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Compartida - primera parte

Digamos que Javier me llevaba a alturas insospechadas. Pero no como usualmente lo hace un amante, con la piel. En retrospectiva, no me calentaba tanto en la cama. Digo, la pasaba genial, él también, todo muy lindo. Pero lo que nos conectaba, lo que hacía nuestra relación especial, era la voluptuosidad que compartíamos.
Ya habíamos tenido encuentros sexuales unos años antes, yo recién separada de una relación larga y él, bueno, desde que se divorció no volvió a tener una pareja a la que se pudiera llamar “estable”, de esas a las que nos remitimos cuando no hay nada más que hacer. Nos reencontramos después de varios años de no vernos, en los que no había surgido nada interesante, y de repente nos encontramos hablando de nuestras más oscuras fantasías, así como así, impúdicamente en su quiosco, mientras él atendía a sus clientes rutinariamente y yo me mojaba la bombacha.
A penas nos disfrutamos un par de veces porque yo, enamoradiza empedernida, volví a caer en las terribles y abominables garras del amor romántico, y desaparecí por tres años. Nuevamente separada, con muchas ganas de coger acumuladas y ahora motorizada, pasaba mis días (ya que trabajaba de noche) recorriendo la ciudad (y parte del conurbano) saltando sobre las pijas que, a montones, se prestaban deseosas de sacar de mí los más dulces jugos del placer. Y Javier volvió a aparecer, de la nada y sin buscarlo.
Por supuesto que era uno más de los varios fijos que yo tenía por aquella época, y si bien puedo contar muchas historias sobre él, hoy tengo ganas de compartirles la que, para mí, es la más caliente. Espero que les guste tanto como a mí vivirla.
Mi nuevo chongo, motoquero como yo, indignado ante la defectuosa limpieza que yo le hacía a mi vehículo, y habiéndola ya lavado una vez mientras yo trabajaba, me propuso un sábado que me desplazara hasta su domicilio, con el único fin de enseñarme a lavarla. Sí, el único fin, pero bueno, no viene al caso. Fui porque quería pija y ahí había unos buenos 20 cm. que hasta el momento no habían fallado.
Mientras manejaba como una desquiciada por la autopista, algo muy común en mí, sentí mi celular vibrar, y por supuesto esperé hasta detener el vehículo para leer ese mensaje. Claro que fue en la cara de Sandro que leí el mensaje de Javier: “Qué ganas que tengo de chuparte bien toda la concha”. Muchas cosas me calientan, porque soy terriblemente morbosa, pero leer un mensaje así teniendo que disimular la cara de paja que me surge… me eleva a niveles de calentura que me hacen explotar la mente. Disimulando el morbo le comí la boca al chongo nuevo con un “¿Cómo estás, bombón?”, al tiempo que me alejaba un poco porque “Tengo que contestar este mensaje, dame un minuto”. 
- Estoy con el nuevo- le dije -, ahora no puedo.
- ¿Te vas a quedar hasta mañana?
- No, me vuelvo a casa hoy.
- Bueno, entonces pasá por la mía primero. Pero con una condición.
- Jajaja. ¿Qué querés?
- Que vengas cogida.
Así es Javier: directo. Para qué les voy a describir la calentura, el morbo que me hervía en las venas a esa altura. Le sonreía a Sandro como si estuviera feliz de verlo, mientras él preparaba todo para lavar mi moto y su auto, cuando en realidad lo único que me hacía sonreír era su cara de ilusión en contraste con la perfidia de mi amante.
Fue una tarde bastante calurosa, hubo jueguitos boludos con agua e intentos de carnaval, y mi ropa húmeda se adhería a mi cuerpo haciendo que el chonguito (y algunos vecinos también) se quedaran mirando mi figura, mientra cada tanto, yo disimulaba las caras de puta que amenazaban con escapárseme a cada mensaje de Javier. Una vez limpios ambos vehículos, y dando por terminada la tarde, fuimos hasta el garage a guardar su auto, y ahí aproveché para manotearle el bulto que ya estaba a medio parar, estimulado por el profundo beso de lengua que le di esperando, obviamente, ese mismo resultado. Masajeé esa zona hasta que estuvo bien caliente y desinhibido, para que se abandonara dócilmente a mis caprichos. Saqué su pija de la prisión de su ropa, y así toda transpirada y con olor a macho, me la metí lo más profundo que pude en la boca. La saqué y la volví a meter, cada chupada más profunda que la anterior, mojándola bien con mi saliva, endureciéndola a lenguetazos, volviéndolo loco, haciéndole perder la poca cordura que le quedaba. Sandro me agarró del pelo y empezó a cogerme la boca, mientras yo, agachada, con las piernas abiertas, sentía mi concha chorrear como helado al sol, y el teléfono vibrando con los insistentes mensajes de Javier (después los leí: “¿Qué estarás haciendo, comiendo pija, puede ser?” “Hija de puta, me estás ignorando porque te están empernando, no?” “Que ganas de comerte toda ahora mismo, putita hermosa” “Cuando te agarre te voy a hacer mierda por ignorarme, ya vas a ver…” y otras cosas bien fuertes y calientes.
Esa pija me estaba violando la boca y ya me dolía la garganta; la cabeza enorme y bien dura me producía unas arcadas terribles y mis lágrimas bajaban por mis mejillas cuando Sandro no dio más y me dijo “No puedo, ¡te tengo que coger ya!” Me dio vuelta, me levantó la remera y el corpiño para tener buen acceso a mis tetas, y me bajó el pantalón enredado en la bombacha, dejándolo a medio muslo. Me puso la pija entre las piernas y se empezó a pajear con ellas recaliente, mientras buscaba un forro en el bolsillo de su pantalón. Justo en ese momento me dí cuenta que en el poste de luz municipal había dos cámaras fijas y un domo de vigilancia, que muy probablemente tuvieran un excelente ángulo de la cogida que me iban a pegar. Lejos de amedrentarme, me calentó mucho más la idea de que unx operadorx, terriblemente aburridx frente a una pantalla un sábado a la tarde en un tranquilo barrio del conurbano bonaerense, se regale la vista con el espectáculo que le estaba brindando (quizás hasta le comentara a algún compañerx, o se tocara si estaba solo en la sala de monitoreo).
Para cuando Sandro me sacó la pija de entre las piernas para ponerse el forro, ya la tenía toda empapada, al igual que yo mis muslos, por toda la lubricidad que esa situación me estaba provocando. Cuando me metió al fin la verga en la concha, a pesar de ser grande y estár en su punto álgido de dureza, entró como si la hubiera sacado un momento antes. Mucho no tuvo que bombear para darme el primer orgasmo, ya que apenas la sentí toda adentro empecé a acabar. Practicando mi mejor cara de puta para las cámaras, empecé a sacar culo para hacer más profunda la penetración, y eso claramente lo volvió más loco, porque sus bombeos se aceleraron hasta hacerse frenéticos. Yo seguía sacando cola y acabando en esa pija hermosa, gigante, bien caliente, apretándola toda con mi concha bien fuerte a cada orgasmo, mis tetas frotandose en el vidrio de la puerta del auto, mientras pensaba en Javier y en el operador de CCTV que, a esta altura calculaba yo, debería estar, por lo menos, sobándose la verga por sobre el pantalón.
En un arrebato de perversidad se me ocurrió dejarlo caliente, sin acabar, así que me moví fuera de su alcance y con la cabeza le señalé el poste de luz al tiempo que me acomodaba la ropa y le decía “Pará boludo, hay cámaras”. La carita de confusión del flaco es uno de mis recuerdos más lascivo hasta el momento. Se acomodó como pudo la pija adentro del boxer, con el forro todavía puesto, y cuando levantó la vista para mirarme a la cara me encontró sonriente, un poco tímida pero ardiente de calentura. “Me encantó” declaré, y eso lo tranquilizó lo suficiente como para sonreír y relajarse a su vez.

Continuará

5 comentarios - Compartida - primera parte

Pervberto +1
Las muchas dimensiones que se comparten en una narración espectacular y que promete más, mucho más.
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Y así se entregará, si todo sale bien , en poco tiempo
VoyeaurXVII +1
perra!
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Cuando quiera 😘😘
morbo_cuernos +1
Exudás sensualidad. Qué lindo es leerte y qué placer es vislumbrar tu morbosa cabeza. +10
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Muchas gracias. De tan buen escritor, este halago tiene una connotación muy especial ❤
Ramirodoret87 +1
Uff hermoso...me calentaste mucho
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Gracias! Misión cumplida entonces!
omar698 +1
Excitante relato
Espero la continuación