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100 lugares donde tener sexo. Capítulo 8

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 8

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 8:
   Poco a poco la empresa empezó a crecer y con ello el trabajo y las responsabilidades. Cada día surgían nuevos conflictos que había que resolver con urgencia, así como nuevos clientes que exigían más y más. Pasamos de estar trabajando ocho horas por día, a unas diez que en muchos casos se extendían a doce si la ocasión lo ameritaba. Para colmo el jefe decidió que solo iba a contratar a dos personas más por más que el trabajo requería al menos a cuatro o cinco. A pesar de eso, el reto más difícil que se me presentaba día a día en el trabajo, era resistir la tentación de mirarle las tetas a Verónica.
   Me llamo Damián, tengo 35 años y trabajo en una empresa de la ciudad que empezó como algo pequeño, pero que enseguida remontó vuelo. En los últimos seis meses, la empresa comenzó a despegar, las ventas se incrementaron y a pesar de que se necesitaban al menos cinco personas para cubrir todo el trabajo que hacíamos los cuatro empleados ya existentes, nuestro jefe decidió contratar solo a dos: Nicolás, quien se sumó al equipo de ventas y Verónica, que estaba para ayudar en cuestiones generales a quien la necesitara. Aunque con los chicos estábamos convencidos de que el jefe la había contratado para poder levantársela.
   Nuestro jefe era un tipo de 60 años bien baboso y Verónica era una diosa. Tenía apenas 27 años, aunque aparentaba un par más, y su cuerpo era un templo digno de admirar. Tenía unas piernas hermosas que solía exhibir con polleras cortas y pegadas al cuerpo que a su vez le remarcaban la hermosa cola que tenía. Su carita preciosa quedaba resaltada por los lentes redondos que utilizaba para poder ver bien y solía juntar su pelo en una colita que siempre tenía excelentemente peinada. Pero su mejor arma eran sus tetas, las cuales eran enormes y se notaban detrás de las camisas ajustadas que siempre usaba. En más de una oportunidad me quedé atontado mirando a su pecho, deseando que los botones estallaran de la presión y que sus lolas quedaran al descubierto. ¡Era toda una yegua!
   La primera vez que la vimos, con el resto de los chicos nos quedamos anonadados por su belleza y la delicadeza con la que se movía. El día que supimos que iba a ser nuestra nueva compañera de trabajo, surgió la teoría de que era la amante del jefe y que le daba trabajo para poder verla más seguido. Sin embargo, esa teoría se rompió enseguida una tarde en la que el mismo jefe le dijo a uno de los chicos que aprovecharan para invitarla a hacer algo. Era obvio que si nos proponía a alguno de nosotros que saliéramos con ella, ella no era su amante. A pesar de eso, ninguno se animó a acercarse a ella de alguna manera que no sea laboral. Verónica era demasiado diosa y nosotros excesivamente cagones para animarnos a encararla. El miedo de ser rechazados era inmensamente mayor a la satisfacción de que aceptara nuestra propuesta. A pesar de eso, no podíamos parar de mirarla con ojos de deseo y de convertirnos en personas amables y cordiales cada vez que aparecía.
   Al mes de que Verónica empezó a trabajar en la empresa, el jefe decidió darme un puesto de mayor jerarquía que me ubicaba por encima de mis compañeros y le asignó a nuestra nueva compañera de trabajo, que me ayudara a mí en todo lo que yo necesitaba. Por esta razón, Verónica y yo empezamos a pasar muchísimo tiempo juntos y eso implicaba relacionarnos mucho más. Ahí aprendí que había estudiado administración de empresas y que a pesar de haber pasado por una relación sería hacía unos años, hacía ya varios meses que estaba soltera. Pero lo que más me gustaba de trabajar con ella, era ver las pequeñas actitudes provocadoras que tenía de vez en cuando.
   A veces se inclinaba hacia adelante sobre mi escritorio para ver algunos papeles y sus tetas quedaban bien en frente de mi cara. Solía sentarse al lado mío con las piernas cruzadas y levantarse la pollera al punto tal de que podía verle casi toda la pierna. Cuando estaba trabajando en el escritorio de mi oficina, tenía la costumbre de llevarse una birome a la boca y lamerla con la punta de la lengua. O cada vez que vez que almorzábamos juntos, tras llevarse un pedazo de comida a la boca y tragarlo, larga un suspiro y decía “Mmm delicioso”, haciendo que mi cabeza explotara.
   Tras trabajar cuatro meses juntos, llegó un día en el que las cosas en la oficina explotaron. Uno de los vendedores emitió mal una orden de compra y al cliente le llegó otro pedido por lo que llamó para quejarse de muy mal modo y yo tuve que escucharlo protestar por casi una hora. Tras ese inconveniente, me enteré que otro de los chicos no había preparado un presupuesto que tenía fecha límite ese mismo día y le tuve que pedir que lo hiciera de manera urgente. Tras diez horas intensas de trabajo, mi compañero me entregó el resumen y me senté en el escritorio para controlarlo y mandarle el mail al cliente. Eran casi las siete de la tarde cuando el jefe abrió la puerta de mi oficina y me preguntó si me iba con él.
   - Termino de ver esto y me voy.- Le respondí leyendo el informe.- Andá nomás, yo cierro.- Le agregué después.
   Él se marchó y yo me quedé solo en la oficina terminando de controlar el trabajo que mi compañero había hecho a las apuradas. Cuando casi lo tenía listo, Verónica entró en la oficina con dos vasos de café y me dejó uno en el escritorio. “Pensé que ya te habías ido” le dije sorprendido, pero ella me respondió que se iba a quedar conmigo por si necesitaba algo más de ella. “¡Que genia!” pensé enseguida y confirmé que aparte de estar buenísima, Vero era una excelente compañera de trabajo. Ni bien terminé de leer el informe, preparé el mail y se lo mandé al cliente a eso de las 19:30 de la tarde. Tras esto, me recosté en la silla de mi escritorio y me estiré para dar por finalizado mi día laboral de casi doce horas.
   - No doy más.- Le dije a mi compañera riendo.- Quiero irme a casa y relajarme en mi cama mientras miro alguna serie o algo de eso.- Agregué riéndome.
   Enseguida, Verónica se levantó de su silla y se paró detrás de la mía y comenzó a hacerme masajes diciéndome que con eso seguro me iba a tranquilizar un poco. Su actitud me agarró completamente de sorpresa, pero no podía negar que disfrutaba mucho de sus manos sobre mis hombros, por lo que la dejé seguir. Yo me relajé en la silla mientras que ella seguía haciéndome masajes y me decía que ese día yo había trabajado un montón y que me merecía descansar ese fin de semana. “Yo no sé como hacés para no volverte loco con tanto trabajo. Sos increíble Dami” me decía con su voz dulce y sensual. Yo apenas le respondía, pues estaba muy tranquilo disfrutando de sus dedos que se movían por encima de la camisa que tenía puesta.
   Entonces una de sus manos llegó hasta mi cuello y empezó a acariciarlo suavemente. Abrí los ojos de par en par sin decir nada, pero pude notar como mi pija comenzaba a latir adentro de mi pantalón. Su mano se abrió camino por encima de la camisa y llegó hasta mi piel, pudiendo sentir así la calidez de sus dedos. “Al menos déjame ayudarte a que te relajes un poco” me dijo y notaba la yema de sus dedos clavarse en mis cervicales. Avanzó por la parte delantera de mi cuello hasta llegar a mi pecho y desabrochó el primer botón. Su mano siguió avanzando por mi pecho y sus dedos recorrían con firmeza mi cuerpo a medida que ella se inclinaba hacia adelante para seguir tocándome. De golpe sus tetas se apoyaron en mi nuca y nuevamente sentí mi pija latir, pero en esa oportunidad, lo hizo de manera mucho más fuerte.
   Rápidamente di vuelta mi silla para quedar frente a ella, no tenía intenciones de desaprovechar esa oportunidad. Sin embargo Verónica fue mucho más rápida y estaba más decidida que yo y se arrodilló delante de la silla para empujarme contra el respaldar en el mismo momento que yo intenté levantarme. “Relajate” me dijo con un tono suave y sus manos bajaron delicadamente por todo mi cuerpo hasta llegar a mi pantalón. Mirándome a los ojos y sonriendo, lo desabrochó despacio y lo bajó como pudo para hacerse lugar. “No quiero que mi jefe se estrese” me dijo elevando una de sus manos para acariciar mi mejilla y después la bajó nuevamente hasta mi cintura. Buscó por adentro de mi bóxer para encontrar mi pija, la cual ya estaba bastante dura, y la sacó para dejarla a la vista.
   - Vos relájate y disfrutá, Dami.- Me dijo y se inclinó levemente hacia adelante para empezarme a chupar la verga.
   No podía creer lo que estaba sucediendo. Verónica abrió bien grande su boca y se tragó mi pija por completo, haciéndola desaparecer con sus hermosos labios. Poco a poco los empezó a elevar por todo el tronco de mi pija hasta llegar a la cabecita y volver a bajar. Sus movimientos eran bien lentos y se sentían increíblemente satisfactorios. Notaba el placer subiendo por todo mi cuerpo cada vez que su boca se tragaba por completo mi pija y me deleitaba con su lengua moviéndose de lado a lado mientras que iba subiendo. Sin lugar a dudas era sumamente relajante.
   Con su otra mano fue abriéndome los botones de la camisa y luego se dedicó a acariciar mis pezones con la punta de sus dedos. Su boca no dejaba de subir y bajar suavemente por mi pija, transmitiéndome un calor hermoso que me invadía por completo y que me encantaba. Su otra mano sostenía el bóxer para que este le diera lugar y así poder chupármela de esa manera deliciosa. Era una experta en lo que hacía y sabía como mover todo su cuerpo. Aproveché mis manos para llevarlas a su nuca y sujetarle la colita de caballo que tenía hecha, acompañando cada uno de sus movimientos.
   De golpe Verónica se levantó y me sujetó la pija firmemente para empezarme a pajear a la misma velocidad que antes me la estaba chupando. Me miró a los ojos y en su boca se dibujó una sonrisa hermosa que me generó un escalofrío que me recorrió toda la espalda. Se notaba el brillo en sus labios de la saliva acumulada por habérmela estado chupando y eso me provocó que la pija volviera a latirme, esta vez envuelta entre sus dedos. En ese momento supe que Vero sabía a la perfección cómo hacer para relajarme después de un día largo de trabajo.
   - ¿Mejor?- Me preguntó con una voz sensual que me encantó.- ¿O necesitás que siga un poquito más así te relajás por completo?- Preguntó después.
   - Si querés, podés seguir un ratito más.- Le respondí devolviéndole la sonrisa.
   - No hay problema, jefe.- Me contestó ella y volvió a agacharse para seguir chupándomela.
   Pero ahora lo hacía mucho más rápido y con más intensidad. Su mano seguía sujetando mi pija firmemente y esta bajaba y subía al mismo ritmo que sus labios. Con su otra mano, me sostenía el bóxer para darse lugar y me acariciaba los huevos que estaban llenos de semen. Me encantaba la manera en la que su boca mojaba mi verga y como sus labios la recorrían de arriba abajo cada vez más rápido. Sentía un calor inmenso recorrer todo mi cuerpo y un placer hermoso se concentraba en mi cintura cada vez que Verónica se la tragaba por completo. Seguía sin poder creer lo que estaba sucediendo y lo afortunado que era por estar allí.
   Poco a poco mi compañera fue aumentando la velocidad del pete y de la paja y notaba como se me hacía cada vez más placentero. Dejé escapar unos leves gemidos para hacerle saber lo mucho que me gustaba lo que hacía con su boca y ella siguió y siguió. Sus labios recorrían todo el contorno de mi pija desde la base hasta la punta y eso me volvía loco, me fascinaba. “Voy a acabar” le dije en un susurro conteniéndome lo más posible para no hacerlo en ese mismo momento.
   Entonces Verónica se agachó delante de mi pija y sin dejar de pajearme a toda velocidad, comenzó a lamerme los huevos con su lengua de un lado al otro. Esa escena fue demasiado para mí, que sin poder aguantarme, empecé a acabar chorros y chorros de leche que salieron disparados de la punta de mi cabeza. Estos cayeron sobre la cara de mi compañera de trabajo, manchándole el rostro y los lentes de semen bien caliente y espeso que parecía no dejar de salir. Gemí con ganas mientras que ella seguía lamiéndome los huevos y noté como el último chorro caía por el borde de mi verga y llegaba hasta su lengua.
   Como para darle un final hermoso a la situación, Vero empezó a recoger el semen de su rostro y de sus lentes y se lo llevó a la boca con un dedo, para saborearlo y después tragárselo con ganas. Acto seguido, abrió nuevamente bien grande la boca y se tragó una vez más mi pija para limpiar toda la leche que tenía encima. Cuando terminó, me regaló una sonrisa y se levantó para buscar unos pañuelos y poder limpiarse de la mejor manera.
   Nos cambiamos rápidamente y cuando terminé de vestirme le dije que después de eso iba a poder relajarme mucho más. Entonces la invité a que viniera a mi casa para comer algo y pasar un rato juntos, pero Verónica rechazó mi invitación diciendo que no podía. Noté que en realidad estaba esquivando la salida, pero decidí no insistir pues ya estaba más que conforme con lo que había pasado. Cuando nos estábamos yendo, me saludó con un beso en la mejilla y me dijo que esperaba que la semana siguiente no fuera tan atareada como esta.
   - O sí… No sé.- Dijo después y se quedó pensando.- Tal vez terminás súper estresado de nuevo y tengo que ayudarte a relajarte otra vez.- Me dijo y me guiñó el ojo.


Lugar n° 8: Oficina

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