El coronavirus pone en jaque al mundo. Los Bangtangboys no son la excepción y quedan aislados en Hotel Limbo, donde la frontera entre lo bueno y lo malo se desvanece entre secretos.
El hotel no estaba mal. Sus tres pisos estaban exclusivamente a nuestra disposición, a excepción de la planta baja donde un mínimo de personal cocinaba, descansaba y guardaba los artículos con los que limpiaban cada una de nuestras suites. En el subsuelo estaba el sistema de calefacción, que conectaba directamente con la cocina. Cada una de las plantas tenía un pequeño recibidor, todos conectados por un amplio ascensor, siendo lo único que separaba nuestras suites. Todas ellas contaban con dos habitaciones, un enorme cuarto de baño coronado por un jacuzzi, una estudio con algunos instrumentos y una pared con espejos para ensayar alguna que otra coreografía. También contaba con un pequeño desayunador y algunos artículos de cocina, aunque las comidas las preparaba el personal. La terraza tenía un área techada que hacía las veces de gimnasio, y una parte descubierta con una modesta piscina, decorada con unas palmeras y grandes flores tropicales; un oasis en la jungla de asfalto.
En un principio pensé que la designación de camas sería un problema, puesto que había dos por piso y éramos siete. Pero NamJoon quiso dormir en el desayunador, cuyos sillones podían hacer las veces de sofá/cama. El resto dejamos al azar la elección de las camas y por ende de nuestros compañeros de piso, simplemente para hacer del aislamiento forzado algo divertido. A mi me tocó con JungKook, y pronto me di cuenta que NamJoon era quién mejor había jugado: podría ir y venir por cualquiera de los desayunadores de los tres pisos, porque nunca aclaró en cuál estaría.
La inevitable pandemia nos encontró en una etapa de creación, luego de unas merecidas vacaciones y antes de la que iba a ser una gira agotadora. Así que quedamos aislados en Hotel Limbo, lejos de nuestras familias, pero agradecidos de estar entre nosotros al menos. La idea era que delinearamos el nuevo material, sin vernos obligados a circular con el riesgo de contraer el inoportuno virus. En resumen, trabajaríamos encerrados con amigos en un bonito hotel durante quien sabe cuánto tiempo.
La finalidad de resguardarnos era protegernos del virus y no perder ritmo de trabajo. Para lo primero habían determinado que nos cruzaremos lo menos posible entre nosotros y con el personal del Hotel. Esto se debía a que el hotel tenía un mínimo de contacto con el exterior (el ingreso de comestibles era lo principal, ya que el personal tenía sus propias habitaciones de servicio), y si era el caso de que nosotros tuviésemos el virus desde antes, permaneceriamos aislados del resto, a excepción de nuestro compañero de cuarto, limitando así la circulación de la enfermedad. Por lo tanto, una vez transcurridos los primeros 15 días podríamos vernos al menos en los ensayos grupales que se harían en el gimnasio de la terraza, mientras tanto, ensayariamos solo dentro de nuestras suites, y el gimnasio lo usaríamos por turnos de a dos, previamente acordados por WhatsApp con nuestra secretaria.
Una vez instalados en nuestros cuartos con JungKook, es decir, una vez que tiramos nuestros bolsos sobre las camas; nos dispusimos a encender las notebooks, sentarnos en el desayunador, y ponernos al día de las últimas semanas en la que no nos habíamos visto, mientras jugábamos un 1vs1 en Overwatch. La realidad es que somos muy fluidos por WhatsApp, pero en el último tiempo a penas si nos hablamos en el grupo que teníamos con el resto de los chicos.
Mi descanso de las últimas semanas realmente había sido monótono. Pasaba de la Play (he mejorado mi performance en varios juegos debo decir a mi favor), a la heladera, y de ahí al sillón o a la cama para ver películas hasta dormirme. Así que rápidamente pasamos al relato de JungKook. Al principio sólo respondía de forma sintética:
-¿Fuiste a la casa de playa?
-Sí
-¿La del año anterior u otra?
-Otra
-¿Fuiste solo o con tus padres?
-Solo
Uno pensaría que las respuestas eran cortas porque me estaba apabullando, pero dejo de mirar la pantalla y me preguntó si yo iba a callarme lo que él contaría a continuación. Yo asentí, más intrigado que seguro de poder guardar un secreto. Comenzó su relato: cansado de la rutina de privacidad que le imponía nuestra fama, una noche decidió escabullirse de la gente de seguridad de la discográfica que siempre tenemos cerca (incluso había dos que se alojaban en el hotel junto al personal), y con una peluca y lentes oscuros se internó en un antro de música electrónica que lo encontró deseoso de fiesta. Ya sin control alguno y decidido a embriagarse, se acercó a la barra y pagó con efectivo unos tragos. La idea era que en su tarjeta de crédito no fuera rastreable el local, pero quizás lo sería su resaca. En pleno fulgor de la noche apareció una boca besando la suya. Una chica de nuestra edad, que sostenía un trago en su nuca mientras mordía su labio. Ella acercó su boca al oído para morder su oreja suavemente y recordarle que su número y un regalo estaban en su bolsillo.
El sol del mediodía filtrándose a través de la persiana lo despabiló. Había llegado en un pésimo estado, pero sin despertar sospechas. Recordó a la chica y su voz en el oído. Buscó con la vista sus pantalones en el piso de la habitación pero recién ahí notó que aún los tenía puestos, a la altura de las rodillas, claramente en un intento de desvestirse ebrio. Se cambió y buscó en su bolsillo, no había número de teléfono escrito, sólo dos pastillas blancas dentro de una pequeña bolsa que rezaba Abraxas. ¿Habia soñado el beso, la chica y el número de teléfono o había sucedido? ¿Y qué había acerca de las pastillas? ¿Habia estado drogado o quién las había dejado en su bolsillo? La resaca y pensar tanto lo marearon y tuvo que vomitar aferrándose a la taza del inodoro.
JungKook se rió, y creo que yo esbocé una sonrisa. Caí en la cuenta de que era un secreto que realmente tenía que guardar. Él me dijo que no me preocupara, que él seguía siendo el mismo chico sano de siempre, y que solo había tenido una noche alocada, y que lo único que le intrigaba era saber quién era la chica del beso. Tuve que aceptar lo que decía, pero lo interrogué acerca de su inactividad en WhatsApp en las últimas semanas. Desvío la mirada un instante para decirme que había estado algo avergonzado por su forma de actuar, pero que había estado algo paranoico. Mientras la resaca aún hacia estragos en su hígado y cabeza, le llegó un WhatsApp de un número desconocido, que sólo decía: ¿Te acuerdas de mí?. Su primera reacción fue abrir el mensaje y responder, suponiendo que era la chica de la noche anterior; pero analizando en detalle la situación, él estaba bastante seguro de no haber dado su número personal, y menos en el estado en que había estado. Llegó a la conclusión de que la gente de seguridad sabía de su fuga y lo querían hacer confesar, con las sanciones que eso conllevaría. Optó por el silencio y por evadir sobre todo WhatsApp. Bajó la vista en clara señal de angustia y no pude evitar abrazarlo.
Luego de unas partidas de Overwatch nos avisaron por teléfono la llegada de la cena. La dejaban en un carrito en el vestidor, todo desinfectado. Nos sentamos a la mesa y agredecimos la comida caliente. Estuvimos en silencio un rato, hasta que JungKook aclaró su voz y dijo que no quería que pensara mal de él, que no sabía por qué había decidido huir esa noche en la playa hacia la fiesta electrónica. Se lo notaba angustiado como nunca. Quise consolarlo pero no me animaba a abrazarlo nuevamente. Le dije que yo no pensaba que él fuese un descarriado, que a mi también me invadían deseos de romper con la monotonía de la rutina. A veces también habia tenido una noche en las que tomaba bastante alcohol de más, y me dormía ebrio y solo en la cama. Aunque no le confesé lo a menudo que me sucedía, sirvió para que no se sintiese solo. Lo que JungKook no pudo entender es cómo había pasado más de una vez (el no tenía intenciones de repetir su noche de la playa). Improvisé una excusa, que tenía parte de verdad: comencé a beber cuando falleció mi abuela, lo cuál era cierto, pero luego continúe bebiendo porque sentí que me liberaba del Kim Taehyung que todos conocían. No dejé de ser alegre, pero me sacaba el peso de ser el miembro más joven, del que más errores se esperaban, y me daba la sensación de ser adulto, seguro de sus talentos, aunque sea mientras duraba la botella. A JungKook solo le conté lo primero, y si bien me comprendió, sentí que había pasado de consolarlo a sentirme juzgado. No me agradó, pero le tengo mucho afecto como para iniciar una discusión de ese tipo.
Había cierta tensión en el ambiente. No nos mirábamos a los ojos. Yo había dejado mi vista en el celular que descansaba en una esquina del desayunador. Su pantalla de repente se encendió y apareció una notificación de WhatsApp de un número desconocido con la inscripción: dos mensajes nuevos de un chat. Era el celular de JungKook. Él me miró, miró la pantalla y volvió a mirarme. Ambos sospechábamos de quién se trataba. Abrió el chat, vimos los dos mensajes y nos quedamos en silencio. Claramente estaba nervioso. Le dije que se tranquilizara, que no creía que fuese el personal de seguridad intentando hacerlo confesar su escape. Respiró profundo y respondió.
Creo que recordó tarde que me encontraba a su lado, porque al enviar los mensajes hizo una clara señal de disgusto, esperando mi repregunta inevitable: -¿Aún conservas esas pastillas? Se invertían los roles, ahora quién estaba siendo cuestionado e...
Creo que recordó tarde que me encontraba a su lado, porque al enviar los mensajes hizo una clara señal de disgusto, esperando mi repregunta inevitable: -¿Aún conservas esas pastillas?
Se invertían los roles, ahora quién estaba siendo cuestionado era él. Suspiró cómo quitando importancia al asunto, a la vez que se relajaba, y me respondió que sí, que las conservó pensando que los de seguridad querían comprobar si él se las tomaba; por lo que era mejor que lo descubrieran con ellas. Le pregunté entonces si las había traído, a lo que me dijo que sí con bastante pudor.
Me confesó que igualmente venía sospechando que los agentes de seguridad no podían haber planeado todo eso, pero aún no lograba entender cómo la chica de la fiesta electrónica había conseguido su número.
Nuevamente la pantalla del celular se iluminó.
¿Con que al fin me has respondido?
La pregunta que había aparecido en el chat no esperaba respuesta, era más bien un reto o un reproche. Y debajo del número de celular desconocido, resaltaba la palabra "escribiendo" con sus puntitos suspensivos. Llegaron un mensaje tras otro, y cuando llegó el último nos miramos atónitos con JungKook. Un escalofrío recorrió mi espalda.
Me sentía vigilado. Toda la tranquilidad que me daba la extrema seguridad del Hotel Limbo se evaporó. No muchos sabían qué estábamos ahí, a pesar de encontrarnos en Seúl. Alguien había estado siguiendo a JungKook muy de cerca. Viré mi cabeza y noté su rostro pálido. Me miró también, buscando que las palabras emerjan de entre sus labios secos. Los humedeció con la lengua y me dijo una obviedad: - Tengo miedo.
Era lo lógico, pero llegó nuevamente mi turno de tranquilizarlo. Si la chica le hubiese querido hacer daño seguramente había tenido varias oportunidades de hacerlo. Tenía conocimiento de nuestra ubicación y probablemente de nuestros movimientos dentro y fuera del Hotel. Lo más sensato es que fuese alguna fan enamorada que se estaba extralimitado. Le dije esto a JungKook. Se quedó pensativo un momento y me dijo que eso no lo hacía estar menos asustado.
Ambos nos reímos de los nervios, a la vez que nos golpeaban la puerta de la suite. Nos quedamos inmóviles, sin respirar si quiera. No podía ser ella. Nadie podía tener contacto con nosotros, ni siquiera el resto del grupo. JungKook se levantó en un arrebato de valentía y se acercó hasta la puerta. Yo lo seguí detrás. Ambos miramos por la mirilla colocando nuestras cabezas mejilla con mejilla. Sentí su transpiración fría y su respiración agitada. Del otro lado había una chica de espaldas, con el uniforme gris del personal del Hotel. Su pelo lacio y rubio era lo único que apreciábamos. Despegamos nuestras caras de la puerta y gesticulando le pregunté a JungKook si era la chica. Él levantó sus hombros y arqueó sus cejas en clara señal de que ignoraba si realmente era ella. No teníamos más opción que abrir la puerta, no existía excusa alguna por la que no estar en nuestro piso en ese momento. JungKook giró la llave y luego el picaporte y quedamos ambos en el umbral. La chica se volteó para revelar una cara angelical, de sutiles facciones y dos bellos ojos azules profundos cómo el océano. Aclaró su voz y dijo melodiosa y cortésmente que los teléfonos internos del Hotel estaban fallando y que estaban avisando piso por piso si queríamos algo más, y que luego de la medianoche pasarían a buscar el carrito donde se nos traía la comida. Ambos negamos con la cabeza. La chica asintió, nos deseo buenas noches y antes de que pudiésemos responder giró sobre si misma para dirigirse al ascensor. No cerramos la puerta hasta que hizo lo propio la del elevador. Miré a JungKook y la pregunta volvió a aparecer:
-¿Es ella?
0 comentarios - Hotel Limbo / Primera parte