Segunda parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/3723278/Introduciendome-al-cuckoldry---Segunda-parte.html
Acababa de guardar mi teléfono, y cuando vi a Edson sin su camisa y en boxer, comencé a ser consciente de lo excitada que me había puesto el chat y la situación en general, así que decidí provocarlo un poco buscando conseguir algo de acción en ese inicio del día.
Me avalancé sobre él, sintiendo casi al instante su erección mañanera, y comencé a restregarme, haciéndolo despertarse inmediatamente. Pero cuando más necesitaba tenerlo dentro, la respuesta que obtuve fue negativa, pues al parecer se encontraba aún demasiado cansado para eso después de la borrachera del día anterior. Por supuesto, le reclamé basandome en el hecho de que su pene parecía estar listo. Su respuesta fue desalentadora, pues al parecer su erección realmente no reflejaba su estado de ánimo y, de acuerdo a sus palabras, solo era una reacción biológica de su cuerpo.
Así, lo dejé seguir durmiendo, y en ese momento, más que nunca antes, lo odie por no ser lo suficientemente neanderthal como para querer tenerme en cada oportunidad. No solo eso, sino que también me hizo pensar en poco femenina que me hacía sentir la situación que había en nuestra relación ahora, pues sin importar lo liberal que fuera, si a algo era adicta, era a la iniciativa sexual de los hombres, algo de lo que ahora me estaba dando cuenta de que carería Edson.
Pasaron varios días, y Antonio y yo seguíamos hablando ocasionalmente. En realidad, el centro de la conversación era el sexo y la fantasía de Edson. De vez en cuando, cuando me excitaba de más, le preguntaba cómo me lo haría si algún día aceptara la propuesta. Luego iba al baño en medio de la noche y me tocaba un poco releyendo sus mensajes. Mientras tanto, Edson seguía rehusándose a tener sexo y, en una de mis conversaciones con Antonio, ese hecho se me escapó. Su sugerencia fue que le pidiera sexo oral al menos, un consejo que me pareció sensato y justo.
Fue de esta forma que se hizo de noche y, con toda la idea en mi mente de que Edson iba a negarme el maravilloso placer de la penetración, se lo pregunté de todas formas, simplemente esperando a que dijera que no para pedirle entonces que utilizara su boca. Sorpresivamente, su respuesta fue positiva, y casi como si llevara días sin comer, Edson se alistó en la cama, desnudándose, lo cuál no entendí del todo, ya que, ese día, a él nadie lo iba a tocar.
— Deberías desvestirte tú —me dijo.
— ¿Y por qué no me ayudas tú, le dije?
— Te ves como una reina hoy. Creo que no me siento merecedor de algo así, sobre todo después de que hecho esperar tanto por lo otro.
— ¿Lo otro? ¿Te refieres a tu pene? —le dije delizando mi calzón por mis piernas mientras estaba acostada boca arriba—. No lo entiendo. Incluso ahora lo tienes duro. ¿Por qué no me lo metes y ya?
— Te digo. He estado tan cansado estos días, que no creo que podría durar mucho rato antes de quedarme sin aliento. Tal vez ni siquiera podría mantener la erección.
La última parte de su comentario me hizo recordar inmediatamente mi primera conversación con Antonio, por lo que eché mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos, y usé mis manos para abrir mis labios vaginales, dándole así permiso a Edson para que comenzara a trabajar.
Aunque intenté resistirme durante los primeros minutos, eventualmente terminé pensando en el pene de Antonio, y en todos los mensajes en los que me decía que me iba a hacer si aceptaba entregarme a él. La verdad es que Edson hacía muy fácil que fantaseara con algo así, pues había sido él quien había mencionado lo de sus problemas de erección. Casi sentía como si lo hiciera a propósito, por lo que, con mayor razón y menos culpa, me puse a imaginar activamente que Antonio me tocaba y me penetraba.
Mi nivel de excitación se fue a las nubes muy rápidamente, y pronto me encontré batallando por no gemir su nombre. Sin embargo, esa tentación se esfumó repentinamente, cuando Edson dejó de mover su lengua.
— ¿Qué pasa? —le pregunté abriendo los ojos, con la mirada aún nublada por lo fuerte que había estado presionando mis manos contra mi cara.
— Perdón. Me duele la quijada. Creo que tendremos que dejarlo hasta aquí por hoy.
— Okey. Voy al baño —dije después de unos segundos de silencio, levantándome y asegurándome de llevar mi celular conmigo.
En cuanto cerré la puerta del baño detrás de mí, me senté en la taza y le envié un mensaje a Antonio.
"¿Estás ahí? Tengo muchas ganas de sentirte."
"¿En serio? ¿Y eso por qué? No es que no quiera, al contrario. Pero ¿alguna razón en particular?"
"Eso no importa. ¿Podrías decirme qué es lo que te gustaría hacerme?"
"¿Qué tal si esta vez lo hacemos más divertido? —dijo adjuntando una foto a su último mensaje."
Era una foto de él, o de parte de él. Su short, uno parecido al que usó el día de la fiesta, dejaba que su erección se marcara. Además de eso, con su mano se encargaba de delinear el contorno y de jalarlo un poco hacia arriba, haciendo que sobresaliera aún más. Nunca había tenido una imagen más clara de cómo se veía su pene. Con mi vagina aún mojada y mis pezones erectos, puse la yema de mi dedo índice sobre mi clítoris, mientras sostenía el teléfono con la otra mano y miraba al techo ocasionalmente, tratando de visualizar a Antonio penetrándome.
"Si quieres saber cómo se ve sin el short, mándame una foto tú también. Que sea de tus calzoncitos. Ponlos en el suelo y tómales una foto. No los puedes traer puestos. Pero asegúrate de que se note lo mojada que estás, si no, sabre que no te los acabas de quitar."
"No puedo, los dejé en el cuarto —dije mientras seguía frotando mi clítoris."
"¿Qué hacen en el cuarto? ¿No está Edson en la casa?"
"Me vine al baño en bata nada más. Sí está."
"Dile que te los traiga."
"Mmm... okey."
Cerré mi conversación con Antonio para abrir la de Edson, y le pedí que me trajera mi calzón. No hizo preguntas, y a los pocos segundos ya estaba tocando. Abrí la puerta ligeramente y los recibí de sus manos.
"Ya me los trajo, pero no están mojados"
"Así no te voy a enviar la foto."
"Okey, espera," respondí sin poder creer que estuviera tratando de hacer méritos por la foto de un pene, cuando, por mi amplia, y digo amplia experiencia en internet, lo único que necesitaba para conseguir una era tronar mis dedos.
Pero esta no era una foto cualquiera, sino que era de Antonio, el hombre con el que había estado fantaseando los últimos días. Ahora, con la calentura en este nivel, necesitaba más que nunca una imagen clara para utilizar durante mis fantasías.
Puse mi teléfono en el lavamanos por un segundo, justo donde va el jabón, tomé mi calzón y me lo volví a poner. Bastó con que lo presionara contra mí unas cuantas veces para que se formara en él una mancha de humedad. Me lo quité rápidamente, aún ansiando la dichosa foto, lo puse en el suelo como Antonio me lo había pedido, y la tomé, en ese momento sin darme cuenta de que parte de mis pies era visible. La envié, y volví a sentarme, frotando mi clítoris mientras esperaba a que me celular finalmente volviera a vibrar.
Entonces llegó. Al principio pensé que no era una foto real, pero entonces vi los muebles en el fondo. Conocía el cuarto de Antonio, porque varias veces antes, Edson me había llevado a visitarlo. Fuera de los complementos que para nada robaban protagonismo en la foto, su pene, grueso y estéticamente uniforme era sostenido en alto por la también impresionante mano de su portador, como si estuviera empuñando su espada, listo para enfrentar por sí solo a un pelotón entero.
Aunque había visto bastantes penes en ese momento, tan digitalmente como en persona, no, tal vez por eso, pude apreciar lo bien formado y cuidado que se veía. El corte que tenía su pelvis era simplemente perfecto, sin tanto como para dar una impresión de suciedad, ni tan poco como para perder masculinidad. Luego estaba su misma mano, tan grande y llena de venas como la recordaba, sosteniendo casi con dificultad, como si tuviera que aplicar gran parte de su fuerza en someterlo, su miembro, que aún después del fin de enorme mano se extendía unos centímetros más.
Fue en el momento en el que me di cuenta de que, en la punta, una pequeña gota casi completamente transparente se quería asomar, que mi orgasmo llegó. En voz alta, pero no tanto com para ser escuchada más allá del pasillo -o al menos eso quería pensar- jadeé el nombre de Antonio varias veces conforme mi inestable orgasmo se expandía por mi cuerpo a través de varias pulsaciones que comenzaban en el interior de mi vagina, y que viajaban muy rápidamente hacia mi vientre y mis mulsos. Intenté decirle a Antonio que me estaba corriendo por él, pero el placer era tan intenso, que apenas pude asegurarme de no soltar el celular.
Continuará...
Acababa de guardar mi teléfono, y cuando vi a Edson sin su camisa y en boxer, comencé a ser consciente de lo excitada que me había puesto el chat y la situación en general, así que decidí provocarlo un poco buscando conseguir algo de acción en ese inicio del día.
Me avalancé sobre él, sintiendo casi al instante su erección mañanera, y comencé a restregarme, haciéndolo despertarse inmediatamente. Pero cuando más necesitaba tenerlo dentro, la respuesta que obtuve fue negativa, pues al parecer se encontraba aún demasiado cansado para eso después de la borrachera del día anterior. Por supuesto, le reclamé basandome en el hecho de que su pene parecía estar listo. Su respuesta fue desalentadora, pues al parecer su erección realmente no reflejaba su estado de ánimo y, de acuerdo a sus palabras, solo era una reacción biológica de su cuerpo.
Así, lo dejé seguir durmiendo, y en ese momento, más que nunca antes, lo odie por no ser lo suficientemente neanderthal como para querer tenerme en cada oportunidad. No solo eso, sino que también me hizo pensar en poco femenina que me hacía sentir la situación que había en nuestra relación ahora, pues sin importar lo liberal que fuera, si a algo era adicta, era a la iniciativa sexual de los hombres, algo de lo que ahora me estaba dando cuenta de que carería Edson.
Pasaron varios días, y Antonio y yo seguíamos hablando ocasionalmente. En realidad, el centro de la conversación era el sexo y la fantasía de Edson. De vez en cuando, cuando me excitaba de más, le preguntaba cómo me lo haría si algún día aceptara la propuesta. Luego iba al baño en medio de la noche y me tocaba un poco releyendo sus mensajes. Mientras tanto, Edson seguía rehusándose a tener sexo y, en una de mis conversaciones con Antonio, ese hecho se me escapó. Su sugerencia fue que le pidiera sexo oral al menos, un consejo que me pareció sensato y justo.
Fue de esta forma que se hizo de noche y, con toda la idea en mi mente de que Edson iba a negarme el maravilloso placer de la penetración, se lo pregunté de todas formas, simplemente esperando a que dijera que no para pedirle entonces que utilizara su boca. Sorpresivamente, su respuesta fue positiva, y casi como si llevara días sin comer, Edson se alistó en la cama, desnudándose, lo cuál no entendí del todo, ya que, ese día, a él nadie lo iba a tocar.
— Deberías desvestirte tú —me dijo.
— ¿Y por qué no me ayudas tú, le dije?
— Te ves como una reina hoy. Creo que no me siento merecedor de algo así, sobre todo después de que hecho esperar tanto por lo otro.
— ¿Lo otro? ¿Te refieres a tu pene? —le dije delizando mi calzón por mis piernas mientras estaba acostada boca arriba—. No lo entiendo. Incluso ahora lo tienes duro. ¿Por qué no me lo metes y ya?
— Te digo. He estado tan cansado estos días, que no creo que podría durar mucho rato antes de quedarme sin aliento. Tal vez ni siquiera podría mantener la erección.
La última parte de su comentario me hizo recordar inmediatamente mi primera conversación con Antonio, por lo que eché mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos, y usé mis manos para abrir mis labios vaginales, dándole así permiso a Edson para que comenzara a trabajar.
Aunque intenté resistirme durante los primeros minutos, eventualmente terminé pensando en el pene de Antonio, y en todos los mensajes en los que me decía que me iba a hacer si aceptaba entregarme a él. La verdad es que Edson hacía muy fácil que fantaseara con algo así, pues había sido él quien había mencionado lo de sus problemas de erección. Casi sentía como si lo hiciera a propósito, por lo que, con mayor razón y menos culpa, me puse a imaginar activamente que Antonio me tocaba y me penetraba.
Mi nivel de excitación se fue a las nubes muy rápidamente, y pronto me encontré batallando por no gemir su nombre. Sin embargo, esa tentación se esfumó repentinamente, cuando Edson dejó de mover su lengua.
— ¿Qué pasa? —le pregunté abriendo los ojos, con la mirada aún nublada por lo fuerte que había estado presionando mis manos contra mi cara.
— Perdón. Me duele la quijada. Creo que tendremos que dejarlo hasta aquí por hoy.
— Okey. Voy al baño —dije después de unos segundos de silencio, levantándome y asegurándome de llevar mi celular conmigo.
En cuanto cerré la puerta del baño detrás de mí, me senté en la taza y le envié un mensaje a Antonio.
"¿Estás ahí? Tengo muchas ganas de sentirte."
"¿En serio? ¿Y eso por qué? No es que no quiera, al contrario. Pero ¿alguna razón en particular?"
"Eso no importa. ¿Podrías decirme qué es lo que te gustaría hacerme?"
"¿Qué tal si esta vez lo hacemos más divertido? —dijo adjuntando una foto a su último mensaje."
Era una foto de él, o de parte de él. Su short, uno parecido al que usó el día de la fiesta, dejaba que su erección se marcara. Además de eso, con su mano se encargaba de delinear el contorno y de jalarlo un poco hacia arriba, haciendo que sobresaliera aún más. Nunca había tenido una imagen más clara de cómo se veía su pene. Con mi vagina aún mojada y mis pezones erectos, puse la yema de mi dedo índice sobre mi clítoris, mientras sostenía el teléfono con la otra mano y miraba al techo ocasionalmente, tratando de visualizar a Antonio penetrándome.
"Si quieres saber cómo se ve sin el short, mándame una foto tú también. Que sea de tus calzoncitos. Ponlos en el suelo y tómales una foto. No los puedes traer puestos. Pero asegúrate de que se note lo mojada que estás, si no, sabre que no te los acabas de quitar."
"No puedo, los dejé en el cuarto —dije mientras seguía frotando mi clítoris."
"¿Qué hacen en el cuarto? ¿No está Edson en la casa?"
"Me vine al baño en bata nada más. Sí está."
"Dile que te los traiga."
"Mmm... okey."
Cerré mi conversación con Antonio para abrir la de Edson, y le pedí que me trajera mi calzón. No hizo preguntas, y a los pocos segundos ya estaba tocando. Abrí la puerta ligeramente y los recibí de sus manos.
"Ya me los trajo, pero no están mojados"
"Así no te voy a enviar la foto."
"Okey, espera," respondí sin poder creer que estuviera tratando de hacer méritos por la foto de un pene, cuando, por mi amplia, y digo amplia experiencia en internet, lo único que necesitaba para conseguir una era tronar mis dedos.
Pero esta no era una foto cualquiera, sino que era de Antonio, el hombre con el que había estado fantaseando los últimos días. Ahora, con la calentura en este nivel, necesitaba más que nunca una imagen clara para utilizar durante mis fantasías.
Puse mi teléfono en el lavamanos por un segundo, justo donde va el jabón, tomé mi calzón y me lo volví a poner. Bastó con que lo presionara contra mí unas cuantas veces para que se formara en él una mancha de humedad. Me lo quité rápidamente, aún ansiando la dichosa foto, lo puse en el suelo como Antonio me lo había pedido, y la tomé, en ese momento sin darme cuenta de que parte de mis pies era visible. La envié, y volví a sentarme, frotando mi clítoris mientras esperaba a que me celular finalmente volviera a vibrar.
Entonces llegó. Al principio pensé que no era una foto real, pero entonces vi los muebles en el fondo. Conocía el cuarto de Antonio, porque varias veces antes, Edson me había llevado a visitarlo. Fuera de los complementos que para nada robaban protagonismo en la foto, su pene, grueso y estéticamente uniforme era sostenido en alto por la también impresionante mano de su portador, como si estuviera empuñando su espada, listo para enfrentar por sí solo a un pelotón entero.
Aunque había visto bastantes penes en ese momento, tan digitalmente como en persona, no, tal vez por eso, pude apreciar lo bien formado y cuidado que se veía. El corte que tenía su pelvis era simplemente perfecto, sin tanto como para dar una impresión de suciedad, ni tan poco como para perder masculinidad. Luego estaba su misma mano, tan grande y llena de venas como la recordaba, sosteniendo casi con dificultad, como si tuviera que aplicar gran parte de su fuerza en someterlo, su miembro, que aún después del fin de enorme mano se extendía unos centímetros más.
Fue en el momento en el que me di cuenta de que, en la punta, una pequeña gota casi completamente transparente se quería asomar, que mi orgasmo llegó. En voz alta, pero no tanto com para ser escuchada más allá del pasillo -o al menos eso quería pensar- jadeé el nombre de Antonio varias veces conforme mi inestable orgasmo se expandía por mi cuerpo a través de varias pulsaciones que comenzaban en el interior de mi vagina, y que viajaban muy rápidamente hacia mi vientre y mis mulsos. Intenté decirle a Antonio que me estaba corriendo por él, pero el placer era tan intenso, que apenas pude asegurarme de no soltar el celular.
Continuará...
4 comentarios - Introduciéndome al cuckoldry - Tercera parte