Mas de una vez leí sobre el lenguaje corporal. Una forma de expresión propia del cuerpo que, el hábil lector, puede comprender con fluidez; como si se tratase del idioma nativo que cada uno lleva dentro. Una mirada mantenida; repetida en intervalos de escasos segundos invita a compartir sensaciones. Una cabeza descansando sobre la palma de la mano indica aburrimiento; invitando a un drástico giro en la conversación si no deseamos perder a nuestro interlocutor.
Un pequeñísimo roce voluntario de brazos; apenas un beso entre nuestras pieles nos invitó a disfrutarnos. Así fue como me invitaste a vos. Así fue como yo acepté tu invitación.
La lluvia de madrugada siempre es mas que lluvia. Envalentona atrevida sabiendo que las calles son suyas mientras la gente duerme. A veces, hasta trae consigo un viento vandálico que herrumbra los techos de zinc cercanos a la estación de omnibus. Poca gente sube en la terminal. Una terminal hecha con gruesas maderas; una especie de cabaña enorme en donde hay oficinas, kioscos, cabinas telefónicas y un bar que nadie atiende a esa hora.
Desde el kiosco una morocha maquillada como una puerta se abre una camisa derramando su operado busto mientras apenas logra tapar sus pezones. No logro identificar quién es. Tampoco me importa. No despierta en mí un ápice de erotismo. Prefiero la mujer real, mundana.
La madre que tiene arrugas y tetas caídas, la que te coge aprovechando cada minuto que sus hijos no están cerca para volver a ser mujer. Para volver a sentirse amada.
O sino la pendeja de mente tímida pero cuerpo caliente, con una marquita acá o allá de acné evidenciando su pubertad. Se deja el vello púbico abultado para demostrarte que ya es una mujer; que no es una nena. Te coge como si fueses el amor de su vida.
La gordita que se siente acomplejada porque algún pelotudo una vez le dijo "estás gorda" o "tenés panza" derrumbando su autoestima. Encima sale y se encuentra con la morocha de la revista diciéndole "Así deberías ser". La ve con sus tetas operadas y su maquillaje que no saca ni con aguarrás y con una cinturita de avispa físicamente imposible. La ve y sufre por una estética monstruosa imposible e irracional. Pero en la cama, la gordita se mueve como la mas profesional de las gimnastas. De esas chicas que después del polvo te dan ganas de aplaudir.
La madura que, frente al espejo, nota que su cuerpo joven quedó en el pasado. Pero no piensa que los hombres la siguen viendo igual de erótica. Igual de mujer. Sumando el agregado tan deseable de la experiencia. Una loba madura llenando los ambientes de feromonas allá por donde va. Todos sabemos que la fruta mas dulce es la mas madura.
Luego pienso en la morocha de la revista. Me imagino una noche con ella. La imagino en lencería posando frente a mi; confundiéndome con un fotógrafo mas que con su amante. Me la imagino dándole un beso mientras mis labios resbalan sobre capas y capas de maquillaje. Luego intento tocar sus tetas pero hay una firme resistencia antinatural. Pienso que me pediría hacerlo frente al espejo para poder peinarse y poner carita sexy en un eterno estado de "selfie". La percibo histérica y caprichosa. Menos me atrae.
Déjenme a las mujeres reales.
- ¿Vamo' subiendo, compañero? - Me dice un hombre bajito y con panza. Lo dice simpático y alegre mientras se toma un último mate. Un uruguayo, mas específicamente, un coloniense, que en plena madrugada de lluvia nos lleva para Montevideo. Se lo nota despierto y ágil. Descansado. El lenguaje corporal me habla y me dice que estamos en buenas manos.
Reclino mi asiento y abro la rendija individual del aire acondicionado. Me golpea suave y fresco. La lluvia atrevida en mi ventana da con fuerza casi a punto de doblar el vidrio. Un techito le da abrigo a un perro amarillento echado de costado, casi, casi, tocando las baldosas mojadas con las patitas. Se le nota el calor y la frescura que le da el fuerte viento y la lluvia caliente. Un tipo con camisa blanca lleva bolsos al baúl del micro. Pasa por al lado del perro y le dice algo que no escucho. Éste le responde moviendo la cola dos veces. Vago y lindo.
Señoras de pelo corto teñido de rubio con gruesos lentes se ubican detrás de mi asiento. Hablan de sus nietos y se muestran fotos una a la otra. Espero a que el colectivo arranque para moverme al fondo. Colonia de madrugada y con lluvia sigue siendo Colonia. La gente va subiendo en silencio a medida que se hacen las paradas obligadas. A veces se escuchan bajitos: "Buen día, ¿Se puede acá?"
Las palmeras que custodian la ruta 1 siempre me fascinaron. Kilómetros de silenciosas columnas naturales de un lado y otro. Aún en plena noche se hacen ver. Lejos se ven las dibujadas siluetas de las arboledas iluminadas por los relámpagos.
Es en el cruce con Juan Lacaze que te veo. Primero bajan todos los que van al pueblo. Quedamos muy pocos arriba. Bajas del micro que te trae a la ruta y corres al mío con los pelos pegados a la cara. Miras el piso y el viento te empuja para acá y para allá. Te pierdo de vista. A medio pasillo del micro te hallo dudosa. Fruncís el ceño y te llamo con la mente: "acá hay un lugar vacío". Luego te sentas donde estabas y el micro avanza. "Quise respetar los asientos asignados" me vas a decir en una hora, mas o menos. "Las reglas hay que romperlas a veces" te voy a responder yo tirando frases pelotudas de Bucay. Ya no se oyen a las señoras hablando de sus nietos. Dormito pensándote, morocha linda de ojazos tristes. Flaca dolida que se consume por la depresión. Ninguna mujer debe permitir que su alegría dependa de otra persona. Mucho menos vos que sos una musa que inspira a soñar. Me duermo pensándote.
Te pienso.... Como te pienso.
- Perdoname, ¿Me puedo sentar acá? - Despierto de mi sueño y vuelvo a entrar en otro.
- Obvio si, sentate - Te invito sacando un ligero abrigo que llevo para la lluvia.
- Gracias, disculpame. Es que tenía un mamado al lado que no se aguanta ni él el olor.
- ¡Uh, que cagada! - Te digo todavía medio dormido no creyendo que estés acá conmigo. Suspiras y tiras el asiento para atrás. Dejas olor a jabón. Olor a limpio. A fresco.
- ¿Te dijo o hizo algo el tipo?
- Nah, pasa es que está dado vuelta y despatarrado arriba del asiento. En curda y sin bañarse el bichicome ése. Y encima putea dormido - Me miras a los ojos. Paseas por mi cuerpo y volvés la vista al asiento delantero. Todavía medio dormido te leo igual.
- Menos mal que hoy me bañé - Te digo repitiendo el mismo relojeo que me pegaste vos. Te reís suelta. No esperabas reírte de un chiste boludo en un día tan gris.
- ¿Sos porteñito, che?
- Solo de documento. De sangre soy compatriota tuyo... ¡Bo! - te acentúo el último "bo".
- Y de acento también, te delata.
- Lo puedo cambiar si no te gusta - Te hablo con todo el lunfardo uruguayo que se me ocurre en ése momento. Imito a Juceca, Suarez y al Pepe. Nos reímos mucho.
Me contás de tu motivo de irte para Maldonado. Me decís que vas a lo de tu hermana porque te estás separando de un engendro humano. Una suerte de tipejo garrapata que te usa de todas las maneras que puede ser usada una persona. Te dice que sos una inútil, que no servís. Te dijo antes que estabas gorda; y cuando empezaste a utilizar la bulimia como recurso para adelgazar se te cagó de risa en la cara. Te miro los nudillos y los tenés sanos; sin marcas de dientes. Te das cuenta. "Cepillo de dientes" me decís haciendo el gestito. Te pregunto como estás ahora y me reconfortas diciendo que fue hace mucho éso. Que ahora estás mejor y que de a poco vas ganando tu peso correcto; al igual que tu autoestima. Hace un tiempo que volvés a sentirte a gusto con vos misma y eso te hace bien.
Mastico bronca en su contra. Pienso que el borracho injuriador es un Teletubbie comparado con el parásito que tenés, o que tenías, en tu vida. Después de mucho escucharte te felicito por la decisión de irte. Estamos cara a cara recostados en nuestros asientos. Nos miramos.
Hablo un poco yo para devolverte la confianza que tuviste en mi al contarme cosas tan privadas. Una pregunta mía queda en el aire sin respuesta. Después tu brazo toca al mío. Tu lenguaje corporal me invita y yo hablo tu lengua. De pronto te percibo mas cerca de mí, mas íntima. Inclinada sobre el apoya brazos me miras atenta. Busco tu boca con los ojos, miro tu lengua chasquear entre risas. Te gusta mirarme y lo haces sin pudor. No hace falta mas preludio. Ambos sabemos qué queremos. Ahora busco tu boca y tu verdadera lengua. La encuentro suave y cálida. Nos besamos y vos te arrodillas en tu asiento para besarme mejor. Yo levanto el apoya brazos del medio y te traigo para mí. Acomodamos mejor nuestros cuerpos para el disfrute. Descansas tu peso sobre mi y yo te recibo. La ropa nos estorba, nos asfixia.
- Ya estamos llegando - Me decís cerrando los ojos mientras buceo bajo tu blusa. El amanecer nos encuentra en las afueras de Montevideo; con vos sobre mi y yo sobre tus tetas. Una nuca pelada se da vuelta mas adelante y ve tu espalda agitándose sobre mi. Tímidamente vuelve la vista hacia adelante.
- Te quiero coger - Te digo y vos te levantas para bajarte el jean hasta las rodillas. Imito tu movimiento y ambos quedamos liberados del molesto ropaje. Tu cara colorada me enloquece. Es evidencia de tu ardor. Te inclinas y me regalas un oral rápido e intenso. No quiero ser el único que disfruta y obligo a mis dedos a que te den placer. Los empapo en tus jugos y vos tu boca con mi pija embadurnada de saliva. Saco un preservativo de mi campera y vos pedís colocármelo. Ya enfundado en el molesto látex te acomodas sobre mi y bajas suspirando para no gritar. En el reducido espacio que tenemos nos acomodamos como podemos. Aprovechamos los dos asientos y vos acomodas tus rodillas. Casas bajas empiezan a verse. No tenemos mucho tiempo. Me das la espalda justo a tiempo de que pase el acompañante del chofer anunciando las paradas obligadas. Él te mira y vos le haces un gesto con la mano. Tu cuerpo esconde el mío. No se da cuenta o no le importa; nunca sabremos. Cuando vuelve a cerrar la puerta de la cabina te abrazo por la cintura y me muevo yo. Apenas se te escapa un gritito que ahogas mordiéndote la mano.
- Quedate quieto - Me decís y la gente empieza a levantarse, todos muy adormecidos. Te clavas en mí hasta el fondo simulando que estás sentada. Yo juego con tu clítoris divertido. Tu cuerpo da espasmos involuntarios victima de las descargas que provoca la fricción de mi sexo dentro de tu sexo. La gente baja y nadie nota nada.
- Plaza Cuba - Anuncia nuevamente el acompañante del chofer. Ésta vez solo llega hasta la mitad del ómnibus. En el fondo estamos nosotros solamente.
- Ya estamos por llegar a la terminal - Decís mientras te levantas. Me preparo para ponerme el jean pensando que hasta ahí llegamos cuando me sacas el preservativo y me la empezas a chupar nuevamente. Rápido succionas el glande mientras con la mano me masturbas. Derramo mi leche en tu boca la cual recibís gustosa.
- Justo a tiempo - Me decís cuando el ómnibus maniobra para entrar en Tres Cruces.
Bajamos abrazados y te invito a desayunar.
- ¿A que hora sale el que te lleva para Maldonado?
- A las 15hs recién. No conseguí otro - Respondes apagada.
- ¿Vamos a mi hotel? - Digo y te leo. Leo tus expresiones, tu media sonrisa. Leo tus dientes mordiendo tu labio inferior. Tu respiración profunda. Hasta puedo leer tu olor a perfume y sudor. Querés seguir cogiendo y te lo leo en toda la cara. Leo tu orgasmo que no pudo ser porque empezamos tarde. Y eso no puede ser; te mereces tu orgasmo.
- Vamos - Decís sin necesidad, sabía que ibas a aceptar.
Hacemos tiempo por Tres Cruces hasta la hora del check in. Una vez en la habitación nos desnudamos mutuamente y nos llevamos a la ducha. Ahí el sexo se baña con nosotros. Contra la pared te hago el amor. Como una mujer como vos se merece que se lo hagan. Me deleito en tu cuerpo y te lo hago saber; te hago saber que sos ardiente, que sos una mujer que atrae. Te mereces morbo, sexo y lujuria. Todo te lo doy. En la ducha lamo tu sexo; embebiendo tus flujos mezclados con el agua que cae. Vos gritas con fuerza. Los gritos que en el micro tuviste que tragarte, junto con mi semen, ahora son libres para salir de tu ser. El orgasmo llega como la estrella de una fiesta: sonoro, prepotente y efusivo. Tus labios vaginales palpitan fuerte cuando te penetro, tu sexo me recibe dilatado. Te beso entre tu pelo mojado, te como los labios y te muerdo la lengua.
Sin secarnos salimos de la ducha y nos tiramos a la cama empapados. Ésta travesura me costaría un llamado de atención de Housekeeping. Un reto que me pasaría por el escroto sabiendo que, bien valió la pena. Abrís las piernas para mi; para recibirme. Yo te penetro fuerte. Aplauden nuestras pelvis al chocarse con fuerza. Un sonido que nos estimula arrebatándonos a todo deseo. Me empujas sobre el alfombrado duro, gastado y me montas. Nuevamente tu lenguaje corporal me dice que te gusta llevar el ritmo. Estás aprendiendo a llevar las riendas de tu vida y eso me gusta de vos. Que aprendas a hacer lo que te gusta y no lo que te imponen. Sé indómita. Acabamos juntos y te derrumbas sobre mi cuerpo. Quedamos abrazados. Con tus tetas sobre mi pecho. Tus tetas calientes mezcla de agua de ducha y sudor.
Ya en Tres Cruces la acompaño hasta su ómnibus donde nos despedimos con largos besos y abrazos. No nos pasamos ningún contacto. Tampoco nos preguntamos los nombres. Tuvimos una conexión intensa en pocas horas y preferimos dejarlo en la mas privada de las anécdotas. Por lo menos hasta ahora. Logramos ser íntimos en una madrugada de lluvia; viajando por la ruta de otro país. Tu país. Un poco el mío también.
Si por ésas casualidades llegas a leer ésto... Te deseo toda la felicidad que una mujer como vos se merece.
Un pequeñísimo roce voluntario de brazos; apenas un beso entre nuestras pieles nos invitó a disfrutarnos. Así fue como me invitaste a vos. Así fue como yo acepté tu invitación.
La lluvia de madrugada siempre es mas que lluvia. Envalentona atrevida sabiendo que las calles son suyas mientras la gente duerme. A veces, hasta trae consigo un viento vandálico que herrumbra los techos de zinc cercanos a la estación de omnibus. Poca gente sube en la terminal. Una terminal hecha con gruesas maderas; una especie de cabaña enorme en donde hay oficinas, kioscos, cabinas telefónicas y un bar que nadie atiende a esa hora.
Desde el kiosco una morocha maquillada como una puerta se abre una camisa derramando su operado busto mientras apenas logra tapar sus pezones. No logro identificar quién es. Tampoco me importa. No despierta en mí un ápice de erotismo. Prefiero la mujer real, mundana.
La madre que tiene arrugas y tetas caídas, la que te coge aprovechando cada minuto que sus hijos no están cerca para volver a ser mujer. Para volver a sentirse amada.
O sino la pendeja de mente tímida pero cuerpo caliente, con una marquita acá o allá de acné evidenciando su pubertad. Se deja el vello púbico abultado para demostrarte que ya es una mujer; que no es una nena. Te coge como si fueses el amor de su vida.
La gordita que se siente acomplejada porque algún pelotudo una vez le dijo "estás gorda" o "tenés panza" derrumbando su autoestima. Encima sale y se encuentra con la morocha de la revista diciéndole "Así deberías ser". La ve con sus tetas operadas y su maquillaje que no saca ni con aguarrás y con una cinturita de avispa físicamente imposible. La ve y sufre por una estética monstruosa imposible e irracional. Pero en la cama, la gordita se mueve como la mas profesional de las gimnastas. De esas chicas que después del polvo te dan ganas de aplaudir.
La madura que, frente al espejo, nota que su cuerpo joven quedó en el pasado. Pero no piensa que los hombres la siguen viendo igual de erótica. Igual de mujer. Sumando el agregado tan deseable de la experiencia. Una loba madura llenando los ambientes de feromonas allá por donde va. Todos sabemos que la fruta mas dulce es la mas madura.
Luego pienso en la morocha de la revista. Me imagino una noche con ella. La imagino en lencería posando frente a mi; confundiéndome con un fotógrafo mas que con su amante. Me la imagino dándole un beso mientras mis labios resbalan sobre capas y capas de maquillaje. Luego intento tocar sus tetas pero hay una firme resistencia antinatural. Pienso que me pediría hacerlo frente al espejo para poder peinarse y poner carita sexy en un eterno estado de "selfie". La percibo histérica y caprichosa. Menos me atrae.
Déjenme a las mujeres reales.
- ¿Vamo' subiendo, compañero? - Me dice un hombre bajito y con panza. Lo dice simpático y alegre mientras se toma un último mate. Un uruguayo, mas específicamente, un coloniense, que en plena madrugada de lluvia nos lleva para Montevideo. Se lo nota despierto y ágil. Descansado. El lenguaje corporal me habla y me dice que estamos en buenas manos.
Reclino mi asiento y abro la rendija individual del aire acondicionado. Me golpea suave y fresco. La lluvia atrevida en mi ventana da con fuerza casi a punto de doblar el vidrio. Un techito le da abrigo a un perro amarillento echado de costado, casi, casi, tocando las baldosas mojadas con las patitas. Se le nota el calor y la frescura que le da el fuerte viento y la lluvia caliente. Un tipo con camisa blanca lleva bolsos al baúl del micro. Pasa por al lado del perro y le dice algo que no escucho. Éste le responde moviendo la cola dos veces. Vago y lindo.
Señoras de pelo corto teñido de rubio con gruesos lentes se ubican detrás de mi asiento. Hablan de sus nietos y se muestran fotos una a la otra. Espero a que el colectivo arranque para moverme al fondo. Colonia de madrugada y con lluvia sigue siendo Colonia. La gente va subiendo en silencio a medida que se hacen las paradas obligadas. A veces se escuchan bajitos: "Buen día, ¿Se puede acá?"
Las palmeras que custodian la ruta 1 siempre me fascinaron. Kilómetros de silenciosas columnas naturales de un lado y otro. Aún en plena noche se hacen ver. Lejos se ven las dibujadas siluetas de las arboledas iluminadas por los relámpagos.
Es en el cruce con Juan Lacaze que te veo. Primero bajan todos los que van al pueblo. Quedamos muy pocos arriba. Bajas del micro que te trae a la ruta y corres al mío con los pelos pegados a la cara. Miras el piso y el viento te empuja para acá y para allá. Te pierdo de vista. A medio pasillo del micro te hallo dudosa. Fruncís el ceño y te llamo con la mente: "acá hay un lugar vacío". Luego te sentas donde estabas y el micro avanza. "Quise respetar los asientos asignados" me vas a decir en una hora, mas o menos. "Las reglas hay que romperlas a veces" te voy a responder yo tirando frases pelotudas de Bucay. Ya no se oyen a las señoras hablando de sus nietos. Dormito pensándote, morocha linda de ojazos tristes. Flaca dolida que se consume por la depresión. Ninguna mujer debe permitir que su alegría dependa de otra persona. Mucho menos vos que sos una musa que inspira a soñar. Me duermo pensándote.
Te pienso.... Como te pienso.
- Perdoname, ¿Me puedo sentar acá? - Despierto de mi sueño y vuelvo a entrar en otro.
- Obvio si, sentate - Te invito sacando un ligero abrigo que llevo para la lluvia.
- Gracias, disculpame. Es que tenía un mamado al lado que no se aguanta ni él el olor.
- ¡Uh, que cagada! - Te digo todavía medio dormido no creyendo que estés acá conmigo. Suspiras y tiras el asiento para atrás. Dejas olor a jabón. Olor a limpio. A fresco.
- ¿Te dijo o hizo algo el tipo?
- Nah, pasa es que está dado vuelta y despatarrado arriba del asiento. En curda y sin bañarse el bichicome ése. Y encima putea dormido - Me miras a los ojos. Paseas por mi cuerpo y volvés la vista al asiento delantero. Todavía medio dormido te leo igual.
- Menos mal que hoy me bañé - Te digo repitiendo el mismo relojeo que me pegaste vos. Te reís suelta. No esperabas reírte de un chiste boludo en un día tan gris.
- ¿Sos porteñito, che?
- Solo de documento. De sangre soy compatriota tuyo... ¡Bo! - te acentúo el último "bo".
- Y de acento también, te delata.
- Lo puedo cambiar si no te gusta - Te hablo con todo el lunfardo uruguayo que se me ocurre en ése momento. Imito a Juceca, Suarez y al Pepe. Nos reímos mucho.
Me contás de tu motivo de irte para Maldonado. Me decís que vas a lo de tu hermana porque te estás separando de un engendro humano. Una suerte de tipejo garrapata que te usa de todas las maneras que puede ser usada una persona. Te dice que sos una inútil, que no servís. Te dijo antes que estabas gorda; y cuando empezaste a utilizar la bulimia como recurso para adelgazar se te cagó de risa en la cara. Te miro los nudillos y los tenés sanos; sin marcas de dientes. Te das cuenta. "Cepillo de dientes" me decís haciendo el gestito. Te pregunto como estás ahora y me reconfortas diciendo que fue hace mucho éso. Que ahora estás mejor y que de a poco vas ganando tu peso correcto; al igual que tu autoestima. Hace un tiempo que volvés a sentirte a gusto con vos misma y eso te hace bien.
Mastico bronca en su contra. Pienso que el borracho injuriador es un Teletubbie comparado con el parásito que tenés, o que tenías, en tu vida. Después de mucho escucharte te felicito por la decisión de irte. Estamos cara a cara recostados en nuestros asientos. Nos miramos.
Hablo un poco yo para devolverte la confianza que tuviste en mi al contarme cosas tan privadas. Una pregunta mía queda en el aire sin respuesta. Después tu brazo toca al mío. Tu lenguaje corporal me invita y yo hablo tu lengua. De pronto te percibo mas cerca de mí, mas íntima. Inclinada sobre el apoya brazos me miras atenta. Busco tu boca con los ojos, miro tu lengua chasquear entre risas. Te gusta mirarme y lo haces sin pudor. No hace falta mas preludio. Ambos sabemos qué queremos. Ahora busco tu boca y tu verdadera lengua. La encuentro suave y cálida. Nos besamos y vos te arrodillas en tu asiento para besarme mejor. Yo levanto el apoya brazos del medio y te traigo para mí. Acomodamos mejor nuestros cuerpos para el disfrute. Descansas tu peso sobre mi y yo te recibo. La ropa nos estorba, nos asfixia.
- Ya estamos llegando - Me decís cerrando los ojos mientras buceo bajo tu blusa. El amanecer nos encuentra en las afueras de Montevideo; con vos sobre mi y yo sobre tus tetas. Una nuca pelada se da vuelta mas adelante y ve tu espalda agitándose sobre mi. Tímidamente vuelve la vista hacia adelante.
- Te quiero coger - Te digo y vos te levantas para bajarte el jean hasta las rodillas. Imito tu movimiento y ambos quedamos liberados del molesto ropaje. Tu cara colorada me enloquece. Es evidencia de tu ardor. Te inclinas y me regalas un oral rápido e intenso. No quiero ser el único que disfruta y obligo a mis dedos a que te den placer. Los empapo en tus jugos y vos tu boca con mi pija embadurnada de saliva. Saco un preservativo de mi campera y vos pedís colocármelo. Ya enfundado en el molesto látex te acomodas sobre mi y bajas suspirando para no gritar. En el reducido espacio que tenemos nos acomodamos como podemos. Aprovechamos los dos asientos y vos acomodas tus rodillas. Casas bajas empiezan a verse. No tenemos mucho tiempo. Me das la espalda justo a tiempo de que pase el acompañante del chofer anunciando las paradas obligadas. Él te mira y vos le haces un gesto con la mano. Tu cuerpo esconde el mío. No se da cuenta o no le importa; nunca sabremos. Cuando vuelve a cerrar la puerta de la cabina te abrazo por la cintura y me muevo yo. Apenas se te escapa un gritito que ahogas mordiéndote la mano.
- Quedate quieto - Me decís y la gente empieza a levantarse, todos muy adormecidos. Te clavas en mí hasta el fondo simulando que estás sentada. Yo juego con tu clítoris divertido. Tu cuerpo da espasmos involuntarios victima de las descargas que provoca la fricción de mi sexo dentro de tu sexo. La gente baja y nadie nota nada.
- Plaza Cuba - Anuncia nuevamente el acompañante del chofer. Ésta vez solo llega hasta la mitad del ómnibus. En el fondo estamos nosotros solamente.
- Ya estamos por llegar a la terminal - Decís mientras te levantas. Me preparo para ponerme el jean pensando que hasta ahí llegamos cuando me sacas el preservativo y me la empezas a chupar nuevamente. Rápido succionas el glande mientras con la mano me masturbas. Derramo mi leche en tu boca la cual recibís gustosa.
- Justo a tiempo - Me decís cuando el ómnibus maniobra para entrar en Tres Cruces.
Bajamos abrazados y te invito a desayunar.
- ¿A que hora sale el que te lleva para Maldonado?
- A las 15hs recién. No conseguí otro - Respondes apagada.
- ¿Vamos a mi hotel? - Digo y te leo. Leo tus expresiones, tu media sonrisa. Leo tus dientes mordiendo tu labio inferior. Tu respiración profunda. Hasta puedo leer tu olor a perfume y sudor. Querés seguir cogiendo y te lo leo en toda la cara. Leo tu orgasmo que no pudo ser porque empezamos tarde. Y eso no puede ser; te mereces tu orgasmo.
- Vamos - Decís sin necesidad, sabía que ibas a aceptar.
Hacemos tiempo por Tres Cruces hasta la hora del check in. Una vez en la habitación nos desnudamos mutuamente y nos llevamos a la ducha. Ahí el sexo se baña con nosotros. Contra la pared te hago el amor. Como una mujer como vos se merece que se lo hagan. Me deleito en tu cuerpo y te lo hago saber; te hago saber que sos ardiente, que sos una mujer que atrae. Te mereces morbo, sexo y lujuria. Todo te lo doy. En la ducha lamo tu sexo; embebiendo tus flujos mezclados con el agua que cae. Vos gritas con fuerza. Los gritos que en el micro tuviste que tragarte, junto con mi semen, ahora son libres para salir de tu ser. El orgasmo llega como la estrella de una fiesta: sonoro, prepotente y efusivo. Tus labios vaginales palpitan fuerte cuando te penetro, tu sexo me recibe dilatado. Te beso entre tu pelo mojado, te como los labios y te muerdo la lengua.
Sin secarnos salimos de la ducha y nos tiramos a la cama empapados. Ésta travesura me costaría un llamado de atención de Housekeeping. Un reto que me pasaría por el escroto sabiendo que, bien valió la pena. Abrís las piernas para mi; para recibirme. Yo te penetro fuerte. Aplauden nuestras pelvis al chocarse con fuerza. Un sonido que nos estimula arrebatándonos a todo deseo. Me empujas sobre el alfombrado duro, gastado y me montas. Nuevamente tu lenguaje corporal me dice que te gusta llevar el ritmo. Estás aprendiendo a llevar las riendas de tu vida y eso me gusta de vos. Que aprendas a hacer lo que te gusta y no lo que te imponen. Sé indómita. Acabamos juntos y te derrumbas sobre mi cuerpo. Quedamos abrazados. Con tus tetas sobre mi pecho. Tus tetas calientes mezcla de agua de ducha y sudor.
Ya en Tres Cruces la acompaño hasta su ómnibus donde nos despedimos con largos besos y abrazos. No nos pasamos ningún contacto. Tampoco nos preguntamos los nombres. Tuvimos una conexión intensa en pocas horas y preferimos dejarlo en la mas privada de las anécdotas. Por lo menos hasta ahora. Logramos ser íntimos en una madrugada de lluvia; viajando por la ruta de otro país. Tu país. Un poco el mío también.
Si por ésas casualidades llegas a leer ésto... Te deseo toda la felicidad que una mujer como vos se merece.
3 comentarios - Carretera perdida en otro país