Durante la cuarentena total y obligatoria por culpa del COVID-19, un grupo de personas va a descubrir que sus vidas sexuales se ven afectadas de tal manera, que van a encontrarse frente a extrañas emociones y nuevas fronteras de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 1: Mensajes calientes
Todo sucedió tan de golpe que me costó darme cuenta de lo que verdaderamente estaba pasando. El presidente salió en cadena nacional a anunciar la cuarentena total y mi madre rompió en llanto enseguida. En ese mismo momento, mi celular vibró y recibí un mensaje de ella, que me proponía un último encuentro antes de que arranque la cuarentena. Sin embargo, no encontré una mentira lo suficientemente contundente que me permitiera salir de casa en esa situación, por lo que tuvimos que quedarnos con las ganas.
Me llamo Tobías, tengo 24 años y soy estudiante de medicina y ayudante de cátedra de una materia de primer año. Allí conocí a Rocío, quien hacía poco había sido alumna mía en los cursillos y quien estaba deseosa de empezar la cursada. En la primera clase que tuvimos me fijé en ella y noté que no me sacaba los ojos de encima. Dado que yo era profesor, no pude dar el primer paso. Sin embargo, Rocío no dudó y tras una semana de iniciados los cursillos, se acercó a mí y me preguntó si podía darle mi celular para que me haga unas consultas.
Tardamos cinco días en estar juntos por primera vez. La misma tarde que le di mi celular, ella me escribió y empezamos a hablar, de todo menos de cosas de la facultad. Al día siguiente acordamos en ir a tomar algo, previa confirmación de que Rocío tenía 18 años. El tercer día de charlas, ella me empezó a seguir en Instagram y yo hice lo mismo, para descubrir que tenía varias fotos en malla de ese verano y que sus tetas se veían divinas en esa bikini. Al cuarto día, nos volvimos a ver en la facultad y nos quedamos conversando una vez finalizada la clase de los cursillos. Al quinto día fuimos a tomar una cerveza a un bar y luego nos dirigimos a su departamento para pasar una noche bien caliente.
Rocío era un fuego en la cama, una loba sexual. Me besaba de una manera bien fogosa, al mismo tiempo que sus manos recorrían mi cuerpo. Su boca fue la protagonista del encuentro, haciéndome sentir un placer inmenso cuando se arrodilló delante de mí y dejándome marcas en el cuello y en el pecho. En el momento en el que se sentó sobre mi cuerpo, me demostró que era una pendeja bien caliente y que sabía cómo moverse. Sin embargo, lo que más me voló la cabeza, fue el hecho de que me pidiera por favor que le acabara en la boca, casi como suplicándome que le diera mi semen.
- ¿Me vas a dar la lechita en la boca? ¿Me la vas a dar toda?- Me preguntó cuando me la cogía en cuatro y estaba casi a punto de acabar.
Sus palabras me volvieron tan loco, que ni bien se volvió a arrodillar delante de mí, comencé a acabar como nunca antes lo había hecho, llenándole la boca de semen. Sus ojos se clavaron en los míos y su boquita fue recibiendo toda mi miel hasta que quedó llena de ella. Entonces Roció terminó de sentenciar la noche, cerrando la boca, tragándose mi leche y volviéndola a abrir para mostrarme la lengua completamente limpia. “Sos increíble pendeja” le dije y me recosté sobre la cama, completamente vencido.
Ni bien se supo la noticia de que el coronavirus había llegado al país y las clases se suspendieron, supimos que íbamos a tener muchísimo tiempo libre para vernos. Los cursillos habían terminado pero la cursada todavía no comenzaba, por lo que Rocío no tenía tantas cosas que estudiar. Por mi parte, seguía trabajando en material para enviarle por mail a los alumnos de primero y aprovechaba las mañanas para prepararme para las materias que tenía que rendir. Pero la mayor parte del día, nos encontrábamos en su casa o en la mía y nos matábamos en la cama.
Apenas nos veíamos, no nos podíamos aguantar las ganas y nos comíamos la boca para calentarnos al punto de desnudarnos en cuestión de segundos. Luego de una primera ronda, solíamos quedarnos desnudos en la cama conversando unos minutos hasta que las ganas se volvían a apoderar de nosotros y el impulso nos llevaba a una segunda vuelta. El miércoles previo a que se declare la cuarentena total, llegamos a coger tres veces en tan solo una tarde y tuvimos que quedarnos con las ganas de la cuarta porque yo tuve que irme de su casa antes de que llegaran sus padres.
Ese jueves, no pudimos vernos. Su madre le pidió que la acompañara al supermercado a hacer una compra grande y yo aproveché para ponerme al día con los estudios. Los rumores eran fuertes y sabíamos que el presidente iba a hablar esa noche, sin embargo estábamos convencidos de que la cuarentena iba a comenzar el lunes y que íbamos a tener tiempo de vernos ese fin de semana. El problema fue que el aislamiento comenzó esa misma noche y a pesar de que ella me dijo que fuera a su casa para tener un último encuentro, yo no encontré una buena excusa para escaparme de mi casa.
Los primeros días no dejamos de hablar en todo momento. Éramos dos personas jóvenes, con muchísimo tiempo libre y que comenzaban una relación, por lo que era lógico que quisiéramos vernos todo el tiempo. Me la pasaba encerrado en mi pieza, con el celular en la mano y el televisor prendido de fondo, haciendo ruido que apenas escuchaba pues estaba concentrado en lo que Rocío me decía. Aprovechamos la oportunidad para conocernos un poco y para contarnos algunas cosas personales que no habíamos llegado a hablar.
A los cinco días de no vernos, me di cuenta de que la calentura me estaba afectando. Me levanté ese día con la pija completamente parada después de haber soñado que Rocío y yo nos encontrábamos en una habitación blanca y que ella me cabalgaba tal cual lo había hecho la primera vez que estuvimos juntos. “Soñé con vos” le escribí ni bien agarré el celular. Ella me respondió a los pocos minutos preguntándome que había soñado y yo le describí la escena, tratando de no hacer tanto énfasis en las escenas sexuales. Sin embargo, Rocío no tardó en darse cuenta que había sido un sueño húmedo y me confesó que ella también había soñado conmigo y me describió la escena dándome lujo de detalles.
“Estábamos los dos en mi pieza, completamente desnudos y besándonos con ganas. Vos me agarrabas la cola como te gusta hacer y yo te besaba el cuello para calentarte. Después te chupaba la pija, poniéndotela toda durita y dejándotela llena de babita. Por último vos me ponías en cuatro y me cogías bien fuerte, como a vos te gusta, mientras me agarrabas de las tetas” me relató y las imágenes se dibujaban en mi cabeza.
Las escenas de su sueño hicieron que la verga se me pusiera más dura aún y que tuviera que hacerme una paja mientras releía sus mensajes y pensaba en ello. Por primera vez en lo que iba de la cuarentena me hice una paja y me di cuenta de lo caliente que estaba al ver que acababa una cantidad impresionante de semen. Rocío me había puesto al palo y lo había logrado con unas simples palabras, pues las escenas se habían dibujado todas en mi mente a medida que leía lo que ella me contaba.
Esa noche volvimos a hablar y ella me contó que se había calentado muchísimo en la charla que habíamos tenido a la mañana. Enseguida le comenté que yo también me había excitado y le terminé confesando que me había hecho una paja releyendo la conversación. En un principio pensé que mi comentario le había parecido desubicado, pues Rocío tardó en responderme. Sin embargo, minutos más tarde me dijo que ella también se había tocado y que no veía la hora de volver a estar conmigo.
A partir de ese día, empezamos a mantener conversaciones calientes con mucha mayor frecuencia y eso nos ponía a los dos al palo. Cada vez que hablaba con ella, terminaba con la pija completamente dura en la mano y con unas ganas terribles de cogerla una vez más. A pesar de eso, las conversaciones no eran tan sarpadas y explícitas como algunos pensarán, pero era nuestra mente la que hacía todo el trabajo. Lo máximo que llegábamos a hacer, era decirnos lo que nos gustaría hacer con el cuerpo del otro si nos tuviéramos en frente.
El domingo 29 de marzo ya estábamos planeando lo que íbamos a hacer el 1ro de Abril apenas nos viéramos, a pesar de que se rumoreaba de la extensión de la cuarentena. “Me encantaría que te pongas la tanguita esa negra que usaste la última vez que estuvimos” le escribí yo luego de que ella me dijera que quería tenerme en su cama y besarme todo el cuerpo. La noticia de que íbamos a tener que permanecer dos semanas más en aislamiento fue un baldazo de agua helada para los dos, pero que en lugar de enfriarnos nos puso mucho más calientes.
Esa noche después de cenar, me fui a mi pieza y me puse a ver una serie mientras esperaba que Rocío me escribiera. “Hola bello. Estás?” me escribió unos minutos más tarde y enseguida le respondí que sí, que estaba disponible para hablar con ella. “Te tengo un regalito” me mandó segundos más tarde y al instante me llegó una foto de ella. En la misma, estaba parada de espalda frente a un espejo que tenía en la habitación y su cola lucía en primer plano con la tanga negra que yo le había mencionado ese mismo día más temprano. “Te gusta?” me preguntó mientras que yo metía mi mano adentro del bóxer y empezaba a tocarme.
“Querés ver más?” insistió luego de que le dijera que me encantaba su cola y que me parecía hermosa. Obviamente le respondí que sí y Rocío me envió una segunda foto en la que volvía a estar parada de espalda frente al espejo y su cola entangada lucía en primer plano. En esta imagen, ella se sujetaba la tanguita desde uno de los lados y la elevaba por encima de su cintura. “Te queda hermosa. Me encantaría estar ahí con vos para comerte toda la cola” le respondí sintiendo como mi verga comenzaba a endurecerse entre mis dedos.
“Qué más me harías?” me preguntó Rocío y mi mente empezó a divagar. Tuve que sacarme la mano de adentro del bóxer para poder escribirle mejor, pues mis dedos actuaron más fuerte que mi cabeza y empezaron a describir la escena que circulaba por mi cabeza. “Me encantaría estar arrodillado detrás tuyo, con esa cola frente a mis ojos. Te daría muchísimos besos mientras la tocaría con mis dedos, manoseándola por completo” le dije y sentí como mi pija latía fuertemente adentro de mi ropa interior.
Rocío me respondió con una tercera imagen, en la que ella posaba con las piernas levemente abiertas y en la que se abría la cola con una de sus manos. Mis ojos se volvieron locos al mismo tiempo que mi cabeza seguía trabajando a toda velocidad y mis dedos se movían como locos. “Te iría besando poquito a poco toda la cola hasta llegar a tu culito. Una vez ahí, le pasaría la lengua despacito para mojarlo todo” le escribí después mientras seguía observando la imagen que ella acababa de enviarme.
“Mmm que lindo. Seguí! Me encanta!” me respondió ella y a pesar de que era una respuesta escrita, sus palabras resonaron en mi cabeza y pude escuchar su voz. “Cada vez te lo chuparía más rápido, dejándote toda mojada y una vez que no puedas aguantar más la calentura, te tiraría en la cama. Te abriría las piernas y me metería entre ellas para comerte toda la conchita” le relaté dejándome llevar por el momento y su regalo fue una cuarta imagen en la que se la veía acostada boca arriba en la cama y con las piernas abiertas, tal cual yo lo acababa de describir. En la misma, Rocío tenía una mano por encima de su conchita y pude ver que se estaba acariciando el clítoris con un dedo.
Seguí describiéndole como le chuparía la concha, siendo lo más detallista posible. Rocío parecía estar encantada con la situación, pues me devolvía fotos en las que podía verla totalmente desnuda en la cama y con una mano entre sus piernas. “Que rica conchita que tenés, mi amor! Toda mojadita y abierta por mis deditos” le dije después y ella me escribió diciéndome que le encantaba como se la chupaba. Al mismo tiempo que mis dedos se movían a toda velocidad para describirle la imagen que se dibujaba en mi cabeza, adentro de mi bóxer mi pija se endurecía más y más. Llegó un punto en el que la ropa empezaba a molestarme y me la terminé sacando para quedar igual de desnudo que ella.
Casi como si ella lo supiera, en ese momento Rocío tomó el control de la conversación y empezó a relatar cómo me la chuparía la pija de estar allí conmigo. “Me arrodillaría adelante tuyo y te la agarraría bien fuerte con una mano mientras te voy lamiendo los huevitos” me dijo e instantáneamente me paré para mandarle una foto de mi verga desde mi punto de vista. “Así de durito me tenés, pendeja” le escribí y ella continuó con su relato que se volvía cada vez más y más caliente.
“Me la metería en la boca despacito, para sentirla toda durita en mis labios. De a poquito iría moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás, saboreándola por completo y disfrutándola toda con mi lengua” me escribía relatando a la perfección su mamada. A medida que ella continuaba describiendo la situación, yo me iba tocando cada vez más y más rápido, casi como si pudiera sentir sus labios alrededor de mi verga. “Te la voy a poner toda durita y te la voy a dejar bien babosa, porque después de esto voy a querer que me cojas en cuatro” sentenció u mi cabeza terminó de volverse loca.
En ese momento volví a tomar control de la conversación y mis dedos empezaron a describir con lujo de detalles la siguiente escena. “Te voy a poner en cuatro contra el borde de la cama y me voy a parar atrás tuyo para metértela bien a fondo. Te voy a agarrar de la cintura y te voy a empezar a coger como loco” le dije y ella me regaló una nueva foto suya en la misma posición que yo acababa de decirle. Había utilizado el espejo de su habitación para que este reflejara su cola y su conchita abierta en primer plano. Esa foto me puso como loco y no pude aguantar las ganas de empezar a pajearme a toda velocidad.
“Te gusta? Te gusta cómo te cojo?” le pregunté imitando las misma palabras que solía usar cada vez que la ponía en cuatro y le rompía la conchita a toda velocidad. “Mmm sí! Me encanta! Cogeme Tobi! Cogeme con ganas!” me respondió ella y nuevamente pude oír su voz en mi cabeza. Una segunda foto me llegó de parte de Rocío, en la misma posición y tomada a través del reflejo, pero en esta ella utilizaba su mano para darse placer, imitando mi pija. Eso me calentó mucho más e hizo que siguiera describiéndole la escena al mismo tiempo que me pajeaba y me movía como si estuviera delante de mí.
Pero Rocío no era de las chicas que se dejaban dominar tan fácil. Fue entonces cuando me ordenó a través de sus palabras que me acostara en la cama y me relajara para que ella pudiera cabalgarme. Enseguida le respondí con una foto mío en la que estaba sobre el colchón y en la que tenía la pija al palo. “Así me gusta” me escribió ella, pues le encantaba tener el control de la situación cuando iba arriba. Luego de eso me mandó una imagen desde mi punto de vista en la que se la veía arrodillada encima del colchón, como si estuviera sobre mi cuerpo. En la misma, mis dedos volvían a jugar el rol de mi pija, pues se encontraban encima de su conchita, la cual se notaba que estaba empapada.
“Mmm como me gusta tu pija!” escribió Rocío y yo empecé a pajearme imaginándome su cuerpo sobre el mío. Sentía el calor de su conchita alrededor de mi verga y el líquido pre seminal que salía de mi cabeza se asimilaba a la humedad de su cuerpo. “Voy a moverme cada vez más rápido por encima de ti. Dando saltitos sobre tu verga y sintiendo como esta se clava bien en el fondo de mi conchita” escribía ella y yo le devolvía vagas frases de placer mezcladas con imágenes de mi cuerpo y mi pija completamente dura.
Para esas alturas Rocío estaba tan caliente que ya no podía escribir. Me llegó un audio suyo de unos diez segundos en los que se la podía escuchar gimiendo como loca y diciéndome lo mucho que le gustaba mi pija. Mi respuesta fue a través de otro audio, en el cual le rogaba que siguiera cabalgando mi pija y le describía lo dura que estaba gracias a sus movimientos. Era evidente que los dos estábamos llegando a un punto de calentura que no podíamos aguantar mucho más.
Su siguiente mensaje fue un video de unos veinte segundos. El mismo comenzaba con su rostro y unas palabras suyas que quedaban difusas entre los gemidos. La imagen bajaba por su cuerpo, haciendo foco en sus preciosas tetas y seguía hasta su conchita, la cual estaba totalmente mojada. Rocío se sacaba dos dedos de adentro y me los mostraba a la cámara, para después decirme que la había hecho acabar muy rico. “Mmm como me gusta tu pija Tobi. ¡Me hiciste acabar mucho! ¡Ahora quiero tu leche!” sentenciaba el video volviendo a enfocar su rostro.
Acto seguido me llegó un segundo video de Rocío. Este era un poco más largo que el anterior, pues superaba los treinta segundos. Empezaba nuevamente con una imagen de su rostro y de su boca volvían a salir palabras que sonaban tan bajito que apenas pude escuchar. “¡Quiero tu lechita! ¡Quiero que me llenes de lechita calentita, Tobías!” me decía mientras la imagen bajaba por su cuerpo y enfocaba sus gomas una vez más. ¡Mmm sí! ¡Damela toda, Tobi! ¡Llename la conchita de leche!” se podía oír mientras que la imagen bajaba hasta su entrepierna y me enseñaba su conchita húmeda.
Observando esa escena hermosa me empecé a masturbar a toda velocidad y pude sentir como la leche estaba a punto de salir de mi cuerpo. Entonces decidí hacerle un regalo a mi alumnita, prendiendo la cámara y grabando el momento en el que conseguía llevarme al placer máximo. “Mirá como me ponés la pija, hermosa” dije apenas se prendía la cámara y enseñaba toda mi dureza. Me empecé a pajear a toda velocidad mientras que enfocaba mi verga bien dura y la cámara captó el momento exacto en el que mi cuerpo estallaba por los aires largando una cantidad de semen impresionante. “Todo para vos, hermosa. Toda esta lechita es para tu conchita” le dije y corté la grabación que apenas duraba unos pocos segundos. Acto seguido se la envié y dejé el celular al lado mío para dedicarme a disfrutar por unos segundos del orgasmo que acababa de tener.
Habían pasado tan solo diez días de cuarentena, sin embargo habían quedado evidenciadas las ganas que teníamos los dos de matarnos en la cama. Rocío me agradeció el video y me dijo que le había encantado verme acabar de esa manera. “La próxima hacemos una videollamada, si te animás” me dijo y sentí como el corazón se me aceleraba. “Obvio que me animo” le respondí y ella me propuso de hacerlo al día siguiente, a pesar de acabábamos de darnos muchísimo placer. A partir de esa noche, mi cuarentena cambió por completo, pues habíamos encontrado una manera hermosa de complacernos a la distancia.
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