Con la invaluable colaboración de @VoyeaurXVII, que me asistió en este orgasmo hermoso que se me había quedado trabado en la mente...
Por la tan particular forma en que usás algunas palabras -feca, rati, piola- es que no pierdo de vista que esta vez estoy saliendo con un cuarentón. Un lindo cuarentón. Tan, pero tan lindo, que aparentas treinta o menos, quizás por tu ropa, tu actitud, el lomazo que tenés -nada ostentoso o de gimnasio, pero magro, esbelto, a pura práctica de skate-.
Cuando me decís "bestia", "máquina"; "vos naciste para esto", y tantos otros piropos groseros y maravillosos a la vez, me dejas relajadísima, con muchas ganas de tus atenciones, y lo suficientemente caliente como para darte todo lo que me pidas.
Pero todo eso está coronado con tus ojos ¡tus ojazos! Verdes, como de gato. Te adivino sonriendo con malicia, porque crees que no es elogio sino mera egolatría. Son muy parecidos a los míos. Pero a mi me gustan los tuyos, no me juzgues.
Pero es que me miras desde arriba, y tus ojos son dos rendijas verdes brillante, hipnotizantes. No soy capaz de resistirlos y me entrego toda.
Conocés perfectamente el poder de tu mirada, e Interpretás de inmediato la mía, cuando me preguntas suavemente:
-Querés que te coja, pendeja?
-Sí, Diego, sabes que sí.
-Pedímelo.
-Cogeme Diego.
-Pedímelo bien.
-Cogeme Diego, por favor!
Dejás de hacerme desear para darme por fin lo que vine a buscar. Y sin perder un instante, estimulas directamente mi clítoris con la punta de tu pija. Una presión brusca, aún áspera, sin ninguna lubricación, pero que a mí me encanta. Es como tantas otras cosas entre nosotros: reflejan cómo te entrego completa la satisfacción de mi placer, y acepto obedientemente lo que me propongas y lo que me hagas.
Cuando el "masaje clitoriano" cumple su objetivo y mi cuerpo empieza a sufrir espasmos, me clavas la mirada mientras sonreís con sorna.
-Ya estás lista, pendeja?
-Sí, sabes que sí, que ya me tenés re caliente... como te gusta provocarme! -te contesto apenas, con un susurro forzado -.
Te encanta tener a una pendeja tan caliente y tan entregada. Te encanta llamarme y que venga, sin vueltas. Que entre directamente a tu habitación, y que junto con el abrigo me saque toda la ropa y me meta en tu cama directamente. Te encanta metérmela de una, mandándola hasta el fondo, y sacarla entera.
Se que te pajeas con la idea de que apenas llegue, vas a poder sacarte la ropa y meterme la pija en la boca, de una, sin siquiera un beso. Como buen morboso que sos, te "castigas" pensando que esto es algo por lo que la gente normalmente paga, y vos lo tenés "de arriba”.
Todo transcurre tal como lo habíamos imaginado, y me sonreís y después de metérmela hasta el fondo, la levantas un poquito, suspendiéndome en el aire por la pelvis justo en mi punto G.
-Me calienta mucho que vengas así, caliente- me decís, con voz entrecortada, y aflojás la violencia, pero empezás un mete-saca con ritmo, para poder escuchar lo que te digo. Porque cuando empezás con ese movimiento rítmico, sabes que no puedo parar de hablar.
-Me imagino que fantaseás con encontrarme en la calle y garcharme ahí nomás, no? En el verano… una pollerita… abajo de un puente, o contra un árbol.… shopping… el baño de un shopping… un huequito… en un bar… oscuro… estación se servicio… de noche… o del tren... me querés garchar en la calle…
Mi voz se entrecorta, y se hace más grave, ante cada frase, ante cada pijazo. Y vos seguís cogiéndome con ritmo, sonriéndote. Te encantan mis ocurrencias, y sabes que esa sonrisa me calienta más.
- Ponerme contra una pared… meterme la mano…, no traje tanguita y eso a vos te calienta… porque sabes que lo hice porque venía directamente a cogerrrr… ay… si…si… –empezás a respirar con fuerza, acelerás el ritmo sin darte cuenta-. No quiero que se acabe así.
Te corro, y empujo con mi culo sobre tu pija, que se pone como una piedra cuando adivina qué es lo que me tiene caliente desde hace días. Sigo con mi relato, mientras siento como tu verga me invade
-Contra la pared… me metés dos dedos… dos… en la concha… mojada… mientras te pajeo… y me caliento con tu morbo… y mi morbo… mi propio mor… me mojo… ay… la quiero en el culo… toda… si… así… así…
Pero quiero algo más. Te corro. Me agacho. La empiezo a lamer, la lubrico con mi saliva. La mojo toda. Me la como entera. Me levantas como si fuera de pluma, y me comés la boca como si no hubiera un mañana. Como un acto reflejo abro un poco más las piernas cuando bajás por mi cuello, y llegás sin demoras a mis tetas, que ruegan por que las comas. Tu barba, tu lengua y tus dientes amables me hacen volar. Te agarro la cabeza para apretarte más contra mi pecho. Cerras tus dientes sobre mi pezón suavemente y levanto mi cadera.
Estoy prendida fuego. Mi concha requiere atención inmediata.
Perdemos el control en forma definitiva. Me cogés más firme. Más fuerte.
Siento la tensión de tu cuerpo y la calentura que te enciende, tu pija durísima adentro mío, arrancándome, de a poco pero cada vez más, unos gemidos quedos, profundos, hirvientes...
-Me encanta cogerte pendeja... Me encanta que llegues… te abras de piernas obediente. Que me chupes la pija hasta el fondo… te tragues la leche - acelerás el ritmo, cada embate te recorta la voz… y te estás desbordando, y me encanta cuando te desbordás. -Me encanta que seas sumisa… , que te dejes… lo que quiero… mi putita personal.
Ya está, ya fue, ya no queda nada del control. Ni tuyo ni mío. La calentura rebasó todo límite. Estoy tan mojada que mojo mis muslos, y también los tuyos. Resbalamos en mi lubricidad. Tu pija me penetra inclemente, caliente, durísima, y mi cabeza vuela de calentura, porque no tengo necesidad de buscar mi orgasmo: vos me lo provocas fácilmente cuando decís tu frase final, apenas audible, en medio de tu propio orgasmo:
-Qué lindo es cogerte toda, putita mía.
Por la tan particular forma en que usás algunas palabras -feca, rati, piola- es que no pierdo de vista que esta vez estoy saliendo con un cuarentón. Un lindo cuarentón. Tan, pero tan lindo, que aparentas treinta o menos, quizás por tu ropa, tu actitud, el lomazo que tenés -nada ostentoso o de gimnasio, pero magro, esbelto, a pura práctica de skate-.
Cuando me decís "bestia", "máquina"; "vos naciste para esto", y tantos otros piropos groseros y maravillosos a la vez, me dejas relajadísima, con muchas ganas de tus atenciones, y lo suficientemente caliente como para darte todo lo que me pidas.
Pero todo eso está coronado con tus ojos ¡tus ojazos! Verdes, como de gato. Te adivino sonriendo con malicia, porque crees que no es elogio sino mera egolatría. Son muy parecidos a los míos. Pero a mi me gustan los tuyos, no me juzgues.
Pero es que me miras desde arriba, y tus ojos son dos rendijas verdes brillante, hipnotizantes. No soy capaz de resistirlos y me entrego toda.
Conocés perfectamente el poder de tu mirada, e Interpretás de inmediato la mía, cuando me preguntas suavemente:
-Querés que te coja, pendeja?
-Sí, Diego, sabes que sí.
-Pedímelo.
-Cogeme Diego.
-Pedímelo bien.
-Cogeme Diego, por favor!
Dejás de hacerme desear para darme por fin lo que vine a buscar. Y sin perder un instante, estimulas directamente mi clítoris con la punta de tu pija. Una presión brusca, aún áspera, sin ninguna lubricación, pero que a mí me encanta. Es como tantas otras cosas entre nosotros: reflejan cómo te entrego completa la satisfacción de mi placer, y acepto obedientemente lo que me propongas y lo que me hagas.
Cuando el "masaje clitoriano" cumple su objetivo y mi cuerpo empieza a sufrir espasmos, me clavas la mirada mientras sonreís con sorna.
-Ya estás lista, pendeja?
-Sí, sabes que sí, que ya me tenés re caliente... como te gusta provocarme! -te contesto apenas, con un susurro forzado -.
Te encanta tener a una pendeja tan caliente y tan entregada. Te encanta llamarme y que venga, sin vueltas. Que entre directamente a tu habitación, y que junto con el abrigo me saque toda la ropa y me meta en tu cama directamente. Te encanta metérmela de una, mandándola hasta el fondo, y sacarla entera.
Se que te pajeas con la idea de que apenas llegue, vas a poder sacarte la ropa y meterme la pija en la boca, de una, sin siquiera un beso. Como buen morboso que sos, te "castigas" pensando que esto es algo por lo que la gente normalmente paga, y vos lo tenés "de arriba”.
Todo transcurre tal como lo habíamos imaginado, y me sonreís y después de metérmela hasta el fondo, la levantas un poquito, suspendiéndome en el aire por la pelvis justo en mi punto G.
-Me calienta mucho que vengas así, caliente- me decís, con voz entrecortada, y aflojás la violencia, pero empezás un mete-saca con ritmo, para poder escuchar lo que te digo. Porque cuando empezás con ese movimiento rítmico, sabes que no puedo parar de hablar.
-Me imagino que fantaseás con encontrarme en la calle y garcharme ahí nomás, no? En el verano… una pollerita… abajo de un puente, o contra un árbol.… shopping… el baño de un shopping… un huequito… en un bar… oscuro… estación se servicio… de noche… o del tren... me querés garchar en la calle…
Mi voz se entrecorta, y se hace más grave, ante cada frase, ante cada pijazo. Y vos seguís cogiéndome con ritmo, sonriéndote. Te encantan mis ocurrencias, y sabes que esa sonrisa me calienta más.
- Ponerme contra una pared… meterme la mano…, no traje tanguita y eso a vos te calienta… porque sabes que lo hice porque venía directamente a cogerrrr… ay… si…si… –empezás a respirar con fuerza, acelerás el ritmo sin darte cuenta-. No quiero que se acabe así.
Te corro, y empujo con mi culo sobre tu pija, que se pone como una piedra cuando adivina qué es lo que me tiene caliente desde hace días. Sigo con mi relato, mientras siento como tu verga me invade
-Contra la pared… me metés dos dedos… dos… en la concha… mojada… mientras te pajeo… y me caliento con tu morbo… y mi morbo… mi propio mor… me mojo… ay… la quiero en el culo… toda… si… así… así…
Pero quiero algo más. Te corro. Me agacho. La empiezo a lamer, la lubrico con mi saliva. La mojo toda. Me la como entera. Me levantas como si fuera de pluma, y me comés la boca como si no hubiera un mañana. Como un acto reflejo abro un poco más las piernas cuando bajás por mi cuello, y llegás sin demoras a mis tetas, que ruegan por que las comas. Tu barba, tu lengua y tus dientes amables me hacen volar. Te agarro la cabeza para apretarte más contra mi pecho. Cerras tus dientes sobre mi pezón suavemente y levanto mi cadera.
Estoy prendida fuego. Mi concha requiere atención inmediata.
Perdemos el control en forma definitiva. Me cogés más firme. Más fuerte.
Siento la tensión de tu cuerpo y la calentura que te enciende, tu pija durísima adentro mío, arrancándome, de a poco pero cada vez más, unos gemidos quedos, profundos, hirvientes...
-Me encanta cogerte pendeja... Me encanta que llegues… te abras de piernas obediente. Que me chupes la pija hasta el fondo… te tragues la leche - acelerás el ritmo, cada embate te recorta la voz… y te estás desbordando, y me encanta cuando te desbordás. -Me encanta que seas sumisa… , que te dejes… lo que quiero… mi putita personal.
Ya está, ya fue, ya no queda nada del control. Ni tuyo ni mío. La calentura rebasó todo límite. Estoy tan mojada que mojo mis muslos, y también los tuyos. Resbalamos en mi lubricidad. Tu pija me penetra inclemente, caliente, durísima, y mi cabeza vuela de calentura, porque no tengo necesidad de buscar mi orgasmo: vos me lo provocas fácilmente cuando decís tu frase final, apenas audible, en medio de tu propio orgasmo:
-Qué lindo es cogerte toda, putita mía.
7 comentarios - Ojos verdes
editarte tambien me dejó caliente. Sabelo