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Ana y su sorpresa

By El Probador

Hace algunos años, me gustaba jugar a juegos de estrategia online y empleaba mucho tiempo en uno en particular. Allí conocí a mucha gente con la que compartía compañerismo y batallas, formando parte de un mismo clan.
Entre todos los miembros de mi clan, había una jugadora que además de ser muy buena en el juego y tenerla como "vecina" de mi ciber-pueblo, en los foros era muy amable y teníamos gustos parecidos, así que me animé a escribirle mensajes privados para conocerla un poco mejor.
Al principio, los mensajes eran los típicos que se mandan en ese tipo de juegos (mensajes para pedir recursos, ayudas con el pueblo, etc), pero pronto empezamos a congeniar y las conversaciones empezaron a tener carácter más personal, como preguntar por nombres reales, profesiones, etc.
Como por aquel entonces la red social por excelencia era el Messenger, un día me animé a pedirle su correo para poder mantener las conversaciones por allí, ya que el juego no era el mejor sitio para hablar de cosas personales. Ella aceptó.
Tardó un par de días en hablarme porque estaba en un viaje de trabajo, pero pasaron los días y lo que empezó como unas tontas conversaciones entre jugadores se convirtió en una relación de amistad cada vez más íntima, pasábamos noches enteras jugando al juego mientras nos comentábamos el día y planes para el verano que estaba cada vez más próximo.
En una de esas conversaciones, le pregunté por su ciudad y resultó que vivíamos relativamente cerca; con el tiempo me di cuenta de que cada vez que hablaba con ella, olvidaba por un rato mis problemas y ella alegraba mis días, nos lo pasábamos muy bien juntos.
Un buen día decidí lanzarme a la piscina y me inventé un supuesto viaje a su ciudad, por temas de trabajo; le dije que si le gustaría que nos viéramos y ella tardó en contestar... tardó lo suficiente como para que me arrepintiera de haber preguntado y le dije que lo olvidara, que no quería hacerla sentir incómoda. Ella me dijo que no estaba acostumbrada a esas cosas y le dije que solamente era tomar un café y que me enseñara algún monumento, que no pretendía pedirle una cita ni nada parecido... solamente conocernos en persona y tener el cachondeo que teníamos cada noche por internet, sin compromiso de ningún tipo porque no quería que se sintiera presionada a quedar conmigo. Parece ser que le gustó la idea y aceptó.
Un mes más tarde me hallaba en su ciudad con la excusa de recoger personalmente un paquete para mi trabajo y quedamos en vernos en una céntrica cafetería; era muy vergonzosa y apenas me había mandado un par de fotos en las que apenas se podían adivinar sus rasgos físicos, más allá de una brillante melena oscura una piel blanca...
Estaba tan nervioso que llegué 15minutos antes a esa cita y me senté en la mesa desde la que mejor se veía la puerta; entraron muchas chicas jóvenes que se parecían a la que yo esperaba, pero ninguna se acercó a mi mesa. Empezaba a pensar que esa mujer era en realidad un hombre que se había reído de mi y que en alguna conversación telefónica que habíamos mantenido, sería su novia o su hermana la que se hacía pasar por dueña de aquel y, cuando me estaba empezando a sentir estúpido, Ana hizo su aparición.
En ese momento me di cuenta de que la mujer que venía hacia mi daba mil vueltas a la de la foto. Ana era morena, con larga melena que caía sobre sus sonrojadas mejillas; sus ojos marrones se clavaron en los míos y me llegaron al alma, mientras sus labios carnosos esbozaron una sonrisa que dejaba entrever una dentadura perfecta. Su cuerpo era escultural, cubierto por unos apretadísimos vaqueros y una camisa blanca cuyos botones superiores iban desabrochados y dejaban bastante a la imaginación... no me creía que semejante monumento se hubiera cruzado en mi camino, ni en mis mejores sueños podría tener a una mujer así.
Ana y su sorpresa

No sabíamos si saludarnos con dos besos o fundirnos en un abrazo, dado el tiempo que llevábamos hablando... optamos por lo segundo.
Aquella tarde fue maravillosa, me enseñó la ciudad y ambos nos dimos cuenta de que nuestra relación iba más allá de conversaciones por internet, hasta que llegó la noche de aquel sábado y por tanto, la hora de cenar.
Me había molestado en buscar un restaurante con buenas referencias y la invité a cenar, luego nos fuimos a tomar unas copas y entre canción y canción, nos acabamos besando... todo ocurría tan deprisa...
La invité a mi habitación en el hotel y ahí fue donde se rompió la magia, ya que me dijo que no podía mantener más la mentira y que no podía venir conmigo. Imaginé que tendría novio y yo solamente era un pasatiempo para esa noche, pero quería estar con ella, así que le dije que por lo menos viniera y sin ningún miedo, me contase toda la verdad tomando la última en mi habitación... si esa amistad tenía que acabar esa noche, al menos que fuera hablando, como dos personas adultas.
Ana dudó unos segundos y al final aceptó venir conmigo.
Por el camino saqué el tema del juego, para no incomodarla, pero al llegar a la habitación, intenté besarla por última vez y me dijo que yo no podía querer a una persona como ella, pues no era como yo creía que era; no lo entendí del todo, pero con la mejor de mis sonrisas, tomé sus manos entre las mías y las besé, diciéndole lo bien que me lo pasaba con ella, lo mucho que me importaba y que, aunque no podía decir si estaba enamorado de ella, sí sabía que esa noche quería pasarla entre sus brazos.
Ella soltó una lágrima, me acarició la mejilla y me besó en la frente, diciéndome que nunca nadie le había dicho nada tan bonito y sincero; yo aproveché la situación y le devolví ese beso, pero en los labios. Aquello se convirtió en un duelo de caricias y lenguas que recorrían bocas y cuellos, dos cuerpos calientes que buscaban caricias, besos, lenguas...
Nos abrazamos y pude sentir su calor; ella se apresuró en quitarme la camiseta y dejar mi pecho al descubierto, acariciando y besando cada poro, mientras yo intentaba en vano desabrochar los botones de su camisa. Me empujó y caí de espaldas sobre la cama, convirtiéndome en espectador de un striptease en el que se quitó la camisa y el sujetador, para acabar tumbada sobre mi y fundirnos en otro largo beso. Acto seguido, me quitó el pantalón y se encontró con un pene erecto que parecía que iba a estallar, lo rozó con sus manos y yo sentí que no tardaría mucho en acabar, así que agarré sus manos y le dije que quería más besos.
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Hábilmente rodé hasta acabar encima de su cuerpo; mi lengua y labios recorrieron cada centímetro de su cuello y sus pechos, jugué a mordisquear y pellizcar aquellos pezones erectos que hacían gemir a aquella mujer y hacer que su espalda se arqueara hasta límites insospechados.
Fue entonces cuando decidí seguir bajando y, entreteniéndome en su plano vientre, desabroché con facilidad el cinturón y el botón que me separaba de sus bragas.
En ese momento, los gemidos cesaron y Ana incorporó rápidamente y puso las manos sobre el pantalón, impidiéndome continuar con mi tarea; yo, que no quería obligarla, me puse de rodillas y le pregunté si estaba bien, si quería continuar, aclarando que ella ponía los límites. En ese momento se echó a llorar y se fue corriendo al baño.
Tardé un rato en reponerme y entender aquella sutil indirecta que me había lanzado antes de empezar a desnudarnos: Ana no era una mujer, al menos, no una mujer completa. Aquello fue un shock para mi, pues nunca me había enfrentado a algo así; fue un cruce de emociones y una lucha interna... una parte de mi no quería continuar con aquello, pero había otra parte que quería amar a esa mujer esa noche.
 
Caminé hasta el baño y llamé a la puerta; como solamente oía sus sollozos, le pedí por favor que abriera la puerta y volviera a la cama, que podíamos hablar como adultos que éramos.
Ella tardó unos segundos en abrir y, sin mirarme a la cara, caminó lentamente y se sentó, aún semidesnuda, al borde de la cama. Yo me puse de rodillas delante de ella y le expliqué que no debía tener miedo. Le dije que yo no sentía atracción por un cuerpo sino por un carácter, una forma de ser que me había vuelto loco, hasta el punto de querer llegar hasta el final. Ana me miró y me besó, empezamos otro juego de caricias que rápidamente volvieron a empalmar mi miembro flácido.
Ana se quitó sus pantalones y pude ver su bulto a través de la tela de sus bragas; aquella imagen fue extraña, pero su extrañeza me producía aún más atracción.
Mientras yo pensaba en lo que estaba viviendo en ese mismo instante, Ana besó mis labios y terminó de desnudarme, lanzándose como una fiera a mi pene, que pedía atenciones. Un solo roce de su lengua me provocó una corriente de placer que sacudió todo mi cuerpo y me apresuré a decirle que no quería terminar tan pronto, petición a la que ella contestó con un beso en los labios y un "no te preocupes mi amor, aún nos queda mucha noche por delante", volviendo a ese trabajo oral que había pausado para atender mi petición.
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Su lengua pasó lentamente por mi glande, haciendo círculos; de pronto, mi pene desapareció en su boca y su poder de succión me provocó escalofríos en todo el cuerpo, se notaba que sabía lo que hacía. Nunca en mi vida había tenido una amante que me diera placer oral como el que Ana me estaba dando, ella subía y bajaba con su lengua, abarcando todo el grosor y longitud de mi herramienta, mientras me miraba fijamente a los ojos y podía ver y sentir cada palpitación, cada escalofrío...
Avisé de mi orgasmo, pero ella me guiñó un ojo y siguió chupando... tuve el orgasmo más intenso de mi vida, soltando tal cantidad de semen que bañé toda su boca y cara, derramándose mi leche sobre sus pechos. Ella tragó sin dudarlo y limpió mi pene hasta dejarlo como los chorros del oro, luego se fue al baño para terminar de limpiarse y yo caí rendido sobre la cama, con una tremenda sonrisa y todavía preguntándome cómo había llegado hasta ahí.
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Cuando Ana volvió, se tumbó a mi lado y me besó con ternura; yo me sentí en la obligación de devolverle aquel favor sexual y volví a la carga con besos y caricias, con mordiscos en los pezones y lamidas en el cuello, mientras que mis manos bajaban lentamente por su cuerpo, hasta rozar, a través de la tela, aquel miembro erecto que pedía a gritos ser liberado.
Ana volvió a pedirme que parase porque no quería verme haciendo algo que no quisiera. Yo fui sincero y le dije que sin prisas, que no estaba acostumbrado a eso, pero que quería intentarlo... poco a poco, pero intentarlo...
Ella sonrió y apartó las manos, así que me puse sobre ella y lentamente la despojé de la única prenda que le quedaba, dejándola completamente desnuda.
Aquella imagen era rara, pero excitante, así que con más curiosidad que miedo, empecé a recorrer su cuerpo desde los pies, acariciando y besando cada poro de su piel, subiendo por cada pierna, hasta que me encontré con ese pene erecto entre mis manos. El tacto era suave, no tenía ni un solo pelo; besé con dulzura a Ana y le susurré que aún no estaba preparado para lamerlo, pero nos colocamos en posición fetal y mientras besaba su cuello, la masturbé lentamente, arrancando pequeños orgasmos.
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Sus hábiles manos buscaron y encontraron mi herramienta, ya erecta y chocando contra su culo. lo acariciaron y en ese momento sentí la necesidad de probar aquel manjar, así que me tumbé sobre ella y la volví a besar, mientras notaba el tacto de nuestros penes y nuestras manos masturbándonos mutuamente.
Bajé por su cuerpo y me encontré de frente con su carne; con mucho tacto pasé mi lengua sobre su glande y probé aquel líquido que al principio me supo raro, pero no era desagradable. Aunque con mucha menos maña que ella, me metí su miembro en mi boca y llevé a cabo mi primera felación, solo que ella no quiso acabar en mi boca y me apartó en el último momento, corriéndose sobre su vientre. Limpió y se tragó de manera muy erótica todo su semen, me besó y me dijo que estaba lista para dar el siguiente paso.
Fue a su bolso y sacó un pequeño tubo de lubricante, el cual dejó sobre la mesita; me dijo para qué servía y yo la atraje hacia mi tirando de su brazo. Colocándola bocabajo y yo sobre su espalda, comencé un juego de lengua en torno a su orificio con el que arranqué más de un gemido, lubriqué con mi saliva todo su agujerito y mis dedos lo fueron abriendo lentamente, sin prisa, acompañados por sus movimientos de pelvis, hasta que acabó colocada a 4 patas, a mi total merced.
Con mucho cuidado y tras ponerme un condón, puse la cabeza de mi pene en la entrada de su ano y penetré. Ana me agarró y me dijo que le dejara hacer, así que obedecí y vi como su cuerpo iba enterrando mi herramienta en su culo, mientras apretaba su esfínter para que notara la fuera de sus músculos en torno a mi pene... era excitante, pronto nos vimos en un frenético vaivén de cuerpos, los dos gritando como animales en celo y masturbándola al tiempo que penetraba con fuerza su culo.
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Entre gritos, me pedía que la avisara antes de correrme, cosa que hice; ella se separó de mi y se giró para recibir gustosa mi segunda descarga de la noche, menos abundante, pero orgasmo de igual intensidad que la anterior. Con toda mi descarga en su boca, tragó y me dijo que si quería probar algo, a lo que accedí; recogió con habilidad las últimas gotas de semen que salían de mi pene y me las entregó con su lengua... era la primera vez que hacía algo así, pero estaba encantado de haberme saltado "mis normas", así que llegué hasta el final y quise que Ana terminase de la misma forma que yo lo había hecho, así que me dispuse a darle placer oral hasta el final... ella gemía y cuando me agarró para separarme, yo seguí succionando y terminó en mi boca... nos fundimos en un largo beso y acto seguido nos abrazamos, frente a frente y con mi cabeza en su pecho, para recuperar las fuerzas de aquella intensa noche de sexo.
 

8 comentarios - Ana y su sorpresa

barnum77
Mmmm...que morbo...
Me gustaría vivir una situación asi
Chicoboniito
Espectacular ! No me la esperaba que venga con sorpresa hasta que volví a leer el título jaja mala mia
sevas2
Muy bueno me calentó 10+
typhlosi
Guau mi fantasia mas grande es una aventura asi
nosferatu84
Excelente.muestra de amor... Muy buen relato
Mtls2257
Me encantó muuuy lindoo
8AJYMMY
wow yo le hubiera dicho si queria ser mi novia.
Cuanto media su pene