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Rompiendo la cuarentena dentro del edificio

Este año en verdad que nos tomó a todos por sorpresa. Ni la mente más imaginativa hubiera podido pronosticar la serie de sucesos que presenciamos hasta ahora. Pero si quisiéramos enmarcar estos meses en una sola palabra, esa palabra es cuarentena. 
Quizás los más introvertidos están viviendo su fantasía. Otros, en cambio, se toparon con su peor pesadilla. Pasando por alto el hecho de no poder circular a nuestro antojo, el ser humano es un ser social por naturaleza. En otra palabras, necesitamos del contacto humano. Los problemas han empezado e incrementado a medida que ese contacto se nos fue negando. En especial el drama más vulgar y primitivo, el de satisfacer el llamado del deseo. Todos nos hemos planteado como satisfacer nuestro apetito carnal aún cuando nos vemos alejados de nuestras parejas por un muro invisible. 
Esa pregunta retumbó por semanas en las cabezas de estos dos compañeros de edificio.Tenían varias cosas en común. Ambos en pareja, ambos imposibilitados de verlas, ambos totalmente fieles, o al menos hasta ese momento así lo creían. Y por último, ambos se deseaban en secreto. Ya que tenían rutinas y horarios de trabajo y facultad similares, era muy habitual para ellos cruzarse entrando o saliendo del edificio. Así como también acompañar esos encuentros con largas charlas. A veces sobre temas triviales, pero la intención mutua de no querer culminar nunca ese intercambio de palabras y miradas era evidente. Sin embargo, jamás habían cruzado esa línea, ya que los dos tenían intenciones de respetar sus relaciones. Solo que a veces el deseo se interpone a todo.
Aquella mañana, él despertó temprano. Camino por el departamento portando una notable erección como de costumbre. Se sentía tenso, inquieto. Una rara sensación que lo acompañaba hace días. La relación que llevaba con su novia era de lo más dulce y sana. No tenian grandes problemas. El único problema lo estaba sufriendo en su interior. Él es una persona que necesita demasiado el sexo. Es algo innato que trae consigo. Aún cuando podía ver a su novia cuándo quiera, había ocasiones en las que se sentía insatisfecho. Era obvio que con el correr de los días su cuerpo empezaría a clamar por una mujer. Intento engañar su hambre con estímulos eróticos banales, pero la masturbación no fue suficiente. Jamás había pensado en serle infiel a su novia, pero tenía urgencias muy fuertes, necesitaba descargarse. Y teniendo a su principal tentación a la distancia de un piso, su mente lo atormentaba con la idea de lo prohibido. 
Ella también despertó temprano, y despeinada camino a lavarse la cara. A diferencia de él, ella mantenía una relación un tanto enfermiza con su novio. Desde hace un tiempo no conectan en nada, y las cosas van de mal en peor. El distanciamiento no hizo más que agravan la situación. Se mojó la cara con agua fría, no quería pensar en eso. Repitió esto varias veces. Intentaba apagar un poco ese fuego que sentía en las piernas con la baja temperatura del líquido. Dichos intentos resultaron inútiles, paso semanas intentando inútilmente saciar esa libido que se apoderó de su cuerpo con masturbación. Resignada, acepto que ningún juguete sería suficiente. Sabía perfectamente lo que necesitaba, y dónde encontrarlo. 
Él bajó por el ascensor, y este se detuvo en el piso de abajo. Cuando la puerta se abrió, ella se dispuso a entrar. El verse, ambos rostros proyectaron una efusiva sonrisa. Ella atinó a saludarlo con un beso, pero enseguida recordó las medidas de distanciamiento social. Dudó unos segundos entre acercarse o no. El fue quien corto ese momento de incomodidad ofreciendo cortésmente su codo en señal de saludo. Ambos sonrieron ruborizados y chocaron sus articulaciones. 

- perdón, es que todavía no me acostumbro a todo esto (dijo ella riéndose tímidamente mientras deleitaba su olfato con el perfume que el cargaba)...cómo estás? 
- a todos nos cuesta acostumbrarnos...bien, solo salía un momento antes de meterme en casa y no salir por el resto del día. Vos?
- también, voy al super. Quiero hacer una compra grande para evitar salir en la semana
- sisi, obvio (exclamó él, mirando sus piernas algo nervioso. Lo último que quería hacer era hablar con ella sobre algo aburrido y después despedirse)

Faltando segundos para llegar a planta baja, él se mostraba bastante inquieto. Era como si algo quisiera salir, pero el hiciera fuerza para mantenerlo dentro. Ella lo percibió, y también se puso algo nerviosa. La tensión impregnaba las paredes del ascensor. Uno de los dos tenía que ceder. 

- ya que vamos a pasar todo nuestro día acá...digo...si no tenés nada que hacer...
- (a ella le pareció tierno verlo tan nervioso, como un nene que le habla a una chica por primera vez) ...si?
- podrías venir un rato para mí departamento...y podemos hacernos algo de compañía 

Las intenciones era claras. Ella sintió algo de miedo en seguirle el juego, pero algo en su interior gritaba que lo haga realidad. Sus piernas se debilitaron. 

- si, me gustaría...me vendría bien algo de compañía 

Luego de unos largos segundos en que sus ojos gritaron en silencio todo lo que sus bocas callaban, la puerta se abrió y ambos tomaron su propio camino. 
Al regresar cada cual a su departamento, los dos se sentían raros. Sintieron una suerte de alivio, lograron romper una barrera que hacía tiempo se les imponía. En un segundo todos sus miedos e inseguridades se esfumaron. Se olvidaron de todo, lo único que sentían en la piel era deseo. 
Ella se vio decidida, tomo las llaves sin pensarlo dos veces y partió hacia su puerta. Al llegar, cerró los ojos, tomo aire y apretó el timbre. Él abrió rápido, visiblemente ansioso. Se miraron unos segundos antes de romper el silencio. 

- viniste! Pasa...ponete cómoda (con su brazo la invitó a entrar)
- me sentía sola (le dijo suave mientras ingresaba a su departamento, clavandole una mirada picara) 

Él cerró la puerta, el trabajo estaba hecho.

- podemos saludarnos bien ahora? (Dijo ella casi pidiendo por favor)

Se acercó, lo tomo de los hombros y le dio un húmedo beso en el rostro.
Él se deleitó viendo sus caderas contonearse sensualmente mientras ella ingresaba. 
Le tomo solo unos pasos más para hacerlo perder el control. Él ferozmente la agarró de la mano y la hizo voltear. Acto seguido estampó sus labios contra los suyos. Ella respondió con mayor fiereza, avalanzandose sobre él. 
Cayeron en el sillón, ella se le subió encima. Sus labios y lenguas comenzaron una batalla. Siguieron atacando sus cuellos. La ropa les empezaba a molestar. Dos remeras aterrizaron en el piso. Él se tomo unos segundos para apreciar la belleza de los pechos que tenía frente a sus ojos. Solo por unos segundos, ya que no pudo aguantar sus ganas de comerlos y acariciarlos. Ella apretaba fuerte su pelo mientras él la saboreaba. 
La agarro fuerte del culo y la llevo hasta su cama. Cayeron los dos encima de ella, y sus pantalones volaron por los aires. Ella tomó la iniciativa, y lo hizo sentar en el borde de la cama. Arrancó su boxer y libero ese miembro que gritaba por ella. 

- todo esto guardabas para mí? (Le sonrió mientras comenzaba a masturbarlo)

Él se mordía la boca de placer viéndola envolver todo su miembro entre sus labios, para después comérsela entera. No pudo evitar tomarla del pelo y guiarla. Soltó un fuerte gemido cuando ella se dispuso a estimular sus testículos.

- lo hago rico nene? 
- (mordiendo su boca para no gritar) no pares de comer esas bolas bebé!

Ahora le tocaba a ella entregarse al placer. Él la desnudo por completo, no sin antes pegarle una fuerte nalgada. Le abrió gentilmente las piernas, y hundió su cabeza en su zona más sensible. Lamió su sexo como si se tratara de agua en el desierto. Ella ya no contenía sus gemidos, con una mano acariciaba el pelo de su amante y con la otra apretaba sus tetas. 

- no aguanto más corazón, quiero sentirte! 

Él se tumbó encima de ella, abriéndose paso dentro de su concha empapada. Ambos soltaron un gemido de alivio, por fin estaban donde querían estar, con quién querían estar y haciendo lo que debían. Ambos cuerpos se entrelazaron y dieron rienda suelta a la más salvaje lujuria. El cuarto se convirtió en una ópera de gemidos. Su verga entraba y salía con fuerza de su cuerpo. Y ella recibía extasiada toda su masculinidad. 
Cambiaron posiciones, ahora la dama estaba arriba. Empezó a saltar frenéticamente sobre el cuerpo de su chico. Y las manos de este impactaban de lleno en ese culo con el que tanto soño. Ambos locos de placer se miraban a los ojos durante el acto. 
Las piernas de ella temblaron fuerte, hizo vibrar la cama, y soltó un grito que seguro alarmó a todo el edificio. 

- en 4 patas perrita 
(Ella solo sonrió y obedeció)

Pellizcandose para comprobar que el espectáculo que veía no era un sueño, le beso la espalda antes de posicionarse detrás de ella. 

- sos toda mía, sabes?
- toda tuya bebé 

Enroscó su mano en el largo pelo de su chica, y sutilmente lo jalo hacia atrás. El sonido de choque entre caderas inundó la habitación. Siguieron cogiendo como animales unos cuantos minutos, sin ningún tipo de culpa.  

- ya viene hermosa! 

Ella se arrodilló en el piso, lo miro fijo a los ojos, y sin ningún tipo de vergüenza abrió su boca de par en par para recibir la descarga. 
Él con la mano izquierda sostuvo el bello rostro de su amante, y con la derecha aceleró su orgasmo. 
Ella le regaló una sonrisa desde el piso, con su cara enchastrada de semen. 
Él agitado se arrodilló frente a ella, le acarició el pelo y con la llema de su dedo jugó con la gota de leche que caía de su nariz. 

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