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Recuperando el tiempo perdido #1

Estaba volviendo del trabajo algo cansado, mirando por la ventanilla delcolectivo la gente caminando por la calle. Mis ojos entrecerrándose, casivencidos por el sueño. Una vibración en mis pantalones me despertó de unsacudón, y rápidamente saqué el celular atrayendo toda mi atención. Era unmensaje de ella, una linda sorpresa en ese atardecer lluvioso, gris oscuro.Tenía ganas de verme, estaba aburrida, algo así anunciaba. Al instante me dicuenta que era una invitación, sentí mis palpitaciones agitándose dentro mío,la boca un poco reseca. ¡Qué ganas que tenía de verla! Pero al mismo tiempo,una incomodidad recorría mi cuerpo. Era evidente que la ansiedad se anunciaba ami puerta cuando se trataba de ella, y algunos temores revolvían mis neuronas.
Recordé todo lo que había estado pensando y la necesidad de no dejarmevencer por todo eso. Le seguí el juego con un par de mensajes y, casi llegandoa la parada donde me tenía que bajar, quedé en ir a tomar una cerveza cerca desu casa más tarde.
No tuve mucho tiempo, el trayecto del trabajo a mi casa se había hechointerminable por los autos abarrotados en la calle y la lluvia que no ayudaba.Aproveché el paso por mi casa para ducharme, relajarme con el agua caliente yel vapor en el baño. Sentí la necesidad de calmar la ansiedad tocándome, un parde toqueteos con el jabón ya me estaban encendiendo, y a la vista era agradable.Pero no, eso era para otro momento y no podía perder tiempo. Terminé de bañarmey procedí a vestirme. Me puse unos boxer negros, ajustados, me gustaban porqueme remarcaban bien el bulto, y al mismo tiempo no eran extravagantes. Megustaba lo que veía al espejo. Lo completé con unos pantalones negros ajustadosque usaba para salir y una remera, no quería algo demasiado formal. Cuando miréla hora ya se estaba haciendo tarde, me puse un poco de mi perfume especial ysalí apurado para la cervecería.
La encontré esperándome en la puerta, estaba radiante. Tenía unos jeansazul oscuro bien pegados a sus sensuales piernas y una camisa negra con botonesque disponían un escote que dejaba entrever un corpiño negro de encaje. Intenténo detener la mirada demasiado tiempo, una tarea enorme. Pero lo que más meencantaba de su imagen eran sus rulos morochos bien definidos, que hacían juegoperfecto con su tez morena.
Me costó relajarme, pero con su soltura y naturalidad me fue desanudando,poniéndome al día de su vida, de sus últimos viajes. Tenía la facilidad dehacerme sentir en un lugar seguro, y entre cervezas y unas papas fritas nosfuimos dejando llevar por la conversación, las risas. Ya no me arrepentía dehaber aceptado su propuesta.
Ella volvía del baño y yo estaba mirando mi celular cuando se paró al ladomío, corrió el celular de mi mano y se inclinó hacia mí, me invadió una ola deuna fragancia dulce y cautivadora. Mi visión se nubló, no se si era el alcohol,la calentura o el momento, pero llevé mi mano hacia su mejilla derecha yacerqué mis labios. El contacto con los suyos me encendió todo el cuerpo, erauna chimenea, los tenía carnosos y algo húmedos. No tardamos mucho enentreabrirlos y sentir nuestras lenguas en una danza de erotismo e indirectas.Sentí cómo acercó sus caderas hacia las mías, que ya rodeaban una durezaconsiderable y no dudó en percibirla por un instante. Seguimos tomando unostragos, riéndonos y alternándolo con algunos besos calientes. En el bar pasabanuna música que nunca habíamos escuchado, pero que tenía onda y nos instaba amover un poco los cuerpos como bailando, cada uno desde su lugar. Nos mirábamosy sonreíamos, cada uno sabía lo que quería. Yo tenía ganas de arrancarle lacamisa, bajarle los jeans y cogérmela ahí mismo, sobre la mesita. No meimportaba la gente alrededor, no me importaba nada. Ella tomó la iniciativa:
-Vamos para casa, es acá cerca. Mi amiga hoy novuelve.
Tragué profundo. Me moría de ganas, pero mi cabeza iba a mil, lospensamientos empezaban a dar vueltas. Sentía la boca seca y algo de ganas dehacer pis. La miré a los ojos.
-         Dale,vamos.
Agarró sus cosas y fuimos caminando, eran unas pocas cuadras. Cada uno porsu lado. Íbamos charlando de trivialidades y dispersándonos. La noche estabahermosa.
Cuando entramos a su departamento no perdí tiempo, ambos sabíamos lo queestábamos haciendo. No había terminado de cerrar la puerta que ya la estaba tomandopor sus caderas por atrás, sonrío y me miró girando la cabeza un poquito.Aproveché para darle un beso mientras la apoyaba de atrás. Tenía una colaperfecta, no muy grande y paradita. Y me quedaba justo a mi altura para queempiece a sentir mi bulto. Se dio vuelta y seguimos con los besos apoyadossobre la pared, ni tiempo habíamos tenido de movernos. Las lenguas seentrecruzaban ferozmente, los labios de los dos estaban mojados y resbalabancon facilidad queriendo comerse. Ella había llevado sus manos hacia mi pecho yme recorría todo hasta abajo, sintiendo mis abdominales; mis manos estabanentretenidas sin dejar un centímetro de ese culo esculpido sin conocer. Decidíir más lejos y subí mi mano derecha por su cintura, pasando por su panza haciaarriba, para acariciarle las tetas. Eran medianas, como me gustaban a mí, ybastante redonditas. A través de la camisa negra, y gracias al fino corpiño quellevaba puesto, se notaba cómo sobresalían sus pezones, ya tiesos de laexcitación. Sin embargo, en un movimiento delicado, me apartó la mano y dio unpaso al costado. Me miró directo a los ojos con una mirada penetrante, yesbozando una leve sonrisa.
-         Pasápor esa puerta y esperame. -Sólo eso dijo y fue para el baño.
Yo le hice caso y entré a la habitación. La situación me había descolocado un poco y busqué acomodarme ¿Cómo latenía que esperar? ¿Tendría que estar haciendo algo mientras? No quería que meempiece a ganar de vuelta la cabeza, así que me senté a un costado de la cama,me estiré con los brazos y esperé tranquilo. Cuando regresó los jeans habíanpasado a la historia: acompañando su camisa negra resaltaban sus piernasmorenas tonificadas y, por su puesto, una tanga con detalles de encaje hiperfinita también de color negra. Al darse vuelta para apagar la luz me deleitécon su preciosa cola en donde la tanga se perdía entre los cachetes como unfino hilo. No me gusta mucho la luz, dijo y se acercó hasta una mesita yprendió un velador, que creaba un ambiente cálido y de penumbras.
-         ¿Quéhacés con las zapatillas puestas? Vení, sacatelas y acomódate – me dijomientras se acostaba del otro lado de la cama.
Le hice caso y me recosté al lado suyo, apoyado sobre mi brazo derechoapuntando mi corporalidad. Se notaba un poco la tensión, pero ella cambió de estrategiay me besó la boca suave, muy suave. Su delicadeza me dio una señal y meencantó, era hora de relajarse y disfrutar del momento, para eso estaba. Laconexión fue inmediata. Besos largos y sentidos, cada labio recorriendo el otromilímetro a milímetro, bien despacio y mojado, sintiendo la respiración delotro y propia, que fue pasando de agitada y efusiva a relajada y casiimperceptible, dando lugar a la transmisión de una sensación cálida que nacíaen la boca y se expandía para todo el cuerpo. Yo no tenía la erección de unosminutos atrás, pero sorprendiéndome disfrutaba momento a momento la delicadezay las caricias, los besos en el cuello, mi devolución saboreándole la punta dela oreja, algo que la derretía.
Estuvimos así un rato largo, sin necesidad de apurarnos. Le desabroché lacamisa botón a botón y quedó la imagen de ella en ropa interior que me volvióloco. Me saqué el pantalón y la remera en un mismo movimiento y me puse arribasuyo para sentir la piel caliente de los dos en contacto, esa sensación esirremplazable. Ahora sí, pude llevar mis manos a sus senos por debajo delcorpiño, avivando el momento, tenía los pezones sumamente duros, prácticamenteno tenía aureola. Intenté besarlos, empezando por el hermoso valle que seformaba entre ambos. Despacito, me dijo, me encantaba recibir sus indicacionesy saber qué cosas le gustaban, incluso eso me excitaba más a mí. Le hice caso ysu agitación se aceleró de vuelta, comenzó a liberar pequeños gemidos deexcitación. -Seguí.
Recorrí con mi boca sus dos radiantes tetas, a veces masajeaba ambas conlas manos, mi cuerpo emanaba una temperatura elevada. Me acomodé al costado,ella agarró mi mano y la dirigió hacia debajo de la tanga. La palpé toda contodos los dedos y la palma de la mano, tenía los labios hinchados, sucirculación sanguínea estaba al mango de la calentura. Y se notaba. Recorrí conlos dedos en v sus labios mayores y menores de abajo hacia arriba un par deveces, y después delicadamente apoyé el índice sobre el capuchón del clítoris,sin hacer mucha presión. Ella se retorcía del placer y me comía la boca. Conuna mano me ayudó a repetir un movimiento circular sobre ese punto cúlmine deplacer, estaba toda mojada y eso ayudaba las cosas, y posó la otra sobre miboxer, palpando mi bulto duro y a veces agarrando con fuerza. Me volvía loco.No aguanté y me lo bajé, para que me la toque directamente. Sentir su piel, susmanos agarrándome los testículos provocó una corriente salvaje de sangre haciami poronga, que se ponía aún más dura. Después subió y la tomó por el tronco,haciendo movimientos despacio. Acercó su otra mano hacia su boca para llenarlade saliva y después mojarme la cabeza del glande con movimientos circulares. Lacombinación de atrevimiento y morbo me encantaba, y la sensación de la paja queme estaba haciendo bien lubricada no tenía comparación.
Sentí la salida de una pequeña gota de líquido preseminal, estaba al palo.Con un beso fuerte en la boca me separé de ella y empecé a bajar por su cuerpodándole pequeños besos, me detuve especialmente en su pubis, en sus ingles,rodeando su concha, lo mejor para el final. Con sus dedos me acariciaba elpelo. Recorrí con mi lengua sus labios mayores, después los menores, hasta quellegué al clítoris y le di un pico. Después empecé a alternar succiones y, enespecial, pasarle la lengua relajada de arriba abajo, elevaba sus caderasempujándolas sobre mi cara, estaba sumergido. Acompañé el oral con un dedoadentro de su vagina, sin mucho movimiento, haciendo presión donde le gustaba.Ella no podía más, sus gemidos se habían convertido en gritos de placer, susmanos ahora me agarraban el pelo con violencia y me empujaban más hacia suconcha inundada.
Me sorprendió que de pronto se hizo atrás y se separó de mí. Me dedicó unamirada devoradora, estaba algo transpirada y despeinada, totalmente sensual.
- Te la quiero chupar, ya.
- Uff sí.
- ¿Me la vas a dar en la boquita?
- Te la voy a dar toda, para que me la dejes limpita ¿La querés?
- La quiero toda adentro.
Mientras yo la miraba y me tocaba despacio. Me acosté al lado suyo, pero memiró y me dijo: no, yo me quedo acá, veni dámela. La indicación me hizo hervir,se acomodó una almohada debajo de su cabeza y yo me ubiqué por arriba de ella,como montándola, a la altura de sus tetas. Se la podía apoyar ahí y juguetearun poco. Rápido, me la agarró y me amasó con sutileza el glande, para luegobajar bien la piel y llevar la mano hasta el tronco, se marcaban las venas. Asírecuperé un poco de dureza. Se la llevó hacia sus labios y sin timidez los usópara rodear la cabeza y meterse la puntita. Yo respiraba fuerte mientras mirabasu acción y le manoseaba las tetas. Acto seguido empezó a chupar con ganas,mojándomela toda y haciéndome delirar de placer. Se la saqué de la boca para noestallar ahí mismo y empecé a frotársela por la cara. Eso le encantaba lavolvía loca que le recorriera la cara con la pija dura y un poco de lostestículos para, cada tanto, volverla a meter en la boca.
Estaba ida, y yo también. Con movimientos de cadera se la metía y sacaba dela boca, y cada tanto la metía bien hasta adentro, hasta el punto de casiatragantarla. Cuando por fin respiraba, se saboreaba y me miraba pidiéndomemás. Me incliné y con una mano empecé a tocarla, estaba cada vez más mojada. Enun momento paró y me separó un poco. Se inclinó de costado para abrir el cajónde la mesita de luz. No sabía qué estaba pasando. Cuando lo vi, no lo podíacreer, pero me maravilló. Sacó un dildo de color rosa, con una forma amigable,de un tamaño considerable. Me miró con una sonrisa y me pidió que se lo metamientras ella seguía.
La imagen era de su satisfacción con el juguete, mientras me agarraba lapija y me la chupaba como una profesional era una bomba. Sentía los testículosbien altos, y el mástil duro y caliente. Entre gritos ahogados sentí cómoempezó a agitar su respiración, a estremecerse, y finalmente acabó en unestallido. Liberó un grito de placer y se relajó sobre la cama. Lascontracciones de placer seguían.
Le di un beso y me acomodé a su lado mirándome. Unos segundos después, ellase puso enfrente mío, sentada con las piernas cruzadas, me agarró la pija y meempezó a masturbar con velocidad. Entre las imágenes que había visto y la formaen que me tocaba yo no iba a aguantar, sentí como hervía de placer y cómo subíael semen avisando que el orgasmo estaba por llegar. Estoy por acabar, seguí, ledije, y casi sin terminar la frase salió todo el jugo a borbotones, un chorroinmenso de la calentura, que fue a parar a mi abdomen. Despacito me hizopresión con su mano, aplastándomela sobre mis abdominales, dejando que salganlas últimas gotas. Limpiate, eso es todo por hoy.
 

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