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Sras aburridas 1

No debería haberme dejado arrastrar por Bibi. No la culpo a ella, pues yo soy la responsable de mis actos, pero sin su participación nunca hubiera llegado a hacer lo que he hecho. Lo que estoy haciendo en este preciso momento. La cuestión no es si me agrada o desagrada. La cuestión es que no está bien, que es arriesgado, que estoy poniendo en riesgo mi vida personal, familiar, pero sobre todo, que si alguna vez llega a descubrirse, sería avergonzada públicamente y perdería mi estatus.

Pero Bibi tiene razón en un detalle. Nunca me había sentido tan viva como en este momento, notando el sabor amargo de la virilidad de un desconocido, oyendo palabras soeces que nunca le he permitido a ningún hombre.

Bibi es mi mejor amiga. Ambas somos socias del Club Social al que somos asiduas. Club al que vamos a jugar a pádel, al spa, a tomar una copa o, en familia, a comer algún fin de semana. Para ser socia hay que pagar una acción valorada en 9.000€ además de la cuota mensual que creo que ronda los 350€. No estoy segura pues la contabilidad familiar es cosa de Abel, mi marido. A mí solamente me preocupa disponer de dinero suficiente para mis necesidades, pues nunca he trabajado ni tengo pensado hacerlo.

Bibi, como otras socias del club, está en mi misma situación. Carlos, su marido, también es un empresario de éxito que ha dedicado buena parte de su vida a su carrera profesional. Aunque debo reconocerle al mío que se interesa por mí y los niños, tenemos cuatro, más de lo que lo hace el suyo. Tal vez sea debido a que Carlos es quince años mayor que ella, mientras Abel es de mi misma edad y tenemos gustos más parecidos. Tal vez sea por ello que nunca había sentido la necesidad de comportarme como lo estoy haciendo ahora.

Bibi sí. Se casó joven, a los veinticinco años, según ella enamorada, aunque yo no estoy tan segura. Al menos, su percepción de la palabra amor no concuerda exactamente con la mía. Tardaron en tener hijos, a pesar de que él insistía, pero ella se negaba a convertirse en madre tan pronto. Aún no. Yo siempre le decía que era lógico que él tuviera prisa pues ya había entrado en la cuarentena. Pero como en todos los aspectos de su vida, Bibi decidió cuando y cuántos. Solamente uno, una en su caso.

La conocí en el club, como a tantas otras, pero congeniamos enseguida. Me gustaba su manera de vivir la vida aunque nunca le permití que me arrastrara a juegos que me parecían peligrosos. Además, era una de las pocas mujeres que no se dedicaba a despellejar a las demás socias, algo común en nuestro ambiente. Vive y deja vivir, decía, aunque a mí me sonara a eslogan de partido de izquierdas.

Durante estos años nuestra relación ha sido siempre próxima, pero nunca tanto como lo ha sido el último lustro. Que nuestras hijas, en mi caso la segunda, hayan coincidido en el mismo equipo de hockey hierba y se hayan vuelto inseparables ha ayudado. Ha sido entonces cuando hemos tomado la confianza suficiente y he conocido a mi amiga en su faceta más íntima.

Como ella, yo también me he fijado siempre en los hombres, en los jóvenes sobre todo, pero teniendo una vida afectiva completa no te planteas nunca nada a pesar de recibir miradas, gestos e, incluso, invitaciones deshonestas. Las que han surgido las he despachado siempre con elegancia.

Bibi no. Su vida en pareja, específicamente en su vertiente sexual, no es, creo que nunca ha sido, tan satisfactoria como la mía, así que ella sí ha respondido a ciertos cantos de sirena, llegando a traspasar límites que yo nunca cruzaré. O eso pensaba.

No sé con cuantos hombres se ha acostado desde que se casó, pero puedo dar fe de seis casos, a parte del juego que nos traemos entre manos. Bueno, las manos no son lo que estamos utilizando más, todo hay que decirlo.

Lo que sí debo reconocerle es buen gusto y prudencia eligiendo a su juguete, así los llama ella. Aunque a mí me parecieran auténticas locuras.

Así, se lió con un monitor de tenis del propio club. Estuvo jugando con él unos meses, sin darle pie a nada más allá de un flirteo más o menos disimulado, hasta que éste dejó la entidad. Fue entonces cuando le ofreció una despedida de altura.

También relacionado con el club, estuvo acostándose con un camarero holandés que había venido a trabajar un verano para perfeccionar su español. Demasiado joven para ella, me dijo, pues siempre le han atraído hombres mayores, pero se jactaba de haberle enseñado muchas palabras en castellano que de otro modo no hubiera aprendido.

Conozco tres casos más de los que nunca vi al hombre pues no pertenecían a nuestro círculo, otra de sus normas, pues para una mujer guapa y exuberante como Bibi es bastante fácil seducir a quien se proponga.

Pero cometió la mayor locura con un joven árabe que trabajaba de jardinero en una empresa que el club contrató para una reforma de la zona infantil, donde nuestros hijos hacen cursos de tenis, hockey o lacrosse.

-Está bueno aquel moro.

-Ni se te ocurra. ¿Te has vuelto loca?

-No me he vuelto loca, ni se me ha ocurrido nada.

Y tanto que se te ha ocurrido pensé para mí. La confirmación llegó a la semana siguiente. Nunca me he acostado con uno, me confió con aquel destello que aparecía en sus ojos cuando estaba tramando una de sus travesuras. Dicen que también tienen buenas pollas, como los negros.

-¿Cómo puedes estar planteándote algo así? Si los moros ya son sucios por naturaleza, este además es un jardinero.

-¿A ti quién te ha dicho que los moros son sucios? ¿Sabes que su religión les obliga a ducharse dos veces diarias? Además, a las blancas nos ven como a putas. –No digas eso. –Así nos ven, ¿no te das cuenta que sus mujeres no pueden hacer nada, que disfrutar del sexo es de infieles? Seguro que nunca le han chupado la polla, gratis me refiero.

-Eres incorregible.

Tres días después me explicaba con todo lujo de detalles cuánto le había costado metérsela entera en la boca y como mugía el toro mientras le daba desde detrás. Como recompensa por los dos polvos que me ha echado, le he permitido correrse en mi garganta.

Hasta hace seis meses, esta había sido la mayor locura cometida por mi amiga.

***

Mira, me dijo Bibi mostrándome la pantalla de su móvil una tarde que estábamos tomando el cálido sol de junio en la piscina del club.

“Dama de clase alta aburrida ofrece sexo oral a hombres bien dotados”.

Al no reconocer el número de móvil anotado pregunté ¿quién es esta loca? Un movimiento de cejas y aquel brillo tan característico que iluminaba sus ojos avellana me dio la respuesta. ¿Te has vuelto completamente majara?

-¿No te da morbo?

-¿Morbo? ¿Cómo se te ha ocurrido semejante locura?

Había colgado el anuncio en una aplicación de las que sirven para ligar. No os diré cuál, pues tampoco la conocía, pero por lo que me explicó algunas están pensadas para buscar pareja e incluso relaciones estables, pero otras, como la que me mostraba, servían para la búsqueda de sexo sin compromiso.

-Llevo meses dándole vueltas a la idea y al final me he lanzado. Publiqué el anuncio ayer por la noche y ya he tenido 46 respuestas. No te imaginas lo caliente que me tiene. Esta mañana he violado a Carlos.

Insistí en que había perdido el juicio, pero conociéndola, tal vez solamente se trataba de otra manera de echarle sal y pimienta a su sexualidad. Como fantasía, reconocí que tenía su cosa, sobre todo si le había servido para incentivar su vida de pareja, pero obviamente, el juego iba más allá, mucho más allá.

-He seleccionado tres, de momento. -¿Cómo? –Por el tamaño de la polla –respondió.

Aunque mi amiga había entendido perfectamente que no le preguntaba por el método sino por cómo se le había ocurrido hacerlo, vi claramente que no iba a detenerse por más argumentos racionales que yo aportara. Los expuse de todos modos, que a saber con qué y quién se encontraba, en qué situaciones, tal vez peligrosas, apelando además a en qué te convierte eso.

-No será distinto a liarme con desconocidos, con un tío que me ha entrado hace un par de horas, además, esperará de mí una mamada y eso voy a ofrecerle, así que no te preocupes por mi seguridad.

-Pero quién sabe con qué te puedes encontrar –insistí.

-Si tanto te preocupa mi bienestar, ¿por qué no me acompañas?

-Ni hablar, habrase visto.

***

Se llamaba Mr28. O así se hacía llamar aquella monstruosidad oscura y venosa que me mostraba excitada en la pantalla del Iphone 6 que mi amiga se había comprado para disponer de una línea nueva que utilizaría solamente para esto. La foto del miembro era lo único que Bibi había solicitado a su juguete. Lo demás, físico, intelecto, situación, nivel económico, le importaba bien poco. Solamente quedaremos con él para chupársela y luego nos iremos.

-¿Quedaremos? ¿Desde cuándo he decidido acompañarte?

-Venga, acompáñame. Tú también te mueres por verla. He quedado esta tarde a las 6 en la tercera planta del parking del Hipercor de Meridiana.

-¿Pretendes que te acompañe hasta aquel barrio?

Tenía su lógica desplazarse a una zona de la ciudad que nadie de nuestro entorno frecuentara, pero una cosa era visitar un barrio medio y otra muy distinta hacerlo en uno de clase baja. Aunque no es el peor de Barcelona, eso se lo tuve que admitir.

Llegamos a las 6.10, Bibi nunca ha sido una persona puntual, aparcamos su Mercedes SLK en la misma planta, pero lejos del Opel Astra blanco de tres puertas en que nos esperaba. Suerte que había conducido ella, pues yo temblaba como una hoja. Como tuviéramos un problema, no sabría qué hacer ni qué decir. Ella, en cambio, estaba excitadísima.

En cuanto divisamos el coche, aparcamos a unos 50 metros de distancia. Como medida de precaución, además, subimos caminando a la segunda planta tomando una puerta que teníamos detrás de nuestro coche, para reaparecer en la tercera por el acceso más próximo al señor 28.

Un chico que aún no había cumplido los treinta años esperaba sentado en él. Estaba solo, aunque los cristales posteriores estaban tintados y no sabíamos si habría alguien más agazapado. Ese pensamiento me incomodó, pues el parking estaba bastante desierto y si decidían agredirnos, difícilmente tendríamos escapatoria.

Cuando el hombre nos vio dirigirnos hacia su coche sonrió ampliamente, sin quitarse las gafas de sol de espejo que supongo que buscaban hacerle pasar inadvertido. ¿Qué puede haber más llamativo que un hombre solo con gafas de sol en un sitio cerrado?

-Veo que iba en serio. Pensaba que no vendrías y resulta que aparecéis dos. Mejor dos que una –afirmó mirándonos de arriba abajo como si fuéramos dos trozos de carne. -¿Las dos sois damas aburridas?

-No, yo soy la dama aburrida. Ella solamente me acompaña –respondió Bibi altiva.

-Ah, tú eres la dama. Pues tu amiga también parece una dama, en este caso será la dama de compañía, ¿no? –apostilló altanero. Pero Bibi lo cortó, más brusca de lo que yo hubiera preferido.

-¿Y tú eres Mr28 centímetros? –preguntó mirándole directamente la entrepierna.

El chico, sin duda un niñato de extrarradio, sonrió envarado, al tiempo que se bajaba el pantalón de chándal blanco para mostrarnos aquella enormidad. Aún no estaba dura, pero en reposo asustaba.

-Bien, –continuó la maestra de ceremonias –tú y yo pasamos al asiento trasero mientras mi amiga se sentará en el delantero.

-Preferiría que me la chuparas arrodillada. Siempre he soñado con poner de rodillas a una zorra rica como tú.

-Eso aquí no podrá ser –respondió Bibi altiva mirando en derredor. –El vestido que llevo vale más de lo que cobras cada mes y no pienso mancharlo en este suelo asqueroso. Así que si quieres seguir adelante, será como yo he dicho. Si no, nos vamos.

-Está bien, tú mandas Dama Aburrida.

Abrió la puerta del coche para que Bibi entrara mientras él la secundaba. Yo lo rodeé para sentarme en el asiento del copiloto, pues no quería que el volante y los pedales me molestaran. Me giré, apoyándome en la puerta cerrada para gozar del espectáculo.

Mi amiga ocupaba el asiento de detrás de mí, así que el chico me quedaba en diagonal, por lo que tenía una panorámica perfecta de la acción. Mientras Bibi se recogía la melena rubia en una cola para que el cabello no le molestara, él alargó una mano y le sobó un pecho, preguntándole si eran naturales, a lo que mi amiga asintió. Supongo que quería que se las mostrara pero el vestido se desabrochaba por detrás, con cremallera, tenía asas anchas, y vi que ella no estaba por la labor.

Estiró los brazos para bajar el pantalón y el slip también blanco y apareció aquel trozo de virilidad que parecía haber crecido desde que nos lo había mostrado orgulloso fuera del coche. Bibi lo acarició, suavemente, recorriéndolo con lentitud, hasta llegar a sus testículos, inmensos, sopesándolos, para volver a ascender despacio.

-¿Qué te parece lo que tengo para ti?

-No está mal –respondió humedeciéndose los labios.

Bajó la cabeza sin dejar de mirarla ni un segundo hasta que sus labios besaron el glande, abriéndose tranquilos para degustar aquel manjar. Lo rodeó para ascender de nuevo, tomando carrerilla para bajar algún centímetro más. Ascendió de nuevo. Descendió un poco más. Así estuvo, con exasperante lentitud, un buen rato, hasta que llegó a engullir completamente aquel cilindro enhiesto. ¡Madre de Dios! ¿Cómo podía caberle tamaña monstruosidad en la boca?

Se la sacó, roja por el esfuerzo, y repitió el juego una segunda y una tercera vez. El chico resoplaba a la vez que alababa las excelentes dotes de mi amiga en un lenguaje bastante soez al que yo no estaba acostumbrada pero que parecía no molestar a mi compañera.

Bibi cambió, para lamer todo el miembro de la punta hasta la base, para finalizar en los depilados testículos del joven, donde se entretuvo un buen rato. Ascendió de nuevo, reanudando la felación a un ritmo exasperantemente lento. Estoy segura que sentía más placer ella que él.

El chico resoplaba, gemía, eso es niña rica, eso es, chupa, hasta que agarró la cola de Bibi tratando de dirigir el ritmo. Pero la experta felatriz no siguió sus indicaciones. Continuó a la velocidad con que había comenzado, sin modificar el vaivén, alternando succiones más o menos profundas, según su notable albedrío.

Hasta que el chico llegó a puerto. Bibi le masajeaba los testículos mientras él jadeaba estridente insultándola, sigue así zorra, la chupas de vicio puta rica, nunca ninguna furcia me la había chupado como tú, cuando las palabras dieron paso a un profundo gemido acompañado de intensos movimientos pélvicos.

Si ya estaba alucinada con la extraordinaria actuación de mi amiga, que no perdiera el compás a pesar de los envites del joven y que tragara sonoramente toda la semilla que sacudía aquel miembro, me dejó completamente perpleja. Más si cabe cuando aún tardó varios minutos en liberarla, despidiéndose de ella lamiéndola de arriba abajo, también los testículos, para volver a ascender hasta acabar besando el glande.

-¿Qué te ha parecido? –preguntó Bibi cuando ya estábamos en el coche de vuelta a nuestro barrio.

-Una locura.

-Va, dime la verdad. Seguro que te ha parecido excitante.

-Claro que me ha parecido excitante, pero no por ello deja de parecerme una auténtica locura.

-Ha sido bestial. Me he corrido. –No puede ser. –Te lo prometo. No ha sido un orgasmo típico, ya sabes, la explosión del clímax, pero desde que me la he metido en la boca hasta que he acabado, he sentido todo mi cuerpo vibrar. Buf, tienes que probarlo, te encantará.

-¿Yo? ¡Ni loca! –zanjé, pero no pude quitarme la imagen de los labios de mi amiga devorando extasiada aquel pene descomunal durante varios días. Incluso las dos veces que tuve relaciones con Abel durante la semana siguiente, revivía la imagen cada vez que cerraba los ojos llevándome a los orgasmos más intensos de mi vida.

continuara---------->>>>>>>>

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