Amar es compartir
Era un momento calmo de mi vida donde comenzaba a saborear levemente las mieles del éxito. Acababa de cumplir 27 años, y graduarme en la universidad como ingeniero civil, y sentía que era hora de dejar la casa de mis padres para explorar nuevos horizontes.
Me dispuse a buscar trabajo hasta que fui contratado en una empresa de estructuras hidráulicas. Gracias a eso pude rentar un bonito departamento en la ciudad, y comprar un auto cero kilómetro La vida me sonreía.
Por esos momentos conocí a Paula, una chica que se ajustaba perfectamente a mi estereotipo de mujer, tenía una cintura super afinada y un culo grande y delicioso. Era la típica perra que le encanta calentar pijas de todos los machos que se cruza, sabiéndose una bomba sexual.
Nuestro encantamiento fue inmediato, nos gustamos y amamos desde el primer momento, y a los pocos meses decidí proponerle que se mudara conmigo. Lo que más disfrutaba de nuestra convivencia era un juego que consistía en desafíos y pruebas, en los que el perdedor debería someterse al castigo que el vencedor le ordenase.
En una ocasión le presenté el desafio de vestirse como una puta y salir a la calle más transitada en mi compañía, soportando todo tipo de miradas y e improperios.
A pesar de mi sorpresa lo cumplió al pie de la letra, se puso zapatos de tacón, un pantalón de seda ajustado que le marcaba todo, y una remera transparente que traslucía sus tetas y no dejaba nada librado a la imaginación.
Fue divertido, la llenaron de vulgaridades, y a mi me dijeron que era demasiada mujer para mi, que no me la merecía, que ellos podrían darle mejor atención y todas las cosas que dicen los hombres cdo ven una hembra que les hace perder la razón. Un tipo pasado de copas hasta le tocó el culo y ella indignada, quería que lo golpeara, pero solo atiné a decirle que era un pobre borracho, que le restara importancia.
Por la noche debatímos en la cama todo lo vivido en torno al juego.
- ¿Viste como me miraban el culo y las tetas?
- Si, te han encantado todas las miradas y groserías ¿no?
- A mi sola, no, a vos también. Amé cdo el negro senegalés que vendía alajas, me alagó el culo y me preguntó cuánto costaba una noche conmigo. ¿Lo viste bien, no? Medía como dos metros, seguro tenía una poronga mucho más grande que la tuya, quizás el doble o el triple de tu tamaño. No deberías dejarme solita mucho tiempo.
-Por que lo decís? ¿Qué harías si estuvieras sola?
-No sé. Tengo mis dudas. Imagina que el negro me invita a coger y como soy una calientapijas, no sé. Ya se te está poniendo dura pensando que el negro me sodomiza mientras mirás sentadito en una silla y aprendés?
Paula jamás me había dicho algo tan fuerte. En ese momento ante su mirada sucedió algo sorprendente e inesperado para mi. Senti algo húmedo que mojaba mis pantalones.
Me dispuse a buscar trabajo hasta que fui contratado en una empresa de estructuras hidráulicas. Gracias a eso pude rentar un bonito departamento en la ciudad, y comprar un auto cero kilómetro La vida me sonreía.
Por esos momentos conocí a Paula, una chica que se ajustaba perfectamente a mi estereotipo de mujer, tenía una cintura super afinada y un culo grande y delicioso. Era la típica perra que le encanta calentar pijas de todos los machos que se cruza, sabiéndose una bomba sexual.
Nuestro encantamiento fue inmediato, nos gustamos y amamos desde el primer momento, y a los pocos meses decidí proponerle que se mudara conmigo. Lo que más disfrutaba de nuestra convivencia era un juego que consistía en desafíos y pruebas, en los que el perdedor debería someterse al castigo que el vencedor le ordenase.
En una ocasión le presenté el desafio de vestirse como una puta y salir a la calle más transitada en mi compañía, soportando todo tipo de miradas y e improperios.
A pesar de mi sorpresa lo cumplió al pie de la letra, se puso zapatos de tacón, un pantalón de seda ajustado que le marcaba todo, y una remera transparente que traslucía sus tetas y no dejaba nada librado a la imaginación.
Fue divertido, la llenaron de vulgaridades, y a mi me dijeron que era demasiada mujer para mi, que no me la merecía, que ellos podrían darle mejor atención y todas las cosas que dicen los hombres cdo ven una hembra que les hace perder la razón. Un tipo pasado de copas hasta le tocó el culo y ella indignada, quería que lo golpeara, pero solo atiné a decirle que era un pobre borracho, que le restara importancia.
Por la noche debatímos en la cama todo lo vivido en torno al juego.
- ¿Viste como me miraban el culo y las tetas?
- Si, te han encantado todas las miradas y groserías ¿no?
- A mi sola, no, a vos también. Amé cdo el negro senegalés que vendía alajas, me alagó el culo y me preguntó cuánto costaba una noche conmigo. ¿Lo viste bien, no? Medía como dos metros, seguro tenía una poronga mucho más grande que la tuya, quizás el doble o el triple de tu tamaño. No deberías dejarme solita mucho tiempo.
-Por que lo decís? ¿Qué harías si estuvieras sola?
-No sé. Tengo mis dudas. Imagina que el negro me invita a coger y como soy una calientapijas, no sé. Ya se te está poniendo dura pensando que el negro me sodomiza mientras mirás sentadito en una silla y aprendés?
Paula jamás me había dicho algo tan fuerte. En ese momento ante su mirada sucedió algo sorprendente e inesperado para mi. Senti algo húmedo que mojaba mis pantalones.
2 comentarios - Amar es compartir - Primera Parte