Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
ANTERIOR
Capítulo 9: La promesa (Diego)
Mariana acabó por segunda vez luego de que yo la pusiera en cuatro y la cogiera a toda velocidad. Sus gritos se oían por toda la habitación pero quedaban tapados por el ruido de la música que provenía de afuera. Pude sentir como su concha se mojaba por completo y como empapaba mi pija mientras que se agarraba con fuerzas a las sábanas de la cama de su amiga Soledad. Entonces saqué mi pija de adentro de su cuerpo y me pajeé hasta llenarle el culo de leche, acabando nuevamente sobre su piel una cantidad increíble de leche. Después de eso, ella se limpió con un papel, se cambió y volvió al patio para no dirigirme la palabra por el resto de la noche.
Manuel, Ramiro y Leandro se dieron cuenta de lo que había pasado pues notaron mi ausencia y la de Mariana por casi una hora y media. Sin embargo yo les dije que no iba a darles detalles de lo que había sucedido, pues prefería no hablar al respecto. A lo lejos podía ver como ella era interrogada por sus amigas, quienes no paraban de cuchichear y de mirar hacia la dirección en la que yo me encontraba con los chicos. Al parecer ella les estaba contando lo que había pasado y ellas se sorprendían con cada palabra que Mariana pronunciaba.
La noche terminó cuando uno de los amigos de la secundaria de la dueña de casa rompió una maceta y ella decidió que ya habíamos ido muy lejos. Mariana y Sabrina se quedaron en la casa de Soledad mientras que el resto salíamos por la puerta, sin darme la oportunidad de despedirme de ella. Fue por eso que le mandé un mensaje en el que decía que había disfrutado muchísimo de nuestro reencuentro y que quería volver a verla. “Lo nuestro no puede quedar así, la pasamos demasiado bien juntos como para no volver a vernos” le escribí por último luego de un largo mensaje. Pero ella nunca respondió, ni esa noche, ni al día siguiente, ni al otro día. El mensaje quedó ahí, con el doble tilde azul que me decía que lo había visto, pero que había decidido no responderme.
Fue entonces cuando hice la promeso con la idea de cambiar todo y olvidarme de Mariana de una vez por todas. Ver en sus historias de Instagram fotos con su novio en las que le decía que lo amaba, me destruyó por completo y me hizo darme cuenta que solo me había usado para sacarse la calentura. Pensé en escribirle a Lucas para decirle lo que había pasado con su novia, pero después pensé que eso no me iba a ayudar en nada y que era un problema de ella. Sin embargo la promesa me la hice igual y parado frente al espejo del baño me juré nunca más volver a estar con ella.
El problema era que Belén ya no era una opción. Como era de esperar, ella se cansó de que yo diera vueltas y terminó dejándome ya que creía que la estaba usando. A decir verdad quería mucho a Belén y sentía mucho cariño por ella, pero me costaba sacarme a Mariana de la cabeza y no quería usarla a ella para eso. Así que cuando me dejó, le dije que iba a ser lo mejor porque yo tampoco quería que ella saliera lastimada. Para Carla y Macarena yo pasé a ser medio un hijo de puta que había usado a su amiga solo para cogérsela cuando yo quería, lo cual no era verdad. Lamentablemente la situación me había dejado bastante mal parado.
Fue por eso que acepté la invitación de Ramiro a salir ese primer fin de semana de Febrero los dos solos a un boliche. Manuel y Leandro no podían pues ya habían organizado otros compromisos, pero para nosotros no fue un impedimento. Nos juntamos en su casa a comer algo tranqui y después empezamos a tomar con la idea de llegar algo entonados al boliche. Los mano a mano siempre son más pesados que cuando hay mucha gente y nos bajamos unas cuantas cervezas y una botella de fernet chiquita antes de la una de la mañana. Ni bien entramos al lugar, apuntamos a la barra para poder seguir tomando un poco más y darnos algo de coraje para buscar algunas chicas con las que bailar.
Ramiro vio a un grupito de amigas que debían tener uno o dos años menos que nosotros que estaban bailando cerca de nosotros. Él, que siempre fue el más cara dura del grupo, se acercó a ellas y sacó a bailar a una rubiecita linda la cual lo aceptó sin problema. Yo aproveché y me acerqué al resto de las chicas para decirles a modo de broma que si las estaba molestando podía llevármelo. Fue en ese momento cuando otra de las chicas me dijo que no había problema, que su amiga estaba superando una ruptura amorosa y que lo mejor que le podía pasar era que la sacaran a bailar.
La chica esta me dejó algo embobado, pues era muy hermosa. Tenía el pelo negro y algo ondulado, una sonrisa preciosa y unos ojos celestes que brillaban en la oscuridad. Era más bien peticita y flaquita y usaba un top que dejaba al descubierto su piel bien broceada. Cuando giró para decirle algo a su amiga, pude ver el short que tenía puesto y casi se me cae la baba al ver la colita preciosa que tenía. Le pregunté su nombre y ella me dijo que se llamaba Aldana y que tenía 22 años. Me contó que la chica con la que Ramiro bailaba en ese momento era su mejor amiga de la facultad y que todas habían decidido salir porque se había entrado que el novio la había cagado en las vacaciones.
Rápidamente empezamos a conversar con Aldana y sus amigas fueron cerrando la ronda para dejarla a ella a un lado, para que estuviéramos solos. A pesar de eso, las tres chicas restantes no paraban de mirarnos de reojo mientras intercambiaban risitas tontas. “Son unas taradas mis amigas” me dijo ella cuando una de ellas empezó a hacer muecas de besos. Fue entonces cuando me acerqué lentamente a ella hasta que nuestros rostros quedaron a centímetros de distancia. “No vamos a coger” me dijo riéndose y yo le respondí que solo quería besarla. En ese momento Aldana terminó acercándose a mí y me besó haciendo caso omiso a los grititos de emoción de sus amigas.
Con Ramiro nos quedamos toda la noche con Aldana y sus amigas, bailando con ellas y pasando un buen rato. A pesar de los intentos de mi amigo por estar con la chica que acababa de descubrir la infidelidad de su novio, él no tuvo la misma suerte que yo. Por mi parte, Aldana y yo volvimos a besarnos luego de un largo rato y terminamos alejándonos un poco del grupo. Entre besos y toqueteo, mi mano levantó levente su remera y terminé acariciándole la piel a la altura de la cintura. Ella echó una risita boba y de golpe su puso toda colorada Cuando le pregunté que le pasaba me dijo que muy probablemente se iba a arrepentir de eso, pero que si quería irse conmigo esa noche.
- ¿Y lo que me dijiste antes?- Le pregunté refiriéndome a su frase “No vamos a coger”.
- ¡Callate!- Me respondió ella y volvió a besarme
De golpe la temperatura del lugar empezó a elevarse y nos dimos cuenta de que estábamos calentándonos cada vez más. Ella fue a hablar con sus amigas para decirle que nos íbamos, sin soltarme la mano y yo le mandé un mensaje a Ramiro, quien ya no estaba con las chicas. El viaje en taxi fue silencioso, pero lleno de besos y caricias que tratábamos de contener para no arrancarnos la ropa ahí mismo. Llegamos a mi casa y fuimos directo a la pieza para tirarnos sobre la cama y volver a besarnos, en esa oportunidad sin solturas y sin reprimirnos las ganas de estar juntos.
Aldana cayó boca arriba y yo me lancé sobre ella, buscando sus labios y sintiendo como sus brazos me rodeaban con fuerza. Se deshizo de mi remera y pasó su mano por mi pecho para luego comerme la boca con ganas y meterme su lengua. Su piel se sentía muy suave y cálida con cada contacto de mis dedos. Recorrí su hombro y bajé por su brazo hasta llegar a sus dedos para después cruzar a su pancita y empezar a levantarle la remera. No pude evitar bajar por su cuerpo y darle unos besos en la pancita hermosa que tenía, para luego subir hasta su pecho y acariciarle las tetas por encima del corpiño. Era cada vez más preciosa a medida que la ropa iba desapareciendo y me encantaba su carita tierna mientras la tocaba.
Ella acarició mi cara y levantó levemente la suya para llevar sus labios a mi oído y decirme casi en un susurro: “Quiero que me la chupes toda”. Sus palabras entraron directo a mi cabeza y fueron a mi cerebro haciendo que sintiera un escalofrío por todo mi cuerpo y que se me entumeciera la piel. Sus palabras sonaron tan hermosas y a la vez tan seductoras que no pude controlarme ante su pedido tan directo y estimulante. Me acomodé entre sus piernas y me deshice de lo que le quedaba de ropa a Aldana para dejarla totalmente desnuda. ¡Era hermosa! ¡Preciosa! Con una carita tierna y una mirada seductora que me prendía por completo. Me agaché y saqué mi lengua para acceder a su pedido.
Pasé suavemente mi lengua por encima de su conchita y la saboreé con delicadeza mientras que ella atinó a cerrar las piernas. Obviamente no pudo ya que mi cabeza se encontraba entre ellas, pero yo rápidamente puse mis manos en sus muslos y se las abrí de nuevo. Volví a pasar mi lengua por su cuerpo pero en esa ocasión la dejé apoyada encima de su conchita, a la altura de su clítoris e hice presión sobre este. Aldana lanzó una risita nerviosa y movió la cintura hacia un costado pero yo seguí en contacto con su cuerpo. Entonces bajé mi lengua una vez más y la subí nuevamente hasta su clítoris y ahí escuché el primer gemido de ella.
Rápidamente comencé a chuparle la concha con ganas, comiéndosela por completo y pasándole la lengua por todos lados. Aldana no tardó en comenzar a gemir y a pesar de que lo hacía despacio, podía escuchar los ruidos de placer que salían de su boca y penetraban en mi cabeza. Eso hacía que moviera mi lengua con más ganas sobre su conchita y su clítoris, dándole cada vez más placer y volviéndola más loca. Sentía como su cuerpo se iba mojando y se iba moviendo al mismo ritmo que mi boca, la cual permanecía pegada a su cuerpo con cada movimiento. Me encantaba como disfrutaba de mi lengua ya que ella me lo había pedido de esa manera.
Pasados unos pocos minutos y estando bien húmeda, Aldana se levantó y se sentó en frente de mí. Tomó mi cabeza con ambas manos y la subió hasta que esta quedó en frente suyo y me volvió a besar de manera bien apasionada. Yo todavía tenía el pantalón puesto, por lo que aproveché ese momento para sacármelo y una vez que estuve desnudo al igual que ella, su mano fue directo a mi pija. Entre besos y caricias, comenzó a hacerme una paja la cual no era necesaria porque estaba totalmente duro. “Quiero que me cojas, quiero que me la metas toda” me dijo nuevamente al oído y en un susurro.
Sus palabras me volvieron loco e hicieron que casi de manera acelerada me abalanzara sobre ella y metiera toda mi pija adentro de su cuerpo. Al principio nos acomodamos como pudimos y ella me abrazó con fuerza, quedando nuestros cuerpos pegados y mi boca nuevamente sobre la suya. Enseguida empecé a mover mi cintura hacia arriba y hacia abajo entre sus piernas, haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo a una velocidad considerable. Ella seguía gimiendo, lanzando suspiros de pación que me llegaban a la cabeza y me ponían cada vez más loco.
- Más despacio.- Me dijo entonces de golpe al oído.
Frené al instante y la miré fijo a los ojos porque me pareció que había entendido mal, pero su mirada inocente y su sonrisa pícara en la boca me dieron a entender que había dicho lo que acababa de escuchar. “Cogeme más despacio” me repitió y entonces alzó nuevamente su cabeza para besarme. En ese momento empecé a mover mi cintura, pero a una velocidad mucho más lenta, haciendo que mi pija entrara y saliera de su conchita bien despacio. Ella abrió bien grande la boca y comenzó a largar suaves suspiros de placer que me volvían loco. Sin embargo yo me movía despacio, lento, suave y disfrutando cada segundo con ella.
Aldana me abrazó con fuerza y comenzó a comerme el cuello mientras que seguía gimiendo sobre mi oído. Sus piernas también me envolvieron e hicieron que mis movimientos fueran mucho más cortos pero a la vez intensos. El calor de su cuerpo hacía contacto con el mío y sentía sus pezones rozar mi pecho a cada segundo. “¡Mmm sí! ¡Me encanta! ¡Seguí!” me decía ella susurrándome en la oreja y provocando que mi cabeza explotara con cada uno de sus comentarios.
Entonces me di cuenta que a pesar de que lo hacía de manera muy distinta, al igual que Mariana, Aldana estaba controlando por completo la situación. Yo hacía lo que ella me decía y me indicaba a cada segundo. Se la chupé como ella me había pedido, me desnudé en el momento que me lo había indicado y me la cogía despacio como a ella le gustaba. Era otro tipo de sumisión, una mucho más suave e imperceptible, pero sin lugar a dudas me encantaba y me volvía loco. Me excitaba muchísimo estar envuelto entre sus brazos y sus piernas penetrándola bien a fondo, sintiendo tu cuerpo cálido y sus gemidos en mi oído.
Luego de varios minutos de estar así nos dimos vuelta y ella quedó encima de mí. En ese momento se sentó sobre mi cintura y con mi pija adentro de su conchita y apoyó sus manos en mi pecho para mirarme fijo a los ojos. Sin decir nada se empezó a mover despacio y suave, hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi pija entrara aún más a fondo de su cuerpo. Yo apoyé mis manos en su cintura y ella fue subiendo las suyas hasta quedar en mis hombros. Poco a poco fue bajando su cuerpo y nuevamente sus tetas chocaron con mi pecho y sus labios hicieron contacto con los míos.
Era increíble como después de haber cogido bien fuerte y duro en los últimos meses, me había olvidado de lo perfecto que puede ser el sexo suave y tranquilo. Los movimientos eran lentos, tranquilos, pero con una intensidad que hacían que nuestros cuerpos vibraran. Sus besos fueron bajando hasta mi cuello y volví su respiración profunda y agitada cerca de mi oído que me llegaba directo a la cabeza. Mis manos sujetaban con fuerza su cintura pues no quería dejarla ir. Me encantaba como se movía, como su cuerpo bailaba sobre el mío y como su conchita empapada se llenaba de mi pija.
- Quiero que acabes adentro mío.- Me dijo nuevamente susurrándome al oído.
Entonces sus movimientos comenzaros a acelerarse cada vez más aunque no demasiado. Seguían siendo intensos, profundos y que hacían que mi verga entrara de lleno en su cuerpo. Noté la humedad de su conchita y el calor de su cuerpo sobre el mío y sus gemidos en mi cabeza que se oían cada vez más fuertes. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Que rico!” comenzó a decir y mis dedos apretaron con fuerza su cintura. Me estaba volviendo loco, me estaba dominando de una manera única pero increíble y que me había puesto al palo.
Acabé de golpe llenándole la concha y lanzando un suspiro de placer sobre su cuerpo. Ella tardó unos segundos en frenarse y cuando lo hizo se desparramó sobre mi cuerpo totalmente caliente y transpirado. Sus besos chocaron nuevamente contra los míos y me devolvió una sonrisa que indicaba placer y algo más que solo eso. Entonces sus manos se elevaron sobre mi cabeza y yo hice lo mismo para entrelazar nuestros dedos mientras mi lengua entraba una vez más a su boca.
Nos vestimos y nos despedimos con la idea de volver a hablarnos próximamente. Ella me dio su celular y al otro día ya estábamos conversando y charlando, planeando cuando volver a vernos. Era evidente que a los dos nos había encantado estar con el otro y que teníamos planes para pasar nuevamente un momento bien caliente juntos. Pero a los cuatro días de verme con Aldana me llegó un mensaje que iba a hacer que mi promesa corriera grandes riesgos de romperse. Mariana me escribió para decirme que quería verme y que necesitaba estar conmigo. “Necesito verte. Quiero que me hagas tuya y hacerte mío. Nunca nadie me hizo acabar como vos Diego. Sos la única persona con la que soy verdaderamente feliz” sentenció su mensaje y yo sentí una enorme necesidad de verla.
SIGUIENTE
OTRAS HISTORIAS:
LABIOS ROSA (FANTASÍA)
CHICA DE CIUDAD: SEGUNDO AÑO. CAPÍTULO 1
EL PROFESOR PARTICULAR (FANTASÍA)
1 comentarios - Nuevos amantes. Capítulo 9
Si de verdad existe Diego, quiero darle un abrazo y darle mis felicitaciones