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Los pinchazos del erizo

Esta historia sucedió hace siete años

Estaba estudiando y ya llevábamos una buena parte del curso. Había echado el ojo a una compañera, pero como acababa de terminar con su pareja hacía poco mantenía la distancia. Además de que yo tenía 4 años menos que ella (18-22).

Ella no era de la ciudad y no conocía a mucha gente, por otro lado tampoco iba a su lugar natal al estar bastante lejos, por lo que acostumbraba a pasar sola los fines de semana en su piso.

Un sábado por la noche yo salí como cada fin de semana con mis amigos y cuando hacia las 10 acababa de reunirme con ellos me escribió que si tenía algún plan y hacíamos algo. Yo la dije que ahora mismo estaba con mis amigos, pero llevábamos toda la tarde juntos y ya me iba para casa (obviamente quería saber qué íbamos a hacer, y mis amigos ya eran conocedores de la situación y no se lo iban a tomar a mal).

Cuando llamé al telefonillo de su casa ni siquiera respondió, abrió directamente. Y al llegar a la puerta me esperaba sonriente tras de ella.

Entré y la pregunté cómo estaba y ella me dijo que quería que conociera a un nuevo amigo. Acercó una bota y pude ver una cría de europeo que medía poco más que la palma de una mano.

Jugamos un poco en el sofá con el erizo hasta que lo cogió sin darse cuenta y se clavó una espina. Cogió el erizo y lo devolvió a la bota, me acerqué a ver su rostro a ver si estaba bien y levantó la cabeza yendo derecha a mi boca. Frotó su lengua con la mía y al separarnos pude ver cómo se mordía el labio inferior, estaba muy excitada, el erizo ni siquiera la había pinchado.

Volvió a meterme la lengua y yo deslicé los dedos desde su espalda hasta sus gluteos. Lo acaricié sin encontrar ninguna doble textura, por lo que ya miré y vi que no tenía ropa interior debajo. La bajé los pantalones y pude ver su vagina poblada de vello que me estaba llamando, metí la cabeza entre sus piernas y deslicé la lengua. Noté como por dentro su cuerpo se contrajo un instante.

Nos desvestimos y volví a poner la cabeza entre sus piernas pasando de nuevo la lengua e introduciendo suavemente el dedo índice viendo cómo se había abierto un poco más y cómo se iba humedeciendo.

Cuando subí la cabeza la vi mordiéndose de nuevo el labio inferior y con los ojos cerrados, extendí la mano y la agarré un pecho, rodeé con un dedo las areolas del pezón y monté el dedo sobre él cuando lo vi muy duro, acerqué la cabeza hasta él y lo lamí a la vez que escuché su gemido. Con la otra mano me sujeté el miembro y la penetré, empecé muy despacio y cuando avancé el ritmo, seguí agarrándola el pecho pero comencé a lamer el otro.

Un par de minutos después no pudo contener sus gemidos y soltó un grito por lo que entendí que o bien estaba o la quedaba poco, así que di un último arreón hasta correrme.

A lo largo de la noche tuvimos unos cuantos más de esos, más o menos ardientes. El lunes siguiente a la vuelta a las clases hicimos como si nada hubiera pasado, y no volvimos a hacer nada parecido, pero para mí sigue siendo tras siete años, la mejor experiencia sexual que he tenido

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