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Gabriel y yo en el telo. 3

Lo del sábado con Gabriel había sido enorme. Mamarnos mutuamente estando Selene mi hija, su novia, habitación por medio me llevó la adrenalina a un nivel nunca antes alcanzado. Sin embargo, seguí caliente, muy caliente y a la noche cogí con Helena, mi esposa, imaginándolo a él. Quería estar desnudo y tranquilo, disfrutar del sexo más que del riesgo y cada vez que pensaba en éso sentía la sangre invadiendo mi verga. Al comenzar la semana, con la vuelta a la actividad se disipó algo la ansiedad por repetir y sumar lo que viniera. Gabriel había despertado en mí deseos reprimidos por años que parecían haber esperado su aparición. El miércoles, luego de dejar a Selene en la facultad, volví a pensar en él y como hacer para encontrarnos. Sabía que iba a estar en el gimnasio que manejaba, podía mensajearme con él y ver que pasaba, pero no me animé a dejar nada en el celu de él. Llamarlo podría ser una posibilidad y aunque no sabía si podría atender hice el intento. Cuando me atendió el corazón se me aceleró, su voz varonil y al mismo tiempo suave entró hasta lo más profundo de mí. Nos saludamos y al preguntar como estábamos los dos, sin decirlo, nos referimos a lo del sábado. La coincidencia fue total y me animó a proponerle encontrarnos a mi salida de la oficina en un café a mitad de camino. Cuando me dijo que podría estar, tuve que hacer un esfuerzo para que no se notara en mi voz la emoción que sentía. Cuando corté, me relajé algo y comencé a imaginar como haría para convencerlo de ir a un telo. Las tres horas que me quedaban para dejar de trabajar me parecieron un siglo, que la conversación había sido tanto tiempo antes que podría haber cambiado de opinión, que pasaría algo que impediría el encuentro. Cuando llegó la hora salí apurado para el café y cuando llegué estaba casi vacío, Gabriel no había llegado. Me senté en una mesa cercana a una ventana y pedí un cortado. Los minutos pasaban y no aparecía pensaba en que se había arrepentido cunado lo vi venir a paso rápido. Entró en el café y volteó la cabeza a un lado y otro hasta que me vio y se acercó con una sonrisa en la cara. Se sentó frente a mi y pidió también un café. Lo miraba y no lo podía creer, esos labios carnosos, su mandíbula fuerte, su mirada vivaz. Era realmente atractivo y estaba conmigo, con sus brazos fuertes arriba de la mesa endulzando el café y mostrando las líneas de su torso  varonil debajo de su remera deportiva. Le dije que había estado pensando bastante en él desde el sábado y le pregunté como había pasado estos días después de eso. Me respondió que si tenía dudas acerca de como seguiría la relación se habían esfumado, quería seguir, deseaba seguir conmigo. Yo no cabía en mí de la alegría, lo  traté de disimular en los gestos pero le dije que no me importaba nada más que seguir viéndolo.
-Entonces supongo que no me habrás invitado solo para pasar el rato y charlar-No, Gabriel, quiero estar a solas y tranquilos ¿te parece posible ir a un telo? ¿has ido antes con otro hombre? yo nunca y me da cosa, pero si vos querés lo hacemos.
-Es lo más seguro, creo, y también quería estar alguna vez tranquilo con vos.
Pagué los cafés y salimos, caminamos hasta el auto de Gabriel y anduvimos hasta un alojamiento en las afueras de la ciudad. En el camino, le fui acariciando los muslos y la pija por debajo del jogging, enseguida se puso al palo y mi verga entró en calor. Sentí mi humedad y la de el y no resistí chuparle esos primeros líquidos que salían de su glande. El auto con cristales polarizados nos daban intimidad para hacerlo. No fue una mamada, no hubo tiempo, pero sentí de nuevo el sabor de su cuerpo y me puse a mil. El suspiró un par de veces cuando pasé mi lengua por debajo de la cabeza de su pija. Me levanté y me acomodé en el asiento cuando me dijo que estábamos llegando. Acomodó el auto en la cochera y entramos a la habitación sacándonos la ropa mientras nos besábamos. Caímos en la cama y me puso de espaldas, tomándome de las muñecas abrió mis brazos y me comió la boca. Mi lengua frenética buscaba la de él y sentía el roce de su pija en mi vientre. La mía sentía sus nalgas y mis manos acariciaban su espalda. Enseguida se irguió y avanzó con su verga hacia mi boca y jugueteó con ella en mis labios. Mi desesperación por tragarla era infinita, sus nalgas duras sobre mi pecho aceleraban mis latidos. De pronto levantó su pierna izquierda y sin dejar de posar su pija en mis labios y mi lengua que la buscaba, se puso a un costado. Me liberó para que lo mamara cómodo y fue lo que hice. Se puso de espalda en la cama y yo le tragué la pija. Me fui acomodando como para un sesenta y nueve y comenzamos a hacerlo ¡que bien mamaba! ¡que hermosa verga me estaba comiendo yo! Mis manos acariciaban sus piernas y le recorrí el tronco con la lengua hasta llegar a sus huevos. De a uno los metí en mi boca y los acaricié con la lengua. Sentí sus vellos firmes y eso me excitó más ¡Era un ejemplar macho de los mejores y me lo estaba comiendo! Cuando creí que que más no se podría vi su agujero cerrado y rugoso y quise probarlo. Mi lengua se deslizó hasta el centro y al hacer presión sentí su respuesta de aprobación. El me correspondió y lamió el mío con dedicación. ¡Nunca había sentido tanto!
Después de unas lamidas mutuas quería más en de él en mí. Me levanté y  fui recorriendo su cuerpo de abajo hacia arriba, lamiendo su pene, su vientre, sus pezones duros. Después de comerle la boca le lamí el lóbulo de la oreja y le hablé: "Te quiero adentro mío, ahora!". El comenzó a acariciar mi agujero con un dedo que me hizo ensalivar poniéndolo en mi boca. Luego dos y al final tres, mientras yo me estiraba de gozo! Se puso detrás mío y me volvió a lamer ensalivando mi agujero con su lengua. Se levantó y acomodó la cabezota de su verga de mármol en la puerta de mi culo y la fue introduciendo primero lentamente y luego a un ritmo creciente. Yo comencé a gemir, sentía ese émbolo ir y venir adentro mío y pensé que iba a estallar de placer.-¡Aaaah! ¡Gabriel! ¡Te siento adentro! ¡Dame más, dame más!
-¡Aaaagh papu! ¡Que apretado lo tenés! ¡Que apretado!
No duramos mucho más, Gabriel la sacó antes de acabar y yo me di vuelta para sentir su leche tibia. Acabó parte en mi boca y parte en la cara. Yo le agarré la pija con la mano y me la puse en la boca para limpiar hasta la última gota apretando ese tronco grueso y venoso. Nos acostamos uno al lado  del otro y extenuados y me besó saboreando su mismo jugo de macho. Después de descansar un rato nos duchamos juntos y aprovechamos para besuquearnos y acariciarnos mojados. No había tiempo para más, nos cambiamos y nos fuimos seguros de que habría más encuentros.

1 comentarios - Gabriel y yo en el telo. 3

Elcuatroagujas +1
Que bueennnnooooo
J0seM0r4le5 +1
Me alegro que te gustara. En la medida que sume puntos seguiré subiendo historias.