Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 3: Rompiendo las reglas (Diego)
Caminé por la calle tratando de asimilar lo que había pasado, intentando comprender la noche que acababa de vivir junto a la mujer más hermosa que había visto en mi vida. El recuerdo de Mariana sentándose sobre mi cuerpo y besándome de esa manera bien apasionada permanecía en mi cabeza. Su voz firme y decidida diciéndome que la tocara aún resonaba en mi cerebro como si ella estuviera hablando al lado mío. Fue por esa razón que luego de unas cuadras me di cuenta que no tenía idea a donde estaba caminando. El sol iluminaba ya toda la ciudad y algunas personas caminaban la calle sin preocupaciones y mirándome con una expresión rara. Sentía calor sobre mi cuello y cuando me llevé la mano me di cuenta que este estaba cálido. Aún saboreaba el gusto a sangre de mi labio y entonces me imaginé que la gente debía de pensar que acababa de cagarme a trompadas con alguien. Esa idea hizo que sonriera.
Al día siguiente me levanté y por un segundo pensé que lo que había sucedido había sido realidad. Soñé con Mariana, con su bello rostro y su expresión delicada. Me imaginé que volvía a estar en su casa y que nos amábamos una vez más, que entre besos y caricias comenzábamos a darnos placer y a hacernos gozar mutuamente. Todo se había sentido tan real que cuando senté contra el borde de la cama no pude evitar desilusionarme al saber que había sido tan solo un sueño. No podía dejar de pensar en ella. Me fui a bañar y recordé su voz tierna y amable saludándome en el boliche. Me senté a almorzar con su familia y por mi cabeza pasaba la imagen de su carita angelical y su figura divina sentada en el sillón de su casa. Me puse a ordenar mi habitación y solo podía pensar en su cuerpo perfecto desnudo frente a mis ojos que subía y bajaba rozando el mío.
- ¡No saben lo que fue! ¡Necesito ver a esa mina otra vez!- Les dije a Leandro y Ramiro ese lunes cuando los volví a ver en la facultad.
Ellos dos sabían que me había ido con alguien pues no me habían visto en casi toda la noche. “Te perdimos cuando entramos al boliche y pensamos que estabas con Belén. Pero cuando la encontramos a ella supusimos que te habías ido con otra mina” me contó Ramiro cuando yo les resumí lo que había pasado con Mariana. Por alguna razón decidí omitir algunos detalles del sexo, pues preferí no contarles que la chica me había ahorcado y me había dominado de esa manera. Sin embargo fui muy específico al decirles que me había quedado atontado con ella y que quería verla de nuevo. Fue luego de darme cuenta que no tenía su teléfono o ninguno de sus datos cuando le mandé un mensaje a Manuel para pedirle ayuda.
Mi plan no tenía sentido, pues a la chica la había conocido en el boliche y no en la casa de Manuel. Pero por alguna razón sentía que tenía que preguntarle a él si conocía a esa chica. “Se llama Mariana y es morochita, peticita. Tiene carita tierna y una sonrisa hermosa” le escribí luego de que él me pidiera que le describiera a la chica. Obviamente sus cargadas no tardaron en llegar luego de que le escribiera ese mensaje, pero luego de algunos chistes me dijo que se iba a poner en campaña para averiguar quién podía ser la chica que me había dejado así de impresionado.
Mientras tanto la vida seguía su curso y a pesar de que algunas cosas afectaban mi día a día, no podía dejar de pensar en ella. Intenté buscarla en Instagram pero era imposible. Lo mismo hice en Facebook pero había cientos de Marianas que vivían en la ciudad. Manuel me decía que ninguna de sus amigas se llamaba Mariana y cuando le conté que la había encontrado en el boliche me dijo que entonces no era nadie que él podía llegar a conocer. Una semana después del cumpleaños de mi amigo, me di cuenta de que no había forma de que encontrara a esa morochita preciosa que me había dejado fascinado.
A su vez tuve que afrontar el “enojo” de Belén por no haberla buscado en el boliche la noche del cumpleaños. Ella pensaba que yo me había ido a mi casa a dormir de lo borracho que estaba y decidí no contarle lo que en realidad me había sucedido. Macarena tenía la imagen de yo subiéndome a un taxi luego de salir de la casa de Manuel, pero Carla estaba convencida que me había visto saliendo del baño del boliche. Obviamente decidí decirle a Belén que en realidad no me acordaba muy bien lo que había pasado, pero que no tenía recuerdos de haber estado en el boliche. Ella se hizo la ofendida durante unos días pero cuando llegó el fin de semana me escribió para organizar un encuentro.
Aprovechando que mis padres tenían el casamiento de la hija de unos amigos, le dije que viniera a mi casa y que podíamos hacer algo. Ella aceptó y llegó a eso de las once de la noche y sin dar muchas vueltas fuimos a la pieza. El sexo fue bastante normal y tranquilo. Muchos besos y caricias hicieron de la previa una bastante toquetona, para después terminar cogiendo en las poses más tradicionales. Ella abajo y yo arriba, a la inversa, en cuatro y por último cucharita. A pesar de que disfruté del sexo y logré llegar al orgasmo, sentía que no había gozado del encuentro y que algo de faltaba. Preferí mentirme y creer que no sabía cuál era la respuesta.
Luego de eso volvimos a vernos con Belén pero cada vez que lo hacíamos yo me quedaba con la misma sensación. Me agradaba el sexo y lograba acabar en cada uno de los encuentros, pero por alguna razón terminaba y automáticamente pensaba en que no lo había disfrutado. Casi un mes después del cumpleaños de Manuel me di cuenta que era lo que en realidad me hacía falta y decidí tomar la iniciativa en el siguiente encuentro con Belén. Era obvio que ella no iba a hacerlo por su propia voluntad por lo que supe que iba a tener que guiarla hasta ello.
Nos encontramos en su casa ese sábado a la tarde aprovechando que ella estaba sola y sus padres no iban a llegar hasta dentro de algunas horas. Nos fuimos directamente a la pieza y nos acostamos en la cama, tranquilos y abrazados. Nos dimos algunos besos mientras mirábamos la tele pero luego de algunos minutos la pantalla dejó de ser la atracción principal. Como era frecuente cuando estábamos juntos, yo tomé la iniciativa y me coloqué encima de su cuerpo para besarla apasionadamente. Poco a poco nos fuimos soltando y comenzamos a dejarnos llevar por la pasión.
Belén era más bien de seguir la corriente y no de tomar la iniciativa, por lo que fui yo él que comencé a besarle el cuello y a sacarle la ropa para seguir bajando pro su cuerpo. Obviamente no era ninguna mosquita muerta, por lo que luego de desprenderme de su remera, se deshizo del corpiño y me dio luz verde para que bajara hasta sus tetas y las lamiera con ganas. Me fascinaban las gomas de Belén, eran bien grandes y redonditas. Sus pezones eran increíbles y se ponían muy duritos cuando les pasaba la lengua. A Belén le encantaba como recorría su cuerpo con mi boca y como humedecía su piel con mi lengua.
Llegué hasta su cintura y le bajé el pantalón para encontrarme con una tanguita negra bien finita que le quedaba hermosa y le marcaba muy bien la cintura. Ella sonrió pues se dio cuenta que me había sorprendido con dicha prenda, entonces me dediqué a disfrutarla y a besarle la piel alrededor de ella. Belén sentía las cosquillas de mi boca pasando por su cuerpo, pero con cada beso abría más y más sus piernas, permitiendo que me acomodara entre ellas para lo que se venía. Muy sutilmente le fui corriendo la conchita hacia un costado y luego de esquivar su entrepierna un par de veces, me centré para darle placer.
Lamí varias veces su conchita hasta dejársela empapada y luego me dediqué a chupársela con ganas. Movía mi lengua de arriba hacia abajo entre sus labios y me abría camino hasta su clítoris para relamérselo entero. Ella movía suavemente la cintura al compás de mi lengua y exhalaba suaves suspiros que indicaban lo mucho que le gustaba eso. Comencé a jugar con mis dedos sobre la parte externa de su cuerpo y amagando a meterlos en más de una oportunidad pero decidí dejarla con ganas de más. Entonces ella me preguntó si no quería jugar con ellos adentro suyo y ahí fue cuando vi la primera oportunidad de implementar mi juego.
- No me lo preguntes. ¡Exigímelo!- Le dije levantando la cabeza y mirándola a los ojos. Ella dudó unos segundos.
- ¡Diego, meteme los dedos!- Me dijo y yo sonreí.
Volví a colocar mi boca sobre su concha y mi lengua siguió jugando con su clítoris mientras mis dedos se apoyaban en su cuerpo. Poco a poco los fui introduciendo sobre ella y sentí como Belén disfrutaba a medida que estos entraban. Comencé a moverlos lentamente, a diferencia de como movía mi lengua, haciendo que entraran y salieran de su cuerpo bien despacio pero de manera muy intensa. Ella gemía y suspiraba con profundidad, haciéndome saber que le encantaba lo que estaba haciendo. Una de sus manos se enredó en los pelos de mi nuca y acompañó el vaivén de esta sobre su piel. Allí llegó la segunda oportunidad.
Elevando la otra mano que estaba posaba sobre su pierna, la apoyé encima de la suya y comencé a hacer presión sobre mi propia nuca. Belén rápidamente entendió lo que estaba sucediendo y apretó mi cabeza contra su cuerpo obligándome a hundir su cara en su rostro. Me costaba respirar pues mi nariz se estrellaba contra su cintura, pero de golpe me sentía mucho más excitado y con ganas de seguir dándole placer. Volví a poner mi mano sobre su pierna y ella siguió haciendo presión sobre mi nuca mientras le colaba dos dedos y le lamía cada vez más rápido el clítoris.
- ¡Ay sí! ¡Seguí! ¡No pares!- Me dijo y sus palabras me volvieron loco.
Me sentía prisionero de ella y eso me excitaba muchísimo, me calentaba de una manera impresionante, de una forma en la que nunca me había calentado mientras hacía eso. Su mano presionaba mi cara contra su cuerpo cada vez más fuerte. Mi lengua se movía como loca por encima de su clítoris y mis dedos entraban y salían a toda velocidad de su conchita empapada. Belén movía su cintura en todos sentidos, completamente descontrolada y sin poder contenerse. Mientras tanto, de su boca salían gemidos cada vez más fuertes y más potentes que me confirmaban lo mucho que le gustaba lo que estábamos viviendo.
Acabó de una manera increíble, lanzando todos sus jugos sobre mi cara y empapándome la lengua con su sabor. Entonces me liberó la cabeza y me alejé para ver como su conchita chorreaba toda mojada y como ella se retorcía de placer, respirando aceleradamente. “¡Ay sí! ¡Dios! ¡Qué increíble!” festejó Belén mientras su pecho subía y bajaba y yo me limpiaba la boca en las sábanas. Ella se levantó luego de unos segundos y me besó de manera bien apasionada para luego montarse sobre mi cuerpo y rápidamente empezar a cogerme.
Había liberado una bestia sexual en mi amante, a tal punto que no pudo controlar su calentura y me empezó a coger con todas sus ganas. Movía su cintura de un lado hacia el otro, de arriba hacia abajo y hacia adelante y hacia atrás, saltando sobre mi cuerpo y clavándose mi pija a toda velocidad. Seguía gimiendo y gritando como loca, mientras que sus tetas rebotaban en todas direcciones y mis ojos se volvían locos con ellas. Sus manos recorrían mi pecho y poco a poco se fueron acercando a mis hombros. En eso momento sujeté una de sus muñecas con mis dos manos y la fui guiando despacito hasta mi cuello. Ella me landó una mirada algo morbosa y entonces yo sonreí levemente para hacerle entender que no había problema.
Belén comenzó a hacer presión sobre mi cuello mientras que seguía moviéndose como loca sobre mi cintura. Mi pija bailaba adentro de su cuerpo y su conchita empapada se sentía deliciosa, pero lo que más disfrutaba era sin dudas su mano sobre mi cuello. Cada vez se sentía más apretada y yo la sujetaba con fuerza para que esta no se moviera. Comencé a sentir como la respiración se me entrecortaba y de golpe todo se sintió más placentero. Las tetas de Belén rebotaban al mismo ritmo que su cuerpo caía con fuerza sobre el mío. Cerré los ojos y abrí la boca para forzar la respiración. Su mano me apretaba con más y más fuerza.
Entonces lancé un grito y estiré mis brazos liberando el suyo al mismo momento que sentí como mi cuerpo estallaba. Comencé a acabar una enorme cantidad de semen que fue a parar directo al cuerpo de Belén que no paró de moverse ni un segundo. Abrí bien grande la boca y una bocanada de aire puro entró en mi cuerpo y se sintió increíble, como si fuese un alivio, pero a la vez muy estimulante. Un calor increíble recorrió todo mi cuerpo y noté como mi verga seguía largando leche adentro del cuerpo de Belén que sonreía y gemía como loca. Sin lugar a dudas había sido algo sumamente placentero y la sonrisa en mi rostro lo decía todo.
Ella se levantó y fue directo al baño a limpiarse mientras que yo me quedé acostado disfrutando del orgasmo. Seguía sonriendo sin poder creer lo que acababa de vivir, disfrutando aun de cada momento y regocijándome en el orgasmo que le había provocado a Belén con mi lengua. Agarré mi celular para ver si alguien me había escrito y encontré un mensaje de Manuel que decía: “Hablando con una amiga mía que iba a ir a mi cumpleaños me contó que al final no llegó a mi casa y me dijo que fue directamente al boliche con dos amigas. La loca se llama Soledad y estas son las amigas. Es alguna de ellas?” decía el mensaje y abajo había una foto en la que estaban tres chicas adentro de un boliche. Bien a la izquierda de la imagen y enseñando una sonrisa preciosa, pude ver el rostro de Mariana y sentí como el piso empezaba a temblar.
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