi cuerpo y sonriéndome. Estaba con ropa interior, lenceríaazul que le quedaba bien ajustada al cuerpo y levantaba sus pechos. Ahí estabaella, tirada de costado en mi cama, con su mano en mi entre pierna. Esa imagensolo duró un segundo en mi sueño hasta el momento en que desperté, pero se mequedó grabada en la cabeza para siempre.
Era lunes y tenía que ir a trabajar. Algo que no tuve muy encuenta a la hora de desvelarme el día anterior, así que llegué a la oficinahecho un zombie. Todo el día me lo pasé de reunión en reunión, sin prestardemasiada atención a las cosas que me decían.
Cada segundo libre miraba mi celular para ver si recibíaalgún mensaje de mi prima. Incluso entré como 20 veces a Instagram para estaratento a sus posteos.
No había nada nuevo. Pero eso no me impidió volver a revisarpor milésima vez, las fotos de su feed. Iba directo a las fotos en las que ellaestaba en bikini. Era increíble lo precisa que había sido mi fantasía. Suspiernas, sus pechos, la forma de su cinturita y hasta su ombligo. Era perfecta.
Desgraciadamente el trabajo no era el mejor lugar para verlas imágenes y recordar el sueño, así que después de mirar por un par deminutos cerraba las ventanas y volvía a intentar concentrarme en mis tareas. Esose hizo casi imposible a lo largo del día.
No fue hasta que llegué a casa que recibí un mensaje deVale.
- Hola primito!
- Ey! Todo bien?
- Si, vos? Como viene tu día?
- Aburrido. Casi ni dormí. Estoy que me caigo.
- Yo estoy igual. Hoy fui a la facu y mequedaba dormida.
- Que bajon!
La charla parecía lo más común del mundo entre dos amigos ynada más. Hasta que me llegó el siguiente mensaje.
- Anoche nos interrumpieron en el mejor momento.
Me tomó un poco por sorpresa. Pero mi prima en realidad eraasí. Directa. Quizás daba un par de vueltas al principio, pero después encarabay decía lo que quería decir. Era algo que me encantaba de ella.
- Si – Fue todo lo que se me ocurrióescribir.
- Mañana igual nos vemos
- Si. Mañana a la noche nos vemos.
- Donde empezó todo.
Me volvió a descolocar. No estaba seguro antes, no sabía siese día en mi cumpleaños, había empezado todo para mí o para ella también.Había sido un día distinto y ese encuentro en el pasillo del primer pisociertamente es el que me había volado la cabeza, pero hasta ahora seguíadebatiendo si había sido todo mi imaginación o ese día en particular mi primase me estaba insinuando abiertamente. Preferí hacerme el tonto.
- Donde empezó todo?
- Dale tarado. Te pensas que no me di cuentaese día como me mirabas en la pileta.
¡Mierda! Y yo que pensaba que lo había podido disimularaunque sea un poco.
- No me acuerdo – mentí de nuevo.
- Enserio? Y yo que me había comprado esebikini solo para vos :(
¡Hija de puta! Iba de madura y directa a nenita caprichosaen un abrir y cerrar de ojos. O de un mensaje a otro para ser más preciso. Perome encantaba.
- Claro. Te compraste un bikini paramostrárselo a tu primo?
- No era el bikini lo que quería que vieras.
- Y qué querías que viera? – no iba a seryo el que diera el primer paso en este jueguito.
- Contestame vos primero otra cosa.
- Qué?
- Te parece que tengo buena cola primito?
Eso ya era crueldad pura. Era una pregunta con una solarespuesta sin importar si sos hombre, mujer, si te gustan los hombres o lasmujeres. Nadie, pero nadie en el mundo podía ver la cola de mi prima y decirque no era una cola perfecta. Decir que no, era mentir, porque era sin lugar aduda, hermosa. Pero decir que si era darle lo que ella quería.
- Supongo que si.
- Supones? No sabes?
- No creo haberle prestado tanta atención comopara poder juzgar. – mentira. Creo que nadie conocía esa cola como yo. Enlas últimas semanas había visto todas las fotos de mi prima en bikini o con sucalza de ejercicio incontables veces.
- Seguro?
- Si, por?
- Que raro! Por que me parece que visitaste misfotos de Instagram un montón de veces, la debes conocer de memoria.
Pánico. Eso me recorrió el cuerpo en ese instante. ¿Cómosabía eso? ¿Tenía una de esas aplicaciones donde te dicen cuando alguien ve tusfotos? ¿Era eso? Tenía que ser eso, no podía ser otra cosa.
- ??? – Esa fue toda mi respuesta,necesitaba ganar tiempo y saber si se la estaba jugando o enserio me habíadescubierto.
- Me llegan las notificaciones primito. Losúltimos meses viste muchas veces mis fotos. Sobre todo las de la playa. Perocapaz es porque te gustan los trajes de baño, por eso me compre un bikininuevo, para que mi primito que sabe tanto me pudiera decir si me quedaba bien ono.
¡Guau! Me tenía completamente atrapado. No tenía excusaválida. No había forma de zafar.
- No me acuerdo haber entrado a tu perfiltanto. Viste que esas aplicaciones no funcionan tan bien, son medio chamuyo.
- Si? Esta funciona bastante bien. La probamosun montón con mis amigas. Pero si, quizás funciona mal. Mi primo no es unpervertido que anda mirando las fotos de su primita. – Tenía que admitiralgo. Valeria sabía perfectamente donde apretar cuando jugaba estos juegos.
- Obvio que no – mentí. Sí, mentí, porquesi lo analizaba, era eso, el primo pervertido viendo y fantaseando con lasfotos de su primita mucho más chica.
- Bueno. Lo dejamos ahí y te veo mañanaprimito.
- Dale. Descansa y te veo mañana. Un beso
- Otro.
Había perdido esa partida. Mi prima sin lugar a dudas, habíaganado. Había controlado toda la situación y me había dejado descolocado, perono podía reconocérselo. Al menos no de forma directa, no ahora.
Se me ocurrió otra forma de demostrarle que había ganado.Que había logrado lo que quería.
Entré a su perfil de Instagram y busqué una de las fotos delverano pasado. Había una en particular que me encantaba. Ella estaba en unapileta, sobre un inflable de esos que parecen una cama, para usar sobre elagua. Era una foto de primer plano, estaba boca abajo, con su codo apoyadosobre el inflable y su mano en su cara, con el dedo meñique ligeramente apoyadosobre el borde su labio inferior, apenas abriendo la boca. Con los ojos fijosen la cámara y de fondo, un poco más desenfocada pero perfectamente visible, sucola, solo cubierta por un bikini que parecía más bien un hilo rosa que soloadornaba esa circunferencia perfecta. Me encantaba esa foto. Me perdía en esafoto cada vez que la veía. En sus ojos, en la sombra de su pecho que seadivinaba entre su cara y el inflable.
No solía dar me gusta a las fotos de mi prima cuando erancomo esa. No quería ser el “pervertido” que le da like a las fotos en bikini desu primita. Esta no había sido la excepción, por más que me encantaba.
Esa era la forma de decirle a mi primita que había ganado.
Lo pensé dos segundos y lo hice, le di “me gusta” a esa fotoque tenía ya casi un año. Una foto que para encontrarla tenías que estar viendolas fotos viejas de ella. Tenías que estar si o si revisando su perfil un poco.El mensaje iba a ser muy claro y no había vuelta atrás. Ya vería al díasiguiente cual era la reacción. Listo.
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Finalmente llegó el 24 de diciembre. La primera mitad deldía fue un descanso para mi cabeza, me olvidé por un rato del constanteinterrogante de cómo iban a ser las cosas con mi prima cuando nos volviéramos aver. Estuve de un lado a otro comprando cosas para la noche. El pan, regalos deúltimo momento para mis viejos y la carne que había encargado.
Este año me tocaba a mí hacer el asado. Siempre había sidoalgo de lo que se encargaba mi viejo, pero esta vez le había dicho que me iba aencargar yo. La verdad había dos razones. La primera era para sacarle un pesode encima. El pobre tanto en navidad como en año nuevo se lo pasaba laburandotoda la noche y no podía disfrutar con la familia. Siempre en la parrillahaciendo el asado perfecto para todos. Y la segunda razón, un poco más egoísta,era que me molestaba un poco como servía la comida. Siempre lo mismo, desde queera chico, porciones chiquitas y bien cocidas. No era feo, para nada, pero a mime gustaba la carne un poco más jugosa y no solamente tirada a la parrilla. Megustaba marinar la carne, armar alguna salsa o mezcla que le diera un saborcitoextra.
Para poder lograr todo esto tenía que dedicarle tiempo, asíque después de una mañana de hacer compras y correr de un lado a otro, lleguétipo tres de la tarde a la casa de mis viejos. Despacio y a mi ritmo, fui preparandotodo lo que necesitaba. El resto de la familia no llegaba hasta las 8 o 9 de lanoche, y con el calor que hacía, decidí dejar mi mochila en el cuarto de arriba,el que usaba cuando me quedaba a dormir ahí. Bajé solo con mis ojotas, unpantalón corto y una musculosa. Había traído una muda de ropa y una maya paracambiarme después de preparar el asado. Quería poder estar en condiciones a lahora de brindar. Con este clima además, era seguro que después de brindaríbamos a terminar en la pileta.
Me dediqué a lo mío mientras charlaba un poco con mi viejo.Se lo veía relajado. Por primera vez en mucho tiempo no tenía nada a cargo. Yome ocupaba de la carne y mi mamá de las ensaladas y el vitel toné. Le costabadesligarse pero le puse una copa de vino en la mano y dejé que el alcohol hagalo suyo.
Charla va, charla viene, la carne ya estaba en la parrilla,eran las ocho de la noche y el timbre sonó por primera vez.
Hasta ese momento todo mi ser estaba seguro de que era unanavidad como cualquier otra, tranquila en familia, sin nada particular. Pero elsonido de ese timbre, me hizo salir del universo paralelo en el que habíaestado durante todo el día. Ese ruido significaba que del otro lado podía estami primita, la misma con la que había estado intercambiando mensajes la nocheanterior. La misma que dos noches antes, había besado en mi auto, al dejarla enla puerta de su casa. La casa de sus padres. Padres que quizás vieron que fuiyo el que la dejó esa noche. El que estuvo en el auto con ella por un tiempolargo, antes de que entrara a su casa.
Como me odiaba a mi mismo algunas veces. Era de pensarrápido e imaginarme escenarios todo el tiempo en mi cabeza. En muchassituaciones era algo positivo, pero desgraciadamente también lo hacía enmomentos como este. El timbre acababa de sonar y todavía nadie había ido hastala puerta, pero en esos segundos yo ya me había vuelto a imaginar a mi familiaen gritos al enterarse de lo que había hecho con Valeria. Las mil y una formasde cómo mi tío me iba a ahorcar o ahogar en la pileta.
Mi papá era el que no estaba haciendo nada. Ya estabacambiado y listo para recibir a las visitas, así que fue el que se encargó deir a la puerta y recibir a los invitados.
Mi corazón latía fuerte mientras trataba de hacerme el queno miraba por la ventana para ver quién había llegado.
Las voces que escuche me calmaron. Eran mis primos, Pablo yDavid que habían venido juntos.
Estaba un poco aliviado de que fueran ellos. Eso iba a hacerla situación más fácil para cuando llegara el resto, por que ya no iba a estarsolo en la parrilla a merced de mi prima y lo que sea que se le ocurriera hacero decirme, con tal de ponerme nervioso y divertirse a expensas mías.
Unos 15 minutos después, el timbre volvió a sonar. Esta vezmi vieja fue la que se ocupó de ir a abrir la puerta y también me facilitó latarea de investigar quién había llegado.
- ¡Llegaron todos juntos! – gritó desde laentrada de la casa y escucharon hasta los vecinos. Claramente mi viejo no erael único que ya había empezado con el vino.
Si bien me reí junto a mis primos por lo ruidosa que habíasido, me alegré por que podía dedicarme a no mirar por la ventana, concentrarmeen la conversación con mis primos y actuar de lo más natural cuando viera aVale salir al patio para saludarnos. Que equivocado estaba.
Los primeros en salir fueron mis tíos, tanto los padres demis primos como los padres de Vale y Sofi. Nos saludamos con un abrazo y unbeso, pispearon la carne y volvieron a entrar en la casa. Después salió Sofía.Saludando al aire, tirando un beso para todos y como siempre con su celular enla mano. Se ve que saludar con un beso a tres personas era mucho trabajo paraella.
Enseguida se sentó al lado de David y siguió escribiendocomo si nosotros no estuviésemos ahí. Estaba en su propio planeta.
Yo de lo seguro y tranquilo que estaba, empecé a ponermenervioso. Ya había saludado y visto a todos, pero la que no aparecía eraValeria. Era raro que no haya venido a saludar. Le quería preguntar a Sofíapero no quería ser el que preguntara. Seguro alguien más lo iba a hacer.
- ¿Y Vale? – dijo finalmente Pablo a misespaldas mientras yo me ocupaba de revisar el calor de la parrilla. Y sonreíapor dentro.
- ¡Acá estoy! – escuché atrás mío y sentíun escalofrió por todo el cuerpo.
- No te des vuelta, hacete el desinteresado– pensé.
Escuchaba atrás mío como mis primos saludaban a Vale y lepreguntaban como estaba. Sabía que se estaba acercando a mí, pero yo seguíajugándola de tranquilo.
- ¡Hola primito! – escuche justo a misespaldas.
Cuando me di vuelta casi me infarto.
Vale estaba a un metro mío, con la pollerita de jean supercorta que tanto le gustaba usar y una camisa blanca manga corta arriba, ajustadapero desabotonada en la parte superior. Lo suficiente como para que se pudieraver muy fácilmente el bikini que llevaba abajo.
Un bikini rosa. Pero no cualquier bikini rosa. Era el mismobikini rosa de la foto que yo había likeado la noche anterior. Erainconfundible. Lo conocía de memoria y lo reconocí a simple vista. Me quedécongelado.
Vale, con todo el resto de mis primos a sus espaldas, nohizo más que sonreírme triunfante. Había conseguido lo que quería, otra vezhabía ganado la partida. Todo mi esfuerzo, toda mi calma y serenidad para“jugarla de tranquilo” habían sido para nada.
- Pendeja de mierda – pensé mientras volvíaa poder utilizar mi cerebro.
- Hola ¿no? – me dijo empujándome a quedijera algo.
- ¡Hola! – dije torpe y efusivamente – perdón,me quedé colgado pensando en algo de la carne – si, eso fue lo que dije,así de lento estaba funcionando mi cabeza que ni una respuesta coherente pudepronunciar.
Vale contuvo una carcajada y decidió apretar un poco más.
- ¿La carne? ¡Guau! Tiene una pinta eso. ¿Decísque falta mucho para que esté al punto? – siempre sonriendo y mirándome alos ojos. La hija de puta no había siquiera mirado la parrilla.
- Recién lo estoy por dar vuelta. Le falta unrato todavía – dije tranquilizándome y sinceramente llevando laconversación hacia la comida para la cena.
- No hay problema, para todo lo bueno siemprehay que esperar un poco.
Ese fue su punto final. Me regaló una sonrisa mordiéndose ellabio inferior, se dio media vuelta y se sentó con mis primos a charlar. Yo nopodía dejar de pensar en lo que había debajo de esa pollerita. Si trajo esebikini, significaba que la parte baja era ese hilo rosa que había visto en lafoto la noche anterior.
El resto de la noche, hasta la cena inclusive, fue como siVale y yo nos hubiésemos dado una tregua. Nada de dobles sentidos, nada demiradas demasiado especiales. Creo que los dos asumimos lo mismo. Lo mejor eraactuar como siempre y disfrutar ese momento en familia. Eso me hizo apreciarmucho más a mi prima. Me hizo confirmar lo que pensaba de ella, que era unachica madura para su edad. Que sabía cuando presionar y cuando no. Que no solose dejaba llevar por sus impulsos sin importar el resto. Ella sabía que lo queteníamos era algo especial, pero también sabía que éramos primos y que nuestrafamilia estaba de por medio. Una familia integrada, compañera y feliz. Ningunode los dos quería romper eso, simplemente para poder saciar los deseos que sehabían despertado en nosotros.
Después de cenar y antes de que empezaran a traer las cosasdulces a la mesa junto con los espumantes, decidí irme a dar una ducha rápida.Cambiarme la ropa con la que había estado haciendo el asado y volver a bajarpara brindar a las 12.
Subí a la habitación donde había dejado la mochila y agarréuna toalla del mueble que había en el cuarto. Mi vieja siempre procuraba que yotuviera un juego de sábanas y toallas listo en caso de necesitarlo. Por más queno vivía ahí con ellos, siempre me hacía sentir que esa casa era tanto mía comode ellos.
Fui al baño, me dí una ducha rápida y al terminar me puse latoalla alrededor de la cintura. Agarré la ropa que me había sacado y abrí la puertadel pasillo.
Ahí estaba de nuevo, al igual que hace tan solo unas semanasen mi cumpleaños. Mi primita en el pasillo, contra la pared y mirándome con unasonrisa. Era casi un dejavú.
- Te traje un regalo de navidad – me dijosin dejar de sonreír, llevando la mano a su cara y apoyando su dedo anular sobreel borde de sus labios. Todo esto mientras me miraba de arriba abajo.
- ¿Si? – le dije desde el marco de lapuerta pero empezando a caminar por el pasillo.
- Si. Y sé que te va a gustar.
- ¿Qué es? – le pregunté al ponerme justodelante de ella.
- Tenes que esperar hasta las doce – me dijoinclinando un poco la cabeza hacia el costado. No me había dado cuenta pero inconscientemente había acercado mi cara a la suya un poco. Me había inclinado sobre ella.
- ¿No me podés dar una pista?
- Me parece que la pista ya te la dí – me respondiómientras con la mano izquierda agarraba el cuello de su camina y lo tirabahacia el costado, para que se viera aún más el corpiño del bikini que llevabapuesto ¡Qué bien que le quedaba y como resaltaba sus pechos!
No pude aguantar, ni siquiera me di cuenta cuando fue que meacerqué tanto a ella. Pero mis labios ya estaban sobre los suyos.
Correspondió el beso, nuestras lenguas se encontraron nuevamentecomo hace un par de noches, pero esta vez no era una sensación nueva. Era unasensación familiar así que fue otro tipo de electricidad la que sentí. La quesentimos.
Mi mano izquierda se posó suavemente sobre el costado de su cara,sosteniéndola y demostrando que no quería dejarla ir. Mi mano derecha se posósobre su cintura, trayendo su cuerpo hacia mí. Nuestros pechos se encontraron.Tan abierta tenía la camisa que podía sentir el roce de su bikini contra mipiel. Su mano se posó al costado de mi cuerpo, justo encima de la toalla. Reciénahí fue cuando caí en cuenta del contexto. Estaba casi desnudo en el pasillo dela casa de mis padres. Gentilmente terminé el beso y la miré a los ojos.
- Están todos abajo – le dije apoyando mibrazo contra la pared detrás de ella y bajando un poco la cabeza en clara muestrade frustración.
- Si, tenés razón – me dijo mordiéndose ellabio y suspirando fuerte.
- Me tengo que vestir.
- ¿Seguro? – me dijo sorprendiéndome y haciendoque la vuelva a mirar a la cara.
Estaba sonriéndome y mirándome a los ojos, desafiándome. Eraahora o nunca.
- ¿Querés…?
- ¡CHICOS! – se escuchó por la escalera – ¡Yason casi las doce!
Era mi vieja, como siempre tan oportuna.
- ¡AHÍ BAJO! ¡Primo! ¡¿Ya estas vos?! –gritó Vale enseguida para responderle a su tía y dejar claro que ella no estabaconmigo.
Le sonreí por la ocurrencia y me enderecé. Me dispuse a encarar rumbo al cuarto parapoder cambiarme, pero Vale me agarró el brazo y me frenó. Me tiró hacia ella yme besó fuerte, como había hecho al despedirnos hace un par de noches. Denuevo, solo me sonrió y empezó a caminar por el pasillo.
Yo caminé hacia el cuarto y abrí la puerta, me di vueltapara ver a mi primita mientras entraba en la habitación. Ella estaba al finaldel pasillo, iba a bajar las escaleras cuando también se dio vuelta para verme.
No lo pensé, solo lo hice. Agarré el nudo de la toalla y losolté. Empecé a sacarme la toalla, teniendo cuidado de no mostrarme enterofrente a ella, que solo viera claramente que me había sacado la toalla y quesostenía la misma en la mano, justo delante mío, mientras agarraba la puertacon la otra y la comenzaba a cerrar.
Su cara era para una foto. Los ojos bien abiertos y el labioinferior de su boca se separó del superior, haciendo juego con sus ojos. Sorpresatotal. Eso era lo que mostraba su cara.
Terminé de cerrar la puerta, dejando a mi primita al bordede las escaleras, congelada. Me quedé apoyado contra la puerta unos segundos.No sabía si ella se iba a ir o de golpe iba a abrir la puerta del cuarto. Laverdad no tenía un plan, fue un acto de instinto puro. No escuchaba nada delotro lado. El silencio me ponía más nervioso. Hasta que por fin escuche lospasos bajar la escalera. Se había quedado al menos 5 segundos ahí, sin saberque hacer o decir, la había dejado totalmente congelada.
Mientras me cambiaba vi la pantalla del celular iluminarsesobre la cama. Lo agarré antes de salir del cuarto y vi que tenía un mensaje.Un mensaje de Valeria. Era claro y directo. “Sos un hijo de puta”. Sonreí alleerlo y supe lo que significaba. Esa mano la había ganado yo y mi primita melo estaba haciendo saber.
Ya eran casi las doce. El día estaba terminando. Pero porsuerte para mí, esto recién empezaba y esa no iba a ser la última mano que jugaríamosesa noche.
6 comentarios - Mi prima Valeria (VI)