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Javier nos ayuda (Capítulo 36)

Capítulo 36
 
El lunes desayunamos juntos. Luego, en el aparcamiento nos despedimos de Javier que se iba de viaje.
 
Tuvimos tres días de lo más tranquilo. Mi novia aprovechó para adelantar sus trabajos, apoyándose en el portátil de la empresa. De esa manera, el miércoles ya pudo presentar la propuesta de trabajo al gerente.
 
Cuando llegué a casa, ella me estaba esperando en el salón.
 
-Hola cielo, ¿Qué tal tu día?
 
-Fenomenal, tengo noticias que contarte -me respondió.
 
Nos pusimos un café y unas pastas como hacíamos tantas veces.
 
-Anda cuéntamelo todo jodía -le requerí con una gran sonrisa.
 
-Esta mañana le he presentado al gerente la propuesta que terminé ayer tarde.
 
-¿Y qué le ha parecido?
 
-La verdad es que se quedó un poco asombrado por el nivel de detalle que le proponía. Él creía que iba a presentarle una relación de empresas de marketing y que ellos diseñarían las campañas.
 
Le hice un gesto para que continuara.
 
-Entonces volvió a leer la campaña que he propuesto como base de las que se van a desarrollar, y quedó encantado. En definitiva que me ha aprobado toda la propuesta. Luego estuvimos hablando de los siguientes pasos que vamos a dar y de la incorporación en principio de una secretaria y luego de un controlador de resultados de las campañas. No me puso ninguna pega, solo que para la contratación necesitaba la ayuda del administrador.
 
-¿Le hablaste de Cris?
 
-Solo le dije que tenía la persona ideal para ese puesto y me dijo que tenía carta libre para contratarla.
 
-¿Hablaste con el administrador también?
 
-Sí, esta tarde me he podido reunir con él. La secretaria va a ser la propia chica que me está ayudando estos días.
 
-¿Y Cris?
 
-Le he hablado de ella, le he dicho que sería mi ayudante ideal. También que actualmente está trabajando y que habría que subirle su sueldo para que se venga con nosotros.
 
-¿Y qué te ha contestado?.
 
-Que eso no es ningún problema, que si ella es la persona que me hace falta, que le lleve la última nómina. Me ha preguntado si me parecía bien una subida del treinta por ciento y le he dicho que sí.
 
-¿Has hablado ya con ella?
 
-No, quería contarte todo esto antes de llamarla.
 
-A mi me parece bien. Creo que estás preocupada porque su salida le pueda afectar a la empresa.
 
Ella me miró un poco sorprendida por mi sagacidad.
 
-Pues sí, esa es la mayor preocupación que tengo.
 
-Creo que la debes llamar de inmediato, tengo la seguridad de que le van a exigir los 15 días previos en la empresa. Que sea ella la que decida si acepta el nuevo trabajo.
 
-Vale, -dijo mi chica-, la llamaré ahora mismo.
 
Ella se quedó en el salón y yo me fui a la terraza a llamar a mi amigo Carlos.
 
Cuando regresé al salón siguió hablando con Cris casi media hora más. Por fin finalizó la llamada.
 
-Se ha quedado alucinada -me dijo mi novia-, no se lo podía creer.
 
-¿Y qué te ha dicho del trabajo?
 
-Que acepta encantada, mañana pedirá la liquidación al jefe. También cree que le va a exigir los 15 días que establece la ley, pero a mí me parece bien. En esas dos semanas aprovecharé para poner en marcha las campañas.
 
-Ana cielo, hace unas semanas la vida se nos presentaba con muchos problemas económicos, pero gracias a la ayuda de Javier eso se ha arreglado y muy bien por cierto. Eso merece que lo celebremos, así que ahora nos vamos a poner guapos, cogemos tu cochazo y nos vamos a cenar tú y yo, amor mío, mi cielo, mi vida... -le decía mientras la rodeaba con mis brazos sin parar de darle piquitos en la boca.
 
Enseguida mostró un puchero en la cara, con las lágrimas saltadas en sus preciosos ojos. No le podía decir nada bonito porque enseguida se ponía muy sentimental, por eso algunas veces optaba por expresarme como un animal. Me gustaba cómo me regañaba por lo bruto qué era mientras yo me carcajeaba, en fin, mis tonterías de siempre.
 
Poco después se serenó.
 
-¿No prefieres una pizza y nos vemos una peli?
 
-No putita, te quiero arreglada en una hora -le dije al mismo tiempo que le solté una nalgada.
 
-Hayyy... cabrón que me ha dolido.
 
Mientras ella se duchaba reservé la cena en el mejor restaurante del centro. Les pedí una mesa lo más discreta posible.
 
El restaurante era una maravilla y haciendo caso a mi petición, nos ubicaron en un saloncito donde solo había cuatro mesas. La cena estuvo deliciosa. Al final nuestro camarero nos invitó a un chupito, pero yo le pedí que nos trajera una botella de un buen cava.
 
Ana se quedó un poco extrañada.
 
-Pero Diego, que una botella así nos va a salir por un riñón en este restaurante.
 
-No importa, la ocasión lo merece. ¿Te ha gustado la cena?
 
-Ha sido divina. Pero te conozco metido en un saco y tú ya estás celebrando algo de antemano, ¿No?
 
Ya teníamos las dos copas servidas con el cava delante de nosotros. Entonces me levanté y me saqué la cajita que llevaba en el bolsillo de mi chaqueta. Hinqué mi rodilla derecha delante de ella y abrí la tapadera para mostrarle el anillo de pedida que había en su interior.
 
-Cariño, te quiero más que a mi vida y no quiero que pase un día más sin pedirte que te cases conmigo. Si me dices que sí, me harás el hombre más feliz del universo. Si me dices que no, me tiro a la vía del tren ahora mismo -le dije, la verdad es que un poco bruto, pero bueno así soy yo.
 
Ella se quedó pasmada por la sorpresa. Con lo lista que era, lo bien que me conocía y no se olió lo que le estaba preparando aquella noche.
 
Se llevó las manos a la cara y comenzó a sollozar al tiempo que intentaba sonreír.
 
Las personas que ocupaban las tres mesas restantes, se volvieron todas para mirarnos expectantes por la respuesta de mi novia. Hasta el camarero que se marchaba se paró, quedando más quieto que la mujer de Lot. En el pequeño saloncito se hizo un silencio abrumador.
 
Yo la cogí por las muñecas y le separé las manos de sus ojos para que me pudiera entrever.
 
-¿Me tiro al tren?
 
Ella con un nuevo puchero en la cara negó repetidas veces con gestos muy rápidos de su cabeza.
 
-Ni se te ocurra... prefiero casarme contigo -me respondió, mientras hacía que me levantara para abrazarse a mí con una fuerza terrible.
 
Todos los comensales aplaudieron recuperando la respiración.
 
-¡¡¡Viva los novios!!! -pronunció uno de ellos.
 
-¡¡¡Vivaaaa!!! -respondieron todos, incluido el camarero, arreciando los aplausos.
 
Nosotros nos echamos a reír y les dimos las gracias a todos.
 
Ana sacó un pañuelo y no cesó de secarse las lágrimas sin dejar de sonreírme.
 
-Ya me extrañaba a mí que renunciaras a unas pizzas.
 
Yo solté unas carcajadas.
 
-Hoy era el día y no querrías que te lo hubiera pedido con unas pizzas por delante, ¿No?
 
-Nooo... ha sido todo precioso y esta noche no la voy a olvidar en mi vida. ¿Lo sabes verdad?
 
-Yo tampoco mi vida y ahora lo que quiero es que preparemos la boda para lo más pronto posible. Quiero que seas mi esposa en dos meses.
 
Ella puso cara de sorpresa.
 
-Pero en dos meses va a ser imposible.
 
-Bueno, dos meses y un día todo lo más -le dije.
 
-Anda tonto, si yo lo estoy deseando más que tú. ¡Ah! Y en cuanto lleguemos a casa llamo a la familia.
 
-¿Entonces no vamos a echar un polvo de celebración? -le dije muy bajito.
 
-Primero llamo y después no te vas a librar de lo otro, ¿Qué te creías?
 
Pedimos la cuenta y vino el metre en persona a traérnosla. Nos dijo que el restaurante nos invitaba a la botella de cava. La verdad es que fue un buen detalle.
 
Llegamos a casa y nos fuimos al dormitorio para cambiarnos y ponernos cómodos.
 
No dejábamos de darnos cientos de besos y de abrazarnos. No podíamos expresar de otra manera el amor que nos teníamos. Los dos estábamos muy emocionados.
 
En el salón ella cogió el móvil y habló primero con sus padres y su hermana Lidia. Yo también le di la noticia a mis padres y a mi hermana Isabel, que se empeñó en hablar con Ana. Luego llamó a Cris y aunque yo le pedía que cortara, la conversación duró más de media hora. Al menos me dio tiempo para contárselo a mi amigo Carlos. Al final me puso con ella que me felicitó por la buena nueva.
 
-¿Llamamos a Javier? -me dijo ella.
 
-Mañana se lo decimos, que ahora estará follando con la clienta.
 
-Mira que eres guarro hablando. Igual no está con ella.
 
-Ana que son las doce de la noche. Ese está follando seguro.
 
-Bueno, mañana se lo decimos.
 
Nos fuimos a la cama y echamos uno de nuestros mejores polvos de nuestra relación.
 
A media noche me desvelé y aunque no quería despertarla, al final volvimos a hacer el amor.
 
Por la mañana nos levantamos algo cansados, pero felices por nuestro compromiso.
 
A la salida de nuestros trabajos quedamos en vernos en el mismo centro para ver unos vestidos de novia. Aquello nos entretuvo un poco más de la cuenta. Pero los dos estábamos felices porque nos acercaba más a nuestro deseo de casarnos. Allí mismo pude elegir mi traje de novio.
 
Por la mañana yo me había informado de los trámites para contraer matrimonio civil en el juzgado y ayuntamiento. Tal como le dije a mi novia, en dos meses podríamos estar casados. Nos quedaba por decidir el lugar de la celebración, pero Ana ya lo estaba tratando en su propia empresa que disponía de lugares propios y mucha mano en otros ajenos.
 
-¿Que tal le ha ido a Cris con su jefe? -le pregunté.
 
-Va a tener que estar los 15 días, pero el administrador ya me ha pasado una copia del contrato que le van a hacer. Se la he enviado al móvil para que esté segura de que la vamos a contratar, sí o sí.
 
Íbamos camino a nuestros vehículos cuando recibí una llamada de Javier. Ambos nos paramos en la acera para contestarle.
 
-Hola Javier, ¿Donde estás?
 
-En la casa, pero como no estabais te llamaba por si pasaba algo.
 
-Sí, que pasa, pero algo muy bueno. Vamos para casa y te contamos.
 
-Vale, vale, pues no tardéis que ya estoy intrigado.
 
Ana y yo soltamos unas risas.
 
-Chao, ahora te vemos.
 
Al rato estábamos los dos en el aparcamiento de nuestra casa y subimos a la vez en el ascensor.
 
Javier estaba ya vestido en plan cómodo con su camiseta y su bóxer. Al vernos entrar nos dio un fuerte abrazo a cada uno, aunque a ella lo acompañó de un pico en la boca.
 
-¿A mí no me besas después de tantos días sin vernos? -le dije con una carcajada.
 
-Serás cabrón... -me dijo mientras corría detrás de mí en mi huida hacia el dormitorio.
 
Yo me negaba a que me diera un pico. Los dos caímos en la cama muertos de risa. Ana se echó encima nuestra intentando sujetarme para ayudarle.
 
-Que este tío se ha tomado en serio la broma del beso -le dije a mi prometida entre carcajadas.
 
-Pues no me hubieras provocado.
 
Ellos me agarraron y siguiendo con las risas Javier me dio un pico en la boca.
 
-Puaggg... qué guarro... será cabrón... este tío es de la acera de enfrente -le dije a mi novia.
 
-Pues te jodes, no me lo pidas otra vez que te lo vuelvo a dar.
 
Los tres reíamos hasta que nos dolía el vientre.
 
-Venga, ahora contármelo todo que me tenéis en ascuas.
 
-Que nos casamos en dos meses -le dije de sopetón.
 
-Mira que eres burro, -me dijo ella-, vaya manera de darle la noticia.
 
Él se quedó con la boca abierta como un pasmarote. Yo solté otra carcajada.
 
-¿De verdad? ¿Y como ha sido eso? Venga cabrones, ahora quiero los detalles.
 
Entre los dos le contamos cómo había sido todo aquello desde el principio hasta el final.
 
-¿Y habéis elegido ya el vestido de novia y el traje de novio?
 
-Sí, el vestido es precioso -dijo ella-, a Diego no le he dejado que lo vea.
 
-Yo también he elegido mi traje de novio y mi prometida tampoco lo ha visto.
 
-Joder como suena eso de “mi prometida”, -dijo él con una gran sonrisa.
 
-Pues dentro de dos meses me vas a oír decir “mi esposa”, para que te enteres.
 
-Y a mí “mi marido” -dijo Ana.
 
-Bueno, pero me vais a seguir queriendo, ¿No?
 
-Ya veremos -le dije con una carcajada.
 
-¿Tú que crees? -le dijo ella dándole un beso en la mejilla.
 
Nosotros nos estábamos cambiando y en ese momento nos pillaba vestidos solo con la ropa interior. Las camisetas las teníamos en las manos, pero ya no nos las pusimos. Fue Javier el que se quitó la suya para estar igualado con nosotros.
 
-Diego, ¿Podemos hacer un receso en ésta abstinencia? -casi me imploró él, haciéndome cavilar al dos mil por cien.
 
Interrogué con la mirada a mi prometida que se puso muy seria, creo que esperando mi rechazo, estaba tan expectante como él de mi respuesta.
 
-Vamos a intentarlo, pero si me voy seguid vosotros hasta terminar, ¿Ok? -le respondí haciendo que ambos afirmaran con la cabeza.
 
No duré ni cinco minutos, no podía seguir allí viendo cómo se entregaban los dos desde el primer segundo. Me quedé hasta que vi que ya no había marcha atrás, que no podrían ya parar. Entonces le dí un beso en el hombro a mi prometida, les mostré una sonrisa lo menos forzada que pude a los dos y me fui al salón pronunciando solo dos palabras.
 
-Solo uno -y me fui de la habitación.
 
 ¿Pero qué era lo que me pasaba? No tenía respuesta a eso, después de todo lo que habíamos hecho hasta unos días atrás. Verlos follando me provocó un nudo en la boca del estómago de todo punto insoportable. Si me hubiera quedado un minuto más, estoy seguro que habría vomitado allí mismo. Me puse una copa con algo más de ron de lo que habitualmente solía tomar y me senté en el sofá para beberla relajadamente.
 
Los gemidos de Ana se oían muy bajitos, muy retenidos. Parecía que no quería que yo la oyera, pero poco después se olvidó de todo remilgo, mostrando al mundo el placer que estaba sintiendo con unos gemidos sonoros, potentes, bestiales y mezclados con voces de ambos que no llegué a entender. El clímax sí que se distinguió de todos los sonidos previos, ahora no habían voces, solo unos quejidos muy seguidos, agudos en ella y muy graves en él. Estaba claro que alcanzaron el cenit de tanto placer al unísono. Los quejidos se fueron apagando poco a poco hasta que en el salón se hizo el silencio más absoluto.
 
Por raro que pareciese, ahora me gustaría que se acurrucase contra mí, permitiendo que le diera los quinientos besos que le apaciguara su desasosiego. No me sentía nada incómodo, ni molesto, ni enfadado, en fin que solo necesitaba abrazar a mi novia, decirle lo mucho que la quería, que era la mujer de mi vida. Pero solo había un silencio sepulcral en toda la casa. Esa era la respuesta a todos mis anhelos.
 
Seguí dándole sorbos a mi copa pensando que ya tenía la decisión tomada, era definitivo, aquella sería la última vez, no soportaría otra más. Enseguida sentí cómo hablaban entre ellos otra vez en tono bajo y al momento oí cómo salían de la habitación.
 
-Dúchate tú primero, después lo haré yo -le decía mi prometida.
 
Sentí sus pasos aproximarse al salón y por fin la vi aparecer por el umbral de la puerta. Venía casi dando una carrera para tirarse literalmente a mis brazos. Su rostro mostraba el sufrimiento que sentía por mi ausencia. Su llanto se hizo patente por los sollozos que la sacudían sin cesar, junto con las lágrimas que corrían por su cara, mi cuello y mi espalda. Las mías no se hicieron esperar, tampoco quería ocultarlas pues me hacía un gran bien derramarlas como si de un torrente se tratara.
 
Abrazados suavemente los dos en nuestro bonito salón, sus brazos rodeando mi cuello, los míos rodeando su espalda, nuestras mejillas unidas, nuestras lágrimas mezcladas, queriéndonos y amándonos como dos enamorados sempiternos. Aquello era el Paraíso del que no quería salir en la vida.
 
Vi que Javier hizo un amago de entrar en el salón, pero al vernos de esa manera se dio media vuelta para irse a su dormitorio cerrando inesperadamente la puerta, cosa que casi nunca hacía.
 
Pero hasta estar en la Gloria también tiene caducidad. Los sollozos se habían silenciados, el abrazo se aflojó permitiendo mirarnos a los ojos y poder besarnos amorosamente, como se besan dos personas que no pueden ni quieren evitar la dependencia de la una para con la otra.
 
-¿Estás bien cielo? -me preguntó en un susurro.
 
-Sí mi vida, estoy donde quiero estar siempre, a tu lado amor mío, siempre a tu lado.
 
-Estoy sucia, necesito lavarme por fuera porque por dentro no sé cómo hacerlo -seguía susurrándome.
 
-Estás preciosa por dentro y por fuera, más bonita que nunca, créeme, no te merezco, nunca me podré comparar contigo. Te has echado un novio que es un desastre y está como una cabra, encima te has prometido con él, qué poca cabeza tienes... -le dije con una gran sonrisa, provocando la suya.
 
-Desde luego que más bruto no lo he podido encontrar, pero que sepas que tu brutalidad provoca que te quiera más cada día, no quiero que cambies nunca.
 
Todo nos lo decíamos muy bajito, como si no quisiéramos alterar ese ambiente de complicidad que habíamos establecido entre nosotros dos. Me miraba a los ojos fijamente y algo descubrió en ellos que la puso nerviosa.
 
-¿Qué te ha pasado cariño? ¿Porqué lo has permitido y después te has ido? -siguió otra vez entre susurros.
 
-No lo sé mi amor, pero ya no deseo que vuelvas a tener sexo con él, no lo podría soportar.
 
Su expresión cambió enseguida mostrando una gran preocupación.
 
-¿Y porqué no lo has parado? Deberías haberlo hecho.
 
-Porque tenía que pasar esa prueba, llevo muchos días dándole vueltas a ésto y necesitaba veros de nuevo teniendo sexo aunque fuera una última vez. No te preocupes porque no he sufrido durante vuestro encuentro, ha sido después cuando he tomado la decisión por fin.
 
-Me alegro por ti y por los dos. No quiero más relaciones sexuales que las tuyas. Sabes que lo he disfrutado muchísimo, Javier es un gran amante en la cama, pero hace un momento mientras estaba acabando mi orgasmo, ya pensaba que solo quería volver a tu lado y que me dieras ese abrazo que solo tú sabes darme en esos momentos. Se acabó mi vida, vamos a olvidar todo esto de una vez porque al final no nos traería nada bueno para nosotros.
 
-Te quiero mucho Ana, no sabes lo que me alegra que estés tan decidida como yo, sabía que lo que había entre vosotros era solo sexo, pero dudaba si tú querrías pararlo definitivamente.
 
-Nos lo tenemos que tomar como si eso no hubiera pasado entre nosotros, mañana lo hablaremos con Javier, él lo entenderá.
 
-Va a ser un reto difícil, pero lo vamos a intentar. Me parece bien que lo hablemos mañana mismo. Y ahora vámonos a la cama que es un poco tarde.
 
Nos levantamos para irnos del salón, ella quería darse una ducha y por primera vez deseé que estuviera limpia para mí.
 
Al final nos duchamos los dos, luego cambiamos las sábanas porque la cama estaba echa unos zorros y no quería hacerla mía en ese campo de batalla que me era ajeno.
 
El viernes Javier regresó algo tarde, pero daba tiempo para poder hablar con él. Pedimos comida china para cenar y terminamos como siempre en el salón sentados en nuestro sofá como siempre.
 
Estuvimos hablando de los trabajos de cada uno y otras banalidades, pero al final fue él curiosamente el que sacó el asunto a la palestra.
 
-Diego estoy muy preocupado por lo que ocurrió ayer.
 
-Mira Javier, llevaba muchos días que ni yo mismo sabía lo que me pasaba. ¿Porqué después de tanto sexo entre nosotros tenía ahora esas dudas? Tampoco entendía porqué no sentía celos cuando ella se acostaba contigo. Anoche se me presentaba la oportunidad de intentarlo al menos una vez más, pero no pude Javier, no pude y me tuve que salir de la habitación. Sentado aquí en el salón oía cómo culminabais vuestro encuentro y seguía sin sentir celos, pero entendí que definitivamente no deseaba que volviera a tener relaciones íntimas con nadie más que conmigo.
 
Hice una pausa para tomar un trago de mi copa. Ellos nerviosos hicieron lo mismo. Ana no quiso que fuese yo el único en pronunciarme.
 
-Verás Javier, esta relación ha sido muy extraña desde el principio. Lo que hemos hecho no era muy normal que digamos y si no hubiese sido por Diego, jamás habría ocurrido. La cosa es que mientras lo hacíamos los tres todo ha sido muy morboso y nos lo hemos pasado muy bien, yo la primera ya sabes. Pero estas últimas veces que lo hemos hecho solos he terminado por arrepentirme, sin mi novio no entendía qué estábamos haciendo. Ya no tenía ni morbo ni nada de nada, solo algunos orgasmos con la persona equivocada. Ayer fue la gota que colmó el vaso. Yo me quería morir cuando terminamos de hacerlo y solo quería estar en los brazos de mi chico.
 
Hubo otra pausa y decidí continuar otra vez yo.
 
-Cuando por fin la pude abrazar, ya tenía tomada la decisión de acabar con todo ésto, así se lo hice saber a mi prometida y ella me confesó que no podía estar más de acuerdo conmigo.
 
Otra vez se hizo una nueva pausa, pero ahora era Javier el que debía hablar y así lo hizo.
 
-Estoy de acuerdo con vosotros, tampoco a mí me agradaba la forma en que te ausentabas en nuestros últimos encuentros, incluso llegué a pensar que sentía que te estaba traicionando. Veréis, para mí lo primero es vuestra amistad, también os lo he dicho muchas veces y si os digo la verdad, hasta me siento más relajado sabiendo que eso es lo que vamos a fomentar de aquí en adelante, una gran amistad.
 
Después de toda aquella conversación y las últimas palabras de Javier, los tres estábamos bastante emocionados, así que como si nos hubiésemos puesto de acuerdo los tres nos incorporamos para darnos un fuerte abrazo. Hubo lágrimas que no pudimos aguantar sobre todo porque esta vez sí que estaban justificadas.
 
Unos minutos después repusimos nuestras copas.
 
-Por nuestra amistad -brindé yo.
 
Los tres chocamos nuestras copas para sellar esa amistad que tanto deseábamos conservar. Luego nos echamos unas risas que nos sirvió para relajarnos, necesitábamos hacerlo porque acabábamos de pasar un mal trago.

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