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Cuarentena total. Capítulo 2

Cuarentena total. Capítulo 2

Durante la cuarentena total y obligatoria por culpa del COVID-19, un grupo de personas va a descubrir que sus vidas sexuales se ven afectadas de tal manera, que van a encontrarse frente a extrañas emociones y nuevas fronteras de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPÍTULO 1

Capítulo 2: La puerta de en frente
   Cuando llegó la noticia que debíamos permanecer en nuestras casas y no salir por los próximos días, me sentí aliviada de haberme podido mudar tan solo unas semanas antes de que esto sucediera. El edificio era completamente nuevo y había sido habilitado hacía menos de dos meses, por lo que en el mismo solo había unos pocos departamentos ocupados. A pesar de que me sentía tranquila en mi nuevo departamento, tenía la mala suerte de que no habían llegado a instalarme internet en el mismo y sentía que podía llegar a desesperar por ello. Por suerte para mí, conseguí una buena distracción.
   Me llamo Estefanía, tengo 32 años y soy contadora, por lo que la cuarentena total me encontró imposibilitada de salir de mi casa. Hacía unos meses había terminado con mi novio una relación de más de cinco años y luego de vivir dos meses con mis padres, tuve la suerte de que se habilitara el edificio en donde estaba el departamento que venía pagando hacía ya varios años. “Por fin, mi propia casa” pensé ese lunes a la tarde cuando terminé de trasladar las cajas desde la casa de mis viejos. La mala noticia llegó ese jueves a la noche, cuando se anunció la cuarentena y yo recordé que los que me venían a instalar el internet iban a venir al día siguiente.
   “Me quiero morir boluda, no tengo internet” le dije a mi mejor amiga, quien me recomendó que llamara para pedir que me lo fueran a instalar de todas formas. Obviamente no hice eso y decidí aprovechar esa oportunidad para desconectarme por completo del mundo exterior. Tenía muchísimas cosas para ordenar y acomodar, así como también varios libros para leer y entretenerme. El problema fue que luego de tan solo dos días de encierro ya estaba aburrida y me estaba gastando todos los datos del celular pues me la pasaba en las redes y viendo series.
   Al día siguiente descubrí que había una red que llegaba a mi departamento y con muy buena señal. Teniendo en cuenta que era el único edificio de la cuadra y que estaba en un octavo piso, supuse que debía ser del departamento de en frente. “Ya fue, no pierdo nada” pensé mientras abría la puerta del departamento y salía al pasillo a tocarle el timbre al vecino. Sabía que en frente vivía una chica más o menos de mi edad, pues mi balcón daba directamente al de ella y la había visto en más de una oportunidad. Sin embargo, ni bien se abrió la puerta me llevé una sorpresa.
   Un chico alto, de pelo rubio enredado, con ojos color claro y una sonrisa en el rostro se encontraba parado en frente mío. Tenía puesto un short deportivo y estaba en cuero, permitiéndome ver sus abdominales y pectorales marcados. Me quedé muda por unos segundos, pues esperaba ver a la chica que había visto a través del balcón y no encontrarme a tan hermoso macho. “¿Hola?” me saludó el algo desentendió al ver que yo no le hablaba.
   Tardé unos segundos en que las palabras salieran de mi boca, pero llegué a pedirle la clave del wifi para luego volverme a mi casa sintiendo como mi cara se prendía fuego de lo roja que estaba. ¿De dónde había salido ese hombre tan hermoso? ¿Por qué nunca lo había visto? Me quedé pensando en él durante varios minutos hasta que decidí asomarme nuevamente por el balcón para ver si lo veía. Debido a que el edificio tiene forma de L, desde mi balcón tengo una muy buena vista del suyo. En ese momento encontré que tanto él como mi vecina estaban haciendo actividad física y decidí observarlos por unos minutos. En un momento él levantó la mirada y nuestros ojos se cruzaron. Para mí sorpresa, el chico me devolvió una sonrisa y salió al balcón para hablar conmigo.
   - ¿Muy aburrida?- Me preguntó al mismo tiempo que la chica salía al balcón y me saludaba con la mano.
   Comenzamos a hablar y me enteré que se llamaban Federico y Marisa, que tenían 28 años y que trabajaban como profesores en un gimnasio. “Se nota” pensé yo al ver el cuerpo trabajado de él y la figura perfecta de ella. Estaban en pareja hacía ya varios años y se habían mudado tan solo unos días antes de que yo lo hiciera. “Por suerte, nos vinieron a instalar el internet el miércoles” me dijo él sonriendo luego de que le comentara lo que me había pasado a mí. Después de eso, ellos volvieron a entrenar y yo me quedé unos pocos minutos en el balcón, viendo como se movían al ritmo de la música que sonaba de fondo.
   Esa noche volví a saber de mis nuevos vecinos, pero no porque me los cruzara en el balcón o en el palier del edificio. Mi habitación se encontraba al fondo del departamento, al igual que la de ellos y compartían una pared, por lo que podía escuchar lo que pasaba del otro lado si no hacía mucho ruido. Cuando estaba a punto de irme a dormir, pude oír un ruido que me llamó la atención y tras quedarme en silencio por unos segundos, noté que ese ruido eran gemidos de placer. Federico y Marisa estaban cogiendo y al parecer ella disfrutaba muchísimo de ello. Eso hizo que mi cerebro recordara la imagen de él completamente en cuero, con su cuerpo transpirado y la sonrisa en su rostro.

   Los días siguieron y las escenas parecían repetirse. Por alguna razón me gustaba mucho salir al balcón y admirar la vista que se veía desde allí. No, no me refiero a los pájaros o a los arboles de la plaza de enfrente, sino a mi vecino entrenando o dando clases por videollamada. Federico estaba todo el tiempo en cuero y cuando entrenaba en el living, podía ver como se movía, saltaba, levantaba pesas y hacía abdominales, marcando aún más su cuerpo y transpirando para quedar todo mojado.
   Al tercer día seguido de verlo hacer su rutina, me di cuenta de que estaba muy caliente y que necesitaba tener sexo. Desde que había cortado con mi ex novio no había tenido la posibilidad de encontrar a alguien nuevo y por ende, llevaba más de cuatro meses de inactividad sexual, lo cual era muchísimo para mí. Luego de que Federico finalizara su rutina de ejercicios, salió al balcón para tomar algo de aire e intercambiamos unas palabras. Pero yo estaba muy concentrada en su mano, la cual subía y bajaba todo el tiempo por su cuerpo transpirado, repasando sus abdominales y rodeando sus pezones.
   Ni bien finalizamos la conversación, me fui a recostar en la cama y comencé a masturbarme pensando en él. Sin embargo la frialdad del consolador no era suficiente para mí y necesitaba una motivación aún mayor. La misma llegó segundos más tarde, cuando los gemidos de Marisa aparecieron nuevamente y me hicieron saber que ella y Federico estaban cogiendo con ganas. En esa oportunidad ella no solo gemía, sino que también hablaba y le decía a su amante lo mucho que disfrutaba de coger con él de esa manera. Ese fue el impulso que me permitió volver a tocarme y que me ayudó a llegar al orgasmo mientras por mi cabeza circulaban las imágenes de él tocándose su cuerpo en el balcón.
   Al otro día volví a cruzarme a Federico, pero en esa oportunidad me lo encontré en el palier, sacando la basura. Apenas llegamos a saludarnos, sin embargo la musculosa que llevaba puesta dejaba al descubierto sus enormes y musculosos brazos que me dejaron a punto de babear. ¿Era mi imaginación o cada día estaba más bueno? Ni bien entró a su departamento pude escuchar a través de la puerta que su novia le preguntaba con quien había hablado y él le dijo que me había cruzado a mí. “Es linda la vecina de en frente. ¿No te parece?” le preguntó ella. Mi oído se paró para escuchar la respuesta de Federico: “Es muy linda. Pero no tanto como vos” le respondió a Marisa.
   Esas palabras resonaron en mi mente durante todo el día. ¿Federico le había dicho a su novia que yo era muy linda? ¿Era casualidad que me lo cruzaba todo el tiempo en el balcón y ahora en el palier? ¿O era él quien quería cruzarse conmigo? Claramente mi cabeza estaba pensando más de la cuenta debido a la cuarentena y algunas cosas no deben ser pensadas demasiado. Esa noche volví a escucharlos teniendo sexo y los gritos y gemidos de Marisa penetraban en mi cabeza todo el tiempo. “¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡Dale, cógeme!” le gritaba ella como loca y se escuchaba el rechinar de la cama, haciendo que no pudiera dormirme hasta que la escena terminara.
   La obsesión que empezaba a tener con él ya era muy grande. El viernes a la tarde volví a salir al balcón en el momento exacto en el que escuché música y me di cuenta que estaban entrenando. Luego de verlos hacer actividad física por varios minutos, Marisa se asomó al balcón y me preguntó cómo estaba pasando la cuarentena. En medio de mi respuesta, Federico se asomó y le dijo a su novia que se iba a bañar. Al ver que yo estaba en mi balcón, él salió al suyo para saludarme y para mi sorpresa, se empezó a desvestir ahí mismo. Primero se sacó la remera, luego las zapatillas y las medias y cuando pensé que iba a entrar para terminar de desvestirse, se deshizo del short y el bóxer que tenía puesto.
   Obviamente aparté mi mirada de él y mis ojos se clavaron en los de Marisa, quien tenía una sonrisa pícara en su rostro. Federico dejó la ropa amontonada en un rincón y en vez de entrar a su departamento, se paró atrás de su novia y la abrazó pasando sus brazos por la cintura de ella. Yo trataba de no mirarlo fijo, pero mis ojos se desviaban solos y se clavaban en su cuerpo desnudos y transpirado. Federico besó a Marisa en el cachete y luego se alejó un metro y mis ojos bajaron directamente a su cintura y pude ver su enorme pija, que a pesar de no estar firme, se extendía hacia abajo entre sus piernas.
   Rápidamente mis ojos se alejaron de esa escena y se clavaron en el horizonte, tratando de disimular lo que acababa de ver. Federico se dio media vuelta y entró a su departamento mientras que el silencio reinaba en el aire. Entonces me digné a mirar a mi vecina quien seguía sonriendo de manera pícara, como si lo que acababa de suceder no era más que una travesura. Miré hacia adentro de su departamento pero él ya no estaba, se había metido en el baño. “Bueno, voy a poner esto a lavar” dijo Marisa levantando la ropa de su novio y sonriéndome una última vez.
   La vergüenza me llevó a quedarme encerrada el resto del día en mi departamento, sin salir al balcón por más que el día lo ameritaba. El sábado sucedió lo mismo. No me asomé en ningún momento, ni siquiera cuando los pude oír a ellos en su balcón hablando bien fuerte para llamar mi atención. Me moría de ganas de salir y verlo a él, quien seguramente estaba en cuero o hasta desnudo, pero no fue hasta la noche que tuve el coraje de hacerlo.
   Me hice un sándwich para la cena y decidí ir a comerlo en el balcón. Federico y Marisa copiaron mi idea luego de ver que yo estaba comiendo sola. “Hola vecina” me saludó él y se sentó en una de las sillas que tenía en su balcón. Estuvimos conversando durante casi una hora y media mientras cenábamos, cada uno desde su propio balcón. Luego de eso, Marisa se sentó encima de Federico y por más que siguieron hablando conmigo, yo podía ver como las manos de ella se metían por debajo de la remera de él y tocaban su pecho.
   Luego de unos minutos, Marisa empezó a besarle el cuello y a lamerle la oreja, mientras él me contaba sobre las clases particulares que daban todos los días a la mañana a través de video llamada. Obviamente no podía concentrarme en lo que él me decía, pues la boca de ella iba bajando cada vez más por el cuerpo de él, a tal punto que había llegado a sus hombros. Sin darle importancia a que yo estuviera viéndolos, Marisa le sacó la remera a su novio y su boca siguió bajando por el pecho de él hasta llegar a sus pezones.
   De golpe, ella se levantó y acariciando el pecho de su novio, lo rodeó y entró a su departamento dirigiéndome una sonrisa. Mientras Marisa prendía la luz del living, Federico se paró de la silla en la que estaba sentado y volvió a desvestirse en el balcón hasta quedar completamente desnudo. En esta oportunidad, su pija estaba algo dura y mucho más crecida que el día anterior. “Me voy adentro” me dijo sonriendo y guiñándome un ojo. Yo me quedé sentada, completamente inmóvil y sin poder creer lo que estaba sucediendo. Sin embargo, las cosas todavía se iban a poner mucho más calientes.
   No podía verla desde mi ángulo, pero Marisa ya estaba desnuda y recostada sobre el sillón que tenían en el living. Ni bien Federico entró al departamento, se arrodilló frente a su novia y ella colocó sus pies sobre los hombros de él. La imagen no era muy clara desde mi perspectiva, pero se notaba perfectamente que él estaba complaciéndola a ella y al parecer lo hacía muy bien. Los gemidos de Marisa no tardaron en aparecer y eran mucho más fuertes de los que había podido escuchar desde mi habitación.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Sí, mi amor!- Gritaba ella como loca mientras que su cabeza subía y bajaba entre las piernas de ella.
   Luego de unos minutos, él se levantó y dio un paso hacia atrás, quedando en medio del living y dejándome verlo con comodidad. Su pija estaba mucho más grande que antes y se elevaba por encima de su cintura. Marisa, se arrodilló frente a él y mientras lo miraba a los ojos, le agarró la pija con su mano derecha y lo empezó a pajear. Federico le dijo algo que no llegué a escuchar pero que generó una pequeña risita en ella.
   Marisa abrió la boca y empezó a chuparle la pija a su novio. Lo hacía con muchas ganas, comiéndose esa enorme y dura verga que solamente le entraba por la mitad. A pesar de eso, él parecía disfrutar muchísimo del pete que su novia le estaba haciendo y lo demostraba tirando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y entreabriendo la boca. Ella se volvía loca, moviendo su cabeza en todas direcciones, llenándose la boca con la pija de su novio y lamiéndosela como loca. En medio de toda esa situación, Federico bajó la cabeza y miró hacia donde yo me encontraba para encontrarse con mis ojos que observaban toda la situación. Me sonrió y me guiñó un ojo, para posteriormente bajar la vista hasta encontrarse con la mirada de su novia.
   El show se ponía cada vez más caliente y ellos lo sabían. Después de complacerse mutuamente de manera oral, Marisa se paró y se abrazaron en medio del living, mientras que las manos de él se aferraban con fuerza de la cola de ella. Al mismo tiempo que Marisa le pasaba la lengua por el cuello, el volvió a mirarme con una sonrisa y eso me prendió muchísimo. Sin quitarle los ojos de encima, me recosté sobre la silla en la que estaba sentada y metí mi mano adentro de mi pantalón para empezar a tocarme por encima de la ropa interior.
   Mis vecinos siguieron disfrutando como si nada pasara. Marisa se puso en cuatro en el piso y Federico se arrodilló detrás de ella. Desde mi perspectiva podía ver claramente la cara de ella y pude apreciar sus muecas de placer a medida que su novio se la iba metiendo. Una vez que la tuvo toda adentro, él colocó sus manos sobre la cintura de ella y agarrándose con fuerza, se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás, cogiéndosela lentamente pero de manera muy intensa. Marisa cerró los ojos y abrió bien grande la boca, dejando escapar un hilo de gemidos que pude oír claramente debido a que la ventana había quedado abierta.
   Poco a poco, Federico empezó a moverse más rápido y eso fu subiendo la temperatura en el living de mis vecinos. Los gritos y gemidos de placer de Marisa comenzaron a ser mucho más frecuentes y podía escucharlos con total claridad. “¡Ay sí amor! ¡Cogeme! ¡Sí, cogeme!” le gritaba ella y él se movía más y más rápido, golpeando su cintura contra la cola de ella, provocando que su enorme pija entrara bien adentro de su conchita. Mientras tanto, yo seguía acariciándome mi entrepierna por encima de la bombacha que tenía puesta, la cual empezaba a molestarme, sobre todo en los momentos en los que Federico levantaba la vista y me miraba con una sonrisa morbosa.
   Tras coger varios minutos en esa pose, se levantaron y fueron a apoyarse contra la pared que estaba del otro lado, permitiéndome ver cómodamente lo que sucedía. Marisa apoyó sus manos a la altura de su cabeza y tiró su cola hacia atrás. Federico se paró detrás de ella y volvió a meter su pija adentro de la concha de ella. Enseguida colocó sus manos en la cintura de su novia y comenzó a mover su cadera hacia adelante y hacia atrás, cogiéndose suavemente a la chica que enseguida empezó a gemir.
   Desde donde yo estaba, podía ver la escena completa y era muy excitante, a tal punto que terminé corriéndome la bombacha hacia un costado y comencé a acariciarme piel a piel. “¡Sí! ¡Cogeme, mi amor! ¡Cogeme bien duro!” le pedía Marisa a su novio que se movía a toda velocidad provocando un sonido seco en el momento en el que chocaban sus cuerpos. Ella giró la cabeza hacia la izquierda y me miró fijo a los ojos, mientras una sonrisa de placer puro se dibujó en su rostro. Era obvio que disfrutaban muchísimo del sexo, pero lo que más les gustaba era ser observados mientras lo hacían.
   En un momento Federico estiró sus manos por la espalda de su amante, pasando por los brazos de ella hasta llegar a sus muñecas. Sujetándolas con fuerza, fue llevando las manos de Marisa hasta su espalda y las agarró a las dos con una de sus manos. La otra mano, la que le había quedado libre, la llevó hasta el cuello de su novia, el cual apretó con fuerza mientras se empezaba a mover hacia adelante y hacia atrás. Así, teniéndola totalmente a su merced, se la empezó a coger a toda velocidad, penetrándola bien a fondo y sometiéndola a un placer violento que parecía encantarle. Sus gemidos quedaron ahogados por la mano de su novio, por lo que el ruido de sus cuerpos golpeando con fuerza inundó el living y salió por el balcón hasta llegar a mis oídos.
   Un dedo mojado entró a mi cuerpo y comenzó a darme placer mientras observaba a mi vecina siendo sometida de esa manera por su hermoso novio. Federico se movía a toda velocidad, introduciendo su enorme verga en la conchita de ella, la cual debía estar muchísimo más mojada que la mía. Sus cuerpos se descontrolaban más y más y calor hacía que sus cuerpos transpiraran y brillaran a la luz de la lámpara. Marisa se empezó a mover como loca, subiendo y bajando la cabeza mientras gritaba como podía. Federico no paraba, estaba prendido fuego y no podía detenerse.
   Entonces ella pegó un grito bien agudo que cortó el aire y los dos se quedaron quietos casi al instante. Él tenía las piernas semi abiertas y pude ver como un líquido caía entre ellas y llegaba hasta el piso, mojándolo todo. Marisa acababa de llegar al orgasmo y lo había hecho de una manera hermosa, acabándole la pija a su novia y mojándole todo el cuerpo. Sin embargo la noche no había terminado, ya que él le soltó las manos e instantáneamente ella dio un paso hacia adelante y se arrodilló de nuevo frente a su novio para llevarlo al clímax máximo de la noche.
   No hizo falta que hiciera mucho, pues se notaba que Federico estaba muy caliente. Marisa sujetó su pija con una mano y tras masturbarlo por unos segundos, logró sacarle una cantidad enorme de semen, el cual recibió en su pecho y en su boca. La leche salió disparando en todas direcciones y cayó sobre el cuerpo de Marisa mientras que él gemía por lo bajo con los ojos cerrados. Fue una escena tan caliente que me motivó para colarme un dedo a toda velocidad mientras observaba el semen salir de la cabeza de la enorme pija de Federico y caer en los labios de su novia.
   Los tres nos quedamos inmóviles por unos segundos. Él alzó su vista y me miró a los ojos mientras que en su boca se dibujaba una sonrisa de placer absoluto. Luego de eso, dio un paso hacia atrás y miró a su novio para decirle un “sos increible” que no pude escuchar pero que leí en sus labios. Caminando despacio, salió al balcón y se apoyó en la baranda mirando a la oscura noche que había alrededor. “¿Te gustó?” me preguntó tras unos segundos de silencio en los que aproveché para levantarme de la silla y mirar hacia donde él miraba. “Sí” le respondí yo y al darme cuenta que había sido muy corta la respuesta le agregué que me había encantado.
   - Cuando quieras te podes sumar y hacemos algo los tres.- Me dijo él y giró la cabeza para sentenciarme con su mirada.


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3 comentarios - Cuarentena total. Capítulo 2

daros82 +1
Este se lleva la paja de la semana sin dudas.npor más vecinos asi
HistoriasDe
Jaja gracias por comentar!
Hernann27 +1
Excelente, como de costumbre! gracias divina!
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Gracias a vos!
Pervberto +1
Seguramente la perversión de los arquitectos está en ese diseño de edificio, circunstancia para esa historia tan ardiente.
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Jajaja gracias por pasar!