Cornudo, sumiso y penetrado.
Durante un día lluvioso y aburrido se me dio por ponerme las bragas de mi esposa. Soy un hombre felizmente casado y siempre me han gustado las mujeres. Pero últimamente ya todo me parece aburrido. Empecé de a poco a pensar en la idea de tener un pene en mis manos, quizás en mi boca. No sé, si el caso se diera tal vez pudiera llegar a más, pero nunca pasó de una mera fantasía con la que a veces me masturbaba cuando estaba solo.
Así que como estaba aburrido y mi esposa no estaba en ese momento, quise ver cómo me quedaría su lencería. Ella tiene una lencería erótica que yo mismo le compré para San Valentín: Unos portaligas, medias de red coloradas, unas bragas con encaje de color blanco y un sostén del mismo color haciendo juego.
Lentamente me vestí mirándome al espejo, y para mi sorpresa, mi mujer apareció de la nada:
-¡¡¿Víctor, qué hacés?!!
-¡¡Nada, nada!!
-¿Así que esas tenemos, eh?
Mi cara estaba al rojo vivo, colorado como un tomate. Miré hacia abajo del pánico y la vergüenza que tenía. Pero ella, lejos de austarse o indignarse, parecía tomar más coraje, y hasta creí percibir que la situación la estaba cachondeando un poco.
-¿Así que eso hacés cuando yo no estoy?
-¡NO, NO, te juro que es la primera vez!
-Sí, si, claro...
Mi verga y huevos apenas cabían en la parte delantera de las bragas y se salían por un costado. La piel de la cabeza se corrió hacia atrás por lo ajustado del elástico, quedando la cabeza totalmente descubierta. ¿Y para qué negarlo? Yo estaba teniendo una erección justo cuando mi mujer entró.
A decir verdad, era claro que mi mujer estaba disfrutando de esa situación, tenerme intimidado a su merced, realmente la mina lo estaba disfrutando.
-Admitilo, te gustan los hombres.
-¡No boluda, no es así!
-Dale, putito, te gustan los hombres.
-¡¿Qué decís, "Negrita"?! No digas así...
Cuanto más le rogaba, más parecía disfrutarlo.
-...A ver, putito, vení que te voy a acomodar.
Me hizo acercar y me clavó bien la tanga entre las nalgas.
-¿Ves? Así se usa ésto.
Y acto seguido empezó a acariciar mis nalgas un poco peluditas.
-Qué lindo culito tenés, Papi... Siempre me gustó tu culito, y con esta tanguita te queda todavía mejor, más redondito...
Me pellizcó el culo y me dio varias palmaditas, me apretó fuerte el cachete del culo.
Yo no podía creer la situación. Estaba ahí, vestido de mujer, y a mi mujer parecía cachondearle. Me acarició la verga, las piernas, el pelo, la cintura, y casi sin darme cuenta mi verga estaba erecta como nunca antes en mi vida.
Lorena me abrazó fuertemente contra su cuerpo y se tiró a la cama arrastrándome consigo. Ella tenía el control, yo estaba totalmente sometido a ella por la situación en que me encontró, y además creo que me gustaba ser su sirviente y esclavo y que me controlara a su antojo.
-Ahora vas a tener que cogerme, putito.
-Sí, Mami. Lo que vos digas.
-Ponémela toda, ¿escuchaste? ¡Putito! ¡Ponémela toda!
-Sí, Mami. Lo que vos digas, lo que vos digas, Mamita.
Y fue así como me eché el mejor polvo de mi vida, hasta entonces...
Pasaron varios días y casi no hablamos del tema. Más aún, había otros temas de los cuales no hablábamos, como por ejemplo que mi mujer me estaba metiendo los cuernos con el vecino de al lado. Yo sospechaba desde hacía un tiempo, pero no quise decir nada. No estuve seguro hasta que un día los vi besándose en su vereda, atrás de un árbol. Cuando ella salió a comprar, salí inmediatamente a pedirle algo más para que compre, y entonces los vi, tranzando atrás del árbol de la vereda de al lado. Me quedé en shock, pero a pesar de todo, a pesar de la indignación, la tristeza y la desazón que me causó, me metí para adentro y nunca dije nada.
Ella seguía viendo al vecino de al lado mientras yo me hacía el boludo, hacía mi papel de esposo tranquilo y respetuoso, mientras ella se escabullía una o dos veces por semana para ver a su amante.
Pasado el tiempo, ya me estaba acostumbrando a la situación con Lorena, ella salía seguido con Miguel y yo sólo tenía sexo con ella cuando ella me lo ordenaba y lo más importante, vestido con zapatos con tacón y usando un plug anal o un dildo en mi ano. Como parte de mi preparación para esas ocasiones, una mañana me dijo:
-Tendrás que cambiar un poco tu apariencia para que combine con tu condición de putito, o de putita... Es momento de que te rasures como mujer.
Una tarde compré una afeitadora nueva y ya en casa me puse a la tarea de rasurarme la entrepierna. Pero en un momento me surgió una duda: ¿Lorena querrá que sólo me rasure la entrepierna? ¿O quizás todo el vello de mi cuerpo? Para estar seguro y no hacerla enojar, por si acaso la llamé por teléfono.
-Afeitate todo, pelotudo: las piernas, el culo, el pecho, TODO.
-Está bien, amor. Está bien, no te enojes.
Rasurarme resultó un poco más laborioso de lo que pensaba, teniendo que ocupar mucho más tiempo de lo requerido para una rasurada normal, mientras me presentaba frente al espejo pensé que me veía bastante afeminado sin todo el pelo al que estaba acostumbrado, había pasado de la condición de oso a cerdito afeminado, sólo por pensarlo me calentó y sentí un poco de orgullo al pensar que a Lorena le iba a gustar el resultado.
Esa noche con Lorena ya en casa, le comenté que había hecho lo que me había ordenado. A lo que ella me felicitó y me dijo:
-Muy bien putita, más tarde veremos cómo quedaste, porque ahora voy a salir con Miguel. Vamos a ir a su casa a coger, y cuando llegue tendrás que estar preparado y vestido como me gusta y si hiciste un buen trabajo rasurándote te daré un buen premio.
Para todo ésto, la relación con Miguel ya estaba más que blanqueada, y yo como un maridito sumiso y cornudo, tenía que aceptarlo tal cual ella lo quisiera.
Ya como a la 01:00hs de la madrugada seguía esperándola despierto, nervioso y entusiasmado. Puse música en mis audífonos, cerré los ojos para relajarme y me sorprendí con el movimiento de la cama y sentí a Lorena acercándose por detrás de mí y recostándose a mi lado. Me dijo:
- ¿Tardé mucho, Gordita? Perdón, pero Miguel coge tan rico que se me fue el tiempo y se me olvidó que me estabas esperando. Pero ya estoy aquí para comprobar lo que te ordené.
Acto seguido y con autoridad me dio la vuelta para estar acostado de espalda y me subió la minifalda que yo traía puesta, me bajó los panties rosas que me había dejado y me abrió las piernas firmemente para dejar expuesto mi pequeño pene. Con su mano fue acariciando mi pubis buscando alguna señal de vello, pero creo que hice un buen trabajo ya que vi a Lorena mostrar una linda sonrisa en señal de aprobación.
Yo me estaba emocionando, la comprobación y aceptación de Lorena de mi trabajo rasurándome me estaba excitando.
-Es hora de que recibas tu premio como se debe, ponte en posición de 4 y abre tus nalgas.
Lorena empezó a acariciar mi pequeño pene y testículos con una mano. Para mi sorpresa y gusto sentí un pequeño beso de ella justo en la entrada de mi culo, como esos besos que se dan antes de dormir. Luego con la otra mano empezó a untarme el interior de mis nalgas y mi hoyito con bastante lubricante anal, diciendo: “Vas a ver lo que te espera, te vamos a dejar bien abierto”
Se colocó un poco de lubricante anal en las manos y empezó a untar en mi ano haciendo movimientos circulares y metiendo un poco los dedos, primero uno, y marcando círculos para abrir más mi culo y extender su circunferencia, luego dos dedos, luego tres, haciendo los círculos cada vez más grandes y con más fuerza, sin insertar hasta el fondo los dedos, solo intentado dilatar lo más posible la entrada de mi culo.
- Ahora viene lo bueno -, dijo. Soltándome el culo, se dirigió a la puerta de la habitación y la abrió.
Detrás de la puerta apareció Miguel, el vecino, completamente desnudo y con la verga bien erecta.
Lorena lo trajo de la mano, mientras Miguel no soltaba su verga y la masturbaba mirándome fijamente con cara de calentón. Miraba especialmente mi culo ya lubricado y parecía gustarle.
De pronto, sin saberlo, y con toda la emoción y calentura, me di cuenta que mi sueño de probar una verga dura y caliente se iba a cumplir esa noche.
Miguel aproximó la punta de su verga a mi culo, empezó el movimiento con sus caderas y sujetándome con las dos manos empezó a meter cada vez más su vergota dentro de mí, ahora sacando un poco la penetración sin sacar la cabeza y metiendo de nuevo cada vez mas profundo.
Mi vecino, complotado con mi mujer en ese juego de sumisión y de placer empezó a humillarme también:
- ¿Te gusta que te coja, Gordita? ¿Te gusta que te penetre con mi vergota? ¿Sientes placer cuando abro tu culo hasta el extremo con mi gran pene? Seguro que te encanta porque tú no puedes coger así con tu penecito de bebé.
Cada vez y con cada frase aumentaba la fuerza de la penetración y la velocidad de cada embestida hasta el punto de que la verga entró en su totalidad en mi agujero anal de placer.
Yo no podía creer lo que estaba sintiendo, el dolor de la penetración, la humillación de las palabras de Lorena y su cómplice, Miguel, la fuerza y determinación de cada embestida y yo gimiendo de placer siendo sometido como puta y humillado por una mujer y un hombre que follaba mucho mejor que yo, sólo me dejé hacer y al cabo de unos momentos sentí mi orgasmo al límite y eyaculé sin control sobre la cama.
Me desplomé sobre el colchón, y mi vecino sin sacarme la pija del culo, se echó sobre mí y continuó cogiéndome hasta que en pocos minutos terminó eyaculando dentro mío.
Durante un día lluvioso y aburrido se me dio por ponerme las bragas de mi esposa. Soy un hombre felizmente casado y siempre me han gustado las mujeres. Pero últimamente ya todo me parece aburrido. Empecé de a poco a pensar en la idea de tener un pene en mis manos, quizás en mi boca. No sé, si el caso se diera tal vez pudiera llegar a más, pero nunca pasó de una mera fantasía con la que a veces me masturbaba cuando estaba solo.
Así que como estaba aburrido y mi esposa no estaba en ese momento, quise ver cómo me quedaría su lencería. Ella tiene una lencería erótica que yo mismo le compré para San Valentín: Unos portaligas, medias de red coloradas, unas bragas con encaje de color blanco y un sostén del mismo color haciendo juego.
Lentamente me vestí mirándome al espejo, y para mi sorpresa, mi mujer apareció de la nada:
-¡¡¿Víctor, qué hacés?!!
-¡¡Nada, nada!!
-¿Así que esas tenemos, eh?
Mi cara estaba al rojo vivo, colorado como un tomate. Miré hacia abajo del pánico y la vergüenza que tenía. Pero ella, lejos de austarse o indignarse, parecía tomar más coraje, y hasta creí percibir que la situación la estaba cachondeando un poco.
-¿Así que eso hacés cuando yo no estoy?
-¡NO, NO, te juro que es la primera vez!
-Sí, si, claro...
Mi verga y huevos apenas cabían en la parte delantera de las bragas y se salían por un costado. La piel de la cabeza se corrió hacia atrás por lo ajustado del elástico, quedando la cabeza totalmente descubierta. ¿Y para qué negarlo? Yo estaba teniendo una erección justo cuando mi mujer entró.
A decir verdad, era claro que mi mujer estaba disfrutando de esa situación, tenerme intimidado a su merced, realmente la mina lo estaba disfrutando.
-Admitilo, te gustan los hombres.
-¡No boluda, no es así!
-Dale, putito, te gustan los hombres.
-¡¿Qué decís, "Negrita"?! No digas así...
Cuanto más le rogaba, más parecía disfrutarlo.
-...A ver, putito, vení que te voy a acomodar.
Me hizo acercar y me clavó bien la tanga entre las nalgas.
-¿Ves? Así se usa ésto.
Y acto seguido empezó a acariciar mis nalgas un poco peluditas.
-Qué lindo culito tenés, Papi... Siempre me gustó tu culito, y con esta tanguita te queda todavía mejor, más redondito...
Me pellizcó el culo y me dio varias palmaditas, me apretó fuerte el cachete del culo.
Yo no podía creer la situación. Estaba ahí, vestido de mujer, y a mi mujer parecía cachondearle. Me acarició la verga, las piernas, el pelo, la cintura, y casi sin darme cuenta mi verga estaba erecta como nunca antes en mi vida.
Lorena me abrazó fuertemente contra su cuerpo y se tiró a la cama arrastrándome consigo. Ella tenía el control, yo estaba totalmente sometido a ella por la situación en que me encontró, y además creo que me gustaba ser su sirviente y esclavo y que me controlara a su antojo.
-Ahora vas a tener que cogerme, putito.
-Sí, Mami. Lo que vos digas.
-Ponémela toda, ¿escuchaste? ¡Putito! ¡Ponémela toda!
-Sí, Mami. Lo que vos digas, lo que vos digas, Mamita.
Y fue así como me eché el mejor polvo de mi vida, hasta entonces...
Pasaron varios días y casi no hablamos del tema. Más aún, había otros temas de los cuales no hablábamos, como por ejemplo que mi mujer me estaba metiendo los cuernos con el vecino de al lado. Yo sospechaba desde hacía un tiempo, pero no quise decir nada. No estuve seguro hasta que un día los vi besándose en su vereda, atrás de un árbol. Cuando ella salió a comprar, salí inmediatamente a pedirle algo más para que compre, y entonces los vi, tranzando atrás del árbol de la vereda de al lado. Me quedé en shock, pero a pesar de todo, a pesar de la indignación, la tristeza y la desazón que me causó, me metí para adentro y nunca dije nada.
Ella seguía viendo al vecino de al lado mientras yo me hacía el boludo, hacía mi papel de esposo tranquilo y respetuoso, mientras ella se escabullía una o dos veces por semana para ver a su amante.
Pasado el tiempo, ya me estaba acostumbrando a la situación con Lorena, ella salía seguido con Miguel y yo sólo tenía sexo con ella cuando ella me lo ordenaba y lo más importante, vestido con zapatos con tacón y usando un plug anal o un dildo en mi ano. Como parte de mi preparación para esas ocasiones, una mañana me dijo:
-Tendrás que cambiar un poco tu apariencia para que combine con tu condición de putito, o de putita... Es momento de que te rasures como mujer.
Una tarde compré una afeitadora nueva y ya en casa me puse a la tarea de rasurarme la entrepierna. Pero en un momento me surgió una duda: ¿Lorena querrá que sólo me rasure la entrepierna? ¿O quizás todo el vello de mi cuerpo? Para estar seguro y no hacerla enojar, por si acaso la llamé por teléfono.
-Afeitate todo, pelotudo: las piernas, el culo, el pecho, TODO.
-Está bien, amor. Está bien, no te enojes.
Rasurarme resultó un poco más laborioso de lo que pensaba, teniendo que ocupar mucho más tiempo de lo requerido para una rasurada normal, mientras me presentaba frente al espejo pensé que me veía bastante afeminado sin todo el pelo al que estaba acostumbrado, había pasado de la condición de oso a cerdito afeminado, sólo por pensarlo me calentó y sentí un poco de orgullo al pensar que a Lorena le iba a gustar el resultado.
Esa noche con Lorena ya en casa, le comenté que había hecho lo que me había ordenado. A lo que ella me felicitó y me dijo:
-Muy bien putita, más tarde veremos cómo quedaste, porque ahora voy a salir con Miguel. Vamos a ir a su casa a coger, y cuando llegue tendrás que estar preparado y vestido como me gusta y si hiciste un buen trabajo rasurándote te daré un buen premio.
Para todo ésto, la relación con Miguel ya estaba más que blanqueada, y yo como un maridito sumiso y cornudo, tenía que aceptarlo tal cual ella lo quisiera.
Ya como a la 01:00hs de la madrugada seguía esperándola despierto, nervioso y entusiasmado. Puse música en mis audífonos, cerré los ojos para relajarme y me sorprendí con el movimiento de la cama y sentí a Lorena acercándose por detrás de mí y recostándose a mi lado. Me dijo:
- ¿Tardé mucho, Gordita? Perdón, pero Miguel coge tan rico que se me fue el tiempo y se me olvidó que me estabas esperando. Pero ya estoy aquí para comprobar lo que te ordené.
Acto seguido y con autoridad me dio la vuelta para estar acostado de espalda y me subió la minifalda que yo traía puesta, me bajó los panties rosas que me había dejado y me abrió las piernas firmemente para dejar expuesto mi pequeño pene. Con su mano fue acariciando mi pubis buscando alguna señal de vello, pero creo que hice un buen trabajo ya que vi a Lorena mostrar una linda sonrisa en señal de aprobación.
Yo me estaba emocionando, la comprobación y aceptación de Lorena de mi trabajo rasurándome me estaba excitando.
-Es hora de que recibas tu premio como se debe, ponte en posición de 4 y abre tus nalgas.
Lorena empezó a acariciar mi pequeño pene y testículos con una mano. Para mi sorpresa y gusto sentí un pequeño beso de ella justo en la entrada de mi culo, como esos besos que se dan antes de dormir. Luego con la otra mano empezó a untarme el interior de mis nalgas y mi hoyito con bastante lubricante anal, diciendo: “Vas a ver lo que te espera, te vamos a dejar bien abierto”
Se colocó un poco de lubricante anal en las manos y empezó a untar en mi ano haciendo movimientos circulares y metiendo un poco los dedos, primero uno, y marcando círculos para abrir más mi culo y extender su circunferencia, luego dos dedos, luego tres, haciendo los círculos cada vez más grandes y con más fuerza, sin insertar hasta el fondo los dedos, solo intentado dilatar lo más posible la entrada de mi culo.
- Ahora viene lo bueno -, dijo. Soltándome el culo, se dirigió a la puerta de la habitación y la abrió.
Detrás de la puerta apareció Miguel, el vecino, completamente desnudo y con la verga bien erecta.
Lorena lo trajo de la mano, mientras Miguel no soltaba su verga y la masturbaba mirándome fijamente con cara de calentón. Miraba especialmente mi culo ya lubricado y parecía gustarle.
De pronto, sin saberlo, y con toda la emoción y calentura, me di cuenta que mi sueño de probar una verga dura y caliente se iba a cumplir esa noche.
Miguel aproximó la punta de su verga a mi culo, empezó el movimiento con sus caderas y sujetándome con las dos manos empezó a meter cada vez más su vergota dentro de mí, ahora sacando un poco la penetración sin sacar la cabeza y metiendo de nuevo cada vez mas profundo.
Mi vecino, complotado con mi mujer en ese juego de sumisión y de placer empezó a humillarme también:
- ¿Te gusta que te coja, Gordita? ¿Te gusta que te penetre con mi vergota? ¿Sientes placer cuando abro tu culo hasta el extremo con mi gran pene? Seguro que te encanta porque tú no puedes coger así con tu penecito de bebé.
Cada vez y con cada frase aumentaba la fuerza de la penetración y la velocidad de cada embestida hasta el punto de que la verga entró en su totalidad en mi agujero anal de placer.
Yo no podía creer lo que estaba sintiendo, el dolor de la penetración, la humillación de las palabras de Lorena y su cómplice, Miguel, la fuerza y determinación de cada embestida y yo gimiendo de placer siendo sometido como puta y humillado por una mujer y un hombre que follaba mucho mejor que yo, sólo me dejé hacer y al cabo de unos momentos sentí mi orgasmo al límite y eyaculé sin control sobre la cama.
Me desplomé sobre el colchón, y mi vecino sin sacarme la pija del culo, se echó sobre mí y continuó cogiéndome hasta que en pocos minutos terminó eyaculando dentro mío.
Comentarios Destacados
11 comentarios - Cornudo, sumiso y penetrado.
Me encantaria conocer a tu preciosa Lorena y prepararte otra sorpresa asi de espectacular
van 10
Les dejo la segunda parte de esta serie de realtos, esta vez contada por el macho heterosexual participante de este trío de cuernos, sumisión, lujuria y placer.
En sus palabras y forma de escribir se nota su masculinidad y autenticidad:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3628310/Cornudo-sumiso-y-penetrado-Miguel.html