Como frecuentemente ocurre, quedé sola en casa: Carlos mi esposo fuera del País, por trabajo, nuestros hijitos, otra vez con los abuelos en un corto viaje a las Termas Marinas y Mundo Marino en San Clemente.
Ninguna de mis amigas estaba disponible para encontrarse conmigo. Una de las que llamé, Karina está casada con Hernán, buen mozo, presumido, que en ocasiones se había insinuado, mañosamente, “me soltó los perros” como se dice vulgarmente.
Decidí pasar la tarde en la pileta de un club a menos de 200 mts de mi casa.
A tarde avanzada, casi noche, apagado el secador de cabello, me miraba en el espejo: los cabellos totalmente desordenados alrededor de mi cara cansada, con los ojos enrojecidos por el cloro.
Detrás de mí, la charla y la risa de otras mujeres, jovencitas y nenas.
Suena en el celular el aviso de whatsapp entrante.
-¿Mierda!!!- pensé al ver la fotito del remitente. Tal vez, se me escapó, ya que una señora me está mirando mal. Le sonrío
“¿Dónde estás?”
“En el club, cerca de casa”
“Voy, en 10 en llego”
“¿Paraa?”
Quedó sin respuesta. Ni falta que hacía.
Termino de vestirme, jean, blusa, campera y salgo a la calle, así sin maquillaje.
Llueve Me cubro con la capucha de la campera. A primera vista solo veo a dos madres charlando sin darse cuenta de que los hijos se empapan la ropa con la lluvia y saltando en los charcos.
Miro mejor y, apoyado en un tronco de árbol en la vereda, noto una silueta oscura bajo un paraguas, debe ser él. Me acerco y lo reconozco, no puedo evitar sonreír.
-¿Qué hacés aquí?-
-No pude aguantarme, cuando Karina me comentó que estabas solita. ¿Te molesta?-
-¡Sorprendida! ¿Karina te dio el número de mi celular?-
-¡Nooo! Yo me la rebusqué para sacarlo de su Iphone-
Después me contó que, un día estando su esposa dormida, tomó su dedo pulgar y lo apoyó sobre el botón de desbloqueo del Iphone y copió mi número en su Smartphone.
-Hace tiempo que esperaba la oportunidad de usarlo-
Bajé la vista, ruborizada, supongo.
-No deberías estar aquí ¿Dónde, Karina, cree que estás ahora?-
-En una cena de camaradería con amigos-
Con un brazo en mi espalda, me acerca a él, debajo del paraguas. Este simple contacto es suficiente para provocarme un escalofrío en la columna vertebral.
-Vení, no quiero que la lluvia te moje, quiero ser yo que te …. haga mojar -
Nos reímos y nuestros cuerpos, instintivamente, se unen en un abrazo dulce y extremadamente erótico.
Me saca la capucha de la cabeza y me acaricia el cabello:
-¡Dios, qué hermosa sos! Tenés razón no debería estar aquí, pero… ¡qué bueno que estoy!-
y me besa. Nos besamos
-Inés, te quiero. Vamos a donde quieras, a cenar, en mi auto, ... no me importa si comemos, charlamos, paseamos o tenemos sexo, pero quiero estar contigo esta noche-.
Lo miro mientras me dice estas cosas, su cabello rebelde casi tanto como el mío, sus ojos dulces y extremadamente eróticos, sus labios, sus manos tan sexys.
“Está mal, no deberíamos” pienso, pero me pongo en punta de pies y lo beso.
-¿Dónde estacionaste?-.
Me sonríe, me pasa el brazo en la cintura y me guía hasta su auto.
-Vamos a mi casa- le indico. Subimos, sin decir una palabra, sólo nos miramos y sonreímos, Segundos después, y no más de 200 metros de recorrido, llegamos a la esquina de casa.
-¡Es increíble, este semáforo siempre está rojo!- se impacienta. Quiere llegar ya.
Me bajo y le pido que dé una vuelta, para darme tiempo a hacerle lugar en el garaje (moviendo mi auto, ya que sólo caben dos autos, pero tiene una salida al jardín) y abrirle el portón del garaje.
Estaciona su auto al lado del de Carlos, mi marido. Me sigue por el pasillo hasta el living
-Disculpá el desórden, no esperaba visitas. Sentate donde quieras, enseguida vuelvo-
Llevo mi bolso al baño, tiro la malla y la toalla en la bañera junto a otras prendas destinadas al lavarropas. Me lavo las manos y me miro en el espejo: mis cabellos ya no están perfectamente desordenados sino húmedos y horribles, los ato en un rodete y vuelvo al living.
-Hernán ¿Tenés ganas de pizza?-
Se da vuelta para mirarme y sigue sonriendo:
-La pizza está bien. Y vos, con el cabello recogido sos aún más hermosa-
Antes de ruborizarme por completo, agrega:
-¿Puedo usar el baño?-
-Claro, derecho por el pasillo-
Voy a la cocina, abro una bolsa de papitas fritas y dos botellitas de cerveza, para antes de preparar la pizza.
Lo siento volver, me doy vuelta y, parado en la puerta, me dice, sonriendo:
-¡Qué lindas las bombachitas que dejaste en la bañera! ¡Lo que debe ser la que tenés puesta!-
No respondo a la provocación y le ofrezco la cerveza y las papitas y tomo de la heladera una pre pizza.
Su botellita y la pre pizza, que me saca de la mano, van a parar sobre la mesada.
y encuentra una excelente manera de mantenerme en silencio.
Siento sus manos en mi cara, sus labios en los míos, su lengua en la mía, su cuerpo, su deseo. Sus manos caen sobre mis caderas y su boca sobre mi cuello y murmura
-¡Te juro que no vine para comer pizza, ni papitas, ni tomar cerveza!-
Él me tiene ganas y yo le tengo ganas
-Lo sé- respondo.
Casi corriendo llegamos al lado de la cama, sin hacer desde anoche, en el dormitorio.
Él se quita la camisa, yo la blusa. Sonreímos. Le acaricio el pecho, lenta, suavemente... Me pierdo en la sensación de que el resto del mundo se ha evaporado. Lo tangible es que estoy con un hombre tremendamente sexy, semidesnudo y con una sonrisa traviesa. Hago que se siente en la cama y me paro frente a él. Bajo el cierre de mis jeans y los dejo caer lentamente. Me los quito de los pies, junto con las medias, me ubico entre sus piernas, comienza a acariciarme lentamente. Siento sus dedos, resbalar por mis muslos, mis nalgas, mi espalda. Me tira de modo de inclinarme hacia él, me besa mientras desabrocha el corpiño, que cae al suelo
Suspira, mira mi seno, por un segundo, luego mueve sus ojos hasta encontrar los míos, agarra mis tetas, las masajea, las acaricia, las aprieta. Cada vez más excitada, lo tomo del cabello y atraigo su boca para que le dé placer a mis tetas. No se hace rogar y, como lo había deseado, las lame, aprieta entre los labios y los mordisquea a los pezones erectos. Luego se detiene y se pone de pie:
-¡Acostate ahora- me dice.
Le hago caso y observo sus movimientos: suelta el cinto, corre, lentamente, el cierre del pantalón y lo deja caer. A continuación, con su mirada fija en la mía, se baja el slip.
Se me escapa un suspiro al ver su verga, excitada, prominente, hermosa.
Sube a la cama, encima de mí y me besa. Siento toda su excitación presionando la mía, sólo separadas por la tela de mi slip. Se arrodilla a mi lado, entiendo su intención y arqueo levemente el cuerpo para facilitársela. Mi bombacha va a parar al piso, con sus ojos clavados en los míos, sus dedos me dan placer, acariciando e insinuándose dentro de mi entrepiernas.
Busco su verga y la aprieto con mi mano, eso lo estremece. Prueba el “sabor a mí” que le quedó en los dedos luego se zambulle para saborearme en la fuente entre mis piernas abiertas. Con los ojos cerrados me dejo llevar por las sensaciones y el placer, siento su lengua bailar fuera y dentro de mi cuerpo, de mis partes más íntimas y sensibles. Levanta las manos para buscar mis tetas, las aprieta lentamente agregando placer a placer. Estoy en un remolino de sensaciones, mi cuerpo tiembla, lleno de deseo. Para, y se baja de la cama ¡es una tortura!
Vuelve, con las manos abre mis piernas lentamente, se arrodilla entre ellas.
Siento, en la concha, el contacto con el látex y sus dedos acariciarla y estimularla, para la mejor bienvenida.
Entra lentamente, luego sale. Vuelve a entrar lentamente un poco más profundo, más y más adentro, suavemente, más y más placentero.
Descansa su cuerpo sobre el mío, me sonríe, lo beso y comienza a moverse dentro de mí otra vez. Colaboro con movimientos de mi pelvis, me voy a volver loca. El ronronea y gime de placer.
Nos movemos sincronizados, con ritmo más y más rápido e intenso, presas de los ruidos, los olores, la electricidad de la fusión de nuestros cuerpos. Tiemblo, gimo, gozo y acabo un par de veces, Hernán no disminuye la frecuencia del entra y sale, ahora es casi animal y, extasiada, exploto nuevamente en un intenso orgasmo, él disfruta de cada contracción de mi concha, su respiración se vuelve más y más fuerte, mete una mano en mi culo y un dedo en el agujerito, ya está en el límite, tiempla, bufa y grita su orgasmo.
Yo extremadamente satisfecha y aun temblando, él se acuesta a mi lado, rojo en la cara, aún sin aliento, hermoso. Me sonríe, nos reímos. Se pone de lado y me acaricia la cara:
-¡Sos hermosa!, ¿sabés?
Sonrío avergonzada, le devuelvo el cumplido.
Hubo otras rondas de placer sensual, tanto o más vivo, que la primera, después de las cuales, al salir de la ducha, él todavía estaba desnudo, sentado en la cama con su teléfono celular en la mano. Eran la una en punto.
Habían transcurrido, casi 5 horas, libidinosas, sin siquiera cenar.
Me senté a su lado, dejó su teléfono celular y tomó mis manos entre las suyas:
-Inés ¿Cómo vuelvo ahora a casa?-
-Max, ni siquiera deberías estar aquí-.
-Está mal, está todo mal, lo sé, pero no puedo, con las ganas que tengo de vos, menos ahora, después de esta noche-
- Hay una toalla limpia en el baño. Pensá una buena excusa para Karina mientras te duchas-.
Acordamos con mi marido, no habría más tapujos entre nosotros: cualquier episodio extramatrimonial, lo hablaríamos sinceramente los dos, antes o después de que ocurriera.
La tarde noche, con Hernán, se la conté, claro que diluida, descolorida.
Ninguna de mis amigas estaba disponible para encontrarse conmigo. Una de las que llamé, Karina está casada con Hernán, buen mozo, presumido, que en ocasiones se había insinuado, mañosamente, “me soltó los perros” como se dice vulgarmente.
Decidí pasar la tarde en la pileta de un club a menos de 200 mts de mi casa.
A tarde avanzada, casi noche, apagado el secador de cabello, me miraba en el espejo: los cabellos totalmente desordenados alrededor de mi cara cansada, con los ojos enrojecidos por el cloro.
Detrás de mí, la charla y la risa de otras mujeres, jovencitas y nenas.
Suena en el celular el aviso de whatsapp entrante.
-¿Mierda!!!- pensé al ver la fotito del remitente. Tal vez, se me escapó, ya que una señora me está mirando mal. Le sonrío
“¿Dónde estás?”
“En el club, cerca de casa”
“Voy, en 10 en llego”
“¿Paraa?”
Quedó sin respuesta. Ni falta que hacía.
Termino de vestirme, jean, blusa, campera y salgo a la calle, así sin maquillaje.
Llueve Me cubro con la capucha de la campera. A primera vista solo veo a dos madres charlando sin darse cuenta de que los hijos se empapan la ropa con la lluvia y saltando en los charcos.
Miro mejor y, apoyado en un tronco de árbol en la vereda, noto una silueta oscura bajo un paraguas, debe ser él. Me acerco y lo reconozco, no puedo evitar sonreír.
-¿Qué hacés aquí?-
-No pude aguantarme, cuando Karina me comentó que estabas solita. ¿Te molesta?-
-¡Sorprendida! ¿Karina te dio el número de mi celular?-
-¡Nooo! Yo me la rebusqué para sacarlo de su Iphone-
Después me contó que, un día estando su esposa dormida, tomó su dedo pulgar y lo apoyó sobre el botón de desbloqueo del Iphone y copió mi número en su Smartphone.
-Hace tiempo que esperaba la oportunidad de usarlo-
Bajé la vista, ruborizada, supongo.
-No deberías estar aquí ¿Dónde, Karina, cree que estás ahora?-
-En una cena de camaradería con amigos-
Con un brazo en mi espalda, me acerca a él, debajo del paraguas. Este simple contacto es suficiente para provocarme un escalofrío en la columna vertebral.
-Vení, no quiero que la lluvia te moje, quiero ser yo que te …. haga mojar -
Nos reímos y nuestros cuerpos, instintivamente, se unen en un abrazo dulce y extremadamente erótico.
Me saca la capucha de la cabeza y me acaricia el cabello:
-¡Dios, qué hermosa sos! Tenés razón no debería estar aquí, pero… ¡qué bueno que estoy!-
y me besa. Nos besamos
-Inés, te quiero. Vamos a donde quieras, a cenar, en mi auto, ... no me importa si comemos, charlamos, paseamos o tenemos sexo, pero quiero estar contigo esta noche-.
Lo miro mientras me dice estas cosas, su cabello rebelde casi tanto como el mío, sus ojos dulces y extremadamente eróticos, sus labios, sus manos tan sexys.
“Está mal, no deberíamos” pienso, pero me pongo en punta de pies y lo beso.
-¿Dónde estacionaste?-.
Me sonríe, me pasa el brazo en la cintura y me guía hasta su auto.
-Vamos a mi casa- le indico. Subimos, sin decir una palabra, sólo nos miramos y sonreímos, Segundos después, y no más de 200 metros de recorrido, llegamos a la esquina de casa.
-¡Es increíble, este semáforo siempre está rojo!- se impacienta. Quiere llegar ya.
Me bajo y le pido que dé una vuelta, para darme tiempo a hacerle lugar en el garaje (moviendo mi auto, ya que sólo caben dos autos, pero tiene una salida al jardín) y abrirle el portón del garaje.
Estaciona su auto al lado del de Carlos, mi marido. Me sigue por el pasillo hasta el living
-Disculpá el desórden, no esperaba visitas. Sentate donde quieras, enseguida vuelvo-
Llevo mi bolso al baño, tiro la malla y la toalla en la bañera junto a otras prendas destinadas al lavarropas. Me lavo las manos y me miro en el espejo: mis cabellos ya no están perfectamente desordenados sino húmedos y horribles, los ato en un rodete y vuelvo al living.
-Hernán ¿Tenés ganas de pizza?-
Se da vuelta para mirarme y sigue sonriendo:
-La pizza está bien. Y vos, con el cabello recogido sos aún más hermosa-
Antes de ruborizarme por completo, agrega:
-¿Puedo usar el baño?-
-Claro, derecho por el pasillo-
Voy a la cocina, abro una bolsa de papitas fritas y dos botellitas de cerveza, para antes de preparar la pizza.
Lo siento volver, me doy vuelta y, parado en la puerta, me dice, sonriendo:
-¡Qué lindas las bombachitas que dejaste en la bañera! ¡Lo que debe ser la que tenés puesta!-
No respondo a la provocación y le ofrezco la cerveza y las papitas y tomo de la heladera una pre pizza.
Su botellita y la pre pizza, que me saca de la mano, van a parar sobre la mesada.
y encuentra una excelente manera de mantenerme en silencio.
Siento sus manos en mi cara, sus labios en los míos, su lengua en la mía, su cuerpo, su deseo. Sus manos caen sobre mis caderas y su boca sobre mi cuello y murmura
-¡Te juro que no vine para comer pizza, ni papitas, ni tomar cerveza!-
Él me tiene ganas y yo le tengo ganas
-Lo sé- respondo.
Casi corriendo llegamos al lado de la cama, sin hacer desde anoche, en el dormitorio.
Él se quita la camisa, yo la blusa. Sonreímos. Le acaricio el pecho, lenta, suavemente... Me pierdo en la sensación de que el resto del mundo se ha evaporado. Lo tangible es que estoy con un hombre tremendamente sexy, semidesnudo y con una sonrisa traviesa. Hago que se siente en la cama y me paro frente a él. Bajo el cierre de mis jeans y los dejo caer lentamente. Me los quito de los pies, junto con las medias, me ubico entre sus piernas, comienza a acariciarme lentamente. Siento sus dedos, resbalar por mis muslos, mis nalgas, mi espalda. Me tira de modo de inclinarme hacia él, me besa mientras desabrocha el corpiño, que cae al suelo
Suspira, mira mi seno, por un segundo, luego mueve sus ojos hasta encontrar los míos, agarra mis tetas, las masajea, las acaricia, las aprieta. Cada vez más excitada, lo tomo del cabello y atraigo su boca para que le dé placer a mis tetas. No se hace rogar y, como lo había deseado, las lame, aprieta entre los labios y los mordisquea a los pezones erectos. Luego se detiene y se pone de pie:
-¡Acostate ahora- me dice.
Le hago caso y observo sus movimientos: suelta el cinto, corre, lentamente, el cierre del pantalón y lo deja caer. A continuación, con su mirada fija en la mía, se baja el slip.
Se me escapa un suspiro al ver su verga, excitada, prominente, hermosa.
Sube a la cama, encima de mí y me besa. Siento toda su excitación presionando la mía, sólo separadas por la tela de mi slip. Se arrodilla a mi lado, entiendo su intención y arqueo levemente el cuerpo para facilitársela. Mi bombacha va a parar al piso, con sus ojos clavados en los míos, sus dedos me dan placer, acariciando e insinuándose dentro de mi entrepiernas.
Busco su verga y la aprieto con mi mano, eso lo estremece. Prueba el “sabor a mí” que le quedó en los dedos luego se zambulle para saborearme en la fuente entre mis piernas abiertas. Con los ojos cerrados me dejo llevar por las sensaciones y el placer, siento su lengua bailar fuera y dentro de mi cuerpo, de mis partes más íntimas y sensibles. Levanta las manos para buscar mis tetas, las aprieta lentamente agregando placer a placer. Estoy en un remolino de sensaciones, mi cuerpo tiembla, lleno de deseo. Para, y se baja de la cama ¡es una tortura!
Vuelve, con las manos abre mis piernas lentamente, se arrodilla entre ellas.
Siento, en la concha, el contacto con el látex y sus dedos acariciarla y estimularla, para la mejor bienvenida.
Entra lentamente, luego sale. Vuelve a entrar lentamente un poco más profundo, más y más adentro, suavemente, más y más placentero.
Descansa su cuerpo sobre el mío, me sonríe, lo beso y comienza a moverse dentro de mí otra vez. Colaboro con movimientos de mi pelvis, me voy a volver loca. El ronronea y gime de placer.
Nos movemos sincronizados, con ritmo más y más rápido e intenso, presas de los ruidos, los olores, la electricidad de la fusión de nuestros cuerpos. Tiemblo, gimo, gozo y acabo un par de veces, Hernán no disminuye la frecuencia del entra y sale, ahora es casi animal y, extasiada, exploto nuevamente en un intenso orgasmo, él disfruta de cada contracción de mi concha, su respiración se vuelve más y más fuerte, mete una mano en mi culo y un dedo en el agujerito, ya está en el límite, tiempla, bufa y grita su orgasmo.
Yo extremadamente satisfecha y aun temblando, él se acuesta a mi lado, rojo en la cara, aún sin aliento, hermoso. Me sonríe, nos reímos. Se pone de lado y me acaricia la cara:
-¡Sos hermosa!, ¿sabés?
Sonrío avergonzada, le devuelvo el cumplido.
Hubo otras rondas de placer sensual, tanto o más vivo, que la primera, después de las cuales, al salir de la ducha, él todavía estaba desnudo, sentado en la cama con su teléfono celular en la mano. Eran la una en punto.
Habían transcurrido, casi 5 horas, libidinosas, sin siquiera cenar.
Me senté a su lado, dejó su teléfono celular y tomó mis manos entre las suyas:
-Inés ¿Cómo vuelvo ahora a casa?-
-Max, ni siquiera deberías estar aquí-.
-Está mal, está todo mal, lo sé, pero no puedo, con las ganas que tengo de vos, menos ahora, después de esta noche-
- Hay una toalla limpia en el baño. Pensá una buena excusa para Karina mientras te duchas-.
Acordamos con mi marido, no habría más tapujos entre nosotros: cualquier episodio extramatrimonial, lo hablaríamos sinceramente los dos, antes o después de que ocurriera.
La tarde noche, con Hernán, se la conté, claro que diluida, descolorida.
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