Capítulo 5
Ana estaba en el salón hablando con su hermana cuando entramos nosotros.
-¿Queréis una copa? Les dije y asintieron.
Preparé tres copas y nos sentamos Javier y yo en el sofá mientras ella estaba de pie en la puerta de la terraza finalizando la conversación, luego se vino con nosotros.
-Le he contado a Lidia las novedades pues como todo ha sido tan rápido no le había dicho nada todavía. Tengo que llamar a Isa para decírselo también, porque tú eres un negado para hablar con ella, -después mirando a Javier le aclaró-, Lidia es mi hermana e Isabel la de Diego.
Luego se fue a sentar y le dejamos un hueco entre Javier y yo para que lo hiciera entre los dos.
-Ya tiene Javier aparcamiento -le dije para romper un poco el hielo, después de lo que nos pasó en el coche a la salida del restaurante-, en nuestro buzón dejará el propietario el mando a distancia.
-Que bien, ya estás integrado del todo en el complejo -dijo ella dirigiéndose a él.
-Todo marcha sobre ruedas, casi no me lo puedo creer -suspiró.
-Gracias por la invitación que no te habíamos dicho nada -le dije yo.
-Ha sido un placer poder comer con vosotros y el postre ha sido lo mejor, -nos miró sonriendo.
-Eso ha sido una locura que no se va a repetir -le respondió ella.
-Pero si nos hemos portado bien, solo hemos mirado y ya está -dijo Javier-, además porqué no vas a repetir, nos prometiste hacerlo en casa.
-¿Pero tú has visto lo atrevido que es? -me dijo mi novia.
-Lleva razón Ana, dijiste que en casa lo harías y es verdad que no te ha tocado, solo con un dedo la solapa de la camisa -le respondí.
-Pues ese dedo me ha tocado la teta por dentro listillo.
-Solo te rocé con la uña del dedo índice -dijo Javier-, por cierto que no lo voy a lavar en una semana.
-Qué asco -dijo ella-, se te va a podrir.
Seguíamos con el buen rollo y no estábamos nada tensos. Yo tenía un semi empalme por lo que allí se estaba cociendo, pero por otro lado, no estaba ni celoso ni preocupado.
-¿Entonces nos vas a enseñar otra vez las tetas? -le preguntó él.
-Oye que yo no os he enseñado las tetas, solo el sujetador.
-Vale, entonces el sujetador.
-¿El sujetador qué? -preguntó ella.
-Que le enseñes el sujetador a Diego y yo miro un poco.
-Tendrás cara, yo no he dicho que lo voy a enseñar, además a mi novio se lo enseño todos los días.
-Joder Diego ¿Y como son esas tetas?
-Pues dos tetas enormes y preciosas con grandes pezones y unas areolas muy bonitas.
-Pero mira que eres guarro, eso no lo cuenta un novio a un amigo.
-Pero Ana si eso no es ni tocar, ni ver, ni nada, claro que si no te atreves a enseñarlas...
-Que no os voy a enseñar las tetas, mira os desabrocho otra vez los dos botones y ya está.
-Vale algo es algo, menos da una piedra.
-¿Os parece poco?
-¿Y tú mamonazo no dices nada ni me defiendes? -me dijo.
-Claro si ya le he dicho como son tus tetas para que no se las tenga que enseñar, pero vamos que si quieres, tú misma.
-Que yo no quiero. Ufff... con vosotros no hay quien pueda -dijo poniendo un gesto de resignación mirando para el techo.
Se desabrochó el primer botón y le mostró el escotazo a Javier primero y luego a mí.
-Joder Ana que espectáculo estas tetazas -dijo Javier mientras el bulto que tenía en su pantalón comenzó a crecer a ojos vista y mi polla hacía lo propio en el mío.
Sus piernas estaban muy juntas y ninguno de los dos se apartaba.
-¿Os gustan? -le decía mi novia mostrándoselas solo a él.
-Me encantan, pero falta otro botoncito. ¿Lo puedo desabrochar yo?
-Que va, no seas golfo, venga lo hago yo, lo ves y me voy -le dijo directamente a él y se desabrochó el tercer botón.
Luego hizo como en el coche, se agarró con las dos manos la camisa y le mostró todo el sujetador. El paquete de Javier mostraba una tienda de campaña que Ana no podía ignorar, viendo yo como se ponía algo nerviosa.
Él tenía intención de seguir con aquel juego que aportaba mucho morbo, aunque también algo de agobio en mi novia, por lo que decidí cortar aquello y dejarlo para otro momento.
-Anda cielo, vamos al dormitorio a echar una siesta, nos vemos en un rato -le dije a Javier con una sonrisa para relajar un poco su sorpresa por mi salida.
La cogí de la mano y se incorporó con todo el sujetador al aire libre reventando aquella camisa que no lo podía abarcar, luego tiré de ella hacia nuestro dormitorio.
Cuando entramos, cerré la puerta y la abracé muy fuerte.
-Te quiero cielo. No te agobies, relájate mi vida no ha sido nada, no ha ocurrido nada mi amor -le decía mientras la besaba muy suavemente como correspondía en esa situación-, te quiero mucho, abrázame fuerte.
Ella se abrazaba a mí con más fuerza si podía ser y noté como gemía en mi cuello y sus lágrimas resbalaban hacia mi espalda.
-Ya... ya... tranquila amor mío, no llores que sabes que yo no aguanto mucho si te veo así -le decía mientras le daba palmaditas en su espalda.
Entonces paró de gemir, y poco a poco echó hacia atrás su cabeza para mirarme a los ojos. Al ver que tenían las lágrimas saltadas, me sonrió abrazándome de nuevo, cambiando su llanto por risas descontroladas y al final terminamos riendo los dos a carcajadas limpias.
Me la llevé a la cama cayendo los dos sobre ella muy abrazados, luego me puse encima y me retiré un poco para observar aquella vista con la camisa abierta tal como quedó en el salón. ¡Qué morbo tenía aquello! Entonces le desabroché el siguiente y los dos últimos y le retiré totalmente la camisa hacia los lados, dejando su torso al aire y viendo ya todo el sujetador hasta que se perdía por detrás de su espalda.
-Sabes que la próxima vez no te voy a salvar. ¿Te vas a mostrar así?
Ella decía que no con la cabeza y una expresión muy seria.
-¿No? -le dije metiendo una mano por dentro de una de las copas sacando la teta.
-¿Y así? ¿Se la vas a enseñar así? ¿Has visto como le pones la polla? ¿Has visto como está loco por follarte?
Sus gestos eran mecánicos y seguían con el no. Entonces la giré lo suficiente para desabrochar el sujetador y lo arrastré hacia adelante sacándolo del todo dejando desnudas las tetas, con mis manos encima de ellas apretándolas.
-Así, ¿Sí?
Y sin esperar respuesta me incliné para chupar los pezones, su cuello y por último su boca con un beso con las lenguas entrelazadas de lo más guarro que pude darle.
Ella se dejaba hacer, hasta que me echó los brazos a la espalda tirando de mi camisa para sacarla del pantalón. Me incorporé y me la saqué por la cabeza, luego nos terminamos de desnudar cada uno así mismo. Entonces volvió a ponerse boca arriba. Yo me eché encima para clavársela hasta los huevos de un empellón, sin ninguna dificultad por lo mojada que estaba. En pocos minutos los dos nos corrimos al mismo tiempo como solíamos procurar siempre que echábamos un polvo.
Nos quedamos un buen rato abrazados hasta que nuestra respiración se normalizó. Después me dejé caer a su lado soltando unas risitas.
-Vaya polvo que hemos echado.
Ella me acariciaba la cara, el cuello y el hombro medio girada hacia mi.
-Sí, pero solo he pensado en ti mi amor.
-Te juro que yo también a partir de desnudarnos, antes tenía la polla muy dura pensando lo que habíamos hecho en el salón y lo dura que se le puso la polla a Javier. ¿Se la viste?
-Claro, para no verlo, lo tenía delante de mí.
-Parecía muy grande, ¿No? -le pregunté.
-Por el bulto que tenía no podía ser pequeña.
-Te vi un poco colapsada y por eso te traje al dormitorio. ¿Me equivoqué? ¿Era excitación?
-No lo sé, pero no estoy preparada para esas cosas. Ahora creo que ibas en serio cuando me decías que quieres que otro me folle.
-No vayas a creer que estoy tan seguro de eso, lo que sí te puedo decir es que cogí un calentón tremendo.
-¿Te pusiste celoso viendo lo que estábamos haciendo y lo que me decía Javier?
-No, de veras que no, hasta lo pensé pero no sentí celos, solo morbo porque aquello siguiera adelante.
-Diego te juro que no estoy preparada, deja que poco a poco vayamos avanzando, pero todavía no quiero hacerlo. Necesito que pongas un poco de freno a eso hasta que yo misma te lo pida.
-Ok, sé que vas a follar con él, pero no quiero que lo hagas hasta que tu cuerpo se rinda a la evidencia.
-Anda vamos a dormir un rato -me dijo ella volviéndose de espaldas a mí y pegándose para que la abrazara desde detrás.
Capítulo 6
Me levanté un poco después que ella se durmiera, me vestí de forma informal y me fui al salón con el móvil para ver los correos y todas las notificaciones que eran muchas.
-Hola Diego -me sorprendió Javier pues creí que estaría en su habitación.
-Hola Javier, Ana se ha quedado dormida y venía a sentarme un rato aquí al salón.
-¿Cómo estáis? -me dijo algo preocupado-, creo que antes me pasé un poco y te pido perdón por ello, no volverá a pasar
-Yo estoy bien, Ana estaba un poco agobiada y preferí llevármela para que se relajara. Eso es todo.
-Ya, en cuanto la vea le pediré disculpas, la verdad es que es una gran mujer y yo un gilipollas.
-Joder no te culpes más, ya lo he hablado con ella y simplemente ha sido algo para lo que no está preparada, dale tiempo y ya veremos como se suelta un poco más.
-¿Tú no te has agobiado verdad? -me dijo, cuando en realidad me estaba preguntando si yo estaba de acuerdo con aquel juego y hasta donde llegaría a dejarle hacer.
-No me he agobiado, pero no sé hasta donde puedo llegar sin que me agobie. Solo te digo que cualquier avance se tiene que hacer en mi presencia, de otra manera lo consideraría una grave traición.
-No te preocupes que jamás haré algo que te incomode lo más mínimo, solo te lo decía porque creí que estabas de acuerdo en lo que le pedía a Ana.
-Sí, ya te digo, puedes seguir con tus avances pero muy poco a poco y siempre que los dos te dejemos avanzar. Que te pare en algún momento no quiere decir que no puedas volver a intentarlo más tarde si las condiciones son más propicias, ya sabes.
-Claro, ¿Bueno pues que hacemos esta noche?
-No sé, a ver que nos dice Ana cuando se levante, donde prefiere cenar y si sigue con ganas de ir a la disco.
-Sí, mejor que decida ella -me respondió.
-Otra cosa Javier, ¿Piensas traerte tus ligues aquí?
-Solo si me lo autorizáis, puede que alguna vez traiga una chica, si no lo veis conveniente me iré a un hotel.
-Mira por nosotros no te cortes, cuando quieras traerte una chica, lo puedes hacer siempre que no sea un desmadre, vengáis muy bebidos, o sea demasiado frecuente.
-Entiendo lo que quieres decir y no te preocupes que eso no va a pasar. Si traigo una chica será para pasar la noche con ella y ya está.
Quedamos los dos en silencio un buen rato mientras mirábamos el contenido de nuestros móviles.
-¿Diego se podría poner otra puerta en la entrada de tu dormitorio? Es posible que necesitemos una ducha después de echar un polvo, pero no podemos entrar si vosotros estáis durmiendo.
-Lo comentamos con Ana luego. A mí me parece razonable.
-Por supuesto los gastos correrían por mi cuenta -me propuso.
-Ok, gracias.
Terminé con el móvil y me fui a la terraza a darle un poco a los pedales. Allí estuve un buen rato escuchando la música con mis auriculares, hasta que sentí la voz de Ana que me llamaba. Me liberé de ellos porque no oía lo que me decía.
-¿Perdona qué me decías? -le pregunté.
-Que te vengas al salón que vas a coger frío en la terraza.
La verdad es que estaba anocheciendo y se había levantado un aire muy frío, aunque yo sudaba un poco con tanto pedaleo.
-Vale, voy.
Entré al salón y ellos estaban sentados en el sofá riéndose.
-Vaya siesta que has echado.
-Estaba muy cansada porque anoche dormí muy poco con los nervios por lo del alquiler de la habitación y todo eso.
-Ana antes de nada quiero pedirte disculpas porque creo que me he pasado tres pueblos contigo. Ya me he disculpado con Diego y os prometo que eso no va a ocurrir nunca más.
-Bueno pero tampoco me has forzado a que te enseñara el sujetador, no creo que tenga ninguna importancia.
-No te he forzado pero ha llegado un momento en que te has sentido incómoda con mis peticiones.
-Sí, me he sentido un poco agobiada porque nunca he hecho una cosa así, pero no pasa nada. Si quieres te lo enseño otra vez, para que veas que ya no me agobio y te quedas más tranquilo, ¿Te importa cielo? -me preguntó con una mirada algo pícara.
-Si es por tranquilizarle no me importa -le respondí.
Entonces ella se incorporó un poco en el sofá y cogiendo su camiseta por los bordes, la subió hasta sobrepasar su sujetador. Aquello era para morirse, el sujetador ya no era el mismo, este era rojo y tenía encajes en los bordes que le hacían un pecho precioso, sus pezones otra vez estaban durísimos y muy cerca de esos encajes, las areolas sí que lo sobrepasaban. Después de unos segundos dejo caer nuevamente la camiseta y nos miró con una gran sonrisa.
-¿Veis? Ni estoy agobiada, ni me habéis forzado a nada. En la playa podéis verme en topless y tampoco me agobio.
-Ufff... Ana ahora el agobiado soy yo -nos dijo mientras ponía sus manos encima de su paquete justo al lado de mi novia.
Nosotros dos soltamos una risitas.
-¿Qué te ha parecido? -le requirió ella.
-No sé, si te digo la verdad con la sorpresa no he tenido tiempo de fijarme apenas.
-Quítate la camiseta y le dejas que lo vea bien el rato que quiera -le dije.
-¿Tú también quieres que me la quite?
-Solo si tú te sientes bien y porque Diego te lo ha pedido.
-Quítamela tú -le dijo poniendo sus brazos en alto y él no se hizo de rogar ni un segundo.
-¿Lo ves bien ahora? -le dijo ella acercándose algo más a él.
El seguía con la camiseta en la mano derecha, por lo que su paquetón ya no estaba tapado. Mi novia lo podía apreciar con toda claridad por lo juntos que estaban sentados.
-Perfecto -le respondió-, lo veo perfecto, tienes unos pechos preciosos y las areolas muy bonitas.
-¿Sí? -dijo ella mientras levantaba un poco los encajes que cubrían parte de las mismas mostrando casi los propios pezones-, ¿También te gustan?
-Claro -dijo Javier tragando saliva, como lo delataba su nuez que subía y bajaba. Al mismo tiempo mostraba una tienda de campaña donde se podía apreciar su glande redondeado en la punta del pantalón. El cabrón estaba bien armado.
Ella seguía con los encajes levantados por sus manos y en un momento los levantó un poco más durante un par de segundos, lo suficiente para que él pudiera ver de refilón los pezones.
-Joder Ana, me estás poniendo muy malito.
-Ya lo veo, ¿Te crees que no lo he visto? Anda ponme la camiseta y vete a darte una ducha fría a ver si se te baja eso -le dijo con una sonrisa.
-Me parece que voy a tener que tomar medidas más drásticas, -dijo él con otra sonrisa mientras le volvía a poner la camiseta.
-Qué desperdicio, igual en la discoteca te ligas una chica.
-La verdad no quiero ligar con una chica. Ahora no me apetece ninguna chica, bueno me voy a la ducha.
-Espera ahora te toca.
-¿Qué? -preguntó como si no se hubiera enterado.
-Pues te bajas el pantalón y nos muestras tus atributos con el bóxer puesto, igual que he hecho yo con los míos.
Javier me miró como pidiéndome permiso y asentí con la cabeza, luego se puso delante de Ana para aflojarse el cinturón del pantalón, bajarse la cremallera y dejarlos caer al suelo quedándose solo con el bóxer y aquel capullo que ahora sí marcaba perfectamente un gran empalme.
Él se metió la mano dentro del bóxer y agarrando la polla la puso mirando hacia arriba. Luego la soltó, quedando parte del glande sobresaliendo por la cinturilla. Después, con las dos manos apretó un poco el bóxer en los dos lados de su polla, quedando totalmente dibujado el pollón que gastaba el cabrón.
Ella no perdía puntada y hasta se incorporó un poco más para ver lo que sobresalía por arriba.
-Baja un poco más la cinturilla -le pidió y él la bajó mostrando casi la polla entera-, vale, vale ya te puedes duchar.
Ahora estaba arrebolada pero no de agobio, sino de morbo y placer. Él no se iba, seguía allí mostrando aquella polla unos centímetros más larga que la mía y algo más gruesa también con un glande muy alargado como si fuera una prolongación del tronco.
-Si Diego lo permite lo puedes tocar.
Ella me miró con la cara llena de lujuria y yo asentí. Se volvió a girar hacia él y elevó su mano derecha para agarrarlo por el tronco y allí estuvo unos segundos mientras le pajeaba muy despacio, luego lo soltó y se echó más hacia mi lado sin dejar de mirar aquella polla.
Javier comprendió que aquello se había terminado, se subió los pantalones y se fue a su cuarto.
-Con vuestro permiso me voy a duchar.
Ana estaba en el salón hablando con su hermana cuando entramos nosotros.
-¿Queréis una copa? Les dije y asintieron.
Preparé tres copas y nos sentamos Javier y yo en el sofá mientras ella estaba de pie en la puerta de la terraza finalizando la conversación, luego se vino con nosotros.
-Le he contado a Lidia las novedades pues como todo ha sido tan rápido no le había dicho nada todavía. Tengo que llamar a Isa para decírselo también, porque tú eres un negado para hablar con ella, -después mirando a Javier le aclaró-, Lidia es mi hermana e Isabel la de Diego.
Luego se fue a sentar y le dejamos un hueco entre Javier y yo para que lo hiciera entre los dos.
-Ya tiene Javier aparcamiento -le dije para romper un poco el hielo, después de lo que nos pasó en el coche a la salida del restaurante-, en nuestro buzón dejará el propietario el mando a distancia.
-Que bien, ya estás integrado del todo en el complejo -dijo ella dirigiéndose a él.
-Todo marcha sobre ruedas, casi no me lo puedo creer -suspiró.
-Gracias por la invitación que no te habíamos dicho nada -le dije yo.
-Ha sido un placer poder comer con vosotros y el postre ha sido lo mejor, -nos miró sonriendo.
-Eso ha sido una locura que no se va a repetir -le respondió ella.
-Pero si nos hemos portado bien, solo hemos mirado y ya está -dijo Javier-, además porqué no vas a repetir, nos prometiste hacerlo en casa.
-¿Pero tú has visto lo atrevido que es? -me dijo mi novia.
-Lleva razón Ana, dijiste que en casa lo harías y es verdad que no te ha tocado, solo con un dedo la solapa de la camisa -le respondí.
-Pues ese dedo me ha tocado la teta por dentro listillo.
-Solo te rocé con la uña del dedo índice -dijo Javier-, por cierto que no lo voy a lavar en una semana.
-Qué asco -dijo ella-, se te va a podrir.
Seguíamos con el buen rollo y no estábamos nada tensos. Yo tenía un semi empalme por lo que allí se estaba cociendo, pero por otro lado, no estaba ni celoso ni preocupado.
-¿Entonces nos vas a enseñar otra vez las tetas? -le preguntó él.
-Oye que yo no os he enseñado las tetas, solo el sujetador.
-Vale, entonces el sujetador.
-¿El sujetador qué? -preguntó ella.
-Que le enseñes el sujetador a Diego y yo miro un poco.
-Tendrás cara, yo no he dicho que lo voy a enseñar, además a mi novio se lo enseño todos los días.
-Joder Diego ¿Y como son esas tetas?
-Pues dos tetas enormes y preciosas con grandes pezones y unas areolas muy bonitas.
-Pero mira que eres guarro, eso no lo cuenta un novio a un amigo.
-Pero Ana si eso no es ni tocar, ni ver, ni nada, claro que si no te atreves a enseñarlas...
-Que no os voy a enseñar las tetas, mira os desabrocho otra vez los dos botones y ya está.
-Vale algo es algo, menos da una piedra.
-¿Os parece poco?
-¿Y tú mamonazo no dices nada ni me defiendes? -me dijo.
-Claro si ya le he dicho como son tus tetas para que no se las tenga que enseñar, pero vamos que si quieres, tú misma.
-Que yo no quiero. Ufff... con vosotros no hay quien pueda -dijo poniendo un gesto de resignación mirando para el techo.
Se desabrochó el primer botón y le mostró el escotazo a Javier primero y luego a mí.
-Joder Ana que espectáculo estas tetazas -dijo Javier mientras el bulto que tenía en su pantalón comenzó a crecer a ojos vista y mi polla hacía lo propio en el mío.
Sus piernas estaban muy juntas y ninguno de los dos se apartaba.
-¿Os gustan? -le decía mi novia mostrándoselas solo a él.
-Me encantan, pero falta otro botoncito. ¿Lo puedo desabrochar yo?
-Que va, no seas golfo, venga lo hago yo, lo ves y me voy -le dijo directamente a él y se desabrochó el tercer botón.
Luego hizo como en el coche, se agarró con las dos manos la camisa y le mostró todo el sujetador. El paquete de Javier mostraba una tienda de campaña que Ana no podía ignorar, viendo yo como se ponía algo nerviosa.
Él tenía intención de seguir con aquel juego que aportaba mucho morbo, aunque también algo de agobio en mi novia, por lo que decidí cortar aquello y dejarlo para otro momento.
-Anda cielo, vamos al dormitorio a echar una siesta, nos vemos en un rato -le dije a Javier con una sonrisa para relajar un poco su sorpresa por mi salida.
La cogí de la mano y se incorporó con todo el sujetador al aire libre reventando aquella camisa que no lo podía abarcar, luego tiré de ella hacia nuestro dormitorio.
Cuando entramos, cerré la puerta y la abracé muy fuerte.
-Te quiero cielo. No te agobies, relájate mi vida no ha sido nada, no ha ocurrido nada mi amor -le decía mientras la besaba muy suavemente como correspondía en esa situación-, te quiero mucho, abrázame fuerte.
Ella se abrazaba a mí con más fuerza si podía ser y noté como gemía en mi cuello y sus lágrimas resbalaban hacia mi espalda.
-Ya... ya... tranquila amor mío, no llores que sabes que yo no aguanto mucho si te veo así -le decía mientras le daba palmaditas en su espalda.
Entonces paró de gemir, y poco a poco echó hacia atrás su cabeza para mirarme a los ojos. Al ver que tenían las lágrimas saltadas, me sonrió abrazándome de nuevo, cambiando su llanto por risas descontroladas y al final terminamos riendo los dos a carcajadas limpias.
Me la llevé a la cama cayendo los dos sobre ella muy abrazados, luego me puse encima y me retiré un poco para observar aquella vista con la camisa abierta tal como quedó en el salón. ¡Qué morbo tenía aquello! Entonces le desabroché el siguiente y los dos últimos y le retiré totalmente la camisa hacia los lados, dejando su torso al aire y viendo ya todo el sujetador hasta que se perdía por detrás de su espalda.
-Sabes que la próxima vez no te voy a salvar. ¿Te vas a mostrar así?
Ella decía que no con la cabeza y una expresión muy seria.
-¿No? -le dije metiendo una mano por dentro de una de las copas sacando la teta.
-¿Y así? ¿Se la vas a enseñar así? ¿Has visto como le pones la polla? ¿Has visto como está loco por follarte?
Sus gestos eran mecánicos y seguían con el no. Entonces la giré lo suficiente para desabrochar el sujetador y lo arrastré hacia adelante sacándolo del todo dejando desnudas las tetas, con mis manos encima de ellas apretándolas.
-Así, ¿Sí?
Y sin esperar respuesta me incliné para chupar los pezones, su cuello y por último su boca con un beso con las lenguas entrelazadas de lo más guarro que pude darle.
Ella se dejaba hacer, hasta que me echó los brazos a la espalda tirando de mi camisa para sacarla del pantalón. Me incorporé y me la saqué por la cabeza, luego nos terminamos de desnudar cada uno así mismo. Entonces volvió a ponerse boca arriba. Yo me eché encima para clavársela hasta los huevos de un empellón, sin ninguna dificultad por lo mojada que estaba. En pocos minutos los dos nos corrimos al mismo tiempo como solíamos procurar siempre que echábamos un polvo.
Nos quedamos un buen rato abrazados hasta que nuestra respiración se normalizó. Después me dejé caer a su lado soltando unas risitas.
-Vaya polvo que hemos echado.
Ella me acariciaba la cara, el cuello y el hombro medio girada hacia mi.
-Sí, pero solo he pensado en ti mi amor.
-Te juro que yo también a partir de desnudarnos, antes tenía la polla muy dura pensando lo que habíamos hecho en el salón y lo dura que se le puso la polla a Javier. ¿Se la viste?
-Claro, para no verlo, lo tenía delante de mí.
-Parecía muy grande, ¿No? -le pregunté.
-Por el bulto que tenía no podía ser pequeña.
-Te vi un poco colapsada y por eso te traje al dormitorio. ¿Me equivoqué? ¿Era excitación?
-No lo sé, pero no estoy preparada para esas cosas. Ahora creo que ibas en serio cuando me decías que quieres que otro me folle.
-No vayas a creer que estoy tan seguro de eso, lo que sí te puedo decir es que cogí un calentón tremendo.
-¿Te pusiste celoso viendo lo que estábamos haciendo y lo que me decía Javier?
-No, de veras que no, hasta lo pensé pero no sentí celos, solo morbo porque aquello siguiera adelante.
-Diego te juro que no estoy preparada, deja que poco a poco vayamos avanzando, pero todavía no quiero hacerlo. Necesito que pongas un poco de freno a eso hasta que yo misma te lo pida.
-Ok, sé que vas a follar con él, pero no quiero que lo hagas hasta que tu cuerpo se rinda a la evidencia.
-Anda vamos a dormir un rato -me dijo ella volviéndose de espaldas a mí y pegándose para que la abrazara desde detrás.
Capítulo 6
Me levanté un poco después que ella se durmiera, me vestí de forma informal y me fui al salón con el móvil para ver los correos y todas las notificaciones que eran muchas.
-Hola Diego -me sorprendió Javier pues creí que estaría en su habitación.
-Hola Javier, Ana se ha quedado dormida y venía a sentarme un rato aquí al salón.
-¿Cómo estáis? -me dijo algo preocupado-, creo que antes me pasé un poco y te pido perdón por ello, no volverá a pasar
-Yo estoy bien, Ana estaba un poco agobiada y preferí llevármela para que se relajara. Eso es todo.
-Ya, en cuanto la vea le pediré disculpas, la verdad es que es una gran mujer y yo un gilipollas.
-Joder no te culpes más, ya lo he hablado con ella y simplemente ha sido algo para lo que no está preparada, dale tiempo y ya veremos como se suelta un poco más.
-¿Tú no te has agobiado verdad? -me dijo, cuando en realidad me estaba preguntando si yo estaba de acuerdo con aquel juego y hasta donde llegaría a dejarle hacer.
-No me he agobiado, pero no sé hasta donde puedo llegar sin que me agobie. Solo te digo que cualquier avance se tiene que hacer en mi presencia, de otra manera lo consideraría una grave traición.
-No te preocupes que jamás haré algo que te incomode lo más mínimo, solo te lo decía porque creí que estabas de acuerdo en lo que le pedía a Ana.
-Sí, ya te digo, puedes seguir con tus avances pero muy poco a poco y siempre que los dos te dejemos avanzar. Que te pare en algún momento no quiere decir que no puedas volver a intentarlo más tarde si las condiciones son más propicias, ya sabes.
-Claro, ¿Bueno pues que hacemos esta noche?
-No sé, a ver que nos dice Ana cuando se levante, donde prefiere cenar y si sigue con ganas de ir a la disco.
-Sí, mejor que decida ella -me respondió.
-Otra cosa Javier, ¿Piensas traerte tus ligues aquí?
-Solo si me lo autorizáis, puede que alguna vez traiga una chica, si no lo veis conveniente me iré a un hotel.
-Mira por nosotros no te cortes, cuando quieras traerte una chica, lo puedes hacer siempre que no sea un desmadre, vengáis muy bebidos, o sea demasiado frecuente.
-Entiendo lo que quieres decir y no te preocupes que eso no va a pasar. Si traigo una chica será para pasar la noche con ella y ya está.
Quedamos los dos en silencio un buen rato mientras mirábamos el contenido de nuestros móviles.
-¿Diego se podría poner otra puerta en la entrada de tu dormitorio? Es posible que necesitemos una ducha después de echar un polvo, pero no podemos entrar si vosotros estáis durmiendo.
-Lo comentamos con Ana luego. A mí me parece razonable.
-Por supuesto los gastos correrían por mi cuenta -me propuso.
-Ok, gracias.
Terminé con el móvil y me fui a la terraza a darle un poco a los pedales. Allí estuve un buen rato escuchando la música con mis auriculares, hasta que sentí la voz de Ana que me llamaba. Me liberé de ellos porque no oía lo que me decía.
-¿Perdona qué me decías? -le pregunté.
-Que te vengas al salón que vas a coger frío en la terraza.
La verdad es que estaba anocheciendo y se había levantado un aire muy frío, aunque yo sudaba un poco con tanto pedaleo.
-Vale, voy.
Entré al salón y ellos estaban sentados en el sofá riéndose.
-Vaya siesta que has echado.
-Estaba muy cansada porque anoche dormí muy poco con los nervios por lo del alquiler de la habitación y todo eso.
-Ana antes de nada quiero pedirte disculpas porque creo que me he pasado tres pueblos contigo. Ya me he disculpado con Diego y os prometo que eso no va a ocurrir nunca más.
-Bueno pero tampoco me has forzado a que te enseñara el sujetador, no creo que tenga ninguna importancia.
-No te he forzado pero ha llegado un momento en que te has sentido incómoda con mis peticiones.
-Sí, me he sentido un poco agobiada porque nunca he hecho una cosa así, pero no pasa nada. Si quieres te lo enseño otra vez, para que veas que ya no me agobio y te quedas más tranquilo, ¿Te importa cielo? -me preguntó con una mirada algo pícara.
-Si es por tranquilizarle no me importa -le respondí.
Entonces ella se incorporó un poco en el sofá y cogiendo su camiseta por los bordes, la subió hasta sobrepasar su sujetador. Aquello era para morirse, el sujetador ya no era el mismo, este era rojo y tenía encajes en los bordes que le hacían un pecho precioso, sus pezones otra vez estaban durísimos y muy cerca de esos encajes, las areolas sí que lo sobrepasaban. Después de unos segundos dejo caer nuevamente la camiseta y nos miró con una gran sonrisa.
-¿Veis? Ni estoy agobiada, ni me habéis forzado a nada. En la playa podéis verme en topless y tampoco me agobio.
-Ufff... Ana ahora el agobiado soy yo -nos dijo mientras ponía sus manos encima de su paquete justo al lado de mi novia.
Nosotros dos soltamos una risitas.
-¿Qué te ha parecido? -le requirió ella.
-No sé, si te digo la verdad con la sorpresa no he tenido tiempo de fijarme apenas.
-Quítate la camiseta y le dejas que lo vea bien el rato que quiera -le dije.
-¿Tú también quieres que me la quite?
-Solo si tú te sientes bien y porque Diego te lo ha pedido.
-Quítamela tú -le dijo poniendo sus brazos en alto y él no se hizo de rogar ni un segundo.
-¿Lo ves bien ahora? -le dijo ella acercándose algo más a él.
El seguía con la camiseta en la mano derecha, por lo que su paquetón ya no estaba tapado. Mi novia lo podía apreciar con toda claridad por lo juntos que estaban sentados.
-Perfecto -le respondió-, lo veo perfecto, tienes unos pechos preciosos y las areolas muy bonitas.
-¿Sí? -dijo ella mientras levantaba un poco los encajes que cubrían parte de las mismas mostrando casi los propios pezones-, ¿También te gustan?
-Claro -dijo Javier tragando saliva, como lo delataba su nuez que subía y bajaba. Al mismo tiempo mostraba una tienda de campaña donde se podía apreciar su glande redondeado en la punta del pantalón. El cabrón estaba bien armado.
Ella seguía con los encajes levantados por sus manos y en un momento los levantó un poco más durante un par de segundos, lo suficiente para que él pudiera ver de refilón los pezones.
-Joder Ana, me estás poniendo muy malito.
-Ya lo veo, ¿Te crees que no lo he visto? Anda ponme la camiseta y vete a darte una ducha fría a ver si se te baja eso -le dijo con una sonrisa.
-Me parece que voy a tener que tomar medidas más drásticas, -dijo él con otra sonrisa mientras le volvía a poner la camiseta.
-Qué desperdicio, igual en la discoteca te ligas una chica.
-La verdad no quiero ligar con una chica. Ahora no me apetece ninguna chica, bueno me voy a la ducha.
-Espera ahora te toca.
-¿Qué? -preguntó como si no se hubiera enterado.
-Pues te bajas el pantalón y nos muestras tus atributos con el bóxer puesto, igual que he hecho yo con los míos.
Javier me miró como pidiéndome permiso y asentí con la cabeza, luego se puso delante de Ana para aflojarse el cinturón del pantalón, bajarse la cremallera y dejarlos caer al suelo quedándose solo con el bóxer y aquel capullo que ahora sí marcaba perfectamente un gran empalme.
Él se metió la mano dentro del bóxer y agarrando la polla la puso mirando hacia arriba. Luego la soltó, quedando parte del glande sobresaliendo por la cinturilla. Después, con las dos manos apretó un poco el bóxer en los dos lados de su polla, quedando totalmente dibujado el pollón que gastaba el cabrón.
Ella no perdía puntada y hasta se incorporó un poco más para ver lo que sobresalía por arriba.
-Baja un poco más la cinturilla -le pidió y él la bajó mostrando casi la polla entera-, vale, vale ya te puedes duchar.
Ahora estaba arrebolada pero no de agobio, sino de morbo y placer. Él no se iba, seguía allí mostrando aquella polla unos centímetros más larga que la mía y algo más gruesa también con un glande muy alargado como si fuera una prolongación del tronco.
-Si Diego lo permite lo puedes tocar.
Ella me miró con la cara llena de lujuria y yo asentí. Se volvió a girar hacia él y elevó su mano derecha para agarrarlo por el tronco y allí estuvo unos segundos mientras le pajeaba muy despacio, luego lo soltó y se echó más hacia mi lado sin dejar de mirar aquella polla.
Javier comprendió que aquello se había terminado, se subió los pantalones y se fue a su cuarto.
-Con vuestro permiso me voy a duchar.
0 comentarios - Javier nos ayuda (Capítulos 5 y 6)