Luego de mucho pelear con mi familia y no soportar más la presión de no tener un espacio tranquilo donde estudiar, decidí irme a vivir a la casa de mi mejor amiga, Mery.
Mery y yo somos amigas desde muy pequeñas y es un año mayor que yo. Desde muy chica noté que Mery era mucho más extrovertida que yo, además de saber hablar y posicionarse socialmente muy bien.
Con el pasar de la adolescencia ambas comenzamos a salir con chicos. La diferencia entre ella y yo es que yo me enamoraba y aspiraba a relaciones "serías" y monogamicas. Nunca entendí porque Mery no sentía nada especial por las personas que frecuentaba. Sin embargo eso no significaba que ella fuera una persona fría, pues nuestra amistad es una de las cosas más fuertes emocionalmente que he vivido.
Cuando ambas empezamos a desprendernos de la escuela para entrar en la universidad, Mery eligió irse pronto de la casa de sus padres, por conflictos similares a los míos. Para poder pagar sus estudios y su nuevo departamento alquilado, decidió empezar a cobrar por sexo. En un principio me enoje mucho con ella, y me preocupé. Mery se veía tranquila y firme en sus decisiones, mientras yo me sentía muy preocupada. Esto produjo silencios. Ambas empezamos a evitar el tema. Ella no me contaba su experiencia, yo no preguntaba.
Así fue hasta el día en que cai a su casa llorando.
-Amiga... Mamá ya no aguanta que estudie humanidades. Dice que no traigo un centavo a la casa y no me ocupo de ayudar en la limpieza lo suficiente... Ayer reprobé por dedicarme a la limpieza del baño cuando no era mi turno. Papá se lo pasa viendo fútbol y rascándose en el sillón.
-Ana querida, siempre lo mismo... No estás cansada de no poder solucionar esta situación?
Claro que estaba cansada de mi situación. Pero no sabía qué hacer al respecto. Muchas veces pensé en alternativas, pero la situación económica en mi país dificultaba mucho la búsqueda laboral.
Esa tarde pasé muchas horas hablando con mi amiga. En algún punto, quizás entre el porro y la cerveza nos sinceramos. Ella me propuso intentar un turno de trabajo sexual. Me comentó que ella podía recomendarme a algun cliente confiable, e incluso pactar una sesión compartida, para que yo aprendiera y no me sintiera tan aterrada de la situación. No sé cómo llegamos a este punto. Solo sé que de pronto estábamos charlando una muy cerca de la otra, y más que pensar en aquel supuesto tercero, pensaba en la idea de compartir con ella.
Lo pensé un par de semanas. Esos días frecuenté la casa de Mery, sin tocar el tema. Sentía mucha vergüenza. Mery se veía tranquila e incluso había empezado a contarme sus experiencias más abiertamente. Yo aprendí a escucharla e incluso naturalizar la situación. Al cabo de unos días al fin acepté la propuesta. ¿Que perdía por un solo intento y con algún hombre que según ella, sería de confianza?. Incluso mi mayor preocupación no era esa. Mis experiencias habían sido siempre heterosexuales, y sentía miedo de enfrentarme al cuerpo de ella, mi amiga, más que al del cliente que tuviéramos.
Pero el día llegó. Un sábado por la tarde llegué a la casa de Mery. La primera pregunta fue que ropa interior traía puesta. Me sentí rara respecto a su pregunta.
Yo traía por debajo un brazier de encaje negro y unas bragas que hacían juego, lo clásico, pero interesante de ver. Mery me comentó que bajo su vestido ceñido y negro se encontraba un sostén rojo oscuro semitransparente y unas bragas también negras, tipo tanga. No pude evitar tener imágenes en mi mente.
Pasadas las 20 hs llegó nuestro cliente. Seba era un cliente habitual de Mery, un hombre de 35 años aproximadamente. Tomamos unas cervezas y yo no entendí algunos chistes internos, además de estar algo tensa. Cuando Mery se levantó a fumar un cigarro en el balcón, él se dirigió a mí y comenzamos a charlar.
-Y hace cuánto te dedicas a esto Ana? Te ves algo tímida, eso me excita, debo admitir.
-Llevo un par de meses en esto, y cada vez le agarro más el gusto...
Mentí para sentirme más segura, aprovechando la confianza que me brindaba las buenas latas de alcohol que ya había tomado. Después de todo estaba empezando a sentirme como si estuviera ligando con algún amigo de los que he frecuentado algunas veces.
Cuando menos lo esperé, Seba estaba besándome, ambos en el sillón, muy cómodamente. Sus manos se aferraban a mi cintura y las mías se enredaron en su cabello. Todo resultaba controlado, sencillo, hasta placentero, pues aquel treintañero no se veía mal.
De pronto sentí como detrás mío en aquel amplio sillón se sentó mi amiga. Ella comenzó a besar mi nuca. Se me erizó la piel completamente. Me puse algo tensa y empecé a sentir muchos nervios.
Ella se acercó a mí oído...
-Tranquila Ana, todo va bien, podemos disfrutarlo y seguir siendo amigas, no va a pasar nada que no quieras.
Mery se levantó y nos tomó de las manos para llevarnos a su cuarto. Su cama grande era muy cómoda para tres personas.
-¿Te parece que hagamos lo de siempre pero entre dos?
-Claro Mery, enseñale a Ana lo que me sabes hacer.
Seba se recostó boca arriba y Mery me empezó a besar la boca. Me sacó la ropa y se sacó su pequeño vestido negro. Luego de eso desabrochó el pantalón de Seba y noté como su miembro brotaba como si hubiera estado aprisionado. Tenía en frente una impresionante erección.
Mery me indicó sentarme sobre Seba y besarlo, mientras ella se dedicaba a lamer semejante palo. Acepté y me dediqué a darle unos buenos besos.
Mientras Seba tomaba mis pechos bajo mi brazier, Mery corrió mi tanguita y comenzó a intercalar lametones a mi coño y al pene de nuestro cliente. Me sentí en la gloria, no creía que recibiría algún pago por esto.
La presión fue subiendo y cuando mis gemidos empezaron a indicar que iba a acabar, Seba se cansó y se levantó.
-El que tiene que acabar acá soy yo pequeñita, me muero por probarte.
Un poco a mi pesar, me dejé hacer, solo quería la lengua de Mery otra vez en mi coño, pero hice lo que el cliente me pedía, me hizo posicionarme en 4 y comenzó a penetrarme suavemente. Mi coño chorreaba...
-Mery, esta amiga tuya es más puta que tú, cuida que no te robe los clientes jaja...
Mery sonrió y abrazó por detrás a nuestro invitado. Mire un minuto para atrás y noté que Mery estaba metiendo su boca por detrás de Seba, lamiéndole con muchas ganas.
-ufff, estoy en la gloria, que pendejas tan ricas!
Seba comenzó a meterla y sacarla con fuerza. Yo no podía sacarme de encima la imagen de mi amiga metiendo su boca en él, deseando que me lo hiciera a mí, me sentía cada vez más mojada...
De repente exploté de placer, al mismo tiempo que mi cliente, que retiró a tiempo su miembro y ensució toda mi espalda.
Quedamos los tres tirados. Me quedé pensando en mi amiga, la cual no acabó.
Cuando Seba se fue, Mery me preguntó muy alegre:
-Que tal estuvo? Viste que no está tan mal? Podemos compartir la ganancia.
-Pues, no estuvo mal, no sabía que fuera algo tan natural... creo que estoy dispuesta a intentarlo, por mi situación económica, claro.
-Jajaja, claro, yo te enseñaré algunas cosas Ana, si quieres. Bueno, en fin. Te bañas primero o voy yo?
-eh, voy primera si no te molesta... Usaré tu baño ...
-no te preocupes, lo que necesites, una toalla, jabón, lo que sea, pídemelo...
Mi baño duró unos 40 minutos, estuve pensando mucho. No pude evitar acabar de nuevo, pensando en todo lo sucedido...
Mery y yo somos amigas desde muy pequeñas y es un año mayor que yo. Desde muy chica noté que Mery era mucho más extrovertida que yo, además de saber hablar y posicionarse socialmente muy bien.
Con el pasar de la adolescencia ambas comenzamos a salir con chicos. La diferencia entre ella y yo es que yo me enamoraba y aspiraba a relaciones "serías" y monogamicas. Nunca entendí porque Mery no sentía nada especial por las personas que frecuentaba. Sin embargo eso no significaba que ella fuera una persona fría, pues nuestra amistad es una de las cosas más fuertes emocionalmente que he vivido.
Cuando ambas empezamos a desprendernos de la escuela para entrar en la universidad, Mery eligió irse pronto de la casa de sus padres, por conflictos similares a los míos. Para poder pagar sus estudios y su nuevo departamento alquilado, decidió empezar a cobrar por sexo. En un principio me enoje mucho con ella, y me preocupé. Mery se veía tranquila y firme en sus decisiones, mientras yo me sentía muy preocupada. Esto produjo silencios. Ambas empezamos a evitar el tema. Ella no me contaba su experiencia, yo no preguntaba.
Así fue hasta el día en que cai a su casa llorando.
-Amiga... Mamá ya no aguanta que estudie humanidades. Dice que no traigo un centavo a la casa y no me ocupo de ayudar en la limpieza lo suficiente... Ayer reprobé por dedicarme a la limpieza del baño cuando no era mi turno. Papá se lo pasa viendo fútbol y rascándose en el sillón.
-Ana querida, siempre lo mismo... No estás cansada de no poder solucionar esta situación?
Claro que estaba cansada de mi situación. Pero no sabía qué hacer al respecto. Muchas veces pensé en alternativas, pero la situación económica en mi país dificultaba mucho la búsqueda laboral.
Esa tarde pasé muchas horas hablando con mi amiga. En algún punto, quizás entre el porro y la cerveza nos sinceramos. Ella me propuso intentar un turno de trabajo sexual. Me comentó que ella podía recomendarme a algun cliente confiable, e incluso pactar una sesión compartida, para que yo aprendiera y no me sintiera tan aterrada de la situación. No sé cómo llegamos a este punto. Solo sé que de pronto estábamos charlando una muy cerca de la otra, y más que pensar en aquel supuesto tercero, pensaba en la idea de compartir con ella.
Lo pensé un par de semanas. Esos días frecuenté la casa de Mery, sin tocar el tema. Sentía mucha vergüenza. Mery se veía tranquila e incluso había empezado a contarme sus experiencias más abiertamente. Yo aprendí a escucharla e incluso naturalizar la situación. Al cabo de unos días al fin acepté la propuesta. ¿Que perdía por un solo intento y con algún hombre que según ella, sería de confianza?. Incluso mi mayor preocupación no era esa. Mis experiencias habían sido siempre heterosexuales, y sentía miedo de enfrentarme al cuerpo de ella, mi amiga, más que al del cliente que tuviéramos.
Pero el día llegó. Un sábado por la tarde llegué a la casa de Mery. La primera pregunta fue que ropa interior traía puesta. Me sentí rara respecto a su pregunta.
Yo traía por debajo un brazier de encaje negro y unas bragas que hacían juego, lo clásico, pero interesante de ver. Mery me comentó que bajo su vestido ceñido y negro se encontraba un sostén rojo oscuro semitransparente y unas bragas también negras, tipo tanga. No pude evitar tener imágenes en mi mente.
Pasadas las 20 hs llegó nuestro cliente. Seba era un cliente habitual de Mery, un hombre de 35 años aproximadamente. Tomamos unas cervezas y yo no entendí algunos chistes internos, además de estar algo tensa. Cuando Mery se levantó a fumar un cigarro en el balcón, él se dirigió a mí y comenzamos a charlar.
-Y hace cuánto te dedicas a esto Ana? Te ves algo tímida, eso me excita, debo admitir.
-Llevo un par de meses en esto, y cada vez le agarro más el gusto...
Mentí para sentirme más segura, aprovechando la confianza que me brindaba las buenas latas de alcohol que ya había tomado. Después de todo estaba empezando a sentirme como si estuviera ligando con algún amigo de los que he frecuentado algunas veces.
Cuando menos lo esperé, Seba estaba besándome, ambos en el sillón, muy cómodamente. Sus manos se aferraban a mi cintura y las mías se enredaron en su cabello. Todo resultaba controlado, sencillo, hasta placentero, pues aquel treintañero no se veía mal.
De pronto sentí como detrás mío en aquel amplio sillón se sentó mi amiga. Ella comenzó a besar mi nuca. Se me erizó la piel completamente. Me puse algo tensa y empecé a sentir muchos nervios.
Ella se acercó a mí oído...
-Tranquila Ana, todo va bien, podemos disfrutarlo y seguir siendo amigas, no va a pasar nada que no quieras.
Mery se levantó y nos tomó de las manos para llevarnos a su cuarto. Su cama grande era muy cómoda para tres personas.
-¿Te parece que hagamos lo de siempre pero entre dos?
-Claro Mery, enseñale a Ana lo que me sabes hacer.
Seba se recostó boca arriba y Mery me empezó a besar la boca. Me sacó la ropa y se sacó su pequeño vestido negro. Luego de eso desabrochó el pantalón de Seba y noté como su miembro brotaba como si hubiera estado aprisionado. Tenía en frente una impresionante erección.
Mery me indicó sentarme sobre Seba y besarlo, mientras ella se dedicaba a lamer semejante palo. Acepté y me dediqué a darle unos buenos besos.
Mientras Seba tomaba mis pechos bajo mi brazier, Mery corrió mi tanguita y comenzó a intercalar lametones a mi coño y al pene de nuestro cliente. Me sentí en la gloria, no creía que recibiría algún pago por esto.
La presión fue subiendo y cuando mis gemidos empezaron a indicar que iba a acabar, Seba se cansó y se levantó.
-El que tiene que acabar acá soy yo pequeñita, me muero por probarte.
Un poco a mi pesar, me dejé hacer, solo quería la lengua de Mery otra vez en mi coño, pero hice lo que el cliente me pedía, me hizo posicionarme en 4 y comenzó a penetrarme suavemente. Mi coño chorreaba...
-Mery, esta amiga tuya es más puta que tú, cuida que no te robe los clientes jaja...
Mery sonrió y abrazó por detrás a nuestro invitado. Mire un minuto para atrás y noté que Mery estaba metiendo su boca por detrás de Seba, lamiéndole con muchas ganas.
-ufff, estoy en la gloria, que pendejas tan ricas!
Seba comenzó a meterla y sacarla con fuerza. Yo no podía sacarme de encima la imagen de mi amiga metiendo su boca en él, deseando que me lo hiciera a mí, me sentía cada vez más mojada...
De repente exploté de placer, al mismo tiempo que mi cliente, que retiró a tiempo su miembro y ensució toda mi espalda.
Quedamos los tres tirados. Me quedé pensando en mi amiga, la cual no acabó.
Cuando Seba se fue, Mery me preguntó muy alegre:
-Que tal estuvo? Viste que no está tan mal? Podemos compartir la ganancia.
-Pues, no estuvo mal, no sabía que fuera algo tan natural... creo que estoy dispuesta a intentarlo, por mi situación económica, claro.
-Jajaja, claro, yo te enseñaré algunas cosas Ana, si quieres. Bueno, en fin. Te bañas primero o voy yo?
-eh, voy primera si no te molesta... Usaré tu baño ...
-no te preocupes, lo que necesites, una toalla, jabón, lo que sea, pídemelo...
Mi baño duró unos 40 minutos, estuve pensando mucho. No pude evitar acabar de nuevo, pensando en todo lo sucedido...
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