DOS MUJERES EN UNA
Entras en mi habitación, sensual, elegante, altiva. Usas una falda por encima de las rodillas, ajustada a tus sabrosos muslos dejándome ver tus piernas. Una camisa descotada solo lo justo para hacerme desviar la mirada. Me deleito con ese manjar solo con la imaginación. Nos saludamos con un abrazo y siento tus pechos contra el mío, disfruto con el calor de tu cuerpo. Mi mano se posa en tus nalgas y tu sumisamente te dejas. Aparece en ese momento la mujer número uno. Te sientas a mi lado, percibo tu olor, tu olor de hembra en celo. De reojo me saboreo tu escote nuevamente y luego miro descaradamente tus piernas debajo de tu falda. Por supuesto te das cuenta. Con un gesto rápido agarras mi pene por encima del pijama, fuerte, con decisión y me dices al oído: – mmm esto está creciendo. Yo contesto solo con una sonrisa y un guiño de ojo. Aprietas más, con firmeza haciéndolo tuyo, disfrutando que eres capaz de excitarme de esa manera. Surge la mujer número dos, dominante, devoradora. De inmediato me comes la boca, mordiéndome, violando mi boca con tu lengua, sigue presente tu lado dominante. Desabrochas mi camisa rápidamente, como poseída por un animal. Lames mi pecho, lo besas, muerdes mis pezones a lo que yo reacciono tomándote del pelo con firmeza. Cierro los ojos y solo oigo los ruidos emitidos como si se tratase de un animal.
Tengo tu perfume en todo mi ser. Inclinada sobre mí, yo sin camisa, tu mano apretando mi duro pene, dirijo mi mano por debajo de la falda, pero no me dejas. Quitas mi mano con un gesto firme, mientras lames y haces lo que quieres en mi pecho. Rápidamente te colocas frente a mí, me dejas sin pantalones y te llevas mi verga a la boca. La chupas de una sola vez. Absorbes mi olor y te la tragas entera. Me levantas de la silla, te tomo del cuello como si te obligara a chupar, cosa que no hace falta. La tienes toda dentro jugando con tu lengua tan bien como solo tú sabes hacerlo. Soy tuyo, dominado. Te aferras a mis nalgas sin dejar de mamar. Me llevas al cielo. Disfruto de esa imagen sin decir nada, aún. Tienes mis bolas en tu boca mientras me miras a los ojos como poseída. Arrastras todo mi prepucio hasta el final para deleitarte con todos los detalles de mi pene. Tus dedos juegan alrededor de mi culo. Siento una electricidad placentera en todos mis puntos nerviosos. Disfruto dejándome llevar.
De repente, por instinto me pongo de pie, te levanto. Te tomo por sorpresa y te inclino sobre la cama, de culo hacia mí. Tu cara de sorpresa se refleja en el espejo de la pared. Cuando te das cuenta de lo que va a suceder te muerdes los labios. Yo me inclino sobre ti y te susurro al oído:
– Ahora te voy a dar como te gusta. Como a una puta amaso tus pechos que rozan y se deslizan mientras dejo mi peso sobre tu culo. Me miras por el espejo con cara de viciosa, pero sumisa, inocente a la vez, apareciendo de nuevo la mujer número uno. Levanto tu falda y para mi sorpresa no tienes nada. Aprovecho y te la meto de un solo golpe. No me sorprende que estés bien lubricada, emanando flujos. Te doy unas nalgadas que te gustan y te excitan y luego te ordeno que te masturbes como una puta. Separo tus nalgas mientras mis caderas van y vienen con movimientos rápidos y fuertes. Gritas, enloquecida, que estas a punto. La saco, vuelvo a meterla despacito. Poco a poco hasta que gritas:
–Sigue. No pares. Metemelaaaa.
Lamo un poco tu culo para llenarlo de saliva. Meto un dedo. Entro y salgo despacio, poco a poco. Veo en tu cara los ojos desorbitados. Gimes. Acelero el ritmo de mi verga en tu vagina, salvaje y violento. Te corres. Aceleras el movimiento de los dedos en tu rico clítoris. Gritas. Veo el reflejo de tu cara. Quedas exhausta. Te volteo y hago que me la chupes. Me cojo tu boca tomándote por el pelo hasta que me corro en tu boca, un poco de leche cae fuera, alrededor de tus labios. Te pido que te la lamas y lo haces de inmediato. Sigues mamando abandonada a mi placer. Me arrodillo y te beso, muerdo tus labios, nos comemos nuestras lenguas. Estoy tan excitado que no me importa compartir el sabor de mi propio semen que viene de la boca de mis dos mujeres.
Entras en mi habitación, sensual, elegante, altiva. Usas una falda por encima de las rodillas, ajustada a tus sabrosos muslos dejándome ver tus piernas. Una camisa descotada solo lo justo para hacerme desviar la mirada. Me deleito con ese manjar solo con la imaginación. Nos saludamos con un abrazo y siento tus pechos contra el mío, disfruto con el calor de tu cuerpo. Mi mano se posa en tus nalgas y tu sumisamente te dejas. Aparece en ese momento la mujer número uno. Te sientas a mi lado, percibo tu olor, tu olor de hembra en celo. De reojo me saboreo tu escote nuevamente y luego miro descaradamente tus piernas debajo de tu falda. Por supuesto te das cuenta. Con un gesto rápido agarras mi pene por encima del pijama, fuerte, con decisión y me dices al oído: – mmm esto está creciendo. Yo contesto solo con una sonrisa y un guiño de ojo. Aprietas más, con firmeza haciéndolo tuyo, disfrutando que eres capaz de excitarme de esa manera. Surge la mujer número dos, dominante, devoradora. De inmediato me comes la boca, mordiéndome, violando mi boca con tu lengua, sigue presente tu lado dominante. Desabrochas mi camisa rápidamente, como poseída por un animal. Lames mi pecho, lo besas, muerdes mis pezones a lo que yo reacciono tomándote del pelo con firmeza. Cierro los ojos y solo oigo los ruidos emitidos como si se tratase de un animal.
Tengo tu perfume en todo mi ser. Inclinada sobre mí, yo sin camisa, tu mano apretando mi duro pene, dirijo mi mano por debajo de la falda, pero no me dejas. Quitas mi mano con un gesto firme, mientras lames y haces lo que quieres en mi pecho. Rápidamente te colocas frente a mí, me dejas sin pantalones y te llevas mi verga a la boca. La chupas de una sola vez. Absorbes mi olor y te la tragas entera. Me levantas de la silla, te tomo del cuello como si te obligara a chupar, cosa que no hace falta. La tienes toda dentro jugando con tu lengua tan bien como solo tú sabes hacerlo. Soy tuyo, dominado. Te aferras a mis nalgas sin dejar de mamar. Me llevas al cielo. Disfruto de esa imagen sin decir nada, aún. Tienes mis bolas en tu boca mientras me miras a los ojos como poseída. Arrastras todo mi prepucio hasta el final para deleitarte con todos los detalles de mi pene. Tus dedos juegan alrededor de mi culo. Siento una electricidad placentera en todos mis puntos nerviosos. Disfruto dejándome llevar.
De repente, por instinto me pongo de pie, te levanto. Te tomo por sorpresa y te inclino sobre la cama, de culo hacia mí. Tu cara de sorpresa se refleja en el espejo de la pared. Cuando te das cuenta de lo que va a suceder te muerdes los labios. Yo me inclino sobre ti y te susurro al oído:
– Ahora te voy a dar como te gusta. Como a una puta amaso tus pechos que rozan y se deslizan mientras dejo mi peso sobre tu culo. Me miras por el espejo con cara de viciosa, pero sumisa, inocente a la vez, apareciendo de nuevo la mujer número uno. Levanto tu falda y para mi sorpresa no tienes nada. Aprovecho y te la meto de un solo golpe. No me sorprende que estés bien lubricada, emanando flujos. Te doy unas nalgadas que te gustan y te excitan y luego te ordeno que te masturbes como una puta. Separo tus nalgas mientras mis caderas van y vienen con movimientos rápidos y fuertes. Gritas, enloquecida, que estas a punto. La saco, vuelvo a meterla despacito. Poco a poco hasta que gritas:
–Sigue. No pares. Metemelaaaa.
Lamo un poco tu culo para llenarlo de saliva. Meto un dedo. Entro y salgo despacio, poco a poco. Veo en tu cara los ojos desorbitados. Gimes. Acelero el ritmo de mi verga en tu vagina, salvaje y violento. Te corres. Aceleras el movimiento de los dedos en tu rico clítoris. Gritas. Veo el reflejo de tu cara. Quedas exhausta. Te volteo y hago que me la chupes. Me cojo tu boca tomándote por el pelo hasta que me corro en tu boca, un poco de leche cae fuera, alrededor de tus labios. Te pido que te la lamas y lo haces de inmediato. Sigues mamando abandonada a mi placer. Me arrodillo y te beso, muerdo tus labios, nos comemos nuestras lenguas. Estoy tan excitado que no me importa compartir el sabor de mi propio semen que viene de la boca de mis dos mujeres.
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