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Nuevas Amistades

Ella es menuda, pero muy atlética. Delgada, pero con curvas. Traducido: está recontra buena. Es flaquita y tiene buenas tetas. La verdad, sea dicha. Pero, aunque parezca mentira, ni su culo, ni su panza chata, ni sus pechos turgentes pueden igualar la sonrisa entre angelical y diabólica que porta.
Una sonrisa que demuestran sus jóvenes 22 años, pura, limpia. Pero también morbosa, sucia. Giocondesca, se podría decir.


El no se queda para nada atrás. Es alto y flaco. Joven, muy joven. Brazos fuertes, torneados. Piernas largas. 


Son muy lindos los dos. Y lo saben. Y salieron a provocar por el mundo, con ganas de explorar, de buscar límites, de encontrar nuevos placeres.


Y me encontraron a mí: un señor grande, viejo, que tiene la misma edad que ellos, pero sumándola, y quizás ello haya sido lo que los decidió.


Mientras la seducción fue virtual, todo fluía: relatos, fotos, audios, y, secretamente, algunos orgasmos. De la pareja, pero también de ellos individualmente. Todos estábamos muy calientes con el juego. 


Supe, por viejo, y porque conocía el camino, que teníamos que pasar a otra etapa. Y se los dije. De un modo, directo, brutal. Más o menos les dije que o pasábamos a otra etapa, o terminábamos acá, porque nos íbamos a aburrir, y lo que era hermoso, lo convertiríamos en algo insulso y repetitivo.


Me preguntaron qué hacer, y yo les dije que lo que teníamos que hacer era almorzar los tres el martes próximo, y que mientras tanto, iba a armar un grupo de WhatsApp para ultimar los detalles. 


Llegó el mediodía pactado, para el que habíamos llegado a un acuerdo. No es fácil, para una mujer joven, vencer el desagrado estético de sentir que un viejo, que bien podría ser su padre, la toque. Sin embargo, esa misma mujer joven, cuando siente una caricia experimentada, puede llegar volar de placer.


Yo sabía cuál era el antídoto que permitía gozar sin desagrado. Lo propuse y lo aceptaron sin pensarlo mucho. Había que suprimir uno de los sentidos. Un hermoso y suave pañuelo de seda negro solucionaría el problema. El privilegio me lo había ganado, a base de la confianza que había generado en ellos. Sabían quién era, sabían cuál era mi único objetivo. Y los dos se dejaron llevar por mis manos. 


Apenas atravesaron la puerta, él puso a su mujer de espaldas a mí, y yo fui el encargado de tapar sus ojos con el pañuelo que había comprado especialmente para ella. 


¿Hace falta decir que no hubo almuerzo? Todo lo que había puesto en la mesa, quedó alli, para más tarde. Solo tres horas después comeríamos las delicadezas que había comprado en la panaderia. 


Ahora era el momento de poner la ropa en su lugar, es decir, en el suelo. Y  el momento en que las pieles empezaran a rozarse. Y los gemidos a inundar cada rincón de las habitaciones del loft que había alquilado especialmente para la ocasión. 


Seguí al pie de la letra mi pacto con la joven pareja. Yo era el director de la escena. Solo iba a participar cuando me lo requirieran. Por ahora, solo tenia que guiar, estimular, provocar. 


Le hice señas a Fer para que se sacara la ropa. Mis dedos rozaban la piel de Julieta, que temblaba como una hoja. Le pedí permiso con la mirada a él, y me autorizó a besarla. Mi beso no era lascivo. Quería tranquilizarla. Solo recibiría placer, y yo estaba ahí para cuidarla, no para hacerle ningún daño. Mi lengua le penetró la boca, y la abracé. Mágicamente dejó de temblar, y  la tumbé en la cama. 


Le ordené a Fer que le acariciara el cuerpo. Ella empezó a gemir, reconociendo las manos de su pareja, y empezó a retorcerse de placer cuando sintió además de la boca de Fernando en su boca, y las manos en él en su vientre, mi boca entre sus piernas. 
Ellos se besaban como novios. Yo le chupaba la concha despacito. Ella gemía como una nena, pero su voz ya no era la de una niña. Empezó a putear y a decir cosas que en el barrio, nadie creería que podían salir de esa boca de ángel. 


A pesar de que nos trataba de putos, y se preguntaba si acaso alguien se la iba a coger, y cosas que no eran acordes a una dama, yo no quería que la penetraran aun.


Entonces, la puse boca abajo, y empezamos a tocarle la espalda con las cuatro manos. Y las nalgas. Y las piernas. Y ella gemía y decía barbaridades, hasta que le hice señas a Fernando para que se tirara boca arriba en la cama, y la hice trepar a ella, encima de él.


La agarré de la cintura, y la contuve. Y la dejé caer muy despacito sobre la pija de su pareja. Le hice entender con mis manos, que no debía moverse. Que yo llevaría el ritmo. Y apoyó sus manos en el pecho de él. Y se dejó llevar. 


Y empecé a moverla cadenciosamente. No solo de arriba hacia abajo, sino también haciendo círculos con su cola. Ella dejó que yo agarrara sus nalgas e hiciera los círculos que, además, arrancaba los gemidos de su hombre. 


Aproveché, para pasar dos dedos por los costados de su vagina, y use los jugos para lubricar su culito. Soltó un gemido hermoso, profundo y gutural cuando sintió mis dedos lubricandole el culo, y ya no tuve que guiarla hasta su primer orgasmo. 


Se aferró a su hombre, y dejó que le hundiera mis dedos, dos dedos, en su culo. Acabó con ruido, con jugos, con ganas. Fernando, no pudo contenerse más y acabó dentro suyo, llenándole de leche su concha. 


Julieta se dejó caer, suspiró, recuperó el aliento, y se sacó el pañuelo de sus ojos. Me miró y me dijo muy firmemente


-No se qué es lo que haces todavía con ropa 


Y se abalanzó sobre mi bragueta. Pero eso ya es otra historia. 







Nuevas Amistades




Mis nuevos amigos son @juliet97 y su pareja

3 comentarios - Nuevas Amistades

inksane +1
Excelente relato!! Mejor aún debe haber sido estar ahí!!!
VoyeaurXVII
creame que si!
putita_linda +1
Me parece que esos púberes tienen mucho que aprender de ese señor...
Pervberto
A encender los placeres, a ascender en los placeres.