Levantó el rostro y me miró con intensidad. Abrió sus hermosos labios y las palabras brotaron como flores en primavera:
Quiero que me hagas el amor, tio.
No era mi sobrina. No. Había desaparecido Serena, mi sobrina. mi deseada sobrina y junto con ella la carga de culpa que tenía por el deseo de poseerla sabiendo que eso no podría ser, que esa niña nunca sería para mí, que mi pasión por ella nunca se concretaría pues ella jamás me vería de otra manera que no fuera como a un tío querido, respecto del cual no cabía otra cosa que un sincero cariño filial. No. Esta joven a mi lado era una mujer, muy joven para mí pero mujer al fin de cuentas.
Una mujer a la que recién había hecho gozar increíblemente, según ella me lo demostrara con sus palabras y gritos de placer, sin que aún la llevara a la cama. Y eso era lo que ella me pedía ahora.
Hace un momento mis manos le habían regalado un orgasmo como pocos y ella estaba eufórica por el placer recibido. Me había abrazado, apretando con fuerza su cuerpo al mío y me expresó su contento:
Fue increíble, tío. Nunca antes había gozado tanto
Es que eres exquisita, amor
Sabes hacer gozar a una mujer
No, eso no es cierto, vida
¿Cómo que no? ¿Después de todo lo que gocé?
Es que eso no se compara con lo que te haría gozar en la cama.
Me imagino.
La levanté y quedamos parados uno frente al otro. Llevé mis manos a su cintura y desabroché su falda, la que cayó para quedar a sus pies. Le siguió la blusa, que se quitó sin dejar de mirarme a los ojos, con su hermosa sonrisa bailoteando entre sus labios.
Y ahí estaba ella, mi deseada sobrina Serene, con su maravillosa juventud, sus largas, y bien delineadas piernas, de carnes firmes, de pie frente a mi, su tío, cubierta solamente por un sostén y una tanga blancos, a excepción de la mancha oscura de su prenda inferior, producto de la reciente eyaculación que le provocara.
Con sus brazos en las caderas, su cabeza ladeada, la vista fija en mí y una sonrisa en los labios, era la imagen perfecta del deseo. ¡Se veía tan apetecible!. El pecho parecía que iba a explotarme al pensar que ese cuerpo sería finalmente mía, que estaba esperando a que la poseyera, que la tendría bajo mi cuerpo, con sus piernas abiertas y recibiendo mi verga en su interior. La certeza de que pronto, muy pronto, la penetraría, llevó la sangre a mi cabeza, que quería explotar por la emoción.
Me acerqué y la abracé, sintiendo en mi pecho la dureza de sus pezones y la suavidad de sus piernas contra las mías, mientras nuestros labios se unían nuevamente, con un beso suave, reposado.
Sus ojos fijos en mí en tanto sus labios abiertos se unían a los míos, nos decían que ya no éramos tío y sobrina sino dos adultos que habían construido un puente de amor y deseo, que estábamos presurosos a cruzar. El lazo familiar había desaparecido para dar paso a dos personas que solo deseaban amarse, entregarse el uno al otro, sin pensar en nada más.
El sería de ella y ella de él. Nada más les interesaba. El pasado no existía, era el ahora y ya. Quería penetrarla y ella quería ser penetrada por mí.
Sus manos desprendieron los botones de mi camisa, sin dejar de besarme., mientras yo me desprendía de mi pantalón. El abrazo se hizo más fuerte, más intenso. Le desabroché el sostén y dejé sus senos al aire, los que chocaron contra mi pecho transmitiéndome toda la vitalidad que encerraban.
Así abrazados, la empujé sobre el sillón en que habíamos estado sentados y la tendí en él. Ahí estaba Serena, tendida sobre el sillón, cubierta solamente con su tanga manchada con los jugos vaginales que me brindara, los brazos tras la cabeza, un pie en el suelo, sonriéndome, segura del efecto que tenía en mí contemplar sus senos enhiestos, turgentes, coronados por sus pezones completamente endurecidos por la excitación, las líneas de su cuerpo enmarcando su delgada cintura y la redondez de sus muslos.
Una verdadera joya, mirándome con el deseo en los ojos, esperando mi siguiente paso.
Parado frente a ella, que no quitaba los ojos de mis ojos, con la sonrisa permanentemente bailando en sus labios, me desprendí de la última prenda y dejé expuesta mi verga frente a mi sobrina, que sin dejar de sonreír bajó la vista a mi entre pierna y con gesto de sorpresa por el tamaño de mi virilidad, se acomodó en el sillón, quedando ahora recostada y sin apartar la vista de mi instrumento, el que pronto recibiría en su interior.
Acércate
Me dijo sin levantar la vista, en tanto mi mástil seguía apuntando hacia ella, como un homenaje a la hermosura de su cuerpo tan deseado por mí.
Cuando quedé a su lado, levantó su brazo y se apoderó de mi espada, que empezó a acariciar con cierta brusquedad, producto de le excitación. Le pedí nuevamente delicadeza para con esa parte de mi anatomía tan sensible y ella, con mirada pícara y su sonrisa aún en los labios, suavizó las caricias y se entretuvo en recorrer la extensión de mi apéndice carnal, en tanto su boca se secaba por el deseo y la sonrisa desaparecía de su rostro que se acercó a mi verga para examinarla mas de cerca.
"Es grande", dijo con seriedad. "Y es todo para ti, cariño", respondí acariciando su cabeza, acercándola al objeto de su deseo.
Pero ella rehuyó la invitación con un movimiento de su cabeza para desprenderse de mi presión, sin soltar mi verga, que en sus manos seguía aumentando de tamaño.
Mi mano descendió hasta tocar sus senos, los que acaricié con delicadeza, comprobando el estado de excitación de mi sobrina por la dureza de sus pezones. Me acerqué y los besé, en tanto mi mano continuaba descendiendo hasta llegar nuevamente a su sexo.
La gruta de mi sobrina, sensible a las tocaciones después de su primer orgasmo, sintió el efecto de mis caricias y se rindió nuevamente, regalándome otra vez sus jugos, que ahora fueron recibidos por mi mano, que se inundó con el pegajoso líquido seminal.
Con mi boca en sus senos, su mano acariciando mi pene y mi mano en su sexo, el deseo hizo nuevamente explosión en ella y por segunda vez se rindió, explotando en un clímax más ardiente que el primero, pues su cuerpo ahora se movía descontroladamente, en tanto su mano iniciaba una masturbación desenfrenada de mi instrumento y unos grititos de placer inundaban el ambiente.
Yo seguía chupando sus senos y acariciando su sexo, con un dedo por debajo de la tanga explorando su intimidad, en medio de los jugos que fluían del sexo de mi sobrina. Y sin que hubieran terminado los efectos de su segunda acabada, sintió renacer en ella el deseo y se entregó de lleno a su tercer orgasmo en las manos de su tío, en medio de un intercambio de frases de deseo sin límites.
Riiiiicoooo, rico
¿Te gusta, amor?
Siiiiiiii.
Qué ricas tus tetas, qué ricas.
Son tuyas, chúpalas.
Quiero meterte la pija en tu concha, cariñito.
Métemela, por favor.
El morbo que nos producían nuestras palabras provocó en ella una explosión mayor que las anteriores, dejándome en un estado de satisfacción increíble por el efecto que había logrado producir en mi deseada sobrina, a la que aún no penetraba y ya había hecho gozar cuatro veces.
Recuperada la normalidad de su respiración, tomó mi verga y la acercó a su boca, que abrió para recibirla, aunque solo logró cubrir las tres cuartas partes del pedazo de carne, debido a las dimensiones que ella misma había logrado que adquiriera.
Se notaba que mi instrumento no era el primero que ella saboreaba, pues mostraba una delicadeza y suavidad para chuparlo inusuales para alguien con tan poca practica en la lídes del sexo.
Sacaba su boca y lo dejaba expuesto para observarlo un instante y nuevamente lo hundía en la boca, que lo tragaba poco a poco, tratando de abarcar lo más que le permitía su garganta. Las paredes de su boca presionaban y hacían las veces de los costados de una vagina húmeda que no se cansaban de acariciar al visitante, para después de un rato aflojar la presión y volver a dejarlo en libertad, repitiendo esta operación una y otra vez.
Lo hacía con deleite tal que produjo en mi una reacción inevitable y más pronto de lo que hubiera querido, me encontré disparando semen que inundó su boca, que ella se esmeró en no desperdiciar, en tanto mis pies se doblaban y casi termino por caer producto de la eyaculación que mi querida sobrina recibía en su hermosa boca. Al cabo de un momento recuperé la estabilidad.
Y ahí estábamos los dos: desnudos, agotados pero felices. Ella con mi verga en su mano, no queriéndose desprender de ella, y yo acariciando sus senos. Y ambos nos mirábamos con una mezcla de satisfacción y curiosidad.
La satisfacción se explica por lo que ambos habíamos conseguido, pero la curiosidad era producto de sentimientos encontrados, ya que ella y yo habíamos gozado a un nivel increíble, como nunca habíamos gozado antes, quizás por lo prohibido de nuestra relación, quizás lo repentino de todo, que empezara sin malicia y terminara por revelarnos la profundidad de nuestro deseo sexual, pero nos preguntábamos si seguiríamos sintiendo lo mismo cuando estuviéramos en la cama, y ambos estábamos seguros de que así sería.
Después de lo sucedido, estábamos seguros que el placer que conocimos sólo podría aumentar cuando nos entregáramos completamente al otro, cuando ella fuera completamente mía.
Y finalmente el momento había llegado. Ahora su cuerpo sería mío, su vulva recibiría mi verga finalmente, y mi semen calmaría su apetito sexual.
Finalmente...
Quiero que me hagas el amor, tio.
No era mi sobrina. No. Había desaparecido Serena, mi sobrina. mi deseada sobrina y junto con ella la carga de culpa que tenía por el deseo de poseerla sabiendo que eso no podría ser, que esa niña nunca sería para mí, que mi pasión por ella nunca se concretaría pues ella jamás me vería de otra manera que no fuera como a un tío querido, respecto del cual no cabía otra cosa que un sincero cariño filial. No. Esta joven a mi lado era una mujer, muy joven para mí pero mujer al fin de cuentas.
Una mujer a la que recién había hecho gozar increíblemente, según ella me lo demostrara con sus palabras y gritos de placer, sin que aún la llevara a la cama. Y eso era lo que ella me pedía ahora.
Hace un momento mis manos le habían regalado un orgasmo como pocos y ella estaba eufórica por el placer recibido. Me había abrazado, apretando con fuerza su cuerpo al mío y me expresó su contento:
Fue increíble, tío. Nunca antes había gozado tanto
Es que eres exquisita, amor
Sabes hacer gozar a una mujer
No, eso no es cierto, vida
¿Cómo que no? ¿Después de todo lo que gocé?
Es que eso no se compara con lo que te haría gozar en la cama.
Me imagino.
La levanté y quedamos parados uno frente al otro. Llevé mis manos a su cintura y desabroché su falda, la que cayó para quedar a sus pies. Le siguió la blusa, que se quitó sin dejar de mirarme a los ojos, con su hermosa sonrisa bailoteando entre sus labios.
Y ahí estaba ella, mi deseada sobrina Serene, con su maravillosa juventud, sus largas, y bien delineadas piernas, de carnes firmes, de pie frente a mi, su tío, cubierta solamente por un sostén y una tanga blancos, a excepción de la mancha oscura de su prenda inferior, producto de la reciente eyaculación que le provocara.
Con sus brazos en las caderas, su cabeza ladeada, la vista fija en mí y una sonrisa en los labios, era la imagen perfecta del deseo. ¡Se veía tan apetecible!. El pecho parecía que iba a explotarme al pensar que ese cuerpo sería finalmente mía, que estaba esperando a que la poseyera, que la tendría bajo mi cuerpo, con sus piernas abiertas y recibiendo mi verga en su interior. La certeza de que pronto, muy pronto, la penetraría, llevó la sangre a mi cabeza, que quería explotar por la emoción.
Me acerqué y la abracé, sintiendo en mi pecho la dureza de sus pezones y la suavidad de sus piernas contra las mías, mientras nuestros labios se unían nuevamente, con un beso suave, reposado.
Sus ojos fijos en mí en tanto sus labios abiertos se unían a los míos, nos decían que ya no éramos tío y sobrina sino dos adultos que habían construido un puente de amor y deseo, que estábamos presurosos a cruzar. El lazo familiar había desaparecido para dar paso a dos personas que solo deseaban amarse, entregarse el uno al otro, sin pensar en nada más.
El sería de ella y ella de él. Nada más les interesaba. El pasado no existía, era el ahora y ya. Quería penetrarla y ella quería ser penetrada por mí.
Sus manos desprendieron los botones de mi camisa, sin dejar de besarme., mientras yo me desprendía de mi pantalón. El abrazo se hizo más fuerte, más intenso. Le desabroché el sostén y dejé sus senos al aire, los que chocaron contra mi pecho transmitiéndome toda la vitalidad que encerraban.
Así abrazados, la empujé sobre el sillón en que habíamos estado sentados y la tendí en él. Ahí estaba Serena, tendida sobre el sillón, cubierta solamente con su tanga manchada con los jugos vaginales que me brindara, los brazos tras la cabeza, un pie en el suelo, sonriéndome, segura del efecto que tenía en mí contemplar sus senos enhiestos, turgentes, coronados por sus pezones completamente endurecidos por la excitación, las líneas de su cuerpo enmarcando su delgada cintura y la redondez de sus muslos.
Una verdadera joya, mirándome con el deseo en los ojos, esperando mi siguiente paso.
Parado frente a ella, que no quitaba los ojos de mis ojos, con la sonrisa permanentemente bailando en sus labios, me desprendí de la última prenda y dejé expuesta mi verga frente a mi sobrina, que sin dejar de sonreír bajó la vista a mi entre pierna y con gesto de sorpresa por el tamaño de mi virilidad, se acomodó en el sillón, quedando ahora recostada y sin apartar la vista de mi instrumento, el que pronto recibiría en su interior.
Acércate
Me dijo sin levantar la vista, en tanto mi mástil seguía apuntando hacia ella, como un homenaje a la hermosura de su cuerpo tan deseado por mí.
Cuando quedé a su lado, levantó su brazo y se apoderó de mi espada, que empezó a acariciar con cierta brusquedad, producto de le excitación. Le pedí nuevamente delicadeza para con esa parte de mi anatomía tan sensible y ella, con mirada pícara y su sonrisa aún en los labios, suavizó las caricias y se entretuvo en recorrer la extensión de mi apéndice carnal, en tanto su boca se secaba por el deseo y la sonrisa desaparecía de su rostro que se acercó a mi verga para examinarla mas de cerca.
"Es grande", dijo con seriedad. "Y es todo para ti, cariño", respondí acariciando su cabeza, acercándola al objeto de su deseo.
Pero ella rehuyó la invitación con un movimiento de su cabeza para desprenderse de mi presión, sin soltar mi verga, que en sus manos seguía aumentando de tamaño.
Mi mano descendió hasta tocar sus senos, los que acaricié con delicadeza, comprobando el estado de excitación de mi sobrina por la dureza de sus pezones. Me acerqué y los besé, en tanto mi mano continuaba descendiendo hasta llegar nuevamente a su sexo.
La gruta de mi sobrina, sensible a las tocaciones después de su primer orgasmo, sintió el efecto de mis caricias y se rindió nuevamente, regalándome otra vez sus jugos, que ahora fueron recibidos por mi mano, que se inundó con el pegajoso líquido seminal.
Con mi boca en sus senos, su mano acariciando mi pene y mi mano en su sexo, el deseo hizo nuevamente explosión en ella y por segunda vez se rindió, explotando en un clímax más ardiente que el primero, pues su cuerpo ahora se movía descontroladamente, en tanto su mano iniciaba una masturbación desenfrenada de mi instrumento y unos grititos de placer inundaban el ambiente.
Yo seguía chupando sus senos y acariciando su sexo, con un dedo por debajo de la tanga explorando su intimidad, en medio de los jugos que fluían del sexo de mi sobrina. Y sin que hubieran terminado los efectos de su segunda acabada, sintió renacer en ella el deseo y se entregó de lleno a su tercer orgasmo en las manos de su tío, en medio de un intercambio de frases de deseo sin límites.
Riiiiicoooo, rico
¿Te gusta, amor?
Siiiiiiii.
Qué ricas tus tetas, qué ricas.
Son tuyas, chúpalas.
Quiero meterte la pija en tu concha, cariñito.
Métemela, por favor.
El morbo que nos producían nuestras palabras provocó en ella una explosión mayor que las anteriores, dejándome en un estado de satisfacción increíble por el efecto que había logrado producir en mi deseada sobrina, a la que aún no penetraba y ya había hecho gozar cuatro veces.
Recuperada la normalidad de su respiración, tomó mi verga y la acercó a su boca, que abrió para recibirla, aunque solo logró cubrir las tres cuartas partes del pedazo de carne, debido a las dimensiones que ella misma había logrado que adquiriera.
Se notaba que mi instrumento no era el primero que ella saboreaba, pues mostraba una delicadeza y suavidad para chuparlo inusuales para alguien con tan poca practica en la lídes del sexo.
Sacaba su boca y lo dejaba expuesto para observarlo un instante y nuevamente lo hundía en la boca, que lo tragaba poco a poco, tratando de abarcar lo más que le permitía su garganta. Las paredes de su boca presionaban y hacían las veces de los costados de una vagina húmeda que no se cansaban de acariciar al visitante, para después de un rato aflojar la presión y volver a dejarlo en libertad, repitiendo esta operación una y otra vez.
Lo hacía con deleite tal que produjo en mi una reacción inevitable y más pronto de lo que hubiera querido, me encontré disparando semen que inundó su boca, que ella se esmeró en no desperdiciar, en tanto mis pies se doblaban y casi termino por caer producto de la eyaculación que mi querida sobrina recibía en su hermosa boca. Al cabo de un momento recuperé la estabilidad.
Y ahí estábamos los dos: desnudos, agotados pero felices. Ella con mi verga en su mano, no queriéndose desprender de ella, y yo acariciando sus senos. Y ambos nos mirábamos con una mezcla de satisfacción y curiosidad.
La satisfacción se explica por lo que ambos habíamos conseguido, pero la curiosidad era producto de sentimientos encontrados, ya que ella y yo habíamos gozado a un nivel increíble, como nunca habíamos gozado antes, quizás por lo prohibido de nuestra relación, quizás lo repentino de todo, que empezara sin malicia y terminara por revelarnos la profundidad de nuestro deseo sexual, pero nos preguntábamos si seguiríamos sintiendo lo mismo cuando estuviéramos en la cama, y ambos estábamos seguros de que así sería.
Después de lo sucedido, estábamos seguros que el placer que conocimos sólo podría aumentar cuando nos entregáramos completamente al otro, cuando ella fuera completamente mía.
Y finalmente el momento había llegado. Ahora su cuerpo sería mío, su vulva recibiría mi verga finalmente, y mi semen calmaría su apetito sexual.
Finalmente...
1 comentarios - Serena, mi sobrina 2 parte