Ella sonríe en señal de aprobación, intentando disimular la incomodidad. El cliente se inclina sobre la mesa ratona para inhalar una raya de cocaína. Brenda declina el ofrecimiento. Como mujer de la noche, acostumbrada a estar con hombres de la alta sociedad, conoce muy bien los excesos nocturnos y sabe que cada vez que lo rechaza declina la tentación de caer nuevamente.
El hombre guapo, de unos cuarenta años, vuelve recortarse sobre el respaldo del sillón; se limpia la nariz con el dedo y se acomoda, con los brazos abiertos.
Brenda vuelve a negarse a la invitación del cliente para que lo acompañe en el consumo. Ella solo agarra su copa de whisky y bebe un trago.
La música suave y la luz tenue crean un ambiente propicio para la intimidad. El hombre le da charla. Está muy confiado en su actitud. Su voz grave y seductora encanta a Brenda. Ella está cómoda. Deja su copa y se acerca al cliente. Le pone una mano en el pecho y acerca su boca a la de él. Se besan, la chispa encendió el fuego de la pasión.
Brenda desliza su mano hacia el pene y siente la erección, tras acariciarlo por encima del pantalón. Se incorpora para agacharse y abrirle el cierre, revelando un buen miembro. Grande como a ella le gusta. Se impresionó un poco y empezó a lamer, de forma lenta. A penas apoyaba los labios, luego, hace giros con la lengua sobre el capullo del joven y se lo mete todo. El hombre goza, la trata de puta y ella se calienta.
Le quita los zapatos, las medias y el pantalón. Se aleja para desvestirse con un sensual baile y se acerca, se sienta colocándose el pene entre sus piernas. Empieza a cabalgar, haciendo leves movimientos ascendentes y descendentes, impulsándose con las piernas. Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás. Ambos gimen y cada vez aumenta la velocidad y se deja caer sobre el pene erecto para sentir ese dolorcito placentero de tenerlo hasta el fondo.
EL se desviste por completo y Brenda, de perrito, se deja ensartar duro en el sillón. Sus gritos y gemidos piden más fuerte y el hombre la complace, hablándole sucio entregándose la la pasión.
—Puta, puta. Dale, gritá.
—Más fuerte hijo de puta, rompeme el culo. Dale meteme la pija hasta fondo, maricón. Cogeme duro, cogeme, cogeme.
Brenda gritaba de dolor y placer. Cambia de posición, pero antes se la lubrica más con la boca. Sin hacerle asco. La chupa desaforadamente y se acuesta.
—Metémela ya. Rompeme la concha.
El pene no da más. Trabaja a todo ritmo y no puede satisfacer a la ninfómana adicta a la pija. Ambos están agitados y seguían cogiendo cuando el hombre se transforma. Está bajo los efectos de la cocaína y el alcohol y esto lo convierten en otro hombre. De repente, la agarra del cuello y la presiona, nunca para de coger. Brenda goza con lo rudo. Cada vez aplica más presión y la abofetea.
—Te romperé la concha, pedazo de puta.
La abre de brazos y le da fuerte, muy fuerte y eyacula en su vagina y sigue cogiendo. A la fuerza, la da vuelta y vuelve a metérsela por el culo. Descubre un cuchillo detrás los almohadones y la apuñala incontables veces por la espalda. La sangre salpica el sillón, la mesa, las paredes y su propio cuerpo. Pasa las manos por la espalda y se lleva la sangre a su torso desnudo, luego, recorre la espalda con su lengua. Gira el cadáver y le eyacula en la boca.
El hombre guapo, de unos cuarenta años, vuelve recortarse sobre el respaldo del sillón; se limpia la nariz con el dedo y se acomoda, con los brazos abiertos.
Brenda vuelve a negarse a la invitación del cliente para que lo acompañe en el consumo. Ella solo agarra su copa de whisky y bebe un trago.
La música suave y la luz tenue crean un ambiente propicio para la intimidad. El hombre le da charla. Está muy confiado en su actitud. Su voz grave y seductora encanta a Brenda. Ella está cómoda. Deja su copa y se acerca al cliente. Le pone una mano en el pecho y acerca su boca a la de él. Se besan, la chispa encendió el fuego de la pasión.
Brenda desliza su mano hacia el pene y siente la erección, tras acariciarlo por encima del pantalón. Se incorpora para agacharse y abrirle el cierre, revelando un buen miembro. Grande como a ella le gusta. Se impresionó un poco y empezó a lamer, de forma lenta. A penas apoyaba los labios, luego, hace giros con la lengua sobre el capullo del joven y se lo mete todo. El hombre goza, la trata de puta y ella se calienta.
Le quita los zapatos, las medias y el pantalón. Se aleja para desvestirse con un sensual baile y se acerca, se sienta colocándose el pene entre sus piernas. Empieza a cabalgar, haciendo leves movimientos ascendentes y descendentes, impulsándose con las piernas. Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás. Ambos gimen y cada vez aumenta la velocidad y se deja caer sobre el pene erecto para sentir ese dolorcito placentero de tenerlo hasta el fondo.
EL se desviste por completo y Brenda, de perrito, se deja ensartar duro en el sillón. Sus gritos y gemidos piden más fuerte y el hombre la complace, hablándole sucio entregándose la la pasión.
—Puta, puta. Dale, gritá.
—Más fuerte hijo de puta, rompeme el culo. Dale meteme la pija hasta fondo, maricón. Cogeme duro, cogeme, cogeme.
Brenda gritaba de dolor y placer. Cambia de posición, pero antes se la lubrica más con la boca. Sin hacerle asco. La chupa desaforadamente y se acuesta.
—Metémela ya. Rompeme la concha.
El pene no da más. Trabaja a todo ritmo y no puede satisfacer a la ninfómana adicta a la pija. Ambos están agitados y seguían cogiendo cuando el hombre se transforma. Está bajo los efectos de la cocaína y el alcohol y esto lo convierten en otro hombre. De repente, la agarra del cuello y la presiona, nunca para de coger. Brenda goza con lo rudo. Cada vez aplica más presión y la abofetea.
—Te romperé la concha, pedazo de puta.
La abre de brazos y le da fuerte, muy fuerte y eyacula en su vagina y sigue cogiendo. A la fuerza, la da vuelta y vuelve a metérsela por el culo. Descubre un cuchillo detrás los almohadones y la apuñala incontables veces por la espalda. La sangre salpica el sillón, la mesa, las paredes y su propio cuerpo. Pasa las manos por la espalda y se lleva la sangre a su torso desnudo, luego, recorre la espalda con su lengua. Gira el cadáver y le eyacula en la boca.
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