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De trampa y cuarentena...

La cuarentena sigue, pero una necesita salir. No solo al súper o a la farmacia, tengo responsabilidades, compromisos, así que a través de una de mis cuñadas, que es productora en un canal de televisión, conseguí el permiso para poder circular con la correspondiente acreditación. Pero ojo, que no lo uso para salir a pasear o actuar de forma irresponsable. Solo he salido para visitar a mis padres una vez, y para controlar que todo esté bien en la oficina un par de veces.
Sin embargo, ésta última semana...
Ya es habitual que mis amistades, y hablo de mis amigovios, me manden mensajes, más aún en pleno confinamiento, cuando la mayoría ya están cansados de coger con sus esposas o novias. Recibo fotos, videos e infinidad de propuestas para eludir la cuarentena y vernos con el único propósito de apaciguar esa calentura que el encierro potencia.
Uno de los más insistentes era Juan Carlos, el colectivero, quién se había quedado con toda la leche al no poder vernos el último día de los enamorados. Ya era costumbre que nos viéramos en fechas especiales, como en cumpleaños o cada 21 de febrero, aunque en el que pasó decidí cambiar de rumbo. Total, pensaba, después lo llamo y nos vemos la próxima semana o la siguiente. Que me iba a imaginar que se nos venía encima una pandemia y que tendríamos que estar encerrados sin poder asomarnos ni siquiera a la calle.
Pero los días pasan, la cuarentena sigue y después de tanto sexo conyugal, una necesita un desahogo. Lo de mi vecino había estado bien, pero fue solo un respiro, apenas una curita para una herida que necesita cirugía. 
Lo que necesitaba, lo que me hacía falta era un buen polvo, un polvazo, y en eso el colectivero se llevaba todas las apuestas a su favor.
Me había escrito la noche anterior:
"Te quiero coger".
Mi marido estaba con una llamada, así que le respondí:
"Yo también quiero, lo necesito, pero no se puede".
Entre mis preocupaciones estaba que los telos están cerrados. ¿Adónde iríamos? El también está casado, tiene una familia, por lo que su casa o la mía estaban descartadas.
No contaba con que tendría un as bajo la manga.
"Estamos en cuarentena, todo está cerrado". Le puse, resignada.
"Tengo una casa", me contesta.
Tardé un momento más de lo habitual en asimilarlo, por lo que siguió con el mensaje:
"No la mía, sino una que está desocupada, en Santos Lugares, tengo la llave".
¿Cómo negarme a ese guiño del destino? Tendría que usar mi permiso laboral para hacer algo que no está permitido, irme de trampa, corriendo el riesgo de que me atrapen y me escrachen en las redes. Tenía que pensarlo bien, evaluar pros y contras, usar el sentido común, la razón, la lógica, así que le dije que sí.
Él como trabajador de transporte público, no tenía problema en movilizarse, por lo que quedamos en que lo pasaría a buscar por la esquina de su casa. 
Cuándo mi marido terminó con su llamada y vino a acostarse, empecé con los mimos. Quería que me cogiera esa noche, para no tener que hacerlo a la siguiente, ya que sabía que después de estar con Juan Carlos, apenas podría moverme.
A la mañana me levanté como siempre, tratando de no parecer ansiosa, aunque por dentro estaba que me moría de la calentura.
Preparé el desayuno y como al pasar le comenté a mi marido que me iba a dar una vuelta por la oficina, ya que no podía conectarme al sistema remoto y quería ver si ingresando un par de comandos en el servidor lo arreglaba.
-Sino voy a tener que llamar al técnico- le comento resignada.
Él tenía tan solo una videollamada programada para ese día, así que se podría ocupar del Ro sin problema.
Luego del desayuno y de dejar todo preparado para el almuerzo, me vestí, agarré las llaves, el bolso, me despedí de mi marido, de mi hijo y con el barbijo puesto, salí rumbo a Devoto, que es dónde vive Juan Carlos.
Cuándo estoy tan solo a un par de cuadras, le mandó un mensaje, simple, escueto:
"Estoy"
Cuando llego a la esquina, ya lo veo que viene caminando por Beiró. Al verme apura el paso y se sube al auto. Nos saludamos con un gesto, ya que los dos estamos con barbijo y por lo menos en público debemos respetar los protocolos de distancia.
Pongo la dirección que me da en el Waze y mientras nos dirigimos a Santos Lugares, me cuenta que la casa pertenece a un matrimonio que quedó varado en el exterior al decretarse la cuarentena y el cierre de los aeropuertos. Que su esposa trabaja para ellos haciendo limpieza tres veces por semana, y que por eso tiene la llave y la clave de la alarma.
-Ahora está viniendo una vez cada tanto, más que nada a regar el jardín, vino ayer así que nos debe haber dejado todo limpito- se sonríe.
Cuando llegamos estaciono a un par de metros de la casa, para no resultar tan evidentes. Bajamos y entramos. Apenas abrimos la puerta comienza a sonar el sensor de la alarma, Juan Carlos introduce la contraseña en el teclado y el agudo Bip-Bip se apaga.
-¡Listo, todo en orden!- exclama sacándose el barbijo.
-¿Mirá si a tu esposa se le ocurría cambiarla?- le digo, sacándomelo yo también.
-Hubiéramos tenido que salir a los cuetes, jajaja- se ríe.
Las persianas están bajas y las cortinas corridas, así que prendemos las luces. Miro alrededor y quizás intuyendo mi ansiedad, me dice:
-El dormitorio está arriba-
-¿Eso te lo dijo tu esposa?- le pregunto subiendo ya por la escalera.
-Le encanta la casa, así que un día me la describió al detalle- repone subiendo tras de mí.
Al llegar al primer piso, me detengo, ya que el pasillo se divide en dos direcciones. 
-La primera puerta a la derecha- me indica.
La abro, prendo la luz y entro. Se trata de un ambiente amplio, bien dispuesto, con una cama de dos plazas y media, que es lo único que me interesa.
Entramos al baño y nos lavamos las manos.
-¿Y cómo vamos a hacerlo? Supongo que tendremos que evitar los besos y en cuanto a las caricias, las menos posibles- le planteo.
-Así que sin besos...- repone y echándoseme encima, me come la boca.
¿Cómo rechazarlo? ¿Cómo decirle que no? Que las recomendaciones dicen esto, lo otro. 
Sentir su lengua explorando mi boca es como volver a saborear el néctar de la infidelidad. Sus labios, su aliento, su barba rozándome la cara. Su cuerpo frotándose contra el mío. 
¿Cómo pude resistir tanto tiempo sin esas delicias? Digo, lo tuve a mi marido, pero... no es lo mismo.
Mientras sus manos resbalan por mi cuerpo y aprisionan mi cola, las mías se focalizan en el bultazo que se le forma por debajo de la bragueta.
Le bajo el cierre, le desabrocho el pantalón y se la saco. El colectivero no es de tenerla muy larga, pero esta vez como que alcanza el máximo de longitud posible. Lo que sí, la tiene gruesa y bien cabezona, lo que al momento de chupársela me presupone un esfuerzo extra. Esfuerzo que me encanta, debo decir. 
Me pongo de rodillas en el suelo y empiezo por besarle los huevos, gordos y peludos, entumecidos de tan aguantado que está. Con la lengua me deslizo por entre medio, y voy subiendo de a poco, entre besos y lamidas, barriendo unos cuántos pendejos en el ascenso. 
La cabeza la tiene hinchada y caliente, palpitante, goteando unas lagrimitas nacaradas que me ocupo de sorber con avidez.
Después de chupársela, me acuerdo de una de sus predilecciones. Así que me saco la camisa, el corpiño y poniéndome la pija entre medio de las tetas, empiezo haciéndole una turca, y digo empiezo, porque enseguida toma el control y me las termina cogiendo él a mí.
La pija está al rojo vivo, en ese estado en que las venas parecen estar a punto de explotar en cualquier instante.
Me levanto, me saco el resto de la ropa y desnuda me siento en el borde de la cama. Él también se pone en bolas, y con la pija parada a más no poder, viene hacia mí.
Me empuja las rodillas contra el pecho, y haciéndome caer de espalda, me pega tremenda chupada de concha. 
Se desliza con la lengua por toda la raja, comiéndome el clítoris, para luego filtrarse por entre los labios y chuparme toda por dentro. 
Sale, me escupe y me vuelve a chupar, metiéndome ahora un dedo, luego dos, saboreando mi conchita de todas las formas posibles, con el gusto, con el tacto, hasta con la vista.
-¡Que ganas tenía de volver a comerte la conchita!- me dice, mientras sube por mi cuerpo con besos, mordidas y lamidas. 
El vientre, el abdomen, las tetas...
-¡Y de comerte las tetas también!- exclama al llegar a ellas.
Está un buen rato chupándomelas, tras lo cual sube un poco más para besarme. Y mientras lo hace, me la pone como los Dioses. 
Ni siquiera la tiene que embocar, la pija por sí sola encuentra el camino a la Gloria. Se apoya por entre mis labios y aprovecha la succión que ejerce mi interior, para llenarme de gozo y satisfacción.
Un suspiro de felicidad plena y absoluta se escapa de mi boca cuándo lo siento rebalsándome de carne. 
Por fin lo tengo dentro mío, como tanto lo había deseado, a él o a cualquiera de mis amantes, a decir verdad. En estos momentos de carencia me venía bien cualquier pija, a excepción de la de mi marido, claro está.
Cuándo se empieza a mover, la delicia es total. Me abstraigo de todo y no hay nada que me importe más que disfrutar de ese bombeo, de esa serruchada que me prodiga con ahínco y fervor.
PAP- PAP-PAP... SHUP-SHUP-SHUP
El ruido de los cuerpos chocando y de nuestros sexos deslizándose el uno dentro del otro, se mezclaban con los gemidos y jadeos, con esas expresiones de placer que ninguno de los dos podía contener.
Y entonces tuve un orgasmo. El fuego creció desde mi vientre, extendiéndose por todo mi cuerpo, como dedos incendiarios que buscan carbonizar todo lo que tocan.
Eso era lo que necesitaba. Solo eso. Un polvo. Un polvazo de tal magnitud que el mundo y la pandemia me resultaran lejanos e irreales.
Sentía como en mi interior se licuaba mi flujo íntimo y el fluido preseminal que destilaba Juan Carlos, todo formando un espeso caldito que se impregnaba en torno a su poronga, haciendo aún más fluida la penetración.
Se impulsa con todo sobre mi cuerpo, las rodillas apoyadas en el borde de la cama, los pies en el suelo, hundiéndose hasta los pelos en mí.
Cuándo tengo mi orgasmo, se detiene, dejándome disfrutar ese vendaval de sensaciones que me azotan y sacuden. Eso es lo que me encanta del colectivero, que no sólo piensa en su placer, y que para él mi disfrute es tan o más importante que el suyo.
Ni bien esa primera oleada comienza a extinguirse, lo empujo hacia un costado y haciéndolo caer de espalda, me le siento encima.
Ahora para mí su placer es lo más importante.
Me clavo en su verga y me empiezo a mover, subiendo y bajando, golpeándome contra su cuerpo PAP PAP PAP, en procura de su orgasmo.
Los músculos de su cuerpo se tensan, las venas del cuello parecen a punto de estallarle, la cara se le pone roja. Nos miramos a los ojos y con solo esa mirada sabemos en dónde va a acabarme.
Siento que me quema por dentro cuando la leche sale disparada como un volcán en plena erupción. Ese calor único, incomparable, se expande por todo mi cuerpo, tomando por asalto cada una de mis cavidades.
Me llena, me rebalsa, pero quiero más, mucho más, así que le aprieto las bolas tratando de extraerle hasta el último chorrito de leche... Leche cálida, abundante, espesa...
Me derrumbo sobre su cuerpo, jadeante, desfalleciente, las tetas apoyadas en su tórax, sus brazos rodeándome, prodigándome calidez y contención.
Sin salirse todavía de adentro mío, nos besamos por un largo rato, jugando con nuestras lenguas, dándonos piquitos, y por supuesto, chuponeándonos a morir.
Me derrumbo de espalda a un lado, estiro los brazos y suelto un suspiro de desahogo. 
-¡Cómo te extrañaba!- le confío, sintiendo que con momentos como ése nada puede estar mal en el mundo.
Juan Carlos se levanta para ir al baño. Me gusta verlo caminar desnudo, la pija medio morcillona sacudiéndose entre sus muslos. Deja la puerta abierta, así que puedo verlo meando, oír el chorro de pis, y ver cómo se la sacude, una, dos, tres veces.
Cuando vuelve todavía es más regocijante verlo de frente, el pecho cubierto de vello, la panza cervecera, la mata oscura y enredada que envuelve a su sexo.
Me pongo boca abajo y con mis pompis en un incitante primer plano, le digo:
-¿Sabés quién más te estuvo extrañando?-
Al ver su cara de desconcierto, contraigo y suelto las nalgas, agregando:
-¿No te imaginás quién?-
Juan Carlos se sonríe, viene hacia mí y echándose sobre mis piernas, entierra la cara entre los cachetes de mi cola, aspirando el aroma de mi intimidad.
Me pasa la lengua por toda la zanja, me la abre y me escupe en medio. Direcciona la saliva hacía mí orificio posterior y me empieza a meter primero un dedo, luego otro, estirándome el esfinter. 
Me saca los dedos y me mete ahora la pija, que vuelve a estar dura. Esa primera sensación me resulta por demás estimulante. La enormidad de su verga contra la pequeñez de mi culito.
La tiene bien cabezona Juan Carlos, así que el impacto inicial me resulta doloroso. En circunstancias normales no sería nada, pero después de casi dos meses de abstinencia anal, mi culito parecía haberse ceñido de nuevo. Igual eso no fue impedimento para el colectivero culeador que empujó, empujó y empujó hasta rompérmelo de nuevo.
-¡Aaaahhhhyyyyy...!- bramé al sentir que me metía la mitad de esa tubería gruesa y palpitante, una mezcla de dolor y placer por partes iguales.
Comprensivo se detuvo, dejando que mi culito se volviera a adaptar a tan fornido invasor.
Metiendo una mano por debajo de mi cuerpo, me empecé a pajear, en un intento por qué el placer fuera más intenso que el dolor. 
Siguió entonces con su avance, abriéndome cada vez más, mientras yo me babeaba del gusto, estirada sobre esa cama extraña, sintiendo de nuevo ese vértigo en la panza que solo puede anticipar cosas buenas.
Ya con mi elasticidad anal triunfalmente recuperada, Juan Carlos me empezó a culear en una forma exquisita, combinando movimientos rápidos, acelerados, con algunos más lentos y pausados.
Yo gemía y gozaba, entregándome por completo a ése hombre que parecía ser mi par en el sexo. Mi sosias sexual.
Despatarrado sobre mi cuerpo, se hunde en mi retaguardia, llenándome de verga, de carne bien caliente y sazonada.
Me la saca del culo un momento para pegarse un par de meneadas, necesarias para mantener la erección en el fragor de la batalla. 
Aprovecho esa pausa para darme la vuelta, y envolviéndolo con mis piernas, incitarlo a que me la meta por la concha. Lo hace, así que ahora nos cogemos mutuamente, cada cuál yendo al encuentro del otro, fuerte, con furia, con frenesí, con salvajismo.
Parecemos dos animales en celo, cogiéndonos en forma bestial, urgente. 
-¡Te quiero en mi boca!- le digo al sentir las primeras reacciones de lo que está por venir.
Me la saca de un tirón, y me la deja ahí, sacudiéndose en el aire, pero antes de que suelte el primer lechazo, me la meto en la boca, tragándome sin pestañear una muy buena ración de esperma.
La mantengo aprisionada entre mis labios, succionando, exprimiéndole hasta la última gota, mientras él esboza mil y un gestos de placer.
Siento el semen derramándose por mi garganta y la delicia no puede ser más intensa, tan absoluta.
Nos quedamos luego charlando, satisfechos, saciados, en esa cama ajena, sin tocar en ningún momento el tema de la pandemia ni sus nefastas consecuencias. Aquel lugar es nuestro oasis, nuestra propia grieta en la que podemos meternos y olvidarnos de todo y de todos, al menos por un par de horas.
Pero como en La Cenicienta, el carruaje vuelve a ser calabaza. 
Ya es tiempo de que cada uno vuelva a su casa, con su familia.
Nos damos una ducha rápida, arreglamos el desorden que hicimos, y salimos de la casa. 
-¡La alarma!- le recuerdo a Juan Carlos antes de que cierre la puerta 
Vuelve sobre sus pasos e ingresa el código en el teclado. 
-Me dejaste medio boludo- me dice dándome una palmada en la cola. 
Lo dejo en la misma esquina por la que lo pasé a buscar más temprano y vuelvo a casa. Mi marido y el Ro están durmiendo la siesta en mi cama, así que aprovecho para bañarme y poner a lavar la ropa que había usado.
Sé que es un pensamiento mezquino, egoísta, y nada empático, pero ojalá esa pareja siga varada en el exterior por un buen tiempo más, por lo menos hasta que nos dure la cuarentena...


(De regalo una fotito que me sacó el colectivero en la casa de Santos Lugares)


De trampa y cuarentena...
















 











































38 comentarios - De trampa y cuarentena...

mariacba1994
Tremenda historia !! Esta cuarentena nos hace hacer cosas distintas a todas me parece !!! 😋
murcielagoblanco
la vida tiene revancha, y cuando los descubran van a saber lo que es sufrir.....
murcielagoblanco
la vida tiene revancha, y cuando los descubran van a saber lo que es sufrir.....
Desert-Foxxx
Tremendo marita. Y esa foto ufff, sabía que tan lindo rostro que tenes va con tremendo y hermoso par de tetas.
MIsko-Jones
marita asi que rompiste la cuerentena de puro calentona jajaja
pobre tu marido ni en medio de la pandemia puede disfrutar del culito que es de todos los demas

besos Misko
pablo2727
Tremendo relato Marita, siempre tan excitante! +10
jmb_78
como siempre tus relatos son dignos de leer con detenimiento ..
propios de un guion de una buena pelicula erotica tirando a porno
te dejo mas +10 y la foto esta mas que barbara ...que lomazo diosa
celta05
Hermosa mujer....
gallo7553
Felicitaciones amiga espectacular relato acabe como nunca !!!
as350b3
Marita que hermosa que estas. Por favor mándanos más fotos a tus seguidores.
Marianitog75
Q bien te pasan los años a vos ... Terrible milf...👏👏👏👏+10
SagaShionKanon
Espectacular relato y esa foto sos un manjar marita
omar698
Buen relato
Che algun día dale la entrada trasera a tu marido ya se lo merece con creces 🙌
gust7387
MUy buen relato y nada mas lindo que romper la cuarentena para pasar un lindo momento asi
FacundoApe
como siempre muy buen relato!! y la foto..sos hrrmosa morocha linda saludos
pedagogo47
Uff sensacional relato,no tenía el placer de leerte,por obvias razones,q hermosa calienta pijas sos.besos y te seguiré.
Assfuckerrough
Anduviste por mis pagos Marita!!! Te llevaste un lindo recuerdo de Santos Lugares. Algun dia cuando esto pase avisame y te llevo a conocer el barrio!
cmlbond
tremenda bomba tremenda bomba, por favor segui sumando fotos a tus relatos
rikioskar
Tremenda mujer!!!!terrible hembra!!!+10
Blues_Local1
Excelente relato. Como no tener debilidad por esas tetas?! +10
dantraloco
Y después de que te la meta en el culo se la chupas ummmm
Muy morboso.
Buen post, van ocho puntos.
Pervberto
¡Fin de la distancia social!
Guiyote07
paaaaa Marita.....primera foto casi completa que veo de vos!!!.....tremendo lomo...como no vas a tener corneadores disponibles!!! van +10 por tu actitud
waltate
Hola Marita como siempre que buen relato, que lindo cuerpo que tenes en la foto, seria lindo que hicieras un post pero de fotos desnuda y sin mostrar la cara solo el cuerpo, o cuando hagas un relato podes poner unas fotos de ese relato, un beso grande hermosa 😋😋😋😋
sexpatagon
Si la cuarentena se va a traducir en que empieces a compartir fotos tuyas.. que esto siga y siga nomás.... Al palo como siempre MArita...🙌
yogurter
Hermoso el relato y hermosa la foto!!! Una belleza de mujer va el +10
Sute41
Como siempre muy lindo relato, lo leo y me parece que estoy ahi viendo como disfrutas de tus amantes. Y la foto la frutilla del postre... Besos @maritainfiel, obvio que van 10 puntos...
manuser1 +1
Considero que es momento de aumentar los cuernos, ya sos infiel, es momento de un nuevo embarazo y qué mejor que con algún enemigo de tu esposo para mayor morbo 😉, bien planificado y mucha leche. Además tu esposo es buen padre jeje 😉
FabricioBiazzi
@maritainfiel, exelente relato, y con imagen, suma mucho más puntos
CarlosAuz
Excelente relato! Muy bueno, muy sentido. Me la puso a mil
Manperes1886
tremendo relato, cuando quieras puedo ser tu amante
Loza_Kyle +2
Que divina q sos que buen relato, lo que daría por tener esa suerte de poseer ese cuerpo diosa!!!!
Marc_2
Te pondría 20 si se pudiera.
criselkpo
Tramposa hasta con el permiso... Jajaja...
visiopro
me la imagino a la mujer de mi jefe que es productora de seguros tmb y tiene casi el mismo lomo y la edad..
Dominio88
Q rico culo y chulas tetas mami