Durante la cuarentena total y obligatoria por culpa del COVID-19, un grupo de personas va a descubrir que sus vidas sexuales se ven afectadas de tal manera, que van a encontrarse frente a extrañas emociones y nuevas fronteras de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 3: Reviviendo la pasión
Ni bien salió la noticia, no lo dudé ni un segundo. Entré a mi habitación agarré un bolso deportivo que estaba metido en el fondo del placard y lo empecé a llenar de ropa limpia. Luego de eso, me armé una mochila en la que metí algunos apuntes de la facultad, artículos de limpieza y los cables del celular como también los auriculares. Saludé a mis viejos y salí a la calle que estaba bastante convulsionada con gente yendo en todas direcciones. Me subí a un taxi y me fui a lo de mi novia, decidido a pasar la cuarentena con ella.
Me llamo Francisco, tengo 25 años y soy estudiante de ingeniería. En primer año conocí a Paulina, una chica de un pueblo del interior que se había venido a vivir a la ciudad para poder estudiar en la universidad. Comenzamos a salir luego de unos meses de cursada la carrera y a mitad de año nos pusimos de novios. Poco a poco fue pasando el tiempo y ya llevamos más de seis años y medio de relación. Los dos todavía seguimos estudiando y nos encontrábamos a punto de iniciar el último año de cursada cuando apareció el coronavirus y surgió la cuarentena total. Se lo venía diciendo desde hacía tiempo y ella estaba de acuerdo con ella, fue por eso que ni bien salió la noticia agarré mis cosas y me fui a su casa para cumplir con mi palabra: “ni bien salga la cuarentena, me voy a tu casa así la pasamos juntos”.
Llegué cerca de las once de la noche y ella me recibió con un abrazo bien fuerte y me agradeció por no dejarla sola durante todos esos días. Subimos a su departamento, cerramos la puerta de entrada y nos sentamos a comer mientras mirábamos las noticias tratando de informarnos un poco más. Esa noche nos fuimos a dormir relativamente temprano, pues los dos estábamos bastante cansados del día agitado que habíamos tenido y no había ánimos para nada más. Sin embargo, la mañana siguiente fue totalmente distinta, ya que ni bien me levanté tenía la mano de Paulina sujetando mi verga con firmeza.
Durante nuestra relación tuvimos diferentes etapas. En un principio ella era muy tímida y reservada, a tal punto que tuvieron que pasar tres meses hasta que tuviéramos nuestra primera vez. A esto le siguieron unos cinco o seis meses en los que el sexo era algo muy esporádico y cuando se daba, era bastante básico. Sin embargo, nuestra relación dio un giro de casi 180 grados y el sexo pasó a ser el protagonista. Aprovechando que ella vivía sola, utilizábamos su departamento para coger casi diariamente. Algunos fines de semana nos la pasábamos encerrados, tirados en la cama, tocándonos todo el tiempo y complaciéndonos una y otra vez. Así fue durante unos dos años, en los cuales el sexo se convirtió en el elemento principal de nuestra relación y nos sirvió para conéctanos muchísimo.
Sin embargo, no todo dura para siempre. Pasados esos dos años, el sexo dejó de aparecer con tanta frecuencia. La relación se fue poniendo mucho más seria y nuevos objetivos aparecieron en nuestras vidas, los cuales íbamos cumpliendo juntos. Cogíamos, sí, pero cada vez más espaciadamente. El sexo seguía siendo intenso, placentero y lo disfrutábamos muchísimo, pero se notaba que ya no era el elemento principal de nuestra relación. El último año, llegó a volverse mucho más esporádico, pasando lapsus de hasta diez días en los que no lo hacíamos. No era malo para ninguno de los dos, pero simplemente era algo que sucedía y que estaba a punto de cambiar.
Me desperté el viernes 20 de marzo (primer día de cuarentena) y sentía la presencia de Paulina al lado mío, pegada a mi cuerpo. “Hola, mi amor” me dijo hablándome en un susurro al oído y en ese momento una sonrisa se dibujó en mi rostro. Tardé unos segundos en darme cuenta de que con su mano sujetaba firmemente mi pija, la cual estaba totalmente al palo. Paulina me besó apasionadamente y de un solo movimiento se colocó encima de mi cuerpo. Sentí la humedad provenir de entre sus piernas y el calor que su conchita emitía. “Bien día” me dijo sonriendo y volvió a besarme con sus labios para después meter su lengua en mi boca.
Mi pija fue entrando lentamente en su conchita, mientras ella movía su cintura de una forma muy suave para acomodarla en su lugar. Mientras hacía esto, yo iba acariciando su espalda con mis manos y nos besábamos de manera cada vez más intensa. Sentía el calor de su cuerpo rozando el mío y podía notar como sus duros pezones pasaban por mi pecho con cada movimiento que daba. Una vez que Paulina terminó de acomodarse, levantó su cuerpo y se sentó encima de mi cintura, regalándome una mirada morbosa y una sonrisa algo atrevida.
Comenzó a moverse lentamente en forma de círculos, crenado un ambiente más bien sensual. Sus tetas, pequeñas pero hermosas, subían y bajaban lentamente con cada movimiento que ella daba y su pelo iba en todas direcciones. A medida que Paulina aceleraba el ritmo yo sentía su conchita empaparse más y más, mientras que mi pija bien dura entraba y salía de esta. Cuando comenzó a dar pequeños saltos, pude sentir un placer enorme invadir todo mi cuerpo y sus gemidos sonando en la habitación me volvían loco. Mis manos subían y bajaban por su cuerpo, yendo de sus tetas a su cintura. Era todo sumamente excitante y el morbo de que me hayan despertado de esa manera me volaba la cabeza.
No tardé en acabar adentro de ella. Paulina se movió como loca, saltando cada vez más fuerte y clavándose mi pija hasta que logró sacarme toda la leche. “¡Mmm sí mi amor” gritó mirando al techo mientras recibía toda mi descarga adentro de su cuerpo. Luego de eso, apoyó sus manos en mi pecho y me miró sonriendo, haciéndome saber que estaba muy feliz y complacida de haberme hecho acabar de esa manera. “La vamos a pasar muy bien estos días” me dijo y se agachó para darme un beso.
Esa misma tarde volvimos a calentarnos mientras mirábamos una película en el sillón del comedor. Paulina se recostó sobre este y apoyó sus piernas en las mías, las cuales empecé a acariciar cada vez más fuerte hasta que me confesó que se estaba excitando. “¡Basta! O no vamos a terminar de ver la película” me dijo mirándome con una expresión desafiante. Obviamente yo seguí acariciando sus piernas y lo hacía cada vez más cerca de su cintura, al punto de que el short que tenía puesto empezaba a molestarme. No pasaron más de dos minutos, que este estaba tirado en el piso y mis dedos entraban en su concha.
En esa oportunidad, fui yo quien tomó las riendas del asunto y luego de acariciarle la conchita y de colarle los dedos, bajé con mi boca para darle placer con mi lengua. La película seguía sonando de fondo, pero no le prestábamos atención, pues en ese momento yo me concentraba en los gemidos que ella emitía al sentir mi lengua rozando su clítoris. Paulina empezó a mojarse de una manera, al punto tal de que mi verga entró directo en su conchita y volvimos a coger de manera bien caliente arriba del sillón. Para cuando terminamos, la película estaba tan avanzada que no entendíamos nada de lo que sucedía, sin embargo no nos importó y tratamos de ponernos al corriente.
Los días siguientes fueron igual de calientes. El segundo día de cuarentena decidimos ir a acostarnos después de almorzar, con la idea de dormir una siesta. El problema fue que al ponernos en cucharita, Paulina empezó a provocarme refregándome su cola por la pija hasta ponerme bien duro. “¡Mmm mi amor! ¿Qué te anda pasando?” me preguntó ella haciéndose la distraída pero sonriendo. Obviamente yo aproveché la posición para meter mi mano por debajo de su remera y manosearle las tetas. Poco a poco empezamos a sacarnos la ropa hasta que los dos estuvimos desnudos y totalmente calientes.
En esa oportunidad fui yo el que decidió actuar primero, metiéndome por debajo de las sábanas hasta llegar a su cintura con mis labios. Paulina abrió sus piernas, regalándome una hermosa imagen de su conchita, la cual ya estaba toda mojada. Pasé suavemente mi lengua por encima de ella, mientras que mis manos se posaban en sus muslos y abrían aún más sus piernas. Pude oír un gemido salir de su boca y repetí el movimiento para terminar lamiéndole el clítoris. “¡Ay sí! ¡Me encanta, Fran! ¡Ay si!” decía ella mientras que yo movía mi lengua bien rápido de lado a lado.
Su cintura empezó a subir y bajar al mismo tiempo que mi lengua se movía en todas direcciones. Sentía el sabor de su cuerpo en mi boca y eso me ponía mucho más caliente de lo que ya estaba. Paulina no paraba de moverse y yo seguía buscando su clítoris con mi lengua, recorriendo toda su entrepierna y mojándola por completo. “¡Ay sí! ¡Seguí!” me decía y yo podía escuchar sus palabras a pesar de estar cubierto por las sábanas.
Mis dedos no tardaron en aparecer, penetrando el cuerpo de mi novia quien no pudo evitar largar un gritito de placer. A medida que le iba lamiendo la conchita, dos de mis dedos entraban y salían de su cuerpo a toda velocidad. Me encantaba cogerla de esa manera, hacerla sentir placer con mi boca y mis manos. Ella me hacía saber lo mucho que le gustaba eso, emitiendo un gemido atrás de otro y pidiéndome que siga, que lo haga cada vez más y más rápido. Mis dedos no se detenían y mi boca se seguía humedeciendo cada vez más con lo que salía de su conchita.
- ¡No pares! ¡Voy a acabar!- Me advirtió Paulina agitadamente.
Sus palabras entraron a mi cabeza y pusieron mi cuerpo en movimiento. Obedeciendo a sus órdenes, continué lamiéndole la conchita pero moviendo mi lengua mucho más rápido de lo que lo venía haciendo. A su vez, mis dedos entraban y salían de su cuerpo a toda velocidad, logrando sacarle más de un gemido y haciendo que su cintura subiera y bajara como loca. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gritaba ella mientras mis dos dedos entraban por completo en su cuerpo y se mojaban todos. Sabía que estaba a punto de acabar y quería sentir el gusto de su cuerpo en mi boca, quería hacerla venir con mi lengua.
Paulina elevó su cintura y cayó de golpe rendida en el colchón. Sus manos se aferraron de las sabanas mientras que de su conchita salía un líquido hermoso que iba a parar a mis dedos y a mi lengua. Sus gemidos cesaron, pero seguía suspirando a toda velocidad. Saqué mis dedos de adentro de su cuerpo y comprobé que estaban totalmente empapados. Entonces elevé mi mano, la saqué de adentro de las sábanas y se la acerqué a la boca para que pudiera probar el sabor que yo acababa de sentir. Mi novia se metió mis dedos en la boca y los lamió hasta dejarlos completamente limpios.
El ambiente sexual se sentía todo el tiempo y nosotros no dejábamos pasar la oportunidad para tocarnos o besarnos. Tan solo un día después de que yo la hiciera acabar con la boca y que después de eso cogiéramos como locos, nos encontrábamos tirados en el sillón mirando una película y las manos empezaron a ponerse curiosas. Estábamos sentados uno al lado del otro y ella comenzó a acariciarme la pierna, al principio de manera inocente pero enseguida nuestras miradas se cruzaron. Mis ojos se dirigieron a los labios de mi novia, la cual supo leer mis pensamientos y actuó antes de que yo pudiera decirle algo.
Se levantó del sillón y se arrodilló delante de mí, olvidándose por completo de la película. Me miró con sus pequeños ojos y extendió sus labios, regalándome una sonrisa bien morbosa y caliente. Sus manos subieron por mis piernas hasta llegar a mi cintura, aferrándose con fuerza del jogging que tenía puesto en ese momento. Me lo fue bajando lentamente y dejó al descubierto mi bóxer, el cual ya mostraba un bulto inmenso que revelaba mi erección. Ella alzó las cejas al ver lo que había provocado con tan solo una mirada y un gesto sugestivo y se lanzó encima mío.
Su boca tocó mi pija y noté la suavidad y la humedad de sus labios. Cerré los ojos, me relajé sobre el sillón y me dediqué a disfrutar de ello, mientras que mi novia jugaba con mi verga. Sus labios fueron bajando por el cuerpo lentamente mientras que su pelo caía sobre mis piernas. Me encantaba la forma en la que lo hacía y la delicadeza con la que chupaba la cabeza. Su lengua rozaba mi pija haciendo que esta se pusiera cada vez más y más dura.
Poco a poco fue acelerando el ritmo de la mamada, haciendo que esta se volviera mucho más excitante. Su cabeza comenzó a subir y bajar por mi verga a toda velocidad y la forma en la que su lengua se movía sobre mí era mucho más estimulante. Mientras me la chupaba, con una de sus manos me tocaba los huevos, acariciándolos delicadamente y levantándolos para que estos tocaran su mentón. Era la primera vez en mucho tiempo que Paulina me la chupaba con tantas ganas y eso me ponía como loco. Me encantaba sentir el placer de sus labios mojados sobre mi pija totalmente dura.
Intenté levantarme, pues tenía ganas de cogérmela bien duro en el sillón. Sin embargo ella puso su otra mano en mi pecho y empujó hacia abajo haciendo que yo no pudiera ponerme de pie. Suavemente elevó su cabeza y mientras tomaba mi pija con su mano y comenzaba a masturbarme a toda velocidad, me miró fijo a los ojos y me regaló una nueva sonrisa. “No te levantes. Quiero hacerte acabar con mi boca” me dijo y volví a bajar la cabeza para continuar chupándomela con ganas.
Sus palabras hicieron un efecto casi instantáneo. Su boca empezó a subir y a bajar por mi verga a toda velocidad y sentí un placer increíble, un calor que se apoderó de todo mi cuerpo. Si quería hacerme acabar con su boquita, iba por muy buen camino, pues sus labios me estaban volviendo loco y sus manos eran un toque ideal. Noté como mis piernas empezaron a temblar al mismo momento en que su lengua comenzó a jugar con la cabeza de mi pija. Ella lo sabía y por ende la movía de una manera frenética y eléctrica. “Ahí viene” llegué a advertirle.
Paulina siguió chupándome la cabeza y logró sacarme la leche de una manera impresionante. Abrió bien grande su boquita y recibió toda mi descarga en su lengua, la cual salió disparada en varios chorros hasta dejársela completamente blanca. Abrí los ojos para ver su mirada y noté su vista clavada en la mía al mismo tiempo que distinguí una leve sonrisa más abajo. Mi novia cerró la boca, tragó y la volvió a abrir para enseñarme que había hecho desaparecer todo el semen que yo le había dado. “¡Mmm qué rico!” dijo mientras me seguía pajeando despacito y sacaba su lengua para limpiar la poca leche que había quedado en mi pija.
Luego de ese pete excelente, nos agarraron ganas de matarnos en la cama ni bien terminó la película, la cual no entendimos del todo ya que nos perdimos una parte. Al día siguiente decidimos quedarnos en la cama por varias horas, mirando una serie, tocándonos todo el tiempo y cogiendo en dos oportunidades. Era evidente que la cuarentena había revivido nuestro deseo sexual y la pasión se hacía cada vez más visible. Ella se levantaba y mis ojos se posaban en mi cola. Yo me sacaba la remera y ella me miraba casi babeándose. No podíamos sacarnos las manos de encima y nos encantaba sentir el calor de la piel del otro en nuestros cuerpos.
Cuando supimos la noticia de que la cuarentena se extendía por dos semanas más, supimos que iban a ser dos semanas repletas de sexo y decidimos festejarlo con un rapidito en el sillón antes de la cena. Al otro día volvimos a calentarnos a la tarde, después de que ella preparara una merienda y los dos la tomáramos en la cama. Ya no sabíamos si era Lunes, Martes o algún día del fin de semana, pues habíamos dejado las responsabilidades de lado y nos enfocábamos en disfrutar y en gozar juntos.
Esa noche decidimos tener una cena más o menos romántica. Apagamos la tele, encendimos algunas velas, abrimos un vino y disfrutamos de una deliciosa cena que Pau se encargó de cocinar para los dos. Luego de eso nos trasladamos al sillón donde empezamos con los besos y las caricias, pero enseguida fuimos subiendo la temperatura. Al igual que había hecho hacía unos días, Paulina se arrodilló delante de mí y me empezó a chupar la pija, poniéndomela al palo y dejándome bien caliente. En esa oportunidad, tuve la posibilidad de devolverle el favor y luego de que ella se sentara y se levantara el vestido, me permitió comerle la conchita hasta dejársela empapada. Ya bien calientes, decidimos ir a la habitación y volvernos locos.
- ¡Ay sí! ¡Cogeme mi amor!- Me decía ella mientras yo le daba bien duro.
Paulina estaba acostaba boca arriba y había abierto las piernas para permitir que yo me acostara encima de ella y la penetrara con ganas. La previa había sido tan estimulante que ahora los dos nos movíamos descontroladamente y disfrutábamos del nuestros cuerpos rozando. Mi cintura subía y bajaba a toda velocidad, provocando que mi pija al palo entrara y saliera en su conchita, la cual estaba completamente mojada. Sus manos se apoyaban en mi espalda y empujaban hacia abajo, haciendo que mi pecho chocara con el suyo y que nuestros labios se encontraran en un beso bien apasionado. Sentía su respiración caliente sobre mi cara y notaba sus pezones duros rozando en mi pecho cada vez que mi cuerpo se movía.
Luego de varios minutos, le dije que se diera vuelta y Paulina se puso en cuatro sobre el colchón. Yo me arrodillé detrás de ella y la penetré con toda violencia, sacándole un grito de placer que resonó en toda la habitación. Mis manos se posaron en su cintura y mi cuerpo se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás, provocando que mi verga entrara y saliera de su conchita, sacándole un gemido atrás de otro a mi novia. “¡Ay sí! ¡Me encanta!” gritaba ella cada vez que mi cintura golpeaba contra su cola y que mi pija entraba por completo en su cuerpo.
Comencé a acelerar el movimiento y a medida que subía la velocidad, el placer que sentía era mucho mayor. Levanté una de mis manos y la bajé a toda velocidad, golpeando una de las nalgas de Paulina y dejando mi marca en ella. “¡¡¡Ay!!!” se quejó ella pero yo sabía que le había encantado, pues después de eso fue ella la que se empezó a mover hacia atrás y hacia adelante. Decidí volver a pegarle un chirlo, en esa oportunidad lo hice en el otro cachete, mientras que mi verga seguía entrando y saliendo de su conchita. Tras varios cachetazos, mi novia tenía la cola completamente roja.
- Acostate.- Me dijo dándome una orden luego de que yo le pegara un nuevo chirlo.
Enseguida me coloqué boca arriba en el sillón y ella se sentó sobre mi verga sin perder el tiempo. Comenzó a cabalgar como loca, dando pequeños saltos con las manos apoyadas en mi pecho. Yo coloqué las mías en su cintura, pero enseguida las fui subiendo hasta sus tetas, las cuales apreté con fuerza. Paulina no dejaba de gemir, sintiendo toda mi dureza adentro de su cuerpo el cual estaba totalmente mojado. Al mismo tiempo que ella se movía descontroladamente hacia adelante y hacia atrás, yo subía y bajaba mi cintura a toda velocidad.
“¡Ay sí! ¡Voy a acabar!” gritó ella cerrando los ojos y tirando la cabeza hacia atrás. Entonces relajé mi cuerpo por completo y dejé que todo el placer se acumulara en mi pija, que estaba a punto de estallar. Paulina siguió saltando y logró sacarme toda la leche, en una explosión de placer puro que me llevó a largar un gemido bien grave. Tras unos segundos de sentir como su concha se llenaba de mi semen, ella dio el golpe final sobre mi cintura y llegó al orgasmo, pegándome con un puño en el pecho y gritando como loca.
Paulina bajó la cabeza y me miró con una sonrisa que iba de oreja a orea. “¡Ay dios! ¡No me podés hacer acabar así!” dijo entre gemidos y cayó rendida en mi pecho. Yo la abracé con fuerza y la besé apasionadamente. Sentía el calor de su cuerpo al frotarse con el mío y notaba su pecho subir y bajar agitadamente. Nos lanzamos una mirada y sin decir nada, los dos supimos que el otro pensaba lo mismo: acabábamos de tener el mejor sexo de nuestras vidas. Cerré los ojos y poco a poco fue relajándome mientras deseaba con todo mi corazón que la cuarentena no terminara nunca.
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