Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 4: Una vez más (Mariana)
Nos juntamos en la casa de Soledad con Sabrina y cuando llegamos nos encontramos con que había otro chico ahí. Se trataba de Manuel, un amigo de Sole de hacía ya un tiempo y con el que estábamos seguras de que había pasado algo entre los dos. A pesar de eso, ellos no nos dijeron nada y de hecho la conversación cambió por completo cuando Soledad le contó a su amigo que yo había estado con un chico en el boliche la noche de su cumpleaños. Al principio fue solo un dato aleatorio más, pero cuando empezamos a dar más detalles sobre lo sucedido, Manuel pareció emocionarse y comenzó a buscar algo en su celular.
- ¿Este es el pibe?- Me preguntó y me mostró una foto.
En efecto, era él. La imagen de Diego se dibujó frente a mis ojos y al ver esa foto pude recordarlo sentado en el sillón de mi casa mirándome a los ojos con una mirada que me volvía loca. Duró tan solo un segundo, pero la sensación que recorrió todo mi cuerpo en ese momento fue increíble y lo primero que pude hacer fue pedirle que me pase su teléfono. Él lo hizo y acto seguido me contó que Diego también le había hablado de mí a él y sus amigos, lo que hizo que se dibujara una sonrisa en mi rostro y me pusiera colorada. Le escribió y tan solo unos minutos más tarde, Diego respondió pidiéndole mi número de teléfono para luego escribirme un mensaje a mí.
Empezamos a hablar y parecíamos dos adolescentes comenzando a relacionarse. “Hola”, “Cómo va?”, “Pensé mucho en vos” eran algunos de los mensajes que nos mandábamos y me costaba creer que el chico que me había vuelto loca era nada más y nada menos que un amigo de alguien que yo conocía. Sabrina, Soledad y Yamila quisieron saber aún más detalles sobre lo ocurrido esa noche pero yo solo les dije que habíamos estado juntos y que me había encantado. Por alguna razón no me animaba a darles muchos detalles y prefería que el recuerdo de esa noche hermosa se quedara como un secreto para los dos.
Mientras conversaba con Diego y acordábamos en vernos en los próximos días, Lucas seguía buscándome todos los días y cada vez con más intensiones. “Me gustás mucho. Más después de lo que vivimos la noche de mi cumpleaños” me dijo en referencia a la noche en la que lo até a la silla y le demostré de lo que era capaz. Sin lugar a dudas se había vuelto alguien mucho más romántico y tierno de lo que había sido durante los años anteriores y se notaba que quería algo serio conmigo. Fue entonces cuando las dudas se apoderaron de mi ser y no supe que hacer.
Deseaba a Lucas desde hacía mucho tiempo. Mi historia con el venía de hacía años y entre todas esas idas y vueltas había sufrido mucho y hasta había llorado por él. Había logrado superarlo para volver a caer a sus pies nuevamente. En ese momento me encontraba saliendo con él, diciéndome que me quería y que quería algo más conmigo. Pero del otro lado tenía a una persona completamente desconocida, con la que había pasado una sola noche de mi vida. Diego era alguien desconocido pero a la vez su mirada me transmitía muchas cosas. Recordaba esa noche y automáticamente sonreía y me alegraba de haberla vivido. Era una persona que había llegado para darme vuelta el mundo y volverme completamente loca.
“Es mi cumpleaños y me gustaría mucho que estuvieras ahí” me escribió Diego luego de que pasáramos diez días escribiéndonos. No habíamos podido concretar el fin de semana anterior pues yo ya tenía algunos compromisos previos y él se iba de viaje por el cumpleaños de su abuela. Es por eso que automáticamente le dije que sí, que iba a ir a su cumpleaños para poder verlo. Pero ni bien le respondí me puse nerviosa y no supe cómo reaccionar. ¿Qué me iba a poner? ¿A qué hora iba a ir? ¿Iba a ir sola o acompañada? ¿Quería Diego presentarme a todos sus amigos? Me di cuenta en ese momento que el pibe me encantaba pues ninguna chica reacciona de esa manera a menos que sienta algo fuerte por la otra persona.
Aprovechando que Soledad era amiga de Manuel, un amigo de Diego, logré que ella, Sabrina y Yamila estuvieran invitadas al cumpleaños. Yami, que aún seguía apostando a que yo estuviera con Lucas, le contó a él y a Germán del evento y como era en un boliche los chicos dijeron que también iban a ir y pidieron ser agregados a la lista. Frente a esa situación me desesperé por completo al punto tal que llegué a considerar cancelarle a Diego la invitación. Pero su mensaje el día anterior diciéndome que estaba muy emocionado por volver a verme, me dio tanta ternura que no pude decirle que no iba a pasar nada entre nosotros dos.
- Yamila es una pelotuda. No hay otra palabra para describirla.- Dijo enojada Sabrina cuando se enteró de todo lo que había pasado.
Pero mis dos mejores amigas de la secundaria me ayudaron para que esa noche yo pudiera reencontrarme con Diego, al fin y al cabo ellas odiaban a Lucas y pensaban que mi relación con él era demasiado tóxica. Entramos al boliche y lo saludamos para después alejarnos un poco y así poder encontrar a Lucas y Germán. Ellos dos sabían que entre Diego y yo había pasado algo por lo que Lucas no tardó en acercarse a mí y besarme en medio de la pista. Por suerte Diego no estaba cerca y rápidamente me alejé con Lucas del lugar para llevármelo a la otra punta del boliche.
Enseguida empezó a decirme que me quería, que hacía años que se sentía atraído por mí y que era un idiota por haber intentado estar con Andrea cuando él en realidad quería estar conmigo. Yo lo escuché y por un segundo pensé que estaba equivocándome al darle una oportunidad a Diego, un desconocido, para dejar pasar eso. Pero cuando él empezó a preguntarme si yo no quería lo mismo y si no quería intentar algo más serio, apareció Soledad que me agarró de la mano y me alejó de él.
- Martina, quiero que seas mi novi…- Empezó a decir Lucas cuando de golpe sentí que me tiraban del brazo hacia atrás y veía la cara de desconcierto de Lucas.
Mi amiga me llevó por todo el boliche esquivando gente y me metió en una ronda en la que en el centro se encontraba Diego. Su alegría fue tan grande al verme, que no pude evitar emocionarme con su sonrisa y devolverle una mirada hermosa que nunca le había dedicado a nadie. Poco a poco nos fuimos alejando de la ronda y sus amigos dejaron que nos escapáramos de ellos abriéndonos camino. Era evidente que Manuel y Soledad habían planeado todo eso y que tanto mis amigas como los suyos eran cómplices de lo que ahí pasaba. Mientras nos corríamos de la ronda pude ver a una de las chicas que seguramente era amiga de Diego que me miraba con un odio tremendo. Sin embargo él solo tenía ojos para mí.
Terminamos contra la pared conversando como lo habíamos hecho la noche que nos conocimos y los besos no tardaron en llegar. “Es mi cumpleaños y quiero que me regales una noche como la otra” me dijo sonriendo y sus labios rozaron suavemente los míos haciendo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Le comí la boca con ganas, deseándolo de una manera única como nunca había deseado a nadie. Sus besos me encendieron por completo y supe que esa noche él y yo íbamos a volvernos locos de placer.
Volvimos a bailar con sus amigos y luego de una hora y media de lanzarnos miradas tentadoras y de esquivar la vista de la chica que tenía cada vez más cara de culo, nos fuimos. Llegamos a mi departamento luego de un viaje en taxi totalmente fogoso y fuimos directamente al sillón en el que habíamos tenido nuestro primer encuentro. Nos sentamos entre risas y los besos no tardaron en aparecer. Lo busqué lentamente y despacio me fui subiendo a su cuerpo hasta terminar encima de sus piernas de la misma manera que lo había hecho hacía poco más de un mes. Él me miró con una sonrisa en el rostro y el brillo de sus ojos me llenó por completo. Conocía muy poco de ese chico (a pesar de que esos últimos días habíamos estado hablando) y a pesar de eso sentía que nunca había conocido a nadie como él. Lo deseaba de una manera increíble y sus labios me llamaban todo el tiempo.
- Vamos a la pieza. Tengo una sorpresita para vos.- Le dije, me levanté del sillón y lo tomé de la mano.
Diego me siguió fascinado pues sabía que la sorpresa iba a ser algo poco convencional que le iba a terminar encantando. Le dije que se desnudara y él, tímidamente, se sacó la ropa hasta quedarse en bóxer mientras que yo buscaba algo en el segundo cajón del placar. Le ordené que se acostara en la cama y él lo hizo. Fue ahí cuando me subí encima suyo y luego de besarlo nuevamente de manera apasionada, subí por su cuerpo y até sus muñecas a los extremos de la cama con la soga que en previamente había utilizado con Lucas. Bajé una vez más para besar sus labios y me encontré con una sonrisa morbosa que me calentó muchísimo.
Le dije que esa noche iba a ser mi prisionero y que debía portarse bien para no hacerme enojar y Diego aceptó el juego más que emocionado. Luego seguí besándolo con mis labios húmedos y recorrí todo su cuerpo, pasando por sus hombros, sus brazos y su pecho, hasta llegar a su cintura. Lentamente le saqué el bóxer y su hermosa pija apareció frente a mis ojos para golpearme en el rostro, casi como si me estuviera pidiendo que me la metiera en la boca. La tomé con ambas manos y subí la mirada para encontrarme con los ojos claros de Diego y luego, dedicarme a saborear su cuerpo.
Comencé dándole unas lamidas bien lentas desde abajo hacia arriba, disfrutándola por completo y mojándola toda con mi lengua. Poco a poco me la fui metiendo en la boca, sintiendo como se iba poniendo cada vez más durita y gozando de volver a tener esa pija para mí. Diego gemía y lanzaba suspiros de placer que al principio me gustaron pero al cabo de un rato me hicieron dar cuenta de que estaba perdiendo el control de la situación por lo que de manera muy suave le mordí la pija. “¡Ay!” protestó él y antes de que pudiera decir algo levanté la cabeza para decirle que hiciera silencio pues me estaba desconcentrando. Él se disculpó y volvió a apoyar la nuca sobre la almohada dejándome seguir con mi juego.
Era evidente que se moría de ganas de gemir y suspirar del placer que mi boquita le provocaba, pero a mí me encantaba que se tuviera que contener de aquello. Disfrutaba de su verga mucho más que la otra vez, metiéndomela en la boca por completo, lamiéndola enterita y succionándole la cabeza hasta dejarla toda rojita. Ese era su regalo de cumpleaños y se notaba lo mucho que lo disfrutaba pues no podía disimular las expresiones en su rostro. Me calentaba mucho verlo gozar de esa manera y no emitir sonido alguno. Con mis manos recorría su cuerpo y de vez en cuando clavaba mis uñas sobre su piel mientras seguía deleitándome con su pija y llenándosela de saliva.
Me fui sacando la ropa entre lamidas y toqueteo hasta quedar completamente desnuda. Entonces me recosté nuevamente sobre el cuerpo de Diego y lo besé de manera bien apasionada y con la boca empapada. Él metió su lengua en mi cuerpo y aproveché su descuido para mordérsela y tirársela hacia afuera. Diego comenzó a protestar una vez más pero yo seguí apretando su lengua y luego de unos segundos se la solté. “No te pases de vivo conmigo, nene” le dije mirándolo serio mientras hacía una mueca de dolor e intentaba tocarse la lengua con los labios. Diego me devolvió una sonrisa macabra luego de unos minutos y yo me acomodé sobre su cintura para empezar a cogérmelo como quería.
Sentí que su cuerpo penetraba el mío y me costó contener un gemido orgásmico que dibujó una sonrisa en su cara. Apoyé con fuerza mis manos en su pecho y comencé a cabalgarlo con ganas mientras que admiraba su expresión de baboso. Poco a poco me empecé a mover como loca sobre la cintura de Diego, disfrutando a pleno de su pija y sintiendo como esta me daba muchísimo placer. No pude contener mi calentura y el deseo de gritar fue mucho más fuerte que yo. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Qué ganas tenía de cogerte así!” le confesé envuelta en una ola de calor inmensa que me agarró desprevenida.
- Ahorcame.- Me pidió él luego de unos minutos.
Pero en vez de hacer eso levanté una de mis manos y le encajé una cachetada que le dio vuelta la cara. Mientras su cachete se ponía colorado, le hice entender que él no podía darme órdenes, que él estaba ahí para ser mi juguete sexual y que yo iba a decidir lo que hacíamos. Diego acomodó su cara y a pesar de que el sopapo lo había agarrado completamente desprevenido, era evidente que le había encantado. Entonces volví a pegarle y le dije que ese había sido para que le quedara bien en claro que era yo la que dominaba esa noche. Su mirada me fascinaba y su cuerpo me volvía loca. Su pija bien dura me daba muchísimo placer y me encantaba sentirla entrando y saliendo de mi cuerpo con cada salto que yo pegaba. Sin lugar a dudas me gustaba muchísimo coger con él.
Mis manos volvieron a posicionarse sobre su pecho y apreté con fuerza sobre este mientras que mi cintura subía y bajaba haciendo que su pija entrara y saliera de mi conchita. Pero a los pocos segundos me di cuenta que yo también me moría de ganas de agarrarlo del cuello y fue entonces cuando dejé que mi mano derecha se deslizara suavemente sobre su cuerpo hasta llegar a su destino. Entonces, mientras él sonreía, yo iba apretando cada vez más fuerte su cuello causando que Diego se asfixiara y no pudiera respirar. Sin dejar de mirarnos fijos, empezamos a jugar nuevamente ese juego que tanto me había gustado la primera vez que cogimos.
Sin soltarlo del cuello y dándole unos pocos segundos para que tomara aire, incliné mi cuerpo hacia adelante y lo besé de manera bien caliente. Pero de la misma manera que lo había hecho en nuestro primer encuentro, terminé mordiéndole el labio con fuerza hasta conseguir que unas pocas gotas de sangre salieran de este. Fue en ese momento en el que mi mano volvió a hacer presión sobre su cuello al mismo tiempo que mi cintura se empezó a mover descontroladamente. Un calor inmenso se apoderó de mí y sentí como mi cuerpo no me respondía y me dejé llevar por la calentura del momento.
- ¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Quiero que me llenes de leche! ¡Quiero que me acabes toda!- Le ordené ahogándolo con más fuerza.
Diego apenas podía respirar y sus ojos se ponían en blanco mientras que su rostro se enrojecía. Mi cintura subía y bajaba sobre la suya y sentía como su pija entraba y salía de mi conchita completamente empapada. Los brazos de él permanecían bien abiertos y no los podía mover a pesar de que era evidente la fuerza que hacía para cerrarlos. Toda le escena me estaba volviendo loca y me encantaba. Un calor agobiante se apoderó de mí cuerpo y cuando sentí que Diego comenzaba a acabar adentro mío, le liberé el cuello y dejé que respirara.
En el mismo instante en el que él abrió bien grande la boca y sus pulmones se llenaron de aire, logré llegar al orgasmo pegando un grito inmenso de placer. Sentí como mi concha se contraía y apretaba con fuerza su pija que no paraba de largar leche adentro mío. Comencé a reír mientras respiraba agitadamente y el ruido de la respiración de Diego me dio a entender que su corazón también latía a mil por hora. Lo miré y esos ojos brillosos me llamaron al igual que su boca que tenía un delgado hilo rojo de sangre.
Me acosté sobre su cuerpo y luego de besarlo apoyé mi cabeza al lado de la suya y me acerqué a su oído. Toda la noche había sido increíble y había pasado por miles de sensaciones que me costaba describir. Pensaba en lo que habría pasado si mi amiga no me hubiese alejado de Lucas o si la chica con cara de enojada se habría interpuesto entre nosotros dos. En ese momento nuestros corazones latían a la misma velocidad y su respiración acelerada resonaba en mi oído. No lo pensé ni un segundo, pero tampoco tuve la menor duda en decírselo.
- Creo que nunca nadie me dio un orgasmo tan increíble como vos acabás de hacerlo.- Le dije sonriendo.
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