100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
Capítulo 1:
Martín suele irse seguido por cuestiones de trabajo y siempre que se va lo extraño. Sin embargo esta vez fue la peor, pues su viaje fue más largo que nunca y la conexión que tenía desde donde estaba, era terrible. Casi no pudimos hablar y eso me volvía loca ya que pasaban horas en las que ni siquiera recibía un mensaje de él. A la noche intentábamos hacer alguna videollamada, pero estas se cortaban cada dos por tres debido a la débil conexión que él tenía desde el lugar en donde estaba alojado. Parecía como si el destino quisiera que no habláramos entre nosotros y eso me desesperaba. Fue por esa razón que la noche que iba a volver decidí esperarlo con una pequeña sorpresa.
Me llamo Pilar, tengo 31 y vivo con mi novio, Martín, desde hace ya un tiempo. Cuando lo conocí, él ya era un agrimensor que trabajaba en otras provincias por lo que sabía que se la iba a pasar viajando. Al principio fue un poco complicado para nuestra relación, sin embargo con el correr del tiempo nos fuimos acostumbrando y aprovechábamos al máximo los días que teníamos para vernos. A medida que la relación fue avanzando, decidimos mudarnos juntos y empezar una nueva etapa en nuestras vidas, en la que reinaba la felicidad y sobre todo el sexo.
Somos una pareja que disfruta mucho de coger. Nos gusta hacerlo bastante seguido, si es todos los días mejor, y solemos ser muy fogosos al momento de estar juntos. Experimentamos de vez en cuando, incluyendo juguetes, trajes exóticos y algunas posiciones nuevas, Aunque siempre solemos volver a lo clásico. Sus viajes de trabajo hacen que los días que él está conmigo en la ciudad sean muy calientes y siempre que vuelve yo lo recibo con una noche muy agitada. Es el reencuentro de dos amantes que se desearon durante todos esos días lo que hace que nos encante disfrutar de esas experiencias.
Sus partidas por lo general suelen ser cortas, dos o tres días en los que va, hace su trabajo y vuelve para estar conmigo el fin de semana. A veces ha llegado a irse un lunes para regresar el viernes y eso ya era demasiado para mí. Fue por eso que me puse muy mal cuando me enteré que iba a estar dos semanas seguidas en el norte del país haciendo un trabajo. “La empresa anda corta de plata y no puedo volver e irme de nuevo el fin de semana” me dijo cuándo me contó la noticia. Obviamente era una oportunidad muy buen para él, pero la idea de no tenerlo al lado mío por todo ese tiempo fue más fuerte e hizo que me sintiera un poco triste.
Los primeros días pasaron bastante rápido. Partió un lunes a la mañana y esa noche ya estábamos conversando por teléfono a pesar de las complicaciones en la comunicación. El martes no supe de él en todo el día y eso me puso algo triste, pues él solía mandarme algún que otro mensajito cuando se iba de viaje y recién a la noche pudo contarme que la conexión que tenía en la zona donde estaban trabajando era casi inexistente. Pero no noté la soledad hasta que ese fin de semana él no estuvo en casa conmigo y tuve que dormir las dos noches sola. La segunda semana ya lo estaba extrañando muchísimo.
El miércoles empecé a pensar en la sorpresa que iba a darle ese viernes a la noche cuando volviera a verlo. Eso mismo día fui al centro y aproveché para comprarme una ropita interior nueva bien sexy con la que iba a recibir a mi novio ni bien llegara. Sin embargo, quise darle un adelanto de lo que iba a pasar cuando volviéramos a vernos y aproveché para sacarme una fotito semi desnuda y mandársela cerca de la hora de la cena. Martín no la vio hasta media hora más tarde y cuando lo hizo, me respondió que le había encantado y que no veía la hora de estar de nuevo conmigo. En mi cara se dibujó una sonrisa que me alegró la noche.
Sin embargo, el jueves ya me encontraba mucho más caliente que el día anterior y por mi cabeza pasaban posibles escenas de lo que iba a ser nuestro reencuentro. A mitad de la tarde, salí del trabajo y me volví a casa para meterme en la bañera completamente desnuda y mandarle una foto de mis lolas a mi novio. El mensaje no le llegó hasta la noche, cuando volvió a tener conexión desde el lugar de alojamiento y ni bien recibió esa imagen, me respondió que se le había puesto dura. Entonces decidí seguir jugando con su cabeza y le mandé una nueva foto de mi cuerpo en ropa interior y él me respondió con una imagen de su pija completamente dura.
“¡Que ganas de chupártela enterita que tengo, mi amor! ¡Me la voy a meter en la boca y la voy a dejar toda mojadita con mi lengua!” le dije en un audio que él escuchó segundos más tarde. “¡Me muero de ganas de verte y de besarte toda! ¡Quiero hacerte gritar de placer!” me respondió él y yo le contesté con una nueva imagen mía acostada sobre la cama, con la cola apuntando hacia arriba. “¡Quiero comerte esa colita y llenártela de chirlos hasta dejarla toda roja!” agregó él luego de esa foto y la calentura iba subiendo en nuestra conversación. La noche terminó luego de varios minutos de provocaciones, cuando decidimos cortarla ahí y guardarnos para el día siguiente.
Como bien dije al principio, con Martín nos gusta mucho experimentar, probar cosas nuevas e imaginar distintas opciones a la hora del sexo. Pero para ese viernes a la noche era tan grande la calentura que tenía encima, que ni bien entró por la puerta, me abalancé sobre él y lo besé de manera muy apasionada. Él me devolvió el beso sujetándome con sus manos a la altura de la cintura. “Me voy a bañar, mi amor. ¿Querés venir conmigo?” me dijo y yo le respondí que prefería esperarlo en la cama con una pequeña sorpresita.
Aproveché el momento que él se metió a la ducha, para irme hasta la habitación y ponerme el conjuntito sexy que me había comprado hacía dos días. Me recosté sobre la cama y esperé que mi novio terminara de bañarse y saliera de la ducha para que viera el regalito que le tenía. Ni bien entró a la pieza, sus ojos se abrieron bien grandes y su expresión cambió completamente. No era la primera vez que yo lo recibía semi desnuda en la cama, pero si era la primera ocasión en la que yo tenía puesta una tanguita bien chiquitita y un corpiño semi trasparente que dejaba ver mis pezones ya duritos. Martín soltó la toalla, dejándola caer en el piso y se acercó hasta mí, completamente desnudo.
- ¡Que hermosa que estás, mi amor!- Me dijo subiendo a la cama y colocándose encima de mí.
Enseguida comenzamos a besarnos y a calentarnos como a nosotros nos gustaba hacerlo. La lengua de Martín entraba en mi boca al mismo tiempo que yo lo envolvía con mis brazos y piernas, rozando mi cuerpo con el suyo. Sus manos no tardaron en hacer contacto con mi piel y en ir subiéndome la temperatura con cada fricción que se daba. Los besos iban haciéndose más intensos y babosos, trasladándose a mi cuello y a mis hombros, provocándome pequeños temblores que iban desde mis pies hasta mi cabeza. Sentía su cuerpo caliente encima del mío y eso me excitaba. Sentía la dureza entre sus piernas que iba volviéndose cada vez más firme.
Poco a poco fue bajando por mi cuerpo con su boca. Su lengua iba dejando rastros por cada centímetro de piel que recorría, humedeciéndome por completo. Llego a mis tetas y las chupó ligeramente por encima del corpiño semi transparente y luego continuó su camino hasta llegar a mi cintura. Sus manos, descontroladas, se movían por todos lados, acariciando mi cuerpo y dándome ligeros masajes a medida que iban avanzando. Con sus dientes me fue bajando la tanguita bien despacio hasta que esta voló por los aires hasta llegar al piso. En ese momento apoyó sus manos en mis rodillas y abrió suavemente mis piernas, para agachar su cabeza entre ellas.
Ni bien su lengua hizo contacto con mi concha, largué un gemido de placer bien profundo que tenía guardado desde hacía varios días. Martín era excelente con su boca y sabía cómo llevarme al extremo con ella. Al principio actuaba de manera lenta, tratando de acomodar su cuerpo sobre el mío y de ir generando un ambiente. Pero era tal la calentura que teníamos, que ninguno de los dos se pudo controlar mucho. Su lengua empezó a moverse a toda velocidad encima de mi clítoris y la baba que salía de su boca caía en mi conchita y se mezclaba con mis jugos. Mis gemidos de placer inundaron el ambiente y se convirtieron en la banda sonora de ese momento. “¡Ay sí! ¡Ahhh! ¡Ahhh!” gritaba como loca mientras que él seguía dándome placer oral y haciéndome ver las estrellas.
Una vez que me dejó totalmente caliente, volvió a subir con su boca por mi cuerpo hasta que sus labios se reencontraron con los míos. El beso era bien húmedo y eso me terminó de encender. Lo empujé hacia atrás con rapidez haciendo que él quedara arrodillado frente a mí y yo me coloqué en cuatro delante suyo. Saqué mi lengua y lamí su cintura para ir directamente a su pija y metérmela en la boca. No podía creer las ganas que tenía de sentirla y de gozarla adentro mío. Estaba totalmente dura, bien firme como a mí me gustaba. Se la empecé a chupar a toda velocidad, metiéndomela y sacándomela de la boca, lamiéndola por todos lados y llenándola de saliva. Mientras tanto, él disfrutaba con una vista privilegiada de mi cola que se levantaba con cada movimiento que yo daba.
Con un movimiento brusco, Martín me recostó nuevamente en la cama y se colocó encima de mí. Yo volví a envolverlo con mis piernas y mis brazos y cuando lo hice sentí como su pija entraba en mí. Ahogué un grito de placer y luego lo besé para volver a sentir la humedad de sus labios. Él, enseguida comenzó a moverse y fue en ese momento cuando mi boca se abrió bien grande y dejé escapar un gemido que llenó por completo la habitación. Su pija bien dura entró de lleno en mi cuerpo y noté la felicidad de volver a estar con él luego de tanto tiempo.
Martín empezó a moverse rápido desde un principio, haciendo que su verga bien dura entrara y saliera de mi conchita empapada. Yo me aferraba a él con fuerza, impidiendo que se alejara mucho de mí, haciendo que nuestros cuerpos se rozaran constantemente. Su boca seguía recorriendo mi cuerpo, yendo desde mis labios hasta mi hombro derecho y luego hasta el izquierdo, pasando por mi cuello cada vez que podía. Yo liberaba la presión del momento lanzando un gemido detrás de otro, haciéndole saber lo mucho que me gustaba que me cogiera de esa manera.
Luego de un largo rato, volví a ponerme en cuatro, pero en esa oportunidad le di la espalda y mi cola quedó pegada a su cintura. Martín volvió a penetrarme con fuerza y sujetándome de la cintura, me empezó a coger con ganas. Yo me aferré con fuerza a las sábanas y nuevamente volví a abrir mi boca para dejar que de ella salieran gritos de placer que llenaron la pieza y seguramente el resto del departamento. Él llevó una de sus manos hasta mi corpiño, el cual todavía tenía puesto y se agarró del mismo como si fuese las riendas de un caballo. Sentía su cuerpo chocar contra mi cola cada vez más fuerte, cada vez más duro y eso me ponía como loca. Sentía que estaba a punto de llegar al clímax máximo de nuestro encuentro.
Sin embargo, Martín me conoce muy bien y sabe que hay una sola pose que nos vuelve locos a los dos. Él se recostó en la cama de costado y yo me coloqué delante suyo dándole la espalda. Aproveché para sacarme el corpiño mientras que él acomodaba su pija sobre mi conchita y luego de meterla, me envolvió con sus brazos para sujetarme fuertemente. El principio volví a ahogar un gemido de placer que no salió a pesar de que mi boca se abrió al máximo. Martín colocó una de sus manos sobre mis pechos, la otra la llevó hasta mi clítoris y luego yo cerré mis piernas para que esta quedara prisionera entre ellas.
Así volvimos a movernos, de manera bien acelerada, sintiendo como su verga entraba y salía de mi conchita que no paraba de latir. Sentía su pecho mojado frotarse contra mi espalda y su respiración agitada resonaba en mis oídos haciendo que mi cabeza estallara. Los dedos de su mano izquierda se movían a toda velocidad por encima de mi clítoris y los de su mano derecha rozaban mis pezones, provocando que estos se endurecieran el máximo. “¡Acabá, mi amor! ¡Acabá mucho!” me dijo él al oído en un susurro que pude oír a pesar de que mis gemidos eran mucho más fuertes.
Obedeciendo a sus palabras, largué un grito inmenso de placer al mismo tiempo que sentía como mi concha empezaba a latir y de ella salían jugos que mojaban toda la pija y la mano de Martín. Él aceleró al máximo sus movimientos al sentir eso y sus suspiros se volvieron cada vez más fuertes, dándome la señal que estaba a punto de acabar conmigo. Entonces dejé que mi boca hiciera el resto del trabajo y comencé a gemir más y más fuerte, provocando que su cabeza se volviera loca y que su pija estallara adentro de mi cuerpo, llenándome de semen. Rápidamente giré mi rostro hacia la izquierda y me encontré con un beso suyo y con su lengua que penetró mis labios una vez más.
El reencuentro había sido mucho más caliente que ningún otro y eso se debía a todo el tiempo que habíamos tenido que esperar. Nos quedamos unos segundos abrazados en esa posición, dejando que nuestras pulsaciones bajaran y que la respiración se hiciera más lenta. Estaba feliz de estar junto a él nuevamente, de tenerlo al lado mío luego de tanto tiempo y de poder disfrutar de su cuerpo calienta sobre el mío. Por más que nos encantaba experimentar, que nos gustaba probar cosas nuevas y que éramos fanáticos de lo exótico, nada podía ganarle a una buena noche de reencuentro y pasión en nuestra propia cama.
Lugar n°1: Cama
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