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Una diosa. Noche de bodas

Una diosa. Noche de bodas

Llegó el día del casamiento de Gabriela, pero además de ser una noche emotiva y llena de recuerdos, también va a ser una noche plagada de sexo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Noche de bodas
   El día empezó muy temprano y por más que sabía que iba a ser muy largo, no cambiaría nada de lo que pasó, ya que fue un día perfecto. El sol brillaba en su máximo esplendor, el clima era sumamente agradable, la gente estaba expectante de lo que iba a pasar y también los nervios se hacían presentes. Gastón me despertó con un beso y me dijo que había llegado el gran día y una sonrisa se dibujó en mi rostro. Lo vi y estaba igual de hermoso que siempre, capaz que ese día un poco más.
   - ¿Querés que tengamos nuestro último encuentro como novios?- Le pregunté yo pasando mis brazos por su cuello y sonriendo con esa sonrisita que siempre usaba para conseguir mis objetivos.
   - Mirá que estamos algo cortos de tiempo Gabi.- Me dijo él sabiendo que iba a terminar convenciéndolo.- No sé si podemos.
   - ¿Y si te digo que quiero que me acabes en la colita?- Insistí yo acentuando mi sonrisa.
   El efecto fue casi instantáneo. Gastón me besó con ganas y enseguida se colocó sobre mi cuerpo y pude sentir como su pija se iba poniendo firme a medida que nos seguíamos besando. El dormir desnudos aceleraba mucho las cosas y a pesar de que la noche anterior habíamos hecho de las nuestras en esa misma cama, aun seguíamos con mucha energía.
   Comenzamos a coger muy fogosamente. Él me había tomado de las muñecas y las había colocado sobre mi cabeza y mientras tocaba mis labios con los suyos movía su cintura de manera muy intensa. Mi boca dejaba salir gemidos de placer a medida que él aumentaba el ritmo y nuestros cuerpos comenzaban a transpirar entre las sábanas.
   Minutos más tarde me di vuelta y me coloqué en cuatro dejando que el manoseara mi cola y luego volviera a metérmela para seguir cogiéndome, esta vez de manera mucho más acelerada. “¡Sí mi amor! ¡Cogeme!” le pedía yo agarrándome fuertemente de la almohada y él descontroladamente movía su cuerpo provocándome un placer inmenso. Me calentaba muchísimo que me cogiera así, de esa manera tan violenta, tan fuertemente, como si fuese un salvaje.
   Gastón acabó sobre mi cola y sentí como su lechita calienta caía entre mis cachetes y se metía adentro de mi cuerpo. “Me voy a bañar. Vos deberías hacer lo mismo” me dijo y se levantó de la cama mientras que yo me recostaba y con la respiración agitada seguía disfrutando de ese increíble y veloz orgasmo que me había provocado ese mañanero hermoso que acabábamos de tener. Miré por la ventana y el cielo despejado dejaba ver un sol radiante. Ese día me iba a casar, era el día de mi boda y yo no podía estar más feliz.

   Llegamos al civil un rato después de lo acordado, ya que el polvo de la mañana hizo que nuestro horario se atrasara un poco. A pesar de eso tuvimos tiempo de sacarnos las típicas fotos y de saludar a todos los familiares y amigos que estaban ahí para nuestro gran evento. Julián, mi hermano, y su novia Luciana estaban parados al lado de Cintia y Emanuel. Mis padres y los de Gastón hablaban algo alejados al mismo tiempo que Flavia y Silvina llegaban corriendo para abrazarme. La abuela de él no pudo contener unas lágrimas de emoción y Andrea que recién llegaba de Italia me dijo que estaba hermosa.
   Entramos al registro y los nervios se apoderaron de mí, sin embargo sabía que eso tenía que ser algo bueno. Seguros de lo que estábamos haciendo, aceptamos casarnos y firmamos el acta mientras que Flavia y Manuel (un amigo de Gastón) firmaban al lado nuestro. Fue entonces cuando mi madre no se pudo contener y se largó a llorar de felicidad, algo que provocó unas lágrimas en mí hasta que vi la sonrisa inmensa en la cara de mi esposo y supe que acaba de convertirme en la mujer más feliz del mundo.
   Sin embargo este relato no se trata sobre los momentos emotivos o alegres de mi casamiento. No es mi intención llegar a sus corazones con las palabras que dijo mi papá o que regalo que nos dieron los padres de Gastón. Mucho menos me interesa contar la anécdota de Florencia y su nuevo trabajo y mucho menos hablar de cuando todas nos pusimos a llorar al enterarnos de que Ailín estaba embarazada. Porque después de todo esa noche tenía una misión, volver loco a mi esposo y hacerle el amor de una manera increíble.
   El plan lo decidí esa misma mañana y fui improvisando a medida que se daban los momentos. Luego de dar el sí en el registro civil, nos subimos al auto que nos iba a llevar a un almuerzo familiar en la casa de los abuelos de Gastón. Como en el auto estábamos nosotros dos solos, mientras él manejaba le iba diciendo lo lindo que estaba con ese traje, lo mucho que me gustaría arrancárselo y le nombré una a una las cosas que le haría en ese momento.
   - Me calienta mucho decirte “esposo”.- Le confesé con una sonrisa y él me devolvió una mirada cómplice.
   Cuando llegamos a la casa me fue bastante difícil volver a provocarlo, pues toda la familia estaba ahí y no tuvimos mucho tiempo a solas. El único momento que pude aprovechar fue cuando él fue a la cocina a buscar el champagne y yo lo acompañé y sacándole el jugo a los pocos segundos que teníamos, lo empujé contra la pared de la cocina, lo besé apasionadamente y metí mi mano adentro de su pantalón hasta que sentí que su verga se empezaba a poner dura.
   - Esta noche quiero hacerte todo lo que te dije en el auto y mucho más.- Le susurré al oído y volví al comedor dejándolo totalmente atónito.
   A la tarde tuvimos un tiempo solos en el que volvimos a nuestro departamento para cambiarnos para esa noche. “Aprovechemos para dormir una siesta amor” me dijo él como sugerencia, pero yo estaba tan activa que no pude evitar tirarme encima de su cuerpo y besarlo todo hasta que Gastón me terminó arrancando la ropa y nuevamente volvíamos a la acción.
   Me arrodillé en frente de su cuerpo y le empecé a succionar la pija de una manera que en cuestión de segundos se le puso durísima. Gastón llevó sus manos a mi nuca y comenzó a cogerme la cabeza de forma bastante zarpada y yo me dejé llevar por sus instintos. Me acostó en la cama casi a las apuradas y abriéndome de piernas me penetró para sacarme un gemido bien agudo que debió de escucharse en todo el edificio. Me fue cogiendo como un loco, de manera bien brusca y acelerada, dándome tan duro que me era imposible contener mis gritos.
   - ¡Qué loco que me ponés mi amor!- Me dijo después de acabar adentro de mi cuerpo y de acostarse al lado mío. Recién ahí pude dormir un poco.

   Llegamos al salón una vez que todos los invitados estaban adentro y nos recibieron con aplausos, sonrisas y nuevamente algunos llantos. La fiesta fue bastante similar a las demás, algunas que otras cuestiones particulares, pero nada resalta sobre la historia. Lo que sí es interesante contar, es que no fui yo la única que la pasó bien esa noche. Muchos de los invitados pudieron aprovechar la locura del momento y el inmenso parque que tenía el salón para dejarse llevar por la sensualidad de la noche.
   La primer historia involucra a Flavia y a Silvina, la primera mi mejor amiga de la secundaria y la segunda mi única amiga de la facultad. Las dos se habían puesto de novia hacía varios meses después de estar juntas en un cumpleaños mío. Ahora vivían en una misma casa y hablaban de casarse, algo que se intensifico luego de que yo anunciara mi compromiso con Gastón. Esa noche Flavia estaba totalmente sacada, se tomó hasta el agua de las plantas y una vez que se puso muy borracha empezó a acosar a Silvina en frente de todas. Algunas de las chicas intentaron frenarlas, pero ella no paraba de provocar a su novia que a pesar de todo se dejaba llevar.
   En un momento de la noche las dos desaparecieron por varios minutos. La única que supo a donde estaban era yo, que se me ocurrió entrar al baño y después de escuchar unos ruidos raros en uno de los cubículos, se me dio por espiar entre el espacio que quedaba entre la puerta y la pared. Silvina estaba sentada en el inodoro, con la cabeza inclinada hacia atrás y mirando al techo mientras que Flavia estaba arrodilla en frente de ella y con su cabeza metida debajo del vestido de la primera. Me quedé espiándolas un segundo, viendo como Sil gozaba de la lengua de Fla que se debía de mover descontroladamente por encima de su cuerpo, hasta que de golpe se abrió la puerta y me alejé lo más rápido que pude.
   La segunda historia involucra a mi hermano y a su novia. Él y Luciana eran conocidos por sus amigos por ser los más zarpados del grupo. Una noche, cuando recién se habían puesto de novios, los escuché planear un trío con un amigo de él y eso inspiró mi primer trío con Eloy (mi ex) y un amigo de él. En otra ocasión los encontré haciéndolo en la cocina de casa y cuando abrí la puerta, ella salió corriendo rápidamente hacia el lavadero y él se escondió como pudo atrás de la heladera. En otras oportunidades los escuché haciendo de las suyas en el baño o en la pieza de él. Esa noche los encontré dándose el gusto atrás de unas plantas.
   Cerca de las 3 de la mañana me junté con Andrea a que me contara un poco de su vida en Italia. La noche estaba en su mayor punto de locura y la fiesta adentro del salón estallaba, por lo que decidimos salir al patio. Empezamos a caminar despacio y alejándonos del salón hasta que llegamos casi a lo más fondo de este y atrás de unas plantas algo altas vimos como Julián se movía hacia adelante y hacia atrás. De golpe, la cabeza de Luciana se levantó y se cara de placer fue demasiado notoria como para no darnos cuenta de que él se la estaba cogiendo mientras que ella se sostenía de la pared. Enseguida nos alejamos de ahí y seguimos hablando entre risas.
   La última historia involucra a Ezequiel, mi compañero de trabajo. Él estaba de novio desde hacía varios años con Victoria, una chica bastante tonta para mi gusto y de hecho nos había confesado que la había engañado en más de una oportunidad. La última había sido conmigo, hacía un mes en mi despedida de soltera, en la cual yo tenía permitido hacerlo, pero seguramente él no. Esa noche Eze tuvo la suerte de recibir un hermoso regalo, pero no de su novia.
   Cuando salí al patio una vez más cerca de las 4 de la mañana, ya bastante borracha de todo lo que había tomado, me dirigí hacia la punta de este, donde había una pequeña pérgola con unos sillones debajo. Allí lo vi sentado, sin ningún problema, con los brazos abiertos y los ojos cerrados. El problema era que no estaba solo, delante de él, arrodillada frente a su cuerpo y subiendo y bajando la cabeza estaba Jimena, nuestra compañera de trabajo que siempre se había sentido atraída hacía él. Me quedé helada al ver la imagen, le estaba haciendo un pete en el medio del patio, en un lugar en el que cualquiera podía verlos, mientras que su novia estaba adentro en la fiesta.
   Ezequiel abrió los ojos y nuestras miradas se cruzaron un segundo y en vez de reaccionar, intensificó su sonrisa y volvió a cerrar los ojos disfrutando de cómo Jime le mamaba la pija sin tener la más mínima idea de que alguien los había descubierto. Me alejé asqueada de la imagen y cuando llegué a la puerta del salón me crucé con Victoria que me preguntó si no había visto a su novio. “Creo que estaba ahí en la pérgola. Pero no estoy segura” le dije y volví a la fiesta viendo como ella caminaba en dirección a donde yo le había indicado.

   Pasadas las 5 de la mañana nos subimos al remís con Gastón y entre besos y risas nos dirigimos a nuestro departamento. Estábamos los dos bastante borrachos, pero sumamente felices del día que habíamos vivido. Pero también estábamos muy calientes de todo lo que había pasado, porque entre un evento y otro yo me había ocupado de calentar al palo a mi esposo, apoyándole la cola cuando podía, besándolo de manera muy fogosa, calentándole la oreja con todas las cosas que me gustaría hacer y volviéndolo loco al decirle lo mucho que me gustaría que me llene de leche.
   Apenas entramos al departamento fuimos a la pieza y nos tiramos en la cama riéndonos como locos. Nos empezamos a besar y enseguida transformamos el ambiente. Los besos hicieron efecto casi instantáneo y de a poco comenzamos a sacarnos la ropa. “Me encanta como te queda esta corbata” le dije tirando de ella y atrayéndolo hacia mí para besarlo muy apasionadamente. Él me fue levantando el vestido y de a poco yo le fui sacando la camisa y el pantalón, sin embargo el toqueteo por debajo de nuestras prendas fue muy caliente y nos dejó completamente encendidos.
   Una vez desnudo lo recosté sobre la cama y fui bajando por su cuerpo hasta llegar a su cintura y tomé su pija firmemente con mi mano y tras pajearlo por unos segundos se la empecé a chupar desaforadamente. “Te quiero comer la pija hasta dejártela totalmente dura” le había dicho en un momento de la noche mientras bailábamos bien pegados, así que eso hice. Se la empecé a chupar con muchas ganas, metiéndomela en la boca y saboreándola por completo, pasándole la lengua por todos lados, jugando con sus huevitos y masturbándolo a medida que lo hacía.
   “Quiero cabalgarte la pija por horas” le llegué a murmurar en otra oportunidad y eso hice a continuación. Sin dejar que él pudiera levantarse, me senté sobre su pija bien dura y la metí en mi conchita para empezar a moverme como loca en todas direcciones. En su rostro se veía una sonrisa inmensa que se intensificaba a medida que pasaba el momento. Mi cuerpo se movía como loco, de lado a lado, hacia arriba y hacia abajo, de atrás para adelante, me encantaba cogérmelo de esa manera.
   Lo siguiente que hice fue levantarme y rápidamente sentarme sobre su cara. “¿Sabes que tengo ganas? De que me chupes toda la conchita” le alcancé a decir minutos antes de empezara el vals y su cara de sorpresa debió quedar grabada en el video o las fotos. Entonces lo obligué a que lo chiera, apoyando mi concha en su cara y sentándome sobre ella, la fui moviendo hasta que su lengua empezó a hacer el efecto esperado. “¡Ay sí! ¡Así mi amor!” gemía yo como loca una vez que él no pudo controlar su boca y la fue moviendo tan aceleradamente que me empezó a excitar muchísimo.
   Enseguida me levanté y Gastón reaccionó más rápido que yo. Me tomó por la cintura y cumpliendo otra de las promesas que le había hecho esa noche, me puso en cuatro y me empezó a coger la conchita de manera bien zarpada. Sin soltarme y aferrándose a mi cintura, me fue dando bien duro hasta que no pude contener mis gritos de satisfacción que denotaban que me estaba volviendo loca. “¡Ay sí mi amor! ¡Cogeme!” le pedía a viva voz y él me daba cada vez más fuerte y sentía como su pija me llenaba por completo.
   “Quiero que me agarres del pelo y me cojas bien fuerte” le había dicho en el transcurso de la noche y él lo hizo con ganas. “Me muero de ganas de sentir tu pija dándome mucho placer” le murmuré yo antes de entrar al salón y en ese momento se acostó sobre mi cuerpo y me empezó a coger mientras yo gritaba como loca. “Sabes las ganas que tengo de que me des contra la pared” le dije en otra oportunidad y él me levantó de la cama y me llevó hasta la pared para estamparme contra esta y cogerme a los saltos mientras sus manos se agarraban bien fuerte de mi cola.
   “Tengo muchas ganas de que mi esposo me de de tomar toda la lechita” fue el último de los deseos que le había hecho en la fiesta que cumplimos. Gastón se paró contra el borde de la cama y yo me arrodillé frente a él y mientras mi lengua pasaba por su cabecita, él se fue pajeando hasta acabar. Una enorme cantidad de semen salió de su verga y llegó hasta mi boca y como esposa obediente que era me la fui tragando y volví a abrir la boca para recibir una nueva descarga que terminó por todo mi rostro.
   Nos acostamos en la cama completamente desnudos y volvimos a reírnos como locos. “¿Te diste cuenta? ¡Estamos casados!” me dijo él emocionado y le di un beso y estallamos nuevamente en una carcajada. Estaba completamente feliz, totalmente enamorada y con muchísimas ganas de comenzar esta nueva etapa junto a él. Muchas cosas iban a ser nuevas, algunas distintas, otras cosas iban a cambiar, lo que nunca íbamos a dejar de hacer era volvernos locos como lo habíamos hecho esa noche. El sexo entre Gastón y yo iba a ser algo increíble.


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1 comentarios - Una diosa. Noche de bodas

Pervberto +1
El himeneo, sublime himeneo. La ceremonia inspiradora, la fiesta sin límites, todo conspira para el placer.
HistoriasDe +1
Nunca mejor dicho!