Al comienzo del mes de marzo de ese año, Miguel, mi marido, emprendió una gira por los países limítrofes.
A pesar que, hacía años que, por trabajo, se ausentaba largo tiempo, yo no me acostumbré a su ausencia; quizás, porque ambos somos muy sexuales, nos entretiene más hacer el amor, que una película después de cenar, por ejemplo.
A los 4 días de ausencia, en una de nuestras muchas comunicaciones telefónicas diarias, me informó:
-lo bien que le había ido en Chile, y Paraguay,
-que, había comenzado su tarea en Brasil,
-que, allí, se iba a demorar más de lo que había previsto y
-que le había dado mi número de celular a un vecino nuestro, Ernesto.
-¿Para qué se lo diste?-
- Hacé memoria. Estábamos fantaseando un trío y surgió el nombre de él. Recuerdo muy bien que fue tremenda tu acabada…. y la mía también.-
-¿Yyy?-
-No vas a necesitar salir del edificio para… calmar eventuales hervores. Ya sabés que vive en el último piso ¿Te gusta la idea?-
Vivíamos en un edificio de muchos pisos
-¡Sacátelo de la cabeza! Nunca hablé con él-
-Yo sí. Charlé con él, en varias ocasiones…. es soltero, muy putero y… como al descuido, te alabó. -
-¿Te volviste loco? ¿Le dijiste, para qué le dabas mi número de celu?-
-Tranquila, le di el mío, además del tuyo y él me dio el suyo. La excusa fue “por si necesitábamos comunicarnos por algún imprevisto”-
-No me digas que, no te gustaría que te seduzca, Imaginá un encuentro prohibido en estas circunstancias y…. que yo lo presencie- agregó
- Que me seduzcan, claro que me gusta, significa que aún soy atractiva, y por supuesto que, es importante para mí. Pero, de ahí a que “agarre viaje” está por verse-
-Sí, lo sé; pero, no me contestaste, qué lo presencie ¿te inhibiría?-
-Clarooo… No. ¡bahh! No sé-
Durante ese día y la mañana del siguiente, el vecino del último piso, venía insistentemente a mi mente De gran talla, calculo mide casi 1,90, de buen físico, lindo semblante, bronceado, de sonrisa fácil y sugestiva. Muy atractivo, en síntesis.
Cerca del mediodía, recibí un wapp, de un número desconocido. Era de Ernesto. Me explicaba que Miguel le había pasado mi número, y que le había informado que estaba sola. Que entendía perfectamente mi situación, que no dudara en llamarlo si necesitaba algo, que se comprometía a ser discreto y manejarlo con mucha delicadeza.
Al leerlo, pensé que el corazón se me iba a salir del pecho; por supuesto, no respondí. Siguió enviándome mensajes halagadores e invitaciones a chatear; a los cuales, no respondía.
Hasta que me sorprendió, un mensaje, acompañado de una foto mía, en un local de ropa íntima de mujer. El muy turro, me había seguido y fotografiado.
El comentario asociado a la foto decía “Ojala, más pronto que tarde, pueda admirar tu la compra”.
Impulsivamente respondí “ni lo sueñes”
A partir de ese “incidente”, comenzamos a chatear; y con el correr de los días, sus mensajes, eran más eróticos.
Hasta que volvió a paralizarme el corazón, un mensaje “Mirá que estoy preparando para esta noche ¿Trucha o carne roja?” Tenía adjunto, la foto de una mesa servida, como para una cena romántica; con un ventanal de fondo, las cortinas corridas, mostrando la luna sobre la gran ciudad.
Cuando me recompuse, le renvié el chat a Miguel, con un “mirá lo que lograste”
No me contestó
Al atardecer, me sentí profundamente sola, sin saber que hacer; me puse nerviosa, después, por la insistencia con ahínco de Ernesto, mudé a perpleja y por fin a ganosa. Decidí a aceptar la invitación a cenar, con un mensaje escueto: “Trucha y vino blanco”
Llevé los nenes a la casa de mis padres, y volví para ducharme y vestirme. Me miré en el espejo, me vi demasiado sencilla. Decidí cambiar de look; así que, me quité todo, elegí mi mejor lencería negra: corpiño y bombacha de encaje, portaligas, medias con costura trasera, vestido ajustado al cuerpo, negro noche, con breteles muy finos; me subí a mis tacones negros, de doce centímetros, y volví al baño, a maquillarme.
Eran las ocho y media de la noche, abrí la puerta, agudicé el oído: sólo se escuchaba un televisor, en el interior de otro departamento. Me sentía como una quinceañera, que está por escapase para salir de noche. Me decidí, y fui silenciosamente, al ascensor. Rápidamente, oprimí el botón del último piso.
En el trayecto, me di cuenta que no sabía el número de departamento; iba a regresar, pero se abrieron las puertas del ascensor, y descubrí que sólo había una puerta en el rellano. No tenía idea que todo piso era un único departamento.
El corazón nuevamente se me detuvo; pero, salí antes de quedar atrapada entre las puertas del ascensor y me dirigí, silenciosamente, a la puerta. Toqué el timbre, se abrió de par en par. Me descolocó la mirada de Ernesto, como si estuviese viendo a Miss Universo.
Entramos el ambiente era acogedor, típico departamento lujoso de soltero. Él me hablaba; pero, de los nervios, yo no lo escuchaba y, descolgada, me salió decirle:
-Miguel no sabe que estoy aquí-
-No te preocupés, sí que sabe-
Lo miré extrañada
-¿Cómo? No me responde los mensajes ¿A vos si te respondió?-
Como si fuese algo trivial, levantó el brazo:
-Él nos está mirando, a través de esa webcam y de esa también.-
Aturdida, seguí, con la mirada su dedo índice, apuntando a 2 pequeñas bolas negras, con un led rojo encendido, una sobre la biblioteca y otra, en el borde de una escultura, frente a un gran sofá. Sentí como un malestar, fijé la vista, en las luces nocturnas de Buenos Aires, a través de un gran ventanal. Desde el vigésimo piso, se podía ver toda la ciudad; y como hipnotizada, me dirigí al ventanal, para apreciar mejor la vista.
De pronto, las manos de Ernesto, apoyadas sobre mis hombros, hicieron que un escalofrío, recorriese mi columna vertebral, como un relámpago.
Me invitó a sentarme a la mesa y comenzó a servir algo de lo que había preparado. Se sentó y:
-¿Qué te hizo decidirte a subir?-
-No sé, fue muy raro. Me sentí muy sola, el silencio de Miguel más tus mensajes insistentes - No podía decirle por la “comezón” entre las piernas.
Antes que diga algo, agregué
-¿Miguel puede escucharnos?-
-No. Sólo puede mirar-.
-El led rojo encendido ¿quiere decir que está conectado?-
-Talvez. El led significa que la webcam está encendida; pero, no podés saber que está haciendo él, del otro lado-.
A partir de ese momento, comencé a relajarme, por los afables y seductores avances de Ernesto; me olvidé de las 2 webcams.
Todo lo que sirvió, estaba exquisito; con el último bocado de la trucha ahumada, comencé a sentir los efectos del alcohol, estaba desinhibida al conversar; y esto, lo aprovechó Ernesto:
-Sos querendona ¿Verdad? Seguramente, te das el gusto de hacer de todo un poco ¿o me equivoco?-
-Sí. Me enloquece, el goce que me da mi cuerpo cuando…. lo estimulan -
-Te entiendo. Debe ser insostenible, para vos, la ausencia, prolongada, de tu marido-
-Yyy si, nos gusta más que el dulce de leche-
-¡Uy! ¡Qué genios! -
-Esta conversación me da mucho calor. Ja Ja Ja. ¿Cambiamos de tema?-
- Ok. ¿Qué querés tomar? Voy a poner un poco de música.
-Lo que vos tomés-
Bailamos, algo de pop, y también, un par de boleros; luego, me invitó a sentarme en el gran sillón, con vista a las luces nocturnas de Buenos Aires eso me encendió. Evidentemente, él podía leer mi mente.
Enseguida, sentí su mano, entre mis muslos y su dedo índice apoyarse en los grandes labios exteriores de la concha, por encima de la bombacha.
Al palpar la humedad vaginal, supo que me tenía a su merced:
- No te imaginás, lo que deseé este momento. Desde las primeras veces que nos encontramos, no dejé de fantasear contigo ¿Y vos? ¿Sólo viniste a cenar?-
Ante mi silencio, me besó el cuello, me mordisqueó el lóbulo de la oreja, de repente, mis ojos se posaron en la pequeña esfera negra, enfrentada al sofá, con el led rojo encendido. Imaginé que Miguel estaba del otro lado de la webcam, pero Ernesto tomó mi cara, entre sus manos, y me encajó un profundo beso. Cuando sentí su lengua, jugar con la mía, dentro de mi boca, me entregué, con más ganas.
Nos besamos desaforadamente, bajé mi mano izquierda, a su entrepierna, tenía una erección, monumental.
Él también había bajado una mano y corrido a un costado la bombacha, Su dedo índice, estaba entrando y saliendo aceleradamente, provocándome que suspirara y gimiera. Sus movimientos eran calculados; alternaba entre la masturbación vaginal, juego en mi clítoris y masajes en el punto G. No demoró mucho para provocarme un primer orgasmo.
Con la espalda arqueada por el goce, alcancé a murmurar que no quería que me siguiera viendo Miguel.
Dejó de sobarme la concha, me sacó la bombacha, se la llevó, primero a la nariz:
-Él no va a poder olerla ¡Lo que se pierde!-
Se aproximó a la webcam y la cubrió con mi prenda y volvió a mí. Mejor dicho frente a mis piernas entreabiertas.
-Quiero más de tu aroma, único, fabuloso –
Hundió su cabeza, hasta mi vagina. Supe, de inmediato, que, con su lengua, era tan o más hábil, de como lo había sido, con su dedo índice.
Unos cuantos minutos, de su juego con la lengua y dedos, me regalaron otra tremenda acabada. Lejos de sentirme saciada, deseaba más.
Tuve que pararme, porque había estado un poco despatarrada, y me sentía incómoda con mi vestido; que estaba enrollado, hasta casi la cintura.
Cuando me paré frente a él, vi nuevamente la bola negra sobre la biblioteca, con el led rojo encendido. “¿Miguel estuvo y seguía mirando?”
El interrogante me duró poco; sentí como se deslizaba hacia el piso, mi vestido, como si fuese un pañuelo de seda.
Y allí estaba yo; frente a Ernesto (que había corrido los breteles para deshacerse de mi vestido), parada sobre mis tacones; casi desnuda, con sólo el corpiño y las medias negras.
Mirándome como predador, se bajó pantalón y bóxer, dejando a la vista, la hermosa forma y tamaño de su verga erecta. Me pareció algo más grande que la de Miguel, me hizo vislumbrar el placer, que me daría.
Me arrodillé sobre la alfombra. La tomé con ambas manos. Comencé con suaves besos, y lamiendo su glande. Lo miraba fijo a los ojos, y con mis labios rojos, le rodeé la verga, tratando que no se me corriera, del todo, el lápiz de labios. Lo hacía, para brindar un buen espectáculo, tanto para Ernesto, como para Miguel si estaba detrás de la webcam.
Me la metí entera, en mi boca y la succioné, con placer y empeño
Al rato, lo sentí gemir, intentó detenerme; pero seguí, segundos después, un torrente de semen, se estrelló contra mi paladar, Tragué hasta la última gota.
Una vez que terminé la tarea de limpieza de su glande, extendió su mano, para ayudar a pararme y llevarme a un dormitorio.
Cuando entramos, le pregunté:
-¿Aquí también hay cámaras?-
-No ¡Claro que no!-
Miré “aquí, allí y allá” no vi ninguna. No descarté que hubiese alguna escondida.
Me quitó el corpiño (quedé sólo con las medias auto sostenibles), me acomodó de espaldas, sobre la cama, se subió y comenzó a jugar con mis tetas, con el entusiasmo de un adolescente. Así, estuvimos un buen rato, hasta que me puso de costado, y me penetró suavemente, en pose cucharita. Nos besábamos, podía sentir su vigorosa musculatura mientras su verga, a pesar de su tamaño, se deslizaba fácilmente, llenándome. Le enterraba mis uñas, en sus glúteos.
Al rato, se salió y me volvió acomodar de espaldas, penetrándome de frente, en pose misionero. Ahora bombeaba con más fuerza; arrancándome gemidos y gritos de placer. Volvió a salirse, me hizo poner en cuatro y tomándome de las caderas, me provocó un enorme orgasmo, que me dejó tirada, boca abajo.
Casi sin pausa, lo tuve otra vez encima intentando entrarme, despacio, por el ano; Primero, metiendo y sacando el glande, poco a poco, mi culo se dilataba, para recibirlo. Me la metió hasta el fondo y bombeó con fuerza y velocidad, hasta hacerme acabar de nuevo.
Él siguió culeándome, parecía tener la resistencia del mundo; sospeché que, me iba a coger toda la noche.
Al rato, siento que me inundó el culo, con tibio y abundante líquido, sacó un suspiro-gruñido de las entrañas y se acostó a mi lado.
Lejos de descansar como supuse, pocos minutos después, volvió acomodarme; de espaldas, a meterse, en pose misionero, en mi concha, aún sensible por la larga cogida anterior.
No sé cómo hizo; pero, cuando escuché que el reloj cucú del living, daba las tres, recién había terminado de acabar, por enésima vez, dentro mío y siguió entrando y saliendo; un rato más.
Habíamos estado cogiendo, durante más de cuatro horas; y, ambos, habíamos perdido la cuenta de los jugos (semen y humores vaginales), derramados.
Con los últimos suspiros y resoplidos, la maratón llegó a su fin.
Ernesto me ofreció su baño, para darme una ducha; pero, preferí hacerlo en mi departamento. Nos despedimos con un profundo beso y un “¡Gloriosa experiencia, espero que no sea la última!” murmurado por él.
No supe que contestar; así que, me dirigí al ascensor.
Si bien Miguel lo había permitido y preparado, sentí algo de culpa por lo bien que lo había pasado y de pudor por las imágenes que había visto, él , a través de las webscams.
La lluvia de la ducha, me despejó la mente; y me dormí plácidamente.
Antes del regreso de Miguel, hubo una cena bis con Ernesto, pero en mi departamento. Como no podía ser de otra manera, cogimos durante horas, pero, eso sí, esta vez sin testigos.
Al regreso de su viaje, en el dormitorio, tuvimos una conversación “after cogida”, con Miguel:
-Supongo que la pasaste muy bien en el último piso ¿Tenés ganas de contarme?-
-Es necesario? ¿No viste todo por las webcams, caradura? Ernesto tapó una con la bombacha, pero no la otra, en el living. Y, sospecho que había otras disimuladas en el cuarto.
- Sólo vi el comienzo. Los arrumacos en el sillón del living, estabas impresionantemente hermosa. En la habitación, nada. ¿Me contaras? No te digo ahora, sino cuando tengas ganas- .
En definitiva, le conté; casi literalmente, lo antes escrito; lo que, provocó que, al final del relato, volviésemos a coger.
Y mientras me cogía:
- ¡Uau! Laurita…. ¡Qué bueno lo que contaste!... tenemos que organizar un trío con él.-
-¡Ni lo pienses!.... ¡Ya fue!-.
-Tranquila…. Después vemos…-
A pesar que, hacía años que, por trabajo, se ausentaba largo tiempo, yo no me acostumbré a su ausencia; quizás, porque ambos somos muy sexuales, nos entretiene más hacer el amor, que una película después de cenar, por ejemplo.
A los 4 días de ausencia, en una de nuestras muchas comunicaciones telefónicas diarias, me informó:
-lo bien que le había ido en Chile, y Paraguay,
-que, había comenzado su tarea en Brasil,
-que, allí, se iba a demorar más de lo que había previsto y
-que le había dado mi número de celular a un vecino nuestro, Ernesto.
-¿Para qué se lo diste?-
- Hacé memoria. Estábamos fantaseando un trío y surgió el nombre de él. Recuerdo muy bien que fue tremenda tu acabada…. y la mía también.-
-¿Yyy?-
-No vas a necesitar salir del edificio para… calmar eventuales hervores. Ya sabés que vive en el último piso ¿Te gusta la idea?-
Vivíamos en un edificio de muchos pisos
-¡Sacátelo de la cabeza! Nunca hablé con él-
-Yo sí. Charlé con él, en varias ocasiones…. es soltero, muy putero y… como al descuido, te alabó. -
-¿Te volviste loco? ¿Le dijiste, para qué le dabas mi número de celu?-
-Tranquila, le di el mío, además del tuyo y él me dio el suyo. La excusa fue “por si necesitábamos comunicarnos por algún imprevisto”-
-No me digas que, no te gustaría que te seduzca, Imaginá un encuentro prohibido en estas circunstancias y…. que yo lo presencie- agregó
- Que me seduzcan, claro que me gusta, significa que aún soy atractiva, y por supuesto que, es importante para mí. Pero, de ahí a que “agarre viaje” está por verse-
-Sí, lo sé; pero, no me contestaste, qué lo presencie ¿te inhibiría?-
-Clarooo… No. ¡bahh! No sé-
Durante ese día y la mañana del siguiente, el vecino del último piso, venía insistentemente a mi mente De gran talla, calculo mide casi 1,90, de buen físico, lindo semblante, bronceado, de sonrisa fácil y sugestiva. Muy atractivo, en síntesis.
Cerca del mediodía, recibí un wapp, de un número desconocido. Era de Ernesto. Me explicaba que Miguel le había pasado mi número, y que le había informado que estaba sola. Que entendía perfectamente mi situación, que no dudara en llamarlo si necesitaba algo, que se comprometía a ser discreto y manejarlo con mucha delicadeza.
Al leerlo, pensé que el corazón se me iba a salir del pecho; por supuesto, no respondí. Siguió enviándome mensajes halagadores e invitaciones a chatear; a los cuales, no respondía.
Hasta que me sorprendió, un mensaje, acompañado de una foto mía, en un local de ropa íntima de mujer. El muy turro, me había seguido y fotografiado.
El comentario asociado a la foto decía “Ojala, más pronto que tarde, pueda admirar tu la compra”.
Impulsivamente respondí “ni lo sueñes”
A partir de ese “incidente”, comenzamos a chatear; y con el correr de los días, sus mensajes, eran más eróticos.
Hasta que volvió a paralizarme el corazón, un mensaje “Mirá que estoy preparando para esta noche ¿Trucha o carne roja?” Tenía adjunto, la foto de una mesa servida, como para una cena romántica; con un ventanal de fondo, las cortinas corridas, mostrando la luna sobre la gran ciudad.
Cuando me recompuse, le renvié el chat a Miguel, con un “mirá lo que lograste”
No me contestó
Al atardecer, me sentí profundamente sola, sin saber que hacer; me puse nerviosa, después, por la insistencia con ahínco de Ernesto, mudé a perpleja y por fin a ganosa. Decidí a aceptar la invitación a cenar, con un mensaje escueto: “Trucha y vino blanco”
Llevé los nenes a la casa de mis padres, y volví para ducharme y vestirme. Me miré en el espejo, me vi demasiado sencilla. Decidí cambiar de look; así que, me quité todo, elegí mi mejor lencería negra: corpiño y bombacha de encaje, portaligas, medias con costura trasera, vestido ajustado al cuerpo, negro noche, con breteles muy finos; me subí a mis tacones negros, de doce centímetros, y volví al baño, a maquillarme.
Eran las ocho y media de la noche, abrí la puerta, agudicé el oído: sólo se escuchaba un televisor, en el interior de otro departamento. Me sentía como una quinceañera, que está por escapase para salir de noche. Me decidí, y fui silenciosamente, al ascensor. Rápidamente, oprimí el botón del último piso.
En el trayecto, me di cuenta que no sabía el número de departamento; iba a regresar, pero se abrieron las puertas del ascensor, y descubrí que sólo había una puerta en el rellano. No tenía idea que todo piso era un único departamento.
El corazón nuevamente se me detuvo; pero, salí antes de quedar atrapada entre las puertas del ascensor y me dirigí, silenciosamente, a la puerta. Toqué el timbre, se abrió de par en par. Me descolocó la mirada de Ernesto, como si estuviese viendo a Miss Universo.
Entramos el ambiente era acogedor, típico departamento lujoso de soltero. Él me hablaba; pero, de los nervios, yo no lo escuchaba y, descolgada, me salió decirle:
-Miguel no sabe que estoy aquí-
-No te preocupés, sí que sabe-
Lo miré extrañada
-¿Cómo? No me responde los mensajes ¿A vos si te respondió?-
Como si fuese algo trivial, levantó el brazo:
-Él nos está mirando, a través de esa webcam y de esa también.-
Aturdida, seguí, con la mirada su dedo índice, apuntando a 2 pequeñas bolas negras, con un led rojo encendido, una sobre la biblioteca y otra, en el borde de una escultura, frente a un gran sofá. Sentí como un malestar, fijé la vista, en las luces nocturnas de Buenos Aires, a través de un gran ventanal. Desde el vigésimo piso, se podía ver toda la ciudad; y como hipnotizada, me dirigí al ventanal, para apreciar mejor la vista.
De pronto, las manos de Ernesto, apoyadas sobre mis hombros, hicieron que un escalofrío, recorriese mi columna vertebral, como un relámpago.
Me invitó a sentarme a la mesa y comenzó a servir algo de lo que había preparado. Se sentó y:
-¿Qué te hizo decidirte a subir?-
-No sé, fue muy raro. Me sentí muy sola, el silencio de Miguel más tus mensajes insistentes - No podía decirle por la “comezón” entre las piernas.
Antes que diga algo, agregué
-¿Miguel puede escucharnos?-
-No. Sólo puede mirar-.
-El led rojo encendido ¿quiere decir que está conectado?-
-Talvez. El led significa que la webcam está encendida; pero, no podés saber que está haciendo él, del otro lado-.
A partir de ese momento, comencé a relajarme, por los afables y seductores avances de Ernesto; me olvidé de las 2 webcams.
Todo lo que sirvió, estaba exquisito; con el último bocado de la trucha ahumada, comencé a sentir los efectos del alcohol, estaba desinhibida al conversar; y esto, lo aprovechó Ernesto:
-Sos querendona ¿Verdad? Seguramente, te das el gusto de hacer de todo un poco ¿o me equivoco?-
-Sí. Me enloquece, el goce que me da mi cuerpo cuando…. lo estimulan -
-Te entiendo. Debe ser insostenible, para vos, la ausencia, prolongada, de tu marido-
-Yyy si, nos gusta más que el dulce de leche-
-¡Uy! ¡Qué genios! -
-Esta conversación me da mucho calor. Ja Ja Ja. ¿Cambiamos de tema?-
- Ok. ¿Qué querés tomar? Voy a poner un poco de música.
-Lo que vos tomés-
Bailamos, algo de pop, y también, un par de boleros; luego, me invitó a sentarme en el gran sillón, con vista a las luces nocturnas de Buenos Aires eso me encendió. Evidentemente, él podía leer mi mente.
Enseguida, sentí su mano, entre mis muslos y su dedo índice apoyarse en los grandes labios exteriores de la concha, por encima de la bombacha.
Al palpar la humedad vaginal, supo que me tenía a su merced:
- No te imaginás, lo que deseé este momento. Desde las primeras veces que nos encontramos, no dejé de fantasear contigo ¿Y vos? ¿Sólo viniste a cenar?-
Ante mi silencio, me besó el cuello, me mordisqueó el lóbulo de la oreja, de repente, mis ojos se posaron en la pequeña esfera negra, enfrentada al sofá, con el led rojo encendido. Imaginé que Miguel estaba del otro lado de la webcam, pero Ernesto tomó mi cara, entre sus manos, y me encajó un profundo beso. Cuando sentí su lengua, jugar con la mía, dentro de mi boca, me entregué, con más ganas.
Nos besamos desaforadamente, bajé mi mano izquierda, a su entrepierna, tenía una erección, monumental.
Él también había bajado una mano y corrido a un costado la bombacha, Su dedo índice, estaba entrando y saliendo aceleradamente, provocándome que suspirara y gimiera. Sus movimientos eran calculados; alternaba entre la masturbación vaginal, juego en mi clítoris y masajes en el punto G. No demoró mucho para provocarme un primer orgasmo.
Con la espalda arqueada por el goce, alcancé a murmurar que no quería que me siguiera viendo Miguel.
Dejó de sobarme la concha, me sacó la bombacha, se la llevó, primero a la nariz:
-Él no va a poder olerla ¡Lo que se pierde!-
Se aproximó a la webcam y la cubrió con mi prenda y volvió a mí. Mejor dicho frente a mis piernas entreabiertas.
-Quiero más de tu aroma, único, fabuloso –
Hundió su cabeza, hasta mi vagina. Supe, de inmediato, que, con su lengua, era tan o más hábil, de como lo había sido, con su dedo índice.
Unos cuantos minutos, de su juego con la lengua y dedos, me regalaron otra tremenda acabada. Lejos de sentirme saciada, deseaba más.
Tuve que pararme, porque había estado un poco despatarrada, y me sentía incómoda con mi vestido; que estaba enrollado, hasta casi la cintura.
Cuando me paré frente a él, vi nuevamente la bola negra sobre la biblioteca, con el led rojo encendido. “¿Miguel estuvo y seguía mirando?”
El interrogante me duró poco; sentí como se deslizaba hacia el piso, mi vestido, como si fuese un pañuelo de seda.
Y allí estaba yo; frente a Ernesto (que había corrido los breteles para deshacerse de mi vestido), parada sobre mis tacones; casi desnuda, con sólo el corpiño y las medias negras.
Mirándome como predador, se bajó pantalón y bóxer, dejando a la vista, la hermosa forma y tamaño de su verga erecta. Me pareció algo más grande que la de Miguel, me hizo vislumbrar el placer, que me daría.
Me arrodillé sobre la alfombra. La tomé con ambas manos. Comencé con suaves besos, y lamiendo su glande. Lo miraba fijo a los ojos, y con mis labios rojos, le rodeé la verga, tratando que no se me corriera, del todo, el lápiz de labios. Lo hacía, para brindar un buen espectáculo, tanto para Ernesto, como para Miguel si estaba detrás de la webcam.
Me la metí entera, en mi boca y la succioné, con placer y empeño
Al rato, lo sentí gemir, intentó detenerme; pero seguí, segundos después, un torrente de semen, se estrelló contra mi paladar, Tragué hasta la última gota.
Una vez que terminé la tarea de limpieza de su glande, extendió su mano, para ayudar a pararme y llevarme a un dormitorio.
Cuando entramos, le pregunté:
-¿Aquí también hay cámaras?-
-No ¡Claro que no!-
Miré “aquí, allí y allá” no vi ninguna. No descarté que hubiese alguna escondida.
Me quitó el corpiño (quedé sólo con las medias auto sostenibles), me acomodó de espaldas, sobre la cama, se subió y comenzó a jugar con mis tetas, con el entusiasmo de un adolescente. Así, estuvimos un buen rato, hasta que me puso de costado, y me penetró suavemente, en pose cucharita. Nos besábamos, podía sentir su vigorosa musculatura mientras su verga, a pesar de su tamaño, se deslizaba fácilmente, llenándome. Le enterraba mis uñas, en sus glúteos.
Al rato, se salió y me volvió acomodar de espaldas, penetrándome de frente, en pose misionero. Ahora bombeaba con más fuerza; arrancándome gemidos y gritos de placer. Volvió a salirse, me hizo poner en cuatro y tomándome de las caderas, me provocó un enorme orgasmo, que me dejó tirada, boca abajo.
Casi sin pausa, lo tuve otra vez encima intentando entrarme, despacio, por el ano; Primero, metiendo y sacando el glande, poco a poco, mi culo se dilataba, para recibirlo. Me la metió hasta el fondo y bombeó con fuerza y velocidad, hasta hacerme acabar de nuevo.
Él siguió culeándome, parecía tener la resistencia del mundo; sospeché que, me iba a coger toda la noche.
Al rato, siento que me inundó el culo, con tibio y abundante líquido, sacó un suspiro-gruñido de las entrañas y se acostó a mi lado.
Lejos de descansar como supuse, pocos minutos después, volvió acomodarme; de espaldas, a meterse, en pose misionero, en mi concha, aún sensible por la larga cogida anterior.
No sé cómo hizo; pero, cuando escuché que el reloj cucú del living, daba las tres, recién había terminado de acabar, por enésima vez, dentro mío y siguió entrando y saliendo; un rato más.
Habíamos estado cogiendo, durante más de cuatro horas; y, ambos, habíamos perdido la cuenta de los jugos (semen y humores vaginales), derramados.
Con los últimos suspiros y resoplidos, la maratón llegó a su fin.
Ernesto me ofreció su baño, para darme una ducha; pero, preferí hacerlo en mi departamento. Nos despedimos con un profundo beso y un “¡Gloriosa experiencia, espero que no sea la última!” murmurado por él.
No supe que contestar; así que, me dirigí al ascensor.
Si bien Miguel lo había permitido y preparado, sentí algo de culpa por lo bien que lo había pasado y de pudor por las imágenes que había visto, él , a través de las webscams.
La lluvia de la ducha, me despejó la mente; y me dormí plácidamente.
Antes del regreso de Miguel, hubo una cena bis con Ernesto, pero en mi departamento. Como no podía ser de otra manera, cogimos durante horas, pero, eso sí, esta vez sin testigos.
Al regreso de su viaje, en el dormitorio, tuvimos una conversación “after cogida”, con Miguel:
-Supongo que la pasaste muy bien en el último piso ¿Tenés ganas de contarme?-
-Es necesario? ¿No viste todo por las webcams, caradura? Ernesto tapó una con la bombacha, pero no la otra, en el living. Y, sospecho que había otras disimuladas en el cuarto.
- Sólo vi el comienzo. Los arrumacos en el sillón del living, estabas impresionantemente hermosa. En la habitación, nada. ¿Me contaras? No te digo ahora, sino cuando tengas ganas- .
En definitiva, le conté; casi literalmente, lo antes escrito; lo que, provocó que, al final del relato, volviésemos a coger.
Y mientras me cogía:
- ¡Uau! Laurita…. ¡Qué bueno lo que contaste!... tenemos que organizar un trío con él.-
-¡Ni lo pienses!.... ¡Ya fue!-.
-Tranquila…. Después vemos…-
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