Toda mi vida fui heterosexual y además soy un estereotipo de hombre macho. Un día me puse a ver chicos por internet y porno gay, hasta que supe con certeza que me encantaría follarme un chico.
Esa fantasía se estaba por cumplir. En el piso diez se encontraba el departamento de Cristian. Un jovencito de dieciocho años que había conocido por internet y era perfecto para cumplir mi fantasía. Lo cierto es que me había puesto muy selectivo a la hora de buscar un amante masculino. Había un conjunto particular de características que me excitaban en un chico: que sea lo más femenino posible, completamente pasivo y lo más joven posible; pues cuanto más joven menos rasgos masculinos tendrían desarrollados.
Cristian tenía lo que a mí me gustaba e incluso tenía cosas que yo no sabía aun que me gustaban. Tenía 18 años, medía apenas 1,65 cm, estaba completamente depilado, cabello algo largo (le llegaba hasta el cuello), una cola bien redonda y tenía un rostro bastante andrógino. Nos conocimos en un portal de encuentros y durante una de nuestras charlas me envió unas fotos íntimas con las que me dejó boquiabierto. En las fotos vestía lencería: tanga, medias de red y babydoll. Con su apariencia poco masculina sumada a la lencería, su masculinidad desaparecía por completo. Se notaba que era un varón, sin lugar a dudas; pero se notaba que no había rastro de masculinidad alguna en ese chico. Eso me excitaba muchísimo.
Como habrán visto, Cristian era crossdresser, pero yo ni sabía lo que era una crossdresser hasta que él me lo dijo. Además de ser crossdresser, Cristian era gótico. Usualmente eso no me habría atraído. No me eran atractivas las apariencias que solían caracterizar a los góticos. Pero Cristián tenía pocos detalles que delatasen que era gótico, y además, sería muy difícil encontrar a otro chico pasivo con las características de Cristian y que viviese en la misma ciudad.
Toqué timbre y esperé a que me abra. No dejaba de recordar en mi cabeza esas fotos que me había enviado. Para esa noche le había pedido que se pusiese esas mismas ropas. Apenas entré a su departamento y lo vi comencé a sentir un cosquilleo en la polla. Vestía medias de red finas negras, tanga negra y un babydoll también negro pero que iba pegado al cuerpo y le cubría hasta un poco por debajo del ombligo, dejando su tanga totalmente a la vista. Uñas pintadas de negro y labios también pintados de negro. Los labios negros eran el único detalle que lo delataba como gótico, el resto no tanto, las uñas quizás pero no era tan raro ver mujeres con uñas negras. Su cabello era negro natural y llevaba el flequillo sujeto con hebilla rosa para que no le cayese cobre la cara. Su piel era muy blanca y contrastaba muy bien con el negro de su lencería. No tenía ningún tatuaje, ni piercing ni aros.
—Pero que bien te ves!!! No sabes cómo me pone verte así!!—Cristian se sonrojó un poco.
—Ven! Pasa! Quieres tomar algo?
—Por el momento no. Gracias! Lindo departamento. Pequeño, pero acogedor. Dime, tu habitación también es tan acogedora?—Cristian no pudo evitar sonreírse por mi pregunta y me dirigió directo a su habitación—No he dejado de mirar tus fotos a diario!
—Pues que suerte para tí! Porque tu no me enviaste ninguna foto así que yo no tenía nada que mirar.
—Te pido disculpas por eso! Pero déjame que te lo compense ya que estoy aquí. Dime que quieres ver y te dejaré incluso tocarlo—le guiñé el ojo. Cristian se mordió el labio pero no se animó a decir nada.
—Estoy un poco nervioso. Nunca había estado con alguien tan grande y tan machote.
Me había contado que solo había estado con algunos chicos de su edad y que todos eran maricones como él, solo que también eran activos. Pero aunque le encantaba como se lo follaban, no se sentía pleno. Quería probar algo distinto, quería que se lo follase un hombre mayor que él, con mucha experiencia, completamente activo y bien macho. Quería que se lo follase un hombre que fuese su opuesto; un hombre bien masculino y activo que lo hiciese sentir tan maricón como fuese posible. Todo esto lo dije con sus propias palabras.
—Entonces rompamos el hielo.
Lo abracé y lo besé. La polla se me venía endureciendo, pero en cuanto lo besé se me puso como una roca. Su piel era muy suave. Todo su cuerpo era muy tierno. Era delgado pero también era carnoso, me gustaba porque había de donde agarrar. No me pude aguantar y mientras lo besaba llevé mis manos a su cola y se la apreté con fuerza y se la masajeé y se la manoseé mucho. Cristian suspiró varias veces y sentí su bulto duro bajo la tanga rozarme las piernas.
—Súbete a la cama!—le ordené.
Mes desvestí rápidamente, me acosté boca arriba y jalé de él para que se suba encima de mí y continuamos nuestro beso ahora acostados en la cama. Él tenía una pierna a cada lado mío y sentía su erección tocar la mía. De un momento a otro Cristian comenzó a bajar sus besos. Primero me besó el mentón, luego el cuello, luego el pecho, luego el abdomen… Sus labios cálidos y húmedos me hacían una cosquilla hermosa allí donde se posaban. Bajaba muy lento y hacía que me ponga muy ansioso a cada segundo que pasaba. Cuando llegó abajo esquivó mi pene para darme besos a los costados de la base del falo. Luego me chupaba la piel que rodea el falo y los testículos. Sus chupones se sentían exquisitos pero yo no aguantaba más y quería que me la mamase. Me lo estaba haciendo a propósito para que desespere y eso hacía surgir dentro de mí una tensión que ya había decidido descargar en su cola cuando me lo follase.
Finalmente tomó mi pene con las manos y comenzó a mamarlo. Yo suspiré mezcla de alivio y placer. Qué bien que mamaba! Quedé sorprendido. La mamaba mejor que muchas mujeres mayores de treinta e incluso de cuarenta con las que había estado. Tenía los ojos cerrados, pero en su rostro podía percibir lo bien que le hacía mamar. Como si estuviese satisfaciendo una necesidad básica para su cuerpo. Mi polla le entraba casi toda; y además no la rozó ni una vez con los dientes. Era un experto mamador.
El placer de la mamada fue en aumento hasta que supe que me correría. Siempre había avisado a mis amantes que me iba a correr, pero Cristian parecía tan seguro de lo que hacía, que me daba la impresión de que estaba constantemente listo para recibir la descarga. Entonces opté por no avisarle.
Mi polla se puso más dura de lo que estaba y sentí como escupía chorros de semen con mucha fuerza. Cristian no interrumpió su mamada ni tampoco hizo mueca alguna cuando comencé a eyacular. Siguió mamando como si nada pasase. Sentía que no dejaba de correrme y Cristian se la iba tragando toda sin inconveniente alguno. Tras correrme estaba seguro que si no había sido la mejor mamada de mi vida, al menos estaba entre las tres mejores.
En cuanto soltó mi pene me miró fijo. Su cara angelical expresaba lujuria. Comenzó a subir por mi cuerpo dándome besos tal como había hecho cuando bajó. Cuando estuvo cerca de mi boca se abalanzó sobre mis labios. Me excitaba mucho su manera de desenvolverse, pues lo notaba bastante sumiso, pero por momentos actuaba por cuenta propia cuando ya no podía controlar sus instintos sexuales.
Nos besamos por varios minutos hasta que tuvimos que parar para darnos un respiro. Aproveché la oportunidad para incorporarme y me puse detrás de él. Cristian se acostó boca abajo y tomo una almohada la cual abrazó con fuerza. Me puse a jugar con sus nalgas, eran muy redondas, como las de una chica. Eran tiernas como todo su cuerpo, pero bien firmes. Le quité la tanga y me quedé observando su ano. Por primera vez veía la cola desnuda de un chico en vivo y en directo. Unos centímetros debajo de su ano estaban sus testículos que eran bastante pequeños en comparación con los míos. Su polla estaba escondida bajo su cuerpo.
Me acerqué lentamente y le fui dando besos en la cola. De un lado y del otro. Cada vez más cerca de su ano. Cristian suspiraba más y más a medida que me acercaba a su ano. Pero me tomé mi tiempo en llegar, tal como él había hecho al mamarme. Finalmente llegué y le di un beso en el ano. Cristian gimió suavemente al sentir mis labios húmedos. Le volví a besar. Luego le chupé el ano; extendí mi lengua y jugueteé con él; y finalmente empujé mi lengua para meterla dentro de su cola. No pude contenerme y al cabo de unos segundos ya le estaba chupando la cola con una lujuria desenfrenada.
Mi polla ya estaba bien dura otra vez así que me preparé para penetrarlo. Cristian metió la mano entre el colchón y el respaldo de la cama y sacó un pomo de lubricante anal y me lo extendió. Se aferró fuerte a su almohada y separó bien sus piernas para que pudiese penetrarlo con comodidad. Pero yo tenía un plan distinto. A nuestra derecha había un espejo de cuerpo entero, así que le indiqué a Cristian que se pusiese en la misma posición mirando hacia el espejo. Quería verle la cara en el reflejo mientras lo penetraba desde atrás.
En cuanto se acomodó nuevamente separó bien sus piernas y yo metí mi mano debajo de su cuerpo y tiré su polla hacia atrás. Quería que se le viese mientras lo follaba. Su polla, que sería de unos 12x3cm, quedó trabada con el colchón apuntado en dirección opuesta.
Le puse lubricante en la cola y en mi polla. Agarré una nalga con cada mano, la separé un poquito para exponer bien el ano y comencé a penetrarlo lentamente. Cristian suspiraba profundamente a medida que entraba mi polla. Era bastante silencioso en la cama, pero podía ver en su rostro que el placer que sentía lo estaba embriagando. Cuando terminó de entrar y empujé con fuerza entonces sí dejó escapar un gemido. Un gemido para nada masculino. Retiré un poco la polla y la volví a meter hasta el fondo, y Cristian volvió a gemir. Así me entretuve un par de minutos mientras miraba su rostro en el espejo. Estaba como estático con la boca semiabierta y sus ojos estaban entrecerrados con la mirada perdida. No veía sus pupilas, solo veía el blanco de sus ojos. Cristian ya estaba viendo las estrellas.
Solté sus nalgas, me recosté sobre él, lo envolví con mis brazos y puse mi rostro al lado del suyo. A pesar de que tenía puesto un babydoll y medias de red hasta arriba de la rodilla me gustaba sentir tanto contacto de piel mientras lo follaba. Sin llegar a aplastarlo, dejé caer todo mi peso para que se sienta totalmente sometido e indefenso sin posibilidad de moverse. Su cuerpo era tan pequeño comparado con el mío.
Lo continué follando en esa posición. Mi polla estaba todo tiempo completamente dentro suyo, pero yo me movía empujando con fuerza y Cristian no dejaba de suspirar y cada tanto gemía. Su rostro estaba aún más desfigurado por el placer. Tenía casi media lengua afuera de la boca y pude ver una gota de saliva chorrear por la comisura de sus labios. Sus ojos seguían igual de perdidos.
—Te gusta que te folle un macho verdad??—le dije en tono lascivo, pero no contestó.—Te gusta? verdad que sí?
Aumenté bastante la fuerza de la penetración al repetir la pregunta y Cristian gimió, pero no contestó. Le sujeté el pelo con firmeza y le tiré suavemente para atrás a la vez que le penetraba con más fuerza aun, ya casi llegando a mi límite. Le repetí la pregunta, pero siguió sin contestar. Su mente estaba perdida en el placer. ¿Acaso era posible que no me escuchase a pesar de estar hablándole a 1 cm de su oído? ¿O será que me escuchaba y quería contestar pero al estar desbordado de placer había perdido el control de su cuerpo, incluida la capacidad del habla?
Lo cierto es que al verlo en tal estado de trance me dio bastante ternura. Sin reducir en lo más mínimo la intensidad de la penetración, acerqué mi boca a su oído y comencé a chupárselo. Comenzó a gemir suavemente mientras le chupaba el lóbulo y jugueteaba con mi lengua dentro de su oreja. Sus gemidos fueron en aumento hasta que se hicieron muy ruidosos. Algo había cambiado. Vi como sus manos se cerraban apretando la almohada con todas sus fuerzas, gemía sin consuelo y su cola comenzó a resistirse a la penetración, se cerraba y me apretaba mucho la polla.
No me cabía duda de que se estaba corriendo. Esos gemidos delataban un placer agónico. Por la forma de gemir, o más bien gritar, no parecía la misma persona que hacía unos segundos.
De a poco sus gemidos se apaciguaron y su ano se relajó. Tendió su cara sobre la almohada y se quedó suspirando y jadeando. Por mi parte, yo estaba al borde de la eyaculación. Esa presión de su cola sobre mi pene era el estímulo que me faltaba. Lo abracé con fuerza, empujé bien hasta el fondo y me corrí como nunca.
Una vez terminé me arrodillé y se la saqué. Su polla había perdido la erección y ahora era súper pequeña. Sin embargo había un gran charco de semen. No podría creer que tanto semen saliese de esos testículos tan pequeños. Mientras le observaba mi semen empezó a salir de su ano y a inundar la cama.
Me hice a un costado y me tiré boca arriba respirando agitado. “¿Qué experiencia dios mío!!”, pensé, “no puedo creer que me haya estado perdiendo de esto durante toda mi vida”. Al pensar eso lo envidié a Cristian. No porque quisiese estar en su lugar, obviamente no, si no porque a la tierna edad de dieciocho años él ya había descubierto sus gustos sexuales y los estaba disfrutando al máximo.
—mmmmggghmgmmghgh….qué? qué? oh por dios!—Cristian parecía como saliendo de un trance—de esto me estuve perdiendo todo este tiempo? Perdía el tiempo acostándome con maricones como yo cuando debería haber estado acostándome con hombres de verdad como tú.
—No te preocupes por eso. Deja el pasado atrás y piensa en el futuro. Yo estaré siempre ahí cuando me necesites.
—Y yo estaré ahí para tí cuando lo necesites—su respuesta me excito un montón, pero lamentablemente no podía tener otra erección tan rápido.—Por que no vas a buscar un champán que hay en la heladera y me esperas a que te llame para entrar. Te tengo una sorpresa.—Había una sonrisa pícara en su rostro.
Fui a la cocina, saqué el champán de la heladera, tomé dos copas y esperé a que Cristian me llamase. Una vez me llamó y entré a la habitación casi se me cae el champán al piso de la sorpresa. Cristian me esperaba vestido de colegiala. Camisita blanca, corbata roja, faldita escocesa roja (muy corta) y medias de red blancas. Por último se había cambiado el labial negro por uno rojo.
Aquella noche batí mi record con seis folladas. Cristian se corrió en tres de las seis. En una ocasión, al borde del orgasmo, su estado de confusión mental, debido al placer, era tal que se le escapó un “te amo”. Por supuesto que ambos sabíamos que no era cierto, pero me excitó aún más escucharle decir eso, pues lo que si era verdad es que en una sola noche se había enamorado de mis folladas.
Este fue solo el inicio de mi historia con Cristian, que sería mi amante por años, incluso cuando ambos nos pusimos en pareja, yo con una mujer y él con un hombre. Uno masculino y activo como yo, pero que según sus propias palabras no me llegaba a los talones en la cama. Por eso no podía dejar de verme. Y yo ya no podía contentarme con solo acortarme con mujeres. Por el resto de mi vida siempre iba a necesitar tener alguna amante Crossdresser.
Esa fantasía se estaba por cumplir. En el piso diez se encontraba el departamento de Cristian. Un jovencito de dieciocho años que había conocido por internet y era perfecto para cumplir mi fantasía. Lo cierto es que me había puesto muy selectivo a la hora de buscar un amante masculino. Había un conjunto particular de características que me excitaban en un chico: que sea lo más femenino posible, completamente pasivo y lo más joven posible; pues cuanto más joven menos rasgos masculinos tendrían desarrollados.
Cristian tenía lo que a mí me gustaba e incluso tenía cosas que yo no sabía aun que me gustaban. Tenía 18 años, medía apenas 1,65 cm, estaba completamente depilado, cabello algo largo (le llegaba hasta el cuello), una cola bien redonda y tenía un rostro bastante andrógino. Nos conocimos en un portal de encuentros y durante una de nuestras charlas me envió unas fotos íntimas con las que me dejó boquiabierto. En las fotos vestía lencería: tanga, medias de red y babydoll. Con su apariencia poco masculina sumada a la lencería, su masculinidad desaparecía por completo. Se notaba que era un varón, sin lugar a dudas; pero se notaba que no había rastro de masculinidad alguna en ese chico. Eso me excitaba muchísimo.
Como habrán visto, Cristian era crossdresser, pero yo ni sabía lo que era una crossdresser hasta que él me lo dijo. Además de ser crossdresser, Cristian era gótico. Usualmente eso no me habría atraído. No me eran atractivas las apariencias que solían caracterizar a los góticos. Pero Cristián tenía pocos detalles que delatasen que era gótico, y además, sería muy difícil encontrar a otro chico pasivo con las características de Cristian y que viviese en la misma ciudad.
Toqué timbre y esperé a que me abra. No dejaba de recordar en mi cabeza esas fotos que me había enviado. Para esa noche le había pedido que se pusiese esas mismas ropas. Apenas entré a su departamento y lo vi comencé a sentir un cosquilleo en la polla. Vestía medias de red finas negras, tanga negra y un babydoll también negro pero que iba pegado al cuerpo y le cubría hasta un poco por debajo del ombligo, dejando su tanga totalmente a la vista. Uñas pintadas de negro y labios también pintados de negro. Los labios negros eran el único detalle que lo delataba como gótico, el resto no tanto, las uñas quizás pero no era tan raro ver mujeres con uñas negras. Su cabello era negro natural y llevaba el flequillo sujeto con hebilla rosa para que no le cayese cobre la cara. Su piel era muy blanca y contrastaba muy bien con el negro de su lencería. No tenía ningún tatuaje, ni piercing ni aros.
—Pero que bien te ves!!! No sabes cómo me pone verte así!!—Cristian se sonrojó un poco.
—Ven! Pasa! Quieres tomar algo?
—Por el momento no. Gracias! Lindo departamento. Pequeño, pero acogedor. Dime, tu habitación también es tan acogedora?—Cristian no pudo evitar sonreírse por mi pregunta y me dirigió directo a su habitación—No he dejado de mirar tus fotos a diario!
—Pues que suerte para tí! Porque tu no me enviaste ninguna foto así que yo no tenía nada que mirar.
—Te pido disculpas por eso! Pero déjame que te lo compense ya que estoy aquí. Dime que quieres ver y te dejaré incluso tocarlo—le guiñé el ojo. Cristian se mordió el labio pero no se animó a decir nada.
—Estoy un poco nervioso. Nunca había estado con alguien tan grande y tan machote.
Me había contado que solo había estado con algunos chicos de su edad y que todos eran maricones como él, solo que también eran activos. Pero aunque le encantaba como se lo follaban, no se sentía pleno. Quería probar algo distinto, quería que se lo follase un hombre mayor que él, con mucha experiencia, completamente activo y bien macho. Quería que se lo follase un hombre que fuese su opuesto; un hombre bien masculino y activo que lo hiciese sentir tan maricón como fuese posible. Todo esto lo dije con sus propias palabras.
—Entonces rompamos el hielo.
Lo abracé y lo besé. La polla se me venía endureciendo, pero en cuanto lo besé se me puso como una roca. Su piel era muy suave. Todo su cuerpo era muy tierno. Era delgado pero también era carnoso, me gustaba porque había de donde agarrar. No me pude aguantar y mientras lo besaba llevé mis manos a su cola y se la apreté con fuerza y se la masajeé y se la manoseé mucho. Cristian suspiró varias veces y sentí su bulto duro bajo la tanga rozarme las piernas.
—Súbete a la cama!—le ordené.
Mes desvestí rápidamente, me acosté boca arriba y jalé de él para que se suba encima de mí y continuamos nuestro beso ahora acostados en la cama. Él tenía una pierna a cada lado mío y sentía su erección tocar la mía. De un momento a otro Cristian comenzó a bajar sus besos. Primero me besó el mentón, luego el cuello, luego el pecho, luego el abdomen… Sus labios cálidos y húmedos me hacían una cosquilla hermosa allí donde se posaban. Bajaba muy lento y hacía que me ponga muy ansioso a cada segundo que pasaba. Cuando llegó abajo esquivó mi pene para darme besos a los costados de la base del falo. Luego me chupaba la piel que rodea el falo y los testículos. Sus chupones se sentían exquisitos pero yo no aguantaba más y quería que me la mamase. Me lo estaba haciendo a propósito para que desespere y eso hacía surgir dentro de mí una tensión que ya había decidido descargar en su cola cuando me lo follase.
Finalmente tomó mi pene con las manos y comenzó a mamarlo. Yo suspiré mezcla de alivio y placer. Qué bien que mamaba! Quedé sorprendido. La mamaba mejor que muchas mujeres mayores de treinta e incluso de cuarenta con las que había estado. Tenía los ojos cerrados, pero en su rostro podía percibir lo bien que le hacía mamar. Como si estuviese satisfaciendo una necesidad básica para su cuerpo. Mi polla le entraba casi toda; y además no la rozó ni una vez con los dientes. Era un experto mamador.
El placer de la mamada fue en aumento hasta que supe que me correría. Siempre había avisado a mis amantes que me iba a correr, pero Cristian parecía tan seguro de lo que hacía, que me daba la impresión de que estaba constantemente listo para recibir la descarga. Entonces opté por no avisarle.
Mi polla se puso más dura de lo que estaba y sentí como escupía chorros de semen con mucha fuerza. Cristian no interrumpió su mamada ni tampoco hizo mueca alguna cuando comencé a eyacular. Siguió mamando como si nada pasase. Sentía que no dejaba de correrme y Cristian se la iba tragando toda sin inconveniente alguno. Tras correrme estaba seguro que si no había sido la mejor mamada de mi vida, al menos estaba entre las tres mejores.
En cuanto soltó mi pene me miró fijo. Su cara angelical expresaba lujuria. Comenzó a subir por mi cuerpo dándome besos tal como había hecho cuando bajó. Cuando estuvo cerca de mi boca se abalanzó sobre mis labios. Me excitaba mucho su manera de desenvolverse, pues lo notaba bastante sumiso, pero por momentos actuaba por cuenta propia cuando ya no podía controlar sus instintos sexuales.
Nos besamos por varios minutos hasta que tuvimos que parar para darnos un respiro. Aproveché la oportunidad para incorporarme y me puse detrás de él. Cristian se acostó boca abajo y tomo una almohada la cual abrazó con fuerza. Me puse a jugar con sus nalgas, eran muy redondas, como las de una chica. Eran tiernas como todo su cuerpo, pero bien firmes. Le quité la tanga y me quedé observando su ano. Por primera vez veía la cola desnuda de un chico en vivo y en directo. Unos centímetros debajo de su ano estaban sus testículos que eran bastante pequeños en comparación con los míos. Su polla estaba escondida bajo su cuerpo.
Me acerqué lentamente y le fui dando besos en la cola. De un lado y del otro. Cada vez más cerca de su ano. Cristian suspiraba más y más a medida que me acercaba a su ano. Pero me tomé mi tiempo en llegar, tal como él había hecho al mamarme. Finalmente llegué y le di un beso en el ano. Cristian gimió suavemente al sentir mis labios húmedos. Le volví a besar. Luego le chupé el ano; extendí mi lengua y jugueteé con él; y finalmente empujé mi lengua para meterla dentro de su cola. No pude contenerme y al cabo de unos segundos ya le estaba chupando la cola con una lujuria desenfrenada.
Mi polla ya estaba bien dura otra vez así que me preparé para penetrarlo. Cristian metió la mano entre el colchón y el respaldo de la cama y sacó un pomo de lubricante anal y me lo extendió. Se aferró fuerte a su almohada y separó bien sus piernas para que pudiese penetrarlo con comodidad. Pero yo tenía un plan distinto. A nuestra derecha había un espejo de cuerpo entero, así que le indiqué a Cristian que se pusiese en la misma posición mirando hacia el espejo. Quería verle la cara en el reflejo mientras lo penetraba desde atrás.
En cuanto se acomodó nuevamente separó bien sus piernas y yo metí mi mano debajo de su cuerpo y tiré su polla hacia atrás. Quería que se le viese mientras lo follaba. Su polla, que sería de unos 12x3cm, quedó trabada con el colchón apuntado en dirección opuesta.
Le puse lubricante en la cola y en mi polla. Agarré una nalga con cada mano, la separé un poquito para exponer bien el ano y comencé a penetrarlo lentamente. Cristian suspiraba profundamente a medida que entraba mi polla. Era bastante silencioso en la cama, pero podía ver en su rostro que el placer que sentía lo estaba embriagando. Cuando terminó de entrar y empujé con fuerza entonces sí dejó escapar un gemido. Un gemido para nada masculino. Retiré un poco la polla y la volví a meter hasta el fondo, y Cristian volvió a gemir. Así me entretuve un par de minutos mientras miraba su rostro en el espejo. Estaba como estático con la boca semiabierta y sus ojos estaban entrecerrados con la mirada perdida. No veía sus pupilas, solo veía el blanco de sus ojos. Cristian ya estaba viendo las estrellas.
Solté sus nalgas, me recosté sobre él, lo envolví con mis brazos y puse mi rostro al lado del suyo. A pesar de que tenía puesto un babydoll y medias de red hasta arriba de la rodilla me gustaba sentir tanto contacto de piel mientras lo follaba. Sin llegar a aplastarlo, dejé caer todo mi peso para que se sienta totalmente sometido e indefenso sin posibilidad de moverse. Su cuerpo era tan pequeño comparado con el mío.
Lo continué follando en esa posición. Mi polla estaba todo tiempo completamente dentro suyo, pero yo me movía empujando con fuerza y Cristian no dejaba de suspirar y cada tanto gemía. Su rostro estaba aún más desfigurado por el placer. Tenía casi media lengua afuera de la boca y pude ver una gota de saliva chorrear por la comisura de sus labios. Sus ojos seguían igual de perdidos.
—Te gusta que te folle un macho verdad??—le dije en tono lascivo, pero no contestó.—Te gusta? verdad que sí?
Aumenté bastante la fuerza de la penetración al repetir la pregunta y Cristian gimió, pero no contestó. Le sujeté el pelo con firmeza y le tiré suavemente para atrás a la vez que le penetraba con más fuerza aun, ya casi llegando a mi límite. Le repetí la pregunta, pero siguió sin contestar. Su mente estaba perdida en el placer. ¿Acaso era posible que no me escuchase a pesar de estar hablándole a 1 cm de su oído? ¿O será que me escuchaba y quería contestar pero al estar desbordado de placer había perdido el control de su cuerpo, incluida la capacidad del habla?
Lo cierto es que al verlo en tal estado de trance me dio bastante ternura. Sin reducir en lo más mínimo la intensidad de la penetración, acerqué mi boca a su oído y comencé a chupárselo. Comenzó a gemir suavemente mientras le chupaba el lóbulo y jugueteaba con mi lengua dentro de su oreja. Sus gemidos fueron en aumento hasta que se hicieron muy ruidosos. Algo había cambiado. Vi como sus manos se cerraban apretando la almohada con todas sus fuerzas, gemía sin consuelo y su cola comenzó a resistirse a la penetración, se cerraba y me apretaba mucho la polla.
No me cabía duda de que se estaba corriendo. Esos gemidos delataban un placer agónico. Por la forma de gemir, o más bien gritar, no parecía la misma persona que hacía unos segundos.
De a poco sus gemidos se apaciguaron y su ano se relajó. Tendió su cara sobre la almohada y se quedó suspirando y jadeando. Por mi parte, yo estaba al borde de la eyaculación. Esa presión de su cola sobre mi pene era el estímulo que me faltaba. Lo abracé con fuerza, empujé bien hasta el fondo y me corrí como nunca.
Una vez terminé me arrodillé y se la saqué. Su polla había perdido la erección y ahora era súper pequeña. Sin embargo había un gran charco de semen. No podría creer que tanto semen saliese de esos testículos tan pequeños. Mientras le observaba mi semen empezó a salir de su ano y a inundar la cama.
Me hice a un costado y me tiré boca arriba respirando agitado. “¿Qué experiencia dios mío!!”, pensé, “no puedo creer que me haya estado perdiendo de esto durante toda mi vida”. Al pensar eso lo envidié a Cristian. No porque quisiese estar en su lugar, obviamente no, si no porque a la tierna edad de dieciocho años él ya había descubierto sus gustos sexuales y los estaba disfrutando al máximo.
—mmmmggghmgmmghgh….qué? qué? oh por dios!—Cristian parecía como saliendo de un trance—de esto me estuve perdiendo todo este tiempo? Perdía el tiempo acostándome con maricones como yo cuando debería haber estado acostándome con hombres de verdad como tú.
—No te preocupes por eso. Deja el pasado atrás y piensa en el futuro. Yo estaré siempre ahí cuando me necesites.
—Y yo estaré ahí para tí cuando lo necesites—su respuesta me excito un montón, pero lamentablemente no podía tener otra erección tan rápido.—Por que no vas a buscar un champán que hay en la heladera y me esperas a que te llame para entrar. Te tengo una sorpresa.—Había una sonrisa pícara en su rostro.
Fui a la cocina, saqué el champán de la heladera, tomé dos copas y esperé a que Cristian me llamase. Una vez me llamó y entré a la habitación casi se me cae el champán al piso de la sorpresa. Cristian me esperaba vestido de colegiala. Camisita blanca, corbata roja, faldita escocesa roja (muy corta) y medias de red blancas. Por último se había cambiado el labial negro por uno rojo.
Aquella noche batí mi record con seis folladas. Cristian se corrió en tres de las seis. En una ocasión, al borde del orgasmo, su estado de confusión mental, debido al placer, era tal que se le escapó un “te amo”. Por supuesto que ambos sabíamos que no era cierto, pero me excitó aún más escucharle decir eso, pues lo que si era verdad es que en una sola noche se había enamorado de mis folladas.
Este fue solo el inicio de mi historia con Cristian, que sería mi amante por años, incluso cuando ambos nos pusimos en pareja, yo con una mujer y él con un hombre. Uno masculino y activo como yo, pero que según sus propias palabras no me llegaba a los talones en la cama. Por eso no podía dejar de verme. Y yo ya no podía contentarme con solo acortarme con mujeres. Por el resto de mi vida siempre iba a necesitar tener alguna amante Crossdresser.
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