You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XIV-a)

Hola a toda la comunidad! Acá estamos con una nueva entrega.

Antes que nada, le mando un saludo grande a la triste persona que se robó los capítulos del relato que tengo escritos hasta ahora para subirlos a otra página como si él hubiera sido el autor. Ni siquiera le da la cabeza para borrar los mensajes que pongo al final de cada capítulo. En fin, cosas que tiene Internet.

En cuanto al capítulo de hoy, es algo más largo que el 13, así que también va dividido en dos partes.

No se olviden de ir a la parte B cuando terminen con esta primera mitad (link al final del post).

Como siempre, aquellos que recién se prenden con el relato, les recomiendo que entren en mi perfil, que ahí van a encontrar todos los capítulos anteriores.

Ahora sí, espero que disfruten de la lectura.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Capítulo 14

-¿El qué?
Mi verga podría haber reaccionado, pero no me hubiera venido mal que algo de la sangre también pasara por mi cerebro, porque me había costado bastante terminar de entender lo que Jessi me decía.
-Que quiero que me la metas por el culo. –Repitió pacientemente. -¿Qué pasa, Pedrito? ¿Me vas a decir que no querés?
¡Por supuesto que quería! Pero mi cerebro estaba prácticamente en punto muerto, desconectado del resto de mi cuerpo, y no parecía querer arrancar.
-Che, ¿estás vivo? –Jessi aplaudió delante de mis ojos. –¡Tierra a Pedro! Holaaaaa… ¿alguien ahí?
-¿Eh? –Parpadeé un par de veces con la mirada perdida, hasta que por fin volví a pensar de manera consciente.
-¿Escuchaste algo de lo que te…?
Pero ahora que había reaccionado, mi primer instinto fue atraer su rostro hacia el mío para introducirle mi lengua en la boca. No hacía falta responder con palabras cuando ese beso era más que suficiente para comunicarle toda la calentura que todavía sentía.
Cambié de posición para quedar yo por encima de ella y me separé de sus labios. Después de toda la acción que habíamos tenido, era un buen momento para bajar un par de cambios y disfrutar un poco del juego previo.
Comencé a bajar por su cuello e hice la primera parada del recorrido en sus pechos. Eran firmes, pero más pequeños que los de Betty, aunque eso no era ninguna excusa para no dedicarle un buen rato a jugar con ellos.
Teniendo en cuenta los gemidos que Jessi emitió cada vez que rozaba sus pezones, podía concluir que los tenía bastante sensibles, cosa que sólo sirvió para que los estimulara cada vez más con mis dedos.
Una vez que estuvieron bien paraditos, dejé que mi boca se sumara al juego, chupándoselos con suavidad, mientras mis manos los pellizcaban despacio, sin apretar demasiado, pero lo suficiente como para poder juguetear en esa zona que se encontraba entre el dolor y el placer. Mi lengua dibujó círculos alrededor de ellos y mis dientes finalmente empezaron a ejercer presión de vez en cuando, haciendo que ella experimentara toda clase de sensaciones.
Jessi, en cambio no tenía tantas ganas de tomarse su tiempo, porque sus manos no esperaron demasiado para empezar a empujar mi cabeza, obligándome a avanzar en mi ruta hacia su entrepierna.
Así y todo, me tomé unos segundos para besar su suave piel durante el trayecto por la planicie de su vientre. El aroma que desprendía su cutis me embriagaba tanto como el perfume que se había puesto, pero sus piernas abiertas me llamaban a gritos para que ubicara mi cara entre ellas.
-¿Me puedo comer una segunda porción del postre? –Pregunté cortésmente, mi lengua prácticamente a milímetros de su jugoso y caliente tesoro.
Jessi dejó escapar un bufido de impaciencia y ni siquiera se dignó a responder. Simplemente cruzó sus piernas a la altura de mi nuca y prácticamente me obligó a aplastar mi cara contra ella.
Si hubiera podido hablar en ese momento, me habría reído a carcajadas ante su desesperación. Pero mi lengua tenía asuntos más importantes que atender, así que preferí no malgastar tiempo con eso y enterrarla dentro de su cuevita tan caliente.
-Mmmmmmmmmmmmmmm… así… chupá pendejo…
-¿Te gusta eso Jessi? –Pregunté entre lamidas.
-Si… me gusta mucho… -Respondió, interrumpida por sus gemidos.
-Esto te va a gustar más.
Pasé mi mano por debajo de sus nalgas y la levanté para que su culo quedara en un ángulo más accesible. Una vez hecho eso, empecé a jugar con mi lengua alrededor de aquel rojo corazón, dejando que mi saliva se filtrara por los resquicios.
Jessi juntó sus piernas y las acercó a su cabeza para abrir aún más su culo, cruzando sus brazos por detrás de las rodillas para evitar cambiar de posición. Con mi mano tomé su juguete y, como hice antes, empecé a tironear suavemente para luego volver a introducírselo en el culo, estirando y relajando el orificio que lo mantenía en su lugar.
-¿Me vas a chupar la cola? –Preguntó Jessi, extasiada.
-Obvio. -Le dije, una vez más tironeando de su juguete hasta que más o menos pude retirar la mitad. –Así te lo dejo bien preparadito.
Dicho eso, finalmente le quité el plug y lo dejé a un lado. Su agujerito ya estaba algo dilatado gracias a su juguetito, y me quedé hipnotizado viéndolo por primera vez en todo su esplendor.
Era el Anillo Único, ejerciendo una tentación imposible de resistir para cualquier ser mortal o inmortal. Mi lengua asomó de mi boca casi por cuenta propia y se aproximó para reemplazar el vacío dejado por el plug.
-No te preocupes que lo tengo bien limpito. –Me calmó Jessi, en caso de que tuviera alguna reserva.
-Epa… ¿Viniste con ganas de que te haga el culo? –Pregunté, introduciendo un dedo para no dejar de excitarla.
-Ay siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… -Exclamó al sentir que retiraba mi dedo para luego volver a introducir dos. – ¡Quería que me hagas la colita!... Tuve ese juguete… puesto… todo el día…
-¡Con razón lo tenés tan abierto ya!
Aprovechando su confesión, empecé a torturar su preciosa colita de la misma forma que había torturado su sexo, llevando mis dedos hacia atrás y adelante a un fuerte ritmo. Mi mano libre, mientras tanto, se ubicó más arriba hasta frotar su conchita por fuera, resultando en un doble ataque que la volvió loca.
De alguna forma Jessi se las ingeniaba para usar sus brazos y mantenerse en una posición que me permitía jugar con ella de esa forma. Se notaba a lo lejos que estaba disfrutando muchísimo de lo que le estaba haciendo, cosa que me confirmó ella misma.
-Me estás matando, Pedrito…
-¿Querés que pare entonces? –La desafié, bajando un poco la velocidad del castigo.
-¡Quiero tu pija bien adentro, hijo de puta!
-Entonces date vuelta y ponete en cuatro. –Ordené con una sonrisa de satisfacción al escuchar el pedido. Retirando mis manos, volteé su cuerpo y le di una buena nalgada que resonó en la habitación.-Dale putita.
-Me encanta que me trates así… -Dijo, mientras se acomodaba para quedar nuevamente en cuatro patas y sacando culo para ofrecerlo en sacrificio a los dioses del sexo. -¡Cómo me calentás, pendejo!
Me puse de rodillas y volví a introducir mi lengua para llenarle la entrada con mi saliva. Una vez hecho eso, me corrí a un costado para acercar mi verga a la cara de Jessi y que ella hiciera lo mismo conmigo.
Luego de un minuto ya estaba ubicado detrás de ella, mi pija brillando de saliva tanto como el culo de Jessi.
-¿Lista?
Jessi asintió, algo nerviosa, con su respiración ligeramente acelerada. Usando mi mano como guía, acerqué mi glande hasta quedar en contacto con ella y empecé a presionar.
Tenía que estar muy agradecido a Jessi por el trabajo de preparación que había hecho durante el día, porque tuve que hacer menos esfuerzo de lo que había creído para que la punta de mi miembro pudiera ingresar en ella. Pero incluso teniendo en cuenta eso, el camino recién había empezado.
-¿Estás bien?
-Uffffff… ¡Lo que es esa pija!
-Y eso que recién metí la punta. –Comenté entre risas.
-No seas hijo de… ufffff… puta.
Jessi intentó responder, pero yo ya había empezado a avanzar de nuevo. Centímetro a centímetro mi verga fue desapareciendo dentro de su cuerpo. Podía sentir cómo me abría camino y pacientemente seguí presionando, pero sin apresurarme para no hacerle daño.
-No falta mucho. –Le informé, tratando de animarla en medio de una pausa. -Ya pasé la mitad. ¿Vas bien?
-Dios… seguí… seguí… la quiero toda. –Respondió, apretando los dientes.
Yo tenía mis dudas todavía, pero Jessi tomó la iniciativa y empezó a mover su cuerpo hacia atrás, haciendo que mi verga se metiera aún más adentro de su cuerpo. Ese era un pedido bastante claro, y yo no tenía otra opción más que obedecerla.
Jessi empezó a soltar pequeños aullidos y en un par de ocasiones dio un rápido puñetazo en el colchón, pero en ningún momento se quejó o pidió que frenara, por lo que continué avanzando hasta que sus nalgas entraron en contacto con mi cuerpo.
-Ahí está toda adentro. –Anuncié ligeramente sorprendido de que Jessi hubiera conseguido eso. -¿Segura que estás bien?
No sólo sonaba preocupado por ella, sino por mí. Lo caliente de la situación estaba nublando mi mente y mi instinto animal empezaba a sugerirme que era hora de abandonar cualquier cautela y simplemente debía tomarla de la cintura para romperle el culo con todas mis fuerzas sin pensar en Jessi ni en nada más.
-Dame… un minuto… dios…
Ella sonaba como si literalmente la estuviera partiendo al medio, y el lado más morboso de mí estaba dispuesto a pagar lo que fuera necesario por tener un espejo en la pared opuesta para ver las expresiones que tenía dibujadas en su rostro en ese momento.
-NI SE TE OCURRA MOVERTE. –Fue la desesperada orden de Jessi en el instante en que me moví apenas un milímetro hacia atrás. –Esperá que te aviso.
Me quedé quieto como si me hubiera lanzado un hechizo con esas palabras. Evidentemente, por mucho que Jessi se hubiera preparado ese día, no era fácil relajar el cuerpo para permitirme mover con facilidad.
Por fortuna la espera no duró demasiado, y pocos segundos después Jessi estaba empezando a mover hacia adelante su cuerpo unos centímetros. Pero no lo hacía sin tener que esforzarse, como me lo indicaba su respiración agitada.
-Movete vos despacio. –Me pidió entre dientes.
Sujeté su cuerpo con firmeza por la cintura y volví a llenarla con mi verga hasta que su cola se apoyó otra vez con mi pubis. Cuando llegué ahí, esperé unos segundos hasta moverme nuevamente hacia atrás. En esa ocasión había retirado más centímetros de mi verga.
Repetí la acción un par de veces más hasta que más de la mitad de mi miembro se encontraba fuera de ella.
-Despacio, no te hagas el loco. –Me advirtió Jessi, como si hubiera adivinado que la idea de mandársela de golpe hasta el fondo había rondado por mi cabeza. –Así vas bien… mmmmm… leeeento.
Otra vez avancé hasta ponerme en contacto con sus nalgas, notando que en esa ocasión ya había avanzado con más facilidad. Jessi se estaba relajando, acostumbrándose a tener mi verga dentro de su culo.
Pero todavía no podía cantar victoria. Si quería llegar al punto de darle sin preocupaciones, primero tenía que hacer bien la tarea de acostumbrarla a mi miembro. Era por eso que cada tanto dejaba caer un hilo de mi saliva para ayudar con la lubricación.
Así estuvimos uno o dos minutos más, hasta que llegamos al punto en que pude retirar mi verga dejando solamente mi glande dentro de ella.
¡Cómo lamentaba no tener algo de lubricante a mano! Eso sin dudas habría sido muy útil en ese momento. Definitivamente era una compra que tendría que hacer para evitar esa clase de complicaciones.
-Voy a ir un poco más rápido. –Anuncié, esperando a ver si se mostraba de acuerdo o no.
-Dale, un poco más rápido. –Aceptó, su respiración algo más controlada.
De esa forma empecé a llenarla de a poco, moviéndome hacia adelante y hacia atrás, entrando por completo hasta presionar sus nalgas con mi cuerpo, y luego en reversa hasta que sólo mi glande se quedaba hurgando dentro de ella.
La velocidad fue subiendo muy gradualmente, siempre pendiente de cualquier señal de Jessi que me pidiera frenar. Pero esa señal nunca llegó, y poco después estábamos en un ritmo bastante más intenso, con movimientos más cortos pero más rápidos. Los únicos sonidos que emitía la amiga de mi hermana eran gemidos y jadeos de placer.
-¡Por favor! –Exclamó en medio de las penetraciones. -¡Me estás llenando el culo de pija!
-¿Le agarraste el gustito, no? –Pregunté, mi respiración empezando a agitarse. -¿Eh, putita? –Subrayé la pregunta con una sonora nalgada, regalo de mi mano derecha.
-¡Ay, sí!... ¡Me encanta esta verga!
-¿Estás lista? ¿Querés que te dé con todo? –Otra vez mi mano se estrelló contra su firme culo. -¿Querés que te rompa el culo? –Una nueva nalgada resonó en mi habitación.
Era el momento de la verdad. El momento que yo, sin saberlo de manera consciente, estaba esperando desde que había leído su mensaje preguntando si podía pasar por mi departamento a devolver mi libro. Me estaba muriendo de ganas, y casi seguro que no iba a contenerme mucho más aunque me dijera que no.
Pero por suerte no tuve que llegar a eso, porque los dioses del sexo estaban con nosotros y nos dieron su bendición.
-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii… Por favoooooorrrr… ¡ROMPEMELO TODOOOOOO!
Al escuchar esas palabras mi cerebro se desconectó. Había dejado atrás cualquier rastro de ser humano que me podría haber quedado y pasé a convertirme en un animal, que sólo tenía un deseo básico en la cabeza y ese era el de romperle el culo sin piedad a la mujer que tenía delante de mí.
Me agarré de su cintura con una mano y con la otra tiré de su pelo hasta que su cabeza se inclinó hacia atrás e hicimos contacto visual. No pronuncié ni una palabra, pero una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro al ver mi expresión.
Me moví hacia atrás hasta que una vez más sólo la punta de mi verga quedó en su interior, y sin previo aviso se la volví a enterrar a toda velocidad hasta que mi cuerpo se estrelló contra sus nalgas como un camión sin frenos que iba por la autopista.
Jessi intentó gritar, pero le había cortado la respiración con ese movimiento. No me importaba una mierda en ese momento, por lo que otra vez me moví hacia atrás y volví a embestirla una y otra vez como si mi vida dependiera de la fuerza que pusiera en arremeter contra ese culo.
Por un momento volví en mí y me di cuenta de lo que estaba haciendo. Frené por un segundo y pude ver la cara de Jessi. Tenía los ojos tan abiertos como su boca, que luchaba por emitir algún sonido sin éxito. De golpe solté su pelo y ella dejó caer su cabeza.
-¿Qué hacés? –Preguntó, cuando se dio cuenta que no iba a seguir moviéndome de esa forma.
-¿Estás bien?
-¡Agarrame de nuevo y seguí con lo que estabas haciendo YA MISMO!
La furia con la que me lo ordenó decía claramente que le había cortado el chorro en el mejor momento.
Mi cabeza se debatía entre la vergüenza y la bronca contra mí mismo por haber sido tan boludo de frenarme. Canalicé esa sensación y decidí ventilar mi frustración contra el culo de Jessi. Mi mano volvió a tirar de su pelo y, sujetando firmemente su cintura, reinicié las estocadas contra su cuerpo.
A partir de ese momento tuvieron lugar los minutos más intensos que podía recordar hasta ese punto de mi vida.
Mi cintura chocó contra el cuerpo de Jessi tantas veces que ya se lo había dejado tan rojo como con las nalgadas que le había dado antes. Ella una vez más era incapaz de emitir sonidos, pero su concha compensaba con creces eso, vaciándose cada vez que acababa.
-Te voy a llenar el culo de leche, putita. –Dije, en un arrebato de excitación, dejándome llevar por ese lado animal que había salido a flote. –Eso querías, ¿no?
-Siiiiii… Llename el orto… -Contestó en medio de los gemidos brutales que le arrancaba cada vez que mi verga se metía entera dentro de ella.
Soltando su pelo, sujeté su cintura con ambas manos para llevar a cabo la arremetida final. Ya alcanzaba a notar cómo mis piernas gritaban por el esfuerzo que había realizado los últimos minutos. Era una carrera contra el tiempo para ver qué pasaba primero: si lograba acabar o si mis fuerzas me abandonaban.
Se veía venir, esa exquisita sensación que uno tiene cuando sabe que está por acabar. Una pequeña descarga de electricidad recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi verga, di una última embestida para meterme lo más adentro posible y vacié mis huevos dentro del culo de una de las mejores amigas de mi hermana. Dos descargas más fueron acompañadas por embestidas igual de brutales, hasta que abandoné su cuerpo.
Mi cerebro se había puesto en blanco de tan fuerte que había sido mi orgasmo, y recién un segundo más tarde me di cuenta de que mi cintura había recibido una fuerte descarga de parte de Jessi, que había experimentado un orgasmo igual de fuerte, que prácticamente transformó su concha en una fuente de aguas danzantes.
Me tomé un segundo de más para ver cómo le había dejado el culo a Jessi. Más que el Anillo Único, ahora era la Pulsera Única. Parecía que latía al ritmo de la agitada respiración de ella. De a poco se empezaba a cerrar, pero así y todo parecía que le iba a tomar un tiempo hasta que volviera a la normalidad. Un hilo de blanco semen salía de aquel orificio, bajando por su cuerpo hasta llegar al colchón.
Tanto Jessi como yo nos derrumbamos en la cama, y me acerqué por detrás de ella para rodearla con mis brazos. Su cuerpo temblaba todavía y se cubría el rostro con sus manos, pero eso no era suficiente para ahogar sus sollozos. Al igual que había ocurrido con mi hermana unas semanas atrás, le había provocado un orgasmo tan intenso que la había hecho llorar.
-Por favor… eso… increíble… -Esas habían sido todas las palabras que alcancé a descifrar.
Sin darle mucha importancia, yo simplemente me quedé ahí a su lado, disfrutando de sentir la suavidad de su piel y del contacto de su cuerpo con el mío.
Jessi se dio vuelta y me miró en silencio por unos segundos. Algunas lágrimas brillaban en su rostro y bajaban por su mejilla hasta morir contra las sábanas. Se veía increíblemente hermosa a pesar de eso. Podría haberme ahogado en sus grandes ojos negros sin que ningún salvavidas del mundo pudiera rescatarme.
Acaricié su mejilla y posé mis labios en los suyos, un suave beso como cierre para lo que habíamos hecho, que contrastaba mucho con el trato bestial que acababa de tener con su culo.
-¿Estás bien ahora?
-Sí. –Respondió con un hilo de voz.
-Lindo enchastre hicimos. –Comenté sonriendo.
-Y yo que pensé que me había preparado bien. –Susurró.
-¿Cuánto tiempo tuviste puesto eso en el culo? –Pregunté, curioso por saber la respuesta.
-Desde que fui al laburo.
Me quedé boquiabierto. Si mi cerebro todavía funcionaba con normalidad y no me fallaban los cálculos, había pasado bastante más de doce horas con ese plug metido en el culo.
-¿Todo el día?
-Ajam… -Respondió orgullosa, aunque todavía hablaba en voz baja. –Estuve re caliente en el laburo. Veía a mis compañeros y me re excitaba saber que estaba con eso metido mientras los demás hacían su vida normal. Me tuve que contener para no ir a tocarme al baño a cada rato.
-Qué pervertida que sos. –Acoté entre risas.
-¿Y vos? Sos una bestia. –Replicó cerrando los ojos. -Me duele todo. No sé cómo voy a hacer para sentarme. Me hiciste mierda. –A pesar de sus quejas, sonreía como si fuera su cumpleaños.
-No te noto tan molesta por eso.
-Esperá a que trate de sentarme, ahí sí me voy a acordar de vos y de toda tu familia.
-Mi vieja no tiene la culpa. –Me defendí. –Si vos andás a los gritos pidiéndome, no, ordenándome mejor dicho, que te la meta hasta el fondo y te rompa bien el culo, eso es asunto tuyo.
-En eso tenés razón. –Aceptó derrotada. –La próxima vez lo voy a pensar dos veces.
Yo no quería decir nada, pero esa última frase había encendido una llama de esperanza en mí. “La próxima vez”. Ni siquiera había terminado esa vez y sin dudas que en mi cabeza ya esperaba ansioso que se repitiera una experiencia así.
-Vení, vamos a la ducha y después limpiamos un poco la pieza. –Dije, poniéndome de pie y ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse de la cama.
Pobre Jessi, resultaba muy gracioso verla caminar como pato rengo. Pero bastante la había maltratado yo, y considerando que era mi culpa que tuviera que moverse de esa forma, no me parecía justo que me burlara de ella. Al menos no en voz alta.
-Metete vos primero, que yo acomodo un poco todo. –Le sugerí, mientras la ayudaba a entrar en la bañera y salía del baño para tratar de arreglar un poco el desastre que habíamos hecho.

Luego de limpiar todo, revisé mi teléfono y me di cuenta de que había pasado medianoche. Ingresé al baño y escuché el ruido del agua que todavía caía en la ducha. Sin pensármelo dos veces, me metí para disfrutar de ese momento con Jessi.
-Tardaste mucho. –Me reprochó, dándome un leve golpecito en la cabeza.
-Había que limpiar un poco. –Expliqué, rodeándola con mis brazos para quedar debajo del agua junto a ella. –¿Te ayudo?
-Sí, por favor.
Tomé el jabón que tenía en su mano y me ocupé de pasarlo por todo su cuerpo. Mis dedos disfrutaban del recorrido, aprovechando cada oportunidad para estimularla, rozando sus pezones, acariciando sus pechos, su espalda, bajando por sus muslos e incluso paseándose por su entrepierna.
Jessi me devolvió el favor y se encargó de no dejar ningún rincón de mi cuerpo sin enjabonar. Aunque se la veía muy interesada en dejar mi verga tan limpia como fuera posible.
-Pedrito, ayudame abajo porque me siento re mal. Alguna bestia maltrató mucho mi pobre culito y necesita que lo mimen. –Pidió, con el tono de alguien que había sufrido una grave injusticia.
-Qué feo eso… Vamos a ver qué te hicieron ahí. –Dije, poniéndome de rodillas mientras Jessi se daba vuelta para que su culo quedara apuntando a mi cara.
Ya se había cerrado bastante, pero ahora que había bajado la calentura, podía ver cómo le habían quedado algunas marcas en la piel producto de las fuertes nalgadas que le había dado. Para alivio mío, no parecía que le hubiera hecho nada grave, pero por un rato esas marcas iban a durar.
-Qué mal que te trataron Jessi…
-Sí, es cierto. Me la dejaron muy mal a mi colita. ¿No le hacés unos mimos?
-¡Pero por supuesto que sí!
Haciendo caso a su pedido, acaricié lentamente su cola, al mismo tiempo que le iba plantando unos suaves besos por toda su piel, concentrándome en aquellos lugares donde veía que tenía más colorado.
-Qué lindos mimos… más en el medio también los necesitan.
-¿Por acá? –Pregunté, mi boca avanzando hasta la unión de sus nalgas.
-Ajam… por ahí. –Jessi había apoyado una de sus manos en la pared y dejó su colita bien parada, abriéndola con su mano libre.
-Ah, ya sé.
Mi lengua volvió a disfrutar del contacto con su culo, dibujando círculos por el borde de su orificio. Intercalé suaves besos con mis labios para luego continuar con las lamidas, haciendo que las piernas de Jessi cada tanto amenazaran con perder sus fuerzas y dejarla caer al piso de la bañera.
-¿Así está mejor? –Pregunté, incorporándome otra vez hasta quedar de pie detrás de ella, mi verga bien parada rozando su cuerpo.
-Sí… Pero necesito más mimos. ¿Puede ser?
-Puede ser… -Respondí, haciéndome el difícil. -¿Dónde los necesitás esta vez?
-Ahora necesito mimitos en mi conchita... por dentro… con tu pija. –Dejó pasar un segundo en silencio para que sus palabras terminaran de hacer efecto en mí. -¿Me hacés mimitos, Pedrito?
Esa chica me iba a matar sólo por el hecho de ser tan pervertida de pedirme algo así en un tono tan inocente como el que acababa de usar. Era bastante claro que lo había dicho muy en serio cuando mencionó lo de aprovechar que tenía mi pija para ella sola.
Sin poder resistirme, atraído como si esa concha fuera un poderosísimo imán diseñado para ejercer poder sobre mi verga, coloqué la punta justo en su entrada y ejercí presión hasta que pude ingresar una vez más en ella.
-Te estuviste tocando mientras yo no estaba, ¿no?
-¿Se nota mucho? –Preguntó con voz traviesa.
-Estás empapada… y no por el agua. –Comenté, ya casi con toda mi pija adentro de ella, entrando fácilmente de tan lubricada que estaba.
-Entonces aprovechá y dame duro.
-¿No era que querías mimos?
-Uffffffff… -Dejó escapar todo el aire cuando toda mi verga se encontró en su interior. –A la mierda los mimos, rompeme toda de nuevo.
-¡Cómo te gusta que coja en la ducha! –Exclamé, rememorando ese rapidito que habíamos tenido la vez anterior mientras Betty y Clara dormían en mi habitación.
-¡Me gusta que me cojas en todos lados!
-Y por todos lados también. –Bromeé, jugueteando con mi pulgar cerca de su culo.
-Sacá ese dedito de ahí… o te lo corto… Pedrito. –Me advirtió entre resoplidos, y aunque usaba un tono algo jocoso, yo sabía que no era ninguna broma. –Dejá que mi culito descanse… que bastante maltratado está.
-Ufa… Bueno, entonces me voy a desquitar con tu conchita.
Ya se había acabado la hora de charlar y era momento de pasar a la acción. Jessi incluso ya había iniciado un suave vaivén con su cintura, incitándome a que empezara a darle como correspondía.
Reuní todas las fuerzas que me quedaban y comencé a aumentar la velocidad de mi cintura. Ya no me movía tan rápido como al principio de la noche, ya que el cansancio había comenzado a hacerse notar, pero así y todo pude mantener un buen ritmo.
Jessi prácticamente no hablaba, pero sus gemidos compensaban muy bien eso. Mi verga se sentía tan a gusto dentro de ella que, si era por mí, podría haberme quedado a vivir ahí sin drama.
Ya podía sentir que realmente estaba agotando las pocas reservas de energía que me quedaban, cuando todo el cuerpo de Jessi tembló hasta que prácticamente sólo se sostenía en pie gracias a que yo la estaba sujetando por la cintura.
Liberé mi verga de la presión a la que me había sometido el interior de Jessi y un último chorro brotó de ella. Era obvio que ella también ya estaba en las últimas, pero de todos modos le pedí un último favor.
-Dale Jessi, de rodillas que ya termino yo también. –Le indiqué, masturbándome para realizar mi descarga. –Abrí la boquita.
Obediente, Jessi se incorporó y se puso de rodillas, dejando su rostro cerca de mi verga. Aumenté la velocidad de mi mano y finalmente alcancé el clímax. Un corto chorro brotó de la punta, aterrizando en parte en la boca de Jessi, y en parte por su mentón y también en el piso.
La amiga de mi hermana se acercó para meter mi glande dentro de su boca y completar su labor de limpieza con su lengua, recolectando las últimas gotas que me quedaban.
Mis piernas llegaron a su límite y usé lo último que me quedaba para dejarme caer con suavidad en el piso de la bañera. Me arrastré hasta uno de los extremos para quedar sentado con la espalda apoyada contra la pared y Jessi de inmediato se sentó encima de mí, su espalda contra mi pecho.
-Me exprimiste peor que a un limón, pendeja. –Dije, al tiempo que la rodeaba con mis brazos para disfrutar del contacto con su cuerpo.
-¿Yo? ¿Y vos? –Giró su cabeza para que pudiera ver parte de su sonrisa de incredulidad. –No sé ni cuántas veces me hiciste acabar. Cuando salgamos de acá me voy a tomar algo porque no doy más. Estoy muerta de sed.
-Yo también.
Cerré los ojos y me relajé. El agua seguía corriendo, pero como estábamos en la otra punta de la bañera, ninguno de los dos podía hacer algo al respecto. O al menos ninguno de los dos tenía ganas de levantarse para cerrar las canillas. Así estuvimos unos minutos hasta que por fin pudimos juntar fuerzas para salir de la ducha.

-¿Qué hora es ya? –Preguntó Jessi, apoyada contra la mesada.
Ya estábamos los dos en la cocina tomando algo para hidratarnos un poco después de toda la acción que habíamos tenido. Ella se había vuelto a poner su conjunto de ropa interior y yo mi bóxer, pero hasta ahí llegaba la lista de prendas que usábamos.
-A ver… -tomé mi celular que había dejado en la mesada. –Ya van a ser las dos de la mañana.
-Mierda que se hizo tarde ya. Mejor que me vista rápido y…
-Quedate a dormir.
Las palabras brotaron de mi boca de inmediato, como si ni siquiera las hubiera pensado, pero era lo que quería. No era una orden, sino un pedido, casi un ruego. Tranquilamente podría haberla llevado a su casa, especialmente porque suponía que tendría que cambiarse de ropa para ir a su trabajo al día siguiente.
Pero la verdad era que no quería dejarla ir tan pronto. No sabía cuándo iba a repetirse algo así, suponiendo que hubiera una nueva chance en el futuro, y quería estirar al máximo ese momento.
Jessi se quedó mirándome sorprendida por lo que había dicho, pero de a poco esa expresión fue transformándose en una sonrisa, al tiempo que asentía con su cabeza.
-Pero mañana vas a tener que llevarme de raje a mi casa y de ahí al laburo. –Me advirtió apuntándome con su dedo índice. –Ni se te ocurra quedarte dormido porque te mato.
-Sí, no hay problema. Quedate tranquila que te llevo. –Respondí de inmediato para tranquilizarla.
Por fuera sonreía, pero por dentro sufría al pensar que iba a tener que levantarme varias horas antes de lo acostumbrado. A pesar de eso no podía quejarme. Si después de todo lo que había pasado esa noche, el precio que tenía que pagar era levantarme a las seis de la mañana o algo así, era casi un regalo.
-Vamos a la cama entonces, así descansamos algo.
-¿Vamos a descansar algo? –Pregunté con voz traviesa.
-Dale, hacete el que te quedan fuerzas todavía. –Replicó riendo. –Casi te quedás dormido en la ducha. ¡Seguro que apoyás la cabeza en la almohada y te morís ahí mismo!
-Es cierto. –Acepté también entre risas. –No doy más.

Después de instalarnos en mi habitación, Jessi se ubicó en un lado de la cama y yo en el otro, y por fin apagué la luz del velador.
-Buenas noches, Jessi.
-Buenas noches, Pedrito.
Me acomodé mirando hacia el lado de afuera de la cama, pero la mano de Jessi me tomó del hombro y tironeó de mí un segundo. No hacía falta que dijera nada más. De inmediato giré hacia el otro lado y pude notar que Jessi se había colocado con su espalda apuntando hacia mí.
Rodeé su cintura con una de mis manos, la cual ella tomó al instante como si no fuera a soltarla por nada del mundo, y me las ingenié para pasar la otra por debajo de su cabeza y lograr una posición más o menos cómoda. Apoyé mi cabeza en mi almohada, con el aroma de su pelo colándose por mi nariz y así nos quedamos dormidos sin perder ni un segundo más.

---

-¡Pedro! ¡Dale, nene! –Jessi me llamaba en voz alta mientras me sacudía por el hombro. -¡Dale, o llego tarde al laburo!
Abrí los ojos y la luz de mi habitación me pegó de lleno en las retinas. Agarré la almohada y la puse delante de mi cara para protegerme, pero Jessi no estaba de humor para mis estupideces. Me sacó la almohada de la cara y se puso delante de mí para apurarme.
-Dejate de boludeces, por favor… -Su voz estaba casi suplicante. –Levantate de una vez, vamos.
-Ahí voy, ahí voy… -Repliqué, incorporándome todavía con los ojos medio cerrados.
-¡Dale que me tengo que cambiar la ropa y darme un duchazo!
Ya por fin un poco más consciente, me levanté y me puse un pantalón antes de ir al baño para lavarme la cara. Rotaba mi hombro lentamente, tratando de recuperar algo de movilidad ya que me había quedado todo dolorido por haberme dormido cuchareando con Jessi. Todavía no sabía ni qué hora era, pero el cielo todavía estaba oscuro. ¿Quién carajo me había mandado a decirle que sí a su pedido de levantarme temprano para alcanzarla a la casa?
Todavía medio arrepentido de eso, me eché agua bien fría en la cara y me terminé de despertar. Me lavé los dientes de pasada mientras vaciaba mi vejiga y salí del baño.
Jessi estaba de pie en el living, cruzada de brazos, marcando el paso de los segundos con la suela de su zapato derecho. La impaciencia estaba marcada en cada una de las facciones de su rostro.
Me escabullí en mi habitación antes de que tuviera tiempo de decirme algo para apurarme, me terminé de vestir y de calzar, y salí ya listo para arrancar el día.
-¡La puta madre! ¡Cómo tardás, nene! –Exclamó, cuando por fin aparecí de nuevo frente a ella. -¿Qué vas a hacer el día que tengas que levantarte temprano para laburar?
-Quejarme el doble de lo que me quejo ahora, obvio. –Respondí mientras me refregaba los ojos.
-Uy dios… -Refunfuñó de impaciencia. –Vamos antes de que te mate.
-Dale, andá saliendo que agarro mis cosas y voy.
Jessi ni respondió, sólo giró la llave y salió por el pasillo del edificio. Yo busqué mi celular, mi billetera y las llaves del auto. También tomé una campera y el libro que le iba a dar a Jessi, y salí del departamento para encontrarme con ella, que ya estaba delante del ascensor, esperando que llegara al piso.

El viaje en el auto se hizo bastante rápido. Era temprano todavía para que el grueso de la gente se dirigiera a sus trabajos, por lo que no encontramos muchos autos de camino a su casa. Estacioné en la vereda y Jessi se bajó al toque.
-Dale, bajá nene. –Dijo, al ver que yo no me movía de mi asiento. –No te vas a quedar ahí esperándome al pedo en el auto. Por lo menos entrá y sentate cómodo.
Haciéndole caso, me bajé y entré con ella. Era la primera vez que conocía la casa de Jessi, y me sorprendí para bien. El lugar estaba bien amueblado, y tenía un living-comedor bastante más espacioso de lo que imaginaba al ver la casa por fuera.
Me senté en el sillón mientras Jessi se dirigía a toda velocidad por un pasillo. Se escucharon ruidos de puertas abriéndose y cerrándose de golpe y a los pocos segundo pudo oírse un suave sonido que me pareció que era de agua corriendo.
Bostecé un par de veces, y ya estaba sintiendo que el sueño me empezaba a dominar, cuando decidí ponerme de pie antes de que me quedara dormido ahí sentado, y me puse a recorrer un poco el lugar.
Caminé esquivando el sofá y la mesa ratona y me acerqué a una biblioteca que me llamó la atención. Había algunos libros que yo también tenía en mi departamento (El Señor de los Anillos, Asimov, Dune, Lovecraft), pero la mayor parte de los estantes se encontraban vacíos, como si Jessi tuviera la esperanza de llenarlos en el futuro con más adquisiciones.
Abandoné la biblioteca y me fijé en las fotos que estaban apoyadas en un estante a su lado. Había algunas de ella con su familia, de vacaciones en la costa, pero la mayor parte eran fotos que se había sacado con mi hermana y Betty.
Había imágenes de todo tipo, desde fotos sacadas a la entrada de la primaria, fiestas de cumpleaños, una que mostraba el viaje de egresados a Bariloche, la ceremonia de egreso del secundario, una mucho más reciente del día que mi hermana se recibió y otra de Jessi y Betty abrazando a mi hermana, que tenía su diploma en sus manos.
Terminé de revisar las demás fotos y me dirigí a la cocina. Después de todo lo que había pasado anoche, al menos podía ocuparme de hacer un desayuno para tomar algo rápido antes de salir.
Puse la pava cargada con agua a calentar en una hornalla, encontré una tostadora y una bolsa con pan lactal y empecé a hacer unas tostadas sobre otra hornalla. Luego de eso me dirigí rápidamente por el pasillo hasta la puerta del baño de donde provenía el ruido del agua corriendo.
-Jessi… -La llamé, golpeando con suavidad la puerta tres veces.
-¿Qué pasa Pedro?
-¿Con qué vas a querer las tostadas?
-¿Qué cosa? –Preguntó desconcertada.
-Que estoy haciendo tostadas. –Insistí. -¿Con qué las vas a querer? ¿Queso? ¿Dulce? ¿Reviso la heladera? Todavía no la abrí.
-¡No hacía falta!
-No sé, ya es tarde. –La corté antes que pudiera seguir con eso. –Así que decime qué querés que le ponga antes que se empiecen a quemar.
-Qué pibe… -Titubeó un segundo como si estuviera pensando su respuesta. –Abrí la heladera, hay queso crema ahí. Y en un estante al lado hay un frasco de mermelada.
-Dale, ahí las preparo. Vos apurate a salir antes de que se enfríen.
-Ya termino con esto, me visto y ya voy para allá.
Dicho eso, me fui de inmediato otra vez a la cocina, donde por suerte me encontré con que el pan no se había quemado.

Unos minutos más tarde Jessi hacía su aparición triunfal en la cocina: pantalón negro suelto, pero más pegado a la altura de sus muslos, una camisa blanca impecable que le seguía las líneas del cuerpo a la perfección, un saquito negro del mismo tono que su pantalón, zapatos negros, y completaba su look con un maquillaje sencillo y elegante.
-¿Y? –Preguntó sonriente, dando una pequeña vuelta, permitiéndome apreciar cómo el pantalón se le pegaba al culo mejor que cualquier defensor haciendo una marca personal a un delantero estrella.
-Horrible… -Dije, negando con mi cabeza. –Te queda horrible.
-¿En serio? –Su cara se había transformado en una expresión de desilusión.
-Por supuesto… ¡Sacate todo ya mismo! –Exclamé con una sonrisa pervertida.
-¡Tonto! –Exclamó Jessi, dándome un suave puñetazo en el hombro.
Llevamos las cosas a la mesa ratona y prendimos el televisor como para tener algo de ruido de fondo. Empezamos a desayunar en silencio, los dos demasiado dormidos como para comentar demasiado.
-¿Así vas siempre al laburo? –Pregunté de repente.
-A veces… ¿por?
-Tus compañeros te deben comer el culo con los ojos. –Bromeé yo, que también había estado comiéndome su culo con los ojos desde que apareció en la cocina.
-¡Y si son re pajeros los chicos allá! –Dijo, con un rastro de hastío en su voz. –Igual son todos unos boludos, así que no les doy bola. La oficina es una bolsa de gatos, pero no le doy bola a nadie. Yo hago la mía allá, me llevo tranqui con mis compañeros, cumplo con mi trabajo y no me meto en ningún quilombo.
-Y bueno, ya con eso lograste bastante.
Las palabras de Jessi me habían hecho recordar los comentarios que hacía mi hermana en los almuerzos familiares, quejándose en numerosas ocasiones de sus compañeros de oficina y de las cosas que hacían y no hacían.
-Pero bueno, ¿vamos? –Preguntó, ya habiendo terminado su desayuno.
-Sí, mejor salimos antes que nos comamos todo el tránsito.
Apuré lo que quedaba en mi taza, algo más despierto gracias a la cafeína, ayudé a Jessi a limpiar las cosas y salimos de la casa para subirnos al auto.

El viaje fue bastante más rápido de lo que yo había supuesto al salir, ya que apenas sí tuvimos un par de demoras en el camino, y en un parpadeo ya habíamos llegado al edificio donde se encontraba la empresa en la que ella trabajaba.
Encontramos un lugar disponible media cuadra más adelante y estacioné el auto ahí para que bajara sin problemas.
-Gracias por traerme. –Dijo Jessi, ya a punto de salir del auto. –Y perdoná que te haya hecho levantar tan temprano.
-No hay drama. Total, yo en un rato estoy en mi departamento y me tiro a dormir.
-¡Qué suertudo que sos, pendejo! Ya quisiera yo poder dormir hasta la hora que se me cante.
-Llegamos re temprano igual, ¿no? –Pregunté, observando la hora en mi celular.
-Sí, como media hora antes.
-Qué lástima, seguro que algo podríamos haber hecho en media hora.
-Si hacíamos algo, fija que íbamos a estar ocupados más de media hora. –Replicó Jessi riendo.
Me sumé a las risas y unos segundos después se hizo presente en el auto un silencio algo tenso. De repente surgió en mí el deseo de volver a encender el auto, poner primera, llevarla a mi departamento otra vez y encerrarnos en la habitación todo el día hasta volver a quedarnos dormidos por haber gastado todas nuestras energías en una maratón sexual repleta de orgasmos.
-Bueno, ya me bajo entonces. –Jessi agarró la manija para abrir la puerta, sacándome de mis pensamientos, pero se frenó al instante. -¡Qué boluda! Casi me olvido…
-¿De qué?
-Tomá. –Fue su respuesta, entregándome un papelito que sacó de su bolso. –Así podemos hablar más tranquilos.
Examiné el papel y vi que tenía un número de teléfono.
-Más cómodo hablar por Whatsapp que por el chat de Facebook, ¿no te parece?
-Genial. ¡Gracias! –Respondí con una sonrisa de oreja a oreja.
-Después mandame un mensaje así agendo tu número, y de paso puedo coordinar con vos si venís a mi cumple. –Sus ojos negros se clavaron en mí. –Vas a venir, ¿no? Es el viernes.
-El viernes…
Se me había caído el alma al piso al escuchar eso. Érica me había mandado un mensaje un par de días antes avisándome que tenía turno la noche del viernes. Y no tenía la menor idea de cuánto tiempo podía llegar a estar ahí.
-Sí, el viernes… ¿Pasa algo? –Preguntó, con un dejo de preocupación en la voz.
-El viernes tengo que laburar.
-Ah…
La expresión de decepción que se formó en la cara de Jessi me traspasó el pecho como una lanza. Tranquilamente podría haber agarrado el teléfono en ese preciso instante y decirle a mi jefa que se metiera el turno en el culo con tal de confirmarle a Jessi que podría ir a su cumpleaños. Por suerte no llegué a ese punto, sino que ofrecí una luz de esperanza para ambos.
-Igual capaz que puedo ir. Si el turno es temprano y después no tengo que hacer nada, en una de esas puedo escaparme e ir a tu cumple, aunque llegaría más tarde. ¿Van al lugar de siempre?
Cada vez que Jessi cumplía años, las chicas se iban al mismo boliche al que habían ido desde su adolescencia. Y yo no creía que ese año fuera la excepción. Ellas se conocían con muchas personas del lugar y siempre conseguían algún trago gratis o acceso al VIP, cortesía de la casa.
-¡Sí, obvio! –Una sonrisa de entusiasmo iluminó su cara ante la chance que había aparecido de que yo pudiera ir. –Cuando salgas me mandás un mensaje, te venís, y te hago entrar sin problemas.
-Bueno, capaz que llego medio tarde.
-No importa. Venite aunque sea a las cuatro de la mañana.
-Está bien, apenas me pueda liberar salgo para allá.
-Así me gusta. –Se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla.
No pude contenerme. La oportunidad se había presentado sola y en mi cabeza sólo existía el deseo de aprovecharla. Giré mi cabeza y una vez más nuestros labios se juntaron.
Medio segundo más tarde nos encontrábamos tirados sobre mi asiento, comiéndonos la boca con desesperación como si nos hubiéramos estado en mi departamento. Nuestras manos se esforzaban por recorrer los cuerpos de la otra persona, y nuestras lenguas se peleaban como si no hubiera un mañana.
A pesar de toda nuestra calentura, eso sólo duró unos segundos, ya que no estábamos en mi departamento, sino en mi auto, estacionados a media cuadra del laburo de Jessi.
-Basta. O no me bajo más de acá. –Dijo Jessi, despegándose de mí.
-Y no te bajes. –Repliqué, tentándola con una sonrisa.
-No seas hijo de puta. –Se mordió el labio, como si realmente estuviera considerando mi oferta. –Ay dios… No, no puedo. Tengo que ir a laburar.
Dicho eso, se movió en dirección a la puerta, pero yo la tomé de la mano para evitar que bajara.
-Esperá un segundo.
-¿Qué pasa?
Me incliné hacia el asiento trasero y agarré el libro que me había pedido la noche anterior. Se lo entregué en mano y su rostro volvió a iluminarse de felicidad.
-Tomá, justo me acordé ahora.
-¡Ay, gracias, Pedrito! –Exclamó, metiendo el libro en su bolso y una vez más acercándose a mí para abrazarme y plantarme un rápido beso en los labios.
-Bajate, porque arranco y nos vamos de nuevo al departamento. –La amenacé en broma, o quizás no tan en broma, porque realmente me moría de ganas de cumplir con esa amenaza.
Jessi se rió y bajó del auto finalmente, no sin antes enviarme un beso de despedida desde la vereda.
Yo seguí sus movimientos a través del espejo retrovisor y vi que se saludaba con otra mujer, casi seguro una compañera de trabajo. Se veía que esa chica le hacía preguntas a Jessi, y ella señalaba hacia mi auto.
Preferí no quedarme más tiempo, por lo que puse en marcha el auto y encaré para mi departamento, ilusionado con la idea de volver a mi cama para dormir un par de horas más. En el camino fui rememorando todo lo que había pasado la noche anterior, tratando de sacar conclusiones.
Jessi había venido por cuenta propia a mi departamento, eso era obvio. Y había venido lista para exprimirme hasta dejarme más seco que un limón viejo. Me tenía ganas, le gustaba mi pija, le gustaba tener sexo conmigo. Esto también había sido bastante obvio.
Pero la pregunta del millón era si yo también le gustaba, o sólo mi pija.
Tenía muchas ganas de que la respuesta a eso fuera que sí. Jessi siempre me había parecido una chica hermosa, pero no había descubierto la pólvora con eso, cualquiera con dos dedos de frente podía decir lo mismo de ella.
La cuestión era que no sólo tenía ganas de volver a tener sexo con ella. Quería volver a pasar por todo lo que había pasado esa noche. Quería volver a cocinarle la cena, que nos quedáramos a ver una película tirados en el sofá, hablar sobre Juego de Tronos, que se quedara a dormir conmigo. Puta madre, ¡hasta tenía ganas de que me volviera a despertar a las seis de la mañana!
No había dudas: estaba hasta las pelotas con esa chica.

Llegué al departamento y me instalé en mi cama, todavía con miles de pensamientos haciendo un quilombo impresionante en mi cabeza. De repente me acordé del papelito que me había pasado Jessi y me levanté de nuevo directo a buscarlo.
Un minuto después ya estaba tirando de nuevo en la cama, desnudo, celular en mano y tocándome hasta tener la pija bien al palo. Abrí el Whatsapp e inicié un chat con Jessi. Abrí la cámara y le mandé una foto de mi pija, parada como soldado al escuchar el himno.

Mi amigo te manda saludos, ya que no le diste ni un besito de despedida

Esperé pacientemente la respuesta, pero no hizo falta mucho tiempo para que mi celular sonara para avisarme de la llegada de un nuevo mensaje.

Pobrecito!! La próxima lo saludo como corresponde!!
Por cierto, gracias por la fotito! 😘
Me va a servir si algún pajero intenta molestarme🤣🤣
Le llego a mostrar esa foto y no van a insistir más jajajajaja

Me alegro que te sirva 🤣🤣
Ahora me tiro a dormir un rato
Que te sea leve el laburo!!!

Sos un amor Pedrito
Gracias!!!
Soñá con los angelitos 😘😘

Me sentí tentado de poner alguna respuesta bien digna de arrepentirme al instante por ser tan boludo, así que corté por lo sano, dejé el celular a un costado y me dormí con una sonrisa marcada a fuego en la cara.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Como ya les mencioné, el relato está separado en dos partes. Les dejo el link para que vayan directo.

http://www.poringa.net/posts/relatos/3743794/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XIV-b.html

Nos leemos allá.

6 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XIV-a)

jorvac164
Sublime garche tuvieron!!!! Esto cada día se pone mejor.Van 10 y a leer la 2da parte !!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ruso201784
genialll!! voy a la otra parte
Tikiteko
HDP, cómo querés que vaya a la segunda parte si esto me reventó??
Tikiteko
Seguí leyendo y entrendi
El_Cochinoco
Ese anillo quedo peor que "el único" al ser arrojado en los fuegos del Monte del Destino. Bestial relato!