Hola a toda la comunidad! Como siempre, agradecido de los puntos y comentarios.
Espero que no haya sido demasiado densa la espera por este capítulo. Uno tiene una vida más allá de los relatos y no siempre se encuentra el tiempo para escribir como corresponde. Yo siempre trato de subir el mejor contenido posible, y si para eso tienen que pasar más días de los que uno querría, les pido disculpas.
Entiendo la ansiedad que sienten por saber cómo sigue la historia. Al fin y al cabo yo también soy lector y cuando disfruto de una buena historia siempre espero que suban la continuación de inmediato.
En fin, sin más demoras, acá les dejo el noveno capítulo.
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Capítulo 9
¡No podía tener tanta mala suerte! ¡Tenía que ser una joda que justo cuando Clara me la estaba chupando en el auto tuvieran que aparecer Betty y Jessica! ¿Se habrían dado cuenta de lo que estábamos haciendo? ¿Qué carajo podíamos inventar para salir de ahí sin levantar sospechas?
-¿Qué carajo te pasa, Pedro? –Betty se había sumado a Jessica para quejarse. –¿Estás loco? ¡Casi nos llevas puestas!
Me bajé del auto todavía sin saber qué decirles, hasta que Clara se sumó para salvar las papas otra vez.
-¡Chicas! ¿Están bien? ¿No les pasó nada? –Obviamente estaba preocupada por lo que había pasado, pero sospechaba que parte de ese tono estaba un poco fingido. –¡Todo fue mi culpa! ¡Qué boluda que soy! Había sacado el celular y se me cayó del lado de Pedro. Y cuando me quise agachar para agarrarlo justo lo distraje y casi se las lleva puestas. ¡Perdón, chicas!
Unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Si era una actuación, era realmente para grabarla y mandarla a los Oscar, seguro una nominación iba a recibir mínimo.
En realidad no estaba tan equivocada al decir que había sido su culpa, al fin y al cabo me había distraído bastante con sus habilidades para chuparme la pija.
-Ya está, Clarita. No te preocupes, que estamos bien. –Dijo Jessi. La actuación de mi hermana había apaciguado a sus amigas. –Pero no seas tan boluda la próxima. ¿Cómo se te va a ocurrir hacer algo así mientras tu hermano maneja?
-¿Seguras que están bien, chicas? –Me sumé con el tono de preocupación. –Justo miré para abajo, y cuando volví a levantar la vista, ¡estaban ustedes cruzando la calle!
-Bueno, ya está, chicos. No nos pasó nada, Betty y yo estamos bien. Sólo nos dieron un buen susto. Vamos a la casa antes de que cambiemos de idea y llamemos a un abogado con Betty. –Las dos empezaron a reírse y Clara y yo no tardamos en sumarnos.
Habíamos zafado de una bastante jodida. Con mi hermana nos miramos y enseguida entendí que ella estaba pensando lo mismo. Dejamos pasar a sus amigas y nos miramos con Clara para tener una pequeña conversación privada.
-Zafamos de pedo, boluda.
-Sí, ya lo sé.
-Sos un peligro, hermanita. La chupás demasiado bien. -La alabé sonriendo.
Me metí antes de que Clara pudiera responder y, cuando finalmente entramos en la casa, nos encontramos con las chicas comentando con mi viejo lo que había sucedido. Obviamente que mi viejo me cagó a pedo por distraerme manejando y tuve que escuchar por un largo rato comentarios acerca de cómo a él no le habría pasado algo así, que tenía que aprender a mirar siempre el camino, y un largo etcétera.
Por suerte mi vieja nos llamó para cenar y me salvó de seguir sufriendo ese interminable sermón. Mi viejo ya no tenía que cuidarse tanto con las comidas y podía darse un permitido de vez en cuando, así que habíamos decidido aprovechar la visita de Betty y Jessi para hacer pizzas caseras.
La charla en la mesa se mantuvo dentro de lo normal, con mis viejos acribillando a preguntas a las amigas de mi hermana, sobre sus trabajos, sus familias, sus estudios (a diferencia de mi hermana, ellas todavía no habían terminado sus carreras, aunque tampoco les faltaba demasiado), si tenían pareja o no. En fin, las mismas preguntas que siempre les hacían y les seguirían haciendo por toda la eternidad.
Finalmente mis viejos se fueron a dormir y nosotros nos trasladamos al sofá para seguir con nuestra charla. Jessi y Betty se habían traído un fernet con ellas y no nos quedó otra opción que abrirlo.
Yo me tenía que cuidar porque debía manejar de regreso a mi departamento, y casi seguro que me iban a pedir que llevara a Betty y a Jessi a sus casas para ahorrarse el viaje, así que me controlé bastante. Pero mi hermana y sus amigas no tenían ninguna responsabilidad más que la de ir a sus trabajos al día siguiente, así que si iban a trabajar con resaca sería problema de ellas.
Así estuvimos un rato, tomando, rememorando algunos viejos recuerdos, y ellas una vez más repasando lo que había sido el recital de los Backstreet Boys, cuando de repente el celular de Jessi empezó a sonar.
Estábamos riendo de un comentario que había hecho Betty, cuando la risa se esfumó de la cara de Jessi al ver el mensaje que había recibido.
-¿Otra vez este pelotudo? ¡Qué denso que es! –Rezongó en voz alta.
-¿Qué? ¿Es el boludo? –Preguntó mi hermana, que evidentemente no había necesitado de ninguna información adicional para saber de quién estaba hablando su amiga.
-Sí. –Abrió bien grandes sus ya enormes ojos negros.- ¡Y me mandó una foto de la pija!
-¡Me estás jodiendo!
-¡En serio te digo, boluda!
-¡Qué insoportable que es ese pendejo, por favor! –Dijo Betty, sumándose a las críticas.
-¿De qué me perdí? –Era entendible que Jessi se enojara por la foto, pero el resto de la historia de Jessi con ese pibe era un misterio para mí.
-Nada. Es un pibe que conocí unas semanas atrás y tuve la estúpida idea de darle mi número. Y hace unos días empezó a mandarme mensajes. Al principio pensé que era buena onda, pero el sábado se ve que agarró confianza, o estaba en pedo, y me empezó a tirar palos, a hablar de sexo... ¡No sé de dónde sacó que yo quería hablar de algo así! Le dije de todo y se quedó en el molde. Pero se puso más denso con los mensajes, ¡y ahora me acaba de mandar una foto de la pija! ¡Encima es re manicero!
-¿Por qué hay pendejos tan pelotudos? –Quiso saber mi hermana. –Si las mujeres quisiéramos ver algo así, lo diríamos. –Dijo, mirándome con una media sonrisa, sin duda recordando la foto que yo envié a su teléfono del trabajo hace unas semanas. -Jessi, ¿por qué no lo bloqueas de una vez por todas?
-Eso mismo voy a hacer ahora. –Respondió su amiga.
Pero a mí se me había ocurrido una maldad, que de yapa me podría ser de utilidad para sumar puntos en el futuro.
-No. –Las tres chicas se voltearon para verme. -Esperá un poco.
-¿Qué pasa? ¡No me digas que no lo bloquee porque te mato si empezás a defender a ese pelotudo! –Jessica tenía el celular en su mano, lista para eliminarlo.
-¿Qué? ¿Defenderlo? ¡Ni en pedo! –Respondí para calmarla. –Pero se me ocurrió algo que podrías hacer para vengarte. –Dije, con una sonrisa malévola dibujada en mi rostro.
-¿Sí? ¿Qué cosa?
-Decile que tiene una linda pija, pero…
-¿Pero vos nos estás cargando? –Preguntó mi hermana, mientras la incredulidad se había hecho presente en las caras de las tres amigas. –Dejá de decir boludeces vos. Borralo y bloquealo, Jessi, así no jode más.
-Clara, dejame terminar de hablar, por favor. –Le dije mi hermana antes de dirigirme nuevamente a su amiga. –Jessi, haceme caso en esta. Decile que tiene una linda pija, pero que es una lástima que sea tan chica.
Las tres me miraron sorprendidas por mi idea, pero de inmediato se formaron sonrisas idénticas a la que tenía yo. Unos segundos más tarde Jessi había enviado el mensaje y la respuesta no se hizo esperar.
La joven abrió el Whatsapp y se empezó a reír. Acto seguido les mostró el mensaje a sus amigas y ellas también se empezaron a reír.
-¿Qué te dijo? –Pregunté, sin poder ver el mensaje.
-Dijo que es culpa de la cámara. Que en vivo voy a ver lo grande que es. –Alcanzó a responderme Jessi antes de que las tres estallaran de nuevo en carcajadas.
-¿Tan chica la tiene?
-Mirá. –Jessi me alcanzó el teléfono.
Empecé a reírme yo también. No tan fuerte, porque sentía algo de compasión por ese pibe desconocido, pero realmente estaba fantaseando si creía que con algo así iba a lograr que alguien como Jessica se entusiasmara.
Siendo honesto, no me pareció que fuera algo realmente tan chico como ellas pretendían hacerme creer, pero en comparación con lo que yo sabía que solían meterse las tres amigas en sus bocas cada tanto, claramente ese pibe iba a terminar humillado.
-Decile que lo lamentás, pero que tenés una pija de verdad a mano.
-¿Qué? –Jessi no terminaba de entender hacia dónde iba con eso.
-Vos haceme caso y respondele eso. –Insistí.
-Ok.
Vi sus dedos moverse rápidamente por el teclado de su teléfono hasta que apretó el botón de enviar. Segundos más tarde el pibe había respondido.
-Dice que la de él es de verdad también. –Anunció Jessica al público, expectante de saber cómo seguía la historia. –Que si quiero una de verdad tendría que ir a verlo… Pelotudo que es. –Añadió, revoleando sus ojos.
-Dame tu teléfono. –Le pedí. –Dejalo abierto en el chat de ese boludo.
-¿Para qué?
-Vos dámelo, confiá en mí.
-Bueno, pero no hagas nada raro. –Dijo, con recelo, mientras me entregaba su teléfono.
-Ahora vengo, voy al baño y vuelvo en un segundo. –Avisé, poniéndome de pie y dirigiéndome al baño del primer piso.
-¿Qué vas a hacer, Pedro? –Preguntó mi hermana, mirándome con una mezcla de desconfianza y curiosidad, expresión que también se veía en sus amigas.
-Ya vuelvo, te prometo que no voy a mirar nada raro. –Entré en la puerta del baño y cerré detrás de mí.
Ya solo y sin miradas de desconfianza que pudieran alcanzarme, me bajé el pantalón y me empecé a tocar la pija para apurar una erección. Recordé lo que hizo mi hermana en el auto cuando volvíamos del supermercado y el efecto fue instantáneo.
Una vez que conseguí ponerme al palo, agarré el celular de Jessi, abrí la cámara y saqué una foto para luego enviársela a aquel pobre chico.
Ese es mi chongo. ¿Ves? ESO es una pija de verdad, a ver si así entendés la diferencia. Ni te gastes en responderme más, CHIQUITO.
Ese había sido el epígrafe para la foto que le envié, pero se sentía más bien como el epitafio que aparecería en la tumba de su ego a partir de esa noche. Con eso estaba casi seguro de que ya no iba a molestar a Jessi nunca más, y también era probable que a ninguna otra chica, al menos por un buen rato.
Me volví a vestir, salí del baño, bajé las escaleras y le devolví el celular a Jessi, con una sonrisa de satisfacción por la labor realizada.
-¿Qué hiciste? –La curiosidad estaba impregnando cada una de sus palabras.
-Nada, pero ahora no te va a volver a mandar mensajes. –Dije, sentándome de nuevo en el sillón.
Jessi abrió el chat llevada por la intriga, y miró la pantalla con los ojos abiertos de par en par.
-Noooooooo… ¿Cómo le vas a mandar eso? ¡Lo mataste a ese pibe! –Exclamó, llevándose una mano a la boca.
Betty y Clara se acercaron de inmediato a su amiga para ver qué había en la pantalla de su teléfono. Betty puso una expresión idéntica a la de Jessi, mientras que mi hermanita dirigió sus ojos hacia mí, con una mezcla de excitación, por los recuerdos que le trajo ver mi verga en todo su esplendor, y de bronca, por haberme sacado esa foto y dejado que sus amigas vieran esa misma verga otra vez.
-Todavía no puedo creer que tengas algo así entre las piernas. –Comentó Betty, con la vista clavada en el teléfono de su amiga. –Cuando necesite apoyar algo en un trípode, te llamo a vos.
-Más te vale que borres esa foto. –Dijo Clara, en un tono que empezaba a sonar amenazante, con los ojos mirando a Jessi.
-Después la borro, no te preocupes. –Jessi no sonaba para nada intimidada y no le hizo caso, bloqueando el teléfono y dejándolo cerca de ella.
-Dale boluda, borrala.
-¿Te vas a dejar de insistir con eso?
-Cuando borres esa foto. –Mi hermana había tensado los músculos, y se había inclinado levemente hacia su amiga. Daba la impresión de que, si seguía por ese camino, iba a terminar saltando sobre el teléfono para borrar la foto ella misma.
-¡Qué desconfiada que sos! –Replicó, entre irritada y divertida.
Jessica agarró nuevamente su celular, apretó la pantalla algunas veces y luego le mostró la pantalla a mi hermana.
-Ahí está, ya la borré.
-Gracias. –Clara volvió a relajarse, reclinándose otra vez contra el sofá.
-¡Tanto lío por una foto! –Comentó Betty, riendo. –Además, no es como si nunca se la hubiésemos visto. –Cerró, dirigiéndome una sonrisa.
-Tiene razón Betty. –Se sumó Jessi. -Ya le vimos en vivo y en directo esa trompa de elefante que tiene ahí tu hermanito. –Jessi y Betty rieron ante la expresión de enojo de mi hermana.
Las tres chicas estaban coloradas, y no por vergüenza. Se veía que el alcohol ya había empezado a hacer efecto y les estaba aflojando las lenguas más de lo debido.
-¡Bueno, che! ¿Qué querés que te digamos si tu hermano tiene semejante pedazo? Manicero no le vamos a decir…
Esa frase no sirvió para calmar a mi hermana, que seguía viéndose bastante molesta mientras sus amigas se reían por el comentario.
Yo, mientras tanto, no sabía dónde meterme. Los comentarios sobre mi verga me estaban empezando a calentar, y saber lo que habíamos hecho los cuatro en varias ocasiones sólo servía para echar más nafta al fuego.
Pero no quería probar los límites de la paciencia de mi hermana. Estábamos en terreno peligroso y Jessi y Betty tenían mucho más margen para hacer esa clase de comentarios que yo.
Afortunadamente las chicas decidieron dejar de molestar a Clara, y la charla se fue por otros lados, volviendo a terreno más familiar y sin tocar más el tema de mi miembro.
La noche siguió con tranquilidad, y la botella de fernet estaba prácticamente vacía, cuando Jessi se levantó para ir al baño y dio unos pasos tambaleantes antes de caerse justo encima de mí. Todos nos reímos de ella, incluida la misma Jessi, que empezó a intentar ponerse de pie nuevamente, fallando en cada intento. Las tres amigas se reían de forma demasiado estridente, lo cual delataba que ya estaban bastante alcoholizadas.
De repente, en medio de su lucha por levantarse, su culo terminó apoyado justo sobre mi entrepierna, lo cual le cortó la risa. El contacto con esa manzana tan dura me estaba empezando a poner al palo y me daba la impresión de que Jessi se había dado cuenta.
Terminó de despejarme cualquier clase de duda cuando, por unos segundos, su culo empezó a frotarse disimuladamente contra mi erección, hasta que logró ponerme completamente duro.
Betty y Clara estaban hablando entre ellas, sin darse cuenta de lo que estaba pasando, y Jessi estaba aprovechando eso al máximo. Finalmente se inclinó hacia adelante para levantarse con parsimonia, dejándome apreciar su culo en todo su esplendor.
Si no hubiera sido porque el culo de mi hermana se había convertido en una obsesión para mí, seguramente el manjar que tenía delante de mis ojos ocuparía el primer puesto. Enfundado en una calza negra que le marcaba bien las curvas, me sentía casi hipnotizado. Por suerte yo apenas había tomado un poco, o casi seguro que me habría inclinado hacia adelante hasta enterrar mi cara en medio de ese tesoro.
-Jessi, sacá ese culo de ahí antes que mi hermano te lo coma. –La voz de mi hermana me sacó de mis pensamientos. La sangre abandonó mi verga y se fue directo a mi cara, dejándome muy colorado por haber sido atrapado en esa situación.
-¿Y qué tendría eso de malo? –Preguntó Jessi, con una sonrisa picarona en su rostro. –Es joda, no te enojes. –Agregó de inmediato, apaciguando a mi hermana antes de que ella pudiera responder.
-¡Qué guardiana que está Clarita hoy! –Dijo Betty, metiendo bocado para no quedarse afuera de la conversación. -¿Para quién lo estás reservando?
-¡Espero que sea para una de nosotras! –Exclamó su amiga, todavía con ganas de molestar a mi hermana.
-¡Para nadie! –Respondió mi hermana finalmente. -¡La que lo quiera se lo va a llevar sobre mi cadáver!
Durante un segundo nos quedamos mirando en silencio a mi hermana. Yo no sabía qué responder y no parecía que Jessi o Betty tuvieran alguna idea tampoco. Clara se nos quedó mirando y empezó a estallar en carcajadas.
No estaba seguro de que hubiera sido una carcajada real de parte de mi hermana, pero me sumé a sus amigas con tal de aliviar un poco la tensión.
-¡Uh! Se hizo re tarde. –Dije, mirando el reloj de la pared. Eran cerca de las dos de la madrugada ya. –Mejor me voy o mañana no me levanto ni en pedo.
-Pedrito, ¿te parece si nos llevás? –Preguntó Betty desde el sofá. –Si nos vamos por nuestra cuenta seguro nos van a arrancar la cabeza con el viaje.
-Dale, no hay drama. –Respondí sin pensarlo dos veces.
Me levanté del sillón y entre todos levantamos las cosas de la mesa ratona y dejamos todo limpio. Las chicas ya se encontraban listas para salir y yo ya tenía las llaves en la mano cuando mi hermana se acercó con una campera en la mano.
-¿Les molesta si voy con ustedes? Necesito tomar algo de aire antes de irme a dormir. –Clara no esperó a mi respuesta, sino que directamente pasó por delante de mí y fue en dirección a la puerta.
No sabía del todo bien cómo interpretar las caras que habían puesto Jessi y Betty. Pude apreciar algo de sorpresa, y quizás algo de bronca también. ¿Ellas querían aprovechar un momento a solar conmigo sin que mi hermana estuviera en el medio? De haber sido así, Clara se había encargado de arruinarles los planes.
Con esas ideas dando vueltas en mi cabeza, salí de la casa y me subí al auto. Jessi y Betty se quedaron en los asientos de atrás, mientras Clara cerraba todo y luego pasaba a ocupar el asiento del acompañante.
El viaje transcurrió sin pena ni gloria, era tan tarde y las tres todavía seguían sufriendo los efectos del alcohol que no parecía que estuvieran interesadas en hablar demasiado. O quizás era que mi hermana se había sumado de sorpresa y eso evitaba que Jessi y Betty hicieran algo en su presencia.
De un modo u otro, el viaje fue tan tranquilo que tuvimos que despertar a Betty cuando arribamos a su casa. Ella se bajó tambaleando ligeramente, pero logró entrar de inmediato.
Minutos más tarde ya estábamos dejando a Jessi en su vivienda. Ella se acercó del lado de mi puerta y se inclinó a través de la ventanilla para plantarme un beso peligrosamente cerca de mi boca.
-¡Gracias por traerme, Pedrito!
A continuación se acercó a la puerta del acompañante y mi hermana se bajó para saludarla. Por algún motivo la acompañó hasta la puerta, como si quisiera apurarla para que entrara en su casa.
Ya había llevado a Jessi y Betty a sus casas en otras ocasiones, y mi hermana jamás nos había acompañado. ¿Sería que realmente estaba celosa? ¿O quizás tenía otros planes en mente? Todavía estaba tratando de comprender la actitud de mi hermana, cuando volvió a subirse al auto, cerró la puerta, y se lanzó sobre mi boca.
Mi cuerpo reaccionó de manera automática, respondiendo a ese beso con desesperación, poniendo mi mano en su nuca y presionando para no dejarla escapar.
Por las dudas no me entretuve demasiado, sino que unos segundos después encendí el auto y me puse en marcha, no fuera cosa de que Jessi se hubiera empezado a preguntar por qué no había arrancado el auto todavía.
La mano de mi hermana de inmediato se colocó sobre mi entrepierna y empezó a bajarme el cierre para dejar libre mi verga bien erecta.
-Quedó algo pendiente entre vos y yo. –Anunció Clara.
-¿Me hablás a mí o le hablás a mi verga? –Pregunté sonriendo con picardía.
-Obvio que a vos… mi larga, gruesa y venosa vara de carne, que tanto disfruto de poner en mi boca.
No pude evitar largar la carcajada ante la ocurrencia de mi hermana. Aunque no duró demasiado, porque enseguida mi hermana bajó su cabeza y empezó a usar su boca para hacerme estremecer de placer.
En esa ocasión el viaje de vuelta sería más largo que el que habíamos realizado desde el supermercado, así que tendríamos tiempo de sobra para que Clara se ganara la recompensa que tan cerca había estado de obtener unas horas antes.
Yo trataba de mantener la concentración en el camino, intentando evitar que se pudiera repetir algo como lo que había pasado antes, pero mi hermana parecía decidida a que toda mi atención se concentrara en las cosas que estaba haciendo con su lengua.
-No sabés lo mucho que extrañé tu pija, pendejo. –Comentó en voz baja, mientras daba alguna que otra lamida a mi glande y su mano subía y bajaba rítmicamente por el tronco.
-Ya estaba pensando que no la ibas a querer más. –Respondí en tono juguetón.
-Siempre la voy a querer, de eso no tengas dudas. –Afirmó, antes de volver a introducirla en su boca para continuar con la mamada por un buen rato.
-Ya estamos llegando. –Informé unos minutos más tarde, entre jadeos, para que Clara se decidiera a apurarse.
Si bien la estaba pasando de maravillas, no tenía ganas de quedarme con el auto estacionado frente a la casa. Cuantas menos razones les diéramos a los vecinos para sospechar, mejor.
-¿Ya estás listo para darme mi lechita, hermanito? –Preguntó, luego de despegar su boca de mi verga para empezar a masturbarme con intensidad.
-Ahí sale toda para vos Clarita. Tomala toda y no desperdicies ni una gota. –Frené justo en la vereda de casa y mi hermana volvió a colocar mi miembro en su boca para recibir mi descarga.
Se quedó unos segundos ahí, para asegurarse de cumplir con mi orden, y finalmente liberó mi verga para incorporarse y tragar lo que había acumulado.
-¡Cada día está más rica tu lechita, hermanito! –Me alabó mi hermana, metiéndose un dedo en la boca para rastrear cualquier resto de semen que hubiera quedado sin tragar.
-¿Te gustó la muestra gratis?
-¡Obvio! –Dijo sonriendo de felicidad como si hubiera comido su plato favorito.
-Lástima que hayas tenido que pagar para la de este miércoles... ¿Al final no les dijiste nada? –Con todo lo que había pasado durante la noche, recién en ese momento me había dado cuenta de ese detalle.
-No… ¡Ya fue! –Respondió, encogiéndose de hombros. –Ahora no tiene sentido decirles nada, mejor espero a que pase lo del miércoles.
-Todo sea con tal de no perderte tu ración, ¿no?
-Y no, con lo que pagamos por tenerla, hay que ordeñarte bien, hermanito –Comentó, guiñándome un ojo.
A continuación se bajó del auto y luego me habló a través de la ventanilla.
-Gracias por el trago, Pedrito. Nos vemos el miércoles. –Se despidió con una sonrisa traviesa.
Yo disfruté de la vista de su culo enfundado en un jean apretado hasta que entró en la casa. Una vez que atravesó la puerta y cerró, puse primera y en menos de media hora pude llegar a mi
departamento. Ansioso por la llegada del próximo miércoles, me fui a dormir.
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Ese miércoles me desperté completamente al palo, como si verga estuviera incluso más desesperada que yo por dejarse atrapar por las bocas de mi hermana y sus amigas.
Tuve que luchar contra la tentación de hacerme una buena paja para aliviar algo de la tensión, porque sabía que tenía que llegar bien cargado al laburo.
Con la esperanza de volver a espiar a mis clientas favoritas caminando por la calle, fui al bar de siempre a tomar algo mientras esperaba que se hiciera la hora de atenderlas. El destino escuchó mis deseos y al mismo tiempo que estaba por terminar mi café, aparecieron delante de mis ojos.
Esta vez sí las pude ver de frente y gozar aún más con ese pequeño espectáculo previo al evento principal.
Betty llevaba un pantalón verde oscuro y una camisa blanca arremangada que le quedaba un poco suelta, pero con unos botones sueltos que dejaban entrever ese magnífico escote. Sonreía por un comentario que al parecer había hecho mi hermana. Daban muchas ganas de lanzarse de cabeza entre sus tetas, había que admitirlo.
Jessi, por su parte, iba con una pollera negra que le quedaba ligeramente por encima de las rodillas, mostrando parte de sus largas y torneadas piernas, con una camisa azul claro pegada al cuerpo, que me permitía apreciar su cintura y la curva de sus pechos.
Clara, finalmente, usaba un pantalón negro que se pegaba a sus piernas y (eso lo pude ver cuando quedaron de espaldas a mí) estaba tan pegado a su culo que parecía que le hacía marca personal. De manera similar a la de Jessi, tenía una camisa blanca un tanto ajustada, que le seguía al detalle los vaivenes que daban las líneas de su cuerpo.
En resumen, para cualquiera que se calentara al ver mujeres vestidas de oficina, las tres estaban rajando la tierra. Me deleité durante cada pasa paso que dieron delante de mis ojos, las contemplé desde todos los ángulos que pude hasta que sus tres culos se perdieron de vista al doblar la esquina.
En esa ocasión sí me hubiera gustado cruzármelas en la calle, aunque hubiera sido nada más que para ver qué clase de mentira inventaban, pero no era el mejor momento. No valía la pena arriesgarme a arruinar el turno del día por un poco de diversión sin sentido. La verdadera diversión iba a empezar al mediodía.
Entré como de costumbre al local y me metí en mi lado de la habitación para prepararme para el turno del día. Una pequeña parte de mi cabeza se mantenía ilusionada con la idea de encontrar otra tarjeta dorada esperándome en la mesita, así que experimenté una ligera sensación de decepción cuando vi que esta vez la tarjeta era de color amarillo.
De todos modos, el morbo que sentía al conocer las identidades de las tres mujeres que estaban por entrar del otro lado para jugar con mi verga más que compensaba cualquier decepción que pudiera haber sentido ese día. Sin embargo, traté de mantener la calma lo más que pude, ya que si me ponía demasiado ansioso seguramente no duraría demasiado contra esas tres.
Así estuve unos minutos, peleando por mantener a raya mi excitación, cuando por fin escuché el ruido de la puerta abriéndose del otro lado del panel. Los sonidos de siempre llegaban a mis oídos, como si nada hubiera cambiado desde la última vez que estuvimos los cuatro en esa habitación.
Pero era obvio que ya no era lo mismo, la cortina se había abierto y detrás de ella los rostros de mi hermana, de Jessi y de Betty se habían ubicado sobre las que, hasta hace poco tiempo atrás, eran las tres desconocidas que tantos orgasmos me habían provocado con sus bocas.
Con la verga bien al palo pasé por el agujero en el panel para saludar a mis tres clientas favoritas.
Empezaron su rutina igual que siempre, pero en mi cabeza las cosas se sentían como si fuera la primera vez que las atendía. Cada lamida, cada beso en mi glande, cada vez que me metían en una de sus bocas era como si pudiera ver sus rostros sonrientes, agradecidas de recibir una buena verga. Mi verga, para ser más precisos.
Cuando empezaron su pequeña competencia de siempre no pude evitar tratar de adivinar cuál sería la participante que tenía mi pija en su boca en ese momento.
La primera de ellas inició con todo, y luego de varios segundos de esfuerzos, pequeños ruidos de arcadas contenidas, y de sentir cómo su saliva inundaba su boca y bañaba mi verga, ella llegó a tocar el panel con su nariz.
Ya había comenzado a hacer esfuerzos por contener mi orgasmo cuando por fin esa boca empezó a retroceder para liberarme. Estaba tan cerca de mí que incluso pude sentir un poco de aire caliente de mi lado de la habitación cuando resopló al retirar mi verga de su boca. Esa había tenido que ser Clara. Al fin y al cabo había tenido ocasión de practicar en forma privada, mano a mano conmigo.
Las otras dos concursantes hicieron su mejor esfuerzo, pero no lograron igualar el logro de mi hermanita. Desde mi lado aplaudí silenciosamente a mi hermana, felicitándola por su gran esfuerzo.
Una vez finalizada la competencia, se dedicaron a compartir mi verga entre ellas, lamiendo, chupando, masturbándome con sus manos y gimiendo a cada rato.
Mientras volaba de placer gracias a aquellas tres habilidosas bocas, un pensamiento se volvió a cruzar por mi cabeza luego de varios turnos sin aparecer: ¿harían algo entre ellas para excitarse? ¿Qué estarían haciendo las manos que no tocaban mi verga? ¿Ocuparían sus labios en otros lados cuando no me la estaban chupando? ¿En otros cuerpos?
De repente mi mente volvió a tener esas fantasías sexuales de mis épocas de adolescente, donde Betty y Jessi se besaban con pasión en los labios, y en otras regiones también. Sólo que esta vez mi hermana se unía a ese momento lésbico para cubrir de besos y caricias los cuerpos de sus amigas.
Cuando la imagen de Betty y Jessi abriéndose de piernas para darle la bienvenida a la boca de mi hermana se formó en mi cabeza, casi dejo salir todo. Tuve que hacer todo lo posible por abandonar esa idea hasta que fuera el final del turno o iba a vaciar mis huevos antes de tiempo.
En ese momento recordé el motivo por el que solía evitar que mi cabeza se fuera para aquellos lados: era demasiada excitación. Y si encima se trataba de fantasear con mi hermana y sus amigas, mi cabeza se convertía en un circo sexual.
Los últimos minutos fueron una lucha salvaje contra mi instinto por aguantar la llegada del momento apropiado para liberar mi carga. Por suerte, cuando ya estaba por darme por vencido, las tres amigas decidieron que era hora de recibir su premio.
Las manos de Betty o Jessi (las de mi hermana eran demasiado chicas para ser las que me tocaban) empezaron a masturbarme cada vez más rápido. En un último esfuerzo, les di un poco de batalla antes de darme por vencido y entregarles lo que habían venido a buscar.
Unos labios cubrieron mi glande en el momento justo en que el primer chorro abandonó mi verga, y no me soltaron hasta que la última gota me abandonó, con un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
Con el morbo en nivel mil, escuché algunos movimientos y supuse que una vez más las chicas habían decidido compartir el blanco tesoro entre las tres.
Los ruidos de pasos y cosas siendo levantadas del suelo marcaron que se aproximaba el final del turno. Como siempre, mis tres mejores clientas se acercaron para darme los besitos de despedida en el glande, que fueron respondidos con una ligera sacudida de mi verga.
Esperé a que se escuchara el sonido de la puerta cerrándose para retirar mi miembro. Estaba a punto de limpiarme cuando escuché que la puerta se volvía a abrir y un ruido de pasos se oyó del otro lado del panel.
Alguien dio un ligero golpe en el panel como si me estuviera llamando. Suponiendo que sería mi hermana, respondí con un pequeño golpe de mi parte.
-¡Gracias por la lechita Pedrito! ¡Te salió deliciosa!
Los pasos volvieron a oírse y luego escuché el ruido de la puerta del otro lado de la habitación cerrándose. Yo me mantuve parado en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Para cuando salí de la habitación, ya bien arreglado, todavía mi cuerpo parecía moverse de forma automática.
Esa no había sido la voz de mi hermana. Esa había sido la voz de Jessica.
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Nos vamos acercando a momentos más interesantes en la historia.
Gracias por los puntos y comentarios y también a los que siguen la historia desde la sombras.
Hasta el próximo capítulo
Espero que no haya sido demasiado densa la espera por este capítulo. Uno tiene una vida más allá de los relatos y no siempre se encuentra el tiempo para escribir como corresponde. Yo siempre trato de subir el mejor contenido posible, y si para eso tienen que pasar más días de los que uno querría, les pido disculpas.
Entiendo la ansiedad que sienten por saber cómo sigue la historia. Al fin y al cabo yo también soy lector y cuando disfruto de una buena historia siempre espero que suban la continuación de inmediato.
En fin, sin más demoras, acá les dejo el noveno capítulo.
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Capítulo 9
¡No podía tener tanta mala suerte! ¡Tenía que ser una joda que justo cuando Clara me la estaba chupando en el auto tuvieran que aparecer Betty y Jessica! ¿Se habrían dado cuenta de lo que estábamos haciendo? ¿Qué carajo podíamos inventar para salir de ahí sin levantar sospechas?
-¿Qué carajo te pasa, Pedro? –Betty se había sumado a Jessica para quejarse. –¿Estás loco? ¡Casi nos llevas puestas!
Me bajé del auto todavía sin saber qué decirles, hasta que Clara se sumó para salvar las papas otra vez.
-¡Chicas! ¿Están bien? ¿No les pasó nada? –Obviamente estaba preocupada por lo que había pasado, pero sospechaba que parte de ese tono estaba un poco fingido. –¡Todo fue mi culpa! ¡Qué boluda que soy! Había sacado el celular y se me cayó del lado de Pedro. Y cuando me quise agachar para agarrarlo justo lo distraje y casi se las lleva puestas. ¡Perdón, chicas!
Unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Si era una actuación, era realmente para grabarla y mandarla a los Oscar, seguro una nominación iba a recibir mínimo.
En realidad no estaba tan equivocada al decir que había sido su culpa, al fin y al cabo me había distraído bastante con sus habilidades para chuparme la pija.
-Ya está, Clarita. No te preocupes, que estamos bien. –Dijo Jessi. La actuación de mi hermana había apaciguado a sus amigas. –Pero no seas tan boluda la próxima. ¿Cómo se te va a ocurrir hacer algo así mientras tu hermano maneja?
-¿Seguras que están bien, chicas? –Me sumé con el tono de preocupación. –Justo miré para abajo, y cuando volví a levantar la vista, ¡estaban ustedes cruzando la calle!
-Bueno, ya está, chicos. No nos pasó nada, Betty y yo estamos bien. Sólo nos dieron un buen susto. Vamos a la casa antes de que cambiemos de idea y llamemos a un abogado con Betty. –Las dos empezaron a reírse y Clara y yo no tardamos en sumarnos.
Habíamos zafado de una bastante jodida. Con mi hermana nos miramos y enseguida entendí que ella estaba pensando lo mismo. Dejamos pasar a sus amigas y nos miramos con Clara para tener una pequeña conversación privada.
-Zafamos de pedo, boluda.
-Sí, ya lo sé.
-Sos un peligro, hermanita. La chupás demasiado bien. -La alabé sonriendo.
Me metí antes de que Clara pudiera responder y, cuando finalmente entramos en la casa, nos encontramos con las chicas comentando con mi viejo lo que había sucedido. Obviamente que mi viejo me cagó a pedo por distraerme manejando y tuve que escuchar por un largo rato comentarios acerca de cómo a él no le habría pasado algo así, que tenía que aprender a mirar siempre el camino, y un largo etcétera.
Por suerte mi vieja nos llamó para cenar y me salvó de seguir sufriendo ese interminable sermón. Mi viejo ya no tenía que cuidarse tanto con las comidas y podía darse un permitido de vez en cuando, así que habíamos decidido aprovechar la visita de Betty y Jessi para hacer pizzas caseras.
La charla en la mesa se mantuvo dentro de lo normal, con mis viejos acribillando a preguntas a las amigas de mi hermana, sobre sus trabajos, sus familias, sus estudios (a diferencia de mi hermana, ellas todavía no habían terminado sus carreras, aunque tampoco les faltaba demasiado), si tenían pareja o no. En fin, las mismas preguntas que siempre les hacían y les seguirían haciendo por toda la eternidad.
Finalmente mis viejos se fueron a dormir y nosotros nos trasladamos al sofá para seguir con nuestra charla. Jessi y Betty se habían traído un fernet con ellas y no nos quedó otra opción que abrirlo.
Yo me tenía que cuidar porque debía manejar de regreso a mi departamento, y casi seguro que me iban a pedir que llevara a Betty y a Jessi a sus casas para ahorrarse el viaje, así que me controlé bastante. Pero mi hermana y sus amigas no tenían ninguna responsabilidad más que la de ir a sus trabajos al día siguiente, así que si iban a trabajar con resaca sería problema de ellas.
Así estuvimos un rato, tomando, rememorando algunos viejos recuerdos, y ellas una vez más repasando lo que había sido el recital de los Backstreet Boys, cuando de repente el celular de Jessi empezó a sonar.
Estábamos riendo de un comentario que había hecho Betty, cuando la risa se esfumó de la cara de Jessi al ver el mensaje que había recibido.
-¿Otra vez este pelotudo? ¡Qué denso que es! –Rezongó en voz alta.
-¿Qué? ¿Es el boludo? –Preguntó mi hermana, que evidentemente no había necesitado de ninguna información adicional para saber de quién estaba hablando su amiga.
-Sí. –Abrió bien grandes sus ya enormes ojos negros.- ¡Y me mandó una foto de la pija!
-¡Me estás jodiendo!
-¡En serio te digo, boluda!
-¡Qué insoportable que es ese pendejo, por favor! –Dijo Betty, sumándose a las críticas.
-¿De qué me perdí? –Era entendible que Jessi se enojara por la foto, pero el resto de la historia de Jessi con ese pibe era un misterio para mí.
-Nada. Es un pibe que conocí unas semanas atrás y tuve la estúpida idea de darle mi número. Y hace unos días empezó a mandarme mensajes. Al principio pensé que era buena onda, pero el sábado se ve que agarró confianza, o estaba en pedo, y me empezó a tirar palos, a hablar de sexo... ¡No sé de dónde sacó que yo quería hablar de algo así! Le dije de todo y se quedó en el molde. Pero se puso más denso con los mensajes, ¡y ahora me acaba de mandar una foto de la pija! ¡Encima es re manicero!
-¿Por qué hay pendejos tan pelotudos? –Quiso saber mi hermana. –Si las mujeres quisiéramos ver algo así, lo diríamos. –Dijo, mirándome con una media sonrisa, sin duda recordando la foto que yo envié a su teléfono del trabajo hace unas semanas. -Jessi, ¿por qué no lo bloqueas de una vez por todas?
-Eso mismo voy a hacer ahora. –Respondió su amiga.
Pero a mí se me había ocurrido una maldad, que de yapa me podría ser de utilidad para sumar puntos en el futuro.
-No. –Las tres chicas se voltearon para verme. -Esperá un poco.
-¿Qué pasa? ¡No me digas que no lo bloquee porque te mato si empezás a defender a ese pelotudo! –Jessica tenía el celular en su mano, lista para eliminarlo.
-¿Qué? ¿Defenderlo? ¡Ni en pedo! –Respondí para calmarla. –Pero se me ocurrió algo que podrías hacer para vengarte. –Dije, con una sonrisa malévola dibujada en mi rostro.
-¿Sí? ¿Qué cosa?
-Decile que tiene una linda pija, pero…
-¿Pero vos nos estás cargando? –Preguntó mi hermana, mientras la incredulidad se había hecho presente en las caras de las tres amigas. –Dejá de decir boludeces vos. Borralo y bloquealo, Jessi, así no jode más.
-Clara, dejame terminar de hablar, por favor. –Le dije mi hermana antes de dirigirme nuevamente a su amiga. –Jessi, haceme caso en esta. Decile que tiene una linda pija, pero que es una lástima que sea tan chica.
Las tres me miraron sorprendidas por mi idea, pero de inmediato se formaron sonrisas idénticas a la que tenía yo. Unos segundos más tarde Jessi había enviado el mensaje y la respuesta no se hizo esperar.
La joven abrió el Whatsapp y se empezó a reír. Acto seguido les mostró el mensaje a sus amigas y ellas también se empezaron a reír.
-¿Qué te dijo? –Pregunté, sin poder ver el mensaje.
-Dijo que es culpa de la cámara. Que en vivo voy a ver lo grande que es. –Alcanzó a responderme Jessi antes de que las tres estallaran de nuevo en carcajadas.
-¿Tan chica la tiene?
-Mirá. –Jessi me alcanzó el teléfono.
Empecé a reírme yo también. No tan fuerte, porque sentía algo de compasión por ese pibe desconocido, pero realmente estaba fantaseando si creía que con algo así iba a lograr que alguien como Jessica se entusiasmara.
Siendo honesto, no me pareció que fuera algo realmente tan chico como ellas pretendían hacerme creer, pero en comparación con lo que yo sabía que solían meterse las tres amigas en sus bocas cada tanto, claramente ese pibe iba a terminar humillado.
-Decile que lo lamentás, pero que tenés una pija de verdad a mano.
-¿Qué? –Jessi no terminaba de entender hacia dónde iba con eso.
-Vos haceme caso y respondele eso. –Insistí.
-Ok.
Vi sus dedos moverse rápidamente por el teclado de su teléfono hasta que apretó el botón de enviar. Segundos más tarde el pibe había respondido.
-Dice que la de él es de verdad también. –Anunció Jessica al público, expectante de saber cómo seguía la historia. –Que si quiero una de verdad tendría que ir a verlo… Pelotudo que es. –Añadió, revoleando sus ojos.
-Dame tu teléfono. –Le pedí. –Dejalo abierto en el chat de ese boludo.
-¿Para qué?
-Vos dámelo, confiá en mí.
-Bueno, pero no hagas nada raro. –Dijo, con recelo, mientras me entregaba su teléfono.
-Ahora vengo, voy al baño y vuelvo en un segundo. –Avisé, poniéndome de pie y dirigiéndome al baño del primer piso.
-¿Qué vas a hacer, Pedro? –Preguntó mi hermana, mirándome con una mezcla de desconfianza y curiosidad, expresión que también se veía en sus amigas.
-Ya vuelvo, te prometo que no voy a mirar nada raro. –Entré en la puerta del baño y cerré detrás de mí.
Ya solo y sin miradas de desconfianza que pudieran alcanzarme, me bajé el pantalón y me empecé a tocar la pija para apurar una erección. Recordé lo que hizo mi hermana en el auto cuando volvíamos del supermercado y el efecto fue instantáneo.
Una vez que conseguí ponerme al palo, agarré el celular de Jessi, abrí la cámara y saqué una foto para luego enviársela a aquel pobre chico.
Ese es mi chongo. ¿Ves? ESO es una pija de verdad, a ver si así entendés la diferencia. Ni te gastes en responderme más, CHIQUITO.
Ese había sido el epígrafe para la foto que le envié, pero se sentía más bien como el epitafio que aparecería en la tumba de su ego a partir de esa noche. Con eso estaba casi seguro de que ya no iba a molestar a Jessi nunca más, y también era probable que a ninguna otra chica, al menos por un buen rato.
Me volví a vestir, salí del baño, bajé las escaleras y le devolví el celular a Jessi, con una sonrisa de satisfacción por la labor realizada.
-¿Qué hiciste? –La curiosidad estaba impregnando cada una de sus palabras.
-Nada, pero ahora no te va a volver a mandar mensajes. –Dije, sentándome de nuevo en el sillón.
Jessi abrió el chat llevada por la intriga, y miró la pantalla con los ojos abiertos de par en par.
-Noooooooo… ¿Cómo le vas a mandar eso? ¡Lo mataste a ese pibe! –Exclamó, llevándose una mano a la boca.
Betty y Clara se acercaron de inmediato a su amiga para ver qué había en la pantalla de su teléfono. Betty puso una expresión idéntica a la de Jessi, mientras que mi hermanita dirigió sus ojos hacia mí, con una mezcla de excitación, por los recuerdos que le trajo ver mi verga en todo su esplendor, y de bronca, por haberme sacado esa foto y dejado que sus amigas vieran esa misma verga otra vez.
-Todavía no puedo creer que tengas algo así entre las piernas. –Comentó Betty, con la vista clavada en el teléfono de su amiga. –Cuando necesite apoyar algo en un trípode, te llamo a vos.
-Más te vale que borres esa foto. –Dijo Clara, en un tono que empezaba a sonar amenazante, con los ojos mirando a Jessi.
-Después la borro, no te preocupes. –Jessi no sonaba para nada intimidada y no le hizo caso, bloqueando el teléfono y dejándolo cerca de ella.
-Dale boluda, borrala.
-¿Te vas a dejar de insistir con eso?
-Cuando borres esa foto. –Mi hermana había tensado los músculos, y se había inclinado levemente hacia su amiga. Daba la impresión de que, si seguía por ese camino, iba a terminar saltando sobre el teléfono para borrar la foto ella misma.
-¡Qué desconfiada que sos! –Replicó, entre irritada y divertida.
Jessica agarró nuevamente su celular, apretó la pantalla algunas veces y luego le mostró la pantalla a mi hermana.
-Ahí está, ya la borré.
-Gracias. –Clara volvió a relajarse, reclinándose otra vez contra el sofá.
-¡Tanto lío por una foto! –Comentó Betty, riendo. –Además, no es como si nunca se la hubiésemos visto. –Cerró, dirigiéndome una sonrisa.
-Tiene razón Betty. –Se sumó Jessi. -Ya le vimos en vivo y en directo esa trompa de elefante que tiene ahí tu hermanito. –Jessi y Betty rieron ante la expresión de enojo de mi hermana.
Las tres chicas estaban coloradas, y no por vergüenza. Se veía que el alcohol ya había empezado a hacer efecto y les estaba aflojando las lenguas más de lo debido.
-¡Bueno, che! ¿Qué querés que te digamos si tu hermano tiene semejante pedazo? Manicero no le vamos a decir…
Esa frase no sirvió para calmar a mi hermana, que seguía viéndose bastante molesta mientras sus amigas se reían por el comentario.
Yo, mientras tanto, no sabía dónde meterme. Los comentarios sobre mi verga me estaban empezando a calentar, y saber lo que habíamos hecho los cuatro en varias ocasiones sólo servía para echar más nafta al fuego.
Pero no quería probar los límites de la paciencia de mi hermana. Estábamos en terreno peligroso y Jessi y Betty tenían mucho más margen para hacer esa clase de comentarios que yo.
Afortunadamente las chicas decidieron dejar de molestar a Clara, y la charla se fue por otros lados, volviendo a terreno más familiar y sin tocar más el tema de mi miembro.
La noche siguió con tranquilidad, y la botella de fernet estaba prácticamente vacía, cuando Jessi se levantó para ir al baño y dio unos pasos tambaleantes antes de caerse justo encima de mí. Todos nos reímos de ella, incluida la misma Jessi, que empezó a intentar ponerse de pie nuevamente, fallando en cada intento. Las tres amigas se reían de forma demasiado estridente, lo cual delataba que ya estaban bastante alcoholizadas.
De repente, en medio de su lucha por levantarse, su culo terminó apoyado justo sobre mi entrepierna, lo cual le cortó la risa. El contacto con esa manzana tan dura me estaba empezando a poner al palo y me daba la impresión de que Jessi se había dado cuenta.
Terminó de despejarme cualquier clase de duda cuando, por unos segundos, su culo empezó a frotarse disimuladamente contra mi erección, hasta que logró ponerme completamente duro.
Betty y Clara estaban hablando entre ellas, sin darse cuenta de lo que estaba pasando, y Jessi estaba aprovechando eso al máximo. Finalmente se inclinó hacia adelante para levantarse con parsimonia, dejándome apreciar su culo en todo su esplendor.
Si no hubiera sido porque el culo de mi hermana se había convertido en una obsesión para mí, seguramente el manjar que tenía delante de mis ojos ocuparía el primer puesto. Enfundado en una calza negra que le marcaba bien las curvas, me sentía casi hipnotizado. Por suerte yo apenas había tomado un poco, o casi seguro que me habría inclinado hacia adelante hasta enterrar mi cara en medio de ese tesoro.
-Jessi, sacá ese culo de ahí antes que mi hermano te lo coma. –La voz de mi hermana me sacó de mis pensamientos. La sangre abandonó mi verga y se fue directo a mi cara, dejándome muy colorado por haber sido atrapado en esa situación.
-¿Y qué tendría eso de malo? –Preguntó Jessi, con una sonrisa picarona en su rostro. –Es joda, no te enojes. –Agregó de inmediato, apaciguando a mi hermana antes de que ella pudiera responder.
-¡Qué guardiana que está Clarita hoy! –Dijo Betty, metiendo bocado para no quedarse afuera de la conversación. -¿Para quién lo estás reservando?
-¡Espero que sea para una de nosotras! –Exclamó su amiga, todavía con ganas de molestar a mi hermana.
-¡Para nadie! –Respondió mi hermana finalmente. -¡La que lo quiera se lo va a llevar sobre mi cadáver!
Durante un segundo nos quedamos mirando en silencio a mi hermana. Yo no sabía qué responder y no parecía que Jessi o Betty tuvieran alguna idea tampoco. Clara se nos quedó mirando y empezó a estallar en carcajadas.
No estaba seguro de que hubiera sido una carcajada real de parte de mi hermana, pero me sumé a sus amigas con tal de aliviar un poco la tensión.
-¡Uh! Se hizo re tarde. –Dije, mirando el reloj de la pared. Eran cerca de las dos de la madrugada ya. –Mejor me voy o mañana no me levanto ni en pedo.
-Pedrito, ¿te parece si nos llevás? –Preguntó Betty desde el sofá. –Si nos vamos por nuestra cuenta seguro nos van a arrancar la cabeza con el viaje.
-Dale, no hay drama. –Respondí sin pensarlo dos veces.
Me levanté del sillón y entre todos levantamos las cosas de la mesa ratona y dejamos todo limpio. Las chicas ya se encontraban listas para salir y yo ya tenía las llaves en la mano cuando mi hermana se acercó con una campera en la mano.
-¿Les molesta si voy con ustedes? Necesito tomar algo de aire antes de irme a dormir. –Clara no esperó a mi respuesta, sino que directamente pasó por delante de mí y fue en dirección a la puerta.
No sabía del todo bien cómo interpretar las caras que habían puesto Jessi y Betty. Pude apreciar algo de sorpresa, y quizás algo de bronca también. ¿Ellas querían aprovechar un momento a solar conmigo sin que mi hermana estuviera en el medio? De haber sido así, Clara se había encargado de arruinarles los planes.
Con esas ideas dando vueltas en mi cabeza, salí de la casa y me subí al auto. Jessi y Betty se quedaron en los asientos de atrás, mientras Clara cerraba todo y luego pasaba a ocupar el asiento del acompañante.
El viaje transcurrió sin pena ni gloria, era tan tarde y las tres todavía seguían sufriendo los efectos del alcohol que no parecía que estuvieran interesadas en hablar demasiado. O quizás era que mi hermana se había sumado de sorpresa y eso evitaba que Jessi y Betty hicieran algo en su presencia.
De un modo u otro, el viaje fue tan tranquilo que tuvimos que despertar a Betty cuando arribamos a su casa. Ella se bajó tambaleando ligeramente, pero logró entrar de inmediato.
Minutos más tarde ya estábamos dejando a Jessi en su vivienda. Ella se acercó del lado de mi puerta y se inclinó a través de la ventanilla para plantarme un beso peligrosamente cerca de mi boca.
-¡Gracias por traerme, Pedrito!
A continuación se acercó a la puerta del acompañante y mi hermana se bajó para saludarla. Por algún motivo la acompañó hasta la puerta, como si quisiera apurarla para que entrara en su casa.
Ya había llevado a Jessi y Betty a sus casas en otras ocasiones, y mi hermana jamás nos había acompañado. ¿Sería que realmente estaba celosa? ¿O quizás tenía otros planes en mente? Todavía estaba tratando de comprender la actitud de mi hermana, cuando volvió a subirse al auto, cerró la puerta, y se lanzó sobre mi boca.
Mi cuerpo reaccionó de manera automática, respondiendo a ese beso con desesperación, poniendo mi mano en su nuca y presionando para no dejarla escapar.
Por las dudas no me entretuve demasiado, sino que unos segundos después encendí el auto y me puse en marcha, no fuera cosa de que Jessi se hubiera empezado a preguntar por qué no había arrancado el auto todavía.
La mano de mi hermana de inmediato se colocó sobre mi entrepierna y empezó a bajarme el cierre para dejar libre mi verga bien erecta.
-Quedó algo pendiente entre vos y yo. –Anunció Clara.
-¿Me hablás a mí o le hablás a mi verga? –Pregunté sonriendo con picardía.
-Obvio que a vos… mi larga, gruesa y venosa vara de carne, que tanto disfruto de poner en mi boca.
No pude evitar largar la carcajada ante la ocurrencia de mi hermana. Aunque no duró demasiado, porque enseguida mi hermana bajó su cabeza y empezó a usar su boca para hacerme estremecer de placer.
En esa ocasión el viaje de vuelta sería más largo que el que habíamos realizado desde el supermercado, así que tendríamos tiempo de sobra para que Clara se ganara la recompensa que tan cerca había estado de obtener unas horas antes.
Yo trataba de mantener la concentración en el camino, intentando evitar que se pudiera repetir algo como lo que había pasado antes, pero mi hermana parecía decidida a que toda mi atención se concentrara en las cosas que estaba haciendo con su lengua.
-No sabés lo mucho que extrañé tu pija, pendejo. –Comentó en voz baja, mientras daba alguna que otra lamida a mi glande y su mano subía y bajaba rítmicamente por el tronco.
-Ya estaba pensando que no la ibas a querer más. –Respondí en tono juguetón.
-Siempre la voy a querer, de eso no tengas dudas. –Afirmó, antes de volver a introducirla en su boca para continuar con la mamada por un buen rato.
-Ya estamos llegando. –Informé unos minutos más tarde, entre jadeos, para que Clara se decidiera a apurarse.
Si bien la estaba pasando de maravillas, no tenía ganas de quedarme con el auto estacionado frente a la casa. Cuantas menos razones les diéramos a los vecinos para sospechar, mejor.
-¿Ya estás listo para darme mi lechita, hermanito? –Preguntó, luego de despegar su boca de mi verga para empezar a masturbarme con intensidad.
-Ahí sale toda para vos Clarita. Tomala toda y no desperdicies ni una gota. –Frené justo en la vereda de casa y mi hermana volvió a colocar mi miembro en su boca para recibir mi descarga.
Se quedó unos segundos ahí, para asegurarse de cumplir con mi orden, y finalmente liberó mi verga para incorporarse y tragar lo que había acumulado.
-¡Cada día está más rica tu lechita, hermanito! –Me alabó mi hermana, metiéndose un dedo en la boca para rastrear cualquier resto de semen que hubiera quedado sin tragar.
-¿Te gustó la muestra gratis?
-¡Obvio! –Dijo sonriendo de felicidad como si hubiera comido su plato favorito.
-Lástima que hayas tenido que pagar para la de este miércoles... ¿Al final no les dijiste nada? –Con todo lo que había pasado durante la noche, recién en ese momento me había dado cuenta de ese detalle.
-No… ¡Ya fue! –Respondió, encogiéndose de hombros. –Ahora no tiene sentido decirles nada, mejor espero a que pase lo del miércoles.
-Todo sea con tal de no perderte tu ración, ¿no?
-Y no, con lo que pagamos por tenerla, hay que ordeñarte bien, hermanito –Comentó, guiñándome un ojo.
A continuación se bajó del auto y luego me habló a través de la ventanilla.
-Gracias por el trago, Pedrito. Nos vemos el miércoles. –Se despidió con una sonrisa traviesa.
Yo disfruté de la vista de su culo enfundado en un jean apretado hasta que entró en la casa. Una vez que atravesó la puerta y cerró, puse primera y en menos de media hora pude llegar a mi
departamento. Ansioso por la llegada del próximo miércoles, me fui a dormir.
---
Ese miércoles me desperté completamente al palo, como si verga estuviera incluso más desesperada que yo por dejarse atrapar por las bocas de mi hermana y sus amigas.
Tuve que luchar contra la tentación de hacerme una buena paja para aliviar algo de la tensión, porque sabía que tenía que llegar bien cargado al laburo.
Con la esperanza de volver a espiar a mis clientas favoritas caminando por la calle, fui al bar de siempre a tomar algo mientras esperaba que se hiciera la hora de atenderlas. El destino escuchó mis deseos y al mismo tiempo que estaba por terminar mi café, aparecieron delante de mis ojos.
Esta vez sí las pude ver de frente y gozar aún más con ese pequeño espectáculo previo al evento principal.
Betty llevaba un pantalón verde oscuro y una camisa blanca arremangada que le quedaba un poco suelta, pero con unos botones sueltos que dejaban entrever ese magnífico escote. Sonreía por un comentario que al parecer había hecho mi hermana. Daban muchas ganas de lanzarse de cabeza entre sus tetas, había que admitirlo.
Jessi, por su parte, iba con una pollera negra que le quedaba ligeramente por encima de las rodillas, mostrando parte de sus largas y torneadas piernas, con una camisa azul claro pegada al cuerpo, que me permitía apreciar su cintura y la curva de sus pechos.
Clara, finalmente, usaba un pantalón negro que se pegaba a sus piernas y (eso lo pude ver cuando quedaron de espaldas a mí) estaba tan pegado a su culo que parecía que le hacía marca personal. De manera similar a la de Jessi, tenía una camisa blanca un tanto ajustada, que le seguía al detalle los vaivenes que daban las líneas de su cuerpo.
En resumen, para cualquiera que se calentara al ver mujeres vestidas de oficina, las tres estaban rajando la tierra. Me deleité durante cada pasa paso que dieron delante de mis ojos, las contemplé desde todos los ángulos que pude hasta que sus tres culos se perdieron de vista al doblar la esquina.
En esa ocasión sí me hubiera gustado cruzármelas en la calle, aunque hubiera sido nada más que para ver qué clase de mentira inventaban, pero no era el mejor momento. No valía la pena arriesgarme a arruinar el turno del día por un poco de diversión sin sentido. La verdadera diversión iba a empezar al mediodía.
Entré como de costumbre al local y me metí en mi lado de la habitación para prepararme para el turno del día. Una pequeña parte de mi cabeza se mantenía ilusionada con la idea de encontrar otra tarjeta dorada esperándome en la mesita, así que experimenté una ligera sensación de decepción cuando vi que esta vez la tarjeta era de color amarillo.
De todos modos, el morbo que sentía al conocer las identidades de las tres mujeres que estaban por entrar del otro lado para jugar con mi verga más que compensaba cualquier decepción que pudiera haber sentido ese día. Sin embargo, traté de mantener la calma lo más que pude, ya que si me ponía demasiado ansioso seguramente no duraría demasiado contra esas tres.
Así estuve unos minutos, peleando por mantener a raya mi excitación, cuando por fin escuché el ruido de la puerta abriéndose del otro lado del panel. Los sonidos de siempre llegaban a mis oídos, como si nada hubiera cambiado desde la última vez que estuvimos los cuatro en esa habitación.
Pero era obvio que ya no era lo mismo, la cortina se había abierto y detrás de ella los rostros de mi hermana, de Jessi y de Betty se habían ubicado sobre las que, hasta hace poco tiempo atrás, eran las tres desconocidas que tantos orgasmos me habían provocado con sus bocas.
Con la verga bien al palo pasé por el agujero en el panel para saludar a mis tres clientas favoritas.
Empezaron su rutina igual que siempre, pero en mi cabeza las cosas se sentían como si fuera la primera vez que las atendía. Cada lamida, cada beso en mi glande, cada vez que me metían en una de sus bocas era como si pudiera ver sus rostros sonrientes, agradecidas de recibir una buena verga. Mi verga, para ser más precisos.
Cuando empezaron su pequeña competencia de siempre no pude evitar tratar de adivinar cuál sería la participante que tenía mi pija en su boca en ese momento.
La primera de ellas inició con todo, y luego de varios segundos de esfuerzos, pequeños ruidos de arcadas contenidas, y de sentir cómo su saliva inundaba su boca y bañaba mi verga, ella llegó a tocar el panel con su nariz.
Ya había comenzado a hacer esfuerzos por contener mi orgasmo cuando por fin esa boca empezó a retroceder para liberarme. Estaba tan cerca de mí que incluso pude sentir un poco de aire caliente de mi lado de la habitación cuando resopló al retirar mi verga de su boca. Esa había tenido que ser Clara. Al fin y al cabo había tenido ocasión de practicar en forma privada, mano a mano conmigo.
Las otras dos concursantes hicieron su mejor esfuerzo, pero no lograron igualar el logro de mi hermanita. Desde mi lado aplaudí silenciosamente a mi hermana, felicitándola por su gran esfuerzo.
Una vez finalizada la competencia, se dedicaron a compartir mi verga entre ellas, lamiendo, chupando, masturbándome con sus manos y gimiendo a cada rato.
Mientras volaba de placer gracias a aquellas tres habilidosas bocas, un pensamiento se volvió a cruzar por mi cabeza luego de varios turnos sin aparecer: ¿harían algo entre ellas para excitarse? ¿Qué estarían haciendo las manos que no tocaban mi verga? ¿Ocuparían sus labios en otros lados cuando no me la estaban chupando? ¿En otros cuerpos?
De repente mi mente volvió a tener esas fantasías sexuales de mis épocas de adolescente, donde Betty y Jessi se besaban con pasión en los labios, y en otras regiones también. Sólo que esta vez mi hermana se unía a ese momento lésbico para cubrir de besos y caricias los cuerpos de sus amigas.
Cuando la imagen de Betty y Jessi abriéndose de piernas para darle la bienvenida a la boca de mi hermana se formó en mi cabeza, casi dejo salir todo. Tuve que hacer todo lo posible por abandonar esa idea hasta que fuera el final del turno o iba a vaciar mis huevos antes de tiempo.
En ese momento recordé el motivo por el que solía evitar que mi cabeza se fuera para aquellos lados: era demasiada excitación. Y si encima se trataba de fantasear con mi hermana y sus amigas, mi cabeza se convertía en un circo sexual.
Los últimos minutos fueron una lucha salvaje contra mi instinto por aguantar la llegada del momento apropiado para liberar mi carga. Por suerte, cuando ya estaba por darme por vencido, las tres amigas decidieron que era hora de recibir su premio.
Las manos de Betty o Jessi (las de mi hermana eran demasiado chicas para ser las que me tocaban) empezaron a masturbarme cada vez más rápido. En un último esfuerzo, les di un poco de batalla antes de darme por vencido y entregarles lo que habían venido a buscar.
Unos labios cubrieron mi glande en el momento justo en que el primer chorro abandonó mi verga, y no me soltaron hasta que la última gota me abandonó, con un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
Con el morbo en nivel mil, escuché algunos movimientos y supuse que una vez más las chicas habían decidido compartir el blanco tesoro entre las tres.
Los ruidos de pasos y cosas siendo levantadas del suelo marcaron que se aproximaba el final del turno. Como siempre, mis tres mejores clientas se acercaron para darme los besitos de despedida en el glande, que fueron respondidos con una ligera sacudida de mi verga.
Esperé a que se escuchara el sonido de la puerta cerrándose para retirar mi miembro. Estaba a punto de limpiarme cuando escuché que la puerta se volvía a abrir y un ruido de pasos se oyó del otro lado del panel.
Alguien dio un ligero golpe en el panel como si me estuviera llamando. Suponiendo que sería mi hermana, respondí con un pequeño golpe de mi parte.
-¡Gracias por la lechita Pedrito! ¡Te salió deliciosa!
Los pasos volvieron a oírse y luego escuché el ruido de la puerta del otro lado de la habitación cerrándose. Yo me mantuve parado en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Para cuando salí de la habitación, ya bien arreglado, todavía mi cuerpo parecía moverse de forma automática.
Esa no había sido la voz de mi hermana. Esa había sido la voz de Jessica.
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Nos vamos acercando a momentos más interesantes en la historia.
Gracias por los puntos y comentarios y también a los que siguen la historia desde la sombras.
Hasta el próximo capítulo
32 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte IX)
Solo que demoras mucho en subir el siguiente jajaja
es el retorno del Rey !!!
Sds.