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El pijudo

Apenas lo vi pensé: ¿Qué carajos estoy haciendo? 
Pero no pude evitarlo.
Me contactó por la página y aunque no era de mis preferidos, el tamaño de su pija me dio hambre. Era uno más de los modelos de categorías con las que fantaseaba recién separada: cuando tenés esa calentura acumulada de meses (o más tiempo) de mal cogidx, que te impiden controlarte y te llevan a comer lo primero que agarras.
Yo me había armado un pequeño jueguito personal categorizando, de antemano, los perfiles de mis chongos. Éste entraba en "pijudos". Y si bien sabía que me podía malir sal, el ánimo aventurero me pudo.
Lo vi doblar la esquina y retuve el impulso de agarrarme la cabeza. Sólo pude pensar "menos mal que le dije un telo". Un flaco al que normalmente dudaria en darle la hora, se me acercaba caminando con toda la seguridad de quien sabe que ya ganó. En ese momento me di cuenta de dos cosas que me golpearon fuerte, una después de la otra: la primera es que soy tan calentona que me meto en situaciones muy bizarras, y la segunda en que me estaba ganando la soberbia. El pibe vino de buena fe, y era muy desleal de mi parte juzgarlo por su apariencia. Lo saludé con un beso y entramos al bar.
Quedaba la cuestión de la seguridad, y como no quería que el flaco hable mucho y me la baje, decidí encarar de una.
-Hay consentimiento si yo tomo todas las decisiones. No vas a hacer nada que yo no te permita de antemano y expresamente, ¿se entendió? Y esto no es negociable. 
El pibe asintió con una sonrisa despreocupada, casi sumisa.
-No voy a hacer nada que vos no quieras, no voy a lastimarte ni nada por el estilo, te prometo que todo lo que haga y lo que no haga va a ser por y para tu placer. Pero todo lo que VOS hagas siempre va a ser mi decisión, INCLUSO lo que digas. ¿Estás de acuerdo?
Asintió con la cabeza y levantó las manos en son de paz. Me levanté de la mesa y salí del bar; como vi que no me siguió, volví a entrar.
- ¡Vamos!- lo urgí, y con una sonrisa tonta me siguió al telo.
Nada más entrar le dije "Desvestite", cosa que hizo sin hablar y completamente. Me saqué las zapatillas y el jean, y me senté en el sillón. 
- Acostate en la cama, de frente. Pajeate. Quiero verla parada.
Hizo lo que le pedí, y no le costó mucho pararla. La visión de mis piernas logró calentarlo y en un par de sacudones se levantó la batata. Sí, dije bien, una BATATA. HERMOSA PIJA, larga y gorda, bien cabezona y la zona del frenillo más delgadita; esa que siempre se llena de leche y te obliga a usar bien la lengua para dejarla bien limpita y tómartela toda.
Obviamente, ver su pija me calentó. Pero no tanto como para ser yo la que arrancara. 
-Veni un poquito, acercate.
Se sentó en la cama frente a mi con las piernas colgando. Le agarré la poronga hermosa esa que parecía el palo mayor de un velero, y despacio empecé a pajearlo. Se sentía caliente en mi mano.
El flaco se olvidó quién estaba al mando y subió una mano como para tocarme una teta, pero debió ver un gesto o una mirada que hizo que se diera cuenta de inmediato. Cuando lo advirtió se hizo el reverendo boludo y bajó la mano. 
En ese momento recordé el juego, y me calenté más por tener el control real de la situación. Me levanté del sillón y me paré frente a él; un poco agachada para seguir con la paja, mirándolo fijamente a los ojos. El resultado fue que la pija se puso más dura todavía.
Me detuve únicamente porque no quería que acabe, y evitando pensar que era lo que me faltaba, me arrodillé entre sus piernas y empecé la chupada de pija que tanto le había prometido. Subía y bajaba con mi lengua por esa pija kilométrica, quedándome sin saliva, y mientras más la recorría, mayor era mi calentura. 
El pibe se había recostado para disfrutar de la felación, y yo me engolosinaba de lo lindo con toda esa carne. Tras varios intentos pude meterla en mi boca, y aunque me entró poco más que la cabeza, yo me sentí orgullosa de mi progreso.
De refilón vi que las manos del pibe se movían indecisas, y me di cuenta que estaba refrenando su impulso de agarrarme la cabeza. 
Me levanté de donde estaba y me saqué la remera y la tanga casi en un solo movimiento; me trepé a la cama y sin preámbulos me acomodé sobre su cara. 
-¿Querés?-, le pregunté, y como asintió con energía le apoye mi concha mojada directamente en su boca. Sorbió todos mis jugos y jugó con sus dientes: mi clítoris, mis labios, mis muslos, todos recibieron atenciones. Su lengua me recorrió completa, hasta el culo ida y vuelta. Me excité tanto que terminé cogiéndole la boca. Tuve un orgasmo, dos, tres... después del tercero sentí piedad y me di vuelta. 
Se la chupé en un 69 hermoso, aunque a penas me entraba su pija, y cuando ya me sentí bien dilatada volví a preguntarle 
-¿La querés?-, pero ya no pudo guardar silencio, y exclamó que sí, con voz ahogada, casi suplicante. 
-Ponete un forro que vamos a coger.
Mientras lo buscaba, me saqué el corpiño, y cuando levantó la vista y vio mis tetas, una cara de zombie apareció en su rostro. Un poco me asustó, pero me calentó mucho verlo así, y saber que no me las chupaba porque no se lo había ordenado. 
Recuperé la compostura y otra vez sólo con la mirada le indiqué que se recostara en la cama. Mientras se ponía el forro me dio por tocarme, algo que normalmente no hago, pero quería ver si lo calentaba. Efectivamente, cuando me vio puso otra vez cara de zombie, y bajó las manos a los costados del cuerpo, esperando. 
Volví a treparme a la cama, y sin mediar palabras me senté sobre ese mástil de carne que me entró por la mitad solamente al primer intento. No me dolió, simplemente necesitaba más impulso. Acomodé la postura y terminé de sentarme sobre esa verga, me sentí completamente llena de una carne que no era mía, y sentí cómo mi cuerpo se amoldaba a aquella terrible penetración. 
Me regalé unos segundo de disfrutar el contacto milímetro a milímetro de esa poronga interminable dentro de mi concha ardiente, antes de empezar a remontarla, directamente a buen ritmo.
Perdí la cuenta de los orgasmos; también de las posiciones, porque a medida que me acostumbraba a acabar de alguna manera me las arreglaba para buscar otras. Lo que sí puedo decir, es que esa pija se fue de esa habitación de hotel bien mojada, toda acabada, y cequita de leche, que terminó en mis tetas después de una hermosa turca.

5 comentarios - El pijudo

Nemocabezon
El pijudo como me calentaste !! Cuando quieras hablamos y nos encontramos bebe
morbo_cuernos +1
Morboso Relato. Cómo me calientan las mujeres que se hacen cargo de sus fantasías. Qué lindo arrancar el día leyéndote!
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Gracias bombón, un placer servir a tu lubricidad
Pervberto +1
Sí, señora. Los gustos hay que dárselos en vida.
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Totalmente de acuerdo!
mirandopaso +1
excelente el relato , muy morboso , me encanto !!!
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Muchas gracias!!