Me garché a mi Psicóloga .
Mi nombre es Francisco, o Fran para mis conocidos, soy oriundo de un pueblito a 300km del centro la Provincia de Buenos Aires y por laburo tuve que mudarme a Capital Federal.
Allí conocí a Andrea, quien fue mi novia durante 3 años, tras haber compartido un año dentro de la carrera de abogacía.
Desde hacía bastante tiempo concurría a un centro médico que se especializaba en psicología a ver a Esteban, quien era mi psicólogo, ya que principalmente me sofocaba el ritmo de vida que tenía que seguir, estando viviendo en pleno centro, acostumbrado durante toda mi vida a la paz y tranquilidad en un pueblo.
Una tarde del mes de abril concurría a mi segunda y última visita mensual al consultorio de Esteban, como siempre, tras salir de mi trabajo.
Una vez finalizada la sesión Esteban me comenta que en poco tiempo él no podría seguir atendiéndome, dado que su mujer estaba por ser mamá, y decidieron mudarse más lejos de la Capital para poder “vivir más tranquilos”.
Ante tal situación me dio una tarjeta con el número de teléfono de Romina, una psicóloga muy amiga de el y me dijo que era de su total confianza y que si estaba dispuesto a ir lo decida en el transcurso de las semanas restantes antes de que el se mude para así avisarle.
En un primer momento me sentí muy incómodo ante tal situación, Esteban más que un psicólogo era un amigo, ya hacía un muy buen tiempo que lo visitaba y me sentía muy cómodo y seguro hablando y contándole mis problemas a el.
Lamentablemente el tiempo no se detiene y menos al ritmo frenético con el que se vive en la gran ciudad, que entre trabajo, estudios y pareja, casi sin darte cuenta pasan los días, meses e incluso años en un abrir y cerrar de ojos.
Ya había pasado un poco más de un mes y era la última sesión con mi psicólogo, que dicho sea de paso, fue más una despedida y charla de amigos que otra cosa.
Sobre el final de la charla me pregunta si había pensado su propuesta de ir al consultorio de Romina.
Le comenté mis inquietudes, pero me tranquilizó argumentando que era una mujer grande de 47 años (yo tengo 25), que era una excelente profesional y que si no me sentía cómodo simplemente dejaba de ir y buscaba a otro profesional y listo.
Ante tal punto de vista no me pareció tan mala idea, así que le dije que sí y él se encargó de avisarle a su colega y pasarle mi número para poder comunicarnos.
Finalmente me dijo que donde se mudaba estaba cerca de las montañas y que tenía lugar de sobra, que si algún día quería visitarlo junto a mi novia para pasar unos días de vacaciones, no tenía ningún problema al respecto.
Salí del consultorio satisfecho por mi decisión, el nuevo consultorio estaba a pocas cuadras así que el viaje y el tiempo para llegar después del trabajo iba a ser el mismo.
Me olvidé por unos días del asunto, siquiera le comenté del cambio a mi novia, simplemente dejé que todo siga como estaba.
Un lunes, estaba llevando unos papeles a un estudio jurídico (yo era cadete y a veces recepcionista en un estudio de un profesor de la universidad) cuando me llega un whatsapp.
R: — Hola, buen día. Soy Romina, me pasó tu número Esteban.
F: — Hola buen día, sí Esteban me recomendó que me siga atendiendo con vos.
R: — Sí, me comentó la situación, te molestaba para preguntarte cuándo querías empezar.
F: — Mirá yo iba los martes o jueves después del trabajo.
R: — Me comentó que serían dos veces por mes.
F: — Sí, dos veces por mes.
R: — Ok, te parece mañana Martes …. ¿a las… ?
F: — Sí mañana está bien, a las 18hs estaría ahí.
R: — Perfecto entonces, ya te anoto. Muchas gracias y hasta mañana.
F: — Gracias. Hasta mañana
Finalmente llegó el famoso martes, puse la dirección en Google Maps porque aún no me ubicaba del todo bien.
Una vez en el lugar era un pequeño espacio dividido de una casa, se podría describir como un garaje transformado en consultorio con una ventana al frente, una puerta blanca y un cartel fijado a la pared que decía “Licenciada Romina Zaloto, psícologa.” .
Toqué timbre y tras unos segundos escuché una voz por el intercomunicador.
R: — ¿Si?
F: — Ho...Hola… soy Francisco.
R: — ¡Ah hola! Ya te abro.
Por primera vez había escuchado la voz de Romina, y no sé por qué la había mentalizado como que iba a ser una voz de mujer adulta, como se las caracteriza en las películas, pero realmente no fue así, tenía una voz muy jovial y vital.
Escuché el sonido de una llave girando en la cerradura y la puerta se abrió.
¿Cómo describir lo que estaba del otro lado de la puerta?
Era una mujer tal como me había dicho Esteban, de unos 45 años de edad, de 1,70mts de altura, de tes blanca, morocha con el pelo hasta sus hombros, delgada, con unos delicados lentes en sus ojos. Vestía un pantalón tipo de vestir negro, una camisa blanca y un saquito de hilo.
Sinceramente no la miré como mujer, podría decir que era muy atractiva, pero yo con mi edad la consideraba – vieja – así que no le dí mayor importancia.
Me saludó muy amablemente y me invitó a pasar.
El consultorio si bien era pequeño, estaba muy bien administrado, lo cual lo hacía ver muy amplio. Contaba con un escritorio con sus respectivas sillas, detrás del mismo un estante amplio lleno de libros, había un cómodo sofá en un costado, un sillón de escritorio con rueditas y los típicos cuadros con los – títulos – de Romina colgados en la pared. La pintura blanca junto a la correcta iluminación generaban que parezca el lugar aún más grande.
Utilizamos la primer sesión para conocernos, charlar un poco, ponernos al día y finalmente no me cobró la visita porque dijo que ella tenía la política de las dos primeras sesiones darlas gratis y finalmente si uno se siente cómodo y a gusto y decide volver recién ahí cobrar sus servicios.
Siendo honesto me pareció una mujer muy agradable, si bien no me sentía en confianza como con Esteban, no me sentí invadido ni molesto, ni intimidado (ya que soy muy tímido) por el hecho de que ella sea mujer.
Pactamos que mi próxima visita sería también un martes dentro de dos semanas y me fui.
Tras la segunda visita sentí lo mismo que en la primera, así que decidí seguir yendo como lo hacía antiguamente dos veces por mes.
El tiempo pasó, pasaron meses, mi relación con la psicóloga se mantuvo igual, solo que en un marco de mucha más confianza, pero me sentía muy a gusto.
Lo que sí cambió y mucho fue mi vida personal, estaba completamente desbordado entre el estudio, el trabajo y mi actual muy mala relación con mi novia.
La convivencia con ella se estaba volviendo caótica, nos peleábamos constantemente, no coincidíamos en nada últimamente, y ni hablar del sexo que prácticamente ya no existía entre nosotros.
Utilicé varias visitas para hablar de este problema con Romina, ante lo cual, tras varias charlas decidí que lo más sano era terminar la relación e irme a vivir solo.
Así que sin avisarle nada a mi novia empecé a buscar departamentos en alquiler que se adapten a la cercanía de mi trabajo y a mi presupuesto.
Al cabo de unos días encontré, el lugar ideal en un cartel en la vidriera de una inmobiliaria, y tras preguntar y conocer el departamento que se ubicaba en un edificio cerré el trato y empecé a organizarme para mudarme.
Sinceramente lo material ya mucho no me importaba, todas las cosas que había en el departamento que compartíamos con Andrea la habíamos comprado juntos, por lo que yo tenía mis cosas básicas tales como heladera, televisor, etc de cuando yo vivía solo, guardados en la casa de un familiar.
Al otro día de haber dado el sí al nuevo alquiler pedí salir más temprano del trabajo y fui a buscar mis cosas.
Preparé unas valijas con mi ropa, y algunas cosas más de valor personal y dejé todo preparado ya que al otro día, sábado por la mañana, iba a venir mi tío con su camioneta a traerme la cama, el televisor, la heladera, etc para llevar a mi nuevo departamento.
Cerca de las 18hs llegó mi novia y al ver los preparativos de mi ropa y demás, me preguntó qué pasaba, y tras explicarle rompió en llanto.
Me pidió por favor que no me vaya, que me quería, que iba a cambiar, que íbamos a estar mejor, pero yo ya estaba decidido.
Esa misma noche garchamos como hacía tiempo no pasaba, habré dormido un total de dos o tres horas, pero eso es otra historia que tal vez cuente más adelante.
Pero aún así y todo yo estaba decidido y me mantuve firme en mi postura. A las 10 de la mañana estaba mi tío tocando el timbre para que saliera y llevar las cosas.
Mis primeros días solo fueron difíciles, después de casi 2 años de convivencia y más con la última noche que habíamos pasado con Andrea se me volvía todo muy cuesta arriba, y para completar, mi ex todos los días me mandaba mensaje para ver cómo estaba, me ofreció que me lleve cosas del departamento que eran de los dos y demás.
Dada esta situación comencé a ir a ver a Romina dos veces pero por semana. Martes y jueves tras salir del trabajo iba a su consultorio.
Hablamos mucho al respecto y ella me felicitaba por la decisión de dejar atrás lo que me hacía mal e irme a vivir solo, pero no se explicaba el por qué de tal apego con Andrea, aparte de lo obvio de la relación, el por qué de estar tan decidido a hacer lo que hice, pasar ahora a estar en duda de si había hecho bien.
Fue así que prácticamente me arrinconó y le conté lo que había pasado la última noche con mi ex.
Me pidió que le cuente todo con lujo de detalle mientras ella anotaba todo en su cuaderno y así fue como le conté lo que para mi había sido la mejor noche de sexo de mi vida.
Ella me escuchó atentamente y tras terminar de contarle ya se me había pasado la hora, así que nos despedimos y quedamos en vernos el jueves próximo.
Siendo jueves llegué al consultorio y me atendió como siempre con su característica energía y amabilidad.
Me pidió que me ponga cómodo y comenzamos a hablar de cómo estaba, cómo había pasado mis días etc.
En un momento a mitad de la sesión salió el tema de Andrea y le comenté de los mensajes y demás.
Fue ahí cuando me interrumpe y me desconcierta con una pregunta que no esperaba.
R: — ¿Vos me dijiste que la última noche tuvieron una despedida “especial”?
F: — Sí, fue… distinta.
R: — ¿Y vos considerás que eso terminó por atarte nuevamente a ella?
F: — No sé si atarme, pero fue muy diferente a todo para mí.
R: — ¿Según vos fue la vez que mejor sexo tuvieron?
F: — Que tuve — respondí.
R: — Que tuviste… — replicó.
F: — Sí.
Tras eso hablamos un poco más sobre mi vida antes de estar en la ciudad y se terminó el tiempo de la sesión.
Pasaron así varias semanas, a medida que iba pasando el tiempo mejor me sentía desde lo personal y me había salido la chance de irme a trabajar a otro país, lo cual me parecía muy bueno y estaba decidido a aceptar.
Corría el mes de noviembre, personalmente me sentía muy bien y había vuelto a ir solo dos veces por mes a las sesiones, siendo día jueves y tras terminar mi jornada me dirigí a ver a Romina.
Si todo seguía bien, antes de finalizar el año me iba a ir a Europa, junto a unos compañeros del estudio jurídico por unos 4 o 5 meses.
Llegué al consultorio de Romina. Me abrió la puerta y me saludó dándome un fuerte abrazo, cosa que nunca antes había hecho.
Sentí sus tetas apretarse fuerte contra mi pecho por primera vez, pero intenté suprimir lo más rápido posible esa idea.
A medida que pasaban los minutos comencé a observarla con atención, tal como era habitual en ella estaba vestida con su tradicional camisa y pantalón de vestir. Por momentos se me iba la mente pensando en qué habría oculto detrás de esa camisa, cómo serían esas tetas sin ninguna tela de por medio.
Comencé a mirar su rostro, sus gesticulaciones y realmente estaba muy pero muy buena, si no era por el dato de Esteban y mi prejuicio inicial no adivinaría jamás que tenía más de 40 años.
Su pelo estaba planchado, impecable y los lentes le daban un toque distintivo a su rostro.
Mis lagunas mentales cada vez eran más evidentes y ella me notaba distraído. Me preguntó dos o tres veces qué me pasaba pero no le respondía y esquivaba su pregunta.
Finalmente terminó el día y me fui. Me fui completamente confundido, en tanto tiempo de ir nunca había notado a la mujer que tenía enfrente, y ahora por sentir sus tetas sumado a mi escasez sexual desde que me separé de mi novia me tenían loco.
Durante el lapso de esos días no estaba seguro de si volver a ir a una sesión o ya dejarlo, total me faltaban solo unas semanas para viajar.
Pero, como siempre fui dubitativo en mi actuar, pasaron los días y las semanas y esta vez siendo Martes, luego de 13 días estaba nuevamente en su puerta esperando que me abra.
Me recibió de igual manera que la vez anterior y me dio otra vez un abrazo, pero esta vez sentí algo especial, sus tetas cedieron, estaban mucho más – suaves, esponjosas – en un principio no entendí el por qué, pero una vez estando recostado en el sillón y ella anotando con su libreta lo comprendí.
Era evidente que no tenía corpiño, y en determinadas posiciones hasta podía ver una pequeña marca generada por sus pezones.
Nuevamente mi mente se empezó a bloquear y esta vez estaba desatado, me perdía imaginando esas dos tetas completamente liberadas para mí.
Casi sin darme cuenta estaba teniendo una erección importante, pero había olvidado que yo también estaba con mi pantalón de vestir, el cual era una delgada tela, por lo que ocultar algo así estando acostado era muy difícil. Sentía calor en mi rostro, seguramente estaba rojo como un tomate.
Disimuladamente simulé estar incómodo y me senté en el sofá donde yacía acostado. Acto por el cual se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y me insistió para que vuelva a recostarme.
Yo estaba seguro que estaba rojo y transpirando, sentía mi pija aún dura y sin ganas de tranquilizarse.
Me sentí muy incómodo con ella por primera vez y como un acto inconsciente se me escapó un — disculpame — a lo que ella me miró sorprendida.
R: — ¿Por qué tendría que disculparte?
F: — Eh… no por nada — no entendía por qué dije eso.
R: — ¿Estás seguro?
F: — Si...si.
R: — ¿Te pasa algo?
F: — No nada, es que estoy un poco en otra por el tema del viaje y eso.
R: — Ah… ¿Solo por el viaje?
F: — S...sí — respondí.
R: — ¿Y esto no tendrá nada que ver… no? — dijo mientras me miraba con malicia.
F: — ¿Qué co….? — no pude terminar la frase.
La mano con la cual sujetaba su lapicera estaba arriba de mi aún erecto miembro.
R: — Mirá como tenés esto Fran — dijo mientras me apretaba la chota sobre el pantalón.
F: — Per… perdón.
R: — ¿Perdón por qué, por calentarte?
F: — Si.
R: — Está bien, sos joven, por qué me vas a pedir perdón.
F: — Es que está mal.
R: — ¿Vos decís que está mal?
F: — Sí.
R: — ¿Querés que pare?
F: — Emm… no.
Acto seguido se sacó lenta y sensualmente sus lentes y dejó apoyado todo arriba de su escritorio. Tomó mi pantalón con sus dos manos y comenzó a bajar el cierre del mismo.
Una vez abajo corrió un poco mi boxer en la misma dirección y mi pene salió eyectado hacia arriba.
Su cara se iluminó ante tal cosa y comenzó a acariciarme muy suavemente por toda mi chota.
R: — ¿Y por qué está esto así se puede saber?
F: — Por… por… por vos — respondí.
R: — ¿Nada más que por mí?
F: — Tus tetas, tus tetas me tienen loco — respondí con sinceridad y vergüenza.
R: — Apa, que interesante.
Luego soltó mi pija y llevó sus manos hacia su camisa. Mientras me miraba de una forma asesina uno por uno iba desprendiéndose los botones de su camisa. Tras liberar el cuarto botón sus tetas salieron afuera totalmente liberadas, mostrando así su verdadero porte y tamaño.
Eran bastante grandes, con unos hermosos pezones, un poco caídas, pero eso le daba un toque especial que me volvió aún más loco.
Tras tener toda su camisa desabrochada empezó ella a tocarse sus pezones, acariciarse las tetas, realizar movimientos circulares, pellizcarse. Cosa por lo cual yo bajé un poco mis pantalones y boxer y comencé a masturbarme, algo que también hacía con mi ex novia, ya que disfrutábamos de que ella me haga – shows – mientras yo me masturbaba antes de coger.
Estuvo unos cuantos minutos así, se la notaba extasiada y yo estaba igual, sus tetas eran exquisitas y verla jugar con ellas era un placer visual indescriptible, me encantaba.
De pronto fijó su mirada en mi pija que no solo estaba al palo, sino que además ya estaba totalmente mojada y brillosa, y junto con mi mano estaban llenas de líquido preseminal.
Al parecer eso le encantó, acercó su silla y su cuerpo hacia mí y sin levantarse de la misma, tomó mi miembro con una mano, abrió su boca y comenzó realizando lo que para mí fue el mejor pete que me hicieron en mi vida.
Era una maestra en el arte del sexo oral, lo hacía con una delicadeza, con una pasión únicas.
En un principio empezó con mucha tranquilidad, la tomaba en su mano y la miraba desde todos los ángulos posibles. Por suerte y gracias a mi relación anterior tomé la costumbre de higienizar esa zona a diario, por lo cual mi pija estaba totalmente depilada y lista para la acción. Primeramente se dedicó a acariciarme muy suavemente con sus dedos todo mi miembro, de punta a punta, intercalando con pequeños besos en el tronco, se daba pequeños golpecitos por tuda su cara con mi miembro mientras me miraba de una forma ultra sensual y me prendía fuego. Me bajaba toda la piel dejando libre la cabeza de mi chota y jugaba con ella y su lengua durante un buen rato. Se la metía poquito a poquito hasta la mitad y la sacaba. Todo con un amor y tranquilidad únicos.
Poco a poco fue subiendo el ritmo y lo que había empezado con tranquilidad tomó un ritmo frenético muy difícil de aguantar. Se metía mi pija hasta el fondo sin parar una y otra vez, se atragantaba, escupía, me miraba constantemente, me pasaba la lengua por toda la pija, acariciaba mis bolas generándome una sensación exquisita que me hacía estremecer y luego tras recuperar el aliento volvía a la carga repitiendo esa secuencia una y otra vez. Nunca había tenido una experiencia similar, y me explotaba la cabeza, junto con las sensaciones que me generaba, cada vez que lo hacía.
A todo eso se le sumaba la vista de sus tetas en el aire moviéndose sin parar, su camisa abierta y el morbo de saber que era mi psicóloga.
Yo estaba a esta altura completamente loco, no podía aguantar las ganas de acabar y se lo dije, pero no le importó. A los pocos minutos me acerqué a ella y esta vez yo, tras poner mi mano sobre su cabeza obligándola a tener toda la pija adentro, comencé a acabar una cantidad impresionante de leche.
Gran parte pasó directamente a su garganta y la otra parte empezó a rebalsar por la comisura de sus labios llenando así mis huevos y parte del sofá con mi leche.
Una vez que se repuso me dijo que no se esperaba esa jugada mía pero que le encantó y que le encantó también la cantidad de – lechita – que le dí.
Luego de unos minutos mi pija parecía no haberse enterado de que ya había acabado, seguía aún estando dura como un fierro y lista para la acción.
R: — ¿Qué le pasa a tu amiguito, quiere seguir jugando?
F: — Sí, parece que no se quiere rendir — dije riendo.
R: — ¡Que bueno! Porque a mi me encanta jugar — respondió.
Acto seguido se levantó de su silla y en un movimiento rápido se sacó su camisa. Pude notar por primera vez que tenía mucho mejor cuerpo del que imaginaba, hermosa cintura, delgada, alguna que otra estría, pero era un diez de diez siendo sincero.
Se pone de espaldas a mi y tras desabrochar su pantalón empieza a bajarlo muy de a poco dejándome ver su culo cubierto con una tanga de color negra que me voló.
Tenía un culo hermoso, no era exuberante, pero era el tamaño justo que a mí me gustaba. No pude contenerme y estiré mi mano para tocarlo. Su cola estaba parada, firme dura, era evidente que entrenaba a diario para tenerlo así.
Tras tocárselo me retó y me dijo que me porte bien y me quede tranquilo, y luego de eso se sacó también la tanga que la cubría quedando totalmente desnuda.
Mi pija por suerte seguía dura como al principio y yo incrédulo de la situación. Se dio vuelta lentamente quedando de frente y viendo ahora aparte del lomazo una concha totalmente depilada y bastante prominente.
Se acercó a mi y tras quitarme los zapatos me sacó de un tirón el pantalón y el boxer dejándome desnudo de la mitad de mi cuerpo para abajo.
Se sentó nuevamente en su sillón y me llamó con un dedo.
Una vez frente a ella se inclinó un poco y empezó a darme sexo oral, mientras yo permanecía parado, otra vez con la misma magia que antes. Era una explosión de sensaciones que jamás había sentido en mi vida cada vez que tocaba con sus labios o su lengua mi pija.
De pronto toma mi pene con su mano y empieza a hacer fuerza hacia abajo en clara señal de que me agache.
Yo no entendía muy bien pero hice caso y quedé arrodillado frente a ella, quien abrió sus piernas dejándome ver su enorme concha completamente mojada y abierta.
Ante mi falta de acción me mira incrédula y pregunta.
R: — ¿No sabés qué tenés que hacer?
F: — No — respondí serio.
R: — ¿Nunca hiciste sexo oral? — Preguntó incrédula.
F: — No, nunca — respondí.
R: — ¿De verdad? — insistió.
F: — Si… de verdad.
Ella parecía no creer lo que había escuchado. Pero realmente lo que le acababa de decir era verdad, a mi novia no le gustaba mucho darme sexo oral a mi, y yo si bien lo había visto en videos y más de una vez le insistí, mi novia nunca quiso que se lo practique.
Romina entonces con calma me indicó que me posicione cerca de su concha y que comience primero recorriendo y lamiendo suave todo el contorno de su vagina, las paredes externas y que poco a poco vaya introduciendo mi lengua con suavidad en el medio.
Así lo fui haciendo, acaricié toda la zona exterior de su concha con mi lengua muy despacito, estaba depilada a la perfección, poco a poco fui avanzando hacia el centro lamiendo sus paredes externas que eran bastante visibles.
Por primera vez estaba sintiendo el sabor que tenía una concha y siendo sincero, en un principio me pareció raro, pero al cabo de unos minutos me encantaba.
Finalmente seguí avanzando y llegué al centro, lugar donde se concentraba todo el sabor. Le dí unas lamidas y me aventuré a intentar de meter mi lengua lo más adentro posible.
Hecho eso, sentí como ella largó un gran suspiro y entendí que le gustó, por lo cual empecé a hacerlo con más intensidad, metiendo y ejerciendo fuerza con mi lengua hacia su interior una y otra vez.
Se recostó aún más en el sillón dándome, más espacio y comodidad a mi, para continuar con mi chupada de concha. Al mirar hacia arriba, tras ver sus hermosas tetas, pude ver como estaba con una mano agarrando el apoya cabezas y con la otra se afirmaba a la parte inferior del sillón.
Tomé más confianza y aumenté un poco el ritmo, por lo que sus gemidos pasaron a ser gritos y su mano que estaba en la parte inferior pasó a estar arriba de mi cabeza empujándome con fuerza.
Me empujaba cada vez más adentro y cada vez más me esforzaba en mover con velocidad y fuerza mi lengua hacia adentro de su ser sin parar, cada vez que lo hacía sentía como sus uñas recorrían toda mi cabeza en total señal de gusto y placer.
Me mantuvo así un buen rato, mientras sentía que su concha no paraba de emanar jugos salados que inundaban mi boca, y al mismo tiempo me llenaban de morbo y placer a mi también.
Estaba en una – penetrada – pero con mi lengua dentro de su concha cuando me agarra del pelo sacándome abruptamente y me pide que me corra hacia un costado.
Hago lo que me pide, me corro un poco hacia atrás pudiendo verla completa, estaba con sus ojos cerrados, con una mano se estiraba con vehemencia uno de sus pezones y se masajeaba las tetas, mientras con la mano que antes tenía en mi cabeza, se acariciaba rápido y fuerte la concha de una manera frenética.
Al cabo de unos segundos grita a viva voz, fuerte, insultando y veo como su mano termina completamente mojada, y la silla se marca con una abundante cantidad de líquido que no paraba de salir de su concha mientras ella no paraba de temblar y retorcerse.
¿Continuara.....?
Continúa parte 2 -> ACÁ <-
__________________
Los invito a pasar por mi perfil -> ACÁ <-
Saga -Alquiler en tiempos de Coronavirus- -> Parte 1 <- -> Parte 2 <- -> Parte 3<-
Saga - Crónicas de un detective privado --> Parte 1 <- -> Parte 2 Cap 1 <- -> Parte 2 Cap 2 <-
Los invito a pasar por mi perfil -> ACÁ <-
Saga -Alquiler en tiempos de Coronavirus- -> Parte 1 <- -> Parte 2 <- -> Parte 3<-
Saga - Crónicas de un detective privado --> Parte 1 <- -> Parte 2 Cap 1 <- -> Parte 2 Cap 2 <-
8 comentarios - Me garché a mi Psicóloga [fotos].
Excelente Post muy bueno gracias por compartir