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Nuevos amantes. Capítulo 8

Nuevos amantes. Capítulo 8

Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 8: Doble vida (Mariana)
   Llegamos a la costa con Soledad, Sabrina y Yamila luego de un viaje de varias horas en colectivo. Las cuatro habíamos decidido pasar las vacaciones juntas en la playa y aprovechamos la segunda quincena de Enero para viajar tranquilas a la costa. Justo coincidía con el cumpleaños de Sabrina, por lo que todos los días iba a ser una fiesta increíble. Aparte Lucas y Germán también iban a estar ahí con algunos amigos de ellos, lo que significaba que la diversión no iba a faltar en esos días. Necesitaba esas vacaciones con urgencia, necesitaba salir de la ciudad y alejarme un poco de todo lo que me hacía mal y se me metía en la cabeza. Esas vacaciones iban a ser perfectas.
   La segunda noche, la del cumpleaños de Sabri, invitamos a los chicos a casa y luego de una previa bien larga y con mucho alcohol salimos a bailar a uno de los boliches del lugar. Lucas y yo no habíamos estado juntos desde hacía ya cuatro días, por lo que los dos nos encontrábamos bastante calientes y con ganas de pasar un poco de tiempo a solas. Fue por esa razón que nos alejamos del resto de los chicos tras bailar unas cuantas canciones con ellos y nos fuimos a uno de los rincones del boliche para besarnos y calentarnos de manera bien ardiente. Cuando él metió su mano adentro de mi short buscando mis partes íntimas, le dije que iba a ser mejor que nos fuéramos de ahí.
   Durante las últimas semanas habíamos estado juntos muy poco tiempo, debido a los exámenes y a algunas complicaciones que le surgieron con su familia. Sin embargo cuando nos habíamos visto, los encuentros habían sido bien calientes y salvajes. Yo me ponía como loca y en una oportunidad llegué a clavarle las uñas en el cuello con tanta fuerza que terminé quedándome con pedazos de su piel en la punta de mis dedos. Pero a Lucas parecía encantarle el juego que solíamos hacer y se disponía a cosas cada vez más zarpadas. “Sos mi putito” le decía yo al oído antes de cada encuentro y él se ponía como loco y quedaba rendido a mis pies para que hiciera con su cuerpo lo que a mí me pareciera mejor.
   Esa noche no fue la excepción. Llegamos a la casa donde estábamos parando con las chicas y luego de pegarnos una duchita rápida, fuimos ya desnudos a la pieza. Él se acostó en la cama y yo me recosté encima suyo y lo besé de manera bien apasionada. Mordí sus labios y los tiré hacia mi cuerpo y noté la mueca de dolor en su rostro, algo que me encendió por completo. Sentía su pija bien dura rozar mis piernas y notaba el calor que emanaba su piel. Lo tomé de las muñecas y llevé sus manos hasta el respaldar de la cama y le dije que se sujetara de él y que no se soltara. De tener esposas o una soga lo hubiese atado, pero Lucas sabía que si no me hacía caso eso iba a terminar muy mal.
   Comencé a bajar por su cuerpo lentamente, llenándolo de besos y dejando mi marca por sobre su cuello y su pecho. También le pasaba mi lengua, lamiéndolo por todos lados y humedeciendo su piel que se sentía deliciosa. El pasar de mi boca lo iba poniendo cada vez más al palo y generaba que mi corazón se acelerara a cada segundo. Llegué a su cintura y tomé su pija bien dura con mi mano y comencé a pajearlo mientras que mis labios y mi otra mano seguían acariciando su cuerpo.
   No pude aguantarme las ganas de comerme su verga entera y me la metí de lleno en la boca para empezar a chupársela casi de una forma desesperada. “¡Uhhh que lindo!” me agradeció él, pero ni bien terminó de pronunciar esas palabras yo le clavé mis uñas en la pierna y Lucas comprendió que debía permanecer en silencio. No lo habíamos pactado, pero él sabía muy bien que a mí me gustaba que se mantuviera en silencio y que solo hablara cuando yo se lo ordenaba. Pero esa noche parecía no poder controlarse y largó otra expresión de satisfacción cuando pasé mi lengua de un lado al otro sobre su frenillo.
   - ¡Uff mi amor!- Dijo y mis garras se clavaron de manera más profunda en su piel.- ¡Ay!- Protestó.
   - ¡Hacé silencio!- Le dije yo muy seriamente pero sin soltar su verga totalmente dura.- Si no voy a tener que castigarte…- Lo amenacé.
   - ¿A sí? ¿Qué me vas a hacer?- Me preguntó él soltando el respaldar de la cama y levantándose suavemente.
   - ¡Lucas! ¡Volvé a poner las manos en su lugar y cállate!- Le dije de nuevo pero me desencajó ver una sonrisa macabra en su rostro.- ¡Te voy a castigar en serio!- Lo amenacé de nuevo.
   - Y… Castigame entonces.- Dijo y me mostró las palmas de sus manos.
   Entonces sentí un impulso muy fuerte por demostrarle a Lucas que yo era la que dominaba ahí y sin que él pudiera siquiera moverse me senté de golpe encima suyo. A penas pudo reaccionar y cuando intentó hacerlo yo ya me encontraba sentada sobre su cintura y con su pija completamente adentro de mi conchita. Lo empujé del pecho con una mano y con la otra sujeté su cuello y empecé a apretar con fuerza a medida que mi cintura se iba liberando. Él desesperó en cuestión de segundos, pues no podía respirar y se notaba que lo había tomado por sorpresa, sin embargo yo no lo dejé salir. En su lugar me seguí moviendo a mayor velocidad y apreté con más fuerza su cuello, viendo cómo se iba poniendo pálido.
   Lo solté de golpe y me quedé quiera mirándolo fijo a los ojos. Lucas llevó sus dos manos a su cuello y abrió bien grande la boca para meter una bocanada de aire a sus pulmones. “¿Te vas a comportar? ¿O voy a tener que castigarte de nuevo?” le pregunté y él asintió con la cabeza y sin dejar de mirarme. Me acerqué a su rostro y lo tomé del mentón para encajarle un beso y después lamerle toda la cara. “Mi putito hermoso. No me gusta cuando te querés hacer el malo. Ahora por eso, te voy a castigar un poquito más” le dije y el abrió bien grande los ojos.
   Pero no iba a ahogarlo, no me quería seguir haciendo eso. En su lugar le dije que se pusiera en cuatro y Lucas obedeció al instante. Yo me agaché detrás suyo y abrí sus cachetes de par en par y pasé mi lengua por su cola mojándola toda. “Abrite bien los cachetes” le ordené y él enseguida estiró sus manos hacia atrás y obedeció mis órdenes. Por alguna razón me calentó mucho tenerlo así, bien sumiso y haciéndome caso a lo que le decía sobre mi cama. Le pegué un chirlo que resonó por toda la habitación y él se sobresaltó sorprendido por el mismo. Me excitaba muchísimo tenerlo así, completamente sumiso y a mi merced, sin oponer resistencia a mi castigo y con ganas de que le hiciera daño.
   Volví a pasar mi lengua por su cola hasta llegar a su culito y nuevamente sus gemidos de placer se hicieron presentes. Como no podía hacerlo callar, decidí sujetar con fuerza sus huevos mientras le seguía lamiendo el culito. Lucas se sobresaltó y cerró las piernas pero se quedó en la misma posición, pues sabía que si se movía el dolor iba a ser mucho más doloroso. Sin soltarle los huevos, seguí lamiéndole el culito pero sin escuchar sus gemidos que había callado para que no siguiera castigándolo. Movía mi lengua como loca, lamiendo su cuerpo y disfrutando de ese culito hermoso que tenía.
   Sin embargo mi morbo seguía un poquito más y todo era parte del castigo, por lo que poco a poco fui acercando la mano que tenía disponible a su cola. Él supo lo que se venía y relajó todo su cuerpo al mismo momento que mi dedo índice se posaba sobre su culito mojado. Comencé a dibujar círculos sobre este mientras seguía sujetándolo de las bolas y se abría con ambas manos los cachetes. Despacito fui haciendo presión sobre su cuerpo y sentí como él se iba abriendo para mí.
   Lentamente mi dedo se empezó a moverse adentro del cuerpo de mi novio, quien evidentemente disfrutaba de ello. Sentía como entraba en su culito el cual se abría para mí y como él gozaba de aquella situación, provocándome un morbo que me calentaba al máximo. Entonces decidí bajar mi mano de sus huevos a su pija y empecé a pajearlo a la misma velocidad que movía mi otra mano. Lo tenía completamente a mi merced, rendido a mis pies y disfrutando de cómo lo sometía a un placer que nunca había sentido pero que era obvio que le encantaba.
   - ¿Te gusta? ¿Te gusta como te meto el dedo en el culito?- Le pregunté y sentí todo un escalofrío por mi espalda.
   - Sí.- Me respondió él aguantándose las palabras.
   Era evidente que se moría de ganas de gemir de placer pero se lo estaba aguantando para que yo no lo sometiera aún más. Pero de golpe sentí ganas de escucharlo, tuve la necesidad de que sus expresiones de placer entraran en mi cabeza y me hicieran saber lo mucho que lo estaba haciendo disfrutar. “¡Gemí putito! ¡Disfrutalo!” le ordené y la respuesta fue casi instantánea. Lucas abrió la boca y dejó salir un suspiro bien profundo seguido de alaridos que inundaron toda la habitación y me llegaron a la cabeza.
   Entonces mis manos empezaron a moverse a mayor velocidad. La que estaba sobre su pija, subía y bajaba recorriendo todo el tronco de su verga y pajeándolo con todas mis ganas. Mientras que el dedo que estaba adentro de su culito salía y entraba como loco, ayudado por sus manos que se abrían cada vez más los cachetes de su cola. Me encantaba, me volvía loca, me fascinaba tenerlo así de sometido y haciéndolo disfrutar de esa manera simplemente con mis manos. Agaché mi cabeza y le mordí una de las nalgas y él lanzó un grito de dolor para volver a gemir como loco segundos más tarde.
   De golpe su cuerpo empezó a vibrar y sentí como sus piernas temblaba. “¿Vas a acabar, putito? ¿Vas a darme toda la lechita?” le pregunté sin dejar de mover mis manos a toda velocidad. Él no pudo contestarme. Sus manos se aferraron con fuerza al respaldar de la cama y hundió su cabeza en la almohada para ahogar un grito orgásmico de placer. Su pija se hinchó y de ella comenzó a salir una enorme cantidad de semen que fue a caer directo al colchón y que mancho todas las sábanas de la cama en la que yo dormía.
   Nuevamente me sentí poderosa y noté como todo mi cuerpo se mojaba del placer. Mi novio terminó cayendo rendido sobre el colchón, apoyando todo su cuerpo sobre la misma leche que acababa de salir de su pija y jadeando a toda velocidad. Mientras tanto no seguía arrodillada entre sus piernas, observando tan excelente escena y relamiéndome de felicidad por haber conseguido darle un orgasmo a mi novio con mis manos. Sin embargo la noche no había terminado, yo todavía tenía ganas de seguir sometiéndolo por un rato más. Me acosté sobre su espalda y aproximándome a su oído le dije que ahora él me iba a coger a mí y que lo iba a hacer bien o iba a volver a castigarlo.

   Las vacaciones terminaron siendo un reencuentro sexual bien fogoso en el cual Lucas y yo nos la pasábamos encerrados en la habitación teniendo sexo y disfrutando desnudos. Luego de esa primera noche en la que experimentamos con su cola, él quedó fascinado con como lo había hecho acabar y terminamos convirtiéndolo en algo habitual de nuestras noches. Me fascinaba someterlo de esa manera, hacerlo mi esclavo sexual y usar su cuerpo para darme placer. Me volvía loca ver la forma en la que él se entregaba y dejaba que yo lo besara, lo acariciara, lo rasguñara, lo mordiera y le metiera los dedos. Disfrutaba muchísimo jugar a ser la dueña de su cuerpo.
   Pero todo en la vida tiene que tener un balance y a nivel sexual yo también lo necesitaba. Por más que amaba el juego de dominar a alguien, también buscaba alguien que demostrara su poder y me sometiera a la hora del sexo. Alguien con quien pudiera cambiar de roles en cada encuentro y hacer de nuestro juego algo mucho más excitante y placentero. El problema es que no me di cuenta de ello hasta que estaba en una situación totalmente comprometedora. No me di cuenta de lo que verdaderamente estaba buscando hasta que me volví a encontrar con Diego frente a frente en una fiesta.
   Volvimos de vacaciones y a las dos semanas Lucas se fue de viaje con su familia al caribe y yo me quedé sola. Iban a ser diez días en los que iba a tener que aguantarme las ganas e iba a tener que esperar que él volviera para poder divertirnos de nuevo. Cuando tan solo faltaban dos días para que vuelva, Soledad nos invitó a una fiesta que organizaba en su casa a la cual iban a ir varios amigos de ella. La idea era juntarse en el patio de la casa, poner música y bailar mientras tomábamos hasta que saliera el sol, un plan al cual Sabrina y yo dijimos que sí enseguida. Lo que yo nunca me imaginé, a pesar de saber la relación de ella con Manuel, era que Diego y sus amigos iban a terminar yendo a la fiesta.
   Lo vi entre medio de un grupo de amigas del club de Soledad y no pude evitar ponerme nerviosa. Hacía muchísimo tiempo que no nos encontrábamos y hablábamos y ni bien nuestros ojos cruzaron miradas, sentí un retorcijón en el estómago. Les pedí a las chicas que no me dejaran sola y que me mantuvieran todo el tiempo con un vaso de alcohol en la mano. El problema de eso fue que a eso de las tres de la mañana yo ya estaba totalmente borracha y cuando vi que Diego entraba en la casa para ir al baño, lo seguí. Antes de que pudiera cerrar la puerta, me metí con él y trabé la cerradura para que nadie más pudiera entrar.
   - ¡Pará Mariana! ¿Qué hacés…?- Empezó él pero lo calle con un beso.
   Lo empujé contra la pared y me tiré encima suyo para besarlo de manera bien apasionada y meter mi lengua en su boca. Diego me devolvió el beso y me sujetó con firmeza de la cintura por más que sabía que yo estaba de novia y que lo que estábamos haciendo no era correcto. Sin embargo en ese momento yo quería estar encerrada en ese baño con él, besándonos de esa manera y con sus manos apoyadas en mi cuerpo. En ese instante sentí la necesidad de que me hiciera suya y me cogiera a su manera, como seguramente él sabía hacerlo. Quería probar estar con él y que fuera él quien me dominara, que me sometiera y me hiciera suya. ¡Quería que me cogiera!
   - Quiero estar con vos.- Le dije entre besos.- Quiero que me hagas tuya por una noche. Que me vuelvas loca.
   Él siguió besándome y acariciándome el cuerpo sin decir nada. Sus manos bajaron hasta mi cola y noté como la sujetaban con fuerza, sacándome una sonrisa. Sin embargo las únicas veces que había estado con Diego, yo lo había sometido, yo lo había hecho mío y de seguro él estaba esperando que eso sucediera en esa ocasión. Entonces supe que tenía que dar yo el primer paso y que tenía que hacerle saber que quería que él me cogiera a mí. Estaba decidida a demostrarle lo mucho que deseaba que me hiciera su esclava sexual.
   Me arrodillé delante suyo y sin darle opción a elegir le desabroché el pantalón y se lo bajé hasta las rodillas. “Martina…” comenzó a decir él pero le aclaré que había trabado la puerta por lo que no tenía que preocuparse. Era evidente que él deseaba eso tanto como yo, porque cuando le bajé el bóxer y dejé su pija en libertad, no agregó un solo comentario. La agarré con firmeza y lo empecé a pajear mirándolo a los ojos y dejándole ver una sonrisa en mi rostro que demostraba lo mucho que quería eso. Abrí la boca y dejé que las palabras salieran sin pensar.
   - Quiero que me cojas de la misa manera en la que yo te cogí. Que me hagas tuya y me uses a tu antojo.- Le dije y comencé a chupársela.
   Fue una sensación rara, distinta, pues era la primera vez que me estaba entregando a un hombre desde hacía mucho tiempo a pesar de que había tomado yo la iniciativa. Mi mano se movía por la pija de Diego mientras que mi boca disfrutaba del saber de su cabeza y mi lengua la lamía con ganas. Estaba arrodillada frente a él, con toda la intención de darle el control total y de que me hiciera suya, pero él no parecía saber cómo. Solo se quedaba ahí, apoyado contra la pared y mirándome con esos ojos hermosos que tenía.
   Entonces volví a tomar la iniciativa y agarré su mano y la fui guiando hasta mi nuca. Él la apoyó con suavidad y en un principio solo acompañó mis movimientos, siguiendo mi cabeza que se movía hacia atrás y hacia adelante mientras le comía la verga. Pero no me era suficiente, por lo que yo ayudé a que sus dedos se enredaran en mi pelo y cuando eso fue así, noté como su mano apretaba con fuerza mis cabellos. De golpe noté en él una sensación de poder que nunca antes había notado. Levanté la vista y pude ver en sus ojos el deseo, pero sobre todas las cosas, noté en su boca una sonrisa macabra que hizo que me mojara toda.
   Diego apretó aun con más fuerza mi pelo con su mano y comenzó a dirigir él el movimiento de mi cabeza. Sentí la molestia y el dolor en mi cabeza por como tiraba de mi pelo con fuerza, pero noté que su seguridad y si firmeza me estaban calentando muchísimo. De golpe pasó a ser él el dueño de la situación y quien me movía a su gusto para que le chupara la pija como quisiera. Yo me dejé llevar por su mano y seguí moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás mientras que su pija entraba y salía de mi boca.
   - ¡Me encanta como me la chupás!- Me dijo él.- ¡Que ganas de llenarte toda la boca de leche!
   Pero Diego pareció darse cuenta de que podía hacerlo, pues yo lo había autorizado a hacer de mi cuerpo lo que quería. Entonces llevó su otra mano a mi cabeza y me sujetó con fuerza de ambos lados, agarrándome por encima de las orejas. Despacito empezó él a moverse y dejando mi cuerpo fijo, su pija fue entrando y saliendo de mi boca, como si me la estuviera cogiendo. Yo me sentía totalmente excitada, arrodillada frente a su cuerpo y sin poder moverme, viendo como él me usaba para sacarse la calentura. Era increíble como ese juego me gustaba t me costaba muchísimo creer que pudiera estar disfrutándolo, pero me volvía loca su verga entrando y saliendo de mis labios.
   Poco a poco Diego fue aumentando la velocidad y cuando me di cuenta él tenía el control total de la situación. Me cogía lo boca a toda velocidad, metiendo y sacando su pija de mi cuerpo, provocándome ahorcadas cada vez que esta entraba a fondo. De mi boca empezaron a salir hilos de baba que no podía controlar y caían sobre el piso o colgaban de mis labios. “¡Uhh sí! ¡Te voy a acabar todo!” me advirtió él mientras saguía cogiéndome los labios y haciéndome suyo, tal cual yo se lo había pedido. Mis ojos empezaron a llorar y me costaba respirar. Me sentí mareada pero a su vez muy caliente. Noté como todo mi cuerpo temblaba mientras que él no paraba de moverse.
   Entonces Diego soltó mi cabeza y rápidamente se agarró la pija para empezar a pajearse como loco. Antes de que pudiera reaccionar, sentí como el primer chorro de leche caliente caía sobre mi cara, manchándome desde la frente hasta la pera. Un segundo chorro salió disparado de su pija y me pegó en el rostro y el cuello. Entonces abrí la boca y sentí como el resto de su semen iba cayendo sobre mi lengua hasta llenarme la boca por completo. Podía oír claramente su respiración agitada y sus gemidos de placer más allá de la música a todo volumen que provenía del patio.
   Me levanté mientras que él se volvía a poyar contra la pared y fui directo al lavamanos para limpiarme la cara y el cuerpo. Había acabado una cantidad increíble de semen y me había cubierto todo el rostro con él, haciéndome sentir muy trola. Una vez que estuve totalmente limpia me miré en el espejo y noté una sonrisa de oreja a oreja tanto en mi cara como en la suya, que se encontraba atrás de mí. Diego me abrazó por la cintura y me besó la espalda de un hombro al otro, provocándome une escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Luego se acercó a mi oído y me habló en un susurro que apenas se podía escuchar, pero que entendí claramente.
   - Vamos a la pieza de Soledad que quiero cogerte hasta hacerte acabar mil veces.


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1 comentarios - Nuevos amantes. Capítulo 8

garcheskikpo +1
Uff cada capítulo va de mejor en mejor, la primera mitad me hiso acordar una situación que me pasó durante un verano con una chica "mano larga" tambien jeje
HistoriasDe
Mirá vos! Así que te trae recuerdos! Que bien!!