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Claudia y Mario

La familia de Carlos se mudó a una casa nueva, el antiguo piso era algo estrecho y ya estaban un poco ahogados, así que, después de ver un adosado que les gustaba, lo compraron y no tardaron en mudarse allí.

La casa era grande, con dos baños y cuatro habitaciones, se dejó la más iluminada para que fuera el despacho del padre y los dos hermanos se quedaron en dos cuartos contiguos, idénticos, así, dijo la madre, no discutirán.

Fue cuando Claudia abrió el armario que vio que era grande, lo cual le venía de perlas para toda su ropa, entonces vio que había una especie de tabla en la pared del fondo, pegada al suelo, al acercarse a ella esta se movió hacia un lado y apareció su hermano.

Al parecer, nadie sabía por qué, había un agujero que comunicaba ambos armarios y que estaba cubierto por una tabla, el padre dijo que luego se taparía, pero que de momento se quedaría así.

En cuanto a Mario, tenía dieciocho años, era un chico normal, había tenido ya una novia con la que había roto y no era un chico feo ni gordo, así que alguna vez si caía algo, se enrollaba con alguna chica y ya había tenido relaciones, para su suerte, había follado ya con la más puta del pueblo y ella le había realizado su primera felación, él siempre recordará cuando se había corrido en su boca, llenando esos labios carnosos de semen, como ella había sonreído gustosa y tragado al lefada, así lo había escrito él en su diario personal y privado, y en esas páginas había escrito otras cosas que, si su familia las leería, alucinarían.

Mario veía que su hermana Claudia, de veintiséis años, no estaba nada mal físicamente, por avatares de la genética había desarrollado pronto, teniendo ahora unos grandes pechos, no mucho, pero si eran generosos, en las vacaciones familiares a la playa, en la piscina, en verano, cuando ella llevaba unos escotes de vértigo, Mario no podía evitar excitarse un poco con esa imagen, no era culpa suya, si no de las hormonas de la adolescencia, además muchos hombres la miraban de soslayo, incluso familiares como el tío Ramón, porque, hay que decirlo, Claudia estaba buenísima, hubiera podido ser modelo, actriz, incluso dedicarse al porno o la prostitución y hubiera ganado muchísimo dinero.

Sin querer, a los quince años Mario ya tenía sueños eróticos con su propia hermana y pronto se vio masturbándose pensando en ese cuerpo y esas tetazas, con las que soñaba ver, tocar y chupar.

En su diario escribía todo esto, esperando que su hermana no tuviera la horrible idea de robarlo y leerlo, aunque se fiaba de ella y no la creía capaz, es más incluso creía que Claudia desconocía la existencia de dicho diario.

En esa casa nueva escondió el diario dentro del armario, bajo unas mochilas que ya no usaba.

Llegó un día en que tuvieron que quedarse solos, la abuela materna se puso enferma, estaba ya muy mayor, y los padres tuvieron que ir y quedarse en su casa dos días enteros, Mario y Claudia, por supuesto, sabían cuidarse solos, así que no hubo problemas.

Esa tarde Mario se fue al gimnasio, al volver se sentía excitado, siempre que hacía un esfuerzo físico como ese después iba a su habitación y se masturbaba, entró en casa con prisa, su hermana le había dicho que se iba a ir con unas amigas, así que se creía solo.

Abrió la puerta de su habitación de golpe y su hermana se levantó de la cama, el diario cayó al suelo.

Mario la miró fijamente y después miró el diario, iba a gritarle, enfadarse de ira al ver que había violado su intimidad, pero vio que Claudia se arreglaba la falda que llevaba, vio que estaba despeinada y sudada, ¿Acaso se estaba masturbando con las vivencias que él había escrito ahí?

--¿Que haces?--preguntó molesto—Eso es mi diario.

--Yo... Lo siento, hermanito—dijo Claudia, colorada como un tomate.

--Ni hermanito ni leches—dijo Mario--¿Por que lo has cogido? Eso es algo íntimo.

--Lo siento, es que lo vi ahí---dijo Claudia—Y no pude resistirme.

--Estoy muy enfadado—dijo Mario—Se lo voy a decir a mama y papa.

--No, eso no, por favor—dijo Claudia—Que quiero ir a un concierto y como me castiguen lo podré ir, ya tengo las entradas.

--Me da igual.

--Jo, Mario—dijo ella—Haré lo que sea, por favor.

Por la cabeza de Mario pasó la alocada idea de tirarla contra la cama y cometer una barbaridad, pero la desechó, no obstante, sabía lo que había visto, y dijo:

--¿Que estabas leyendo en el diario, he? ¿Que estabas toda sudada?

Claudia se quedó sin palabras, al final, dijo, tímida:

--Eso de... cuando te follaste a la Irene, cuando te corriste en su boca.

Mario es excitó todavía más, se imaginó a su hermana allí, leyendo sus polvos escritor y masturbándose. ¡Si lo hubiera sabido! Quizás hubiera entrado sin hacer todavía menos ruido y verla allí, gimiendo de gusto mientras se tocaba.

--Por favor, Mario—dijo Claudia—No se lo digas a nadie.

--Pero me tendrás que recompensar de alguna forma—dijo él.

--Haré lo que sea.

Y entonces Mario, cachondo, con el pene erecto bajo el pantalón, se lanzó a la piscina.

--Acuéstate conmigo—dijo.

Claudia le miró como si hubiera proferido el peor insulto del mundo.

--¿Que? Tu estás loco.

--Por qué no.

--Por que soy tu hermana.

--Y qué.

--Tu hermana de sangre, gilipollas.

--Pues para leer mi diario no te importaba—dijo él—Y cuando has leído eso, ¿Te has imaginado a mi follando? ¿Te has puesto cachonda con tu hermano?

Claudia no sabía como responder a eso.

--No me vas a venir que te escandaliza—dijo Mario—Que se que follas, y mucho.

--Guarro--dijo ella—No voy a hacerlo.

Claudia, de nuevo, se quedó muda.

--Como mucho, como mucho—dijo--Te dio un abrazo y dos besos.

--Ja, ni de coña—dijo Mario—Yo quiero follarte.

Claudia se quedó impresionada al escuchar aquello, que su propio hermano quisiera follarla allí, en su cama, la puso todavía más cachonda.

--Desnudos--dijo Mario—Y nos sobamos y me haces una paja hasta que me corra.

Mario no se reconocía, pero no podía ya parar lo que había empezado, no al menos hasta tener un no tajante.

--En ropa interior—dijo Claudia—Y nos tocamos, solo lo justo, es mi última oferta.

Mario la miró pensativo, sus grandes pechos se marcaban bajo su camisa y su polla, tiesa ante la posibilidad de sentir la piel desnuda de su hermana, estaba punto de reventar los pantalones del chándal, aceptó, sabía que no podía tensar demasiado la situación o lo perdería todo.

--De acuerdo—dijo.

Claudia, de repente, se mostró tímida, Mario, mucho más deseoso que ella, se quitó la camiseta, no tenía mal cuerpo, y Claudia lo sabía, porque lo veía.

--Estoy sudado, no te importará—dijo.

--Mejor--dejó escapar ella, pero se mostró tímida al instante.

Se desabrochó la camisa despacio, bajo la atenta mirada de su hermano, Mario casi alucinó cuando vio el sujetador de color rosa pálido, muy sencillo, que sujetaba lo mejor que podía sus grandes pechos, se mordió el labio conteniéndose, hubiera cogido y le hubiera arrancado aquella prenda, las tetazas de su hermana eran algo que lo obsesionaban desde que se fijó en ella pro primera vez.

Claudia dejó caer la camisa al suelo y le miró, entre tímida y excitada, Mario la miró a los ojos y después bajó la mirada hacia sus tetas.

--Madre mía—dijo caso sin poder articular palabras.

--Calla, tonto—rió ella nerviosa.

--Quítate los pantalones—ordenó él.

Claudia recibió esa orden como una sumisa caliente y desabrochó su botón, sus pantalones eran cortos, de verano, Mario, casi sin darse cuenta, llevó la mano hacia su paquete, por encima del pantalón, y frotó el bulto que era su polla endurecida.

Claudia se quedó en ropa interior y le miró, vio que se estaba tocando, al principio no hizo nada, estaba un poco cachonda, porno decir demasiado, pero se conocía y sabía que podría estarlo todavía más, se acercó a él y palpó el torso fibroso del chico y después su vientre.

Mario la agarró por la cintura y la atrajo hacia él, ella se dejó, era el trato, así que debía ceder, se abrazaron, sus pieles se tocaron calientes y Mario, para su sorpresa, besó su cuellos, besos lentos y firmes.

--Mnmm--dejó escapar ella.

--Vamos a la cama—dijo él--Tumbémonos en ella y a ver que pasa.

--Vale--dijo Claudia—Pero no vamos a follar. ¿Eh?

--Ya veremos.

Claudia se sentó en la cama, apoyó los brazos en ella y le miró con una mueca de picaresca, Mario la observó mientras se quitaba los pantalones del chándal, los ojos de Claudia fueron solos a la polla bajo los slips, era un gran bulto, y ella supo que tenía un gran rabo, se movió juguetona con el fin de que sus tetas se movieran para él, y, en efecto, sus pechos se bambolearon dentro del sostén, parecían querer escapar de allí y, por unos segundos, Mario sintió la necesidad de agarrar la prenda y arrancársela para que las tetazas salieran bamboleándose.

--Joder, es impresionante—dijo.

Su hermana sonrió ante el cumplido, sus tetas le habían procurado buenos polvos, era lo que usaba para seducir y atrapar a hombres para follárselos.

Mario se acercó a ella y Claudia retrocedió en la cama hasta quedar tumbada. Mario se deslizó a su lado y quedó apoyado sobre su codo para mirarla.

--Solo lo justo—dijo--Lo que hemos hablado.

Llevó la mano a su vientre desnudo, su piel era caliente, parecía masajearlo, se inclinó sobre ella y besó su mejilla, después hundió la cara en su cuello, Claudia sintió sus besos allí de nuevo, húmedos y excitantes.

--Ni se te ocurra hacerme un chupetón—dijo, no obstante.

--Ya lo se—dijo Mario—No soy tonto.

Estaba claro que un chupetón podía ser visto por sus padres, armándose una gorda, pero Mario quería hacerle muchas cosas, aunque en ese momento sabía, para su desgracia, que no lo haría, pero un chupetón, no.

Claudia le rodeó con sus brazos mientras de su boca escapaban gemidos, no se reconocía, allí, ¡Con su hermano! Pero le daba igual, estaba cachonda, no podía parar.

Él tocaba sus muslos y su espalda, sus cuerpos pegados, sentía sus tetas bajo su sujetador contra su torso, Claudia enroscó su pierna izquierda con la del hombre mientras él continuaba besuqueando su cuello repetidas veces, llegó al hombro y quitó la cinta del sujetador para besarlo.

--Oye--se quejó ella.

--Fiate de mi—dijo él—Relájate y disfruta.

--Mmmm, vale—dudó ella, que ya todo estaba empezando a darle igual.

Durante unos minutos él besó su cuello despacio mientras acariciaba su vientre y sus muslos desnudos y calientes, Claudia se mordía el labio gustosa, su coño le palpitaba, pero no iba a darle esa polla, lo sabía, no podía.

Aunque dentro de ella algo intentaba convencerla de lo contrario.

Mario bajó entonces por su pecho, hacia sus tetas.

--Oh, Mario—dijo ella—No hagas locuras.

--Hasta donde puedo besarte—dijo él mirándola, con sus caras muy cerca la una de la otra.

Ella se apartó un poco, él no podía estarse quieto, pensaba que lo que tomase ahora se lo llevaría, aunque tuviera que disculparse, y comenzó a besarle de nuevo el pecho, primero muy arriba, para después ir bajando, Claudia se quedó quieta, sentía la boca descendiendo hacia sus pechos, sin duda sabía que su hermano hubiera cogido y los hubiera tocado y probado si ella no se hubiera prohibido.

Cuando su improvisado y prohibido amante llegó al comienzo de su escote, la linea que formaba una tetaza con la otra, supo que ese era el límite.

--Vale--dijo.

--Vale--dijo él.

Y continuó besando por lo permitido mientras Claudia acariciaba su espalda y sus piernas.

Ambos sabían que iban a tener que dominarse mucho para no cometer una locura y follar como locos, la boca de Mario no solo besaba si no que lamía en pequeñas partes su pecho, Claudia acariciaba la espalda y gemía en alto, con el fin de excitar y excitarse, y funcionaba.

--Oh, que bueno—dijo Mario—Que mujer más increíble eres.

Claudia se revolvía contra él como una gata gustosa.

--Lo que te haría—dijo el muchacho—Te follaría toda la noche.

--Oh, Mario—gimió ella—No me digas eso.

--Si es la verdad.

Ambos sudaban como dos perros en celos, ella notaba su olor a “macho” y la excitaba, Mario lamió su teta izquierda, desde el límite hasta arriba.

--¿Y que más me harías?--preguntó ella--¿Que más?

--Me gustaría comerte las tetazas estas que tienes—dijo él con la voz entrecortada---Saborear tus pezones, meterte la polla hasta el fondo.

--¡Oh!, ¡Ven aquí, cabrón!

Lo atrajo hacia ella, se movieron el uno contra el otro, de lado, sintiendo sus cuerpos, “Petting”, creía Claudia se que llamaba, y le gustaba mucho aunque no fuera follar, porque sabía que no había nada como que a una se la metieran por su coño excitado.

--Mmmm—gemía—Ohoo.

Mario se apartó de ella, ante su sorpresa, su mirada era de deseo.

--Tumbate encima de mi—dijo.

Ella lo hizo sin pensárselo, porque deseaba hacerlo, y al hacerlo sintió el pene erecto bajo la ropa interior de él, y Mario sus tetas pegadas a su pecho, bajo el sujetador rosa que tanto deseaba arrancar, junto con las bragas, para follarla como se merecía.

Tocó su espalda y sus dedos llegaron a la costura de su braga, Claudia se movió despacio, cadenciosamente, sobre él, haciendo de nuevo petting, él besaba sus hombros, con los tirantes del sujetador bajados.

Las braguitas se habían bajado un poco, dejando ver el comiendo del rollizo culo de ella, entonces Claudia llevó las manos abajo y bajó un poco el calzoncillo, quería meter las manos dentro pero no se atrevía.

--¿Puedo tocarte el culo?--preguntó él entonces.

Claudia le miró, sus alientos se mezclaban.

--¿Que?--dijo al final--Claro que no.

--Algo tendrás que dejarme tocar—dijo él.

--Pues claro—dijo ella.

Y rió juguetona ante aquella petición, entonces él metió un poco la mano bajo sus bragas y sintió algo de carne de ese culo que tantas fantasías había despertado en él, Claudia se sorprendió por aquello, pero no dijo nada.

Estuvieron así un rato, tocándose y besándose, las manos de él tocaban su cintura y subían, sus pulgares rozaban la parte bajas de las tetas sobre la tela negra, ella lo sintió pero se lo permitió, por alguna razón pensó que aquello era muy diferente a tocar bien la teta, esta desnuda, y además ese roce la excitaba, de repente sintió la necesidad de que le tocarse los pezones, estos eran anchos y turgentes y le encantaba que se los manejasen y chupase pero, de nuevo, se contuvo, no podía, ni debía, entonces ella se hizo a un lado, él creyó que lo bueno había acabado, que diría que ya era suficiente.

Se miraron a la cara, ambos respirando por la boca cachondos, calientes como sus sexos, ella despeinada, con los tirantes del sujetador bajados y las bragas mojadas, sonrió, él le devolvió la sonrisa, ambos estaban en su juego íntimo y sexual, incestuoso y tabú.. ¡Que divertido y excitante!

--Tócala--dijo Mario.

Ella miró su torso y su miembro tieso bajo la tela.

--¿Cómo?

--Que puedes tocarme la polla, si quieres—dijo él.

--¿Que?--dijo Claudia contrariada por aquellas palabra—Oh, no, no.

Pero en el fondo deseaba tocar el bulto e incluso meter la mano dentro y acariciarlo con ganas.

--No se...--dijo, indecisa.

--Si por mi fuera te estaría follando ahora mismo—dijo Mario—Así que...

Claudia no hizo nada al principio, Mario acariciaba su espalda, tumbado boca arriba, con su mano izquierda, por un momento pensó en lanzarse y desabrocharle el sujetador, comprobar que pasaría, sin duda sus tetazas quedarían al descubierto, sus senos libres, blancos y deliciosos, pero se contuvo, quería ir poco a poco a ver si así lo conseguía por una vía menos traicionera.

Claudia llevó sus dedos al bulto, las yemas de estos acariciaron la tela, sintiendo la dureza del pene bajo ella, Mario gimió.

--Oh, si—dijo—Vamos, es para ti, es tuyo.

La inclinó hacia él y comenzó, de nuevo, a besar su pecho, esta vez no respetó el límite que ella le había puesto y sus besos y succiones llegaban hasta donde comenzaba la tela, chupaba con sus labios la piel tirando de ella, metía la cara entre las tetas. Claudia se estremecía de gusto, tocaba la polla sobre la tela, ahora sin ninguna timidez, las piernas de los dos estaban entrelazadas.

Y, de repente, ella se apartó.

--¿Que pasa?--preguntó él--¿No te gusta?

--Ya está, ya está—dijo ella—No vamos a seguir con esto, ya he cumplido contigo, se acabó.

Salió de la cama, al hacerlo sus pechos pasaron por encima de la cara de él.

Mario supo que no podía forzar la situación, el trato era el trato.

--Bueno--dijo—Si es lo que quieres.

Ella le miró, de pie, cogió su vestido, hacía fuerza para no ir y ponerse sobre esa polla y metérsela dentro hasta el fondo, pero eran hermanos y no podían.

--Espero que te haya gustado—dijo--Porque no va a volver a ocurrir.

Se giró para salir, antes de hacerlo giró la cabeza y vio que Mario la miraba, tenía el pene al descubierto y se masturbaba, salió de allí, pero al visión de esa polla la excitó, llena de venas, gorda, y eso que solo la había visto unos segundos...

Corriendo, fue a su habitación, se tiró sobre la cama y comenzó a tocarse, necesitaba correrse cuanto antes.

Se quitó el sujetador y las bragas y se tocó las tetas, los pezones, las tenía manchadas de la saliva de su hermano y eso la excitaba, también el olor de su mano, olía a polla, a sexo.

Comenzó a gemir y entonces escuchó como M gemía, debido a que los cuartos eran continuos, y además el sonido pasaba perfectamente por la tabla del armario.

--Oh, Claudia—gritaba Mario, sabiendo que estaban solos—ha sido genial, me voy a correr con eso un mes.

--No digas eso—gritó Claudia—Oh, Ah.

Ambos gemían en alto mientras se masturbaban, Claudia pensó en que aquello estaba mal, pero ya era tarde, su hermano era un hombre y ella se había excitado con él, y después de todo eso no era como follar. ¿O si?

--Oh, joder, me corro—dijo Mario de repente.

Claudia se excitó como nunca, con la imagen del pene tieso y el cuerpo sudado y cachondo de su hermano, sintiendo todavía sus besos por su cuello y sus tetas.

--Ah, si, llego, ya llego.

Y los dos gritaron al correrse, el líquido de Claudia manchó sus muslos, su cama, mientras sus dedos entraban y salían deprisa y su otra mano apretaba sus tetas con violencia, porque le excitaba un poquito de daño. Mario soltó todo su semen pensando en el delicioso cuerpo de su hermana.

Después se quedó tumbado, exhausto, ella igual, apenas con fuerza para moverse.

Después, Claudia pensó en como sería convivir con su hermano, quizás fuera incómodo, después de todo habían estado a punto de follar, y si no se hubiera controlado lo hubieran hecho, pero cuando salió de la ducha vio que Mario entraba para ducharse él también, y cuando salió hizo como si nada hubiera ocurrido, y ella hizo igual, no se habló ni del diario ni de la compensación.

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