100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
Capítulo 2:
La primera vez que salimos juntos me di cuenta que estaba frente a una mujer sumamente decidida y que sabía lo que quería. Esa noche, después de compartir unos tragos juntos, decidimos que queríamos volver a vernos y acordamos en hablarnos durante esa semana para reencontrarnos. Gianina me dejó pensando en ella toda la noche. Mi mente recordaba la forma en la que se movían sus manos, las expresiones que hacía con sus ojos y la delicadeza con la que se movían sus labios. ¡Me había encantado!
Me llamo Alejandro, tengo 28 años y conocí a Gianina gracias a una de esas aplicaciones para conocer gente. Cuando vi sus fotos me encantó desde un principio, ya que es una mujer muy hermosa y se muestra como una gran seductora. Cuando la conocí en persona rectifiqué mi fascinación por ella, quien me demostró ser muy inteligente, decidida y con una actitud de siempre ir al frente. Esa noche nos quedamos hablando en el bar durante horas, compartiendo anécdotas y experiencias de la vida e intercambiando palabras por un largo rato. Al final de la cita, ella me confesó que no le gustaba la idea de tener sexo ni bien nos habíamos conocido y que prefería esperar a ver si de verdad quería estar conmigo. Yo acepté su decisión y aproveché la oportunidad para invitarla a una segunda cita, la cual se dio para dos semanas más tarde.
Así comenzamos a salir y cada vez me convencía más de que Gianina era la persona indicada para mí. Su personalidad me encantaba y la forma en la que ella se hacía notar estando en cualquier lado, me dejaba atónito. En nuestra segunda cita, un miércoles a la tarde, decidimos ir a un café a merendar y la conversación se siguió dando con total naturalidad. En ese caso, tuvimos la oportunidad de hablar de sexo y ella me confesó que era muy abierta en ese sentido, pero que no le gustaba la idea del sexo casual y que prefería tener cierta conexión con la otra persona.
Sin embargo no fue hasta nuestra tercera cita que la temática de gustos y morbos llegó a la mesa. Estábamos cenando en un bar y poco a poco empezamos a hablar del tema hasta que ella se animó a preguntarme que me gustaba. Yo le conté un poco lo que más disfrutaba y lo que me atraía, contándole mis poses favoritas y algunas actitudes que solía tener a la hora del sexo. Cuando le devolví la pregunta, Gianina se acomodó en el asiento y luego de pensar por unos segundos me terminó diciendo que a ella le gustaba sorprender a la otra persona.
- Me encanta la idea de tomar por sorpresa al otro y que se dé cuando menos se lo espera.- Me dijo y le tuve que pedir un ejemplo para terminar de entenderlo.- A ver… No hace mucho, con un chico que salía hasta hace unos meses, fui hasta la oficina donde él trabajaba y aprovechando que estaba solo, cogimos arriba de su escritorio. Después de eso, me fui como si nada y él siguió trabajando.
Era evidente que le encantaba ser espontánea y demostrar su actitud dominante a la hora del sexo. Luego de eso, me contó que en otra oportunidad se animó a pajear a un chico en el cine a pesar de que gran parte de la sala estaba con gente. “Se me cruzó por la cabeza, me animé y se dio” me dijo levantando los hombros mientras yo la miraba fascinado por lo que me contaba. Me encantaba esa actitud que tenía y esa filosofía de “si tengo ganas de hacerlo, lo hago” sin importar lo que los demás pensaran. De más está decir que también me provocaba muchísimo y me generaba cierto morbo de no saber cuándo me podía llegar a sorprender a mí.
Esa noche la acompañé caminando hasta su casa y nos despedimos con un beso bastante caliente. “Está mi amiga durmiendo en casa, sino te haría pasar” me dijo recordándome que una amiga suya que vivía en Europa había ido a visitarla y se estaba alojando en su casa. A pesar de eso, su comentario me hizo saber que Gianina quería que pasara algo entre nosotros dos y eso me dio más ganas de estar con ella. Durante los siguientes días no podía dejar de pensar en su cuerpo, en sus manos, en su pelo y en sus labios. Parecía como si cada cosa que me sucediera la relacionaba con ella y eso me provocaba un cosquilleo en la entrepierna.
Nuestra siguiente cita no tardó en llegar. Volvimos a encontrarnos en el bar donde nos vimos por primera vez y luego de sentarnos, ordenamos comida y comenzamos a hablar. La charla automáticamente giró hacia lo sexual y mis ojos se concentraron en el rojo de sus labios. “Que te gusta más, ¿una chica más dominante o alguien más sumisa?” me preguntó de golpe y tuve que confesarle que me sentía más estimulado por alguien con actitud dominante. “A mí me encanta dominar. Soy bastante atrevida a la hora del sexo” me respondió y noté como algo en mi bóxer empezaba a molestarme.
El resto de la noche seguimos hablando de distintas cosas, entre besos y caricias que aparecían espontáneamente. Tras pasar varias horas sentados y luego de tomar unos tragos, decidimos pedir la cuenta para seguir nuestra cita en un lugar “más íntimo”. “Vamos a casa, esta noche podemos estar solos” me dijo y la sola idea de pensar lo que podía suceder, me encantó. Cuando salimos del restaurante, Gianina me giró de golpe y me comió la boca de un beso, recordándome que le encantaba sorprender con esas actitudes. Yo le devolví el beso y empezamos a caminar hasta su departamento.
Entramos al palier y nuevamente me dio un beso bien fogoso mientras esperábamos que el ascensor llegara hasta la planta baja. “Me encantan tus labios. Sobre todo con ese color rojo intenso” le dije refiriéndome a su labial y volvimos a besarnos mientras nos abrazábamos. No podía creer la suerte que tenía de estar ahí con esa mujer tan hermosa y caliente. Nos subimos al ascensor y este empezó a ascender y parecía que el viaje era interminable. Quería llegar al piso donde ella vivía para poder matarnos en la cama.
Sin embargo, demostrando nuevamente su espontaneidad y naturalidad, Gianina se acercó a la botonera del ascensor y bajó la perilla que decía “PARAR”. El ascensor frenó de golpe y yo la miré sin entender muy bien que era lo que estaba sucediendo. En su rostro se dibujaba una sonrisa morbosa que me generó un cosquilleo en todo el cuerpo. Lentamente caminó hasta donde yo estaba y me estampó contra una de las paredes, dejándome inmóvil y sin posibilidad de hacer algo. Acercó su cara a la mía y tras pasar sus labios a milímetros de los míos, me volvió a besar.
El corazón me latía a toda velocidad y no terminaba de comprender muy bien que era lo que sucedía. Gianina me besaba con ganas, haciendo que sus labios calientes se tocaran con los míos y que su lengua mojada entrara en mi boca. Yo la abracé con ganas y apoyé mis manos en su cintura mientras que ella frotaba su cuerpo contra el mío. La temperatura comenzaba a subir en el ascensor a medida que pasaban los segundos y el beso se iba prolongando. ¿Era esa una de sus actitudes que tomaban por sorpresa al otro? Porque de ser así, había funcionado en un cien por ciento.
Pero Gianina tenía preparado un as bajo la manga que yo no me esperaba en absoluto. Por mi mente pasaba la idea de jugar un poco con nuestras bocas y nuestras manos en el ascensor para después seguir subiendo hasta su departamento y darnos placer mutuamente. Me pareció bastante atrevido y estimulante, causando que mi cuerpo se calentara y que mi pija se despertara entre mis piernas. La cuestión era que por su cabeza, pasaba otra idea y poco a poco me la iba haciendo saber.
Luego de besarnos por un largo rato, ella corrió su boca de la mía y la empezó a bajar por mi cuerpo. Al principio se trasladó hasta mi cuello, el cual comenzó a lamer rápidamente y a besar de forma bien caliente. Sin embargo, cuando llegó hasta mi hombro y vio que no podía seguir avanzando por culpa de mi camisa, me desabrochó los dos primeros botones y luego volvió para besarme el hombro. “¿No querés que subamos a tu casa?” le pregunté yo notando que la temperatura empezaba a subir ahí adentro y la cosa se iba descontrolando.
- Shhh… Vos relájate y disfrutá.- Me dijo mirándome a los ojos y se arrodilló adelante mío.
En eso momento me quedé totalmente inmóvil. Gianina levantó sus manos para pasarlos por mi pecho, pero enseguida las bajó hasta el cierre de mi pantalón y lo desabrochó con muchísima facilidad. En un solo movimiento, me lo bajó junto al bóxer y mi pija quedó al descubierto, exhibiendo así mi notable erección. Ella levantó la cara y me hizo ver una sonrisa algo macabra que se dibujaba en su rostro al mismo tiempo que levantaba las cejas, dándome a entender que le gustaba lo que veía. Sin dudarlo, la sujetó con su mano y me empezó a pajear a toda velocidad, demostrándome así que sabía cómo sorprenderme.
Acercó su boca y la abrió bien grande para hacer que mi verga entrara por completo en ella. En ese momento me aferré con firmeza al barandal del ascensor y cerré los ojos, sintiendo un placer inmenso que invadió todo mi cuerpo. Todavía me costaba entender lo que sucedía y no podía procesar como en cuestión de segundos, Gianina se había arrodillado adelante mío y me había empezado a chupar la pija. Sin embargo no me lo preguntaba, pues disfrutaba muchísimo de sus labios color rojo fuego sobre mi cuerpo.
Poco a poco empezó a mover su cabeza hacia adelante y hacia atrás, demostrándome que era una excelente mamadora y que sabía cómo complacer a un hombre. Su boquita divina recorría cada centímetro de mi verga y su lengua aparecía constantemente, humedeciéndome y generándome pequeños cosquilleos que me revolvían todo el cuerpo. Mientras hacía eso, me pajeaba a toda velocidad, generando que mi pija se pusiera completamente dura. El efecto sorpresa había sido clave en todo el morbo que se generaba en la situación y ella lo sabía, es por queso que constantemente levantaba la vista y me miraba fijo, o me guiñaba un ojo en señal de aprobación.
Mis huevos no quedaron de lado y sin soltar mi verga, bajó su cabeza para chuparlos de manera excelente. Primero les pasó la lengua suavemente por arriba, mojándolos con su saliva y saboreándolos plenamente. Luego se metió uno en la boca y comenzó a jugar con él para luego trasladarse al otro. En ese momento, sin poder controlarme, abrí bien grande la boca y dejé escapar un gemido de placer que se hizo notar. Ella, comprendiendo el placer que me estaba provocando, continuó comiéndome los huevos y pajeándome a toda velocidad. Me fascinaba, me volvía loco y ella lo sabía muy bien.
- ¿Sabes que quiero?- Me dijo levantando nuevamente la vista y dedicándome una hermosa mirada.
- ¿Qué?- Le pregunté yo cortando el aliento entre jadeos.
- Que me des toda la lechita acá en el ascensor y después me la des de nuevo arriba en la cama- Me dijo sin dejar de pajearme a toda velocidad.
No pude contestarle, pues de mi boca volvió a salir un gemido de placer que le dio a entender que yo estaba de acuerdo con su propuesta. Entonces Gianina volvió a meterse mi pija en la boca y continuó chupándomela como loca, moviendo su cabeza hacia adelante y hacia atrás, comiéndosela por completo. Yo solté el barandal con una de mis manos y lo apoyé en su nuca, agarrándola del pelo y acompañando así sus movimientos. Ella estaba como loca y no paraba de darme placer. De mi bica salían más y más gemidos, que ya no me molestaba en tratar de disimular. Era fascinante la forma en la que esa chica me chupaba la pija.
- Ahí viene.- Llegué a advertirle.
Ella continuó chupándomela y con mi pija metida por completo adentro de su boca, comencé a acabar. Un gemido increíble le siguió a otro y así sucesivamente a medida que iba descargando el semen en su lengua. Gianina me miraba fijo a los ojos, mientras que sus labios pintados de rojo envolvían mi verga sin dejar escapar ni una gota de leche. Cuando terminé, se alejó unos centímetros y abrió bien grande la boca para mostrarme toda mi descarga sobre su lengua. Acto seguí, cerró los labios, tragó y volvió a abrir la boca para enseñarme que no había quedado ni un solo rastro de lo que habíamos hecho en el ascensor.
Como si nada, se paró y se volvió a acercar a la botonera para levantar la perilla de “PARAR”. Giró la cabeza y me miró a los ojos y luego dirigió su mirada a mi pantalón, el cual seguía a la altura de mis rodillas. Al mismo tiempo que el ascensor se puso en marcha, yo me acomodé la ropa justo a tiempo para llegar al piso donde ella vivía. Aún seguía sorprendido por lo que acababa de suceder y me costaba creer con la facilidad con la que esa chica me había puesto al palo y me había sacado la leche. Antes de entrar a su departamento, giré la cabeza y observé como se cerraba la puerta del ascensor y este se iba a buscar a alguien que acababa de llamarlo.
Lugar n° 2: Ascensor
SIGUIENTE
OTRAS HISTORIAS:
VACACIONES EN LA PLAYA II. CAPÍTULO 1
MIS VECINAS. CAPÍTULO 1
MARCAS EN LA PIEL (HISTORIA CORTA)
1 comentarios - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 2