Poco a poco empezamos a innovar en nuestra relación y con el correr de los meses nos dimos cuenta que nos encantaba cruzar la línea de los morbos. Probar cosas nuevas no llevó a disfrutar del sexo de una manera en la que no estábamos acostumbrados. Ya no era solo besos, caricias y penetración. De a poco fuimos sumando distintas cuestiones que nos iban pareciendo atractivas, que activaban nuestros sentidos y que nos permitieron encontrar nuevos horizontes de placer. Sin embargo lo que vivimos esa noche me llevó a un punto tal de excitación que logré lo que nunca había conseguido en años: una noche multiorgásmica.
Me llamo Lucía, tengo 25 años y estoy de novia con Rodrigo hace ya cuatro años. La primera vez que tuve sexo con él supe que era alguien distinto, que le gusta disfrutar del encuentro explorando los límites y que era capaz de animarse a cualquier cosa. Con el correr de los meses y a medida que nuestra relación fue avanzando, y por ende la confianza llegó a ser plena, decidimos probar cosas nuevas. Empezamos por vendas en los ojos, lo que nos permitió gozar el sexo con nuestros otros sentidos. Luego de eso comenzamos a volvernos más creativos, dejando que la pasión surgiera en lugares nuevos, en diferentes circunstancias y con nuevos elementos que traíamos para nuestro placer.
Obviamente teníamos límites que habían sido planteados desde el principio, como no hacer nada escatológico o no caer en la violencia. Sin embargo esta última regla terminó quedando a un lado a medida que nos dimos cuenta que el sexo duro era mucho más placentero. A pesar de eso seguía existiendo un límite, aunque ahora lo habíamos corrido bastante, pues las cachetadas, los chirlos, las tiradas de pelo y los insultos eran algo que solían aparecer en nuestros encuentros y que disfrutábamos cada vez más.
El último elemento que apareció a la hora del sexo fueron los disfraces y con ello los personajes inventados. La primera vez que hicimos algo por el estilo fue la última Navidad, en la cual yo sorprendí a Rodrigo vestida con una tanga y un corpiño rojos y un vestido de Papá Noel con un pompón blanco en la punta. “Soy Mamá Noel y vine a traerte tu regalito” le dije a mi novio y después le hice un pete que lo dejó completamente al palo. La siguiente vez fue cuando él cayó a mi casa vestido de doctor y me terminó haciendo un control general que terminó en mi cuerpo cubierto de su semen. Poco a poco los trajes se volvieron cada vez más creativos y los personajes se fueron tornando más complejos, llevándonos a convertirnos en expertos de la actuación.
Fue una tarde de domingo, sentados en el sillón de la casa de sus padres, dónde surgió la conversación que nos llevó a nuestro encuentro más apasionado. Habíamos almorzado con la familia de Rodrigo, su papá se encontraba recostado en su pieza, su madre leía en el comedor mientras su hermana miraba una película en la computadora y nosotros nos hacíamos caricias en el sillón. Una de sus manos pasaba por mi pelo y llegaba hasta mi espalda y la otra rozaba mi cintura y mi pancita moviéndose cada vez más hacia arriba. En el momento en que sentí como sus dedos se aproximaba a mis tetas, giré la cabeza y le dije que se detuviera.
- ¡Rodrigo! Tu mamá está en el comedor y puede aparecer en cualquier momento.- Le dije entre dientes y en voz baja para que nadie nos escuchara.
- Tranquila, mi amor.- Me dijo él y sus dedos volvieron a bajar hasta mi cintura.- No va a pasar nada.- Agregó después y estos entraron en contacto con mi piel por debajo de mi ropa.
- Me vas a calentar y no podemos hacer nada acá.- Le advertí al sentir como su mano volvía a subir por mi cuerpo pero haciendo contacto directamente con mi cuerpo.
- Es lo que tu amo desea.- Me dijo de golpe y así dio inicio al juego.
Por lo general nuestros juegos de rol solían tener una charla previa, en la que nos poníamos de acuerdo en los personajes e inventábamos un poco nuestros perfiles. Pero a veces esa conversación no existía y el contexto lo íbamos creando a medida que jugábamos. En esa oportunidad Rodrigo ya había dado vida a los personajes en su mente y había decretado que él iba a ser mi amo y yo su esclava, juego en el que habíamos recaído varias veces. Por más que yo no me sentía muy a gusto de hacer eso en su casa y con sus padres dando vueltas, no podía negar que la idea me calentaba muchísimo. La curiosidad de ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar él me sobrepasó e hizo que le siguiera la corriente.
- Está bien, mi amo.- Le contesté.- Si es lo que usted desea.
Entonces él me regaló una sonrisa morbosa que a mí me fascinó y siguió subiendo su mano por debajo de mi remera hasta llegar a mi corpiño. Suavemente comenzó a manosearme por debajo de la ropa y la mano que tenía sobre mi espalda siguió el mismo camino. De golpe llegué a tener la remera por encima de mi ombligo y el miedo se apoderó de mí, haciendo que me sentara recta al lado suyo, le sacara las manos de mi cuerpo y me acomodara la ropa. Rodrigo me miró algo desconcertado y yo le redoblé la apuesta frunciendo el ceño y haciéndome la ofendida. Era verdad que no me sentía del todo cómoda haciendo eso con su familia dando vuelta, pero también me gustaba el hecho de darle una probadita de mi cuerpo para después dejarlo con ganas.
El problema fue que desde que él había optado el rol de amo y yo había acordado el rol de esclava, habíamos entrado en el juego y con ese acto, era como si yo me hubiese revelado. Por lo general cuando no queríamos continuar con nuestro juego, solíamos decir alguna palabra aleatoria que no tuviera nada que ver con el contexto y después aclarábamos que preferíamos no continuar. Sin embargo en esa oportunidad yo no había dicho nada, pues la idea de jugar al amo y a la esclava me encantaba, por lo que eso que acababa de sucederá él lo interpretó como un acto de rebeldía de su esclava.
- ¿Qué hacés?- Me dijo de golpe sentándose recto al lado mío y colocando su mano sobre mi espalda.- ¿No me vas a hacer caso, esclava?
- Disculpe amo.- Le dije yo haciéndome la pobrecita y mirando hacia abajo.- Es que pueden descubrirnos en cualquier momento.
- ¿Y a mí que me importa?- Dijo él.- Si yo te digo que me dejes tocarte, vos dejás que yo te toque. ¡¿Me entendiste, esclava?!- Preguntó después alzando un poco la voz y poniéndose serio.
Esa firmeza de su voz provocó que se me erizara todo el cuerpo y que la morbosidad se hiciera más grande. Me encantaba cuando él tomaba la postura dominante y cuando llevaba su personaje casi al extremo. Noté como la mano que estaba apoyada en mi espalda volvía a bajar por mi cuerpo hasta llegar a mi cintura y como comenzaba a levantar mi remera para hacer contacto con mi piel. Lo miré algo preocupada pero él volvió a entrar en personaje y me dijo que me relajara y se recostó nuevamente sobre el sillón.
Sin embargo yo no me había metido de lleno en el personaje de esclava y miré a la puerta que daba al comedor la cual estaba entreabierta y pude oír como su madre caminaba detrás de esta. “¡Esclava! ¡Voy a tener que castigarte!” dijo Rodrigo y su voz se oyó tan clara que tuve miedo de que alguien la hubiera escuchado. “¡Shhhh!” lo callé llevándome un dedo a los labios y sacando nuevamente su mano de mi espalda. Entonces mi novio se sentó una vez más al lado mío y me miró fijamente a los ojos haciéndome saber que no se sentía contento con mis servicios como esclava.
Fue en ese instante cuando la puerta se abrió y su madre, su padre y su hermana entraron al living. En ese momento giré la cabeza y miré a mi novio abriendo los ojos bien grandes como si quisiera decirle “te lo dije”. Sin embargo él no borró la sonrisa morbosa de su rostro e hizo como si nada pasara. Los tres estaban muy bien vestidos ya que los padres se iban al cumpleaños de un amigo y la hermana a la casa de su novio. Nos saludaron algo apurados y se marcharon dejándonos a los dos solos en la casa.
- Me había olvidado que tus padres se iban a ir.- Le dije entonces comprendiendo por qué a Rodrigo se le había ocurrido comenzar el juego antes de que estos se marcharan.
Era evidente que la idea de comenzar nuestros roles con su familia en la casa le parecía morbosa y excitante. De hecho sentir sus dedos rozando mi piel sin saber que en cualquier momento alguien pudiera abrir la puerta me parecía muy estimulante. El problema fue que yo no me acordaba que toda su familia nos había dicho que cerca de las cinco de la tarde iba a marcharse para dejarnos solos y que por esa razón él había decidido dar inicio al juego unos minutos antes. Rodrigo se volvió a recostar sobre el sillón con los brazos apoyados sobre el respaldar y me miró ampliando su sonrisa macabra como si esperara un resarcimiento de mi parte.
En ese momento decidí que podía darle vía libre a mi personaje de esclava y me aproximé a su cuerpo para besarlo con ganas apoyando mi mano sobre su pecho. Luego de que le diera unos besos y le pidiera disculpas por mi comportamiento, él volvió a ponerse serio y comenzó a decirme que yo me había querido revelar y que por ende debía castigarme. “Ya sabe mi esclava que no puedo permitir esa conducta. Debo castigarla para que aprenda” dijo y me hizo una seña para que me parara en frente suyo. Rápidamente obedecí y me coloqué frente al sillón mirándolo fijo a los ojos esperando la siguiente orden de mi amo.
- Discúlpeme amo, no quise desobedecerlo.- Le dije metiéndome de lleno en el personaje.- ¿Cómo puedo redimirme? ¿Qué puedo hacer para que me perdone?
- Desnúdese, esclava.- Me dijo rápidamente Rodrigo y enseguida comencé a quitarme la ropa.
Lo hice de manera lenta, despacio, para que él pudiera disfrutar del proceso. Primero me bajé una manga de la musculosa que tenía puesta y luego la otra, permitiéndome así sacarme la remera. Enseguida me desabroché el short y me lo bajé despacito para quedar en ropa interior. Llevé mis manos hasta mi espalda y tras desprenderme del corpiño, me deshice de este de manera muy lenta, dejando que los breteles rozaran mis brazos uno a la vez. Por último, abrí levemente las piernas para sacarme la bombacha y dejarla en el piso. Él me observó de abajo a arriba y ver esa sonrisa morbosa en su rostro hizo que todo mi cuerpo temblara. En ese momento supe que iba a ser una tarde muy placentera.
- La vez anterior que me desobedeció la castigué con mi lengua y al parecer no sirvió de nada.- Dijo recordando la otra vez que habíamos jugado al amo y la esclava y como me había practicado sexo oral por varios minutos.- Supongo que ahora tendré que castigarte en serio.- Agregó y su sonrisa se hizo más y más grande.- Acuéstese sobre mí.
Dichas estas palabras, me subí al sillón y me acosté boca abajo sobre él a lo largo del mismo, quedando mi abdomen apoyado sobre las piernas de mi novio. Él colocó mis manos debajo de mi cabeza, la cual giré hacia un costado con el fin de ver su rostro y notar como sus ojos se dirigían directo a mi culo. Sus manos se apoyaron suavemente sobre mi espalda y comenzó a acariciarme lentamente, bien despacio y haciéndome sentir la yema de sus dedos por mi columna. Poco a poco se fue acercando a la cintura con una de sus manos y cuando llegó a mi cola… ¡Plaf!
El primer chirlo me tomó completamente por sorpresa a tal punto de que me provocó un salto y un gritito de dolor. Enseguida Rodrigo me sujetó con su otra mano y me dijo con voz suave que me quedara recostada sobre el sillón y sobre su cuerpo. Obviamente no me esperaba esa reacción de su parte pero cuando recordé el contexto en el que me la había dado, supe que ese era mi castigo por haber desobedecido las órdenes de mi amo. Volví a girar la cabeza hacia el costado y noté como sus ojos seguían nuevamente el recorrido de su mano, el cual era igual a como lo había hecho hacia unos segundos.
El segundo chirlo ya lo vi venir y a pesar de que no me tomó por sorpresa, no pude evitar dar un pequeño saltito y pegar un gritito el cual ya mezclaba dolor y placer. “¡Cállese esclava!” me ordenó Rodrigo hablándome con voz firme y gruesa. Me encantaba cuando tomaba el rol dominante y lo aplicaba de manera clara, provocando respeto y sumisión total hacia mi persona. Su mano se posó nuevamente sobre mi espalda y bajó lentamente por mi columna hasta llegar a mi cintura. Se elevó por los aires una vez más y entonces… ¡Plaf!
- ¡Ay!- Me quejé yo pues ese chirlo fue mucho más fuerte que el anterior y dio de lleno en el medio de mis nalgas.
- ¡Calladita te dije!- Habló enseguida mi novio alzando la voz.
- Si, amo. Perdóneme.- Me disculpé yo pero no fue suficiente.
- No estoy convencido que hayas entendido, esclava.- Me dijo y su mano volvió a recorrer mi espalda.- ¿Voy a tener que dejarte la cola roja para que entiendas?
- Haga lo que usted considere apropiado, mi amo.- Le contesté yo.
Entonces un nuevo chirlo cayó sobre mi cuerpo, esta vez abarcando por completo el cachete derecho de mi cola. A medida que pasaban los segundos los sopapos se hacían cada vez más seguidos y más fuertes. Poco a poco fui notando como mi cola comenzaba a arder con cada uno de los chirlos que Rodrigo me daba. Sentía la marca de sus dedos sobre mi piel y como el contacto de su mano me calentaba por completo. Me mordía los labios para no gritar y hacía una fuerza increíble con tal de quedarme quieta. Sin embargo no podía evitar un pequeño salto en el instante justo en el que los dedos de mi novio chocaban contra mis nalgas.
- ¡Uff que linda como te queda la colita toda roja, esclava!- Me dijo agarrándome uno de los cachetes y apretándolo con fuerza.- Abrí un poquito las piernitas.- Agregó después y yo obedecí.
Entonces su mano fue metiéndose despacio entre mis piernas y rozando mi cuerpo hasta hacer contacto con mi conchita. Suavemente la fue acariciando por encima, haciéndome sentir el calor de sus dedos sobre mis labios mientras que la otra mano seguía apoyada en mi espalda indicando la dominancia. Noté como levemente uno de sus dedos se abría camino sobre mi cuerpo y lo penetraba por mi conchita que poco a poco empezaba a humedecerse. Lentamente su dedo fue haciéndose lugar adentro mío y comenzó a darme placer como solo él sabía hacerlo.
Levanté levemente la colita para darle más espacio y él siguió jugando con su dedito adentro de mi cuerpo. “Que mojadita que estás, esclava. Se ve que te gustaron los chirlos” me dijo moviendo su dedo hacia adelante y hacia atrás provocando que este entrara y saliera de mi cuerpo. “Es gracias a usted, mi amo” le respondí yo lanzando u suave gemido de placer que me provocó el sentir su mano apoyarse sobre mi conchita. Me encantaba como me estaba complaciendo después de haberme castigado de esa manera y eso era lo que más me gustaba de jugar con Rodrigo. Él sabía muy bien como volverme loca de placer.
Su dedo comenzó a moverse cada vez más rápido adentro de mi conchita y noté de golpe como el fuego se prendía en mi interior. Me encantaba como me masturbaba mi novio y en esa oportunidad sentía que lo hacía de una manera mucho más complaciente. Con sus otros dedos apretaba mis labios cerrándolos y con el dedo gordo rozaba mi clítoris poniéndome a gemir de un momento al otro. No podía creer lo mucho que me habían excitado sus chirlos y como ahora me volvía loca con su mano. Me cogía cada vez más fuerte, metiendo y sacando su dedo a toda velocidad. Noté como mis pezones se endurecían y como mis piernas empezaban a temblar.
- ¿Te gusta esclava? ¿Te gusta cómo te cojo la conchita con mis dedos?- Me dijo y de golpe noté como otro dedo entraba a mi cuerpo.
- ¡Sí, amo!- Le respondí gimiendo.- ¡Me encanta! ¡Me encanta como lo hace!
Era increíble la forma en la que había logrado excitarme con todo ese contexto. Sus palabras firmes, sus miradas directas, su sonrisa macabra y sus chirlos en mi cola habían sido la introducción perfecta a una masturbación que me estaba volviendo loca. Notaba como sus dedos entraban y salían de mi cuerpo a toda velocidad y como me cogían dándome muchísimo placer. Todo mi cuerpo comenzó a vibrar y sentí como mi concha se humedecía. “¡Me vengo, amo! ¡Me vengo!” le advertí y Rodrigo intensificó el movimiento de su mano.
Entonces noté como un calor abrazador invadía mi cuerpo y se clavaba en mí, haciéndome acabar de una manera hermosa. Sentí salir de mi conchita un fluido cálido y espeso que fue a parar a los dedos de Rodrigo que aún permanecían adentro de mi cuerpo. Mi corazón latía a toda velocidad y de mi boca salían suspiros que indicaban que acababa de tener un orgasmo increíble gracias a la forma en la que su mano me había cogido. Me hizo probar el jugo de mi cuerpo y yo le lamí los dedos tragándome toda mi acabada. Entonces volvió a meter un dedo en mi conchita y siguió jugueteando conmigo.
Sin embargo el amo tenía muchas ganas de dominar y me lo hizo saber llevando su otra mano hasta mi nuca y presionando sobre ella para que mi cara se hundiera en el sillón. “¡No disfrutes, esclava! ¡Estás siendo castigada!” me dijo y sacó su dedo de adentro de mi cuerpo para volver a pegarme un chirlo bien fuerte que me provocó otro salto y otro grito de dolor. “Disculpeme, amo. Permítame redimirme” le dije y él entonces elevó sus manos para dejar que yo me levantara del sillón y me arrodillara frente a su cuerpo. En el momento en el que apoyé la cola contra mis propios talones, sentí un ardor inmenso que recorrió toda mi espalda.
Sin decir más nada y viendo como él me observaba con esa sonrisa morbosa, le abrí el cierre del pantalón y se lo bajé hasta dejarlo tirado en el piso al lado de mi ropa. Fui acariciando sus piernas desde las rodillas hasta la cintura y luego me concentré en el bulto que estaba formado debajo de su bóxer. Se lo saqué despacio, poniéndole suspenso a la situación y prestando especial atención a la pija bien dura que iba apareciendo a medida que la ropa se corría de lugar. Una vez que el bóxer terminó al lado del pantalón, él se desprendió la remera y los dos quedamos igual de desnudos.
Tomé su pija con mi mano y supe que debía complacerlo de la misma manera que él lo había hecho conmigo. No hubo miradas seductoras, ni besitos al aire y caricias previas, mi boca buscó directamente su verga bien dura y comencé a chupársela con ganas. Le pasé de lleno la lengua, lamiéndola desde abaja hacia arriba y luego me la comí entera, haciéndola desaparecer adentro de mi boca. Comencé a petearlo con muchas ganas, moviendo mi cabeza hacia arriba y hacia abajo a toda velocidad y disfrutando de esa hermosa pija en mis labios. Él enseguida llevó su mano hasta mi nuca y enredó sus dedos entre mis pelos y comenzó a guiar los movimientos, haciéndolos más rápidos y más violentos.
- ¡Muy bien, esclava! ¡Cometela toda!- Me dijo y elevé la vista para ver como cerraba los ojos y disfrutaba.
Sentía su carne bien dura adentro de mi boca y como con su mano iba indicándome la velocidad en la que quería que me mueva. Obviamente como buena esclava que quería ser, yo me dejaba guiar por él y le permitía que jugara con mis labios a su manera. Mi lengua rozaba la cabeza de su pija cara vez que me elevaba hasta la punta y la saliva salía de adentro mío cuando se hundía por completo haciendo que mi nariz llegara hasta su cintura. Por segundos sentía que me ahogaba, pero luego su mano alzaba mi cabeza haciendo que su pija saliera casi por completo de mi boca y me permitía respirar para luego hacérmela tragar por completo.
Me tuvo así un buen rato, en el que me cogió la boquita a su antojo hasta que no pudo más de la calentura. Entonces me dijo que me levantara y me obligó a ponerme en cuatro sobre el piso. Cuando lo hice volví a sentir como su mano se estampaba contra los cachetes de mi cola, provocándome nuevamente un salto y un grito de dolor. Pero segundos después sentí la punta de su verga empapada en saliva apoyarse sobre mi conchita y noté como esta se abría para que él me penetrara por completo. Rodrigo se aferró con fuerza a mi cintura y empezó a cogerme con ganas.
Al principio lo hizo de manera lenta, pero con movimientos bien intensos y bruscos, golpeando su cintura contra mi cola y haciéndome sentir una ola de calor por mi cuerpo. Poco a poco fue aumentando el ritmo y a medida que sus dedos se hundían en mi cintura, su verga se clavaba más profundo en mi cuerpo, poniéndome a gritar como loca. No pude controlar los gemidos que salían de mi cuerpo a medida que él se movía más y más rápido y al parecer eso no fue del agrado de mi amo. Primero me pidió que me callara, sin embargo yo no pude hacerlo pues estaba gozando mucho de su verga entrando en mi conchita a toda velocidad. Luego me lo ordenó y lo hizo dándome un nuevo sopapo en las nalgas que más que provocarme que me callara, me hicieron gritar aún más. Entonces tomó mi tanga que estaba tirada al lado nuestro, la hizo un bollito y me la metió de prepo en la boca, apaciguando mis gemidos y obligándome a que me callara.
- ¡Te dije que no hablaras, esclava!- Gritó y su mano fue directo a mi nuca para agarrarme del pelo con firmeza.
Comenzó a tirar de él al mismo tiempo que me cogía con total brutalidad, estampando su cuerpo contra el mío y clavando su verga en mi conchita que no paraba de largar fluidos. La notaba bien dura y firme entrando con total violencia. Se movía como loco y con su mano tiraba firmemente de mi pelo provocando que mi cabeza se elevara por los aires. Mis uñas se clavaban en el parqué del piso y mis rodillas resbalaban sobre este, haciendo que todo mi cuerpo temblara con cada movimiento. Yo gozaba como loca mientras que en mi boca sentía mí sabor, gracias a los dedos con mi acabada que me había obligado a chuparle y a la tanguita que me había metido en la boca.
- ¡Como te gusta mi verga, esclava! ¡Que puta que sos!- Me dijo él sin dejar de cogerme de manera violenta.
Luego de varios minutos de hacerme gozar de esa manera, Rodrigo volvió a sentarse en el sillón y me dijo que me sentara encima de él. Yo lo hice de frente a su cuerpo, colocando una pierna de cada lado y apoyando mis brazos sobre sus hombros. Él me sacó la tanguita de la boca y me besó de manera bien apasionada para después ordenarme que me moviera como loca sobre su verga. Poquito a poco fui levantando ritmo, disfrutando de su pija adentro de mi conchita y gozando junto a él que me miraba fascinado pero aún con esa sonrisa macabra en el rostro.
A pesar de que era yo la que estaba encima suyo, era él quien tenía el poder y me lo hizo saber llevando sus manos a mi cola y apretándola con fuerza. Volvió a pegarme un chirlo y sentí nuevamente como mi cola se prendía fuego cuando sus dedos hicieron presión. Con su boca fue buscando tetas, las cuales empezó a lamer como loco para luego proceder a morder, clavando sus dientes en mis pezones y poniéndome a gritar. “¡Callate puta!” me dijo de manera violenta y tuve que morderme los labios para no volver a gemir cuando sus dientes sujetaron mis pezones una vez más. Estaba totalmente excitada y caliente. No podía dejar de moverme.
Sentí entonces como mi cuerpo se prendía fuego y como un segundo orgasmo comenzaba a bajar por mi cuerpo. En ese instante me empecé a mover de manera descontrolada, como si estuviera teniendo espasmos, que provocaban que mi cuerpo temblara violentamente hacia adelante y hacia atrás. Su pija se hundía más y más en mi concha mientras que sus manos se aferraban a mi cola y sus labios a mis tetas. No podía controlarme y abrí bien grande la boca para dejar escapar un gemido que inundó todo el living. El sillón empezó a despegarse de la pared y comenzó a chocar contra esta con cada movimiento mío. Sentía calor, mucho calor.
- ¡Sí! ¡Acabá esclava! ¡Acabá mucho!- Me ordenó Rodrigo al sentir como mis fluidos salían de mi cuerpo y caían encima del suyo.
Después de ese segundo orgasmo, no pude parar de acabar.
Rodrigo me recostó en el sillón y él se colocó encima de mí para cogerme de una manera tan violenta y sarpada, que enseguida me puso a gritar y gemir como loca. Sentía su verga bien dura y parada entrar en mi cuerpo a toda velocidad y dándome tanto placer que al cabo de unos minutos volvía a estar acabando con un grito orgásmico que fue a parar directo a su cara. “¡Como estás hoy, esclava!” me dijo él colocando su mano en mi nuca y tirándome del pelo con fuerza. Sin embargo no dejó de moverse, y su pija continuó entrando y saliendo de mi cuerpo a toda velocidad mientras que yo me relamía de placer.
Volvió a ponerme en cuatro luego de eso, pero en esa oportunidad arriba del sillón. Coloqué mis brazos en el respaldar y me sujeté con fuerzas mientras que él me clavaba de golpe sacándome un grito que volvió a sonar por todo el living. “¡No pare, amo! ¡No se detenga!” le pedía mientras que me cogía de manera violenta, sin soltarme de la cintura y tirándome del pelo. No podía creer todo el placer que me estaba provocando y como me hacía disfrutar de esa manera. Abrí bien grande la boca y dejé escapar un grito agudo cuando sentí que el cuarto orgasmo invadía mi cuerpo y se manifestaba con una descarga enorme sobre la verga de Rodrigo.
Entonces él no se pudo aguantar las ganas. Me tiró al piso con fuerza haciendo que mi espalda se estampara contra el suelo y me pidió que me manoseara mientras que él se pajeaba. Se colocó sobre mí, parado con una pierna de cada lado y a la altura de mi pecho y se fue masturbando al mismo tiempo que yo recorría mi cuerpo con mis dedos. Cuando la leche comenzó a salir de la punta de su pija lo hizo a chorros y esta fue cayendo, sobre todo en mi pecho y mi cara, inundándome las tetas y la boca de semen. No podía creer todo lo que había acabado, pero me resultaba fascinante que al entrar su leche en contacto con mi cuerpo, noté un suave, pero quinto orgasmo que me hizo temblar en el suelo.
- ¿Te gustó, esclava?- Me preguntó sacudiéndose la verga para que las últimas gotas cayeran sobre mí.
- ¡Si, amo!- Le dije yo sonriendo y esparciéndome la leche por el cuerpo.- ¡Me encantó!
- ¡Vení! ¡Vamos a la ducha!- Me dijo.- ¡Quiero seguir cogiéndote!
Despacito y tratando de no ensuciar el piso, me levanté y me paré delante suyo para enseñarle el dibujo que había hecho con su semen sobre mi pecho. Él me miró sonriendo y me señaló con los ojos la puerta que conducía al baño y yo me di vuelta para salir por ella. Pero ni bien giré, noté como su mano volvía a estamparse en mi cola en un nuevo chirlo que me hizo recordar con ardor todo lo que acabábamos de vivir. Me paré en seco, giré la cabeza y con una sonrisa macabra miré a mi novio quien seguía en el rol de amo.
- Cuidado que la esclava se puede revelar algún día y castigar al amo…- Le dije y me fui caminando al baño.
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