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Paloma negra de los excesos (parte 1)

- Si vamos a tener un vicio, que sea el sexo. 
Frase que dice ella luego de ofrecerme un cigarrillo al que rechazo gentilmente.
- Este otro es una mierda. Te lo digo yo y cualquier otro fumador.
 Ella fuma mucho. Fuma relajada y fuma aún mas extasiada. Me lo ofrece mientras veo el ventilador de techo en su habitación. Está encendido pero tira aire caliente. El aire caliente de enero en una ciudad casi desierta. Las sabanas de su cama, siempre revueltas, me sofocan con una presión palpitante. Se da vuelta y apoya sus grandes tetas maduras arriba de mi cuerpo.
- ¿Cogemos de nuevo? Después de todo, solo tenemos un mes.


  Viajo al pasado y me remonto a mis dieciocho  años. Estoy a principios de año escolar; en cuarto año y soy el mayor de la clase. Repetí un par de veces en mis años escolares. No voy a ahondar en los motivos del porqué ya que no vienen al caso. En el curso conozco un grupo de tres amigas que vienen juntas desde el primario. Tengo historias muy variadas con las tres pero el relato de hoy aplica a una de ellas. O mejor dicho; a la madre de una de ellas. Catalina es mi compañera de banco y con la que mejor me llevo. Una rubiecita bajita de risa fácil. Heredera de un generoso busto por parte de su madre. Es tal su pasión por la fotografía que casi todos los días lleva la cámara al colegio. Tiene un muy buen ojo; el cual va a pulir con los años siendo una fotógrafa profesional en pleno 2018. Ahora es un diamante en bruto. Los smartphones aún no son algo común y a Facebook, que está levantando vuelo con pasos agigantados, solo se accede a través de una pc.
  Tengo una rutina simple. Al volver a casa todos los días me preparo unos mates y me siento en la pc a ver las fotos que Catalina sube de ése día. Aún estoy aprendiendo a usarlo ya que hace nada me hice un perfil. Desconozco que es eso de las etiquetas, los "me gusta" y apenas si se llegar a los comentarios. Al ver las fotos noto que casi ninguna me favorece. En todas salgo movido, borroneado o con los ojos entrecerrados. Pero lejos de molestarme me causa gracia. La moda tácitamente impuesta de mostrar una vida perfecta en las redes sociales aún no poseía a la sociedad. Con todo; mis preferencias se vuelcan al MSN Messenger. Herramienta que a día de hoy recuerdo con mucha nostalgia y a la que le debo muchas de mis anécdotas.

"Paloma ha comentado una foto en la que se te ha etiquetado." En la foto aparece Catalina posando abrazada con otra compañera del curso y yo en el fondo escribiendo. El comentario textual: "Vagas! pónganse a estudiar como el pibe del fondo! jajajaja."
"Paloma ha comentado una foto en la que se te ha etiquetado." En la foto aparezco yo, otra vez en el fondo, mirando hacia atrás y tres compañeros haciendo gestos amenazantes a la cámara. El comentario textual: "Se hacen los poronga y cuando una mina los apura se comen los mocos! jajajajjaja"
"Paloma ha comentado una foto en la que se te ha etiquetado." Es una foto que estoy con Catalina. Una foto simple. El comentario textual: "Que linda parejita!" A los pocos minutos Catalina le responde textual: "Basssta o te mando un virus a tu pc!"
Paloma. Entro en su perfil. La madre de mi compañera de banco. Su configuración de privacidad está en "público". Es una versión mundana de mi compañera. Madura y contaminada por la experiencia, Rubia, muy rubia. Italianísima en todo lo que el estereotipo puede definirla. Pasional y prepotente, de armas tomar. Dice lo que piensa; le preguntes o no. Divorciada de cuarenta y dos años. Madre de una adolescente y pre-adolescente. Devota del Che, Silvio Rodríguez, Sabina y demás cantautores, mas si son simpatizantes de izquierda. De caderas anchas. Tiene el cuerpo mantenido con gimnasio; pero no con vida del todo sana. En muchas fotos está con un cigarro o con un vaso con alcohol. Le gustan los excesos y contaminarse, de vez en cuando, con "los venenos mas dulces" según el título que ella les puso. Así define su vida: "Yo soy la paloma negra de los excesos" me dijo en una o dos ocasiones. Lo que mas le gusta resaltar son sus tetas. Dos grandes pedazos de carne que buscan escapar de sus variados escotes.
  Entre comentarios de fotos y otras boludeces no tardamos en hablar. Primero por el chat privado de Facebook. Al poco rato la llevo a un terreno que me resultaba mas cómodo; el MSN. Y ahí si hablamos largo y tendido. No tardamos nada en entrar en confianza. Ella avasalla en mi vida privada con interés. Yo no me quedo atrás. Al ser un adolescente pero ya legalmente mayor, me conduce las conversaciones hacia lo sexual sin pudores de ningún tipo. El sexo no es algo tabú en su base de datos y lo habla con naturalidad. Nos inventamos una suerte de "juego de preguntas" bien básico pero entretenido que es algo mas o menos así: La idea es hacer una pregunta y responder lo que creemos que diría el otro. Si acertamos la respuesta, Seguimos preguntando. Una boludez que sirvió para entrar en confianza. Al poco rato el juego se volvió exclusivamente erótico. Así pasamos largas horas hablando. Las horas se hicieron días. Los días se juntaron y formaron dos o tres meses. Cierta vez me invita a cenar a la casa junto con las dos amigas de su hija y otro pibe mas del grupo. 
  Llegada esa noche ya estamos en su casa. Nos recibe ella y su hija como muy buenas anfitrionas. Hablamos y tomamos algo mientras un estofado de carne se hace impregnando todo el ambiente de un mas que tentador aroma. Estamos cómodamente instalados. Algunos en un sillón. Otros hablan parados. Yo ofrezco mi ayuda en la cocina y ella acepta. Hablamos trivialidades; pero me observa de una manera que hasta ese entonces nunca me había pasado. Acostumbrado a lidiar con pendejas de mi edad conocía la movida. Ahora estoy con una mujer veinticuatro años mayor que yo. Me mira con deseo. Y no solamente a los ojos. Pasea con descaro la mirada por todo mi cuerpo. Se siente salvaje y lo demuestra sin pudores. Es una leona acechando a su presa sin ceder terreno. Sus palabras salen de una manera informal y relajada. Todo el resto de su cuerpo me habla con un lenguaje corporal avivado en llamas.
- ¡Que boluda! No compré el vino tinto - Dice de golpe y hace que piensa mientras me mira - ¿Me acompañas una escapada hasta el Coto?
- Obvio, vamos - Digo y me pongo la campera.
- Cata, ¿vigilas la comida hasta que venimos? Salimos a comprar una cosa que me falta. Va a tardar un rato igual, pero por las dudas.
- Si, ma. Anda tranquila, yo me encargo de todo - Cata es una buena hija. Siempre lo es. Jamás le lleva disgustos.
- Debo tener tres botellas de vino tinto arriba. Fácil - Me dice en el ascensor y me vuelve a mirar a los ojos. Sin parpadear. Sin apartar la vista.
Salimos del edificio y prende un cigarrillo. Caminamos pocos metros y ella me agarra la mano. Ya sé lo que va a pasar, lo que no sé es como. Dejo que me lleve a caminar un rato por su barrio. Es una noche fría a mediados del año. Hay poca gente en la calle. Me conduce hasta un pasaje cortado donde termina en un paredón con maleza bastante crecida. Ahí nos metemos en los asientos de atrás de su coche que dejó estacionado y nos empezamos a besar. Nos comemos la boca mejor dicho. No son besos románticos ni suaves. Son besos de pasión salvaje, de fuego. De amantes apurados; con poco tiempo y muchas ganas. 
  Estamos de trampa. No porque tengamos pareja, ambos en este momento somos solteros. Sino porque, al año siguiente, me enteraría de que Catalina estaba enamorada de mi. Ella lo sabía; yo ni me lo imaginaba. Le metía los cuernos; traicionaba la confianza de su hija con el pendejo que le gustaba. Desabrocha mi pantalón con la fuerza de una mujer hecha y derecha. 
- Te la voy a chupar toda, hijo de puta. Me tenés empapada - Me dice.
  Tan pronto me saca el boxer se la traga toda hasta el fondo y se queda ahí. La oigo respirar fuerte por la nariz. Se sale y me deja el pene embadurnado de saliva. Me masturba un poco y me vuelve a besar, mordiéndome los labios. La vuelve a chupar y yo me recuesto hacia atrás. Ella se masturba con la otra mano por adentro de su pantalón. Lo hace rápido y con furia. 
- No te olvidas nunca mas de mi - Sentencia agitada; cumpliendo al pie de la letra su profecía.
Me sigue chupando con violencia. Su cabeza sube y baja con un movimiento rítmico. El coche se llena de un sonoro quejido gutural. Hasta que siento el hormigueo típico en las bolas.
- ¡Estoy por acabar! - Le digo y en ese momento se la manda hasta la garganta tirando con fuerza hacia abajo mi escroto provocándome un doloroso placer. Ella empieza a gemir y a mover cada vez mas rápido la mano con la que se masturba. Siento que respira agitada y que ligeramente me clava los dientes en el tronco. Le lleno la garganta con mi eyaculación. Siento el glande cosquilleando su úvula mientras respira con fuerza por la nariz para evitar la arcada. Me abre la boca mostrándomela limpia y sin semen. No tiene para nada el pudor de las pendejas inexpertas. Lleva una actitud descarada como estandarte.
- ¿Vamos yendo? No podemos tardar mucho mas - Enciende otro cigarrillo.
- Che, ¿no van a notar que caemos sin nada del Coto? - Le digo.
- Si, ahora pasamos por el kiosco de la esquina y compramos unos chocolates o alguna otra cosa.
  De nuevo en el departamento; cenamos y nadie nota la chupada que me pegó hace menos de media hora. Tiene las mejillas enrojecidas y me mira sentada desde la cabecera de la mesa. Me invita a sentarme en la otra cabecera al lado de su hija. Es a día de hoy que aún recuerdo la alegría en el rostro de Catalina al sentarme junto a ella. En ése momento creí que era un simple bienestar; con el ánimo arriba. Ahora se que era por amor. Su madre mueve a la gente como piezas de ajedrez para sus juegos personales. Es una titiritera que me pone al lado de su primogénita para masturbar su propio ego. Le divierte lo prohibido. Estamos lejos pero de frente. Nos miramos cómplices el resto de la cena.
  Terminado el año escolar y empezando las vacaciones me dice una vez por chat:
- Las chicas se van con el padre a Europa de viaje. Se van como un mes mas o menos.
- ¿Llevo el vino tinto? - Nos reímos de nuestro chiste privado.
  La misma mañana que sus hijas se van para Ezeiza me invita a ir. No quiere perder el tiempo, ni yo tampoco. Pleno enero y la calle es asfixiante, el sol quema despiadado incluso en la sombra. Parece una ciudad vacía. El colectivo llega lerdo. Subo y solo viaja un flaco barbudo que no despega la vista del mp3. Me pregunto si él también está viajando hacia algún lugar para tener sexo. Le deseo que así sea. Estoy de buen humor. El colectivero se come todos los semáforos rojos a propósito.  No me molesta, viajo relajado. Sin prisa y al encuentro de una milf sedienta de sexo. Casi que voy riendo solo.
  Llego empapado a la puerta del edificio. Aún caminando muy lento y por la sombra el calor no se tolera. Me tomo unos pocos minutos para aclimatarme y toco el timbre.
- Disculpa pero estoy derretido literalmente - Le digo apenas baja.
- Te tengo que chupar rápido entonces, como un heladito - Me come la boca en el hall del edificio. Se frota contra mi y me besa el cuello. Salí de casa bañado y perfumado por lo que, si bien estoy transpirado, Rexona aún no me abandona. - Poné los límites vos porque te cojo acá nomás, me importan tres carajos los vecinos - Está mas caliente que yo.
  Subimos hasta el departamento a los manotazos por todos lados. Apenas entramos ella se saca la remera y me refriega las tetas por todo el cuerpo. Me baja la cara haciendo presión con sus manos sobre mi nuca.
- ¡Comeme las tetas que no doy mas! Te quiero romper todo - Es puro fuego salvaje.
- Yo te voy a romper todo a vos ¡A puro pijazo! Putita golosa - Le digo con la cara enterrada entre sus gomas.
- ¡Si! ¡Quiero tu pija, la quiero toda! - Nos arrastramos hasta su habitación.
  Mientras yo le chupo una teta ella se la lame la otra sin esfuerzo. Ambos nos frotamos el sexo del otro sobre la ropa. Me saco el jean y la remera. Saborea sus dedos y frota sus pezones mirándome con lascivia. Dejo su vulva despejada de telas y con dos dedos la abre para mi.
- Te voy a enseñar a chupar una concha. Primero tocame así y acá - Dice dándome indicaciones sobre su clítoris - Frotalo suave primero. Después subí la intensidad y después mantenela.
  Soy su pupilo personal y no quiero decepcionar a mi profesora. Hago todo lo que me enseña con esmero. 
- Ahora.... Ahora chupame acá. Justo acá. Y meteme dos deditos en la concha. Así... Bien, dale seguí... Bien así... - Todo el tutorial es explícitamente práctico. 
Comienza a masturbarse usando mi mano a la fuerza. Metiéndose dedos y frotándose. La usa como una herramienta, como un juguete erótico. Me esclaviza a esta práctica durante un largo rato. Solo saca mis dedos para succionarlos con fuerza, llenarlos de baba y volver a dirigirlos hacia su clítoris. Cada tanto me dice que se la chupe y cuando está por acabar me detiene. Luego vuelve a lo mismo una y otra vez.
- Chupame ahora. Ahora dale - Sigo sus indicaciones y acaba unos pocos pero espesos chorros sobre mi boca y mi cara. Se contorsiona sobre la cama y se pasa el flujo por el cuerpo. - Que rico pendejo que sos- me dice embriagada en su propio orgasmo. Con los ojos entrecerrados. la boca abierta y los labios vaginales palpitando.
- Vos resultaste ser tremenda trola, Paloma - Se sonríe aceptando el halago.
- Te devuelvo favores - Dice mientras se acomoda entre mis piernas. Me baja la piel del pene dejando al descubierto mi glande. Se acerca quedando a escasos centímetros y lo huele intensamente. Luego junta saliva y con la lengua la deja acumulada sobre la cabeza formando un hilito de saliva que los conecta. Y se lo come entero. A diferencia de aquella vez en su coche, es mas suave y lento. No está tan cargada de lujuria. Se dedica a chupar todo el pene. Desde la cabeza al tronco y pasando por los testículos.
- Ponete el almohadón ahí- Dice indicándome la zona baja de la columna. y me empieza a chupar el ano. Algo que nunca hasta ése entonces me hicieron. El famoso beso negro. Me entierra la lengua. Con una mano me estimula la zona baja del escroto y con la otra mano me masturba suave.
- ¿Te hicieron una turca alguna vez? - Me pregunta ya acomodando mi miembro entre sus generosas tetas.
- Va a ser la primera vez. Es un día de primeras veces - Se muerde el labio y eso parece motivarla. Ser mi primera en determinadas prácticas. Desvirgarme lo mas posible y de la mayor cantidad de propuestas en el amplio repertorio de fantasías, poses y morbos ocultos.
Sentado en el borde de la cama y ella arrodillada enfrente de mi nos abrazamos a la vez que me practica la primera turca de mi vida. Mi pene se pierde entre su busto y comienza a friccionar. Frota, escupe y vuelve a frotar. Luego nos besamos rápido e intenso. De la mesa de luz saca un preservativo y me lo coloca.
- Recostate que te quiero cabalgar - Me ordena y se monta sobre mi dándome la espalda. Se ensaliva nuevamente los dedos y se frota sobre la vulva permitiéndose una lubricación natural. Luego se hunde en mi. Tengo una vista privilegiada de su culo saltando sobre mi cuerpo. Se arquea dejando caer su peso. Ahí me aferro de sus tetas y la empiezo a coger yo. Fuerte y rápido meto y saco mi miembro provocando ruidos húmedos. El sudor nos chorrea del cuerpo. Eso nos excita aún mas. Luego me diría que el aire está roto. Nos envolvemos entre las sábanas dándonos placer sin tregua.
- ¡Enchufame la pija hasta el fondo! - Tiene un repertorio de sinónimos de lo mas variado. 
  Me obligo a continuar con el frenesí. En estos años no tengo demasiada experiencia pero tengo el brío de la juventud. Y esa es la droga que a Paloma tanto la enloquece. Y que también la enceguece. Sin desfallecer un solo segundo; la acomodo de costado. De a poco voy incorporándome sobre su cuerpo quedando sobre ella. Dominándola. A Paloma le gusta llevar la delantera. Pero a mi también. Y así es como, confiándose de que soy un pendejo inexperto, termina sometida boca abajo, mordiendo las sabanas y yo sobre ella destrozando su concha cual martillo percutor.
- ¿Te gusta, putita? ¿Te gusta como te taladro la argolla? ¡Preparate porque recién es el primer día! - Estoy enviciado con esta loba madura, adicta a los excesos de la vida. Se mete en el torrente sanguíneo y me llega directo al cerebro provocándome un estallido que repercute en una profusa acabada. Mi pene en su estado de erección máximo rellena su sexo dejándola henchida.
  Respira agitada con la cara enterrada entre las sábanas. Lejos de dejarla en paz, y con mi orgasmo aún en la piel, comienzo a frotar con furia mi mano sobre su clítoris provocandole alaridos y contorsiones de placer hasta que acaba.
- ¡Ay! ¡Hijo de puta! Me vas a dejar de cama.
- Y aún en la cama te voy a seguir dando. Me subestimaste, ¿no?
- Te subestimé.


Nos quedamos tirados uno al lado del otro. Ella enciende un cigarro. Me ofrece uno y se lo rechazo.
- Si vamos a tener un vicio, que sea el sexo - Me dice.
Veo el ventilador de techo haciendo lo que puede. Es pleno enero y nuestro mes juntos recién empieza. Me apoya sus tetas.
- ¿Cogemos de nuevo? Después de todo, solo tenemos un mes.


La historia de Paloma es mucho mas larga y compleja. Hubo varios encuentros en lugares de lo mas diversos. Con el tiempo, retomaré dichas historias. Ahora, creo yo, es tiempo de darle algo de crédito a su hija Catalina. Si ustedes lo desean, claro está.

2 comentarios - Paloma negra de los excesos (parte 1)

franco0123456789 +1
que perra. segui contando por favor
Fedepatan
Gracias por pasar, colega. La idea es seguir en breve
Pervberto +1
Una experiencia inolvidable.
Fedepatan +1
Paloma nunca decepciona.