Mientras esto sucedía (y sucede) en lo de Sandrita, me mandaron un whatsapp contándome la que hizo un tipo con una repartidora de pizza. Parece que no somos nosotros dos solos los culinarios…
No, hay un culonario. Que ve un culo y aprovecha. Este buen hombre llamó a conocida pizzería de zona Norte del Gran Buenos Aires, no voy a decir qué localidad. Esperó como 40 minutos, recaliente volvió a llamar y le avisaron que la moto correspondiente ya salió con el pedido. Y la espera parece que valió la pena: cuando abrió, una simpática y linda mujer lo saludó con gran onda y le trajo la pizza. El hombre le pagó y le hizo chiste, no sé qué, que a la mina le copó. Y el hombre le preguntó de verse más tarde, así de jugado. Ojo, aquélla no se quedó quietita y respondió que sí, que si no terminaba muy tarde lo iba a visitar, mirala vos.
Se fue la mujer, el tipo comió, todo bárbaro, y la esperó perfumado, pero ella no vino. Llamó, caliente, y nadie atendía, obvio, cerrado hermano. Pero no se quedó con la pija en la mano: a la noche siguiente volvió a llamar y pidió hablar con la chica, parece la única repartidora. Hablaron y ella le prometió ir a verlo tras su trabajo. Y al fin llegó tipo 12 y media, y nada de fajina: campera de cuero, botas, maquillada, cartera. Y él perfumado y vestido de primera. La hizo pasar, la convidó con sandwiches de miga y flan, ella chocha de la comida sorpresa. Empezaron a charlar, charlar, charlar y tanta charla terminaron primero en mimo de él a ella y luego piquito. "Amorcito, ¿querés ir a la cama?" le mandó el tipacho. Y la minita, ninguna boluda, dijo sí caliente. Y nomás, después de manoseadas, chupadas, besuqueos y ropa al suelo, él se le subió y tras penetrarla por la vagina y hacerla gemir y gritar se la dio durísimo, excitado con ella, dulce, simpática y fogosa, hasta que acabó semen a rabiar en la cavidad de la mujer, que largó buen flujo. Después se lavaron, vistieron y ella le dejó la tarjeta. No justamente de la pizzería, no, la de ella. Porque no sólo de delivery viven las pizzerías, viste.
No, hay un culonario. Que ve un culo y aprovecha. Este buen hombre llamó a conocida pizzería de zona Norte del Gran Buenos Aires, no voy a decir qué localidad. Esperó como 40 minutos, recaliente volvió a llamar y le avisaron que la moto correspondiente ya salió con el pedido. Y la espera parece que valió la pena: cuando abrió, una simpática y linda mujer lo saludó con gran onda y le trajo la pizza. El hombre le pagó y le hizo chiste, no sé qué, que a la mina le copó. Y el hombre le preguntó de verse más tarde, así de jugado. Ojo, aquélla no se quedó quietita y respondió que sí, que si no terminaba muy tarde lo iba a visitar, mirala vos.
Se fue la mujer, el tipo comió, todo bárbaro, y la esperó perfumado, pero ella no vino. Llamó, caliente, y nadie atendía, obvio, cerrado hermano. Pero no se quedó con la pija en la mano: a la noche siguiente volvió a llamar y pidió hablar con la chica, parece la única repartidora. Hablaron y ella le prometió ir a verlo tras su trabajo. Y al fin llegó tipo 12 y media, y nada de fajina: campera de cuero, botas, maquillada, cartera. Y él perfumado y vestido de primera. La hizo pasar, la convidó con sandwiches de miga y flan, ella chocha de la comida sorpresa. Empezaron a charlar, charlar, charlar y tanta charla terminaron primero en mimo de él a ella y luego piquito. "Amorcito, ¿querés ir a la cama?" le mandó el tipacho. Y la minita, ninguna boluda, dijo sí caliente. Y nomás, después de manoseadas, chupadas, besuqueos y ropa al suelo, él se le subió y tras penetrarla por la vagina y hacerla gemir y gritar se la dio durísimo, excitado con ella, dulce, simpática y fogosa, hasta que acabó semen a rabiar en la cavidad de la mujer, que largó buen flujo. Después se lavaron, vistieron y ella le dejó la tarjeta. No justamente de la pizzería, no, la de ella. Porque no sólo de delivery viven las pizzerías, viste.
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