Esta es la segunda mitad del capítulo 13 del relato.
No se olviden de revisar la parte A para saber cómo empezó la historia.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3734131/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XIII-a.html
Ahora sí, les dejo la segunda mitad del relato, espero que lo disfruten.
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-Me engañaste. –Dije, acercándome a ella.
-¿Ah, sí?
-Ajam… -Tomé una silla del otro lado de la mesa y la puse en el espacio que había dejado Jessi entre las sillas que usaba para apoyarse. –Me pediste que traiga cucharitas, pero esto se come directamente con la boca.
Me había quedado delante de ella, mis manos empezando el interminable recorrido que arrancaba en sus tobillos, disfrutando del paseo por sus medias negras hasta sentir las ligas que estaban pegadas a sus muslos. Llegué a su cintura y deslicé mis manos por debajo de su camisa para mantener el contacto con su suave piel. Recorrí sus pechos y avancé por su cuello hasta que su rostro quedó enmarcado por mis manos.
Jessi había mantenido cerrados sus ojos durante todo el tiempo que me tomé para acariciarla, concentrada en dejar que su piel le informara por dónde se paseaban mis manos, y dejando salir un par de suspiros en el proceso. Pero cuando llegué a su rostro los abrió de nuevo, y era como si un fuego se hubiera encendido en ellos, la lujuria vivía dentro de esos ojos negros.
Sus manos se despegaron de la mesa para colocarse en mi nuca y su boca avanzó hasta encontrarse con la mía. Nuestras lenguas no se demoraron ni un segundo en enfrascarse en una nueva batalla a muerte que duró un buen rato. Toda la tensión acumulada entre nosotros desde que ella había entrado por la puerta del departamento se liberó como el agua de una represa que explotaba en mil pedazos.
El único sonido que llegaba a mis oídos era el de nuestros jadeos, intentos de recuperar el aire en medio de nuestra desesperación por recorrer cada rincón de la boca de la otra persona con nuestras respectivas lenguas.
Podía ser su aliento mezclándose con el mío, su perfume apoderándose de mi nariz y sus manos paseándose por mi espalda y mi nuca.
Mi verga me estaba pidiendo salir a formar parte de la acción, pero la dejé ahí escondida a pesar de la presión que ejercía sobre mi pantalón. Más tarde tendría tiempo de salir a jugar, pero en ese momento era el turno de comer el postre que me había traído Jessi.
Una de mis manos se despegó de su espalda y se dirigió directo a su entrepierna. Jessi largó todo el aire que había en sus pulmones directo en mi boca al sentir el primer roce de mi mano. Estaba empapada.
Acerqué mi mano a su entrada e introduje un dedo apenas unos centímetros. Mi boca se volvió a llenar, pero esta vez con su gemido, el cual hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo entero.
Retiré el dedo y lo llevé a mi boca delante de sus ojos. Durante unos segundos me dediqué a saborear el néctar que había recolectado con mi índice. Jessi se acercó, quizás con la idea de probar ella también su propio sabor, pero no se lo permití.
-No, no… Este es mi postre y no lo comparto.
-¡Entonces bajá y comételo de una vez! –Ordenó, colocando su mano encima de mi cabeza y empujando hacia abajo para enviarme a su entrepierna.
Me acomodé en la silla para lograr una posición cómoda, coloqué mis manos sobre sus muslos y comencé a besar sus labios con suavidad, como si se pudieran romper si presionaba demasiado. Le di una rápida lamida a la entrada a su cavidad y luego soplé bien despacio. Jessi vibró ante esa sensación.
Un brillo debajo de ella me llamó la atención y bajé la cabeza para ver de qué se trataba. Parecía una joya roja que sobresalía de su culo. Levanté la vista y me encontré con la pervertida sonrisa de Jessi.
-Te sorprendí con eso, ¿no? –Se empezó a reír ante mi expresión de sorpresa. –Ahora no, Pedrito. Más tarde vamos a jugar. Pero ahora tenés que comer tu postre.
Una vez más puso su mano en mi cabeza y esta vez presionó con más fuerza. El mensaje era muy claro y directo: Basta de dar vueltas, nene. Empezá a chupar de una puta vez.
Haciendo caso al pedido, acerqué mi cara una vez más a su entrepierna y esta vez ataqué sin piedad su húmeda cuevita. Mi lengua empezó a pasearse por dentro y por fuera, chupando y mordiendo, lamiendo, saboreando cada gota que brotaba de ella.
Una de mis manos se deslizó por debajo de su culo y mi pulgar presionó aquel objeto que brillaba tapando la entrada de su culo. Jessi casi salta de la mesa al sentir eso, pero de inmediato volvió a acomodarse para continuar disfrutando de lo que le hacía.
Cuando pudo superar la sorpresa inicial, cada vez que presionaba con mi pulgar le arrancaba un gemido. A veces más suave, a veces más fuerte, Jessi gozaba con la combinación de su juguete hurgando su culo y mi lengua hurgando su conchita tan caliente y jugosa.
Finalmente decidí terminar con el postre y despegué mi cara para introducir de golpe dos de mis dedos. Corrí la silla donde me había sentado y me puse de pie. Coloqué mi mano libre sobre el pecho de Jessi y la obligué a apoyar su espalda sobre la mesa.
-No grites o van a joder los vecinos, ¿sí?
Jessi me miró y colocó sus manos sobre su boca, buscando ahogar todo lo posible cualquier sonido que pudiera emitir. Le dediqué una sonrisa y mis dedos empezaron a entrar y salir lentamente. En un momento de maldad retiré mi mano y le di un golpe al plug que tenía adornando su culo. Jessi casi deja escapar un grito, pero logró mantener las manos sobre su boca a tiempo.
-¡Sos un hijo de puta! –Exclamó una vez que logró calmarse.
-Shhhhhh… Sin ruido. –Dije, volviendo a introducir mis dedos de golpe, lo cual la obligó a cubrirse la boca de nuevo para ahogar sus gemidos.
Ya era hora de hacer las cosas en serio. Incrementé la velocidad por etapas, como si en mi mano hubiera una caja de velocidades. A cada cambio de marcha los gemidos de Jessi iban en aumento. Su cuerpo empezó a tener espasmos cada poco segundos y una de sus manos abandonó su boca para intentar agarrarse del mantel, en un intento de controlarse.
Finalmente mis dedos llegaron a moverse a toda velocidad, castigando la pobre conchita de Jessi a un ritmo frenético. Empecé a notar cómo los jugos de Jessi la abandonaban, pero en ningún momento me frené. Seguí moviendo mis dedos sin piedad, provocando que todo su cuerpo se volviera a estremecer.
Mantuve ese ritmo a pesar de que todos los músculos de mi brazo ya empezaban a quejarse, desde la punta de mis dedos hasta mi hombro. Jessi ya había alcanzado un punto en que se movía como si fuera una marioneta sostenida por hilos invisibles y la persona que la manejaba tuviera un ataque de epilepsia.
Mi brazo por fin dijo basta y retiré mis dedos de aquella fuente de aguas termales que tenía Jessi entre las piernas. Todo lo que no se había podido escurrir entre mis dedos brotó como un chorro hasta empapar mi mano más de lo que ya estaba.
Movido por un pervertido deseo, me apresuré a ubicar mi boca delante de su concha para rescatar todo lo que no hubiera salido de ella todavía. Guardé todo lo que pude de su néctar en mi boca y me acerqué a Jessi, que yacía sobre la mesa tirada, tratando de recuperar el aire.
Retiré la mano que todavía se encontraba cubriendo su boca y pegué mis labios contra los suyos. Una vez que entreabrió su boca dejé que un hilo de sus jugos cayera dentro de ella, dejando que por fin probara su propio sabor.
-Riquísimo el postre que trajiste, Jessi. –Le dije, una vez que tragué delante de ella lo que había guardado en mi boca. –Muy… muy… rico. –Agregué, chupándome los dedos entre palabra y palabra, rescatando hasta la última gota que había quedado en mi mano al recibir su acabada.
Jessi giró sobre la mesa y terminó en posición fetal, peligrosamente cerca del borde. Por las dudas me coloqué cerca de ella, no fuera cosa que terminara yéndose al piso. Se cubrió la cara con las manos, aunque se podía escuchar claramente algún que otro sollozo. Su respiración se fue volviendo menos agitada gradualmente, hasta que por fin volvió a la normalidad.
-¿Estás bien?
-Sí, sí… pero dame un segundo. –Comentó Jessi todavía sin retirar sus manos.
-Dale, que esto recién empieza. –Repliqué, tomando sus manos y retirándolas para descubrir su rostro.
-¡Más te vale! –Exclamó, sentándose de nuevo en la mesa. -¡Mirá si me voy a ir satisfecha sin aprovechar que tengo tu pija para mí sola!
-Bajate de ahí y vamos a la pieza entonces. –La invité, ofreciéndole mi mano para ayudarla a bajar.
Le di paso a Jessi para que fuera por delante de mí y, en el instante en que pasó por mi lado, dejé que mi mano se estrellara sobre su firme culo.
-Mmmmmmmmm… Dame otra de esas. –Pidió, frenando e inclinándose un poco hacia adelante para ofrecer su culo otra vez.
Una traviesa sonrisa apareció en mi rostro y cumplí con su pedido. Mi mano avanzó hasta resonar contra su culo una vez más, y la dejé ahí pegada a su nalga para disfrutar del contacto.
-¿Vamos a la habitación o nos vamos a quedar acá parados dándote nalgadas?
-¿Tengo que elegir sí o sí? –Preguntó, poniendo carita de inocente. –¿No pueden ser las dos?
-Si serás viciosa, pendeja… -Por tercera vez tomé un poco de impulso y choqué mi mano contra su nalga. –Ahora sí, vamos a la pieza.
-Ufa… ¿Seguro que no querés darme una más? –Colocó su mano sobre su pollera y la levantó hasta dejar su culo al descubierto. –De este lado no me diste ninguna. –Acarició su nalga izquierda. -¿No me das una de este lado? Porfi… -Rogó, haciendo pucherito.
¿Alguien podía ser tan hijo de puta de rechazar un pedido así? Yo, al menos, seguro que no. Esta vez le cedí el honor a mi mano izquierda, la cual se había quedado con las ganas, y le planté los cinco dedos en esa cola divina.
-Mmmmmmmmmmm… Qué rico… -Gimió, cerrando los ojos ante el placer que le produjo esa nalgada. –Listo, ahora sí vamos.
Jessi encabezó la marcha hacia mi habitación y yo me saqué la remera y aflojé mi cinturón en el camino. Una vez adentro, de inmediato me dirigí al armario y retiré el acolchado para de inmediato colgarlo en la puerta. Imitando lo que habíamos hecho la vez anterior, fui a buscar una silla para que la puerta se mantuviera tan cerrada como fuera posible.
-Ah, veo que aprendiste algo de la última vez. –Observó Jessi, sentada en la cama.
-Si una idea es buena, hay que usarla.
Me tiré en la cama a su lado y me saqué el pantalón con su ayuda. En realidad no me ayudó tanto, ya que sus manos estuvieron más ocupadas en acariciarme la verga por encima del bóxer que otra cosa.
-Ahora me toca a mí comerme mi postre. –Anunció Jessi, ya dispuesta a hacerme disfrutar con su boca.
Sin perder más tiempo, retiro mi bóxer y empezó a lamer mi glande con maestría mientras una de sus manos sujetaba el tronco con firmeza. Chupó, lamió y jugueteó con la punta un buen rato. En un par de ocasiones retiró su boca, sacó la lengua y uso mi verga para darse unos golpes, para luego continuar con la mamada.
Con su mano afirmada en mi verga, bajó hasta mis huevos y los chupó bien uno a la vez, hasta que quedaron bien empapados con su saliva. Luego volvía a subir pasando su lengua desde la base hasta la punta, y otra vez a jugar con ella dentro de su boca.
-¡Qué rico que está… mi postre!
-¿Sí?... Aaaah… Hija de puta… Me alegro… que te guste.
Me costaba horrores coordinar dos pensamientos, y era mucho peor para mí hablar dos palabras seguidas. Así de bien me la estaba chupando la amiga de mi hermana.
-Vení para acá, Pedrito. –Me llamó Jessi, poniéndose de rodillas en el piso a los pies de la cama. –Esta putita la quiere toda en la garganta.
-Pendeja viciosa. –Respondí en medio del gruñido que emití al levantarme de golpe para ponerme de pie delante de ella.
-Muy. –Replicó sonriente, ya tomando mi verga con sus dos manos y pajeándome unos segundos.
Jessi siguió trabajando con sus manos, dándome algún chupón en el glande de vez en cuando. Mi impaciencia estaba empezando a ganar terreno en mi cabeza, ansioso por enterrarle mi verga en la garganta después de tanto tiempo, cuando finalmente empezó a metérsela cada vez más adentro de su boca.
Así fue avanzando centímetro a centímetro. El primer intento sólo llegó a la mitad, pero yo sabía que sólo estaba calentando motores. Era cuestión de tiempo hasta que sintiera cómo toda mi verga iba a estar abrazada por su garganta.
Liberó su boca para dar un par de bocanadas de aire antes de continuar con la faena. Yo simplemente me dejaba hacer, ella estaba en control de la situación y no tenía motivos para quejarme. Pero el pequeño diablo posado en mi hombro me incitaba a hacer una pequeña maldad.
Cuando Jessi logró meter tres cuartos de mi verga a través de su boca, tomé su cabeza con mis manos y me moví unos milímetros hacia atrás y adelante, como si me la estuviera cogiendo. Unos segundos después Jessi me golpeó ligeramente el muslo para pedirme que la liberara.
-¡Tarado! ¡Avisá la próxima! –Dijo entre toses, algo molesta. –No me jode que hagas eso, pero dejá que me prepare antes de mandarte.
-Disculpá, me dejé llevar.
-Casi me hacés vomitar de la sorpresa… -Continuó su queja. -Ya vas a tener tiempo de dejarte llevar, ahora dejame que haga lo mío. –Añadió en un tono más conciliador.
-Perdón.
-Ahora quietito hasta que yo te diga.
Jessi me apuntó con un dedo y lo dijo como si fuera una mascota traviesa que andaba haciendo lío por su casa, y yo no pude reprimir una sonrisa. Ella sonrío de igual forma y volvió a meterse mi verga en la boca.
A pesar de la interrupción, Jessi no parecía haberse desconcentrado demasiado, porque unos segundos después había hecho desaparecer tres cuartos de mi verga sin ningún problema. Y no se detuvo ahí, sino que continuó avanzando un poquito más, hasta que su nariz quedó a un centímetro de mi piel.
Pero se veía que se había quedado sin aire, porque, en lugar de avanzar, se retiró de golpe para respirar agitadamente.
-Casi llegás, dale que no falta nada.
-Esta vez sí. –Se juramentó antes de tomar una buena bocanada de aire y realizar un nuevo intento.
Y parecía que lo había dicho en serio, porque en pocos segundos ya había llegado al punto en que se había retirado para tomar aire. Un pequeño esfuerzo más fue todo lo que necesitó para tener toda mi verga dentro de su garganta.
Un par de golpecitos en mi muslo llamaron mi atención. Estaba por retirar mi verga cuando Jessi inició ella sola el movimiento hacia atrás y adelante con su cabeza.
-¿Ahora sí lo hago? –Pregunté, todavía dudando.
Pero Jessi no tenía ni una duda al respecto. Colocó una de sus manos en mi culo y la usó de punto de apoyo para avanzar nuevamente hasta prácticamente hundir su nariz en mi cuerpo.
Si eso no era un “¡¡SÍ!!” de parte de ella… La tomé nuevamente de la cabeza y esta vez dejé que mi verga retrocediera y avanzara algo más. Jessi retiró sus manos y las dejó a un costado de su cuerpo, permitiéndome a mí tomar las riendas esa vez.
Más allá de la calentura que me provocaba poder cogerme de esa manera su garganta, tenía que reconocer que era algo impresionante la forma en que ella podía relajarse y dejarse hacer algo así sin problemas.
Jessi necesitaba tomar aire de nuevo y así me lo hizo saber, dándome otro suave golpe en el muslo. Di un par de movimientos como remate y luego retiré mi verga. Una buena cantidad de saliva colgaba de su boca, al tiempo que sus toses y esfuerzos por volver a normalizar su respiración fueron todo el sonido que se escuchó por unos segundos.
-Ay, por favor… ¡Lo que me calienta que me cojas la boca así! –Exclamó, luego de limpiarse un poco con la manga de su camisa. –¡Tengo la concha hecha un charco!
Ella se puso de pie y me empujó para hacerme caer de espaldas en la cama. Yo me moví hasta quedar completamente acostado y Jessi se lanzó encima para atacar mi boca e introducir su lengua una vez más.
Esa ofensiva duró solamente unos segundos, que fue todo el tiempo que necesitó para por fin despojarse de su pollera, de su camisa y de su corpiño, los cuales terminaron lanzados por el aire para aterrizar en algún lugar de mi habitación. Luego se incorporó y se puso en posición para recibir mi verga dentro de su conchita por primera vez en la noche.
No me dio ni un segundo para reaccionar que ya su mano guiaba mi verga hacia la entrada de su cuevita. En un movimiento rápido se inclinó hacia adelante para apoyar mi glande y de inmediato volvió hacia atrás para dejar que mi verga incursionara en su interior.
-Mmmmmmmmmmm… Lo que extrañaba tu verga, Pedrito… -Dijo entre gemidos, haciendo fuerza para hacer que su concha se tragara mi pija por completo. -Uffff… Sí… ¡Cómo me llena toda!
A pesar de que había entrado con relativa facilidad, mi verga se sentía un poco más apretada que la vez anterior. Fue en ese momento cuando recordé que Jessi todavía tenía puesto su juguetito.
Sin piedad estiré mi brazo y primero hice que mi mano se estrellara contra su culo, lo cual le arrancó un fuerte gemido, pero la aventura no terminó ahí, sino que avanzó por su culo hasta llegar al medio, y una vez allí palpé con uno de mis dedos hasta sentir algo duro.
Con mi otro brazo rodeé la espalda de Jessi y la obligué a que pegara su pecho contra el mío. Ahí fue cuando tomé la punta de su juguete con mi mano y lo empecé a sacudir con movimientos cortos pero rápidos, mientras Jessi movía su obra maestra con forma de culo dando pequeños saltitos.
-Ah… Siiiiii… De nuevo… De nuevo… Movelo todo.
Parecía que le había gustado mucho eso. Agarré su juguetito con dos dedos y lo empecé a mover como si también le estuvieran dando por el culo con eso. Era lo más cercano que podíamos estar en ese momento a una doble penetración, y los gemidos de Jessi retumbaron por la habitación.
Su cara estaba tan cerca de la mía que no pude evitar besarla una vez más para silenciar sus gemidos. Mi lengua recorría desesperada cada rincón de su boca, luchando con la suya a cada rato, un duelo a muerte que no quería que se terminara nunca.
Un fuerte temblor recorrió el cuerpo de Jessi, a tal punto que dejó de moverse. Dentro de ella, mi verga sentía cómo quedaba envuelta en una marea muy caliente que se escapaba por el mínimo resquicio que había libre para su paso, brotando finalmente de Jessi hasta llegar al exterior, cayendo sobre mi cuerpo.
Las fuerzas abandonaron también el cuerpo de Jessi, que dejó de sostenerse con sus brazos y terminó con su torso apoyado en el mío.
-Epa… Linda acabada te mandaste…
-Dios… -Dijo en voz baja con su boca pegada a mi oído, su cuerpo todavía sujeto a algún que otro temblor, como réplicas de un terremoto. –Lo bien que me llena esta pija.
-Ahora me toca moverme a mí. –Anuncié, retirando mi verga de su interior y rápidamente poniéndome de pie a un costado de la cama.
Jessi no se movió más que para dejarme salir de debajo de ella, así que le di una buena nalgada para que reaccionara.
-Vamos Jessi, arriba ese culito.
-Mi culito necesita que lo despierten. Capaz que con otra de esas se levanta. –Sugirió, poniendo cara como si estuviera reflexionando. La calentura que se veía en sus ojos era tan grande que no me hubiera extrañado si de repente se prendía fuego aquello sobre lo que posara su mirada.
Cambié de lugar para tener mejor ángulo y mis dos manos se estrellaron de forma simultánea contra su culo, una mano contra cada nalga. Jessi dio un pequeño salto y dejó escapar un ligero grito, pero de inmediato se transformó en un gemido de placer.
-Ahí está, parece que ahora sí se despertó.
-Hijo de puta, casi me dejás marcadas las huellas digitales. -Jessi intentó poner cara seria al decir eso, pero su sonrisa delató lo mucho que lo había disfrutado.
-Dale, que ya me di cuenta de que te gustó eso. –Comenté, dedicándole una sonrisa de complicidad.
-¿Vos decís? –Preguntó, acercándose a mí y por fin poniéndose en cuatro como le había pedido.
Coloqué mi mano en su entrepierna y noté que seguía igual de húmeda que cuando había sacado la verga de ella. Retiré mi mano y le mostré la evidencia.
-Yo diría que sí, Jessi.
-¿Y qué hacemos entonces? A mí me parece que deberíamos aprovecharlo. –Dicho eso, procedió a mover su culo de un lado a otro lentamente, casi como si intentara hipnotizarme.
Me coloqué detrás de ella y me masturbé durante unos segundos para volver a ponerme bien duro. Acto seguido coloqué mi glande en su entrada y presioné para ingresar nuevamente en ella.
Jessi tenía su cuerpo más dispuesto que nunca para recibirme, y así lo demostró dejándome entrar con más facilidad que nunca. Fue así que no demoré mucho en empezar un lento vaivén, permitiéndole sentir por completo mi verga entrando y saliendo en toda su extensión, desde la base hasta la punta.
-¿Te lo vas a sacar en algún momento? –Pregunté, presionando su juguetito con mi pulgar.
-Mmmmmmmm… Todavía no. –Respondió luego de un largo gemido. –Pero no dejes de jugar con eso… que me vuelve loca.
En ese momento sí pude apreciarlo bien: lo parte expuesta parecía una joya facetada en forma de corazón de color rojo brillante, casi como un rubí (aunque de plástico en ese caso). Ya que lo tenía más accesible, aproveché para sujetarlo bien y nuevamente moverlo como si la estuvieran penetrando por el culo. No sólo eso, sino que empecé a tironear suavemente, amagando con sacárselo.
-Ay dios… No lo… Ufffff… No lo saques…
Yo hacía caso omiso a sus pedidos, concentrado como estaba en disfrutar del juego. En un principio había supuesto que era algo bastante más pequeño, pero claramente estaba equivocado. Su orificio se fue estirando cada vez más, hasta que por fin pudo asomar la parte que se encontraba dentro de su cuerpo.
Primero el objeto fue volviéndose más grande, pero el ancho máximo se encontraba apenas empecé a sacarlo. Una vez superada esa parte, que fue acompañada por un fuerte gemido de parte de Jessi, el plug se volvió a achicar, volviéndose más fino a medida que se acercaba a la punta.
-Sos un… hijo de puta…
-Ahí lo meto de nuevo, no te preocupes.
No le di tiempo a responder que dejé caer algo de mi saliva sobre la punta del juguete y lo presioné contra la entrada de su culo. Era obvio que Jessi lo tenía bien estirado, porque no costó casi nada introducirlo.
Tan sólo unos segundos más tarde lo volvía a tener metido dentro por completo, con ese corazón rojo adornando su precioso culo.
-Ahora sí Jessi, agarrate. -Ya había llegado la hora de dejar de boludear y empezar a cogérmela como ella se lo merecía.
-¡Ay, sí! ¡Por fin, nene! –Celebró Jessi. – ¡Rompeme toda!
Coloqué la punta en su entrada y empujé. Estaba tan bien lubricada que mi verga entró sin encontrarse con ninguna resistencia, aunque seguía presionándome con sus paredes como si amenazara con estrangularme la verga en cualquier momento.
A pesar de eso no tardé mucho en acelerar el ritmo. Me agarré fuerte de su cintura con una mano y con la otra formé una colita con su pelo y envolví mi mano con ella, obligándola a inclinar su cabeza hacia atrás.
-Así Pedrito… me encanta que me traten así… Dame pija, hijo de puta… ¡QUIERO PIJA!
Si faltaba algún incentivo para que empezara a darle con todas mis fuerzas, después de escuchar eso ya no había hecho falta nada más. Fue como si mi cintura hubiera estado contenida por alguna barrera que limitaba mi velocidad, pero ya había desaparecido.
A partir de ese momento sólo se escucharon cuatro cosas: los gritos de placer de Jessi, mis gruñidos producto del esfuerzo que estaba haciendo, el ruido de nuestros cuerpos chocando cada vez que le metía mi verga hasta el fondo, y las ocasionales nalgadas que le daba con mi mano derecha y que tanto le hacían disfrutar.
En dos ocasiones el cuerpo de Jessi tembló casi como le hubiera dado epilepsia, y su concha se inundó de sus líquidos que pedían a gritos que los dejara salir de golpe, pero ni siquiera en ese momento frené mis movimientos.
Tanto ella como yo estábamos en un estado de trance, en el cual en nuestras cabezas sólo existía la necesidad de continuar con las penetraciones hasta que nuestros cuerpos se cayeran a pedazos.
-¿Dónde la querés, putita? –Pregunté entre gruñidos, ya completamente fuera de mí. -¿La querés en la boca?
Jessi asintió con la cabeza, ya incapaz de coordinar dos palabras claras.
-Ahí te la voy a dar entonces.
Hice un último esfuerzo y realicé un ataque a toda velocidad, manteniendo el ritmo todos los segundos que fui capaz. Cuando mis piernas estaban por darse por vencidas, bajé la velocidad pero incrementé la fuerza de mis embestidas, casi como si estuviera por atravesar su cuerpo de lado a lado.
La estaba sosteniendo con tanta despreocupación que por momentos sus rodillas se despegaban de la cama cuando mi cuerpo chocaba con el suyo.
-Ay, por dioooooooooooossss…
Esas fueron las pocas palabras que Jessi logró articular cuando alcanzó el clímax una vez más. Desenterré mi verga de su interior y un fuerte chorro fue a parar al piso. Jessi prácticamente se desplomó en la cama cuando una segunda explosión de sus jugos brotó de ella.
-Vení para acá que te doy tu premio. –Ordené, ya convertido casi en un cavernícola.
Jessi se arrastró por la cama con las pocas fuerzas que tenía, se volteó para quedar boca arriba y la abrió bien grande, invitándome a depositar mi descarga en su interior.
Pajeándome bien fuerte acerqué mi verga a su boca y Jessi inmediatamente cubrió la punta con sus labios. En ese instante todo lo que tenía amontonado brotó en un potente disparo que bien pudo haber impactado directo en su garganta.
Dos chorros más salieron de mí y Jessi los recibió con gusto, aún sin despegarse de mi verga. Finalizado mi orgasmo, Jessi abrió su boca para mostrar el blanco contenido, pero desapareció prácticamente en un abrir y cerrar de ojos. O mejor dicho, en un cerrar y abrir de sus labios, ya que en un solo trago se encargó de enviar mi acabada en un corto viaje hacia su estómago.
-¡Siempre me dejo la cremita para el final del postre! –Comentó Jessi, relamiéndose con gusto.
Ya sintiendo que me quedaba sin fuerzas yo también, me acerqué a la cama y me acosté a su lado. Jessi se incorporó y se puso cerca de mi pija para lamer cualquier resto que hubiera podido quedar allí.
-Ahora sí, muy rico tu postre, Pedrito. –Me halagó, poniéndose a mi lado, rodeándome con uno de sus brazos y apoyando su cabeza en mi pecho.
-Sos una bestia, Jessi. –Repliqué, tirado boca arriba pero con mis ojos cerrados.
-Cuando consigo que alguien me provoqué así, seguro.
Nos quedamos en silencio por un largo rato, los dos demasiado cansados como para hablar siquiera. Yo estaba por quedarme dormido ahí mismo cuando sentí la mano de Jessi acariciando nuevamente mi verga.
-¿Vamos por un segundo round?
-Estoy reventado, Jessi. Aguantá un poco.
A Jessi no pareció importarle ese comentario, porque empezó a apretar mi verga con algo más de fuerza, ya más cerca de ser una masturbación que una caricia.
-¿Y si te digo que quiero que me la metas en el culo? –Preguntó con una voz seductora que le podría haber pertenecido a la Lujuria en persona.
El efecto de esas palabras fue instantáneo. En mi cerebro se prendieron todas las alarmas y se lanzó una orden inmediata a toda mi sangre para que se dirigiera a toda velocidad hacia la entrepierna. Cualquier resto de cansancio que tenía en mi cuerpo se había evaporado y mi verga empezó a levantarse nuevamente hasta quedar erguida en todo su esplendor.
-Lo voy a tomar como un sí.
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Espero que lo hayan disfrutado.
Gracias a todos los que siguen la historia capítulo a capítulo.
No se olviden de dejar sus puntos y comentarios.
Nos leeremos en el próximo capítulo.
Saludos!!!
No se olviden de revisar la parte A para saber cómo empezó la historia.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3734131/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XIII-a.html
Ahora sí, les dejo la segunda mitad del relato, espero que lo disfruten.
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-Me engañaste. –Dije, acercándome a ella.
-¿Ah, sí?
-Ajam… -Tomé una silla del otro lado de la mesa y la puse en el espacio que había dejado Jessi entre las sillas que usaba para apoyarse. –Me pediste que traiga cucharitas, pero esto se come directamente con la boca.
Me había quedado delante de ella, mis manos empezando el interminable recorrido que arrancaba en sus tobillos, disfrutando del paseo por sus medias negras hasta sentir las ligas que estaban pegadas a sus muslos. Llegué a su cintura y deslicé mis manos por debajo de su camisa para mantener el contacto con su suave piel. Recorrí sus pechos y avancé por su cuello hasta que su rostro quedó enmarcado por mis manos.
Jessi había mantenido cerrados sus ojos durante todo el tiempo que me tomé para acariciarla, concentrada en dejar que su piel le informara por dónde se paseaban mis manos, y dejando salir un par de suspiros en el proceso. Pero cuando llegué a su rostro los abrió de nuevo, y era como si un fuego se hubiera encendido en ellos, la lujuria vivía dentro de esos ojos negros.
Sus manos se despegaron de la mesa para colocarse en mi nuca y su boca avanzó hasta encontrarse con la mía. Nuestras lenguas no se demoraron ni un segundo en enfrascarse en una nueva batalla a muerte que duró un buen rato. Toda la tensión acumulada entre nosotros desde que ella había entrado por la puerta del departamento se liberó como el agua de una represa que explotaba en mil pedazos.
El único sonido que llegaba a mis oídos era el de nuestros jadeos, intentos de recuperar el aire en medio de nuestra desesperación por recorrer cada rincón de la boca de la otra persona con nuestras respectivas lenguas.
Podía ser su aliento mezclándose con el mío, su perfume apoderándose de mi nariz y sus manos paseándose por mi espalda y mi nuca.
Mi verga me estaba pidiendo salir a formar parte de la acción, pero la dejé ahí escondida a pesar de la presión que ejercía sobre mi pantalón. Más tarde tendría tiempo de salir a jugar, pero en ese momento era el turno de comer el postre que me había traído Jessi.
Una de mis manos se despegó de su espalda y se dirigió directo a su entrepierna. Jessi largó todo el aire que había en sus pulmones directo en mi boca al sentir el primer roce de mi mano. Estaba empapada.
Acerqué mi mano a su entrada e introduje un dedo apenas unos centímetros. Mi boca se volvió a llenar, pero esta vez con su gemido, el cual hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo entero.
Retiré el dedo y lo llevé a mi boca delante de sus ojos. Durante unos segundos me dediqué a saborear el néctar que había recolectado con mi índice. Jessi se acercó, quizás con la idea de probar ella también su propio sabor, pero no se lo permití.
-No, no… Este es mi postre y no lo comparto.
-¡Entonces bajá y comételo de una vez! –Ordenó, colocando su mano encima de mi cabeza y empujando hacia abajo para enviarme a su entrepierna.
Me acomodé en la silla para lograr una posición cómoda, coloqué mis manos sobre sus muslos y comencé a besar sus labios con suavidad, como si se pudieran romper si presionaba demasiado. Le di una rápida lamida a la entrada a su cavidad y luego soplé bien despacio. Jessi vibró ante esa sensación.
Un brillo debajo de ella me llamó la atención y bajé la cabeza para ver de qué se trataba. Parecía una joya roja que sobresalía de su culo. Levanté la vista y me encontré con la pervertida sonrisa de Jessi.
-Te sorprendí con eso, ¿no? –Se empezó a reír ante mi expresión de sorpresa. –Ahora no, Pedrito. Más tarde vamos a jugar. Pero ahora tenés que comer tu postre.
Una vez más puso su mano en mi cabeza y esta vez presionó con más fuerza. El mensaje era muy claro y directo: Basta de dar vueltas, nene. Empezá a chupar de una puta vez.
Haciendo caso al pedido, acerqué mi cara una vez más a su entrepierna y esta vez ataqué sin piedad su húmeda cuevita. Mi lengua empezó a pasearse por dentro y por fuera, chupando y mordiendo, lamiendo, saboreando cada gota que brotaba de ella.
Una de mis manos se deslizó por debajo de su culo y mi pulgar presionó aquel objeto que brillaba tapando la entrada de su culo. Jessi casi salta de la mesa al sentir eso, pero de inmediato volvió a acomodarse para continuar disfrutando de lo que le hacía.
Cuando pudo superar la sorpresa inicial, cada vez que presionaba con mi pulgar le arrancaba un gemido. A veces más suave, a veces más fuerte, Jessi gozaba con la combinación de su juguete hurgando su culo y mi lengua hurgando su conchita tan caliente y jugosa.
Finalmente decidí terminar con el postre y despegué mi cara para introducir de golpe dos de mis dedos. Corrí la silla donde me había sentado y me puse de pie. Coloqué mi mano libre sobre el pecho de Jessi y la obligué a apoyar su espalda sobre la mesa.
-No grites o van a joder los vecinos, ¿sí?
Jessi me miró y colocó sus manos sobre su boca, buscando ahogar todo lo posible cualquier sonido que pudiera emitir. Le dediqué una sonrisa y mis dedos empezaron a entrar y salir lentamente. En un momento de maldad retiré mi mano y le di un golpe al plug que tenía adornando su culo. Jessi casi deja escapar un grito, pero logró mantener las manos sobre su boca a tiempo.
-¡Sos un hijo de puta! –Exclamó una vez que logró calmarse.
-Shhhhhh… Sin ruido. –Dije, volviendo a introducir mis dedos de golpe, lo cual la obligó a cubrirse la boca de nuevo para ahogar sus gemidos.
Ya era hora de hacer las cosas en serio. Incrementé la velocidad por etapas, como si en mi mano hubiera una caja de velocidades. A cada cambio de marcha los gemidos de Jessi iban en aumento. Su cuerpo empezó a tener espasmos cada poco segundos y una de sus manos abandonó su boca para intentar agarrarse del mantel, en un intento de controlarse.
Finalmente mis dedos llegaron a moverse a toda velocidad, castigando la pobre conchita de Jessi a un ritmo frenético. Empecé a notar cómo los jugos de Jessi la abandonaban, pero en ningún momento me frené. Seguí moviendo mis dedos sin piedad, provocando que todo su cuerpo se volviera a estremecer.
Mantuve ese ritmo a pesar de que todos los músculos de mi brazo ya empezaban a quejarse, desde la punta de mis dedos hasta mi hombro. Jessi ya había alcanzado un punto en que se movía como si fuera una marioneta sostenida por hilos invisibles y la persona que la manejaba tuviera un ataque de epilepsia.
Mi brazo por fin dijo basta y retiré mis dedos de aquella fuente de aguas termales que tenía Jessi entre las piernas. Todo lo que no se había podido escurrir entre mis dedos brotó como un chorro hasta empapar mi mano más de lo que ya estaba.
Movido por un pervertido deseo, me apresuré a ubicar mi boca delante de su concha para rescatar todo lo que no hubiera salido de ella todavía. Guardé todo lo que pude de su néctar en mi boca y me acerqué a Jessi, que yacía sobre la mesa tirada, tratando de recuperar el aire.
Retiré la mano que todavía se encontraba cubriendo su boca y pegué mis labios contra los suyos. Una vez que entreabrió su boca dejé que un hilo de sus jugos cayera dentro de ella, dejando que por fin probara su propio sabor.
-Riquísimo el postre que trajiste, Jessi. –Le dije, una vez que tragué delante de ella lo que había guardado en mi boca. –Muy… muy… rico. –Agregué, chupándome los dedos entre palabra y palabra, rescatando hasta la última gota que había quedado en mi mano al recibir su acabada.
Jessi giró sobre la mesa y terminó en posición fetal, peligrosamente cerca del borde. Por las dudas me coloqué cerca de ella, no fuera cosa que terminara yéndose al piso. Se cubrió la cara con las manos, aunque se podía escuchar claramente algún que otro sollozo. Su respiración se fue volviendo menos agitada gradualmente, hasta que por fin volvió a la normalidad.
-¿Estás bien?
-Sí, sí… pero dame un segundo. –Comentó Jessi todavía sin retirar sus manos.
-Dale, que esto recién empieza. –Repliqué, tomando sus manos y retirándolas para descubrir su rostro.
-¡Más te vale! –Exclamó, sentándose de nuevo en la mesa. -¡Mirá si me voy a ir satisfecha sin aprovechar que tengo tu pija para mí sola!
-Bajate de ahí y vamos a la pieza entonces. –La invité, ofreciéndole mi mano para ayudarla a bajar.
Le di paso a Jessi para que fuera por delante de mí y, en el instante en que pasó por mi lado, dejé que mi mano se estrellara sobre su firme culo.
-Mmmmmmmmm… Dame otra de esas. –Pidió, frenando e inclinándose un poco hacia adelante para ofrecer su culo otra vez.
Una traviesa sonrisa apareció en mi rostro y cumplí con su pedido. Mi mano avanzó hasta resonar contra su culo una vez más, y la dejé ahí pegada a su nalga para disfrutar del contacto.
-¿Vamos a la habitación o nos vamos a quedar acá parados dándote nalgadas?
-¿Tengo que elegir sí o sí? –Preguntó, poniendo carita de inocente. –¿No pueden ser las dos?
-Si serás viciosa, pendeja… -Por tercera vez tomé un poco de impulso y choqué mi mano contra su nalga. –Ahora sí, vamos a la pieza.
-Ufa… ¿Seguro que no querés darme una más? –Colocó su mano sobre su pollera y la levantó hasta dejar su culo al descubierto. –De este lado no me diste ninguna. –Acarició su nalga izquierda. -¿No me das una de este lado? Porfi… -Rogó, haciendo pucherito.
¿Alguien podía ser tan hijo de puta de rechazar un pedido así? Yo, al menos, seguro que no. Esta vez le cedí el honor a mi mano izquierda, la cual se había quedado con las ganas, y le planté los cinco dedos en esa cola divina.
-Mmmmmmmmmmm… Qué rico… -Gimió, cerrando los ojos ante el placer que le produjo esa nalgada. –Listo, ahora sí vamos.
Jessi encabezó la marcha hacia mi habitación y yo me saqué la remera y aflojé mi cinturón en el camino. Una vez adentro, de inmediato me dirigí al armario y retiré el acolchado para de inmediato colgarlo en la puerta. Imitando lo que habíamos hecho la vez anterior, fui a buscar una silla para que la puerta se mantuviera tan cerrada como fuera posible.
-Ah, veo que aprendiste algo de la última vez. –Observó Jessi, sentada en la cama.
-Si una idea es buena, hay que usarla.
Me tiré en la cama a su lado y me saqué el pantalón con su ayuda. En realidad no me ayudó tanto, ya que sus manos estuvieron más ocupadas en acariciarme la verga por encima del bóxer que otra cosa.
-Ahora me toca a mí comerme mi postre. –Anunció Jessi, ya dispuesta a hacerme disfrutar con su boca.
Sin perder más tiempo, retiro mi bóxer y empezó a lamer mi glande con maestría mientras una de sus manos sujetaba el tronco con firmeza. Chupó, lamió y jugueteó con la punta un buen rato. En un par de ocasiones retiró su boca, sacó la lengua y uso mi verga para darse unos golpes, para luego continuar con la mamada.
Con su mano afirmada en mi verga, bajó hasta mis huevos y los chupó bien uno a la vez, hasta que quedaron bien empapados con su saliva. Luego volvía a subir pasando su lengua desde la base hasta la punta, y otra vez a jugar con ella dentro de su boca.
-¡Qué rico que está… mi postre!
-¿Sí?... Aaaah… Hija de puta… Me alegro… que te guste.
Me costaba horrores coordinar dos pensamientos, y era mucho peor para mí hablar dos palabras seguidas. Así de bien me la estaba chupando la amiga de mi hermana.
-Vení para acá, Pedrito. –Me llamó Jessi, poniéndose de rodillas en el piso a los pies de la cama. –Esta putita la quiere toda en la garganta.
-Pendeja viciosa. –Respondí en medio del gruñido que emití al levantarme de golpe para ponerme de pie delante de ella.
-Muy. –Replicó sonriente, ya tomando mi verga con sus dos manos y pajeándome unos segundos.
Jessi siguió trabajando con sus manos, dándome algún chupón en el glande de vez en cuando. Mi impaciencia estaba empezando a ganar terreno en mi cabeza, ansioso por enterrarle mi verga en la garganta después de tanto tiempo, cuando finalmente empezó a metérsela cada vez más adentro de su boca.
Así fue avanzando centímetro a centímetro. El primer intento sólo llegó a la mitad, pero yo sabía que sólo estaba calentando motores. Era cuestión de tiempo hasta que sintiera cómo toda mi verga iba a estar abrazada por su garganta.
Liberó su boca para dar un par de bocanadas de aire antes de continuar con la faena. Yo simplemente me dejaba hacer, ella estaba en control de la situación y no tenía motivos para quejarme. Pero el pequeño diablo posado en mi hombro me incitaba a hacer una pequeña maldad.
Cuando Jessi logró meter tres cuartos de mi verga a través de su boca, tomé su cabeza con mis manos y me moví unos milímetros hacia atrás y adelante, como si me la estuviera cogiendo. Unos segundos después Jessi me golpeó ligeramente el muslo para pedirme que la liberara.
-¡Tarado! ¡Avisá la próxima! –Dijo entre toses, algo molesta. –No me jode que hagas eso, pero dejá que me prepare antes de mandarte.
-Disculpá, me dejé llevar.
-Casi me hacés vomitar de la sorpresa… -Continuó su queja. -Ya vas a tener tiempo de dejarte llevar, ahora dejame que haga lo mío. –Añadió en un tono más conciliador.
-Perdón.
-Ahora quietito hasta que yo te diga.
Jessi me apuntó con un dedo y lo dijo como si fuera una mascota traviesa que andaba haciendo lío por su casa, y yo no pude reprimir una sonrisa. Ella sonrío de igual forma y volvió a meterse mi verga en la boca.
A pesar de la interrupción, Jessi no parecía haberse desconcentrado demasiado, porque unos segundos después había hecho desaparecer tres cuartos de mi verga sin ningún problema. Y no se detuvo ahí, sino que continuó avanzando un poquito más, hasta que su nariz quedó a un centímetro de mi piel.
Pero se veía que se había quedado sin aire, porque, en lugar de avanzar, se retiró de golpe para respirar agitadamente.
-Casi llegás, dale que no falta nada.
-Esta vez sí. –Se juramentó antes de tomar una buena bocanada de aire y realizar un nuevo intento.
Y parecía que lo había dicho en serio, porque en pocos segundos ya había llegado al punto en que se había retirado para tomar aire. Un pequeño esfuerzo más fue todo lo que necesitó para tener toda mi verga dentro de su garganta.
Un par de golpecitos en mi muslo llamaron mi atención. Estaba por retirar mi verga cuando Jessi inició ella sola el movimiento hacia atrás y adelante con su cabeza.
-¿Ahora sí lo hago? –Pregunté, todavía dudando.
Pero Jessi no tenía ni una duda al respecto. Colocó una de sus manos en mi culo y la usó de punto de apoyo para avanzar nuevamente hasta prácticamente hundir su nariz en mi cuerpo.
Si eso no era un “¡¡SÍ!!” de parte de ella… La tomé nuevamente de la cabeza y esta vez dejé que mi verga retrocediera y avanzara algo más. Jessi retiró sus manos y las dejó a un costado de su cuerpo, permitiéndome a mí tomar las riendas esa vez.
Más allá de la calentura que me provocaba poder cogerme de esa manera su garganta, tenía que reconocer que era algo impresionante la forma en que ella podía relajarse y dejarse hacer algo así sin problemas.
Jessi necesitaba tomar aire de nuevo y así me lo hizo saber, dándome otro suave golpe en el muslo. Di un par de movimientos como remate y luego retiré mi verga. Una buena cantidad de saliva colgaba de su boca, al tiempo que sus toses y esfuerzos por volver a normalizar su respiración fueron todo el sonido que se escuchó por unos segundos.
-Ay, por favor… ¡Lo que me calienta que me cojas la boca así! –Exclamó, luego de limpiarse un poco con la manga de su camisa. –¡Tengo la concha hecha un charco!
Ella se puso de pie y me empujó para hacerme caer de espaldas en la cama. Yo me moví hasta quedar completamente acostado y Jessi se lanzó encima para atacar mi boca e introducir su lengua una vez más.
Esa ofensiva duró solamente unos segundos, que fue todo el tiempo que necesitó para por fin despojarse de su pollera, de su camisa y de su corpiño, los cuales terminaron lanzados por el aire para aterrizar en algún lugar de mi habitación. Luego se incorporó y se puso en posición para recibir mi verga dentro de su conchita por primera vez en la noche.
No me dio ni un segundo para reaccionar que ya su mano guiaba mi verga hacia la entrada de su cuevita. En un movimiento rápido se inclinó hacia adelante para apoyar mi glande y de inmediato volvió hacia atrás para dejar que mi verga incursionara en su interior.
-Mmmmmmmmmmm… Lo que extrañaba tu verga, Pedrito… -Dijo entre gemidos, haciendo fuerza para hacer que su concha se tragara mi pija por completo. -Uffff… Sí… ¡Cómo me llena toda!
A pesar de que había entrado con relativa facilidad, mi verga se sentía un poco más apretada que la vez anterior. Fue en ese momento cuando recordé que Jessi todavía tenía puesto su juguetito.
Sin piedad estiré mi brazo y primero hice que mi mano se estrellara contra su culo, lo cual le arrancó un fuerte gemido, pero la aventura no terminó ahí, sino que avanzó por su culo hasta llegar al medio, y una vez allí palpé con uno de mis dedos hasta sentir algo duro.
Con mi otro brazo rodeé la espalda de Jessi y la obligué a que pegara su pecho contra el mío. Ahí fue cuando tomé la punta de su juguete con mi mano y lo empecé a sacudir con movimientos cortos pero rápidos, mientras Jessi movía su obra maestra con forma de culo dando pequeños saltitos.
-Ah… Siiiiii… De nuevo… De nuevo… Movelo todo.
Parecía que le había gustado mucho eso. Agarré su juguetito con dos dedos y lo empecé a mover como si también le estuvieran dando por el culo con eso. Era lo más cercano que podíamos estar en ese momento a una doble penetración, y los gemidos de Jessi retumbaron por la habitación.
Su cara estaba tan cerca de la mía que no pude evitar besarla una vez más para silenciar sus gemidos. Mi lengua recorría desesperada cada rincón de su boca, luchando con la suya a cada rato, un duelo a muerte que no quería que se terminara nunca.
Un fuerte temblor recorrió el cuerpo de Jessi, a tal punto que dejó de moverse. Dentro de ella, mi verga sentía cómo quedaba envuelta en una marea muy caliente que se escapaba por el mínimo resquicio que había libre para su paso, brotando finalmente de Jessi hasta llegar al exterior, cayendo sobre mi cuerpo.
Las fuerzas abandonaron también el cuerpo de Jessi, que dejó de sostenerse con sus brazos y terminó con su torso apoyado en el mío.
-Epa… Linda acabada te mandaste…
-Dios… -Dijo en voz baja con su boca pegada a mi oído, su cuerpo todavía sujeto a algún que otro temblor, como réplicas de un terremoto. –Lo bien que me llena esta pija.
-Ahora me toca moverme a mí. –Anuncié, retirando mi verga de su interior y rápidamente poniéndome de pie a un costado de la cama.
Jessi no se movió más que para dejarme salir de debajo de ella, así que le di una buena nalgada para que reaccionara.
-Vamos Jessi, arriba ese culito.
-Mi culito necesita que lo despierten. Capaz que con otra de esas se levanta. –Sugirió, poniendo cara como si estuviera reflexionando. La calentura que se veía en sus ojos era tan grande que no me hubiera extrañado si de repente se prendía fuego aquello sobre lo que posara su mirada.
Cambié de lugar para tener mejor ángulo y mis dos manos se estrellaron de forma simultánea contra su culo, una mano contra cada nalga. Jessi dio un pequeño salto y dejó escapar un ligero grito, pero de inmediato se transformó en un gemido de placer.
-Ahí está, parece que ahora sí se despertó.
-Hijo de puta, casi me dejás marcadas las huellas digitales. -Jessi intentó poner cara seria al decir eso, pero su sonrisa delató lo mucho que lo había disfrutado.
-Dale, que ya me di cuenta de que te gustó eso. –Comenté, dedicándole una sonrisa de complicidad.
-¿Vos decís? –Preguntó, acercándose a mí y por fin poniéndose en cuatro como le había pedido.
Coloqué mi mano en su entrepierna y noté que seguía igual de húmeda que cuando había sacado la verga de ella. Retiré mi mano y le mostré la evidencia.
-Yo diría que sí, Jessi.
-¿Y qué hacemos entonces? A mí me parece que deberíamos aprovecharlo. –Dicho eso, procedió a mover su culo de un lado a otro lentamente, casi como si intentara hipnotizarme.
Me coloqué detrás de ella y me masturbé durante unos segundos para volver a ponerme bien duro. Acto seguido coloqué mi glande en su entrada y presioné para ingresar nuevamente en ella.
Jessi tenía su cuerpo más dispuesto que nunca para recibirme, y así lo demostró dejándome entrar con más facilidad que nunca. Fue así que no demoré mucho en empezar un lento vaivén, permitiéndole sentir por completo mi verga entrando y saliendo en toda su extensión, desde la base hasta la punta.
-¿Te lo vas a sacar en algún momento? –Pregunté, presionando su juguetito con mi pulgar.
-Mmmmmmmm… Todavía no. –Respondió luego de un largo gemido. –Pero no dejes de jugar con eso… que me vuelve loca.
En ese momento sí pude apreciarlo bien: lo parte expuesta parecía una joya facetada en forma de corazón de color rojo brillante, casi como un rubí (aunque de plástico en ese caso). Ya que lo tenía más accesible, aproveché para sujetarlo bien y nuevamente moverlo como si la estuvieran penetrando por el culo. No sólo eso, sino que empecé a tironear suavemente, amagando con sacárselo.
-Ay dios… No lo… Ufffff… No lo saques…
Yo hacía caso omiso a sus pedidos, concentrado como estaba en disfrutar del juego. En un principio había supuesto que era algo bastante más pequeño, pero claramente estaba equivocado. Su orificio se fue estirando cada vez más, hasta que por fin pudo asomar la parte que se encontraba dentro de su cuerpo.
Primero el objeto fue volviéndose más grande, pero el ancho máximo se encontraba apenas empecé a sacarlo. Una vez superada esa parte, que fue acompañada por un fuerte gemido de parte de Jessi, el plug se volvió a achicar, volviéndose más fino a medida que se acercaba a la punta.
-Sos un… hijo de puta…
-Ahí lo meto de nuevo, no te preocupes.
No le di tiempo a responder que dejé caer algo de mi saliva sobre la punta del juguete y lo presioné contra la entrada de su culo. Era obvio que Jessi lo tenía bien estirado, porque no costó casi nada introducirlo.
Tan sólo unos segundos más tarde lo volvía a tener metido dentro por completo, con ese corazón rojo adornando su precioso culo.
-Ahora sí Jessi, agarrate. -Ya había llegado la hora de dejar de boludear y empezar a cogérmela como ella se lo merecía.
-¡Ay, sí! ¡Por fin, nene! –Celebró Jessi. – ¡Rompeme toda!
Coloqué la punta en su entrada y empujé. Estaba tan bien lubricada que mi verga entró sin encontrarse con ninguna resistencia, aunque seguía presionándome con sus paredes como si amenazara con estrangularme la verga en cualquier momento.
A pesar de eso no tardé mucho en acelerar el ritmo. Me agarré fuerte de su cintura con una mano y con la otra formé una colita con su pelo y envolví mi mano con ella, obligándola a inclinar su cabeza hacia atrás.
-Así Pedrito… me encanta que me traten así… Dame pija, hijo de puta… ¡QUIERO PIJA!
Si faltaba algún incentivo para que empezara a darle con todas mis fuerzas, después de escuchar eso ya no había hecho falta nada más. Fue como si mi cintura hubiera estado contenida por alguna barrera que limitaba mi velocidad, pero ya había desaparecido.
A partir de ese momento sólo se escucharon cuatro cosas: los gritos de placer de Jessi, mis gruñidos producto del esfuerzo que estaba haciendo, el ruido de nuestros cuerpos chocando cada vez que le metía mi verga hasta el fondo, y las ocasionales nalgadas que le daba con mi mano derecha y que tanto le hacían disfrutar.
En dos ocasiones el cuerpo de Jessi tembló casi como le hubiera dado epilepsia, y su concha se inundó de sus líquidos que pedían a gritos que los dejara salir de golpe, pero ni siquiera en ese momento frené mis movimientos.
Tanto ella como yo estábamos en un estado de trance, en el cual en nuestras cabezas sólo existía la necesidad de continuar con las penetraciones hasta que nuestros cuerpos se cayeran a pedazos.
-¿Dónde la querés, putita? –Pregunté entre gruñidos, ya completamente fuera de mí. -¿La querés en la boca?
Jessi asintió con la cabeza, ya incapaz de coordinar dos palabras claras.
-Ahí te la voy a dar entonces.
Hice un último esfuerzo y realicé un ataque a toda velocidad, manteniendo el ritmo todos los segundos que fui capaz. Cuando mis piernas estaban por darse por vencidas, bajé la velocidad pero incrementé la fuerza de mis embestidas, casi como si estuviera por atravesar su cuerpo de lado a lado.
La estaba sosteniendo con tanta despreocupación que por momentos sus rodillas se despegaban de la cama cuando mi cuerpo chocaba con el suyo.
-Ay, por dioooooooooooossss…
Esas fueron las pocas palabras que Jessi logró articular cuando alcanzó el clímax una vez más. Desenterré mi verga de su interior y un fuerte chorro fue a parar al piso. Jessi prácticamente se desplomó en la cama cuando una segunda explosión de sus jugos brotó de ella.
-Vení para acá que te doy tu premio. –Ordené, ya convertido casi en un cavernícola.
Jessi se arrastró por la cama con las pocas fuerzas que tenía, se volteó para quedar boca arriba y la abrió bien grande, invitándome a depositar mi descarga en su interior.
Pajeándome bien fuerte acerqué mi verga a su boca y Jessi inmediatamente cubrió la punta con sus labios. En ese instante todo lo que tenía amontonado brotó en un potente disparo que bien pudo haber impactado directo en su garganta.
Dos chorros más salieron de mí y Jessi los recibió con gusto, aún sin despegarse de mi verga. Finalizado mi orgasmo, Jessi abrió su boca para mostrar el blanco contenido, pero desapareció prácticamente en un abrir y cerrar de ojos. O mejor dicho, en un cerrar y abrir de sus labios, ya que en un solo trago se encargó de enviar mi acabada en un corto viaje hacia su estómago.
-¡Siempre me dejo la cremita para el final del postre! –Comentó Jessi, relamiéndose con gusto.
Ya sintiendo que me quedaba sin fuerzas yo también, me acerqué a la cama y me acosté a su lado. Jessi se incorporó y se puso cerca de mi pija para lamer cualquier resto que hubiera podido quedar allí.
-Ahora sí, muy rico tu postre, Pedrito. –Me halagó, poniéndose a mi lado, rodeándome con uno de sus brazos y apoyando su cabeza en mi pecho.
-Sos una bestia, Jessi. –Repliqué, tirado boca arriba pero con mis ojos cerrados.
-Cuando consigo que alguien me provoqué así, seguro.
Nos quedamos en silencio por un largo rato, los dos demasiado cansados como para hablar siquiera. Yo estaba por quedarme dormido ahí mismo cuando sentí la mano de Jessi acariciando nuevamente mi verga.
-¿Vamos por un segundo round?
-Estoy reventado, Jessi. Aguantá un poco.
A Jessi no pareció importarle ese comentario, porque empezó a apretar mi verga con algo más de fuerza, ya más cerca de ser una masturbación que una caricia.
-¿Y si te digo que quiero que me la metas en el culo? –Preguntó con una voz seductora que le podría haber pertenecido a la Lujuria en persona.
El efecto de esas palabras fue instantáneo. En mi cerebro se prendieron todas las alarmas y se lanzó una orden inmediata a toda mi sangre para que se dirigiera a toda velocidad hacia la entrepierna. Cualquier resto de cansancio que tenía en mi cuerpo se había evaporado y mi verga empezó a levantarse nuevamente hasta quedar erguida en todo su esplendor.
-Lo voy a tomar como un sí.
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Espero que lo hayan disfrutado.
Gracias a todos los que siguen la historia capítulo a capítulo.
No se olviden de dejar sus puntos y comentarios.
Nos leeremos en el próximo capítulo.
Saludos!!!
18 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XIII-b)
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