En aquel momento pensé que tenía que haber estado muy loco para atreverme a entrar a escondidas a la casa de mi vecina cuando ella no estaba y hurgar en el canasto de la ropa sucia en busca de su bombacha. Es cierto que haber olido esa deliciosa fragancia (ese espeso néctar que surgió de su interior cuando explotó en un fuerte orgasmo del que pude ser testigo y espía) valió totalmente la pena, al menos en el momento. La locura fue tan fuerte que no pude contenerme de lamer la húmeda tela manchada por ese flujo. La sensación de éxtasis fue abruptamente interrumpida cuando escuché que mi vecina había llegado a la casa. Inconcientemente, sin saber qué hacer, metí la prenda en mi bolsillo y salté la pared que separa mi casa de la suya, creyendo haber zafado, con lo justo, de la situación. Pero cuando unas horas después, tras haberme ido a tomar algo de aire, descubrí que la prenda se me había caído en algún lugar de mi propia casa me quise matar. Encima al llegar encuentro que mi mujer estaba hablando con mi vecina. Pensé que mi aventura había llegado a su fin.
Me habían agarrado in fraganti.
Era un ladrón de bombachas. Para colmo mi vecina es una pendeja que apenas debe llegar a los 20. ¿Qué podía decir para defenderme? ¿Qué pensaría Andrea, mi mujer, de la situación? 20 años tenemos nosotros de relación, dos hijos, toda una vida juntos.
Lo peor era que la vecinita es indiscutiblemente un manjar, un minón. ¡Ojo! Con esto no quiero comparar a Andrea con mi vecina. A mí, mi mujer, me sigue calentando tanto o más que el primer día. Física y mentalmente, ella me estimula como nadie. Por algo en todos estos años jamás tuve la necesidad de intentar algo por fuera. Pero entonces ¿Qué me pasaba con mi vecina? Zoe.
“Zoe”, se me presento ella misma con una sonrisa, un guiño de ojos, y mostrándome la bombachita (oculta en sus manos) que yo le había robado y que ella recuperó en mi propia casa. En ese momento no estaba seguro de entender lo que pasaba y tuve que actuar con mucha cautela. ¿Sabía algo de eso mi mujer? ¿o no?
Poco faltó para que entendiera que mi mujer ignoraba todo, pero mi vecinita no. Y con su tierna y picarona sonrisa me lo estaba haciendo saber. ¿Qué buscaba? ¿Extorsionarme?
Al despedirse insinuó que tenía que bañarse y hacer cosas después. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Sabía que yo la había espiado? ¿Me estaba incitando a que la espíe esta noche?
Yo no podía creer lo que estaba pasando. Mi mujer salió a abrirle la puerta a mi vecina que se despidió de mí diciéndome. “Buenas noches. Señor”, ¡Já! Señor me llamaba ¡Que hija de puta!
Esperé a que volviera mi mujer. Todavía pensaba que me iba a armar flor de quilombo, pero no. Con una sonrisa me dice: - Copada la vecina. ¿La conocías?
Yo: - No. No, nunca la había visto.
Andrea: - La verdad que es un bombón la pendeja, aparte muy simpática. Parece que se mudó hace poco, justo antes de la cuarentena.
Yo: Ah. ¿Mira vos?
Andrea: ¡Y qué lomo tiene la guacha! ¿Viste?
Yo: No. No la vi bien. ¿Era linda?
Andrea (riéndose): Dale, seguro que no la miraste…
Y después hablamos de lo que había traído del super y de qué íbamos a hacer de cenar. Yo estaba feliz de que no hubiera saltado ningún bardo.
Pero también me carcomía la cabeza pensar en que mi vecinita sabía que yo la espiaba. Más loco me ponía pensar que no solo lo sabía, sino que ella misma lo aprobaba. Todo el rato que pasó hasta que terminamos de cenar no me podía sacar de la cabeza que ella iba a estar esperando que yo la espiara esta noche. Y las ganas que yo tenía… Pero ¿cómo iba a hacer? No podía decirle a mi mujer de la nada que me iba un rato a la terraza. Me vendía solo. No. ¿Cómo hacer? ¡Qué desesperación!
Tanto comerme la cabeza y al final las cosas se acomodaron solas. Después de cenar mi mujer me dice: - Amor. ¿No te enojas si subo a darme un baño de inmersión? Quiero relajar un rato, estoy medio tensa.
Por supuesto que no tenía problema, total yo me miraba un capítulo de algo en la tele, “andá tranquila” le dije. Y me quedé ansioso, abajo, esperando a que ella entrara a darse su baño para poder salir a la terraza. A los cinco minutos subo y escucho que ya estaba adentro así que aprovecho a salir al balcón y enfilo hacia la terraza. Estaba ansioso como nunca.
Ni bien llego la veo. Hermosa. Resplandeciente. Totalmente desnuda. Había dejado las cortinas descorridas para que yo pudiera verla a pleno. Entonces entiendo que está probándose ropa. Ropa interior. En realidad solo se cambiaba las tangas. Parada frente al espejo, se miraba de frente, de perfil y después daba una o dos vueltas para exhibirse completa. Cuando en el giro que hacía miraba hacia afuera, sonreía y se mordía la boca o sacaba la lengua un poco o guiñaba un ojo… Se ponía una bombachita blanca de algodón común y después una tanga roja bien calada. Después otra tanga negra bien guerrera y así. Me tenía idiota. No sé si no me estaba babeando realmente…Veía el movimiento de sus pechos al girar y me quería tirar hasta allá.
Ahí empezó lo mejor. Tras haber elegido un conjunto de color violeta que se dejó puesto, empezó a bailar. Primero suave, sensual. Se acariciaba el cuerpo, los pechos, las piernas, la cola. Después fuerte, se meneaba de una manera… muy sexual. ¡Cómo movía el culo por dios! Me llevaba en sus movimientos al extremo de desear sentirla así, moviéndose sobre mí, con mi pija bien metida adentro suyo.
La poronga me explotaba, no daba más. La tuve que liberar.
Ella se acomodó en la cama dispuesta a tocarse para mí una vez más. Veía cómo su mano se metía y se agitaba entre la tela y su sexo. Yo también me apretaba fuerte. Ella se sacó la bombachita violeta y la tiró hacia la ventana, como hacia mí. Lo hizo riéndose. Cómplice. Saludando con una mano y con la otra abriéndose la concha para que se la mirara. Una concha que se distinguía brillante por el flujo de su calentura. Yo sonreí también y empecé a recorrerme la pija con la mano.
Pero en ese momento, me suena el celu. Era el timbre que indicaba que Andrea me mensajeaba. “¿Dónde estás? Ya me bañé. Te estoy esperando…” Y con el mensaje me manda una foto de su concha también caliente y brillosa. ¡La puta madre! Mi vecina empezaba a gozar y yo tenía que bajar rápido. Mejor salvar la situación así se puede repetir, pensé. Bajé a la habitación y la encuentro a Andrea, en un camisón corto que le transparentaba unos pezones en punta, que venía de abajo y me dice: - ¿Dónde estabas? Pensé que estabas viendo la tele-. Le inventé que estaba en el balcón, que me había sentado y me había dormitado. Ella me empuja a la cama y me dice: - Ah ¿Si? … Ahora despertate que te quiero coger, estoy caliente-. Mientras me dice eso se me tira encima y me pone dos dedos en la nariz: – Sentí -me dice- Me estuve “relajando” en el baño-. Y entonces llego a distinguir ese olor saladito que queda en los dedos cuando juegan bien adentro de una conchita. Respiro profundo y los disfruto, ella me pone los dedos en la boca y yo se los chupo con ganas. Entonces gira y se sienta sobre mi cara apoyándome a pleno toda su concha en la boca. Y se la empiezo a comer. Y ella empieza a gemir. Está caliente y sé que no va a durar mucho, le juego con la lengua, con los labios, hasta con la nariz. Ella se inclina hacia adelante y me garra la pija, me la aprieta, se estira para llegar con la boca y se la mete entera, mordiéndome suave mientras siento los temblores de su cuerpo por el orgasmo que está experimentando. Se desploma sobre mí exhausta, pero enseguida recupera energía y me dice: -Ahora ¡Cogeme!
Yo la quería esperar a que se recuperara para poder acabar juntos y le dije: - Esperá, esperá-. Es que tenía la pija muy caliente con todo lo que había pasado.
Pero ella me malinterpretó y me dijo juguetona: ¿Qué pasa? ¿No me querés coger? Si no me querés coger a mí, hoy, no me importa. Juguemos. ¿A quién te querés coger? ¿Sol Perez? ¿Qué famosa querés que sea? - (me dice apretándose las tetas) - ¿O querés que sea tu prima? Esa que te dejó recaliente de pendejo. O… ya sé… ¡La vecinita nueva! Ápa, esa te gustó. Se te puso bien dura de repente ¡picarón!
Me decía eso y me miraba directo a los ojos. Yo no pude aguantarme. Cuando nombró a la vecina mi cuerpo reaccionó.
Se arrodilló en la punta de la cama, mirándome de frente. Me agarró la pija y la recorrio con la lengua como lamiendo un helado. Se reía y decía: - ¡Ah, pero qué pervertido eras al final! ¿Sabes qué? Hoy voy a ser tu pendeja…
Yo no sabía qué hacer, pero la situación me generaba mucho morbo.
- Señor, siempre quise un hombre maduro que me enseñara bien. ¿Así le gusta? ¿Lo hago bien? – decía mientras me jugaba con la pija metida hasta la mitad en la boca.
Todo lo que me decía y hacía me dejaba delirando. Las caras que ponía, la actitud que tomaba. De pronto ya no veía a mi mujer. La veía a ella. A Zoe. Mi vecinita. Veía su cara, sus pechos, sus labios, su cola. Me costaba contenerme.
Andrea seguía el juego. No parecía enojada o molesta, al contrario. Se la notaba caliente, excitada a ella también.
Después de jugarme un rato con la mano y la boca, se levanta y gira. Me da la espalda. Se pone en cuatro sobre la cama. Levanta la cola y me dice: - Señor ¿Usted podría desvirgarme la cola? -. Y después, cerrando los ojitos y poniendo boquita me dice: - Por favor señor…
La situación me sobrepasaba, no me importaba nada. Me levante de un impulso y le apoyo la punta de la pija en la cola. Ella se estira los cachetes, agrandando el agujero, invitándome a penetrarla. Siguiendo el juego me decía: - despacito por favor, que me va a doler. - Y yo, super loco, la embisto de una y le digo: - ¿Te gusta Zoe?¿Te gusta, putita? Sentí, sentí cómo te desvirgo el culo. – Y le empujaba con fuerza la pija hasta el fondo, que, como no estaba bien lubricada, se notaba que raspaba un poco, pero a mí no me importaba nada. La cara de Andrea cambió un poco en ese momento. No sé si le chocó que la llamara Zoe, o le dolía que le hubiera metido la pija tan salvajemente. Pero yo no dejaba de bombearle el orto, sin importarme un carajo. Me la estaba cogiendo a Zoe, me estaba cogiendo duro a esa pendeja. Por puta. Por calentarme así. Era lo que ella quería, al fin y al cabo. Era lo que yo quería.
Cuando me doy cuenta, mi mujer gritaba como loca.: - Sí. Soy tu puta. Tu putita. Así cogeme. Así, vecino…- Estaba gozando, aunque se notaba que también le dolía. Yo la estaba agarrando fuerte de la cintura y tenía la poronga totalmente metida adentro y aun así haciendo fuerza para que entrara más. Ya ni ella ni yo pudimos contenernos y ahí nomás le largué la leche, sentí cómo varios chorros se dispararon adentro de ella, a cada chorro que soltaba la embestía con fuerza una vez más.
Esa noche no me podía dormir. Había quedado muy cebado con la experiencia. Mi mujer hacía rato que dormía y yo daba vueltas en la cama. La verdad era que lo que pasó esa noche en vez de calmarme me dejaba más caliente con mi vecina. Pero no podía fallarle así a Andrea. Mi mujer es oro puro, no puedo permitirme perderla, sobre todo con una pendeja. Tenía que buscar la manera de cortar esta pelotudez. Al final yo soy un tipo de cuarenta y mi vecina hasta podría ser mi hija…
Me levanté y salí al balcón a tomar aire. Del otro lado del paredón se notaba que las luces ya estaban apagadas. Me preguntaba cómo iba a terminar esta historia y entonces veo que hay algo tirado ahí, colgado de una planta en el balcón. ¿Qué es eso? Me acerco y descubro una bolsita enganchada de la planta. La abro y adentro encuentro una tanga violeta y una notita:
“Acá te dejo la bombachita que elegí para vos. Me la pasé bien por conchita después de acabar para dejarte el sabor ¿Me viste? Me muero por probar tu acabada. Agendame…” Y me dejaba el número de su móvil.
La pija me explotaba abajo del pantalón....
Continúa acá:
https://poringa.net/posts/relatos/3737694/La-bombacha-caliente-de-mi-vecinita.html
El principio de ésta historia:
Parte 1
https://poringa.net/posts/relatos/3700478/Las-bombachas-de-mi-vecina.html
Parte 2
https://poringa.net/posts/relatos/3709881/El-olor-de-la-bombacha-de-mi-vecinita.html
Otros relatos en:
https://m.poringa.net/martinfcd/posts
Me habían agarrado in fraganti.
Era un ladrón de bombachas. Para colmo mi vecina es una pendeja que apenas debe llegar a los 20. ¿Qué podía decir para defenderme? ¿Qué pensaría Andrea, mi mujer, de la situación? 20 años tenemos nosotros de relación, dos hijos, toda una vida juntos.
Lo peor era que la vecinita es indiscutiblemente un manjar, un minón. ¡Ojo! Con esto no quiero comparar a Andrea con mi vecina. A mí, mi mujer, me sigue calentando tanto o más que el primer día. Física y mentalmente, ella me estimula como nadie. Por algo en todos estos años jamás tuve la necesidad de intentar algo por fuera. Pero entonces ¿Qué me pasaba con mi vecina? Zoe.
“Zoe”, se me presento ella misma con una sonrisa, un guiño de ojos, y mostrándome la bombachita (oculta en sus manos) que yo le había robado y que ella recuperó en mi propia casa. En ese momento no estaba seguro de entender lo que pasaba y tuve que actuar con mucha cautela. ¿Sabía algo de eso mi mujer? ¿o no?
Poco faltó para que entendiera que mi mujer ignoraba todo, pero mi vecinita no. Y con su tierna y picarona sonrisa me lo estaba haciendo saber. ¿Qué buscaba? ¿Extorsionarme?
Al despedirse insinuó que tenía que bañarse y hacer cosas después. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Sabía que yo la había espiado? ¿Me estaba incitando a que la espíe esta noche?
Yo no podía creer lo que estaba pasando. Mi mujer salió a abrirle la puerta a mi vecina que se despidió de mí diciéndome. “Buenas noches. Señor”, ¡Já! Señor me llamaba ¡Que hija de puta!
Esperé a que volviera mi mujer. Todavía pensaba que me iba a armar flor de quilombo, pero no. Con una sonrisa me dice: - Copada la vecina. ¿La conocías?
Yo: - No. No, nunca la había visto.
Andrea: - La verdad que es un bombón la pendeja, aparte muy simpática. Parece que se mudó hace poco, justo antes de la cuarentena.
Yo: Ah. ¿Mira vos?
Andrea: ¡Y qué lomo tiene la guacha! ¿Viste?
Yo: No. No la vi bien. ¿Era linda?
Andrea (riéndose): Dale, seguro que no la miraste…
Y después hablamos de lo que había traído del super y de qué íbamos a hacer de cenar. Yo estaba feliz de que no hubiera saltado ningún bardo.
Pero también me carcomía la cabeza pensar en que mi vecinita sabía que yo la espiaba. Más loco me ponía pensar que no solo lo sabía, sino que ella misma lo aprobaba. Todo el rato que pasó hasta que terminamos de cenar no me podía sacar de la cabeza que ella iba a estar esperando que yo la espiara esta noche. Y las ganas que yo tenía… Pero ¿cómo iba a hacer? No podía decirle a mi mujer de la nada que me iba un rato a la terraza. Me vendía solo. No. ¿Cómo hacer? ¡Qué desesperación!
Tanto comerme la cabeza y al final las cosas se acomodaron solas. Después de cenar mi mujer me dice: - Amor. ¿No te enojas si subo a darme un baño de inmersión? Quiero relajar un rato, estoy medio tensa.
Por supuesto que no tenía problema, total yo me miraba un capítulo de algo en la tele, “andá tranquila” le dije. Y me quedé ansioso, abajo, esperando a que ella entrara a darse su baño para poder salir a la terraza. A los cinco minutos subo y escucho que ya estaba adentro así que aprovecho a salir al balcón y enfilo hacia la terraza. Estaba ansioso como nunca.
Ni bien llego la veo. Hermosa. Resplandeciente. Totalmente desnuda. Había dejado las cortinas descorridas para que yo pudiera verla a pleno. Entonces entiendo que está probándose ropa. Ropa interior. En realidad solo se cambiaba las tangas. Parada frente al espejo, se miraba de frente, de perfil y después daba una o dos vueltas para exhibirse completa. Cuando en el giro que hacía miraba hacia afuera, sonreía y se mordía la boca o sacaba la lengua un poco o guiñaba un ojo… Se ponía una bombachita blanca de algodón común y después una tanga roja bien calada. Después otra tanga negra bien guerrera y así. Me tenía idiota. No sé si no me estaba babeando realmente…Veía el movimiento de sus pechos al girar y me quería tirar hasta allá.
Ahí empezó lo mejor. Tras haber elegido un conjunto de color violeta que se dejó puesto, empezó a bailar. Primero suave, sensual. Se acariciaba el cuerpo, los pechos, las piernas, la cola. Después fuerte, se meneaba de una manera… muy sexual. ¡Cómo movía el culo por dios! Me llevaba en sus movimientos al extremo de desear sentirla así, moviéndose sobre mí, con mi pija bien metida adentro suyo.
La poronga me explotaba, no daba más. La tuve que liberar.
Ella se acomodó en la cama dispuesta a tocarse para mí una vez más. Veía cómo su mano se metía y se agitaba entre la tela y su sexo. Yo también me apretaba fuerte. Ella se sacó la bombachita violeta y la tiró hacia la ventana, como hacia mí. Lo hizo riéndose. Cómplice. Saludando con una mano y con la otra abriéndose la concha para que se la mirara. Una concha que se distinguía brillante por el flujo de su calentura. Yo sonreí también y empecé a recorrerme la pija con la mano.
Pero en ese momento, me suena el celu. Era el timbre que indicaba que Andrea me mensajeaba. “¿Dónde estás? Ya me bañé. Te estoy esperando…” Y con el mensaje me manda una foto de su concha también caliente y brillosa. ¡La puta madre! Mi vecina empezaba a gozar y yo tenía que bajar rápido. Mejor salvar la situación así se puede repetir, pensé. Bajé a la habitación y la encuentro a Andrea, en un camisón corto que le transparentaba unos pezones en punta, que venía de abajo y me dice: - ¿Dónde estabas? Pensé que estabas viendo la tele-. Le inventé que estaba en el balcón, que me había sentado y me había dormitado. Ella me empuja a la cama y me dice: - Ah ¿Si? … Ahora despertate que te quiero coger, estoy caliente-. Mientras me dice eso se me tira encima y me pone dos dedos en la nariz: – Sentí -me dice- Me estuve “relajando” en el baño-. Y entonces llego a distinguir ese olor saladito que queda en los dedos cuando juegan bien adentro de una conchita. Respiro profundo y los disfruto, ella me pone los dedos en la boca y yo se los chupo con ganas. Entonces gira y se sienta sobre mi cara apoyándome a pleno toda su concha en la boca. Y se la empiezo a comer. Y ella empieza a gemir. Está caliente y sé que no va a durar mucho, le juego con la lengua, con los labios, hasta con la nariz. Ella se inclina hacia adelante y me garra la pija, me la aprieta, se estira para llegar con la boca y se la mete entera, mordiéndome suave mientras siento los temblores de su cuerpo por el orgasmo que está experimentando. Se desploma sobre mí exhausta, pero enseguida recupera energía y me dice: -Ahora ¡Cogeme!
Yo la quería esperar a que se recuperara para poder acabar juntos y le dije: - Esperá, esperá-. Es que tenía la pija muy caliente con todo lo que había pasado.
Pero ella me malinterpretó y me dijo juguetona: ¿Qué pasa? ¿No me querés coger? Si no me querés coger a mí, hoy, no me importa. Juguemos. ¿A quién te querés coger? ¿Sol Perez? ¿Qué famosa querés que sea? - (me dice apretándose las tetas) - ¿O querés que sea tu prima? Esa que te dejó recaliente de pendejo. O… ya sé… ¡La vecinita nueva! Ápa, esa te gustó. Se te puso bien dura de repente ¡picarón!
Me decía eso y me miraba directo a los ojos. Yo no pude aguantarme. Cuando nombró a la vecina mi cuerpo reaccionó.
Se arrodilló en la punta de la cama, mirándome de frente. Me agarró la pija y la recorrio con la lengua como lamiendo un helado. Se reía y decía: - ¡Ah, pero qué pervertido eras al final! ¿Sabes qué? Hoy voy a ser tu pendeja…
Yo no sabía qué hacer, pero la situación me generaba mucho morbo.
- Señor, siempre quise un hombre maduro que me enseñara bien. ¿Así le gusta? ¿Lo hago bien? – decía mientras me jugaba con la pija metida hasta la mitad en la boca.
Todo lo que me decía y hacía me dejaba delirando. Las caras que ponía, la actitud que tomaba. De pronto ya no veía a mi mujer. La veía a ella. A Zoe. Mi vecinita. Veía su cara, sus pechos, sus labios, su cola. Me costaba contenerme.
Andrea seguía el juego. No parecía enojada o molesta, al contrario. Se la notaba caliente, excitada a ella también.
Después de jugarme un rato con la mano y la boca, se levanta y gira. Me da la espalda. Se pone en cuatro sobre la cama. Levanta la cola y me dice: - Señor ¿Usted podría desvirgarme la cola? -. Y después, cerrando los ojitos y poniendo boquita me dice: - Por favor señor…
La situación me sobrepasaba, no me importaba nada. Me levante de un impulso y le apoyo la punta de la pija en la cola. Ella se estira los cachetes, agrandando el agujero, invitándome a penetrarla. Siguiendo el juego me decía: - despacito por favor, que me va a doler. - Y yo, super loco, la embisto de una y le digo: - ¿Te gusta Zoe?¿Te gusta, putita? Sentí, sentí cómo te desvirgo el culo. – Y le empujaba con fuerza la pija hasta el fondo, que, como no estaba bien lubricada, se notaba que raspaba un poco, pero a mí no me importaba nada. La cara de Andrea cambió un poco en ese momento. No sé si le chocó que la llamara Zoe, o le dolía que le hubiera metido la pija tan salvajemente. Pero yo no dejaba de bombearle el orto, sin importarme un carajo. Me la estaba cogiendo a Zoe, me estaba cogiendo duro a esa pendeja. Por puta. Por calentarme así. Era lo que ella quería, al fin y al cabo. Era lo que yo quería.
Cuando me doy cuenta, mi mujer gritaba como loca.: - Sí. Soy tu puta. Tu putita. Así cogeme. Así, vecino…- Estaba gozando, aunque se notaba que también le dolía. Yo la estaba agarrando fuerte de la cintura y tenía la poronga totalmente metida adentro y aun así haciendo fuerza para que entrara más. Ya ni ella ni yo pudimos contenernos y ahí nomás le largué la leche, sentí cómo varios chorros se dispararon adentro de ella, a cada chorro que soltaba la embestía con fuerza una vez más.
Esa noche no me podía dormir. Había quedado muy cebado con la experiencia. Mi mujer hacía rato que dormía y yo daba vueltas en la cama. La verdad era que lo que pasó esa noche en vez de calmarme me dejaba más caliente con mi vecina. Pero no podía fallarle así a Andrea. Mi mujer es oro puro, no puedo permitirme perderla, sobre todo con una pendeja. Tenía que buscar la manera de cortar esta pelotudez. Al final yo soy un tipo de cuarenta y mi vecina hasta podría ser mi hija…
Me levanté y salí al balcón a tomar aire. Del otro lado del paredón se notaba que las luces ya estaban apagadas. Me preguntaba cómo iba a terminar esta historia y entonces veo que hay algo tirado ahí, colgado de una planta en el balcón. ¿Qué es eso? Me acerco y descubro una bolsita enganchada de la planta. La abro y adentro encuentro una tanga violeta y una notita:
“Acá te dejo la bombachita que elegí para vos. Me la pasé bien por conchita después de acabar para dejarte el sabor ¿Me viste? Me muero por probar tu acabada. Agendame…” Y me dejaba el número de su móvil.
La pija me explotaba abajo del pantalón....
Continúa acá:
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El principio de ésta historia:
Parte 1
https://poringa.net/posts/relatos/3700478/Las-bombachas-de-mi-vecina.html
Parte 2
https://poringa.net/posts/relatos/3709881/El-olor-de-la-bombacha-de-mi-vecinita.html
Otros relatos en:
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6 comentarios - El sabor de la bombacha de mí vecina
La vecina esta atrevida a regalar su calentura...
Esperamos la otra parte..saludos
Pd: Así me imagino a la veci... Que dicho sea de paso, esta bebu tiene 22. La visualizo a ella en cada lectura, jajja. Soñar no cuesta nada.
A